¡¡Ohayo!!
Buenas, ¿cómo estamos?. Espero que vosotros bien.
Agradecimientos por dejar review a:
Suissei, por el review del chapi 2 y del anterior... Gracias... snif... eres la única que ha puesto su opinión sobre Reinaldo & co. Bueno, ahora en serio... gracias por tu apoyo.
Raven, hay que ver... mira, esta vez haré como Xellos y diré "eres libre de pensar lo que quieras, pero lo del lobo es un secreto". Oye... ¿dónde está escrito que la boda sea de conveniencia?¿eh?. Y por último... tranquiiiiilo... sshhh... sssshhh... A Xellos le llegará su hora... ssshhhh... como dice Filia en cierta ocasión "déjate llevaaaaaar...".
Linita-Gabriev, bueno... el tema de Filia y Xellos parece que está de moda... tú tranquila... ya les llegará "su hora" a ese par... jajajajajaja... (risa sádica).
En fin... Kanzaka es el creador de toda esta peña, y todo eso que se pone y que es obvio, porque si intentara plagiar, sería denunciada por ello... (me imagino...).
Bueno... sigamos con la historia.
*************
Sylpheel, a la que Martina apenas conocía, no pudo evitar abrazar fuertemente a Gaudy. No le había visto en, aproximadamente, cuatro años, y, aunque consciente de la relación que mantenían el rubio y la pelirroja, no pudo refrenarse al verle de nuevo y tan inesperadamente.
Reena, se puso visiblemente tensa al ver que la sacerdotisa "pasaba olímpicamente" de ella y como primer saludo, empezaba a sobar a Gaudy.
Si Zel hubiera tenido cejas, sin duda habría alzado una. Antes de que la hechicera pelirroja montara en cólera, Zel se acercó a la pareja formada por Sylpheel y Gaudy, de los cuales, el último, sólo hacía unos pocos segundos que se había dado cuenta de quién le abrazaba.
- Cuanto tiempo, Sylpheel.- saludó la quimera.
Sylpheel miró alrededor sobresaltada, como si no hubiera reparado antes en la presencia de los otros. Al cabo de un momento sonrió.
- Hola Zelgadis...
Acto seguido también abrazó a la quimera, pero la intensidad del abrazo y la alegría de la sacerdotisa, menguaron considerablemente.
Sylpheel abrazó también a Reena (que por cierto, seguía echando humo como una cafetera), y después se dirigió hacia el anciano mensajero y a Martina. Ésta última la saludó con desgana, mientras que el hombre, la miró afectuosamente.
- Hola de nuevo, guapa -dijo el anciano - ¿Tú también vas de camino a palacio?.
Todos se giraron para mirarla. Sylpheel asentía dulcemente con la cabeza.
- Entonces mejor que nos pongamos de nuevo en marcha- animó el abuelo-. No queda mucho.
- Eeeeehhh... ¿Y por qué vas a Saillune, Sylpheel? - preguntó con desaliño Gaudy. Sylpheel se sonrojó.
- Emmm... Bueno, verás, Gaudy, es que...
- Amelia te invitó a su boda ¿verdad? -la cortó Reena. Sylpheel, que no pareció molestarse por la interrupción, asintió la cabeza.
- Me hace tanta ilusión... - Sylpheel había juntado las manos y de los ojos le salían estrellitas y corazoncitos. Reena la miró con una gran gota cayéndole por la sien.
- Oig, sí. -afirmó Martina con la misma expresión en la cara que Sylpheel. -las bodas son tan bonitas... Siempre lloro en las bodas... Menos en la mía, claro...
- La verdad es que sí que es bonito que Amelia haya encontrado a alguien con quién... em... bueno... ¿cómo se dice eso? Se aven... arenga... amenga... - Gaudy no encontraba la palabra adecuada.
- ¿Avenga? -preguntó tímidamente Sylpheel.
- Sí, eso.- confirmó el espadachín.- Es una suerte para Amelia que haya encontrado una persona con la que se aveng... ¡¡¡AAAYYY!!!¡¡¡¿¿REENA POR QUE HAS HECHO ESO!!!??¡¡¡ME HAS HECHO DAÑO!!!
Reena le había propinado un codazo tan fuerte a Gaudy en el costado, que pronto le saldría un moratón. La pelirroja le habló a Gaudy en voz baja, y tanto Sylpheel como Martina se acercaron para escuchar lo que decía.
- No digas esas cosas delante de Zel.- al ver que Gaudy ponía cara de decir "no sé a qué te refieres" Reena le dijo todavía en voz baja - Mírale, idiota.
Zel andaba solo. Un poco por detrás de ellos y algo alejado. Tenía una mirada vacía y perdida, cómo si pensara en algo realmente triste. Los cuatro lo miraron tierna y compasivamente.
De repente, Zel salió de su letargo y, al notar que le estaban observando, les miró con cara de desconcierto total. Ahora Martina, Reena y Sylpheel, al contrario que Gaudy (que, por supuesto, no entendió para nada las insinuaciones de Reena), miraban hacia todos lados menos hacia dónde estaba él tarareando y silbando, lo cual era muuuuuuy sospechoso.
- Por cierto Sylpheel. ¿A qué te dedicas ahora? -preguntó animadamente Reena para cambiar de tema, antes de que Zelgadis reaccionara.
Sylpheel miró al suelo con tristeza.
