Hola!!! Otra vez gracias por los reviews!!!
Tengo esta historia un poco abandonada, me cuesta terminarla porque lo que sigue a partir de ahora me parece un tanto pffffffffff, pero en fin, he subido un trocillo más, a ver si encuentro una forma de acabarla!
Saludos!!!
15. CLAUSTRO DE PROFESORES
Snape se negó a ir a la enfermería y se retiró, mientras Madame Pomfrey lo miraba con desagrado, como a un bicho raro. Se levantó de su propia cama jurando maldiciones por lo bajo al oír que alguien pedía permiso para pasar a su habitación.
Era Dumbledore. Desde que le habían encontrado esa mañana, y le había contado todo lo sucedido brevemente, se había mostrado muy preocupado, pero ¡maldita sea! ahora no estaba en condiciones... no podía pensar, tenía que recuperarse para dar sus clases. Se sentía avergonzado de no haber llegado por sí solo hasta el castillo y no iba a dejar de llevar su vida normal.
Pensó que venía a comprobar su estado y quizá a por una explicación más larga de los hechos.
- Señor Director.
- Snape... Severus, ¿cómo te encuentras?
No era propio de Dumbledore adoptar ese tono... y menos aún, dar rodeos, que es lo que parecía que estaba haciendo.
- Bien. ¿sucede algo?
- Mucho me temo que sí, Severus...
- ¿Puedo... puedo ayudar de alguna forma?
Aunque sabía que era una pregunta estúpida; el director había intentado ponerlo bajo los cuidados de Poppy, ahora no iba a dejarle tomar parte en nada. Por eso le sorprendió escuchar:
- Si, por eso he venido. En primer lugar necesito que me cuentes absolutamente todos los detalles de la reunión con Voldemort.
Snape lo hizo.
- ¿Qué pasa, Dumbledore?
- Es muy extraño, y yo podría estar buscando culpables en el lado equivocado, pero Jesse Twilinger ha desaparecido... y la última vez que fue vista, se dirigía justo hacia el lugar donde te encontraron esta mañana. El alumno que la vio dijo que de pronto ¡pluff! Desapareció.
A Snape se le cerró la garganta y no pudo tragar. Sintió que la sangre no llegaba a su cara, y supo que estaba más pálido de lo normal. Apenas fueron unos segundos; estaba acostumbrado a no mostrar ninguna reacción ante cualquier noticia, por mala que esta fuera.
- ¿Y crees qué...?
Dumbledore se había dado cuenta de esos breves segundos. Y entonces estuvo seguro.
- Snape... ¿qué piensas que puede encontrar Voldemort de valor en Jesse? ¿Hay algo para lo que él crea que puede servirle?
Snape sabía que el profesor no quería preguntarle de forma directa, para no hacerle sentir culpable, si él había dicho o pensado algo sobre ella en la presencia de Voldemort. Y él creía que no lo había hecho... aunque puede que sí. No recordaba todos los momentos en que había estado sometido a la maldición Cruciatus. Desde luego no había hablado, pero tal vez su mente había escapado al pensamiento de Jesse para huir del dolor. Se maldijo a sí mismo.
- No lo sé, director... puede... tal vez... bueno, quizá yo...- Snape no encontraba las palabras- tengo los poderes de la profesora Twilinger en alta consideración y tal vez Voldemort lo percibió y pensó en utilizarlos para su causa.
Si la situación no hubiese sido tan grave, Dumbledore hubiese reído. Pero lo era.
- Debemos actuar deprisa, Severus
- Sí, director. ¿Tiene alguna idea?
- Desgraciadamente no... vamos a reunirnos ahora para trazar un plan; me gustaría que si estás en condiciones nos acompañases. Tú mejor que nadie para esta ocasión.
- No creo que Jesse haya aceptado unirse a él... bueno, de cualquier forma Voldemort ha usado antes Imperius en aquellos que necesitaba utilizar y que se negaban a doblegarse por las buenas. Puede que Jesse aún no esté en peligro...
