En un momento inédito, Jesse le pidió perdón a los profesores Flickwick y Binns por estar confundiéndoles. (L) Hay varios capítulos por página porque por un lado me parecían cortos y demasiados para ponerlos de uno en uno... y he de reconocer que también influye que soy un poco inútil con los inventos muggles, especialmente los relacionados con las tecnologías... ¡¡¡Gracias por los reviews!!!

8. ¿ENTONCES QUIÉN?

A la hora del desayuno, Jesse estaba perfectamente recuperada. Aún así, la señora Pomfrey echó de allí a Snape, después de que Jesse le diese las gracias y él soltase un gruñido hostil, e insistió en que desayunase en la enfermería. Elroy, gracias a Dios, se había marchado antes.

Jesse se levantó. Se sentía pegajosa, del calor de la enfermería. Decidió darse una ducha, y tras coger las cosas enfiló hacia su habitación. Se oía a la gente saliendo del comedor, así que apresuró el paso. Tendría que ser una ducha rapidita. Al fondo del pasillo oía la voz de Minerva hablando a... bueno, probablemente a Snape, porque no estaba obteniendo mucha respuesta. Quería pensar, necesitaba pensar y una ducha reparadora... aceleró aún más, y de pronto se encontró ante su habitación. Levantó la varita, y en ese momento se dio cuenta de que no podía hacerlo. Se quedó paralizada con el terror. La sensación de malevolencia que había sentido la noche anterior seguía en su imaginación. Oh, Dios, ¿no iba a ser capaz de estar sola nunca más? Iba a tener que traer a su pobre madre muggle a enfrentarse también con los malos de la magia, como de pequeña hacía con los malos que se escondían debajo de la cama en sus pesadillas? Jesse no era cobarde, pero el hecho de que alguien a quien no podía ver entrase en su habitación, tan bien protegida, y la dejase inconsciente... y no siempre iba a ser capaz de gritar. El problema era que era alguien a quien no veía. A quien no veía... empezó a temblar con ese pensamiento. No oyó a Minerva McGonagall decir adiós al dirigirse hacia sus habitaciones, y por supuesto no oyó que Snape iba camino de su habitación directamente hacia ella. Por eso se asustó tanto cuando él le tocó en el hombro para preguntarle si todo iba bien. Él la miró con una expresión extraña cuando saltó del susto, casi mirándose la mano para asegurarse de que no quemaba.

- Bien, sabía que a la gente no le gustaba mi tacto, pero encuentro esa reacción sumamente descortés por tu parte, Jessica- oh, vamos, ¿se ríe de mí?-¿Qué pasa?

- No... no es nada.

- ¿Una Griffindorf que tiene miedo?

¿Está loco? pensó. ¿No se da cuenta de que estoy más que aterrorizada... que no quiero que se ría de mí? Pero la ira le hizo olvidar el miedo.

- Abre la puerta. Esperaré aquí. Nos aseguraremos de que no haya nadie dentro.- de sus labios sonaba casi como una burla, pero ella no iba a desaprovechar la oportunidad. Aún no podía creerse que estuviese pidiendo ayuda al profesor Snape. Recordó los días de su estancia en Hogwarts; y como iban a reírse sus amigos ante la imagen de Snape como su... su salvador o lo que quiera que fuese ahora.

- ¿No te importa? Gracias.- dijo, avergonzada

Se encogió de hombros. Jesse murmuró los complicados hechizos que abrían el hueco en la pared y el la siguió en silencio. Sintió que se le ponían los pelos de punta. Hasta aquí había llegado la noche anterior... de hecho aún había pequeños trozos de cristal en el suelo, ostensiblemente del frasco que había contenido la poción. Se agachó y los recogió, mientras Snape agitaba su varita diciendo algo entre dientes. Entendió algo de Visibilium, y Apparate, y luego unas palabras que no sonaban a latín... sospechó que eran Artes Oscuras. De pronto pensó en algo. Reuniendo fuerzas, dijo:

- ¿Sev... Severus?

- ¿Sí?

Era divertido ver su sorpresa cada vez que le llamaba por su nombre de pila. No saltaba igual con McGonagall, pero por lo visto, aún la veía como una de sus alumnas. Resultaba cómico.

- Vas a reírte de esto- y probablemente durante el resto de mi estancia aqu, pensó con pesar, pero no se le ocurría otra cosa- pero verás, yo... no me siento muy segura.

- ¿Y?- sonaba apremiante... y ¿algo asustado?

- Necesito una ducha- por la cara que tenía, parecía que le estaba pidiendo que le frotase la espalda, jajaja.- Y me pregunto si podrías esperarme aquí fuera, por si acaso. Dejaré la puerta cerrada, pero sin bloquear, y si pasa algo, gritaré. ¿Sí?- Estaba recurriendo a todo su poder de convicción, y era consciente de ello.

No dijo nada pero se dejó caer en la cama, el gesto entre horrorizado y resignado. Ella fue al baño y encendió la ducha. Antes de empezar a quitarse la ropa, protegió las paredes con un hechizo. No es que no se fiase... es... que no se fiaba. Se metió debajo del chorro de agua, y sintió que sus nervios se relajaban por fin. Y cuando estaba a punto de regresar a su calma habitual, a su estado normal, se dio cuenta de que, sentado en su cama, esperando mientras ella se duchaba, estaba Severus Snape, el más temido profesor de Hogwarts. Y ante la intensidad de este pensamiento se echó a temblar y se volvió a sentir como una niña. Oh-oh. Como una niña metida en un buen lío. Porque había dejado su ropa fuera. Se envolvió en una toalla y se cepilló el pelo.

- ¿S...Snape?

Snape buf

- ¿Qué pasa ahora?

No pudo evitarlo pero se puso a tararear una canción que su madre solía cantar mientras cocinaba: (¿No-es-tan-guaaaaapo, no-es-tan-listooooooo? Pero sobre todo él es un caballeeeeeeeero conmigooooooo) No se dio cuenta hasta demasiado tarde de que estaba pronunciando las palabras y de que él probablemente la estaba oyendo reírse y cantar. Podía ver su mirada sardónica casi a través de las paredes, atravesando su piel como cuchillos. Tragó saliva.

- Vale, voy a salir...

Desde luego que él no esperaba verla salir en toalla y empapada, aunque la toalla le tapaba desde las axilas hasta las rodillas; pero se libró mucho de decir nada. Tenía bastante con una cancioncita, no quería oír una del tipo se-sonrooooooooooja-cuando-salgo-de-la-ducha o algo por el estilo. Hizo unos movimientos rápidos y volvió a meterse al baño. Oh por Dios, como podía ser alguien tan despistado y dejarse la ropa fuera. Casi se rió de ella. Se imaginó el susto que se había llevado al darse cuenta de que no había metido la ropa, y no pudo evitar un resoplido irónico.

Salieron, y ella le dio las gracias como pudo. Él no espero a que terminara; giró en redondo y desapareció. Jess se dirigió a su clase. Se sentó en la mesa y espero la media hora que aún faltaba intentando aclarar sus ideas.

