Ohayo ^ ^.
Linita-Gabriev (¿has esperado mucho para este capítulo?), a Raven (Prácticamente sin comentarios... Raven no te puedo decir nada... es un secreto :P) y a Amber (Gracias por el apoyo ^ ^ y a ver si no tardas en actualizar Slayers Continous, que me están saliendo raíces de esperar... ). A todos vosotros, grácias por haber puesto un review.
En fin... la rutina de siempre. Los personajillos estos son propiedad del jefe de L-sama (es decir Kanzaka "y sus amiguitos del bosque"), y no quiero plagiar ni nada de eso ¿ok?.
Por cierto, al final nadie me ha dicho su opinión sobre Reinaldo y Ezequiel... XD.
Sin mucho más que decir os dejo con la historia.
*************
Olía a barro. A húmeda suciedad. A moho.
Se sentía dolorida. Su cuerpo había estado demasiado tiempo en mala posición. Intentó mover un brazo, pero estaba demasiado cansada como para hacerlo. El eco de un agudo sonido empezó a llegar a su cerebro. Pronto, descubrió que era una voz.
Abrió los ojos lentamente.
No veía más que oscuras sombras que se iban aclarando con lentitud.
- ¡¡Martina!!¡¡¡Martina!!!¿Me oyes?.
No respondió. Ese nombre le resultaba familiar. Unas manos le golpearon fuertemente las mejillas, y sintió que el dolor le quemaba el rostro.
-¡¡¡MARTINA!!!
La voz era suplicante. Empezaba a distinguir algo... unos pocos colores en la negrura que le ofrecía la vista. "Martina..." pensó, pero siguió sin contestar. No estaba segura de que ese fuera su nombre.
Poco a poco unas confusas imágenes iban viniendo a su memoria mientras el ruido de unos sollozos inundaba sus oídos.
Un castillo destruido... Una muchacha pelirroja haciendo un conjuro... Un hombre con el pelo de color violeta... Un niño con unas esferas amarillas en las manos... Una boda... UNA... ¿¡UNA BODA!?¡¡ERA SU BODA!!
-¡¡¡ZANGULUS, AMOR MÍO TE SALVARÉ!!!- Gritó mientras se incorporaba de un brinco.
Entonces todo pareció volver a la normalidad. Sabía quién era, dónde estaba, quienes eran las tres personas que estaban a su lado... No, un momento... ¿¡Quién demonios era ese tipo?!
Podía reconocer la cabellera rojiza y el rostro sorprendido de Reena y también a Gaudy, aún tendido en el húmedo suelo. Pero el tipo embozado que estaba al lado de Reena... Le era familiar...
Reena tenía lágrimas en los ojos. Había dejado de mirar atónita a Martina y ahora estaba llamando insistentemente a su guardián.
Martina se arrodilló curiosa.
- ¿Qué le ha pasado?- preguntó inocentemente la reina.
Tanto el hombre embozado como Reena cayeron al suelo a pesar que estaban de cuclillas.
- ¡¡Eso deberías saberlo tú!!¿no?- dijo el hombre embozado al borde de la histeria.
- ¿Quién es usted para hablarle así a la reina de Zoana?
El hombre pareció sonreír y se descubrió el rostro azulado, duro como la piedra.
- Soy Zelgadis ¿no te acuerdas de mí Martina?
Ella dejó escapar una exclamación.
- Zelgadis... - dijo al fin -. Tu nombre me suena
Zel cayó de culo de nuevo.
Durante el siguiente cuarto de hora, Zel intentó en vano que Martina le recordara, refrescándole algunas situaciones que habían compartido con anterioridad.
Reena, por su parte, tenía un semblante sombrío. Ya no llamaba a Gaudy, sino que estaba sentada a su lado, sus brazos rodeando las piernas. Llorando en silencio.
De repente el espadachín gimió un poco y luego abrió los ojos. Reena se arrodilló delante de él. Sus largos cabellos formaban una irregular cortina que tapaba el rostro de ambos. Martina se apresuró para ver cómo se encontraba el guerrero, pero Zelgadis la detuvo colocando su mano en el hombro de la reina.
Unas lágrimas cayeron en el rostro de Gaudy. Éste miró a los ojos de dónde provenían y sonrió tiernamente.
- Reena... - dijo débilmente.
Reena le devolvió la sonrisa a pesar de que seguía llorando.
- Gaudy...
- Reena... -repitió éste -. Tengo hambre.
Tanto Reena como Martina y Zel cayeron al suelo. Reena se levantó con esfuerzo.
- Ahhh... que idiota. -pensó en voz alta.
- ¡¡Anda mira Reena!!¡¡Pero si es Zelgadis!! -se sorprendió el espadachín.
- Síiii...- Asintió la aludida.- Nos encontramos aquí.
Entonces Reena relató su encuentro con Zel. Resulta que, al salir corriendo delante de las babosas, se había perdido, así que invocó una bola de luz. Entonces se había dado cuenta de que ni Martina ni Gaudy le acompañaban.
Reena no se había encontrado con ninguna criatura más. Pero entonces descubrió que no eran los únicos que buscaban la espada y los demás objetos.
