Cap. 2. – Un reencuentro accidentado.

"Creo que nunca más va a amanecer" – Harry meditó esas palabras. No sabía qué había pasado, pero tenía miedo. Sabía que Voldemort era parte de la historia, como siempre lo había sido...

Tonks sacó una pequeña figurita de plata del bolsillo derecho de su túnica, murmuró unas palabras y tocó el objeto con su varita.

-Bueno –dijo la mujer- ya tenemos un traslador, ahora solo falta que te termines de vestir y cojas la jaula de tu lechuza –al ver la expresión de Harry le dijo- tranquilo, Hedwig vino ayer y está en la nueva guarida de La Orden.

-¿Nueva guarida? –Harry suspiró aliviado, tenía miedo de volver a la casa de Sirius. Más que miedo sabía que si volvía a ir se derrumbaría, al menos no tendría que enfrentarse al cuadro loco de la madre de Sirius, tampoco quería ver ningún retrato de la prima de Sirius, esa asesina... Harry hizo un esfuerzo por quitar esos pensamientos de su mente...-¿Y dónde se encuentra?

-¡Oh! ¡Se encuentra en...-la mujer se ruborizó – Lo siento Harry, aunque quisiera no podría decirte donde se encuentra, ni siquiera lo se con seguridad y lo poco que se está sujeto al encantamiento fidelio. Anda, toca el traslador y vámonos lo más rápidamente posible de aquí.

Harry tocó el objeto plateado, estaba realmente frío. De repente sintió que todo daba vueltas a su alrededor; cuando abrió los ojos no se encontraba en Privet Drive. Pero reconocía el sitio, estaba en el Callejón Diagon, o al menos se parecía mucho.

Miró a su alrededor y vio que estaba vacío, eso habría sido normal si hubiesen sido las 4 de la mañana, pero ya era por la tarde. El aire estaba viciado y Harry sintió como un peso caía sobre su corazón ¿qué podría haber pasado para que no quedase ni un mago por las calles?. Miró a Tonks, esta estaba mirando una nota y sus ojos reflejaban una profunda preocupación.

-¿Y ahora a dónde vamos? -preguntó Harry- ¿Van a venir a buscarnos?

-Eso es lo que me estoy preguntando. Se supone que habíamos quedado aquí, al lado de El Caldero Chorreante.

-Tonks –dijo Harry evitando reirse- estamos frente a la librería, el Caldero Chorreante está a la vuelta de la esquina.

La joven bruja se ruborizó, parecía un tomate maduro con peluca. Se alisó la tunica y murmuró unas palabras:

-¡Baúl locomotor! – dijo Tonks- Rápido Harry, ¡Como lleguemos tarde Ojoloco me matará!- La bruja comenzó a correr por el callejón y Harry la siguió lo mas rápido posible ¡Como corrían la bruja y el baúl!

¡¡¡CRASH!!!- Un ruido muy potente se escuchó, Harry vio que el baúl había tropezado con alguien. Corrió rápidamente para ayudar a la persona que se encontraba debajo del baúl gritando de dolor. Cuando llegó, Tonks ya estaba ahí disculpándose:

-¡Lo siento mucho señor! ¡Tenía prisa y no me di cuenta de por donde iba! –Tonks se dirigía al hablar a alguien que estaba cubierto completamente por una capa negra y que tenía el baúl de Harry encima de las piernas, aprisionándolo.

-Imbécil –dijo siseando el bulto indefinido- Quítame este estúpido baúl de encima antes de que saque mi varita o te arrepentirás.

Harry se fijó en Tonks, la pobre mujer estaba tan avergonzada que apenas alcanzaba a tartamudear, el chico la miró y dijo:

-Tonks, ¿ahora puedo usar magia? Si así fuera podría ayudarte.

-Oh...eh...¡Claro que puedes, Harry!-la bruja sonrió agradecida- No creo que haya ningún problema con el ministerio ahora que estamos...

-¡No! ¡No puede! –el bulto indefinido sacó una varita- Wingardium Leviosa –murmuró y el baúl se elevó dejando de aprisionarle las piernas.

El hombre se levantó y se colocó bien la negra capa dejando al descubierto su rostro. No podía ser el, era de las pocas personas a las que Harry no deseaba ver ni en pintura muggle. Snape guardó su varita y miró a Tonks con gesto despectivo:

-Aun no me entra en la cabeza que haya aprobado el examen de auror, Tonks. Se supone que lo único que tenía que hacer era recoger a Harry y utilizar un traslador para ir al lugar del encuentro –Snape miró a Harry- ¿Y tu, Potter? ¿Usar magia? Directamente podrías invocar al señor tenebroso aquí, seguro que sería muy divertido.