Hasta que McRoy se acercó por allí cinco minutos antes de que la clase empezara.  Por Dios, este hombre se estaba convirtiendo en una peste. Sin duda era muy guapo, pero su aire de ¿has-visto-a-alguien-tan-guapo-como-yo? comenzaba a ponerla nerviosa.

- ¿Cómo está la profesora estrella de Hogwarts?

Ella forzó una sonrisa

- No lo sé, luego podemos ir a su despacho y preguntarle...

El tardo unos segundos en cogerlo.

- Ja, ja, ja. No, en serio, ¿cómo estás?- ese falso todo aterciopelado, esa falsa preocupación... se estaba poniendo enferma

- Bien, gracias- su sonrisa requirió todos sus esfuerzos. Por favor, por favor, vete ya...

- Escucha, mañana en la salida a Hogsmeade me gustaría invitarte a tomar algo en las Tres Escobas, ¿de acuerdo?

- De acuerdo.- cualquier cosa porque te vayas de aqu. Sin duda estaba debilitada, ese carácter no era normal en ella.

Por un segundo se le ocurrió que McRoy debería aprender algo de Snape, de sus silencios y sus desapariciones cuando no se le necesitaba. Le daba igual la etiqueta; cuando no tenía que estar ¡puff! Se esfumaba.

De pronto le resultó terriblemente cómico. Estaba allí pensando que alguien debería aprender de los modales de Snape. ¡Se estaba volviendo loca! Sin duda era eso. Fue una de sus clases más lánguidas. Pero el día pasó rápido, y a la mañana siguiente recibió respuesta de dos de sus amigos. Aceptaban la invitación de pasar el fin de semana en Hogwarts, de visita la semana próxima. Sólo esperaba que los otros dos pudiesen acudir también. Realmente necesitaba una mano amiga, una que la devolviese a la vida real, que le sacudiese de encima aquel trance del que no conseguía salir. Alguien delante de quien fingir algo de compostura.

El viaje a Hogsmeade fue una pesadilla, con todos los estudiantes chillando por todos los lados. Pero fue peor que eso. No podía imaginar lo que se le venía encima. Para empezar, McRoy no se apartó de su lado ni un segundo. Al final, pensó que sería mejor reclamarle esa copa en Las Tres Escobas. Puede que Minerva o Vector estuviesen allí. Incluso Snape sería aceptable en esa situación, aunque dudaba que las visitas a Hogsmeade fueran... um... de su agrado. Se sentaron en una mesa. Ella pidió un ron, con la consiguiente sorpresa de su compañero. Ron a secas... sin duda no era su favorito. Pero decidió que cada vez que él dijese alguna estupidez bebería un sorbo... y así podría gesticular a gusto. ¿Y si tal vez pedía mejor la botella entera? pensó.

- ¿Has oído lo que se rumorea por ahí?

- No- contesto ella sin especial interés, y bebió el primer sorbo. El licor le quemó la garganta, la lengua, el pecho. Se obligó a beber otro sorbo. Dios, aquello era matarratas puro. No, pensó. No voy a beber más. Hacía mucho que se puso la regla de no ser cruel consigo misma, de no darse a sus malos hábitos, a la bebida, a la desesperación, a cortarse el pelo sádicamente, a los rituales semi-vuduistas, a cualquiera que fuese la ramificación de sus evasiones a la que decidiera darse, sin una razón o un motivo que valiesen la pena. Y no los había. Aunque en unos segundos, iba a tenerlos.

- Dicen que ya saben quién te atacó ayer. Fue Snape.

- ¡¿Qué?!- el sonrió pensando que estaba enfadada y asustada, y arrimó su silla como para pasarle el brazo por la espalda. La mirada de ella lo detuvo en seco. Estaba profundamente irritada... por lo que estaba oyendo.

- ¿A quién se le ha ocurrido esa tontería?

- Oh, bueno, todos hemos oído eso de una poción difícil... casi imposible que nadie más la hiciese... y no le habrá sido difícil conseguir una capa de invisibilidad o alguna poción... Es un tipo listo y tiene dinero- se le revolvió el estómago. Era la forma más vulgar de designar a Snape que jamás había oído, y conocía a mucha gente que durante años no se había dedicado a otra cosa que no fuese a insultar al profesor de Pociones. - Y ¿casualmente pasaba por allí? Vamos, un tipo raro, un solitario, ¡un psicópata!

- Bueno, y ¿para qué lo haría? Porque cualquier otra poción es más efectiva para cualquier cosa, y créeme, él lo sabría.

- Dicen... – lo captó claramente. Era él quien había expandido los rumores, era él quien decía. Se dio cuenta de que, inteligente o no, era un manipulador que probablemente había metido esta idea en la cabeza de los alumnos con facilidad, sin que ellos se dieran apenas cuenta. Se enfureció hasta límites insospechados, pero quería corregirle, así que le dejó acabar, bebiendo un gran trago de ron, de lo que se arrepintió, casi escupiéndolo ante lo que siguió- bueno, es casi obvio que le gustas- sonrió con burla, como con condescendencia, como diciendo, sí, lo sé, ¿te lo puedes creer?- y quería ganarse tus favores salvándote. Te imaginas... alguien como tú... ¿fijándote el algo así?- Y rió sádicamente mientras le guiñaba un ojo.

Demasiado tarde, Jesse vió por el rabillo del ojo una figura negra que se levantaba y se iba. La cara de de McRoy mostraba miedo, pero Jesse estaba furiosa... y tremendamente agobiada. Se levantó de golpe dejando a McRoy solo y corrió tras Snape, que casi había desaparecido. Consiguió durante unos segundos sujetarlo de la mano, pero este ni siquiera la miró.

- Snape ¡sé que no es cierto! ¡Espérame! Snape...

Pero fue inútil. Volvió a Las Tres Escobas. Gracias a Dios, el resto de los profesores estaban en la mesa. Se sentó con ellos, y en silencio se terminó el ron. Y pidió otro. Bajo la atenta mirada de Minerva, lo apuró de un trago. Ambas sabían que dos vasos de ron no eran gran cosa para ella, pero decidió parar. Gracias al cielo, a la hora de ir al colegio, Minerva impidió continuamente que McRoy la molestara. No creía que pudiera soportarlo.

McGonagall la miró con cariño. La pobre chica... sin duda era una superviviente, pero se pasaba la vida preocupada por la gente. Y nadie podía preocuparse por los sentimientos de Severus Snape, aunque ella misma lo hiciese a veces. Sabía por experiencia que era un gasto inútil de energía. Si Severus Snape sentía algo, y había llegado a dudarlo, era un odio tan profundo por sí mismo que ahogaba cualquier otro sentimiento posible. Estaba segura de ello.

Esa noche, a la hora de la cena, al ver que Severus no bajaba a cenar, a Jesse se le rompió el corazón. Desgraciadamente sus dones le traían muchos dolores de cabeza, diciéndole todo el tiempo de quién tenía que cuidar... miró con horror a Elwyn McRoy. El muy... el muy... gusano imbécil. Él le sonrió con cara de circunstancias. Y entonces, de alguna manera, lo supo, supo que había sido él. Él la había atacado. No tenía forma de probarlo pero estaba casi segura, aunque no tenía idea de cuales podían ser sus intenciones...