Zel también había llegado al pueblo el día anterior y, atraído por las historias que se contaban sobre el templo, decidió echar un vistazo.
Fue entonces que, por pura suerte, llegaron a la sala principal del templo, al altar. Y cual había sido su sorpresa al encontrarse allí con Martina y Gaudy, ambos inconscientes.
Reena acabó de relatar, no sin cierta dificultad, la historia, y pronto quiso saber cómo habían ido a parar ellos a esa sala.
Entre Martina y Gaudy, explicaron lo que había pasado. Explicaron lo del lobo lo mejor que pudieron, el miedo que habían sentido, cómo era la criatura, cómo se habían desmayado...
Reena y Zel se miraban de vez en cuando. Los dos se habían puesto pálidos.
- Y entonces me he despertado... -concluyó Gaudy -. ¿Qué pasa Reena?
Reena los miró gravemente.
-Esto no tiene buena pinta. -dijo al fin -. No nos pondremos en peligro para conseguir un libro ¡¡ni hablar!!.- dijo resuelta la hechicera levantándose del suelo-. Eso que habéis visto no puede ser un demonio de bajo nivel. Ni siquiera uno de un nivel medio...
- ¿Crees que podría ser un Dark Lord?- preguntó Zelgadis.
Reena rechazó la sugerencia de inmediato.
- No... -dijo despreocupadamente-. Pero puede ser muy peligroso.
La luz anaranjada del atardecer se colaba por un ancho agujero que había en el techo de una bóveda de piedra.
- Sea lo que sea lo que esté ahí, es muy peligroso. Éste sitio debería estar restringido al paso de la gente. ¡¡Decidido!! -exclamó la hechicera-. ¡¡En cuanto salgamos de aquí destruiré éste lugar. Además... - miró la desierta sala-. En éste sitio no hay ningún tesoro- su voz sonaba peligrosamente enfadada-. Nos han tomado el pelo...
Zelgadis y Gaudy ya sabían lo que se avecinaba... En cambio Martina se había olvidado por completo del carácter de la pelirroja y le pilló totalmente desprevenida...
- No soporto que me tomen el pelo... ¡¡¡¡¡DRAG SLAVEEEEEEEEEEEE!!!!!!
A partir de ese momento las ruinas del templo... fueron historia.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
El camino serpenteaba bajo un sol de justicia que reinaba en un despejado cielo.
El día anterior se habían quedado en la posada en la que habían oído la historia del templo, y ahora caminaban charlando alegremente. En realidad, interrogaban a Zelgadis sobre lo que había hecho en el tiempo en el que no se habían visto.
- He estado buscando una cura. - admitió al fin la paciente quimera.
- ¿Sólo eso? Que tipo tan aburrido- se quejó Martina que, sin duda, esperaba oír algún tipo de cuento de hadas.
- ¡¡Pues cuenta qué has estado haciendo tú en tu castillo!!- estalló Zel.
Entonces Martina empezó a relatar hechos patéticos, pero que sin duda a ella le parecían muy divertidos e interesantes, porque no dejaba de reír, de hacerse halagos y de presumir de esposo.
Pasaron el día así. Caminando bajo ese ardiente y hermoso astro del que se vieron privados de disfrutar ya que les dolía la cabeza de tanto escuchar las andanzas de la Reina de Zoana.
Para cuando pararon a comer, ésta ya estaba acabando.
- Y cuando desperté... Ese asqueroso demonio, Zeros... ¡¡¡HABÍA SECUESTRADO A MI ZANGULUS!!!
Zel escupió la comida y aún así casi se atraganta. Después de beber un poco de agua, para que el alimento pasara mejor, miró a Martina con los ojos como platos, sin creer lo que había escuchado.
- ¿Crees que Zeros ha secuestrado a Zangulus?- dijo sin poder contener una sonrisa ante la ingenuidad de la reina.
- Estoy segura -afirmo ésta.
Se hizo el silencio. Luego Reena y Zel irrumpieron en carcajadas, para decepción de Martina.
-¿Por qué os estáis riendo? -aunque era evidente.
- Martina, piensa un poco -rió Reena -. ¿Para qué piensas que Zeros querría a tu marido?
- Pues... Emmm... A veeeer... ¡¡Ah sí!!¡¡Para conquistar el reino de Zoana!!
Más risas por parte de Reena y Zel. Gaudy, como es natural, no se enteraba de nada, así que le quitó a Reena uno de sus pescados sin que ésta se diera cuenta.
- ¿Y no sería más cómodo secuestrarte a ti, una indefensa reina, que secuestrar a un rey que para postres es espadachín? - continuó Zel.
- Emmm... Pues... sí. -contestó la monarca.
- Pues ya está, mujer... lo que pasa es que Zangulus se habrá escapado de casa... - dijo Reena despreocupadamente.
-¡¡Te digo que no!!¡¡Estoy segura de que ha sido ese demonio!!
- Ya, bueno, lo que tú digas... - Reena se había cansado de discutir sobre ese tema.