Severus Snape, su profesor de pociones, estaba utilizando el sarcasmo como siempre. Harry no entendía como podía existir alguien tan odioso en el mundo, le había sentado tan mal que se metiese con Tonks que le respondió, furioso:

-Yo solo intentaba ayudar. La próxima vez dejaré que el baúl le aplaste, seguro que le haré un favor al mundo. Al mágico y al no-mágico –añadió.

El profesor Snape miró a Harry como si nunca le hubiese visto antes. Sabía que el chico Potter era un desagradecido que se creía que lo sabía todo, pero nunca antes hasta ahora le había visto contestar a nadie de esa forma. Cuando se disponía a replicarle, Tonks, que ahora tenía el pelo rojo y la nariz achatada se adelantó.

-Lo siento Severus, debí realizar mal el hechizo al traslador, no volverá a ocurrir. -la bruja agachó la cabeza- Pero creo que lo importante ahora es llegar lo mas pronto posible al punto de reunión acordado ¿No crees? –Tonks le guiñó un ojo cómplice a Harry.

-Obviamente, Tonks. Seguidme en silencio y procurad no ser más torpes que de costumbre –Snape comenzó a andar y los demás le siguieron a una distancia prudencial.

-Es un poco cascarrabias ¿no?-susurró Tonks- Fíjate, anda como si le hubiesen metido una araña en los pantalones -observó la bruja.

Harry no pudo reprimirse y se rió por lo bajo. La verdad es que Tonks era una bruja muy divertida, al menos desde la aparición de Snape. Antes había estado más callada y Harry había visto el miedo en sus ojos.

-Tonks –dijo Harry dejando al fin de reírse- ¿Por qué no hay nadie aquí? Siempre que he venido estaba lleno de gente, y a estas horas me resulta extraño que no haya nadie.

-Verás Harry-la voz de la bruja se tornó grave- El ministerio ha decretado la Ley Aural.

-¿Ley Aural? ¿Y eso que significa? –Harry no había oído hablar de eso en toda su vida.

-Significa que los magos y brujas tienen que pedir permiso para abandonar sus casas, hay un toque de queda y los únicos que están por las calles sin ningún problema son los aurores y demás miembros de cuerpos de seguridad. Al principio Cornelius Fudge solo se dedicó a repartir panfletos de defensa –Tonks meneó la cabeza en gesto reprobatorio- No sé como demonios pensó que toda la comunidad mágica se iba a poder defender con unos panfletos. Pero todos los demás miembros del Ministerio hablaron con el y parece que ha entrado en razón, aunque no es que la ley aural me guste mucho...

-Así que por eso está todo tan desierto, la verdad es que es descorazonador no ver ni un alma por las calles, pero al menos así la gente estará segura.

-Segura en principio, Harry. Pero no creo que para ningún mago tenebroso sea un problema el meterse en la casa de alguien y atacarle, por eso no termina de gustarme esta decisión. Además, los magos y brujas acreditados por el Ministerio podrán, si lo ven necesario, investigar a quien quieran con total impunidad, y no me fío de todos los miembros del ministerio, y encima...

-¿Acaso pensáis quedaros ahí toda la tarde cotilleando? Ya llegamos con mucho retraso ¡Entrad ahora mismo! –Snape miraba ambos lados de la calle con un nerviosismo palpable- Mi tiempo es muy valioso y no tengo porque desperdiciarlo con vosotros.

Harry no se había dado cuenta de que habían llegado a las puertas de El Caldero Chorreante, quería saber que era lo que iba a decir Tonks, pero no tenía ganas de recibir otra reprimenda de Snape, además, podrían seguir hablando dentro. Se adelantó y se metió en el recinto, le siguieron Snape y Tonks.

Ya dentro Harry tuvo que entrecerrar los ojos por el picor, una enorme nube de humo envolvía la sala que estaba llena de gente fumando, bebiendo y hablando en susurros. Harry se acercó a la cambiante bruja.

-Eh, Tonks ¿Por qué está lleno de gente? ¿No se supone que nadie podía salir a la calle?