Él malinterpretó su mirada. Bueno, tal vez un pequeño patinazo esta mañana... pero ella ya vuelve a mirarme de nuevo... seguiremos jugando a este juego un tiempo, no me conviene apresurar las cosas... y sonrió, más a sí mismo que a ella.

9. EXPLICACIONES

Snape no pensaba bajar a cenar. Se sentía como cuando era niño... y no quería recordarlo. No quería. Había habido demasiado dolor, y entonces él aún no era fuerte, no tan fuerte como ahora, donde lo único que le daba miedo era su propio poder y su propia oscuridad.

No entendía su reacción. El hombre impasible, ese era él. ¿Porqué había huido por una sarta de mentiras?

Y de pronto le llegó la respuesta de golpe. Porque ella estaba allí. Porque las había oído. Y porque no eran mentiras. Bien, sin duda él no la había atacado; jamás pensaría en tocarle una sola de esas hermosas llamaradas que eran su pelo. Pero sí, ella le... resultaba raro decirlo. Ella le gustaba. Sintió pavor. Tenía su vida en perfecto orden, perfecto control y no podía permitir... no debía permitir... maldita sea, era un espía traicionando a Voldemort y cualquier error por su parte lo mataría...a él y a los que estuviesen cerca. Pero era tan extraña esa sensación de preocuparse por alguien, tan olvidada, tan desconocida... el roce de su mano en Hogsmeade le había sobresaltado hasta el extremo. Y lo peor... lo peor es que esa rata inmunda tenía razón. Sabía que era bueno en lo que hacía, y sabía de su poder y de sus conocimientos. Pero era plenamente consciente de su pasado, nada menos que mortífago, y ... todos los demás horrores. Se miró al espejo, y con esfuerzo, sostuvo su propia mirada. ¿Cómo iba alguien a... apreciar eso? Vio su pálida piel, tanto que a veces le repelía, y vio la cicatriz que cruzaba su pierna izquierda. Se metió en la ducha.  El agua, como fuego líquido, le quemaba la piel. Y él no podía parar de pensar que curiosamente ese era el apodo que había pensado para ella, lo que la llamó para sus adentros en su primera clase, cuando curiosamente tenían que, cosas del destino, mezclar lava seca con sangre de dragón para conseguir fuego griego, fuego líquido que ardía más a medida que se le echaba más agua. No puede parar quieta, pensó para sí ese día. Ella sí que es como lava corriendo por la clase, con ese pelo tan rojo; cuando se acercaba, daba miedo que quemase de verdad. Y , recordó con sarcasmo, quitó diez puntos a Griffindorf.

Oh, Dios. Enterró la cabeza entre las manos. Esto era un desastre. Bueno, si había una forma de arreglarlo él la encontraría. La sacaría de su cabeza aunque para eso tuviese que arrancársela. Palabra de Severus Snape, si es que su palabra aún valía de algo, viniendo de alguien que había traicionado a los buenos, y luego a los malos. Y ni siquiera por dinero, pensó con el poco humor que le quedaba. Además, algo dentro de él temía lo que pudiera suceder si... bueno, si no conseguía arrancarse esa angustia que sentía cada vez que McRoy se le acercaba, cada vez que cualquier otro profesor o profesora le apoyaban la mano en el hombro; porque no era él, porque no era él y nunca sería él. Y él, que nunca había tenido miedo de nada, estaba aterrorizado de perder algo que nunca había tenido. El pensamiento le resultó cómico. Hubiese dado un brazo por tener a mano el ron que ella había estado bebiendo. Pero no lo tenía. Y por una vez abrió su botiquín personal y sacó un pequeño frasco. Bebió todo el contenido, apurando cada gota. El sueño aún tardo algo en llegar, pero al menos llegó y él lo aceptó agradecido. Aunque despertó en mitad de la noche sabiendo que había soñado algo sobre estar en llamas. Realmente, estaba ardiendo, y sudando también. Tal vez porque era la primera vez en diez años que soñaba algo.

Por su parte, Jesse se sentía horrible en su habitación. Intranquila e insegura, había puesto todo tipo de conjuros de protección a su alrededor. Estaba hecha un ovillo en la cama, pero sabía que su malestar venía de dentro.

Se sentía muy sola... sin duda Minerva era una ayuda  y una gran compañía, pero también tenía su vida, y a veces... bueno a veces no entendía muy bien a Jesse, aunque era muy comprensiva y simplemente lo dejaba pasar. Echaba de menos a Hagrid, y no olvidaba las reuniones nocturnas que solían tener lugar en su cabaña. Él sí que sabía romper normas con estilo. Trabó amistad con él a finales de sexto, su primer año en Hogwarts, y en séptimo lo presentó a sus amigos. Solían juntarse todos en su cabaña y hacer todo tipo de experimentos, pero en general, sólo para sentarse y reírse, aunque fuera de horas. Recordaba muy bien la angustia de su enorme amigo cuando al año siguiente los niños Potter, Weasley y Granger, con los que se llevaba tan bien, casi los pillaron al volver de una de sus juergas, y cómo después les contaba que habían descubierto la existencia de Norberto, su dragón. Desgraciadamente, tampoco podía olvidar sus lágrimas cuando le hicieron separarse de él. Ah, Hagrid... esperaba que volviese pronto de donde quiera que estuviese.

Y todo ese asunto del ataque... no quería pensar en ello, pero tenía que hacerlo. Estaba casi segura de que McRoy era el responsable. Y era lógico que hubiese usado esa poción. Probablemente Snape la habría etiquetado como sedante, y él decidió utilizarla. Pero ¿para qué? Le daba la impresión que la explicación que él había dado para Snape no andaba muy lejos de la verdad. Para ser un héroe, quizás. No, las cosas no se hacen así. Snape la había salvado y sin embargo se negaba a ser un héroe. Esa era la forma correcta. ¿Qué tipo de enfermo había que ser para actuar de otro modo? En fin, no quería pensar en ese tema porque la angustia se agolpaba en su estómago y en su garganta al pensar en Snape. Había ido a buscarle a su aula, pero no estaba allí, ni en su oficina, y no se atrevió a buscar sus habitaciones. Era con mucho el profesor más interesante que había en Hogwarts, junto con Minerva, aunque las transformaciones no eran la asignatura favorita de Jesse. Se divertía en sus breves luchas verbales con él. Y ahora, todo eso puesto en peligro por los comentarios de un estúpido.