- Entre yo y algunas gentes de pueblos vecinos, estamos intentando reconstruir Sairaag, aunque falta mucho para que la ciudad esté -Sylpheel soltó un pequeño sollozo que fue prácticamente imperceptible - como antes.
Reena lamentaba haber hecho esa pregunta.
- Pero bueno, ahora voy a la boda de Amelia, y me olvidaré de todo durante unos días - dijo animadamente la sacerdotisa. -¿Y qué habéis estado haciendo vosotros?
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
La ciudad de Saillune estaba exactamente igual a cómo la recordaban. Sólo cambiaba el hecho de que ahora estaba mucho más llena de gente que corría de aquí para allá, que ponía adornos, se subían a escaleras, pintaban paredes y lienzos, hacían flores de papel, etc.
En definitiva, en medio de ese caos, cada uno de los habitantes congregados para decorar la plaza central, al lado del castillo, estaba ocupado en alguna cosa.
Aún así, tuvieron que entrar en el interior del enorme castillo para averiguar que la persona que dirigía los preparativos no era ni mas ni menos que la princesa de Saillune, hija del heredero al trono. Amelia Wil Tesla Saillune.
Dijeron a un hombre, del tamaño de un armario y con cara de pocos amigos, que deseaban ver a la princesa. Éste iba a protestar, pero, demostrando con las cartas recibidas, que eran invitados a la boda, la actitud del hombre cambió, y fue a avisar a Amelia con una sonrisa de oreja a oreja, que le daba aspecto de un oso de peluche gigante.
Zel estaba nervioso. No sabía por qué, pero lo estaba. Sabía que en breve, vería a la princesa. Tal vez por eso estaba inquieto.
Pensó que la vería como a una princesa, no como a su amiga. Una princesa fuera de su alcance. Una mujer que no tendría nada que ver con la niña que él había conocido alguna vez. Esos pensamientos pronto le provocaron más nerviosismo y temor.
Debía notársele que estaba de los nervios, porque Reena le dijo al oído.
- Tranquilo, Zel, que estás temblando.
Zel asentía con la cabeza, pero eso le hizo ponerse al borde de la histeria. ¡¿Pero qué le pasaría a Amelia!?¿Estaría arreglándose? Tal vez se había vuelto más coqueta... ¿Se habría caído por las escaleras? No, aún mejor... ¿Se habría muerto de un infarto el novio, y se tendría que suspender la boda haciendo que sus posibilidades de estar juntos fueran más...? "Pe... Pero ¿¿¡¡En qué estoy pensando!!??" Zel agitó la cabeza, sin darse cuenta de que algo cambiaba a su alrededor.
- Zel... - le llamó una voz. Eso le sacó de quicio.
- ¡¡¡CÁLLATE!!!¡¡¡YA ESTOY BASTANTE NERVIOSO COMO PARA QUE...!!!
-Un respeto, oiga, que está usted hablando con la Princesa Real de Saillune- dijo el hombre-oso.
Zel abrió la boca, como para añadir algo a sus gritos, pero aunque hubiese querido decir cualquier otra palabra no hubiera podido... porque, y aunque parezca raro en él, se quedó con la mente en blanco.
Ante él se encontraba una mujer ataviada con un vestido rosa muy elegante, aunque incómodo, con unos profundos ojos azul oscuro que le miraban con perplejidad.
Amelia, había crecido bastante, ya no era una niña. Era incluso más alta que Reena (la cual no había cambiado demasiado), y sus oscuros cabellos le llegaban ahora por debajo de los hombros. Eso por no mencionar su figura, que, en la adolescencia ya era buena.
Puede que la imaginación de Zelgadis le estuviera traicionando, pero parecía como si un aura de luz blanca, rodeara a la princesa. Parecía como si Cephied hubiera enviado un mensajero... a quién Zelgadis había despreciado...
Amelia, aunque sorprendida, no pareció molesta en absoluto.
- Hola Zelgadis - dijo. Aunque su cuerpo correspondiera al de una mujer de su edad, la voz de la princesa seguía tan vital e infantil como hacía unos años.
Zel suspiró para sus adentros. Al fin y al cabo, no parecía haber cambiado tanto.
- Ho... hola... -fue lo único que pudo decir. Intentó añadir algo más -. ¿Cómo est...?
- ¡¡HOOOOLA AMELIA!! -Gritó Reena, abrazando fuertemente a su amiga, momento que aprovechó para guiñarle un ojo a Zelgadis.
- Reena... ¡¡Qué alegría verte!! Y a vosotros también... Gaudy... Sylpheel...
- ¿Y no te alegras de verme a mí?
- Emm... sí... claro... cómo me iba a OLVIDAR de ti, Martina...
La monarca frunció el ceño y se cruzó de brazos.
- Amelia... estamos muy contentos de que nos hayas invitado... - intervino Sylpheel.
- Gracias - y esta se sonrojó.
- Bueeeeno... - empezó Reena - ¿Y cuando nos vas a presentar al afortunado? Al menos será guapo ¿no?.
La princesa pareció desconcertada.
- A... ¿Afortunado? Será afortunada ¿no Reena? Y sí... es muy guapa...
Todos en el salón se quedaron en silencio, sin duda confusos por las palabras de Amelia.
- Ah... em... gu. ¿guapa? - Y Reena se apartó de Amelia cómo si tuviera la peste.