-Ah, bueno, pero ellos no han salido a la calle, probablemente habrán utilizado polvos flu –Tonks se recogió el cabello con un golpe de varita- Las red de chimeneas está controlada, así que en principio no debería haber ningún problema con su uso. Ahora la gente tiene que utilizar las chimeneas para hacer sus compras, aunque hay un cupo específico de utilización de la red flu al día, dependiendo del número de personas que vivan en la casa.

-Es un poco estricto ¿no? –Harry no podía creer como había cambiado el mundo mágico en tan poco tiempo- aunque haya peligro no creo que la gente se sienta más segura así.

-Eso mismo pienso yo –Tonks miró a los ojos al chico- La verdad es que mas que seguridad causa temor, ya has visto como está la gente, ni siquiera se han parado a mirar quien eres, están demasiado preocupados con la situación y el Ministerio no es que de mucha información sobre esta.

Harry, que al principio solo había visto una espesa e incómoda nube de humo, miró a su alrededor. A la izquierda de la barra había un grupo de brujas con sombreros de color negro adornados con flores que conversaban entre susurros mirando de un lado a otro por si alguien las escuchaba. Mas a la derecha un grupo de magos, hombres y mujeres, charlaban con voz grave con Tom, el dueño del lugar.

-¡No me puedo creer que el Ministro aun no nos haya dicho porque no ha amanecido! –decía con voz aguda una mujer que llevaba un sombrero de paja con bordes planos cubierto por una tela morada- ¡Lo menos que podía hacer era explicarnos algo, para variar!

-No sé, Agrimonia, puede que no lo sepan y no quieran y no quieran dar una información equivocada –un hombre bajito con sombrero hongo intentaba explicarse- es decir, si nos dijesen algo y luego resultase no ser verdad, todo sería peor y...

-A mi me parece que Agrimonia tiene razón, Longinos –Tom, el dueño del local, miró hacia ambos lados antes de continuar- Recuerda que hace no mucho tuvimos que enterarnos de la verdad nada menos que por El Quisquilloso, si Harry Potter no se hubiese decidido a hacer una entrevista habríamos seguido sin saber nada quien sabe el tiempo.

Al oír eso Harry se tapó la cicatriz como pudo, lo último que quería era que le reconociesen. Alguien le puso una mano en el hombro. Harry, sobresaltado, miró a ver quien era. Para su horror era Snape que ahora le empujaba para que avanzase hacia una habitación. Cuando estuvieron frente a ella, el profesor de pociones abrió la puerta y pasó.

-Vamos, no tengo todo el día –El profesor enarcó una ceja- ¿Me has oído? Entra de una vez.

Harry miró la puerta de la habitación y pensó en Ron, si su amigo estuviera ahí le habría mirado con cara de terror y habría hecho algún comentario sobre que meterse ahí era darle una oportunidad para que Snape le asesinase. El moreno rió para sus adentros, los comentarios de su mejor amigo siempre le hacían reír. Al ver que Snape seguía esperando Harry atravesó la puerta.

-¡¡¡Harry!!! –Alguien se lanzó sobre él y le abrazó- ¡No sabes lo preocupada que he estado!

Una chica de pelo castaño le sonreía. Era Hermione Granger, su mejor amiga y una de las brujas más listas que había conocido.

-¡Hermione! –Harry sonrió, no se esperaba encontrar ahí a su amiga y la verdad es que era un alivio. Tonks le caía bien, pero casi no la conocía y hablar con Snape no era la mejor idea del mundo.- ¿Qué haces aquí?

-Harry ¿Aún no lo sabes? –Dijo una Hermione un tanto confundida- El Ministerio ha decretado la Ley Aural.

-Eso ya lo sé Hermione, Tonks me lo estaba comentando ahora mismo –Harry miró a su alrededor- Por cierto ¿dónde está?

-Está en la nueva guarida, Potter –El profesor Snape miró a los jóvenes- y ahí es a donde nos dirigimos nosotros.

-Pero ¿cómo? –Hermione miró con gesto inquisitivo al fácilmente irritable mago- Si se pudiese utilizar la red de chimeneas no sería un lugar muy seguro –añadió severamente.

-Por supuesto que no vamos a utilizar polvos flu, Granger ¿Acaso cree que somos estúpidos? El transporte llegará dentro de poco. Ahora limitaos a no molestarme, bastante tengo con estar aquí de niñera.

Hermione y Harry se miraron. Definitivamente Snape estaba mas enfadado que de costumbre, lo cual ya era mucho. Se alejaron un poco de el y se pusieron a hablar.