Y es que es cierto que era una cosa muy difícil que ella se fijase en Snape de forma no académica, porque, ¡Merlín! Era Severus Snape... No tenía nada que ver con su pasado oscuro o con su presente, sino con el de ella: ¡era el profesor de Pociones! Ningún Griffindorf sería capaz de aceptar siquiera que Snape le caía bien. Pero no se podía negar que era atractivo, y mucho, aunque a su forma. Ese misterio, esa indiferencia... pero sin embargo lo más atractivo en él era su inteligencia. Su brillantez y su talento. Era capaz de lograr cualquier encantamiento o poción por difícil que fuera. Recordaba los breves momentos de paz en sus clases, cuando él se inclinaba sobre el caldero murmurando complicados hechizos, enfrentándose a algún reto especialmente difícil.  Mucha gente no veía este lado, y tal vez por eso nunca viesen ese atractivo que ella le encontraba.

 Pero de todas formas, su interés era sólo académico, sin duda. Oh, vamos. Severus Snape. Se rió. Que farfullaba entre dientes que ella era como un maldito río de lava corriendo por la clase para buscar ingredientes y quitaba continuamente puntos a su Casa. Y él, Cabeza de la Casa Slytherin, fijarse en una Griffindorf alocada que en el breve tiempo que llevaba allí no había dejado de causarle problemas...Con la sonrisa divertida en los labios, se durmió.

10. VISITAS

La primera sorpresa llegó el domingo después del desayuno. Snape sí había bajado, pero estaba sentado al otro lado de la mesa enfrascado en algo que le había llegado en el correo. Habían terminado ya y ella apuraba su taza de café bien cargado, porque iba a necesitar toda su fuerza, cuando de repente oyó los gritos inconfundibles de Granger, Potter y Weasley que venían desde fuera. Los profesores se levantaron a ver qué pasaba, Dumbledore con una sonrisa en la cara, y de pronto un hombre enorme cruzó el umbral del casi vacío comedor.

Hagrid levantó una mano y sonrió para saludar a Dumbledore. Y entonces vio a Jesse.

- Jesse...- murmuró emocionado.- se quedó parado como sin saber qué hacer

Pero ella sí que sabía que hacer, y corriendo, fue a echarse en sus brazos.

- ¡Hagrid! Hogwarts no es lo mismo sin ti... te he echado de menos, amigo. ¿Qué tal Fangs?

- ¡En la cabaña! ¡Oh, Jess, te invito a comer!

Quedaron en la cabaña y el hombre se acercó a saludar a los otros profesores, con su gran mano torpona aún acariciando el pelo de su amiga. Era estupendo volver a tenerla cerca. Echaba mucho de menos a sus viejos amigos, aunque se divertía mucho con los nuevos Griffindorf. Snape desapareció antes de que Hagrid pudiera saludarlo, pero el hombre había aprendido a no tomarse a mal los desplantes de su compañero. Lo que más gracia le hizo fue ver a ese nuevo profesor, ese modelo-Mc-Roy como le llamaba cómicamente Ron, poner cara de horror cuando vio a Jesse acercarse a él. Sabía que no le agradaba, que incluso le temía. ¡Como si él, Hagrid, fuese capaz de hacer daño a alguien! Probablemente ver a una señorita elegante como Jesse correr como una colegiala a tirarse en brazos de alguien tan desaliñado como él resultaba curioso, y él estaba acostumbrado a las miradas de la gente, por su tamaño. Luego lo comentaría con ella. Seguro que se reían. Había traído una botella de Chardonnay, y la ocasión lo merecía... ojalá pudiesen volver a reunirse todos. Ah, que alegría, que alegría, volver a tener a una de ellos allí... y ahora como profesora.

Durante su comida, no pararon de reír. Hagrid prefería comer en su cabaña, por sus toscos modales; pero no le molestaba la compañía de Jesse, y ella solía dejar sus modales en la puerta. Se sentaron en el suelo, y encima de un mantel pusieron los platos con comida, que cogían directamente con las manos, y el Chardonney.

- Aunque tal vez deberías guardarlo- dijo Jesse- puede que... puede que el fin de semana que viene tengamos alguna visita interesante.

Era divertido ver las lágrimas aflorar a los ojos de Hagrid, y más divertido ver como, aún a estas alturas de amistad, intentaba contenerlas. Jesse volvió al castillo con energías renovadas por el encuentro con una persona a la que apreciaba tanto. Se olvidó de todo de tal forma, que cuando vio a Snape (¿Snape al sol? Pensé que se derritiría) agachado recogiendo algo minuciosamente del suelo, no pudo evitar un grito jubiloso:

- ¿Qué, Severus? ¿Cogiendo unas flores?

Él la miro con cara de incredulidad y soltó una carcajada. Respiró aliviada. Se acercó a él y entonces recordó todo. No parecía turbado, pero lo estaba. Puso su mejor cara de poker y le mostró las hierbas que buscaba y en cuclillas se puso a ayudarle, respirando con alivio de que todo volviese a la normalidad (tan normal como pudiera ser ver a Snape reírse), y dudando si sacar el tema o callarse y ayudarle sin más.

Desgraciadamente, la figura de McRoy apareció pronto a lo lejos. Jesse suspiró. Este chico tenía el don de la inoportunidad. Mascullando una excusa al más puro estilo de Snape, se marchó de allí casi corriendo, intentando evitar el encuentro. De pronto se giró y vio que McRoy se dirigía directamente hacia donde estaba el profesor de Pociones y, horror, lo agarraba de las solapas y siseaba algo en su oído. Jesse pensó en acudir en su ayuda, pero en ese mismo instante y sin necesidad de agarrar la varita, Snape lo miró y McRoy salió disparado hacia atrás. Entonces pareció que la mirada de Snape iba a quemarlo, y Elwyn, en el suelo, sintió que no podía moverse. ¿Qué clase de poder era este? Estaba asustado, muy asustado, mucho más de lo que nunca había estado. Se iba a volver loco, pero no podía apartar los ojos de los ojos de Snape, y sentía que se debilitaba... y de pronto resonaron los pasos de Jesse, que corría hacia allí, y cuando él ya se retorcía de dolor, Snape apartó la vista con desgana y todo pasó.

- ¿Estás bien?- preguntó ella, y le ayudo a levantarse

- Sí, sí,- y se dirigió hacia el castillo, desembarazándose de ella, con el orgullo herido, y la espalda maltrecha.

- Snape... me gustaría hablar contigo- dijo ella cuando él se alejaba.

Bueno, había llegado el momento, pensó él. Simuló tanta indiferencia como pudo y arqueando una ceja pregunt

- ¿Sí?

Ella se quedó callada. No se esperaba ese comportamiento.

- ¿Va a llevarnos mucho tiempo? Tengo una poción por preparar

- No, yo sólo... quería decirte que no hicieses caso de los estúpidos comentarios de McRoy. De hecho creo que ya sé quién me atacó y sé que no fuiste tú.- él ni siquiera pestañeó. Esperó a que dijera algo, pero no parecía probable.- Bueno, quiero decir, espero que no pienses que me lo tomé en serio ni nada de eso.

- Bien. Me alegro de saberlo.

- Pero Snape... oh, venga, sé que te molestó, ¿por qué no lo dices?

- ¿Qué? No, no me afecta. Nada de lo que tú o él podáis decir o pensar puede afectarme.- dijo con una frialdad hiriente.