Las aguas del río bajaban rápidamente y el rumor de éstas se oía ahora más claramente, ya que estaban en silencio. Ese sonido provocaba una sensación de paz...
De repente, se oyeron ruidos de cascos. Alguien se acercaba por el camino. Un incómodo viento frío sopló haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda a Martina, que acto seguido se acurrucó un poco más en su sitio.
El ruido de cascos se hacía más próximo, pronto superó el rumor de las claras aguas del río. A lo lejos, se empezó a distinguir la figura de un hombre montado a caballo. No obstante, siguieron comiendo con toda tranquilidad, pero aún así, los cuatro estaban atentos a los cascos golpeando contra el suelo, y a los ocasionales bufidos y relinchos del caballo, mientras su jinete lo espoleaba.
Cada vez la figura del jinete con su caballo, se hacía más grande en el horizonte, y el ruido de los cascos se hacía más insoportable. El jinete se acercaba.
El hombre y su caballo llegaron al recodo del camino junto al río dónde se habían sentado a comer. Fue entonces cuando el jinete hizo detener a su caballo, pero antes de que pudiera decir "esta boca es mía", Reena se levantó automáticamente y le lanzó tal bola de fuego en la cara, que el hombre salió despedido de la silla de su caballo.
- ¿Por... por qué has hecho eso, Reena? -Preguntó Gaudy desconcertado.
- Ah... Es la costumbre... - dijo Reena como si lo que hubiera hecho fuera una broma -. Perdón... - se disculpó riendo tontamente.
El hombre yacía en el suelo. Sus ropas y su pelo estaban chamuscados, así como su sombrero y su rostro.
Zelgadis, la única alma caritativa del grupo, fue a ayudar al pobre hombre, que ya rozaba los ochenta años de vida, y no tenía edad de trotar con el caballo. De ésta manera, la quimera se dio cuenta de que el abuelo, estaba vestido con las ropas que solían llevar los mensajeros de Saillune.
Zelgadis ayudó al anciano a sentarse en la blanda hierba sobre la que se había sentado él momentos antes. La siguiente que descubrió que el hombre llevaba las ropas oficiales de los mensajeros del reino de Saillune, fue Martina, ya que por su condición social, debía conocer todos los escudos de cada reino.
Reena y Gaudy estaban demasiado entretenidos discutiendo (en realidad Reena le estaba pegando una paliza) como para darse cuenta de que el hombre estaba ahora comiendo de su pescado.
- Muchas gracias joven -agradeció el hombre a Zelgadis.
- No se merecen- dijo secamente la quimera-. Disculpe a Reena, ella siempre es así... - concluyó con un suspiro.
- ¿Reena? - preguntó el hombre a la pelirroja-. ¿Reena Inverse?
Reena dejó de apalizar al espadachín y, por vez primera desde que el hombre se sentó, reparó en su presencia.
- Sí. Soy yo...
- Tengo un mensaje para usted de parte de la princesa de Saillune.
- ¿De Amelia?
- Sí... Me dijo que con usted encontraría también a un hombre que se llama Gaudy Gabriev...
-¡Anda! -exclamó Gaudy - yo me llamo igual que ese tal Gaudy...
- ¡¡Por que eres tú!!¡¡Idiota!! - dijo Reena perdiendo a paciencia.
El hombre rebuscó en el interior de una bandolera de color azul oscuro, para sacar después un sobre.
Reena rasgó el sobre con curiosidad. Después leyó la carta para sí. Martina también intentaba leer el contenido, observando el papel por el lado contrario al de Reena, pero como las palabras y letras se veían del revés, no entendió nada.
Reena terminó de leer en silencio, y después, dejando la carta a un lado señaló a Zelgadis.
- Éste es Zelgadis Graywords.
Zel quedó sorprendido. ¿Qué le importaba a es pobre hombre quien fuera él?.
Lo que sí que le dejó perplejo fue que, momentos después, el anciano empezó a rebuscar de nuevo en la bandolera, al tiempo que decía "Bien... bien... ".
Pronto, el abuelo sacó la carta que le estaba destinada a Zelgadis, y este la cogió sin dejar de observar la extraña expresión que lucía ahora en el rostro la pelirroja hechicera.
Martina, que también quería una carta, empezó a pasearse por alrededor del anciano mensajero, diciendo al aire "yo soy Martina, yo soy Martina". Cuando al fin se cansó de hacer el ganso, la monarca se acercó al abuelo.
- ¿No hay una carta para mí? -le preguntó.
- No se... ¿quién es usted?
- La reina de Zoana, Martina Zoana Mel Navratilova. - contestó con petulancia.
-Mmmm... Bueno, la carta es para usted y su marido.
Martina adoptó una pose melodramática.
- ¡¡MI MARIDO HA SIDO SECUESTRADO POR UN DEMONIO!!
El hombre, que había estado rebuscando de nuevo, se detuvo.
- ¿Un demonio?
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Zel releía la carta sin podérselo creer.