-¿Tienes idea de porqué no ha amanecido? –Nadie le había explicado eso aún y tenía la esperanza de que su amiga supiese algo.

-Ni idea Harry, acabo de llegar, mis padres no estaban muy contentos con mi marcha pero cuando recibieron una carta de Dumbledore explicándoles porqué debía irme me dijeron que hiciese el baúl de inmediato. –La joven suspiró- Desde el Eclipse hemos estado muy preocupados, estuve mirando varios libros y a la única conclusión que me han llevado es a que esto no es normal, pero eso es obvio.

-¿Por qué debías irte de tu casa? –Preguntó Harry- ¿No se supone que lo que no se puede hacer es precisamente salir?

-Pero yo soy hija de muggles, solo el hecho de estar en mi casa nos ponía en peligro a mi y a mis padres. –Hermione jugueteó nerviosa con su varita- No me hace ni pizca de gracia dejarles solos, pero la ley aural establece que todo mago o bruja hijo de muggles tiene que abandonar su casa e ir a casas de acogida o con alguna familia que les deje estar con ellos. Lo mismo ocurre con los squibs.

Harry miró sorprendido a Hermione, no se había dado cuenta de eso, la verdad es que desde que conoció a su amiga no se había fijado en que fuese hija de muggles, a excepción de cuando alguien la llamaba sangre-sucia, claro.

-¿Y tus padres? –El chico miró preocupado a su amiga, ella debía estar pasándolo muy mal- ¿Ellos no están en peligro?

-En teoría por ahora no lo están –Parecía que Hermione estaba apunto de llorar- El Ministerio ha puesto vigilancia en las casas de los muggles que tienen relación con el mundo mágico.

De repente escucharon un ruido. Se dieron la vuelta y vieron un óvalo plateado suspendido en el aire, poco a poco el óvalo fue cambiando de color hasta quedarse en un violeta claro. Snape les miró.

-Escuchadme bien, solo lo diré una vez. Esto es un Oculus Argentum, dentro de poco se volverá plateado otra vez. A partir de ese momento lo único que tenéis que hacer es meteros dentro y pensar en las palabras que hay aquí escritas –Snape les entregó un trozo de pergamino a cada uno- repetidlas mentalmente tres veces al estar dentro y luego realizad el hechizo Accio. –Snape los dirigió una sardónica sonrisa- Supongo que ya sabréis ese hechizo al menos ¿No?

-¡Por supuesto que lo sabemos! –Hermione estaba indignada, si había algo que no soportaba era que dudasen de sus conocimientos- y sé perfectamente como se utiliza este medio de transporte- añadió con la cabeza bien alta.

-¿Y tú, Potter? –Snape estaba visiblemente alterado desde que se encontró a Harry, probablemente por el hecho de tener que cuidar niños- Espero que no te desvíes, porque no pienso volver a por ti.

Harry estaba nervioso, no le gustaban mucho los medios de transporte mágicos que no fueran escobas, y un viaje largo en escoba tampoco era recomendable. Se acordó de la primera vez que viajó con polvos flu, no había sido muy divertido y había terminado en el Callejón Knockturn...

-Si, lo haré perfectamente profesor Snape –Murmuró Harry de mala gana- ¿Pero no notará Voldemort mi hechizo? Usted mismo dijo que no podía hacer magia.

-No creo que lo note, Potter, he colocado un hechizo lo suficientemente potente como para que nadie –Ni siquiera Él- sepa que se está haciendo magia aquí dentro.

El óvalo se tornó verde, fue pasando lentamente al color naranja y al fin se volvió plateado. Hermione se acercó con paso firme al ovalo, leyó las palabras que estaban escritas en el pergamino y se metió dentro, medio minuto después hizo un movimiento con su varita, dijo: ¡Accio! y desapareció entre volutas de humo plateado.

Era el turno de Harry, miró su trozo de pergamino, había tres palabras escritas en el: Argentum Domus Arcanus. Harry las memorizo y sacó su varita. Titubeante, se acercó al óvalo plateado. Se metió y repitió mentalmente las palabras tres veces, entonces gritó:

-¡Accio! –Harry sintió como si se fundiese en el aire, una sensación de ingravidez se apoderó de el. Sentía como si todas las partes de su cuerpo estuviesen siendo recorridas por plumas. De repente la sensación desapareció, miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba dentro de una casa. Salió del óvalo lentamente y vio que Hermione también estaba ahí. Aliviado por no haberse perdido se acercó a ella que miraba con atención las cuatro paredes que les envolvían.