- ¡Bueno! Se lo bastante de psicología para saber que eso no es as

- ¿Psicología? Ciencias muggles... – dijo él con falso desprecio. Ella no entendía porqué ese afán por repeler a la gente. No conseguía entenderle.

- Severus, creo que a lo largo del tiempo que he estado aquí, y no ha sido mucho, ha quedado lamentablemente claro que la mente de un mago no es tan diferente de la de un muggle, especialmente en sus peores facetas.

- Sí, creo que de eso sé más que nadie. – Se dio la vuelta como para marcharse. El corazón le latía más rápido de lo normal y le costaba mucho mantener su mente cerrada a los poderes de su interlocutora así que sólo esperaba que la conversación terminase deprisa.

- Bueno... pues... sólo era eso.

- Estupendo. – y se marchó, recuperando el ritmo normal de su respiración.

La semana pasó volando, entre sus reuniones con Hagrid, sus conversaciones con McGonagall y el nuevo juego que se había inventado: Tratar De Evitar A Elwyn McRoy. Aunque se había pasado dos días en la enfermería, y no le había resultado difícil. Le mandó una tarjeta de "mejórate" y agradeció a sus antepasados que fuese ella y no Elwyn quien tenía sus poderes, porque si no, McRoy habría podido leer entre líneas: " pero no salgas de la enfermería en un par de semanas".

El jueves a la hora de comer le llegó por fin la última carta de confirmación; sus cuatro amigos la visitarían en Hogwarts ese fin de semana. Tendría que ir el viernes a recibirlos a la estación. Pensó en sus clases del viernes. Tenía permiso de Dumbledore para buscar un sustituto. Miró los horarios en el salón de profesores, para ver quién podía sustituirla, pero desde el primer momento tuvo claro quién quería que diera su clase. Así que, corriendo el riesgo de parecer pesada, salió una vez más a buscar a Severus Snape.

Lo encontró saliendo del colegio.

- ¿Vas hacia Hogsmeade?- no sabía si él parecía molesto o indiferente ante su intrusión

- S

- ¿Te importa si te acompaño?

Snape levantó las cejas como diciendo ¿tengo otro remedio? No hablaron en los escasos diez minutos que tardaron en llegar.

- Escucha Snape, tengo que comprar algunas cosas y supongo que tú también, pero hay algo que tengo que pedirte... ¿podrías reunirte conmigo en...- miró su reloj- digamos media hora?

- ¿Dónde? – dijo, sin averiguar siquiera qué hora era. Su cuerpo llevaba perfectamente el control del tiempo.

- ¿Las Tres Escobas?

Y Snape se dio la vuelta y desapareció en una tienda. Lo tomaré como un sí. Media hora más tarde, Snape cruzó la puerta de Las Tres Escobas y la localizó sentada de espaldas en una de las mesas. Por su postura, sabía que ella se había dado cuenta de que había entrado, sin ni siquiera mirar. Por un segundo se le ocurrió la descabellada idea de plantar un beso en su despeinada coronilla. No pudo reprimir un escalofrío de horror ante sus propias ideas.

- ¿Qué quieres tomar?- Él sonrió torvamente

- Que sea ron ¿no?

- Está bien. Rosmerta, una botella de ron y dos vasos

- ¡Enseguida!

Aparecieron dos vasos y una botella de ron sobre la mesa. Jesse sirvió con maestría llenando los vasos en la misma medida exacta. Snape tomó el suyo y lo bebió de un trago sin pestañear; alargó el brazo y se sirvió otro vaso. Ella fingió no estar impresionada, pero Dios, ese ron era auténtico matarratas... aunque sintió los nervios de su estómago calmarse poco a poco, deshaciendo el nudo que le impedía tragar. No entendía como alguien a quien le gustaba tanto todo lo que ardía podía sentirse tan... digamos próxima a alguien tan frío como Snape. Antes de que el pensamiento se hubiera colado del todo en su mente, casi se atragantó. Bebió y se lo quitó de la cabeza.

- ¿Y bien?- su voz sonaba como una amenaza cuando rompió el silencio.

- Mis compañeros de curso vendrán el fin de semana y tengo que ir mañana a la mañana a la estación a recogerlos. Sé que andas terriblemente justo de tiempo pero me gustaría que fueses tú quien me sustituyese.

- ¿Por qué?- ella no se esperaba esa pregunta

- Bueno... los dos sabemos que eres el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que Hogwarts podría tener- tal vez era hora de recordarle sutilmente su propia valía.

- Bueno, sin duda eso explica porqué no doy clase en esa asignatura cuando se ha cambiado de profesor tres o cuatro veces... – dijo sarcásticamente.

- Venga, Snape, sabes tan bien como yo que se pueden encontrar más maestros contra las Artes Oscuras, pero que eres absolutamente imprescindible en Pociones. No creo que haya nadie mejor que tú en eso.

Ante este pensamiento él se quedó atónito. Nunca lo había visto así. ¿De veras lo creía ella? Por un segundo estuvo a punto de darle las gracias, pero lo cierto es que no sabía muy bien cómo se hacía y eso le contuvo. Miró el ron fijamente. No solía beber alcohol, aunque tampoco le afectaba como a otras personas. Había tomado tantas cosas peores... y sin embargo, se sentía lo suficientemente desgraciado como para vaciar la botella él solo.

Se pusieron de acuerdo con los detalles de su clase, y ella le dio las gracias mientras se preparaba para irse, aunque ambos sabían que era él quien estaba agradecido, por la oportunidad de enseñar algo que le apasionaba. Los que no me lo perdonarán jamás son los Griffindorf y los Ravenclaw, hizo una mueca pensando en los pobres alumnos con los que le tocaba clase al día siguiente, y al imaginarse las caras de horror que iban a poner al ver aparecer a Snape.

- Severus... otra cosa... procura no quitarles demasiados puntos...- su mirada hubiese podido atravesarla

- ¿No me consideras un profesor justo?

Jesse no sabía si reírse. Snape podía ser cualquier cosa; brillante, irónico, agudo, rápido y con talento; cualquier cosa. Pero ¿justo?

- Bueno, Snape, he sido alumna tuya y la verdad... tal vez me lo haya tomado como algo personal pero siempre me ha dado la impresión de que la casa que más puntos pierde en tu clase, y estoy segura de que si hiciésemos un gráfico sería un pico bastante elevado, es Griffindorf, y que en cambio Slytherin...

- No utilices eufemismos conmigo.- le espetó- lo que quieras decir, dímelo. ¿Piensas que sería mucho mejor que fuese justo y no quitase puntos a nadie, como tu amigo McRoy?

Ambos se quedaron blancos. Él desearía haberse mordido la lengua; ella también.

- ¿Algo más?- la dureza en su voz la hirió.

- No.

- Aún estás a tiempo de cambiar de elección. Oh, vamos, la pequeña Jesse va a hacer pucheros...- dijo al ver su cara

- Estás muy confundido. Lo que... lo que...- y sin poder controlarse le apuntó con su varita y murmuró muy rápido un hechizo, el primero que le vino a la cabeza, pero en el último momento dirigió la varita a la botella, que durante unos segundos se transformó en un pez que boqueaba, un besugo con cara estúpida. El pez saltó de la mesa justo cuando volvía a convertirse en botella, ya que el hechizo de Jesse no había sido más que un pequeño sortilegio, y ante la mirada asombrada de todo el bar, se rompió en pedazos.

