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Jo, parece que no ha gustado la historia…. Ni un triste review :( (y eso que se que la gente lo lee)

Pero… no pasa nada, seguire poniendo los capitulos (escribo lo que se me ocurre), a ver si algun dia ocurre un milagro y me encuentro con un alma caritativa que deje su valiosa opinión en este fic.

No tengan miedo, no muerdo ni nada parecido, jeje, sólo estoy loca.

Asi que, este es el segundo capitulo de esta historia.

Espero que lo disfruten (aunque no dejan nada…. Es facil, sólo tienen que ir al boton ese de abajo-izquierda, donde pone Go!! Y dejar sus opiniones)

Besos y les dejo con el capitulo.

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Fui ciega al no verlo

que eres para mí el hombre perfecto

siempre has estado a mi lado

y ahora es cuando sé que te deseo

Cobarde

- Nunca nos separaremos – dijo un pelirrojo de dieciocho años en la ultima noche que pasarían los tres en ese lugar, Hogwarts ya sólo seria un bonito recuerdo ahora.

- Nunca lo haremos, somos un trío inseparable – rió otro joven, de pelo negro azabache, en sus manos sostenía el diploma que le acreditaba como graduado, adulto con pleno derecho. Ya el mundo estaba tranquilo y no existía amenaza alguna que alterara el equilibrio establecido de paz.

- Si, los tres estaremos siempre juntos – la última componente del trío se unió en el gran abrazo de los tres, aunque sus ojos tenían una sombra de tristeza al saber que ya nunca mas compartiría curso con sus dos mejores amigos, pero, al menos, siempre estarían juntos.

El ruido de un flash inmortalizó aquel momento, no sabría ninguno de ellos tres que seria la última fotografía juntos, que después ya no existiría aquella complicidad que habían tenido en sus años de escuela.

- Tomad, una para cada uno – el fotógrafo repartió las copias y cada uno de los tres guardo ese recuerdo, nada hacia intuir que aquella foto sería la razón por la que lloraba la muchacha cada vez que volvía a su casa, después de un  duro día de trabajo.

- ¿Que te pasa? Estas muy callada Hermione

- No, no me pasa nada, sólo que… - miró los ojos que se clavaban en ella, aquellos por los que suspiraba cada noche, ¿se lo diría? Silencio, un pesado silencio que se alzó entre los dos, estaban a sólo unos centímetros sus rostros. Agitó un poco la cabeza, intentando evitar las lágrimas que amenazaban con salir -… No pasa nada – sus ojos se empañaron al fin, unos segundos después, al ver que él se alejaba, había sido una cobarde por no decírselo, que difícil era decir aquellas palabras que no habían salido de su boca: "Te quiero"

Tú no ves que al rozar mi cuerpo

para mí ya nada es igual

la amistad se rindió al deseo

y quiero más y más y más.

Le observó toda la noche disimuladamente, ¿Cuándo había empezado a sentirse así? ¿Cuándo lo había dejado de ver como a un amigo para convertirse en un puro amor? Ya ni lo recordaba, puede que, desde el primer día que le viese, ya sintiese algo especial, y que le había costado mucho darle forma a ese sentimiento, o que, quizás, se negase a reconocer que no era una simple amistad, que era un sentimiento mas fuerte que eso, que era algo que se llamaba amor, algo irracional.

Toda esa noche esperó, pero no tuvo valor para decirle lo que sentía, él no le daba muestras de ese tipo de acercamiento y ella no se quería arriesgar a que esa simple confesión rompiese la sólida amistad que tenían.

Y llegó el último día, el día de dejar el colegio para siempre, el día que determinaría el comienzo de una nueva vida… y el día en que su corazón volase en mil pedazos.

- ¿Me dirás que te pasa? – el viaje en tren se le estaba haciendo muy rápido, las imágenes cruzaban la ventana, ahora era mañana, un segundo después ya el sol pasaba de mediodía. Fue entonces cuando la pregunta llegó a sus oídos, una de tantas que se habían repetido en el vagón aquel día - ¿Qué te pasa Hermione? – se giró despacio hasta percatarse de la presencia de su amigo, estaban solos en el compartimiento y se dirigía preocupado hacia ella.

Y de nuevo, aquella sensación que tenía de confesar lo que sentía, de nuevo, aquellos dos ojos se clavaban en ella en ese gesto de preocupación. Abrió la boca, su corazón empezó a latir a gran velocidad, pero en el instante en que estaba lista para confesarle lo que sentía, unas palabras usurparon su lugar

- Nada, no me pasa nada – no supo lo que hizo que pronunciase eso y no lo otro, quizás la expresión que tenia él, de preocupación, de quererle como a una hermana y el abrazo familiar que le estaba dando…

- Me preocupa lo que te pase – el roce de su mano, apartándole un mechón castaño que le caía por la cara, hizo que algo como una corriente eléctrica le pasase por el cuerpo, una calida sensación – Pero ¿sabes? – seguía hablando mientras miraba el paisaje que el tren dejaba atrás – Siempre estaremos juntos… nunca nos separaremos Entraremos los dos en un equipo de quiddicth y tu… trabajaras en el ministerio. Viviremos en casas contiguas. Nos juntaremos todas las tardes para hablar de los tiempos de la escuela, y nunca,  nunca nada podrá separarnos…

Cinco años después, lo primero que imaginaba el joven muchacho se cumplió: dos componentes del trío habían entrado en uno de los equipos más reconocidos y galardonados mundialmente, pero el resto de las intenciones fueron solo palabras que se llevó el viento al llegar a la estación, varias horas después.

Tanto tiempo juntos

y siempre fuiste mi mejor amigo

pero ahora mi mundo

se ha trasformado en un amor prohibido.

No hubo ninguna pelea, sólo un imperceptible alejamiento de los dos, y ya nunca se volvieron a juntar aquellos dos muchachos, a pesar de que el otro componente del trío, uno al que le afligía ver lo que sucedía, intentaba por todos los medios volver a ser como eran en la escuela, pero ya nada era igual, el alejamiento era patente… y la soledad se cernía como una sombra sobre Hermione cada vez que recordaba aquellos momentos juntos, y, que sabia, no volvería a vivir.

Si no estás no queda nada, sólo abismo

donde muere la esperanza y se ahoga mi corazón.

Las lágrimas caían incesantes por su cara, y en el suelo, la carta, el cruel pergamino que le decía que lo había perdido para siempre, ya no quedaba nada por lo que luchar, nada por lo que vivir…

El atardecer pasó rápido, la oscuridad se adueñó de la estancia, y la figura rendida de la joven de veintitrés años seguía sentada en el suelo, derrotada… ¿por qué había sido tan cobarde años atrás? ¿Por qué no había confesado su amor cuando él le miraba preocupado?

Y alrededor de ella los pedazos rotos de su frágil corazón, esparcidos, igual, o todavía mas pequeños que en la tarde en que se rompió este por primera vez…

Pasó la noche en la misma posición, llegó las primeras luces de la mañana, y el sol la encontró sentada, inmóvil y todavía mirando al vacío, con la mirada perdida y en la mente repitiéndose las misma palabras: Cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde…