ESTE ES EL ULTIMO CAPITULO EN EL QUE HABLARE DE MI ESTUPIDEZ CR"NICA. En fin, sabia yo que no valia para estas cosas... lo siento mucho. Gracias de todas formas... y gracias otra vez a Susy Snape Malfoy, Narua Black, amsp14, Sara Fénix Black, Antíope Black y Yuna Aoki. Me hizo mucha ilusión ver vuestras reviews tan rápido, además dq si no llega a ser por vosotras jamás me habría enterado y nunca conoceríais el destino de McRoy, que no se iba a ir de rositas---

Dejo los comentarios anteriores:

esta vez es muy cortito. Sólo daros las gracias rápido por estar leyendo al otro lado!!!

Gracias a amps14 (q tal fue ese examen??? De todas formas tu título es mejor que el mío...), a Yuna Aoki (se acercan las escenas románticas, aunque tengo que reconocer que me cuesta algo escribirlas... aunque si me dejaran sola con Snape seguro que se me ocurrían un montón de escenas "románticas" para hacer...), a Aliance (muchas muchas gracias... me animó un montón tu review, la última semana no fue muy buena....), y a nunu (que también me animó mucho.... muchísimas gracias). A Antiope Black, (me alegro de verte de vuelta!!! Ya te digo no se me había ocurrido lo de leer la mente... pero es que Jesse es muuuuy poderosa... alcoholica, pero poderosa.... jajaja) y a Lucyvier, muchas gracias también... siento que sea tan corto, pero es que se acaba ya y me da pena...

20. DOS SANGRESUCIA.

Snape no tardó mucho en despertarse. Miró a su alrededor. Estaba en la enfermería. Nunca le había gustado estar expuesto al público, y a saber la de tiempo que llevaba allí... pero pronto su control del tiempo volvió a funcionar con tanta precisión como habitualmente; habían pasado poco más de doce horas.

Con curiosidad, se incorporó y buscó a Jessica. No estaba allí. La enfermería parecía vacía, y apoyó la cabeza en la almohada. Comprobó que todos sus sentidos funcionaban con normalidad, y sólo entonces pensó en lo ocurrido. Bueno, su tapadera había quedado ligeramente a salvo... a pesar de que no había acudido al auxilio de Voldemort, pero sin duda podría atribuirlo al daño causado por la pastilla. ¿Cómo explicar que no lo habían dejado morir una vez que Jesse había averiguado que era mortífago? ¿Cómo explicar que no lo llevasen a Azkaban? Bien, estaba demasiado cansado, y sin duda Voldemort tampoco se encontraba ahora en su mejor momento. Tendría tiempo para pensar en algo que decirle más adelante. Ahora sólo quería saber cómo estaba Jessica.

Se incorporó en la cama, justo para recibir una sarta de amonestaciones de Poppy, que entraba por la puerta y que le exigía que descansase como fuese un estudiante.

- ¿Cómo se encuentra Jessica?

- ¿Jesse? Ella – por un momento Snape temió la respuesta- está bien, está con sus padres.- dijo con dulzura, aunque algo atónita. No era habitual ver a Snape pregutando educadamente por la salud de alguien, como si le importara en absoluto.- Han tenido que borrarles los recuerdos del castillo de Voldemort, pero parece que podrán recordar Hogwarts.

Snape pensó entonces en lo dura que debía haber sido la vida de Jesse, intentando mantener unidos dos mundos tan diferentes. Sabía que la mayoría de los magos nacidos de muggles terminaban volviéndose locos. Pero Jesse era distinta a cualquier otra persona que él hubiese conocido antes. Muy distinta. ¿Quién más se hubiese quedado a ayudar a alguien a quien despreciaban todos? ¿Quién, por los huesos de Merlín, quién en su sano juicio habría llevado a cabo el hechizo de la transmutación?

No le dejaron levantarse en lo que quedaba de tarde, y su cuerpo maltratado lo agradeció. Pero cada uno de sus huesos pedía dolorosamente ver a Jessica; era una sensación extraña. Y no la culpaba por no acercarse; por un lado, debía haber tenido suficiente de él, y por el otro, no todos los días unos padres muggles podían visitar Hogwarts... además de haber estado a punto de morir.

Pasó varias horas entrenando sus músculos para que volvieran a responder con naturalidad a los estímulos cerebrales, y recuperó su varita. Como en trance, comenzó a murmurar unas palabras, Fume confundire, que hicieron surgir un humo muy ligero de su varita. El humo fue cubriéndole. Lo había aprendido de su madre, a la que prefería no recordar, y era un hechizo, muy poco conocido por los magos oscuros de hoy, que en la antigüedad se utilizaba para adormecer la mente del contrario. Sin embargo, las raras veces que Snape lo utilizaba lo hacía porque era la única forma de obtener un poco de silencio, un poco de paz.

Al anochecer, un ruido hizo que volviese a estar alerta. Vio como el picaporte de la puerta se inclinaba lentamente y una figura se deslizaba dentro de la enfermería. La puerta se cerró y él saltó de la cama y se confundió con la oscuridad. Alguien se dirigió ágilmente hacia su cama, mientras sus ojos oscuros traspasaban la oscuridad.

- ¿Severus?- se oyó, apenas un susurro

Se relajó y caminó hacia la cama.

- Sí.

- ¿Qué haces ahí?- se asustó Jesse al verlo salir de detrás. Como toda respuesta el se encogió de hombros- Suponía que no estarías dormido. ¿Qué tal te encuentras?

- Bien, ¿y tus padres?

- Están durmiendo; no he podido venir antes. He estado con ellos todo el día, y estoy agotada. Han olvidado todo el susto de ayer y la verdad es que están disfrutando con esta visita al mundo mágico. Si hubiese podido ser en otras condiciones...

Snape no dijo nada. No se le ocurrió nada que decir.

- Quería darte las gracias por... bueno, por darle el antídoto a mi madre, tan rápido y...

Un bufido característico hizo que dejara de hablar. Pero había algo que le carcomía por dentro. Antes de que pudiera continuar, él habló.

- Bueno, esa deuda está saldada. Puedes ahorrarte los agradecimientos. – ignoró los latidos que no dejaban que hablase con normalidad. ¿Era a causa de compartir la misma sangre? ¿O era sólo lo que ya sentía mucho antes de eso?

- Pero Severus... hablando de eso... yo no sé si hice bien. Con el encantamiento, quiero decir.

Estaban sentados cada uno en una orilla de la cama, la figura de él imponente en la oscuridad, la de ella como una Veela con el pelo cayendo como un remolino, apoyada sobre su mano.

- ¿A qué te refieres? Si no hubieses hecho ese cambio, me hubiese muerto. Nunca habrían podido detener los efectos del veneno hasta conseguir el antídoto.

- Sí, pero... – no se atrevía a soltar lo que tanto la agobiaba- ¿no te das cuenta? Tú, que tanto odias a los muggles... bien, ¡ahora llevas la sangre de una... de una.... de una sangresucia!