*Estimado señor Zelgadis Graywords:
En consecuencia de haber trabajado en una ocasión para la seguridad del heredero de la corona de Saillune, el príncipe Filionel El Di Saillune, y de haber mantenido estrechos lazos de amistad con su hija, la princesa Amelia Wil tesla Saillune, usted está invitado a la celebración que unirá en matrimonio a éste miembro de la familia real del reino y capital de la magia blanca el día 40 de éste mes.
En caso de que no le sea posible honrarnos con su asistencia, comuníquelo al mensajero que le entregará esta carta en mano.
En el supuesto y lamentable caso de que esta carta llegue con retraso ,está invitado a visitar a la familia real cuando a usted le plazca.
Atentamente desde la casa real de Saillune:
Amelia Wil Tesla Saillune*
Pero la carta no acababa ahí. Debajo de la firma, y en una letra tan minúscula que casi no se podía ver ponía.
*Cuento contigo, Zelgadis.*
Sin duda alguna, esa carta la había escrito la propia Amelia, que se vería obligada a seguir una plantilla, pues la carta de Reena y Gaudy decía prácticamente lo mismo y la carta de Martina, también era muy parecida, pero sólo en la de Zelgadis figuraba ese "Cuento contigo" tan coloquial.
La princesita Amelia se casaba. Zel no lo podía creer. Se había quedado helado al leer la carta, releyéndola y analizándola minuciosamente una y otra vez con tal de asimilar su ambiguo contenido.
Estaban a día 30. Aún faltaban diez días para que se celebrara la boda.
La quimera estuvo apunto de decirle al hombre que él no asistiría, pero al recordar la afectuosa post data, decidió hacerle frente a la situación. Además, se suponía que debía alegrarse, al fin y al cabo, era la boda de una amiga suya...
Estaban de camino a Saillune, ya llevaban dos días de viaje, y no tardarían en llegar a la capital de la magia blanca.
Todos se preguntaban quién sería la persona que se iba a casar con su amiga. Intentaron por casi todos los medios que el mensajero, que ya había entregado todas las invitaciones que le correspondían y se dirigía hacia su casa en Saillune, les diera alguna información. Pero el anciano se negó, con el pretexto de que era una sorpresa.
Precisamente, ahora, mientras andaban por el camino, comentaban el tema.
- Pero sólo una pista por favooooooooor... -Martina era la que más ganas de enterarse tenía.- Y le prometo que convenceré a la princesa para que le jubilen.
- Lo siento, niña, pero esto lo hago por hobbie...
Todos cayeron de culo.
- GDSFJGLKNS... ¿Ni siquiera nos puede decir si es guapo?- decía Reena
- No - contestó el hombre tajante.
- ¿Ni si es rico?.
- No
-¿Es rubio?
- No
- ¿Moreno?
- No
- ¿Pelirrojo?
- No
- No será calvo... ¿verdad?
Zelgadis interrumpió el interrogatorio.
- Reena, no nos lo va a decir.
- Ya, claro... tú ya estás contento por que como te puso la notita... - dijo la pelirroja con picardía y guiñandole un ojo.
Zel se sonrojó.
- Pues yo encuentro muy mal que una princesa prometida, le ponga notas escondidas a otro hombre que no es su marido. Y encima en una carta. - dijo Martina con un estridente timbre de voz.
- No digas tonterías -contradijo la pelirroja -. Amelia puede escribir lo que quiera, sobre todo si es a su mejor amigo ¿eh Zelgadis?.
El aludido no respondió. Se limitó a seguir caminando sin dejar que ningún sentimiento se reflejara en su cara. En realidad, Zelgadis estaba un poco confuso, no sabía si alegrarse por la boda, o entristecerse... pero ¿por qué se entristecía?.
- Pero... si a lo mejor Amelia no es la que se casa. -Gaudy había intervenido por vez primera en la conversación.
- ¿Pero qué dices bobo?¡¡Claro que se casa Amelia!!¿Quién se iba a casar sino?
- Mmmmm... No se... Su padre.- contestó torpemente el espadachín a la pregunta de Reena.
De repente, una voz muy dulce llamó a Reena. Miraron al cruce que se encontraba unos metros más adelante, para descubrir que la dueña de esa voz, era una mujer de unos 19 o 20 años, la edad que ahora tenía Martina. La mujer, poseía un pelo muy largo y liso de color negro. Sus ojos verdes estaban casi debajo de un flequillo de corte recto. A pesar de haber llamado a Reena, la mujer dirigía la mirada hacia Gaudy.
-¡¡Sylpheel!! -gritó Reena todavía sin creérselo.
*************
¿Bueno, qué tal este? ¿Qué pasará con Sylpheel por ahí en medio?¿Llegará a casarse Amelia con su desconocido novio?¿Podrá rescatar Martina a su marido de las garras de Zeros? XD
En fin... Siento haber tenido que poner las cosas desde el punto de vista de Zel... pero como el muy idjflsdn, no exterioriza nunca lo que piensa...
Bueno, lo siento, no me he podido resistir a la tentación de un poco de Z/A, pero ¿qué sería el mundo sin los culebrones?.
Plis, dejadme un review... y si no me mandáis un mail a labestiamayor_zelas@hotmail.com
Besos como ballenatos para todos del ama de las bestias:
Zelas Metallium.
