CAPITULO 19: UNA CARTA, UN FUTURO.

- Hermione, debemos marcharnos, no me lo pongas mas difícil- dijo al

fin volviendo a tomar el control de si mismo, una dura prueba

superada, se había resistido y ahora orgulloso la miraba con

autoridad.

- Bueno... esta bien.

La chica se levanto de su regazo y tomo su capa que estaba tendida en

el suelo, la sacudió un polvo y se la puso elegantemente, mientras el

la miraba, con aquella túnica negra elegantísima y aquella forma de

llevarla tan sugerente.

El por el contrario no se movió, hipnotizado de nuevo por su belleza,

le había cautivado, esta vez mas fuerte, y había penetrado hasta sus

mismas entrañas, se había introducido en su corazón sin su permiso

y aquello le turbaba y le gustaba a la vez.

- Draco, vamos...- apremio

- Si, vamos.

Se puso en pie y la condujo por la oscura casa, las ventanas cegadas

no dejaban pasar apenas un rayo de la luminosidad del exterior.

Salieron de la biblioteca en la mas absoluta de las penumbras,

caminaron por el largo corredor y volvieron a llegar al salón

principal, donde la chimenea se había apagado ya por completo,

salieron al hall y Draco empujo la puerta.

Ella salió primero y no pudo evitar fijarse esta vez, en el

hermoso jardín de la casa del tío de Draco, era exactamente como el

lo había descrito, tenia un aire místico y encantado que apresaba a

cualquiera que lo contemplaba, las estatua resquebrajadas y

enmohecidas, el estanque, de poca profundidad, atestado por las

algas salvajes, y el suelo, cubierto de guijarros que habían

sucumbido al paso de la grama, que ahora se había apoderado de ellos.

El sol brillaba en el horizonte anaranjado igual que la yema del

huevo, comenzaba a salir lento y perezoso y aunque el cielo era

azul y solo unas pocas nubes se atrevían a mancharlo el frió era

penetrante, pues se encontraban en pleno invierno.

Los dos chicos salieron del recinto y atravesaron el bosque, con

mucha menos dificultad que la noche anterior y fueron mas raudos

gracias a que ya no estaban bajo los efectos del nocivo alcohol.

Cuando llegaron al pueblo, los habitantes aun dormían pues era muy

de mañana, exactamente las seis. Atravesaron las calles, fugaces,

con movimientos felinos, silenciosos como las sombras hasta encontrar

el transaldor.

Los dos lo tocaron al mismo tiempo y un remolino de colores que se

difuminaban y confundían apareció ante sus ojos. A los pocos segundos

se encontraron en la sala de trofeos. Decidieron irse al gran comedor

a esperar que la gente se despertara y bajara a desayunar.

Al poco rato la sala estaba llena. Ron apareció con cara de cansancio

y se sentó frente a Hermione, Draco los miraba y se preguntaba de

que hablaban mientras Zabbini le contaba lo estupendamente bien que

se lo había pasado y le preguntaba con discreción que le había pasado

en el bosque.

Draco por supuesto ignoraba sus preguntas, detestaba lo suficiente

a Zabbini como para pasar de el todo el desayuno.

Un ruido de aleteos inundo la sala, los jóvenes miraron hacia el

techo encantado del comedor, allí arriba, decenas de lechuzas volaban

en busca de sus dueños. Una lechuza de color negro brillante bajo con

elegancia y se paro justo delante de Draco. Este la saludo

acariciándola en la cabeza, la lechuza extendió la pata y este desato

de ella un mensaje.

Querido Draco:

¿cómo estas? ¿qué al te va todo en el colegio? Espero que todo valla

mejor que aquí. La verdad esta no es una carta por cortesía, te

escribo solo porque pensé que debías saberlo, algo terrible ha

ocurrido Draco, tu padre, el Ministerio de Magia le juzgo por

pertenecer a los seguidores de Quien-tu-sabes, es decir le acusaron

de mortifago.

En principio este iba a ser un juicio "rutinario" (como tu padre los

llamaba) pero no, en esta ocasión fue diferente, no lo absolvieron y

fue declarado culpable, esa misma tarde lo trasladaron a la prisión

de Azkaban.

La sentencia fue clara "cadena perpetua" por daño a la comunidad

mágica, violación de los derechos muggles, asesinato, traición y un

largo etc... En fin solo te escribo para que lo sepas, desde ahora

en adelante tu padre no vivirá con nosotros, pero estate tranquilo,

cuando el señor tenebroso retorne, el le ayudara, si no ha sucumbido

antes a los dementores, Draco hijo mío, pronto conseguiré un permiso

para que vallamos a visitarle, confió en que vengas conmigo.

Este amargo golpe me ha pillado muy de sorpresa, hijo espero que

esto no cambie tu porvenir, se feliz y no te preocupes, todo se

arreglara, confía en mi.