- No te preocupes, tengo el pálpito de que la necesita viva, Snape- dijo Dumbledore con simpatía.- Pero me preocupa- volvió a ponerse serio- no sé si conoces el carácter de Jesse tan bien como yo... cuando estuvo aquí tuvo que visitarme muchas veces. Es demasiado... orgullosa, se niega a aceptar lo que no es justo, y a veces también lo que lo es. Es una inconsciente, muy temeraria. Una Griffindorf, al fin y al cabo. Incluso si Voldemort la necesita viva, no dejará que le cause demasiados problemas. Por eso, tenemos que darnos prisa.
Se hizo silencio en la sala de profesorado cuando ambos entraron. A Snape no le hizo falta más que una mirada para darse cuenta de que McRoy no estaba allí. Bien por Dumbledore. Sin embargo, no pudo evitar una mueca al ver allí sentado al joven Harry Potter... quien dos veces había estado a punto de causarle la muerte cuando casi dejó al descubierto sin él saberlo la labor de espía que realizaba. Snape no había contado esto a Dumbledore, ni a nadie. Sabía que el director sentía una ternura especial por Harry y que no le daría importancia... había muchas veces en que los criterios de ambos sobre las cosas importantes variaban, recordó Snape pensando con amargura en el pasado.
- Harry vio desaparecer a Jesse
- ¿Dando un paseo matutino fuera del recinto, señor Potter?
- Oh, vamos, Snape, no seas duro con el muchacho ahora.
Pero los nervios de este estaban a punto de estallar bajo la fachada de impasibilidad que presentaba, y Harry había sido una diana muy a mano para soltar un poco de tensión.
- Sólo nos echará una mano. Necesitamos saber cada detalle de lo que vio para saber si Jesse fue obligada a acudir o acudió por voluntad propia donde quiera que fuese.
- Bien.
Se sentó, y se dio cuenta de que preferiría seguir de pie. No sabía qué hacer. Sus pensamientos más locos le gritaban que fuese rápidamente al castillo de Voldemort y sacase de allí a Jesse, como fuera. Se obligó a prestar atención. Nadie sabía mejor que él que sin un plan, las cosas no suelen funcionar.
- Bien, lo primero necesitamos que alguien entre en el castillo de Lord Voldemort, aunque aún no sabemos cómo lo haremos, ni si tendrá que enfrentarse con él de algún modo.- todos parecieron encogerse unos milímetros frente a la perspectiva.
Sin vacilar, y ante sus atónitos compañeros, Snape dijo con voz sosegada
- Yo lo har
No tenía nada que perder.
Llegaron a un acuerdo en todo lo demás. Tenían mucho que preparar. McGonagall fue la primera en abandonar la sala, seguida de Flitwick, el profesor de Encantamientos. Hagrid había acompañado a Harry un poco antes. No querían inmiscuir al joven en la acción, aunque Severus sabía que probablemente Potter y sus amigos enredarían por la escuela hasta que encontraran un modo de intervenir. Pero esta vez, no permitiría que pusieran a nadie en peligro; esta vez se jugaba algo más que su propia y miserable vida.
Sólo quedaban Dumbledore, Sprout y él. Con un intenso dolor en todas las partes de su cuerpo, se dirigió pesadamente al aula de pociones, dispuesto a pasar la noche buscando todo tipo de mezclas que pudiesen ayudar en el plan.
16. EN EL CASTILLO
En la habitación, Jesse se despertó sobresaltada. Se levantó de la cama torpemente, con los músculos medio atrofiados por el efecto de la Poción que le debían haber administrado. El cuarto estaba tenuemente iluminado, por lo que supuso que era de noche. Desesperada, deseó que su varita estuviese con ella.
-"Accio varita" – murmuró. Pero por supuesto fue inútil.
Aplastó su oído contra la gruesa pared de piedra; nada. Por primera vez en mucho tiempo, Jesse sintió algo húmedo correrle por las mejillas, y lloró amargamente en silencio durante unos breves minutos. Después, se sintió mejor y se levantó, intentando pensar en una salida. Pero no había nada que hacer hasta que alguien apareciese por allí. Sabía que no iban a matarla, al menos no mientras creyesen que ella les sería útil, pero la impotencia la carcomía por dentro.