Linita-Gabriev (¿has esperado mucho para este capítulo?), a Raven (Prácticamente sin comentarios... Raven no te puedo decir nada... es un secreto :P) y a Amber (Gracias por el apoyo ^ ^ y a ver si no tardas en actualizar Slayers Continous, que me están saliendo raíces de esperar... ). A todos vosotros, grácias por haber puesto un review.
En fin... la rutina de siempre. Los personajillos estos son propiedad del jefe de L-sama (es decir Kanzaka "y sus amiguitos del bosque"), y no quiero plagiar ni nada de eso ¿ok?.
Por cierto, al final nadie me ha dicho su opinión sobre Reinaldo y Ezequiel... XD.
Sin mucho más que decir os dejo con la historia.
*************
Olía a barro. A húmeda suciedad. A moho.
Se sentía dolorida. Su cuerpo había estado demasiado tiempo en mala posición. Intentó mover un brazo, pero estaba demasiado cansada como para hacerlo. El eco de un agudo sonido empezó a llegar a su cerebro. Pronto, descubrió que era una voz.
Abrió los ojos lentamente.
No veía más que oscuras sombras que se iban aclarando con lentitud.
- ¡¡Martina!!¡¡¡Martina!!!¿Me oyes?.
No respondió. Ese nombre le resultaba familiar. Unas manos le golpearon fuertemente las mejillas, y sintió que el dolor le quemaba el rostro.
-¡¡¡MARTINA!!!
La voz era suplicante. Empezaba a distinguir algo... unos pocos colores en la negrura que le ofrecía la vista. "Martina..." pensó, pero siguió sin contestar. No estaba segura de que ese fuera su nombre.
Poco a poco unas confusas imágenes iban viniendo a su memoria mientras el ruido de unos sollozos inundaba sus oídos.
Un castillo destruido... Una muchacha pelirroja haciendo un conjuro... Un hombre con el pelo de color violeta... Un niño con unas esferas amarillas en las manos... Una boda... UNA... ¿¡UNA BODA!?¡¡ERA SU BODA!!
-¡¡¡ZANGULUS, AMOR MÍO TE SALVARÉ!!!- Gritó mientras se incorporaba de un brinco.
Entonces todo pareció volver a la normalidad. Sabía quién era, dónde estaba, quienes eran las tres personas que estaban a su lado... No, un momento... ¿¡Quién demonios era ese tipo?!
Podía reconocer la cabellera rojiza y el rostro sorprendido de Reena y también a Gaudy, aún tendido en el húmedo suelo. Pero el tipo embozado que estaba al lado de Reena... Le era familiar...
Reena tenía lágrimas en los ojos. Había dejado de mirar atónita a Martina y ahora estaba llamando insistentemente a su guardián.
Martina se arrodilló curiosa.
- ¿Qué le ha pasado?- preguntó inocentemente la reina.
Tanto el hombre embozado como Reena cayeron al suelo a pesar que estaban de cuclillas.
- ¡¡Eso deberías saberlo tú!!¿no?- dijo el hombre embozado al borde de la histeria.
- ¿Quién es usted para hablarle así a la reina de Zoana?
El hombre pareció sonreír y se descubrió el rostro azulado, duro como la piedra.
- Soy Zelgadis ¿no te acuerdas de mí Martina?
Ella dejó escapar una exclamación.
- Zelgadis... - dijo al fin -. Tu nombre me suena
Zel cayó de culo de nuevo.
Durante el siguiente cuarto de hora, Zel intentó en vano que Martina le recordara, refrescándole algunas situaciones que habían compartido con anterioridad.
Reena, por su parte, tenía un semblante sombrío. Ya no llamaba a Gaudy, sino que estaba sentada a su lado, sus brazos rodeando las piernas. Llorando en silencio.
De repente el espadachín gimió un poco y luego abrió los ojos. Reena se arrodilló delante de él. Sus largos cabellos formaban una irregular cortina que tapaba el rostro de ambos. Martina se apresuró para ver cómo se encontraba el guerrero, pero Zelgadis la detuvo colocando su mano en el hombro de la reina.
Unas lágrimas cayeron en el rostro de Gaudy. Éste miró a los ojos de dónde provenían y sonrió tiernamente.
- Reena... - dijo débilmente.
Reena le devolvió la sonrisa a pesar de que seguía llorando.
- Gaudy...
- Reena... -repitió éste -. Tengo hambre.
Tanto Reena como Martina y Zel cayeron al suelo. Reena se levantó con esfuerzo.
- Ahhh... que idiota. -pensó en voz alta.
- ¡¡Anda mira Reena!!¡¡Pero si es Zelgadis!! -se sorprendió el espadachín.
- Síiii...- Asintió la aludida.- Nos encontramos aquí.
Entonces Reena relató su encuentro con Zel. Resulta que, al salir corriendo delante de las babosas, se había perdido, así que invocó una bola de luz. Entonces se había dado cuenta de que ni Martina ni Gaudy le acompañaban.
Reena no se había encontrado con ninguna criatura más. Pero entonces descubrió que no eran los únicos que buscaban la espada y los demás objetos.