Era un recinto pequeño, las paredes estaban pintadas en tono ocre. No había cuadros, solo un tapiz. Al final del pequeño cubículo había una puerta me madera con un pomo dorado en forma de garra de león. Aunque fuera pequeña, la habitación era bastante bonita. Harry se fijó en el tapiz de la pared, los bordados estaban realizados casi en su totalidad con diferentes tonos de dorado. El tapiz representaba algo que Harry ya había visto ¡Las estatuas de la fuente del Ministerio! Lo recordaba perfectamente; el mago de noble porte apuntando con su varita hacia el cielo, la hermosa bruja, el centauro, el duende y el elfo doméstico...

Un elfo doméstico, Harry se acordó de Kreacher y frunció el ceño, si no hubiese sido por culpa de ese maldito estúpido...

-Harry ¿Qué te pasa? –Preguntó Hermione, preocupada- ¿Te sientes mal por el viaje?

-No, tranquila –Harry sonrió, no quería que su amiga se preocupase por el, además...Dobby también era un elfo doméstico y siempre le había ayudado- Solo me preguntaba donde estaba Snape.

Como respondiendo a su pregunta Snape apareció en el óvalo plateado y salió de el y no precisamente feliz.

-¡Maldito Ministerio, con sus estúpidas leyes! –gritó el hombre. Acto seguido hizo un rápido movimiento de varita y el óvalo desapareció- Vamos, entrad por la puerta y dejad de darme problemas.

Harry y Hermione se miraron sorprendidos, era extraño que no les insultase por no haber entrado. Rápidamente se dirigieron hacia la puerta y la abrieron. Entraron por la puerta y vieron, para su asombro, una sala de proporciones gigantescas decorada exactamente igual que la casa de los Weasley.

-¿Dónde estamos, profesor Snape? –Hermione estaba realmente sorprendida, no tanto por el tamaño del lugar como por la decoración.

-Mira que eres estúpida, Granger, estamos en la nueva guarida de la Orden del Fénix

Harry y Hermione se miraron el uno al otro, ya les parecía raro que no les insultase cada tres palabras.

-Ya profesor, eso ya lo supongo –Hermione estaba midiendo sus palabras con mucho cuidado, no quería recibir mas insultos ese día- Le preguntaba por el emplazamiento del lugar, no por el sitio en si.

-Me temo que eso no puedo decirlo, Granger. Ahora podéis ir yendo a vuestras habitaciones –Sin darles tiempo a preguntar siguió hablando- Solo tenéis que subir las escaleras hasta el primer piso y meteros en las habitaciones que tienen vuestros nombres escritos. No creo que sea muy difícil, ya os irán a buscar para la hora de la cena.

Dicho esto Snape se dio la vuelta bruscamente, se dirigió hacia la pequeña puerta de madera y se fue por ella.

-Vaya –dijo Harry- menudos humos que se trae ¿A qué crees que se refería cuando se quejó del Ministerio?

-Eso mismo me preguntaba yo, Harry –Hermione tenía los labios tan juntos que parecía que formasen una fina línea- Pero será mejor que lo discutamos arriba.

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Aquí está la continuación, espero que os guste, esta me ha salido un poco mas larga (menos mal, porque la anterior era demasiado corta a mi gusto). Muchas gracias por los reviews.

Lars Black: Gracias por el comentario, sobre lo de Bellatrix, ya me di cuenta, pero no se cambiarlo sin tener que quitar el archivo y volverlo a colgar U. De todas formas en este capítulo también habla un momento de ella y ya menciono que es su prima, no lo arregla del todo pero en fin...

GaRrY: Espero que este también te guste.

Sacralo: Ya ves que no he tardado nada en actualizar, espero seguir asi. Y cambié el fic justo después de que lo comentases, espero que lo hayas encontrado otra vez .

Bueno, sobre este capítulo...Se que el final no es tan interesante como el del anterior, pero poco a poco se iran sabiendo más cosas sobre porque no amanece, etc...

Por favor, dejadme reviews, acepto criticas, a ver si me ayudais a que esta historia sea mas interesante...que esto de escribir no es lo mio... U

Antes de que se me olvide, no lo puse en el anterior: Todos los personajes de este relato son propiedad de J.K. Rowling, a excepción, claro está de los que me he inventado hasta ahora y de los que me inventaré.