¿Sería verdad lo que Voldemort había insinuado? ¿Era ella, de alguna forma, importante para Snape? ¿y tanto como para hacerle matar a Dumbledore? No. Sin duda, no lo era, pero Voldemort no podía saberlo; ¿qué sabía él de sentimientos? Probablemente se había enterado de que Snape la salvó y había malinterpretado ese hecho.
Murmuró rápidos hechizos y contrahechizos, pero sin varita ni otros instrumentos no tenía sentido intentarlo. En ocasiones, las paredes parecían reaccionar levemente, como reflectando el hechizo, y cada vez que lo hacían, ella sentía punzadas de dolor.
Horas más tarde, a punto de lanzarse de cabeza contra las piedras de la pared, decidió tomar el libro que había encontrado antes para evitar la locura; además, tal vez ahí pudiese encontrar algo, algo que la ayudase a salir de aquello... lo abrió y empezó a leer. Sintió repugnancia, pero pronto su curiosidad pudo más. Había cosas en aquel libro que le eran totalmente desconocidas, y sin duda, habría disfrutado comentándolo con alguien que fuese capaz de separar el interés científico del libro con su evidente carácter maligno. Alguien como Snape. Las Artes Oscuras deberían ser un objeto abierto de estudio. Comprendía el peligro que esto podía entrañar; pero era mejor que tener que pasarse al otro lado para conocerlas, más aún para una profesora de Defensa contra las Artes Oscuras.
Levantó la vista del libro, para darse cuenta de que la habitación estaba iluminada de nuevo. Un plato de comida había aparecido sobre la mesita. Se levantó del suelo y caminó hacia el plato. Sentía hambre, pero no pensaba comer nada; necesitaba estar consciente.
El día fue pasando y nadie abrió la puerta. Jesse trenzó mechones de su pelo, los destrenzó, leyó algo más, dio vueltas por la habitación; incluso durmió un par de horas. Empezaba a sentir cierta claustrofobia. Al anochecer, el rugido del estómago se hizo casi insoportable, pero no podía comer, se repitió. La noche cayó del todo, y en la oscuridad sus temores parecieron aumentar. Sintió una sed atroz y como si sus músculos no le perteneciesen alargó un brazo y tomó el vaso. Alarmada, volvió a dejarlo. ¿Qué magia era esta? Imperius. Extrañamente, su carácter fuerte controlaba esta maldición, que casi no tenía efecto en ella, y conseguía imponer su voluntad sin dificultad, pero nunca lo había probado estando al límite de su resistencia. Se apretó contra la pared, temblando, y pensando en cuánto podría aguantar. Los efectos de la última poción aún no habían pasado, y dormitó allí sentada. Y sin duda, en esos momentos, vulnerable como era su mente, debió tomar algo de la bandeja, y se desplomó sobre la cama.
Se despertó, desorientada. La habitación parecía llena de luz natural. Era de día, entonces, pero ¿qué día? Se tumbó en la cama, y no hizo nada. Su energía iba desapareciendo. Se sentía como si los dementores estuviesen al otro lado de aquella pared. El frío invadía su alma, pese a que ella luchaba con todas sus fuerzas contra la desesperanza. Se mantuvo allí, quieta, guardando sus fuerzas y haciendo caso omiso de la nueva bandeja de comida. Y muy rápido, la luz se fue desvaneciendo.
- ¿Cuánto tiempo va a durar esto? ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?- preguntó al aire.