Zel también había llegado al pueblo el día anterior y, atraído por las historias que se contaban sobre el templo, decidió echar un vistazo.
Fue entonces que, por pura suerte, llegaron a la sala principal del templo, al altar. Y cual había sido su sorpresa al encontrarse allí con Martina y Gaudy, ambos inconscientes.
Reena acabó de relatar, no sin cierta dificultad, la historia, y pronto quiso saber cómo habían ido a parar ellos a esa sala.
Entre Martina y Gaudy, explicaron lo que había pasado. Explicaron lo del lobo lo mejor que pudieron, el miedo que habían sentido, cómo era la criatura, cómo se habían desmayado...
Reena y Zel se miraban de vez en cuando. Los dos se habían puesto pálidos.
- Y entonces me he despertado... -concluyó Gaudy -. ¿Qué pasa Reena?
Reena los miró gravemente.
-Esto no tiene buena pinta. -dijo al fin -. No nos pondremos en peligro para conseguir un libro ¡¡ni hablar!!.- dijo resuelta la hechicera levantándose del suelo-. Eso que habéis visto no puede ser un demonio de bajo nivel. Ni siquiera uno de un nivel medio...
- ¿Crees que podría ser un Dark Lord?- preguntó Zelgadis.
Reena rechazó la sugerencia de inmediato.
- No... -dijo despreocupadamente-. Pero puede ser muy peligroso.
La luz anaranjada del atardecer se colaba por un ancho agujero que había en el techo de una bóveda de piedra.
- Sea lo que sea lo que esté ahí, es muy peligroso. Éste sitio debería estar restringido al paso de la gente. ¡¡Decidido!! -exclamó la hechicera-. ¡¡En cuanto salgamos de aquí destruiré éste lugar. Además... - miró la desierta sala-. En éste sitio no hay ningún tesoro- su voz sonaba peligrosamente enfadada-. Nos han tomado el pelo...
Zelgadis y Gaudy ya sabían lo que se avecinaba... En cambio Martina se había olvidado por completo del carácter de la pelirroja y le pilló totalmente desprevenida...
- No soporto que me tomen el pelo... ¡¡¡¡¡DRAG SLAVEEEEEEEEEEEE!!!!!!
A partir de ese momento las ruinas del templo... fueron historia.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
El camino serpenteaba bajo un sol de justicia que reinaba en un despejado cielo.
El día anterior se habían quedado en la posada en la que habían oído la historia del templo, y ahora caminaban charlando alegremente. En realidad, interrogaban a Zelgadis sobre lo que había hecho en el tiempo en el que no se habían visto.
- He estado buscando una cura. - admitió al fin la paciente quimera.
- ¿Sólo eso? Que tipo tan aburrido- se quejó Martina que, sin duda, esperaba oír algún tipo de cuento de hadas.
- ¡¡Pues cuenta qué has estado haciendo tú en tu castillo!!- estalló Zel.
Entonces Martina empezó a relatar hechos patéticos, pero que sin duda a ella le parecían muy divertidos e interesantes, porque no dejaba de reír, de hacerse halagos y de presumir de esposo.
Pasaron el día así. Caminando bajo ese ardiente y hermoso astro del que se vieron privados de disfrutar ya que les dolía la cabeza de tanto escuchar las andanzas de la Reina de Zoana.
Para cuando pararon a comer, ésta ya estaba acabando.
- Y cuando desperté... Ese asqueroso demonio, Zeros... ¡¡¡HABÍA SECUESTRADO A MI ZANGULUS!!!
Zel escupió la comida y aún así casi se atraganta. Después de beber un poco de agua, para que el alimento pasara mejor, miró a Martina con los ojos como platos, sin creer lo que había escuchado.
- ¿Crees que Zeros ha secuestrado a Zangulus?- dijo sin poder contener una sonrisa ante la ingenuidad de la reina.
- Estoy segura -afirmo ésta.
Se hizo el silencio. Luego Reena y Zel irrumpieron en carcajadas, para decepción de Martina.
-¿Por qué os estáis riendo? -aunque era evidente.
- Martina, piensa un poco -rió Reena -. ¿Para qué piensas que Zeros querría a tu marido?
- Pues... Emmm... A veeeer... ¡¡Ah sí!!¡¡Para conquistar el reino de Zoana!!
Más risas por parte de Reena y Zel. Gaudy, como es natural, no se enteraba de nada, así que le quitó a Reena uno de sus pescados sin que ésta se diera cuenta.
- ¿Y no sería más cómodo secuestrarte a ti, una indefensa reina, que secuestrar a un rey que para postres es espadachín? - continuó Zel.
- Emmm... Pues... sí. -contestó la monarca.
- Pues ya está, mujer... lo que pasa es que Zangulus se habrá escapado de casa... - dijo Reena despreocupadamente.
-¡¡Te digo que no!!¡¡Estoy segura de que ha sido ese demonio!!
- Ya, bueno, lo que tú digas... - Reena se había cansado de discutir sobre ese tema.