- Pe. ¿Pero que haces Reena? - Amelia estaba confundida por la reacción de sus amigos.
Zel tampoco salía de su asombro. Si las posibilidades de que la princesa se fijara en él antes ya eran remotas, ahora eran imposibles. Eso le desalentó bastante, pero aún estaba demasiado sorprendido como para sentirse triste.
- No sabía que se aceptaran las bodas entre dos mujeres en este reino... - dijo Martina como si eso fuera lo más natural del mundo.
- ¿Eh? Bueno sí, se aceptan -dijo la princesa, con lo cual, todos se alarmaron aún más. - Pero ¿qué tiene eso que ver con la boda de mi padre?.
- ¿¿¡¡LA BODA DE TU PADRE??!! - Reena, Sylpheel y Zel, estaban totalmente alarmados.
- Pe... ¿Pero no eras tú la que se casaba?- Preguntó incrédulo Zelgadis.
- ¿Qué? -Amelia le miró como si fuera un marciano (casi cómo lo que era) - ¿Cómo puedes decir eso, Zelgadis? ¡¡Creí que entenderías que yo no era la que se iba a casar!!.
Por suerte, Reena salvó a la pobre y desconcertada quimera.
- ¡¡Eh!! Espera, mona. No nos habríamos confundido si en la carta sólo hubieras puesto: "Os invito a la boda de mi padre".
Amelia se sonrojó.
- Es que no me dejaron poner otra cosa. La carta tenía que ser en un registro culto.- Se defendió.
Zel sintió ganas de decir "Culto no significa ambiguo", pero decidió dejar las cosas como estaban y no marear más la perdiz.
- Yo ya lo sabía- anunció Gaudy. Pero, a excepción de Sylpheel, nadie le escuchó. Estaban más pendientes de la batalla verbal entre Reena y Amelia.
Zel decidió dar punto y final a la discusión entre princesa y hechicera, pues habían venido para divertirse, y no le gustaba empezar con mal pié.
- ¿Con quién se va a casar tu padre?
La reacción de Amelia fue inmediata, se le pusieron estrellas y corazones en los ojos, mientras juntaba las manos. Al fin y al cabo, la princesa había cambiado físicamente, pero su mentalidad seguía siendo igual de infantil que antaño.
- Se llama Shelindy. Se conocieron en las fiestas populares... Ella le miró... Él también... Y el amor surgió a primera vista...
- ¡¡Qué romántico...!! - Martina y Sylpheel reaccionaban igual que Amelia, mientras a Zel y a Gaudy les caía una gota por la cabeza. Reena se masajeaba las sienes como si esa situación le causara dolor de cabeza.
- Bueno... -dijo Zelgadis para que las tres chicas dejaran de decir y hacer tonterías.- ¿A quién más has invitado?.
- ¡¡Todo el pueblo está invitado!! Amigos de mi padre, de mi futura madre... -cuando dijo esto lanzó un suspiro - Familiares, conocidos... Además de los reyes de diferentes reinos. Como iba a venir tanta gente, hice que me dejaran invitaros a vosotros también... - la princesa se encogió de hombros.
- ¿No invitaste a Filia?- Preguntó Reena, curiosa, ignorando el "¿Quién es esa?" de Martina y la cara de incomprensión de Sylpheel.
La alegría de Amelia pareció desvanecerse.
- Sí... a Filia y a Zeros también los invité.
- ¿¿¿¡¡¡A ZEROS!!!???- Zel, Reena y Martina gritaban como posesos.
- ¿¿ESTÁS LOCA, AMELIA??¿¿CÓMO SE TE OCURRE INVITARLOS A LOS DOS?? -Le chilló Reena en la cara.
- ¡¡A MI ME DA IGUAL QUE INVITE A FILIA, REENA!!¡¡A QUIÉN NO QUIERO VOLVER A VER ES A ESE ASQUEROSO SER!! - Señaló Zel.
- ¡¡¡MUY BIEN HECHO!!!- Dijo Martina, a lo cual todos la miraron con cara rara. - ¡¡¡ESE DEMONIO HA SECUESTRADO A MI QUERÍDO ZANGULUS, ASÍ LE PODRÉ OBLIGAR A QUE ME DIGA DÓNDE LO TIENE!!!.
Amelia puso cara de incomprensión, pero como todos le instaron a no hacer caso de la monarca, la princesa, recuperó su aspecto de tristeza, que se mezcló con una expresión de miedo en los ojos.
- No importa... creo... que ninguno de los dos va a venir.- Dijo Amelia.
No les sorprendió el hecho... sino el tono de voz de la princesa. Sonaba aterrado.
- ¿Y eso? - dijo Rena.
- Bueno... Filia envió de regreso al mensajero. Éste decía que no le había dicho los motivos, pero que debían de ser de peso, porque estaba llorando.
Reena y Zel se miraron. Algo grabe debía de estar ocurriendo para que Filia no pudiera venir, y para que estuviera llorando...
- ¿Y Zeros? - preguntó una entusiasmada Martina.
Amelia la miró con los ojos llenos de terror. La respiración de la princesa se tornó mas afanosa y, en cuestión de segundos, se puso blanca como el papel. La miraron extrañados. La princesa era valiente, y por lo general no se asustaba, ¿qué demonios ocurría allí?.
- ¿Qué pasa, Amelia? - preguntó la pelirroja hechicera con semblante preocupado.