Horas más tarde, hecha una bola, le pareció notar un cambio. Una sombra apareció en la habitación y se aproximó a ella. Supo que era Vodemort: el simple hecho de respirar el mismo aire que aquella cosa la repelía. Y él parecía disfrutar con ello. Acercándose, Voldemort paseó su mano por su cara. Al contacto con su piel fría y escamosa, Jesse se sintió vacía de toda esperanza, hundida, y todos sus malos recuerdos y sus miedos se agolparon en su mente. La mano llegó hasta el cuello y Jesse no podía tener más miedo; se detuvo al encontrar el pulso y apretó, dejándola sin respiración y con cara de estar disfrutando mucho. Por fin, poco antes de asfixiarla, la soltó y se marchó, pero los sentimientos que había provocado no se fueron con él, y Jesse estuvo a punto de intentar comprobar si las paredes reflectarían un Avada Kedabra.
Pasaron dos días desde la desaparición de Jesse, y por fin Snape pudo actuar. En el colegio, las clases fueron peor que nunca, y quitó puntos a diestro y siniestro. Se sentía como un león enjaulado. Y esa mañana, Dumbledore le dijo que podía seguir con lo pactado. Apareció rápidamente ante la enorme y sombría mole de piedra donde se encontraba la nueva residencia de Voldemort. Iba bien aprovisionado de antídotos de todas clases y con la capa de invisibilidad de James Potter, que aún temblaba en su mano. Sabía que desde el momento en el que había puesto los pies fuera de Hogwarts era probable que Voldemort conociese sus acciones; lo que no sabía es que Voldemort las había preparado mucho antes.
Éste sonrió al ver acercarse a su siervo.
- Mi plan ha dado perfecto resultado.
Peter Pettigrew franqueó la entrada a Snape que, con falso respeto, dijo:
- Ve a presentarle mis respetos al Amo y pídele su permiso para concederme unos segundos.
- Pasa, Snape, te esperaba- dijo el propio Lord Voldemort
- Sí, Mi Señor.- y entró agachando la cabeza.
- ¿Qué puedo ofrecerte, Snape? Veo que traes muchas cosas para una reunión pacífica... sabes que todas ellas son inútiles contra mí.
Snape miró la capa de un modo ausente.
- Sí, lo sé. De algún modo Dumbledore pensó... Una profesora del colegio ha desaparecido, y creen que puede estar aquí. Pidieron un voluntario, y bueno... yo me ofrecí a venir.
- Bien
Snape esperó impaciente una confirmación que no llegó. Tal vez Jesse no estaba allí. Tal vez...
Voldemort hizo un gesto con la cabeza a Pettigrew, y este desapareció.
- Hay algo que quiero a cambio de la muchacha, Snape. Después, será tuya, podrás hacer lo quieras con ella; devolverla a su puesto, matarla... tu voluntad.
- ¿Qué es, Señor?- haré cualquier cosa, se dijo
- Quiero que acabes con Dumbledore.
- Mi Señor, yo... no puedo hacer eso- articuló como pudo.
- ¿No son mis enemigos tus enemigos?
Snape escogió cuidadosamente sus siguientes palabras.
- Lo son, Señor, pero Albus Dumbledore...
- No menciones ese nombre en mi presencia.
- Él es demasiado poderoso para mí, Señor.
- ¿Te estás negando a acatar una orden?- por su cara, parecía que era justo lo que deseaba. - ¡Crucio!- dijo sin esperar una respuesta. Se oyó un grito ahogado y Vodemort paró. Snape se giró, dolorido, y vió a Jesse intentando liberarse de Pettigrew. En el momento en que vio agitarse su pelo rojo ante él, supo que sería capaz de cualquier cosa. Supo que iba a destapar sus verdaderas lealtades, retar a Voldemort y morir mientras ella escapaba.
Pero Jesse tenía otros planes. Se quedó tan quieta que Pettigrew aflojo el brazo que la sostenía, y entonces, con un veloz movimiento, le robó la varita.
- ¡Expeliarmus!- gritó. Ante la sorpresa de todos, desarmó a Snape
- Pero...- empezó este, y Jesse sólo pudo esperar que no se le ocurriera confesar que era un espía de Dumbledore. Lo había sabido al verle bajo la maldición Cruciatus. Necesitaba ser el centro de atención rápidamente o también Voldemort lo habría sabido. Y había tenido que quitarle la varita. Merlín sabe en qué estaba pensando ese loco, a punto de mandar una maldición a Voldemort.