Cuando Snape levantó la cabeza, boquiabierto, Jesse ya había desaparecido. Le pareció ver algo rojo moviéndose a lo lejos. Se dio la vuelta, y muy despacio, apuró lo que quedaba de ron en su vaso y se marchó.

11. UN FIN DE SEMANA DE MAGIA

Entre abrazos y risas, Hagrid y Jesse ayudaron a sus amigos a coger las maletas. En realidad, Hagrid lo llevaba casi todo, pero las maletas en sus manos parecían pequeños bolsos. Jesse apenas había podido contener la emoción al verles bajar del tren, Rowland, Sarah, Timothy y James. No habían podido estar todos juntos desde que terminaron en Hogwarts; siempre había faltado alguno de ellos en las reuniones. Pero cada vez que se veían era como si no hubiese pasado el tiempo. Hagrid había estado increíblemente nervioso todo el camino, aunque no quería reconocerlo; ahora parecía que a los dos se les hubiese acabado la fuerza y escuchaban con atención las anécdotas de sus amigos.

Se dirigieron hacia las habitaciones de sus amigos en el castillo; eso provocó un poco de confusión porque ellos tomaron la dirección de la torre de Griffindorf, en lugar de dirigirse hacia las habitaciones que iban a ocupar. Todos se quedaron algo decaídos al darse cuenta de que aunque intentaran disimularlo, las cosas no eran como antes, pero Hagrid se encargó de animarlos con su torpeza, al golpearse contra una de las antorchas que iluminaban el pasillo. Ni siquiera pararon a refrescarse; dejaron las cosas y se juntaron en la cabaña de Hagrid.

Todos hablaban a la vez; se contaron emocionados todas las novedades. Tim había dejado el Quidditch... por una chica... James... el bueno de Jimmie parecía que iba a hacer carrera en el Ministerio. Rowland y Sarah, que eran los que más seguían en contacto, habían decidido hacer un viaje a la India el año próximo y lo estaban preparando.

- Aunque yo preferiría viajar a algún sitio más exótico con un mago más atractivo... pero esta es toda la compañía que he podido encontrar- añadió Sarah riendo

- A propósito  Jess, ¿qué es eso de que tienes un pretendiente?

Jessica se quedó sin habla, y vio como Hagrid no levantaba la vista del suelo. Ah, ese bocazas tramposo... Tartamudeó algo, a punto de desmentir cualquier rumor sobre Snape que hubiese podido llegarles (no era capaz de imaginarse el alboroto que sus amigos serían capaces de armar con ese tema) pero antes de decir nada, se dio cuenta de que hablaban de McRoy y rió con ellos.

- Oye... ¿hacemos el Círculo?

Jesse miró a su alrededor, sintiéndose como sin aire unos segundos. Se había visualizado tres años atrás, las mismas cabezas, las mismas palabras... se sentía en casa.

- Vamos, chicos, ya somos muy mayorcitos para eso...- James, el futuro Ministro, siempre poniendo la voz de la razón.

Todos protestaron, llamándole aguafiestas. El Círculo no era otra cosa que rodearse en un círculo mágico protector, con todos sus instrumentos y tras realizar algunos conjuros purificadores, y realizar hechizos al modo muggle, es decir, magia sin varita, pero con otras ayudas... y siempre podían utilizar la varita, pero su poder dentro del círculo se potenciaba, por lo que todos de acuerdo, la dejaban fuera. Solían invocar a algunos de los fantasmas del castillo, y charlar un rato, nunca a espíritus más peligrosos; y no todos acudían a su llamada; había muchos que parecían haber pasado a un plano superior. Era divertido, porque la mayoría de los espíritus que acudían a la llamada eran embusteros y juguetones, aunque a veces se topaban con alguno como Peeves, el poltergeist del colegio, y tenían que darse mucha prisa en recitar los hechizos para deshacer el círculo, porque no solían querer marcharse y lo destrozaban todo, tirando el incienso, las velas y todo lo que utilizasen.

Jesse les había enseñado la forma original y ellos habían inventado variantes para este juego, no del todo legal. Bueno, no estaba regulado porque a nadie se le había ocurrido pensar que alguien pudiese practicar la magia de ese modo tan rudimentario y a la vez tan desconocido, pero resultaba evidente a todas luces que no sería precisamente del agrado de Fudge.

Dispusieron todo lo necesario, y esta vez habló Sarah.

- Todos sabemos lo del ataque de Jesse. Por eso esta vez, y con la intercesión de vosotros, los espíritus más poderosos, que abrís los complicados senderos de la magia a nuestros ojos... ejem... mortales- se lo estaba inventando, y Jesse lo sabía. Pero a los espíritus les gustaba que les adulasen con palabras grandilocuentes- pedimos que nos enviéis un espíritu de la verdad que desde su superioridad sea capaz de iluminar nuestras mentes.

Todos contuvieron la risa; las invocaciones les parecían ridículamente salidas de una mala película muggle, cuando con sólo agitar la varita podían lograr muchas más cosas; auque con los espíritus, nunca se sabía.

Se oyó un suave siseó y Jesse sintió su pelo acariciado por una leve brisa; no se dejó engañar. A veces, los espíritus más poderosos sólo provocaban un pequeño soplo de aire.

- Espera, Sarah, ¿como vamos a preguntarle? ¡Si no se ha materializado!

Pero de pronto ante sus ojos apareció una figura trasparentosa como las que ya se habían acostumbrado a ver en el colegio. Jesse recordó con cariño a Nick Casi Decapitado.

- Queremos que nos ayudes a saber quién atacó a nuestra amiga.- dijo Sarah, mientras prendía una vela.- El fuego solía entretener a los espíritus y ayudarles a centrarse en lo que preguntaban.

- Hubo un ruido de cristales... y una llamarada roja cayó al suelo... y él salió corriendo...- la forma de hablar de los espíritus más antiguos siempre intranquilizaba a Jesse.

- ¿Quién?

- Era transparente.... era un fantasma... pero luego ya no era un fantasma... era alto... era profesor de Hogwarts...

- ¿Fue Elwyn McRoy? – preguntó Jesse con seguridad, ante la sorpresa de sus amigos

- ¿Fue Elwyn McRoy?- repitió el fantasma. – Profesor de Historia de la Magia en Hogwarts... habitación en el muro externo del ala oeste... se tapa y se tapa y se pone una capa y se vuelve un fantasma y a Twilinger ataca....

Jesse decidió cortar el círculo, aunque sabía que sus amigos querrían divertirse un poco más; pero ella ya sabía suficiente y cuando un fantasma encontraba una frase una rima que le gustaba, podía ponerse terriblemente pesado...

Sarah vio su cara y rápidamente empezó a dar las gracias al espíritu, a las fuerzas superiores, y a deshacer el círculo, pero aún se pudo oír al fantasma antes de que se inmaterilizase de nuevo:

- y Snape la salva...

Y justo entonces el círculo quedó disuelto y cuatro pares de ojos se clavaron en Jessica. ¿Hasta Hagrid se había negado a aceptar que Snape hubiese salvado a una Griffindorf, y había callado esa parte?. Parecían creer que sería capaz de llevar hasta el extremo la crueldad de que hacía gala en clase. Así que acosaron a preguntas a Jesse. No habían pensado que ahora era compañera de todos sus antiguos profesores. Le hicieron repetir varias veces la parte de la noche en la enfermería, y continuaban riendo cuando ya parecía que el sol iba a salir.

Al amanecer, abandonaron la cabaña, mirando al cielo, enroscados unos con otros. Habían dejado a Hagrid roncando, agarrado a Fang, y sin necesidad de decirse una palabra, los Cinco Magníficos, como ella les apodaba en su mente, o los Cuatro Magníficos y la Muggle, como le gustaba bromear, se dirigieron hacia el castillo, como ya habían hecho tantas otras mañanas antes. Normalmente, eran como una sola red de pensamientos y sentimientos enmarañados en uno, pero esta vez, Jessica no se sentía tan parte del grupo. Había un pensamiento que le molestaba, en el fondo de su conciencia... y no conseguía cazarlo.

Nadie se dio cuenta de que la figura que les contemplaba desde una de las ventanas del castillo se daba la vuelta y desaparecía.

12. CONFIDENCIAS

Snape se apartó de la ventana con un amargura. No había podido pegar ojo en toda la noche. Se había pasado horas muertas buscando algo, una poción, un hechizo, algo que borrase lo que sentía... pero sabía demasiado bien que tal cosa no era posible. Al menos, no sin pequeños efectos secundarios. Y a Severus Snape no le importaba el dolor, estaba demasiado acostumbrado; lo había padecido a diario estoicamente bajo las maldiciones de Voldemort. Pero no podía permitirse la amnesia, la parálisis temporal y otro tipo de "daños colaterales". Su vida, y tal vez la de Dumbledore y muchos de los magos del lado del Bien, le iban en ello. Entre ellas, la de Jesse, sin duda.

Snape estaba furioso consigo mismo. Era uno de los magos más poderosos que había y sin embargo, era incapaz de sacarse a esa chica de la cabeza... esa mocosa, porque él le había dado clase hacía menos de cuatro años. No es que él fuera mucho, mucho más mayor... Además Jesse tenía una especie de cualidad intemporal... no había más que ver la buena relación que tenía con sus alumnos, con Minerva, bueno, con todos en general. Menos con él. Una vez más había conseguido espantar a alguien. Y aunque tenía que alegrarse, por dentro algo se le desgarraba al pensarlo. No podía evitar el sarcasmo. Tampoco quería. Disfrutaba en sus pequeñas luchas de poder, en la que ninguno podía dejar que el otro fuera más desagradable. Era una de las pocas personas de Hogwarts que sabía jugar a ese juego. Pero él...

¿Quién era él, después de todo? Murmuró unas palabras y una tenue luz apareció en el techo. Tenía que recordar no hacer magia sin su varita, como con McRoy días atrás... no en público. Aunque era una rara habilidad adquirida en la infancia, se solía asociar con las Artes Oscuras y la gente podía pensar que era al servicio de Voldemort donde la había conseguido. Observó sus brillantes pupilas negras en el espejo con repugnancia. Pasó una mano por su pelo, y por su cara; no recordaba haberse contemplado nunca con tanto detenimiento. Pero era inútil... no conseguía ver sus rasgos. No se quitaba de la cabeza su imagen de mortífago sediento de sangre... aunque en realidad eso era lo que él había visto a su alrededor. No era de sangre de lo que él había estado sediento, sino de comunidad.

Ahora las cosas habían cambiado. Disfrutaba estando sólo, como si le gustase mortificarse a sí mismo con ese castigo; pero al final se había acostumbrado tanto que despreciaba a la mayoría de sus compañías. Qué más da, se dijo, si no voy a tener ni un solo segundo de paz en mi vida. Lo mismo daba estar sólo o no. El sordo dolor que sentía en el pecho cada mañana al comprobar que seguía vivo no se acallaba. Su mente, tramposa, volvía una y otra vez a la noche de la enfermería. No sabía si de verdad había sentido algo de tranquilidad o sí sólo era una mala pasada que sus recuerdos le estaban jugando. Y qu, preguntó a las paredes, y estas se estremecieron solamente con su voz. Siseó: ¿Cómo alguién como Jessica Twilinger... Cómo alguien podría apreciar a algo... como yo?

El grupo estaba menos ruidoso de costumbre, y así se lo hizo notar Rosmerta mientras les llenaba los vasos personalmente. Se había acercado a saludar a seis de sus mejores clientes con mucho cariño. Pero es que todos sabían que a la mañana siguiente, el sueño habría terminado, y cada uno tendría que reanudar su propia vida. A Jesse este pensamiento le afectaba especialmente. Ya no tenía miedo de un ataque; sabía a quién debía esperar y estaba preparada, y dos días con sus amigos le habían dado la fuerza suficiente para actuar- pero se vería obligada a enfrentarse a ciertas realidades que prefería ignorar... y mientras sus amigos estuviesen cerca, podía ignorarlas, podía hacerlo. Bebió como hacía años que no bebía, desde que aquel estúpido de séptimo le rompió el corazón, (...y desde que tú le rompiste el suyo al pobre Jimmie, dijo una vocecita perversa en su interior, y su corazón se encogió- ella no sabía que la noche en la que le contó su decepción el había reunido el valor de hablarle de ciertos sentimientos hacia ella.-) y hasta mascó algo del Chicle Animoso de Honeydukes, pero ni siquiera uno de los más populares inventos de la tienda consiguió animarla.

Sarah se dio cuenta de todo, y cuando se dirigían hacia Hogwarts, la tomó por el brazo y agarrando la botella con la otra mano, le susurró al oído:

- Aquelarre de brujas...

Jesse agradeció la intuición de su compañera y se desviaron del camino, haciendo un gesto a los chicos para que siguiesen adelante. Se sentaron en un claro, y dieron rodeos al tema, pasándose la botella de la una a la otra, hasta que Jesse empezó a sentirse un poco mareada, y comenzaron a reírse. Todo era como antes. No hablaron de Jesse hasta que se acercaron al castillo, y Sarah, con su tacto infinito, permitió que su amiga tardase todo lo que quiso en hablar.

Comenzó explicando su angustia con el ataque, pero ambas sabían que no era eso lo que le reconcomía por dentro. Y de pronto, todo salió de golpe;

- Y no lo sé, me sentí horrible ¡horrible, Sarah! Cuando aquel estúpido de McRoy dijo todo eso y Snape lo oyó.

- Bueno, cariño, pero Snape está más que acostumbrado a las críticas... debes reconocer que no sería la primera vez que nos pillara hablando mal de él...

- Pero no lo sé, todo eso que dijo, todo...

