CASA PARA OCHO

Notas:

Cris: Bienvenidos lectores!!

Ari: Antes que nada, quiero agradecer a dos personas en este capítulo. Primero a CieloCriss por darme tan buenas críticas sobre el fic (seguiremos mejorando!) y por ayudarme con una idea que ya verán más adelante. Y segundo, a Emmanuel, por sus ánimos y sus cartas ^^. Este capítulo va para ustedes!

Cris: Siiii!!! Gracias!!!!

Capítulo 24: Mal clima, mal augurio.

Un lunes despejado y sin amenazas de lluvia por el resto de la semana. Casi un milagro después de los nubarrones que cubrieron Tokyo la semana anterior, en especial en cierta casa en que los humores parecían estar en exacta concordancia con el clima...

-Es extraño encontrarnos para almorzar. – comentó Jou, dejando caer un plato de plástico con un emparedado y una lata de bebida sobre una de las tantas mesas de la cafetería. – Pero me alegro, hace mucho que no hablamos con calma, Sora.

La muchacha lo miró a los ojos desde su asiento, dudando un poco lo que las palabras de su amigo implicaban. Se encogió de hombros y siguió ingiriendo su ensalada.

-¿No deberías comer algo más contundente que eso? – interrogó él, alzando una ceja.

-Debería, pero no traje suficiente dinero. – replicó ella, mirando de mala gana su almuerzo. - ¿De qué es lo que quieres hablar?

Jou pareció incómodo con la pregunta. Después de vacilar un poco, procedió.

-¿Hablaste con Mimi-chan ayer?

Los ojos de Sora brillaron con entendimiento, y algo de alivio también. El tema era Mimi, eso podía manejarlo.

-Sólo un poco. Pasó gran parte del día con Takeru-kun. – Al decir eso, sonrió. – Lo que me parece lógico. Se ven bien juntos.

-Si, así es. – concordó Kido, también sonriendo, pero no con completo alivio. – Creo que Takeru-kun le hará bien, pero... – fijó la vista en su amiga. – Pensé en preguntarte tu opinión. ¿Realmente crees que ella esté bien?

La colorina terminó su ensalada antes de continuar la conversación.

-Se veía bien, pero no puedo decirlo con seguridad. – aceptó, con algo de molestia. – Mimi-chan siempre sonríe por todo, ya no hay forma de tomarla en serio.

-Eso es lo que me preocupa. – aclaró él. – Estaba pensando en recomendarle alguna clase de terapia, que hable con alguien...

-¿Terapia? – Takenouchi giró lo ojos. – Por favor, eso no sirve de nada.

Jou se acomodó los anteojos, no esperando una replica así.

-No puedes decir eso, Sora. Mimi-chan pasó por una situación difícil, fue drogada y si no fuera por los chicos la habrían violado, en el estado que la encontró Takeru-kun...

-Si, si. – ella hizo un gesto con la mano para restarle importancia. – Pero ella ya había lidiado con ese imbécil antes, no era nada nuevo, y por tanto debe tenerlo asumido y superado...

-Somos sus amigos. – Jou insistió, con voz indignada. – ¡No podemos simplemente decir que las cosas pasan y se olvidarán tan fácil!

Ante eso, Sora pareció perder la paciencia.

-¡Claro que no es fácil! – replicó ella, malhumorada. – Pero no quita que efectivamente pasen. No porque vaya a "terapia" evitará que tonterías como esa le vuelvan a ocurrir.

-Pero si aprenderá a lidiar con el problema si lo trata.

-El problema ya fue, de seguro lo único que quiere Mimi-chan es olvidarlo.

-Se supone que estudias medicina, Sora, ¿Cómo...?

-Oh, no me vengas con esas. – de la rabia, la colorina se puso de pie. – La medicina sirve para tratar y resolver problemas físicos. Los psicólogos y psiquiatras sólo sirven para los locos y quienes están mal de la cabeza.

-¿Cómo sabrás si no estás mal de la cabeza si no lo hablas con alguien? – Jou se puso de pie también, dejando de lado su emparedado.

-¿Estás sugiriendo que Mimi-chan está loca? – cuestionó la otra chica, con sorpresa.

-Claro que no. – el chico de anteojos soltó un largo suspiro para calmarse. – Me fui del tema, lo siento. Es sólo que... – volvió a tomar asiento. - Ninguno de nosotros, aunque seamos sus amigos, sabemos lo que es pasar por algo así, y estoy preocupado...

Con eso, Sora también pareció relajarse.