- Bueno... -Amelia se esforzaba por hablar.- Envié un mensajero... a... bueno... ese sitio dónde vive él... el mensajero se encargaría de llegar allí, entregar la carta y volver con el mensaje si no podía venir... - la princesa tragó saliva.- Pero... bueno... será mejor que os lo enseñe -concluyó con un hilo de voz.
Se miraron entre sí con nerviosismo, mientras la princesa les guiaba hacia los establos. Tanto misterio les extrañaba. El hecho de que Filia no pudiese venir por motivos urgentes, era malo, pero que Zeros no asistiera para fastidiar, eso era peor... mucho peor... porque si éste estaba ocupado, significaba que algo se cocía en las profundidades de Wolf Pack Island... O al menos así lo veía Reena.
Martina, por su lado, estaba apesadumbrada. De nuevo, su intento por encontrar a su esposo había sido fallido y, aunque intentaba no deprimirse, poco a poco iba perdiendo la esperanza. Cuando encontró a Reena y Gaudy, se dijo que tal vez, Zeros pronto regresaría. Pero aunque se hubieran reencontrado los cinco miembros del grupo que contribuyeron a la destrucción de Fibrizo, Zeros no había aparecido, por lo tanto, la reina no podría jamás encontrar a su marido... o al menos eso era lo que pensaba.
Martina se dio cuenta de que entraban en las caballerizas. A pesar de la suciedad característica de los caballos, estaban completamente inmaculadas, exceptuando solo algún que otro excremento.
"Cuando llegue a Zoana, haré que los establos estén así de limpios" se dijo la reina.
Un criado alto y pelirrojo, llegó al encuentro de los invitados y la anfitriona.
- ¿Deseáis algo, princesa? -Dijo con una sonrisa en la boca que no era forzada en absoluto. A la legua se notaba que ese hombre disfrutaba haciendo su trabajo.
Amelia seguía pálida.
- Deseo enseñar a mis compañeros sobre el caballo del mensajero asesinado que vino ayer. - dijo ésta mientras un escalofrío recorría su espalda.
Todos miraron a Amelia con asombro. No había dicho nada sobre alguien asesinado. El rostro del criado se tensó, dando así muestras de incredulidad y de horror.
-¿Estáis... estáis segura? -dijo. Martina miró mal al hombre, que no era mucho mayor que ella. Estaba mal cuestionar a un monarca o, incluso a alguien de la familia real, incluso, había llegado a oídos de la reina, que en algunos reinos del exterior de la barrera, se ejecutaba a quién osaba poner en duda la autoridad de un Rey.
Aún así, Amelia no hizo caso de la osadía del criado. Se giró hacia ellos.
- Sería bueno que Sylpheel no viera esto...
- ¿Por qué? -Sylpheel estaba visiblemente molesta.
- Por que es muy... fuerte. - el criado contestó por la princesa. Martina casi se escandalizó con en atrevimiento, pero Amelia pareció no darse cuenta de ello.
- No importa. -dijo en voz muy alta Sylpheel -. Yo también tengo derecho a ver lo que quieres enseñarnos.
Amelia se puso mas nerviosa de lo que ya estaba. Se giró hacia el criado, e hizo un gesto de asentimiento. El hombre se quedó un momento quieto en el sitio, como si no quisiera obedecer, pero en seguida se giró y dijo con voz afectada "Síganme".
Al fondo de la caballeriza, había una puerta. Martina pensó que sería el lugar que se les asignaba a los caballos rebeldes o salvajes, que aún no estaban entrenados. Por primera vez le asaltó la duda sobre qué les esperaría ahí dentro y se preguntaba el porqué de tanto secreto.
Al parecer, el mensajero había sido asesinado. ¿Pero, cómo podía ser eso?¿Cómo podía haber llegado un mensajero si estaba muerto?. La imagen de un hombre con un cuchillo clavado en la espada a lomos de un corcel, cruzó su mente.
Se acercaban a paso lento. Parecía cómo si el criado quisiera demorarse. Martina sintió deseos de despedir a ese criado pero, claro está, no podría hacerlo, porque no era suyo.
Por fin, el criado llegó a la puerta, seguido por todo el grupo. Giró el pomo lentamente. El fuego de la curiosidad hacía que Martina se retorciera por ver qué había al otro lado. Por fin se abrió la puerta.
Martina iba última, intentó colarse por delante de Gaudy, pero éste, pasó primero empujando a la, ya malhumorada, reina de Zoana.
Por fin entró. La habitación era grande y oscura. No olía mal del todo, pero el aire tenía el fétido aroma de los caballos.
Le costó un poco adaptar sus ojos a la oscuridad. Miró el rostro de sus compañeros. Todos estaban lívidos, como si no creyeran lo que tenían ante sus ojos, y como si lo que había delante les atemorizara. Incluso Reena, tenía una expresión de horror.
La reina de Zoana giró sobre sus talones. Y no pudo evitar que el mismo horror que había en los rostros de sus compañeros, se reflejara también en el suyo.
Continuará.
*************
Emmmm... bueno, ¿cómo ha estado este? Quiero reviews. Muchos reviews... tantos que se me bloquee el ordenador... Bueno, tantos no, pero quiero muchos y variados (qué mandona).
En fin... El próximo día contamos con todos ustedes, señoras y señores, en El nuevo viaje. (Se me va la castaña...).
Besos como ballenatos para todos del ama de las bestias: Zelas Metallium.
Buenas, ¿cómo estamos?. Espero que vosotros bien.
Agradecimientos por dejar review a:
Suissei, por el review del chapi 2 y del anterior... Gracias... snif... eres la única que ha puesto su opinión sobre Reinaldo & co. Bueno, ahora en serio... gracias por tu apoyo.
Raven, hay que ver... mira, esta vez haré como Xellos y diré "eres libre de pensar lo que quieras, pero lo del lobo es un secreto". Oye... ¿dónde está escrito que la boda sea de conveniencia?¿eh?. Y por último... tranquiiiiilo... sshhh... sssshhh... A Xellos le llegará su hora... ssshhhh... como dice Filia en cierta ocasión "déjate llevaaaaaar...".
Linita-Gabriev, bueno... el tema de Filia y Xellos parece que está de moda... tú tranquila... ya les llegará "su hora" a ese par... jajajajajaja... (risa sádica).
En fin... Kanzaka es el creador de toda esta peña, y todo eso que se pone y que es obvio, porque si intentara plagiar, sería denunciada por ello... (me imagino...).
Bueno... sigamos con la historia.
*************
Sylpheel, a la que Martina apenas conocía, no pudo evitar abrazar fuertemente a Gaudy. No le había visto en, aproximadamente, cuatro años, y, aunque consciente de la relación que mantenían el rubio y la pelirroja, no pudo refrenarse al verle de nuevo y tan inesperadamente.
Reena, se puso visiblemente tensa al ver que la sacerdotisa "pasaba olímpicamente" de ella y como primer saludo, empezaba a sobar a Gaudy.
Si Zel hubiera tenido cejas, sin duda habría alzado una. Antes de que la hechicera pelirroja montara en cólera, Zel se acercó a la pareja formada por Sylpheel y Gaudy, de los cuales, el último, sólo hacía unos pocos segundos que se había dado cuenta de quién le abrazaba.
- Cuanto tiempo, Sylpheel.- saludó la quimera.
Sylpheel miró alrededor sobresaltada, como si no hubiera reparado antes en la presencia de los otros. Al cabo de un momento sonrió.
- Hola Zelgadis...
Acto seguido también abrazó a la quimera, pero la intensidad del abrazo y la alegría de la sacerdotisa, menguaron considerablemente.
Sylpheel abrazó también a Reena (que por cierto, seguía echando humo como una cafetera), y después se dirigió hacia el anciano mensajero y a Martina. Ésta última la saludó con desgana, mientras que el hombre, la miró afectuosamente.
- Hola de nuevo, guapa -dijo el anciano - ¿Tú también vas de camino a palacio?.
Todos se giraron para mirarla. Sylpheel asentía dulcemente con la cabeza.
- Entonces mejor que nos pongamos de nuevo en marcha- animó el abuelo-. No queda mucho.
- Eeeeehhh... ¿Y por qué vas a Saillune, Sylpheel? - preguntó con desaliño Gaudy. Sylpheel se sonrojó.
- Emmm... Bueno, verás, Gaudy, es que...
- Amelia te invitó a su boda ¿verdad? -la cortó Reena. Sylpheel, que no pareció molestarse por la interrupción, asintió la cabeza.
- Me hace tanta ilusión... - Sylpheel había juntado las manos y de los ojos le salían estrellitas y corazoncitos. Reena la miró con una gran gota cayéndole por la sien.
- Oig, sí. -afirmó Martina con la misma expresión en la cara que Sylpheel. -las bodas son tan bonitas... Siempre lloro en las bodas... Menos en la mía, claro...
- La verdad es que sí que es bonito que Amelia haya encontrado a alguien con quién... em... bueno... ¿cómo se dice eso? Se aven... arenga... amenga... - Gaudy no encontraba la palabra adecuada.
- ¿Avenga? -preguntó tímidamente Sylpheel.
- Sí, eso.- confirmó el espadachín.- Es una suerte para Amelia que haya encontrado una persona con la que se aveng... ¡¡¡AAAYYY!!!¡¡¡¿¿REENA POR QUE HAS HECHO ESO!!!??¡¡¡ME HAS HECHO DAÑO!!!
Reena le había propinado un codazo tan fuerte a Gaudy en el costado, que pronto le saldría un moratón. La pelirroja le habló a Gaudy en voz baja, y tanto Sylpheel como Martina se acercaron para escuchar lo que decía.
- No digas esas cosas delante de Zel.- al ver que Gaudy ponía cara de decir "no sé a qué te refieres" Reena le dijo todavía en voz baja - Mírale, idiota.
Zel andaba solo. Un poco por detrás de ellos y algo alejado. Tenía una mirada vacía y perdida, cómo si pensara en algo realmente triste. Los cuatro lo miraron tierna y compasivamente.
De repente, Zel salió de su letargo y, al notar que le estaban observando, les miró con cara de desconcierto total. Ahora Martina, Reena y Sylpheel, al contrario que Gaudy (que, por supuesto, no entendió para nada las insinuaciones de Reena), miraban hacia todos lados menos hacia dónde estaba él tarareando y silbando, lo cual era muuuuuuy sospechoso.
- Por cierto Sylpheel. ¿A qué te dedicas ahora? -preguntó animadamente Reena para cambiar de tema, antes de que Zelgadis reaccionara.
Sylpheel miró al suelo con tristeza.