Afectuosamente: Narcisa



Miro el papel, era la exquisita caligrafía de su madre, si, pero

estaba manchada por lo que sin duda eran lagrimas que desde sus

grises ojos se habían derramado, lloraba mientras la escribía...

La doblo y se la metió en el bolsillo.

Parecía como si todo el ruido del Gran Comedor hubiera caído rendido

a los pies de la desgracia, era incapaz de distinguir con nitidez las

caras de los que le rodeaban y sentía que se ahogaba, como si no

pudiera respirar, como si aquel aire fuera demasiado denso.

Le temblaba la mano con la que estaba sujetando un vaso de agua,

se lo llevo a la boca con rapidez y derramo por su garganta el

cristalino liquido, sentía que estaba helado, casi pudo notar como

le caía en el estomago. De repente un sudor frió comenzó a brotar

de su cara. Se levanto y se fue lo mas disimuladamente posible.

Pero era imposible disimular si eras Draco Malfoy, todos le miraron

expectante como esperando a que les dijera una sola palabra, aquel

les dedicara una de sus cínicas sonrisas, a que fuera tan hipócrita

como lo había sido, no eso nunca, nunca mas, quería cambiar, su

padre... había sido una tragedia, pero el sabia que en el fondo

merecía ir a la cárcel por todas aquéllas personas a las que les

había hecho daño, todas aquellas familias a las que había separado,

todos aquellos muggles a los que había atormentado, lo merecía

¿lo merecía?

Sin duda, y tampoco le cabía duda de que seria para siempre, pues él

bien sabia que Voldemort nunca podría regresar de las tinieblas,

nunca podría salir del infierno sin el permiso del mismo Leviatán,

rey del sufrimiento, el tormento y las tinieblas, el infierno, el

mismo abismo en el que caería su padre una vez muerto. Pues merecía

quemarse en las vastas llamas del pecado y consumirse en la penumbra

del que no tiene la luz divina.

Y habiendo sabido esto se daba cuenta de una verdad tan grande e

inexpugnable que sus ojos vieron caer por su propio peso.

El no tendría que seguir los pasos de su padre.

Cuanto antes muriera este menos peligro correría su futuro, era una

verdad de las que duelen de las que te roen las entrañas y hacen

que te escueza el corazón de solo pensarlo, pero era verdad... él

no tendría que ser mortifago.

***

Ron se sentó justo enfrente suya, la miro con cara de indiferencia

y dijo únicamente un escueto y seco a la vez "hola", valla seguía

enfadado, no era comprensible, pero en fin, ella no estaba dispuesta

a que su amigo la mirara de aquella manera, se moría de hambre y

no tenia ganas de ver esa cara larga durante todo el desayuno,

decidió romper el hielo con el primer tema que se le vino a la

cabeza:

- ¿Cómo esta Harry?- pregunto con naturalidad.

- ¿Qué como esta Harry? Bueno gracias a tus constantes visitas y

a tus fructuosos esfuerzos- dijo con sarcasmo - ha recuperado casi

completamente la memoria y esta tarde estará listo para salir de la

enfermería. Quería que nos viéramos los tres esta tarde en la sala

común, pero si tu vida social agitadísima o tus importantísimos

estudios no te lo permiten lo entenderé.

- Claro que podré asistir, os veré allí a las seis- dijo apretando

los dientes con furia y mordiéndose la lengua para no soltarle

ninguna indecencia a su "amigo"

- Te esperaremos pues-contesto este mirando a su café.

Hermione se levanto y se marcho, no aguantaba aquella actitud y

mucho menos por parte de Ron.

Paso la tarde estudiando y haciendo sus deberes que eran una

infinita montaña de pergaminos, libros, mapas y demás artículos de

estudio.

A las seis se dirigió a la sala común. Atravesó el retrato de la

dama gorda y hecho un vistazo al interior de la estancia. Había

mucha gente, todos en corrillo, no vio a Harry ni tampoco a Ron

así que se acerco para enterarse de lo que pasaba, al fin y al

cabo era la prefecta.

Se hizo paso entre los Gryffindor y miro en el centro del corro.

Había un chico sentado en una silla. Tenia el pelo negro y los

ojos verdes, era Harry, estaba notablemente mas delgado y parecía

que su corpulencia había menguado, tenia una débil sonrisa en el

rostro y estaba contento por el interés de sus compañeros, pero

abrumado porque seguramente no conociera o no recordase muchas de

las cosas de las que le hablaban. A su lado estaba Ron, tenia una

mano puesta sobre su hombro, igual que lo hace un padre, por esta

vez Ron, se sentía orgulloso de que Harry fuera el protagonista,

aparte de que de rebote le tocaba la parte de "el bueno de Ron me

he ayudado a recordar todo lo sucedido en mi pasado".

- Hermione- exclamo Harry.