-Yo no creo en nada de lo que dices de la terapia, pero a si Mimi-chan le interesa, supongo que no importa. – finalizó. – Háblalo con ella, no conmigo.

La muchacha estaba por dar la vuelta cuando su amigo la tomó del brazo.

-No te vayas. – le pidió, en voz baja.

Ella lo miró incómoda por unos segundos, hasta que finalmente tomó asiento de nuevo. En silencio.

-Mimi-chan no era la única razón por la que quería hablarte.

Ante eso, Sora se tensó.

-¿Y de qué, entonces?

-Pues... Es que ya nunca hablamos. – acotó, serio. – Ni acá en la universidad, ni en la casa. La comunicación no es mucha entre todos, lo sé, pero siento que tú me evitas. – dijo él, tratando que sus miradas se encontraran nuevamente. – Quiero saber porqué.

No obtuvo respuesta. Takenouchi ni siquiera quiso mirarlo a los ojos. Nada.

-Si es porque sé de los problemas de tu familia...

-Tú no sabes nada de mi familia. – afirmó la colorina en un tono peligroso y helado. – Y si tratas de decirme que debería hablar con alguien de mis asuntos, podrías empezar a evaluarte a ti. – comentó ella, finalmente devolviéndole la mirada, furiosa. – No te haría mal ir con tu novia a una terapia matrimonial, ¿Eh?

Jou tragó saliva. Le dolió en el orgullo que Sora sacara en cara sus constantes discusiones telefónicas, y más aún la brusquedad en el cambio de humor de su amiga. Cada vez que le tocaba el tema de la familia...

La chica vio ese momento como el ideal para retirarse. No se dijeron nada más y aquel almuerzo, a pesar de ser en un claro día soleado, se sintió como nada más que neblina y precipitaciones...

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Tenía un mal presentimiento.

No sabía hacia qué apuntar su dedo, pero el mal presentimiento seguía allí.

Hikari no solía tener malos presentimientos... Y cuando los tenía los dejaba ir.

Craso error.

Eso le ocurrió el fin de semana cuando Mimi partió a su cita... Y desde esa mañana, un dolor agudo en su nuca no la dejaba tranquila.

¿Qué querría decir?

Caminó a paso lento cuando ya estaba a metros de la casa. Aún se sentía dolida por el asunto de la noche anterior, cuando Koushirou no le permitió entrar a su cuarto. Quiso dejar la sensación pasar, pero en la mañana el pelirrojo apenas le dirigió la palabra...

¿Se habrá enojado con ella?

Umm...

¡No tenía porque!

Y aún así...

Aquella extraña mirada que intercambiaron su novio y su hermano mientras desayunaban la estaba comiendo de curiosidad por dentro... y de temor, también.

Aceleró el paso. Con suerte Taichi no estaría en casa y podría hablar con Koushirou con calma. Necesitaba saber donde estaba parada en su relación. La salida juntos al bar de Yamato parecía haber arreglado las cosas, pero luego de la conversación de anoche...

-¡Ya llegué!

Notó que la casa parecía vacía salvo por el murmullo de la televisión. Una cabeza asomó desde el sillón para saludarla, pero volvió rápidamente a centrarse en el aparato parlante.

-Llegaste temprano hoy, Sora-chan. – comentó la menor.

-No me sentía con ganas de quedarme a estudiar. – replicó la colorina, sin más.

-Oh. – Hikari se acercó. - ¿Te sientes bien? ¿Estás enferma?

Eso hizo que Takenouchi se despegara de la TV y volviera a hermana de Taichi, con una sonrisa.

-No te preocupes, estoy bien. – le aseguró. Y de pronto pareció recordar algo. – Oh, te aconsejo ir a nuestro cuarto. Tai estuvo metido ahí hace un rato...

Eso prendió la alarma en la cabeza de la castaña. ¡El mal presentimiento!

Corrió escaleras arriba sin esperar que su amiga terminara de hablar y abrió casi de un portazo la puerta de su habitación.

Su hermano no estaba ahí...

Pero tampoco estaban sus cosas.

Miró a su alrededor con cierto pánico. ¿Qué pasó con todos sus peluches? No había ninguno sobre su cama como solían estar, ni los cojines que se trajo desde Yokohama, ni tampoco estaba sobre su velador la fotografía de su familia... Revisó el escritorio con la mirada y no vio ahí su cámara favorita, ni sus lápices de dibujo...

¿¿Dónde estaba todo??

Se apresuró y abrió los cajones de la cómoda donde debería estar su ropa... Y nada. No había nada ahí.