- Entre yo y algunas gentes de pueblos vecinos, estamos intentando reconstruir Sairaag, aunque falta mucho para que la ciudad esté -Sylpheel soltó un pequeño sollozo que fue prácticamente imperceptible - como antes.
Reena lamentaba haber hecho esa pregunta.
- Pero bueno, ahora voy a la boda de Amelia, y me olvidaré de todo durante unos días - dijo animadamente la sacerdotisa. -¿Y qué habéis estado haciendo vosotros?
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
La ciudad de Saillune estaba exactamente igual a cómo la recordaban. Sólo cambiaba el hecho de que ahora estaba mucho más llena de gente que corría de aquí para allá, que ponía adornos, se subían a escaleras, pintaban paredes y lienzos, hacían flores de papel, etc.
En definitiva, en medio de ese caos, cada uno de los habitantes congregados para decorar la plaza central, al lado del castillo, estaba ocupado en alguna cosa.
Aún así, tuvieron que entrar en el interior del enorme castillo para averiguar que la persona que dirigía los preparativos no era ni mas ni menos que la princesa de Saillune, hija del heredero al trono. Amelia Wil Tesla Saillune.
Dijeron a un hombre, del tamaño de un armario y con cara de pocos amigos, que deseaban ver a la princesa. Éste iba a protestar, pero, demostrando con las cartas recibidas, que eran invitados a la boda, la actitud del hombre cambió, y fue a avisar a Amelia con una sonrisa de oreja a oreja, que le daba aspecto de un oso de peluche gigante.
Zel estaba nervioso. No sabía por qué, pero lo estaba. Sabía que en breve, vería a la princesa. Tal vez por eso estaba inquieto.
Pensó que la vería como a una princesa, no como a su amiga. Una princesa fuera de su alcance. Una mujer que no tendría nada que ver con la niña que él había conocido alguna vez. Esos pensamientos pronto le provocaron más nerviosismo y temor.
Debía notársele que estaba de los nervios, porque Reena le dijo al oído.
- Tranquilo, Zel, que estás temblando.
Zel asentía con la cabeza, pero eso le hizo ponerse al borde de la histeria. ¡¿Pero qué le pasaría a Amelia!?¿Estaría arreglándose? Tal vez se había vuelto más coqueta... ¿Se habría caído por las escaleras? No, aún mejor... ¿Se habría muerto de un infarto el novio, y se tendría que suspender la boda haciendo que sus posibilidades de estar juntos fueran más...? "Pe... Pero ¿¿¡¡En qué estoy pensando!!??" Zel agitó la cabeza, sin darse cuenta de que algo cambiaba a su alrededor.
- Zel... - le llamó una voz. Eso le sacó de quicio.
- ¡¡¡CÁLLATE!!!¡¡¡YA ESTOY BASTANTE NERVIOSO COMO PARA QUE...!!!
-Un respeto, oiga, que está usted hablando con la Princesa Real de Saillune- dijo el hombre-oso.
Zel abrió la boca, como para añadir algo a sus gritos, pero aunque hubiese querido decir cualquier otra palabra no hubiera podido... porque, y aunque parezca raro en él, se quedó con la mente en blanco.
Ante él se encontraba una mujer ataviada con un vestido rosa muy elegante, aunque incómodo, con unos profundos ojos azul oscuro que le miraban con perplejidad.
Amelia, había crecido bastante, ya no era una niña. Era incluso más alta que Reena (la cual no había cambiado demasiado), y sus oscuros cabellos le llegaban ahora por debajo de los hombros. Eso por no mencionar su figura, que, en la adolescencia ya era buena.
Puede que la imaginación de Zelgadis le estuviera traicionando, pero parecía como si un aura de luz blanca, rodeara a la princesa. Parecía como si Cephied hubiera enviado un mensajero... a quién Zelgadis había despreciado...
Amelia, aunque sorprendida, no pareció molesta en absoluto.
- Hola Zelgadis - dijo. Aunque su cuerpo correspondiera al de una mujer de su edad, la voz de la princesa seguía tan vital e infantil como hacía unos años.
Zel suspiró para sus adentros. Al fin y al cabo, no parecía haber cambiado tanto.
- Ho... hola... -fue lo único que pudo decir. Intentó añadir algo más -. ¿Cómo est...?
- ¡¡HOOOOLA AMELIA!! -Gritó Reena, abrazando fuertemente a su amiga, momento que aprovechó para guiñarle un ojo a Zelgadis.
- Reena... ¡¡Qué alegría verte!! Y a vosotros también... Gaudy... Sylpheel...
- ¿Y no te alegras de verme a mí?
- Emm... sí... claro... cómo me iba a OLVIDAR de ti, Martina...
La monarca frunció el ceño y se cruzó de brazos.
- Amelia... estamos muy contentos de que nos hayas invitado... - intervino Sylpheel.
- Gracias - y esta se sonrojó.
- Bueeeeno... - empezó Reena - ¿Y cuando nos vas a presentar al afortunado? Al menos será guapo ¿no?.
La princesa pareció desconcertada.
- A... ¿Afortunado? Será afortunada ¿no Reena? Y sí... es muy guapa...
Todos en el salón se quedaron en silencio, sin duda confusos por las palabras de Amelia.
- Ah... em... gu. ¿guapa? - Y Reena se apartó de Amelia cómo si tuviera la peste.
- Pe. ¿Pero que haces Reena? - Amelia estaba confundida por la reacción de sus amigos.