Las aguas del río bajaban rápidamente y el rumor de éstas se oía ahora más claramente, ya que estaban en silencio. Ese sonido provocaba una sensación de paz...
De repente, se oyeron ruidos de cascos. Alguien se acercaba por el camino. Un incómodo viento frío sopló haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda a Martina, que acto seguido se acurrucó un poco más en su sitio.
El ruido de cascos se hacía más próximo, pronto superó el rumor de las claras aguas del río. A lo lejos, se empezó a distinguir la figura de un hombre montado a caballo. No obstante, siguieron comiendo con toda tranquilidad, pero aún así, los cuatro estaban atentos a los cascos golpeando contra el suelo, y a los ocasionales bufidos y relinchos del caballo, mientras su jinete lo espoleaba.
Cada vez la figura del jinete con su caballo, se hacía más grande en el horizonte, y el ruido de los cascos se hacía más insoportable. El jinete se acercaba.
El hombre y su caballo llegaron al recodo del camino junto al río dónde se habían sentado a comer. Fue entonces cuando el jinete hizo detener a su caballo, pero antes de que pudiera decir "esta boca es mía", Reena se levantó automáticamente y le lanzó tal bola de fuego en la cara, que el hombre salió despedido de la silla de su caballo.
- ¿Por... por qué has hecho eso, Reena? -Preguntó Gaudy desconcertado.
- Ah... Es la costumbre... - dijo Reena como si lo que hubiera hecho fuera una broma -. Perdón... - se disculpó riendo tontamente.
El hombre yacía en el suelo. Sus ropas y su pelo estaban chamuscados, así como su sombrero y su rostro.
Zelgadis, la única alma caritativa del grupo, fue a ayudar al pobre hombre, que ya rozaba los ochenta años de vida, y no tenía edad de trotar con el caballo. De ésta manera, la quimera se dio cuenta de que el abuelo, estaba vestido con las ropas que solían llevar los mensajeros de Saillune.
Zelgadis ayudó al anciano a sentarse en la blanda hierba sobre la que se había sentado él momentos antes. La siguiente que descubrió que el hombre llevaba las ropas oficiales de los mensajeros del reino de Saillune, fue Martina, ya que por su condición social, debía conocer todos los escudos de cada reino.
Reena y Gaudy estaban demasiado entretenidos discutiendo (en realidad Reena le estaba pegando una paliza) como para darse cuenta de que el hombre estaba ahora comiendo de su pescado.
- Muchas gracias joven -agradeció el hombre a Zelgadis.
- No se merecen- dijo secamente la quimera-. Disculpe a Reena, ella siempre es así... - concluyó con un suspiro.
- ¿Reena? - preguntó el hombre a la pelirroja-. ¿Reena Inverse?
Reena dejó de apalizar al espadachín y, por vez primera desde que el hombre se sentó, reparó en su presencia.
- Sí. Soy yo...
- Tengo un mensaje para usted de parte de la princesa de Saillune.
- ¿De Amelia?
- Sí... Me dijo que con usted encontraría también a un hombre que se llama Gaudy Gabriev...
-¡Anda! -exclamó Gaudy - yo me llamo igual que ese tal Gaudy...
- ¡¡Por que eres tú!!¡¡Idiota!! - dijo Reena perdiendo a paciencia.
El hombre rebuscó en el interior de una bandolera de color azul oscuro, para sacar después un sobre.
Reena rasgó el sobre con curiosidad. Después leyó la carta para sí. Martina también intentaba leer el contenido, observando el papel por el lado contrario al de Reena, pero como las palabras y letras se veían del revés, no entendió nada.
Reena terminó de leer en silencio, y después, dejando la carta a un lado señaló a Zelgadis.
- Éste es Zelgadis Graywords.
Zel quedó sorprendido. ¿Qué le importaba a es pobre hombre quien fuera él?.
Lo que sí que le dejó perplejo fue que, momentos después, el anciano empezó a rebuscar de nuevo en la bandolera, al tiempo que decía "Bien... bien... ".
Pronto, el abuelo sacó la carta que le estaba destinada a Zelgadis, y este la cogió sin dejar de observar la extraña expresión que lucía ahora en el rostro la pelirroja hechicera.
Martina, que también quería una carta, empezó a pasearse por alrededor del anciano mensajero, diciendo al aire "yo soy Martina, yo soy Martina". Cuando al fin se cansó de hacer el ganso, la monarca se acercó al abuelo.
- ¿No hay una carta para mí? -le preguntó.
- No se... ¿quién es usted?
- La reina de Zoana, Martina Zoana Mel Navratilova. - contestó con petulancia.
-Mmmm... Bueno, la carta es para usted y su marido.
Martina adoptó una pose melodramática.
- ¡¡MI MARIDO HA SIDO SECUESTRADO POR UN DEMONIO!!
El hombre, que había estado rebuscando de nuevo, se detuvo.
- ¿Un demonio?
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Zel releía la carta sin podérselo creer.