- Hola Harry- contesto ella con simpatía- ¿cómo te encuentras?

- Bien gracias. Ron y yo queríamos comentarte algo- ambos se miraron.

- Salgamos de aquí, con tanta gente no se puede hablar- dijo Ron.

Así que los tres amigos abandonaron la sala común y caminando

llegaron a parar al Gran Comedor, ocuparon tres sillas en la mesa

de Gryffindor que estaba vacía porque la siguiente comida, aun

pillaba lejos.

- ¿De que querías hablarme Harry?

- Veras Ron me ha ayudado mucho en este tiempo, me ha relatado todos

las aventuras y desventuras de mi vida, mis pormenores con Voldemort,

nuestra amistad... el otro día Ron me pregunto que si recordaba la

relación que tenia contigo. Yo conteste que vagamente. Entonces el

me contó que unas semanas antes nos amábamos, que éramos novios.

- Si es cierto- contesto poniéndose un poco colorada.

- Bueno... Hermione eso... creo que tiene que acabar, es decir, no

puedo seguir saliendo contigo si no lo recuerdo. No quiero que seamos

como dos desconocidos, debemos acabar esa relación.

- Y yo estoy de acuerdo- dijo Ron.

- Precisamente Ron tras una larga deliberación me recomendó que te

lo dijera personalmente cuando saliera de la enfermería.

- YA... ¿Ron te recomendó?- pregunto algo sarcástica- bien, entonces,

por mi ningún problema- contesto secamente.

- No esperaba que te lo tomases bien, pero solo te pido que

recapacites y que te pongas en mi lugar- intento hacerla entrar en

razón, pero ella sentía como se le envenenaba la sangra y le dijo

ácidamente:

- Harry, lo que me molesta es que precisamente haya sido RON el que

te lo ha recomendado, dime Harry... ¿también te ha contado tu querido

Ron que el no estaba de acuerdo desde un principio con nuestra

relación?

- No, eso no me lo dijo- dijo Harry rascándose la cabeza.

- Esto es ridículo...- musito el pelirrojo- haced lo que queráis,

pero sinceramente a mi no me parece...

- YA, a ti no te parece, como al señoriíto no le parece, a sus pies

majestad, sabéis que... que yo también quería cortar contigo... creo

que solo fuiste un capricho y que ya has dejado de gustarme, en

cuanto a ti... no me gustas, no eres mi tipo.

- Pero...- intento decir el moreno.

- Pero nada, tengo cosas que hacer disculparme.

Dicho esto se levanto y salió como un torbellino de la sala, dejando

a los dos muchachos mas bien enfadados y patidifusos.

Caminaba por el pasillo muy enfadada, Ron, se había metido por medio,

como no, él siempre tenía que salirse con la suya. Pero de todas

formas... Harry, ya no la gustaba, la noche anterior se había

abandonado a una pasión desenfrenada que la había hecho dudar de

sus sentimientos por primera vez en mucho tiempo.

Camino sin sentido durante mucho tiempo, de improviso, una lagrima

se le resbaló, sentía que había perdido un pedacito de su corazón,

y no estaba segura de si había encontrado otro... Draco... él nunca

seria el novio perfecto... como Harry podía haberlo sido, él ni

siquiera seria su novio... ¡que asco de vida! ¡no merece la pena

el rellenar un cuestionario de preguntas sin respuesta! Era como

preguntarse a si misma el mismo día de su muerte si volvería a ver

amanecer... era como tirarle piedras a un estanque y esperar a que

flotaran, era como querer atrapar un soplido de viento. Lo suyo

era simplemente imposible.

- ¡Maldito seas mundo por ser tan imperfecto!

- Valla... ¿imperfecto? Es interesante- dijo una voz a su espalda.

Se giro con rapidez, estaba apoyado en el quicio de una puerta con

una sonrisa malévola en la cara.

- ¿Einnnnnn? ¿qué es tan interesante?- dijo fingiendo no saber a que

se refería.

- A su frasecita señorita Granger, patético... ya la advertí

¿verdad?

- ¿Sobre que profesor?- pregunto esta extrañada.

- Sobre este pasillo- contesto secamente.

Ahora caía en la cuenta de lo que se refería. Snape, la miraba con

cara de satisfacción. Había llegado sin darse cuenta a el pasillo

en el que una vez se beso con Harry, Snape ya la había advertido

aquella vez que ese pasillo era prohibido. Maldición, lo había

olvidado... ¿acaso podía su día empeorar aun mas?

- Bueno señorita Granger, me temo que debo castigarla por esta

infracción de las normas, que sea la prefecta no significa que

este por encima de la ley ¿verdad?- sonrió levemente- estará

recluida esta noche venga a mi despacho y le comentare su castigo.

- Esta bien, allí estaré- contesto con pesadumbre- adiós profesor.