Siguió dando vueltas y poniendo de cabeza la habitación en busca de sus pertenencias, sin poder pronunciar palabras, hasta que, cansada, volvió a la entrada.

Y Taichi estaba ahí.

Lo miró expectante, ¡Que le dijera algo!, ¡Que le dijera que hizo con todo!

Pero el mayor se mantuvo tranquilo, sin dejarse llevar por el nerviosismo de su hermana.

-Tú lo quisiste así. – declaró, finalmente. Sonaba grave, y por sobre todo, molesto. – Quisiste hacer las cosas a tu manera, y este fue el resultado. Espero estés feliz. – agregó, con voz dolida.

-¿Qué hiciste? – interrogó ella, aún más grave y con miedo. ¿Qué se traía su hermano entre manos?

-Supongo que es lo correcto. – Él no quiso mirarla a los ojos. – La verdad, no lo sé...

Y diciendo eso, se retiró. Hikari fue tras él, aún sin entender. ¿Qué...?

-¡Taichi, dime de una buena vez! – le gritó desesperada, para detenerlo. - ¿¿Qué pasa aquí??

-Te mudas, eso pasa. – el castaño se soltó de ella para seguir su camino al primer piso. – Ya deja de quejarte tanto.

La expresión de Hikari quedó en blanco. No sabía si sentir rabia o miedo, y las ganas de llorar tampoco ayudaban...

¿Era por eso que Koushirou no le habló esa mañana? ¿Taichi le había dicho algo? ¿¿Estuvo de acuerdo??

No, no podía ser eso...

Entonces, el mal presentimiento...

La muchacha bajó las escaleras acelerada, casi tropezando en lo que habría sido un desastroso accidente si no hubiese alcanzado a agarrarse del pasamanos. Perdió a su hermano de vista, y al momento no le importó. Necesitaba el apoyo de su novio para salir de aquel lío. Y luego se enfrentaría a Taichi para aclarar todo. No pensaba hacer caso de la estúpida decisión del castaño, aunque le costara su relación civilizada. Lo quería mucho, pero no permitiría...

Como siempre, el seguro de la habitación de Izumi no estaba puesto, por lo que ella pudo entrar sin problemas.

-¡Koushirou! Taichi... él... – no tenía palabras para describir lo que sentía por su propia sangre en esos momentos. - ¡Rayos! – exclamó, imposibilitada de dejar escapar su enojo aún más. – Él...

No esperó encontrar al pelirrojo de pie, como esperándola. Por lo general cada vez que lo encontraba a solas en su cuarto él estaba frente a la pantalla de su computador. Cosa lógica, así siempre había sido. Pero ahora...

No siguió hablando, esperando que él le explicara algo que fuera, porque sus dudas sólo aumentaban al pasar los segundos...

Pero él no dijo nada. Se mantuvo ahí, con una expresión indescifrable en la cara. No podía decirse que estaba triste, pero tampoco feliz... ¡Argh, Koushirou era tan difícil de leer!

Y aún así... Había un brillo en sus ojos que no encajaba con la gravedad del asunto.

-Entonces, ¿Qué? – interrumpió una voz a su espalda, Taichi. - ¿No me vas a agradecer?

La confusión de Hikari pudo más que su enojo. Su hermano si se veía triste... Volvió a Koushirou y éste le dedicó una sonrisa...

¡¿Pero por qué sonreír en un momento así?!

-Mira a tu alrededor, Kari-chan. – le dijo finalmente su novio, con voz suave.

Y al fin notó la diferencia. Había peluches sobre la cama del pelirrojo. Y cojines que no correspondían. Y un portafotos que antes no estaba ahí sobre el velador.

Dejó salir el aliento que no sabía había contenido.

Su cámara favorita y sus lápices estaban instalados a un lado de la computadora sobre el escritorio. Y así, supuso que los dos cajones que Izumi mantenía vacíos estarían ahora con su ropa.

Dio un paso atrás, perdiendo el equilibrio.

-¿Qué...? – trató de respirar hondo, apoyándose en la pared y mirando hacia su hermano. - ¿De qué se trata todo esto?

-Te mudas, ya te lo dije. – replicó él, sin cambiar su expresión triste y molesta.

Koushirou dio un paso adelante para acercarse su novia, dudando un segundo ante la mirada intensa que le dedicaba Taichi. Tragó saliva y procedió. Hikari se apoyó en él, mostrándose aún totalmente confusa...