*Estimado señor Zelgadis Graywords:
En consecuencia de haber trabajado en una ocasión para la seguridad del heredero de la corona de Saillune, el príncipe Filionel El Di Saillune, y de haber mantenido estrechos lazos de amistad con su hija, la princesa Amelia Wil tesla Saillune, usted está invitado a la celebración que unirá en matrimonio a éste miembro de la familia real del reino y capital de la magia blanca el día 40 de éste mes.
En caso de que no le sea posible honrarnos con su asistencia, comuníquelo al mensajero que le entregará esta carta en mano.
En el supuesto y lamentable caso de que esta carta llegue con retraso ,está invitado a visitar a la familia real cuando a usted le plazca.
Atentamente desde la casa real de Saillune:
Amelia Wil Tesla Saillune*
Pero la carta no acababa ahí. Debajo de la firma, y en una letra tan minúscula que casi no se podía ver ponía.
*Cuento contigo, Zelgadis.*
Sin duda alguna, esa carta la había escrito la propia Amelia, que se vería obligada a seguir una plantilla, pues la carta de Reena y Gaudy decía prácticamente lo mismo y la carta de Martina, también era muy parecida, pero sólo en la de Zelgadis figuraba ese "Cuento contigo" tan coloquial.
La princesita Amelia se casaba. Zel no lo podía creer. Se había quedado helado al leer la carta, releyéndola y analizándola minuciosamente una y otra vez con tal de asimilar su ambiguo contenido.
Estaban a día 30. Aún faltaban diez días para que se celebrara la boda.
La quimera estuvo apunto de decirle al hombre que él no asistiría, pero al recordar la afectuosa post data, decidió hacerle frente a la situación. Además, se suponía que debía alegrarse, al fin y al cabo, era la boda de una amiga suya...
Estaban de camino a Saillune, ya llevaban dos días de viaje, y no tardarían en llegar a la capital de la magia blanca.
Todos se preguntaban quién sería la persona que se iba a casar con su amiga. Intentaron por casi todos los medios que el mensajero, que ya había entregado todas las invitaciones que le correspondían y se dirigía hacia su casa en Saillune, les diera alguna información. Pero el anciano se negó, con el pretexto de que era una sorpresa.
Precisamente, ahora, mientras andaban por el camino, comentaban el tema.
- Pero sólo una pista por favooooooooor... -Martina era la que más ganas de enterarse tenía.- Y le prometo que convenceré a la princesa para que le jubilen.
- Lo siento, niña, pero esto lo hago por hobbie...
Todos cayeron de culo.
- GDSFJGLKNS... ¿Ni siquiera nos puede decir si es guapo?- decía Reena
- No - contestó el hombre tajante.
- ¿Ni si es rico?.
- No
-¿Es rubio?
- No
- ¿Moreno?
- No
- ¿Pelirrojo?
- No
- No será calvo... ¿verdad?
Zelgadis interrumpió el interrogatorio.
- Reena, no nos lo va a decir.
- Ya, claro... tú ya estás contento por que como te puso la notita... - dijo la pelirroja con picardía y guiñandole un ojo.
Zel se sonrojó.
- Pues yo encuentro muy mal que una princesa prometida, le ponga notas escondidas a otro hombre que no es su marido. Y encima en una carta. - dijo Martina con un estridente timbre de voz.
- No digas tonterías -contradijo la pelirroja -. Amelia puede escribir lo que quiera, sobre todo si es a su mejor amigo ¿eh Zelgadis?.
El aludido no respondió. Se limitó a seguir caminando sin dejar que ningún sentimiento se reflejara en su cara. En realidad, Zelgadis estaba un poco confuso, no sabía si alegrarse por la boda, o entristecerse... pero ¿por qué se entristecía?.
- Pero... si a lo mejor Amelia no es la que se casa. -Gaudy había intervenido por vez primera en la conversación.
- ¿Pero qué dices bobo?¡¡Claro que se casa Amelia!!¿Quién se iba a casar sino?
- Mmmmm... No se... Su padre.- contestó torpemente el espadachín a la pregunta de Reena.
De repente, una voz muy dulce llamó a Reena. Miraron al cruce que se encontraba unos metros más adelante, para descubrir que la dueña de esa voz, era una mujer de unos 19 o 20 años, la edad que ahora tenía Martina. La mujer, poseía un pelo muy largo y liso de color negro. Sus ojos verdes estaban casi debajo de un flequillo de corte recto. A pesar de haber llamado a Reena, la mujer dirigía la mirada hacia Gaudy.
-¡¡Sylpheel!! -gritó Reena todavía sin creérselo.
*************
¿Bueno, qué tal este? ¿Qué pasará con Sylpheel por ahí en medio?¿Llegará a casarse Amelia con su desconocido novio?¿Podrá rescatar Martina a su marido de las garras de Zeros? XD
En fin... Siento haber tenido que poner las cosas desde el punto de vista de Zel... pero como el muy idjflsdn, no exterioriza nunca lo que piensa...
Bueno, lo siento, no me he podido resistir a la tentación de un poco de Z/A, pero ¿qué sería el mundo sin los culebrones?.
Plis, dejadme un review... y si no me mandáis un mail a labestiamayor_zelas@hotmail.com
Besos como ballenatos para todos del ama de las bestias:
Zelas Metallium.