Zel tampoco salía de su asombro. Si las posibilidades de que la princesa se fijara en él antes ya eran remotas, ahora eran imposibles. Eso le desalentó bastante, pero aún estaba demasiado sorprendido como para sentirse triste.
- No sabía que se aceptaran las bodas entre dos mujeres en este reino... - dijo Martina como si eso fuera lo más natural del mundo.
- ¿Eh? Bueno sí, se aceptan -dijo la princesa, con lo cual, todos se alarmaron aún más. - Pero ¿qué tiene eso que ver con la boda de mi padre?.
- ¿¿¡¡LA BODA DE TU PADRE??!! - Reena, Sylpheel y Zel, estaban totalmente alarmados.
- Pe... ¿Pero no eras tú la que se casaba?- Preguntó incrédulo Zelgadis.
- ¿Qué? -Amelia le miró como si fuera un marciano (casi cómo lo que era) - ¿Cómo puedes decir eso, Zelgadis? ¡¡Creí que entenderías que yo no era la que se iba a casar!!.
Por suerte, Reena salvó a la pobre y desconcertada quimera.
- ¡¡Eh!! Espera, mona. No nos habríamos confundido si en la carta sólo hubieras puesto: "Os invito a la boda de mi padre".
Amelia se sonrojó.
- Es que no me dejaron poner otra cosa. La carta tenía que ser en un registro culto.- Se defendió.
Zel sintió ganas de decir "Culto no significa ambiguo", pero decidió dejar las cosas como estaban y no marear más la perdiz.
- Yo ya lo sabía- anunció Gaudy. Pero, a excepción de Sylpheel, nadie le escuchó. Estaban más pendientes de la batalla verbal entre Reena y Amelia.
Zel decidió dar punto y final a la discusión entre princesa y hechicera, pues habían venido para divertirse, y no le gustaba empezar con mal pié.
- ¿Con quién se va a casar tu padre?
La reacción de Amelia fue inmediata, se le pusieron estrellas y corazones en los ojos, mientras juntaba las manos. Al fin y al cabo, la princesa había cambiado físicamente, pero su mentalidad seguía siendo igual de infantil que antaño.
- Se llama Shelindy. Se conocieron en las fiestas populares... Ella le miró... Él también... Y el amor surgió a primera vista...
- ¡¡Qué romántico...!! - Martina y Sylpheel reaccionaban igual que Amelia, mientras a Zel y a Gaudy les caía una gota por la cabeza. Reena se masajeaba las sienes como si esa situación le causara dolor de cabeza.
- Bueno... -dijo Zelgadis para que las tres chicas dejaran de decir y hacer tonterías.- ¿A quién más has invitado?.
- ¡¡Todo el pueblo está invitado!! Amigos de mi padre, de mi futura madre... -cuando dijo esto lanzó un suspiro - Familiares, conocidos... Además de los reyes de diferentes reinos. Como iba a venir tanta gente, hice que me dejaran invitaros a vosotros también... - la princesa se encogió de hombros.
- ¿No invitaste a Filia?- Preguntó Reena, curiosa, ignorando el "¿Quién es esa?" de Martina y la cara de incomprensión de Sylpheel.
La alegría de Amelia pareció desvanecerse.
- Sí... a Filia y a Zeros también los invité.
- ¿¿¿¡¡¡A ZEROS!!!???- Zel, Reena y Martina gritaban como posesos.
- ¿¿ESTÁS LOCA, AMELIA??¿¿CÓMO SE TE OCURRE INVITARLOS A LOS DOS?? -Le chilló Reena en la cara.
- ¡¡A MI ME DA IGUAL QUE INVITE A FILIA, REENA!!¡¡A QUIÉN NO QUIERO VOLVER A VER ES A ESE ASQUEROSO SER!! - Señaló Zel.
- ¡¡¡MUY BIEN HECHO!!!- Dijo Martina, a lo cual todos la miraron con cara rara. - ¡¡¡ESE DEMONIO HA SECUESTRADO A MI QUERÍDO ZANGULUS, ASÍ LE PODRÉ OBLIGAR A QUE ME DIGA DÓNDE LO TIENE!!!.
Amelia puso cara de incomprensión, pero como todos le instaron a no hacer caso de la monarca, la princesa, recuperó su aspecto de tristeza, que se mezcló con una expresión de miedo en los ojos.
- No importa... creo... que ninguno de los dos va a venir.- Dijo Amelia.
No les sorprendió el hecho... sino el tono de voz de la princesa. Sonaba aterrado.
- ¿Y eso? - dijo Rena.
- Bueno... Filia envió de regreso al mensajero. Éste decía que no le había dicho los motivos, pero que debían de ser de peso, porque estaba llorando.
Reena y Zel se miraron. Algo grabe debía de estar ocurriendo para que Filia no pudiera venir, y para que estuviera llorando...
- ¿Y Zeros? - preguntó una entusiasmada Martina.
Amelia la miró con los ojos llenos de terror. La respiración de la princesa se tornó mas afanosa y, en cuestión de segundos, se puso blanca como el papel. La miraron extrañados. La princesa era valiente, y por lo general no se asustaba, ¿qué demonios ocurría allí?.
- ¿Qué pasa, Amelia? - preguntó la pelirroja hechicera con semblante preocupado.