-Me mudo... ¿Aquí? – interrogó, sorprendida.

-Es lo que querías, ¿No? – instigó el castaño, alzando una ceja. – Si te encanta pasar las noches aquí...

El color rojo subió por la cara de la menor. Levantó la vista y encontró a Izumi sonrojado también. Los ojos del mayor parecían decir que sabía mucho más que el simple comentario que varios días atrás le había costado su segundo golpe en la cara al pelirrojo...

-Pero... ¿Cómo...?

-Cuando logres frases completas hablamos. – acotó su hermano, levantando la mano y retirándose.

Por fin los ojos de la chica crecieron en entendimiento. Salió de la que ahora sería su habitación...

-¡Espera! – gritó, logrando que se detuviera. – Por favor...

Él se giró. Sin sonreír, sin ningún brillo en sus ojos, tal como lo veía desde hace días, o incluso antes... y sin el enojo. Sólo... molestia, tristeza, incomodidad...

Hikari se quedó sin palabras, al fin comprendiendo algo del punto de vista de su hermano en todo el problema. Antes había creído entenderlo todo, pero ahora se dio cuenta que no, que había mucho más en él...

Y saltó a abrazarlo.

Taichi fue tomado por sorpresa, avergonzado por la repentina y excesiva muestra de afecto de aquella que algún día atrás fue su pequeña hermanita...

Y ella sonrió, sin soltarlo de su cariñoso abrazo, dejando incluso caer algunas lágrimas de alegría. Taichi había dado un paso adelante y ella estaba a punto de recuperarlo. De la misma manera en que ahora Hikari haría todo lo posible para dar otro paso más y que él la recupere, que recupere a aquella niña que dio todo por proteger y que perdió por ser ella egoísta y no preocuparse por nada más que su propio dolor...

-Te extrañé mucho... – dijo él, finalmente devolviendo el abrazo y hundiendo su rostro en el hombro de la otra Yagami.

 -Y yo a ti... – murmuró ella de vuelta.

Y todo eso que causó rayos y truenos dentro de la casa que los ocho amigos compartían pareció acabar. Hikari no podía ser más feliz.

Pero...

¿Entonces por qué aquel mal presentimiento de antes?

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Si alguien es capaz de verdaderamente hacer uno de esos comerciales de cuidado del cabello teñido, sea promocionando un shampoo o una crema, y que fuera totalmente creíble, tendría que hacerlo Tachikawa Mimi. Y sería un trabajo ideal, además, pues se haría famosa hablando de algo que por misterios de la naturaleza era experta.

Y es que nuevamente Mimi había teñido su cabellera, y aún ésta no perdía su fuerza ni su brillo, y siendo todos sinceros, le quedaba muy, pero muy bien.

Mimi se sonrió a si misma cuando por el reflejo de la ventana del bus pudo notar su luminoso cabello castaño, tal cual el color fuera su propio.

Bueno, técnicamente era su mismo color, aquel con el que nació... O al menos cuando dejó de ser un bebe calvo fue su color. Ah, el punto era que hace demasiados años que ella no tenía su mismo color. Pero quiso cambiar, casi para volver a aquella época en que todo, incluso su mismo pelo, era más simple. Y lo hizo.

Ese día, no dejándose decaer por las extrañas pesadillas que la molestaron la noche anterior, salió ella de compras y pasó por aquel salón de belleza que le encantaba. Aprovechó entonces de intentar volver a su color natural... tiñéndose, claro, y también se enruló las puntas de su cabello como solía tenerlo años atrás. Supuso que eran las ganas de volver a la época sin esa clase problemas en los que se metía ahora...

...

Apartó la vista de su reflejo y prefirió centrar su atención en la bolsa que sostenía sobre sus piernas. Pasó los dedos suavemente sobre lo que había comprado... Una chaqueta de mezclilla para hombres.

¡A Takeru le encantaría! A ver si con eso lo convence de dejar un poco sus polerones holgados y esas sudaderas... No es que se viera mal ni nada, pero nunca hacía mal arreglarse un poco. Sabía que el rubio menor le tenía fobia a comprarse ropa nueva por la presión que podría sentir de parte de su hermano o de ella misma con la idea de acompañarlo, por eso Mimi se adelantó y le hizo aquel regalo.

Paso por paso, y tal vez algún día podría convencer a Yamato que le prestara uno de sus pantalones de cuero a su hermanito menor.

A la ahora castaña le brillaron los ojos y se mordió el labio inferior, dejando su imaginación volar con libertad...