Tomando las dos varitas en sus manos, Jesse miró desafiantemente a los ojos rojos que disfrutaban con la escena.
- Creo, Lord Voldemort, que esto es algo que podemos arreglar entre usted y yo. Deberíamos dejar al profesor Snape fuera de ello.
- Snape, creo que está dispuesta a hacer cualquier cosa por no caer en tus manos.
- Vamos, Voldemort- era arriesgado, y tragó saliva. Tenía que decir algo, cualquier cosa para poder salir de allí, y sacar a Snape con ella. – Soy la persona en la que más confía Dumbledore de entre los presentes. Creo que puedo acercarme a él con más facilidad que Snape. Yo lo mataré, si me deja salir de aquí.
Voldemort entrecerró sus ojos sopesando el cambio de planes, y murmuró:
- Ambiciosa... Está bien, te daré una oportunidad. Pero Snape irá contigo. Puede que los dos juntos lo logréis. Lo quiero muerto antes de la noche de mañana. Si no, los dos lo pagareis.- amenazó. Y luego le susurró a Snape- Vigílala. Si no lo hace, mátalos a ambos. – Le arrojó la varita, y ella la cogió al vuelo.
Cuando salían por la puerta, Jesse sintió que su estómago se encogía extrañamente, como si intentase salir de su cuerpo y flotar, y notó que el brazo de Snape la agarraba rudamente. Sonrió. Espero hasta que aparecieron frente a Hogwarts. En el momento en que cruzaron los muros, murmuró apuntando a Snape:
- Finite Incantatum
No pareció hacer efecto. Probó otras fórmulas, y al final, Snape no tardó en sacudir la cabeza y abrir los ojos como si fuese la primera vez
- ¿Qué...? Ese cabrón...
- Sí... nos echó una Imperius- rió Jesse.
- ¿De qué te ríes?
- Esa maldición no hace ningún efecto en mí- tenía un curioso hoyuelo en el que Snape nunca se había fijado. – Pero Voldemort no podía saberlo.
- ¿Te la echó antes de que apareciese yo?
- ¡No! Al salir por la puerta del castillo, ¿no lo notaste?
- Entonces ¿por qué me quitaste la varita?
- Oh, vamos, ¿me vas a decir que no reconoces un farol, todo un Slytherin? No pienso matar a Dumbledore. ¡Pero estabas a punto de gritar en la cara de Voldemort que eras un espía!
- ¿Tienes idea del lío en el que estamos? Si no matas a Dumbledore antes de mañana a la noche, ¡yo tendré que mataros a ambos!- dijo él, con rabia.
Jesse se puso seria.
- ¿Crees que no lo sé? Pero no podía quedarme allí ni una sola noche más.- Sintió los escalofríos mientras recordaba la noche anterior, todo el tiempo temiendo que la puerta se abriese y por ella entrasen todo tipo de calamidades...
El calor del sol apenas lograban borrar la frialdad que sentía por dentro. Se sentía mejor si bromeaba, pero ¿cómo explicárselo a alguien como Snape?
Caminaron en silencio hacia el colegio.
- ¿Qué vamos a hacer?- dijo Jesse, a punto de desfallecer
- Bueno, primero deberíamos ir a ver a Dumbledore...- entonces pareció reparar en su aspecto, y en que había pasado varios días prisionera de Voldemort; se fijó en que parecía a punto de desmayarse, y en un gesto impetuoso le pasó el brazo alrededor de la cintura, temiendo que se cayese al suelo.
- Snape- dijo sobresaltada
- Te desmayarás si no llegamos rápido a la cocina. Será mejor que te ayude o luego tendré que arrastrarte. Vamos.
Incapaz de preguntar amablemente qué tal se encontraba, tal como lo suponía. ¿Qué habría hecho así a este hombre? Aunque podía imaginarlo, tras tres días siendo la invitada de Voldemort. ¿Cómo podían ser años a su servicio?