- Bueno... -Amelia se esforzaba por hablar.- Envié un mensajero... a... bueno... ese sitio dónde vive él... el mensajero se encargaría de llegar allí, entregar la carta y volver con el mensaje si no podía venir... - la princesa tragó saliva.- Pero... bueno... será mejor que os lo enseñe -concluyó con un hilo de voz.
Se miraron entre sí con nerviosismo, mientras la princesa les guiaba hacia los establos. Tanto misterio les extrañaba. El hecho de que Filia no pudiese venir por motivos urgentes, era malo, pero que Zeros no asistiera para fastidiar, eso era peor... mucho peor... porque si éste estaba ocupado, significaba que algo se cocía en las profundidades de Wolf Pack Island... O al menos así lo veía Reena.
Martina, por su lado, estaba apesadumbrada. De nuevo, su intento por encontrar a su esposo había sido fallido y, aunque intentaba no deprimirse, poco a poco iba perdiendo la esperanza. Cuando encontró a Reena y Gaudy, se dijo que tal vez, Zeros pronto regresaría. Pero aunque se hubieran reencontrado los cinco miembros del grupo que contribuyeron a la destrucción de Fibrizo, Zeros no había aparecido, por lo tanto, la reina no podría jamás encontrar a su marido... o al menos eso era lo que pensaba.
Martina se dio cuenta de que entraban en las caballerizas. A pesar de la suciedad característica de los caballos, estaban completamente inmaculadas, exceptuando solo algún que otro excremento.
"Cuando llegue a Zoana, haré que los establos estén así de limpios" se dijo la reina.
Un criado alto y pelirrojo, llegó al encuentro de los invitados y la anfitriona.
- ¿Deseáis algo, princesa? -Dijo con una sonrisa en la boca que no era forzada en absoluto. A la legua se notaba que ese hombre disfrutaba haciendo su trabajo.
Amelia seguía pálida.
- Deseo enseñar a mis compañeros sobre el caballo del mensajero asesinado que vino ayer. - dijo ésta mientras un escalofrío recorría su espalda.
Todos miraron a Amelia con asombro. No había dicho nada sobre alguien asesinado. El rostro del criado se tensó, dando así muestras de incredulidad y de horror.
-¿Estáis... estáis segura? -dijo. Martina miró mal al hombre, que no era mucho mayor que ella. Estaba mal cuestionar a un monarca o, incluso a alguien de la familia real, incluso, había llegado a oídos de la reina, que en algunos reinos del exterior de la barrera, se ejecutaba a quién osaba poner en duda la autoridad de un Rey.
Aún así, Amelia no hizo caso de la osadía del criado. Se giró hacia ellos.
- Sería bueno que Sylpheel no viera esto...
- ¿Por qué? -Sylpheel estaba visiblemente molesta.
- Por que es muy... fuerte. - el criado contestó por la princesa. Martina casi se escandalizó con en atrevimiento, pero Amelia pareció no darse cuenta de ello.
- No importa. -dijo en voz muy alta Sylpheel -. Yo también tengo derecho a ver lo que quieres enseñarnos.
Amelia se puso mas nerviosa de lo que ya estaba. Se giró hacia el criado, e hizo un gesto de asentimiento. El hombre se quedó un momento quieto en el sitio, como si no quisiera obedecer, pero en seguida se giró y dijo con voz afectada "Síganme".
Al fondo de la caballeriza, había una puerta. Martina pensó que sería el lugar que se les asignaba a los caballos rebeldes o salvajes, que aún no estaban entrenados. Por primera vez le asaltó la duda sobre qué les esperaría ahí dentro y se preguntaba el porqué de tanto secreto.
Al parecer, el mensajero había sido asesinado. ¿Pero, cómo podía ser eso?¿Cómo podía haber llegado un mensajero si estaba muerto?. La imagen de un hombre con un cuchillo clavado en la espada a lomos de un corcel, cruzó su mente.
Se acercaban a paso lento. Parecía cómo si el criado quisiera demorarse. Martina sintió deseos de despedir a ese criado pero, claro está, no podría hacerlo, porque no era suyo.
Por fin, el criado llegó a la puerta, seguido por todo el grupo. Giró el pomo lentamente. El fuego de la curiosidad hacía que Martina se retorciera por ver qué había al otro lado. Por fin se abrió la puerta.
Martina iba última, intentó colarse por delante de Gaudy, pero éste, pasó primero empujando a la, ya malhumorada, reina de Zoana.
Por fin entró. La habitación era grande y oscura. No olía mal del todo, pero el aire tenía el fétido aroma de los caballos.
Le costó un poco adaptar sus ojos a la oscuridad. Miró el rostro de sus compañeros. Todos estaban lívidos, como si no creyeran lo que tenían ante sus ojos, y como si lo que había delante les atemorizara. Incluso Reena, tenía una expresión de horror.
La reina de Zoana giró sobre sus talones. Y no pudo evitar que el mismo horror que había en los rostros de sus compañeros, se reflejara también en el suyo.
Continuará.
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Emmmm... bueno, ¿cómo ha estado este? Quiero reviews. Muchos reviews... tantos que se me bloquee el ordenador... Bueno, tantos no, pero quiero muchos y variados (qué mandona).
En fin... El próximo día contamos con todos ustedes, señoras y señores, en El nuevo viaje. (Se me va la castaña...).
Besos como ballenatos para todos del ama de las bestias: Zelas Metallium.