Cuando finalmente el bus llegó a su paradero tuvo que volver a la realidad. Caminó la cuadra y media necesaria para llegar a la casa y entró sin más, esperando, por lo tarde que era ya, que todos estuvieran presentes.

-¡Llegué! – anunció con voz fuerte y clara. Siempre le gustó hacerse notar, incluso cuando sabía que con sus amigos no necesitaba del exceso de atención.

Gran parte de la "familia" estaba ya sentada en la mesa del comedor disfrutando de una pizza tamaño gigante. De igual manera, a Mimi se le hizo extraño que en un día lunes estuvieran Jou y Sora ausentes. De Yamato lo entendía, pues lunes y miércoles practicaba con su banda, pero los otros dos eran demasiado hambrientos para perderse de una buena comida.

-¿Pizza? – interrogó, apartando a un lado sus compras y acercándose a sus amigos. - ¿A qué se debe la ocasión?

-Mi-han, ¡Gue gueno gue legaste! – Takeru se le acercó con media pizza en la mano y media en la boca y un largo y grueso hilo de queso uniendo cada parte con la otra. Mimi puso cara de repulsión y él tuvo que digerir rápidamente su alimento antes de dar otro paso cerca de ella. – Es tarde y estaba... – Notó la diferencia visual de su ahora novia. - ¡Volviste a cambiar!

-Se te ve muy bien, Mimi-chan. – aseguró Hikari, dejando a un lado su rebanada para ver más de cerca a su amiga. – El castaño es un buen color, ¿Eh?

-Por supuesto. – estuvo de acuerdo la ahora castaña, con una gran sonrisa. – Y creo que hace resaltar más mis ojos, ¿No es así?

La menor de los Yagami asintió energéticamente, volviendo a alabar el cambio.

-Te ves como...

-Como hace diez años. – finalizó Taichi por ella, tomando el pedazo que su hermana había dejado sobre la mesa.

–Es cierto. – dijo esta vez Koushirou, después de tomar un poco de bebida. - Estás como hace diez años, - repitió. – Sólo te falta el sombrero vaquero. – comentó, de cierta manera extrañado.

Mimi pestañeó viendo algo extraño en la escena.

¿Qué faltaba?

...

¡Ah, es verdad!

-¿Por qué no están gritándose o discutiendo ustedes tres? – cuestionó de pronto al trío de amigos que acompañaba a Takeru. – Siempre comienzan a la hora de cena...

Fue ahí cuando el pelirrojo y el mayor de los presentes intercambiaron miradas, y Hikari amplió su sonrisa.

-Vamos, te cuento mientras comemos, que si no nos quedamos sin nada. – le propuso la chica.

Tachikawa aceptó gustosa, no sin antes volver a sentir la falta de los demás miembros de la casa. Miró a su alrededor por alguna señal de sus otros amigos, y extrañamente, la única pista fue una maleta instalada a la orilla de la escalera.

-¿Alguien se va de viaje? – preguntó, dudosa.

-No, - le respondió Izumi. - Tenemos visitas.

La renovada castaña volvió a parpadear en desconcierto.

-¿Ah, si?

-Parece que esa fue la razón por la que Sora se fue... – murmuró Taichi entre dientes, tal vez esperando que nadie lo escuchara.

Pero Mimi si lo escuchó.

-¿Qué? ¿Por qué? – volvió a preguntar. - ¿Dónde está Jou-san?

Takeru tenía nuevamente la boca llena, así que sólo levantó el dedo para indicar hacia el segundo piso.

-Está con la visita. – explicó Hikari por él. – Su novia.

Continuará...

Notas:

Ari: Sigh, y resulta que mi inspiración funciona cuando tengo que estudiar... genial...

Cris: ¿Ah, si? ¿Cuándo estudias te llega la inspiración?

Ari: Prefiero ni hablar de eso... Igual no me quejo por volver a clases ^^ (todo es mejor que un paro!!).

Cris: Ari-chan, en relación al plan vamos bien, ¿Verdad? *Mirada cómplice* Jiji, esperemos que podamos hacer todo lo más pronto posible!

Ari: Ok, para todos aquellos que se quejaron de la poca atención que han estado recibiendo Sora y Jou, ¡Prepárense! Que ahora que cerramos una etapa importante de la historia (la reconciliación de los Yagami), tenemos más libertad para centrarnos en los demás... Y puede que después de lo que ocurrirá en los próximos capítulos hasta deseen que hubiesen pasado desapercibidos!!

Cris: Ya lo saben! Hasta el próximo capítulo!!