- ¿Y qué más te da, si es mentira?

- Pues eso, precisamente...- se acercaban a las habitaciones de Jesse.

- ¿Qué?

- Que no es verdad - agarró la botella y bebió el que juró que sería su último trago durante al menos el resto del año; había sobrepasado su límite de vicios en un solo fin de semana; se recompuso como pudo y consiguió articular- Ese es el problema, que no es verdad

- ¿Y querrías que lo fuera?

- Sí. Porque yo... vaya, ¡él me gusta!- escupió por fin. Y entonces se deshizo en excusas- Sé que no es apropiado, se que no es como yo, y todo eso del odio a los nacidos de muggle... pero...

Sarah no decía nada. Tenía los ojos abiertos como platos, pero su buen juicio le mandaba callar. Jamás, jamás en su vida, hubiese esperado ver a uno de sus amigos sintiéndose... atraído o lo que fuese por un profesor de Hogwarts, pero ¡por Merlín, que menos aún por Snape! Aunque Jesse siempre había sido una auténtica caja de sorpresas. De pronto, se miraron, y ambas estallaron en carcajadas.

- Anda, duerme en mi habitación esta noche. Creo que esto merece ser comentado...

No muy lejos, Snape había levantado la cabeza de entre sus libros al oír risas y voces... los conjuros que protegían sus habitaciones le habían dejado escuchar amortiguadas algunas de las palabras, muy a su pesar.

- Ese es el problema- le pareció escuchar la voz de Jesse que se acercaba pero no escuchaba bien, y aguzó el oído

- ¿Y querrías que lo fuera?

- Sí. Porque yo... vaya, ¡él me gusta! Sé que no es apropiado, se que no es como yo, y todo eso del odio a los nacidos de muggle... pero...

Las voces se alejaron, dejando a Snape hundido en un pozo de desolación y miseria. Era peor de lo que imaginaba. Jamás había esperado que Jessica se fijase en él, pero por Dios, una mente tan brillante, ¿enamorada del estúpido McRoy?

13. UNA RESACA ESPANTOSA

Aquella madrugada, Lord Voldemort convocó a Snape a su presencia.

Snape estaba aterrorizado. No le importaba sufrir un par de Cruciatus, o incluso Imperium, pero sabía que el Señor Oscuro era un hábil lector de mentes; y por mucho que él supiese cerrar la suya herméticamente, nunca se sabía, bajo una de las Maldiciones de Voldemort... hasta ahora todo había ido bien. "Su Señor" no había descubierto su traición - pero podía hacerlo en cualquier momento. Intentaría no ser impertinente esta vez, pero no podía remediarlo. Voldemort era más poderoso que él, mucho más... pero no más listo. E, irónico cuanto pudiese parecerlo, Snape estaba empeñado en demostrar una valía en la que el mismo no creía.

Salió del colegio envuelto en una capa negra bien gruesa; hacía frío, y el rocío se estaba escarchando. Tan pronto como abandonó los recintos de Hogwarts, murmuró un Apparatum y desapareció de la vista.

Se encontraba entre las frías paredes de piedra gris de un castillo. Acostumbrado como estaba a vivir en la oscuridad, y aún así el sitio le resultaba deprimente, gélido y desangelado. Frente a él se hallaba Voldemort. Nagili, su serpiente, le saludó en lengua parsel; "bienvenido Sssnape"

Voldemort le miró y el sintió la característica arcada al mirar sus ojos rojos. Espero pacientemente. A Voldemort le gustaba ese juego, quedarse en silencio, y castigar luego a cualquiera que osase decir algo antes que él. Finalmente se decidió a hablar:

- Severus... ¿traes algo nuevo para mí?- dijo arrastrando las palabras con su tono silbante.

Snape supo cuál iba a ser el tono de la conversación y tensó sus músculos, preparándose. Negó con la cabeza y bajo la mirada; esta noche no podía ponerse en peligro.

- No, Mi Señor.

Apenas oyó el "Crucio" que Voldemort murmuró. Cayó al suelo, tratando de evitar la inconsciencia, pero el dolor era casi inaguantable. Sabía que podía soportarlo. Lo había hecho otras veces. Sintió sangre en la boca. Tenía una hemorragia nasal, probablemente de una venas que había reventado con la presión. Y por fin, paró, aunque el  terrible dolor no desapareció. Ni desaparecería en días, pensó resignado. Espero allí postrado. Con una sonrisa muy extraña Voldemort le miró:

- ¿Aún sigues ahí? ¿a que esperas? ¡Vete!

Apenas teniéndose en pie, Snape salió de la estancia, y con un rápido movimiento de varita se encontró a las puertas de los terrenos de Hogwarts. Pero no logró llegar más allá y se derrumbó.

En el castillo, Voldemort se reía, ante la imagen de su siervo en el suelo. Tenía un sentido del humor retorcido, y lo sabía. Pero ese reptil de Snape lo tenía merecido... porque había empezado a escuchar los siesos de esas otras serpientes que tenía por adeptos y a pensar que tal vez ese insolente maestro no era de fiar. Y es que era muy muy fácil controlar a los demás; poderosos, sí, pero estúpidos. Snape era diferente... era difícil manipular a alguien de su inteligencia.

Estaba pensando, con fastidio, en deshacerse de él esa noche y Snape lo había sabido antes de llegar al castillo, pero no había pestañeado... una lástima prescindir de hombres con su temple. Y al final, de pronto, había encontrado una solución perfecta, en el momento justo. Lo primero que haría, ahora que tenía su fidelidad casi asegurada, sería ponerlo a prueba y mandarlo matar a ese viejo, a Dumbledore. Sabía que fiel o no, Snape no querría hacerlo. Todos respetaban al director de Hogwarts, el famoso poder de Albus Dumledore. Menos él. Empezaba a aburrirse de ese viejo loco. Y estaba seguro de que Snape lo haría. Había un pequeño rubí que se había colado en los pensamientos de Snape... esa cáscara tan vacía, de pronto se había llenado de color a los ojos de Voldemort... tenía el motivo perfecto para que Snape estuviese del todo a sus órdenes. O pensaba tenerlo antes de que se hiciese de noche. Dentro de poco, Jessica Twilinger sería su invitada de honor.

Jessica, lejos de todo esto, formaba parte de una especie de cortejo fúnebre que se dirigía a la estación. Con gran pesar, todos los amigos se despidieron; no se hicieron promesas, pero sabían que encontrarían el momento, o el lugar. Hagrid tenía trabajo, y se había tenido que quedar en Hogwarts, así que Jesse arrastró su resaca todo el camino hasta el colegio. Sin embargo, se sentía feliz. Cada minuto de su dolor de cabeza le recordaba el desahogo y la ilusión que había encontrado con sus amigos, que le habían devuelto su habitual calma y seguridad. Al aproximarse a los muros del castillo le pareció ver una figura tendida en el suelo, cubierta por una capa negra. Cuando pretendía acercarse a mirar, por segunda vez en demasiado poco tiempo todo se volvió negro a su alrededor y cayó al suelo