Ohayo.
Bueno, vamos a lo de siempre...
Agradecimientos a:
Linita Gabriev: Bueno, lo de "esperar al próximo capítulo" ya es típico en este fic, pero me alegro que te guste. Asiaaaas... ^^
Raven: ¡¡Hombre!!¡Por fin das señales de vida! Bueno... a ver... cuando hay que ponerse seria, me pongo seria. Una escena de humor en un enfrentamiento bélico no queda muy bien (o al menos a mi no me gusta). Pero no desesperes, pronto vendrá un poco de cachondeo y nos podremos relajar... :P Thank you.
En fin... Muchos besitos para los demás, que no se dónde se han metido ~.~U
Kanzaka y la demás peña menos Téride, que es "de mi propia propiedad".
Ya... ya os dejo leer...
*************
El asombro se apoderó, no solo de Luna, sino de todos los presentes, pues no podían creer lo que estaban viendo.
La espada de Luna rebotó con fuerza y después se desprendió de la mano de la asombrada atacante para caer en el suelo.
- Filia... ¿Qué haces?- atinó a decir la Caballero de Cephied.
Filia se había interpuesto entre Zeros y Luna. Se encontraba de rodillas dándole la espalda a Zeros y con los brazos extendidos hacia los lados, como si quisiera hacerle de escudo.
- Filia... – oyó Luna que decía Téride mientras emergía de la multitud en su forma humanoide.
La Caballero de Cephied recogió la espada que había caído momentos antes de sus manos. La mirada de la hermana mayor de Reena pasó de Téride a Filia y, por último se posó en Zeros que lucía una sonrisa diabólica y confiada.
- ¿Qué demonios está pasando aquí?- dijo Luna con enfado.
Filia no respondió. Lo único que hizo fue sollozar y las lágrimas empezaron a surcar las rosadas mejillas de la dragona.
- No le mates... Luna... por favor... – rogaba Filia entre sollozos.
- ¿Qué?¿Por qué?- preguntó Luna bruscamente.
- Es el único que sabe dónde está mi hijo...- respondió la dragona.
Luna se quedó pensativa un momento y miró a Zeros. El demonio no se había movido del sitio, simplemente observaba la escena con expresión de estárselo pasando en grande. Solo entonces Luna se dio cuenta de la extraña estratagema de Zeros.
Zeros había secuestrado a Val por dos motivos muy simples: Para que Filia buscara a Reena (aunque aún no sabía qué pintaba su hermana en todo esto), y para tener garantías de que no iba a sufrir daños, pues él es el único que Filia conocía que sabía dónde estaba Val. Sin Zeros, Filia podía tardar siglos en saber dónde estaba su hijo.
Esta garantía de que Filia le protegería no era muy segura, pero llevarla a cabo había valido la pena... y además esto estaba siendo muy divertido para Zeros.
De todos modos, algo no acababa de encajar en la mente de Luna. Tanto alboroto con Val, para que luego la razón sea tan simple... No le convencía.
Luna dejó sus pensamientos a un lado y miró a Zeros con desprecio.
- ¿Cómo te atreves a jugar así con la gente?- le espetó Luna.
Zeros se encogió de hombros.
- Soy un demonio.- contestó.
- Zeros- dijo Filia girándose y mirando al demonio a los ojos.- dime dónde está mi hijo...
- Vaya, vaya Filia... ¿Quién iba a decir que me acabarías suplicando algún día por Valgarv? Hay que ver cómo es la vida ¿verdad?. Aunque no has sido muy cortés... tendrás que pedírmelo por favor... ¿no Filia?.- dijo Zeros burlón mientras miraba a los demonios que estaban observando. Estos empezaron a gritar y a cacarear.
Filia miró a Téride que no salía de su asombro. El dragón negaba lentamente con la cabeza y otra lágrima surcó el rostro de Filia.
La dragona miró a Zeros que le dirigía una mirada maliciosa.
- ¿Qué estás dispuesta a hacer por Val?- dijo Zeros en voz tan baja que sólo la pudo escuchar ella.
Filia bajó la vista, y después de un corto periodo de tiempo, hizo una reverencia delante de Zeros.
- Zeros... Te lo ruego... Dímelo... Por favor... ¿Dónde está Val?
Téride abrió mucho los ojos. ¡Filia le estaba rogando a un demonio!¡Y no a uno cualquiera! Estaba rogándole a Zeros, el ser más ruin que un dragón dorado hubiera conocido. Además, Téride sabía que Filia odiaba a Zeros.
"Esto es culpa mía..." pensó. Si no le hubiera ocultado a Filia lo que sabía... Si no hubiese sido tan cobarde... Debía intervenir. No solo no soportaba que Filia lo estuviera pasando mal, sino que odiaba que tuviera que rogarle a Zeros, precisamente.
- ¿Dónde está mi hijo?- gritó Filia implorante.
- Bueno, la dragona iba a replicar mientras lloraba desesperadamente, y Luna iba a amenazar a Zeros con darle muerte, oyeron la voz de Téride.
- ¡¡Filia!!¡¡Yo te lo diré!!
La dragón dorado le miró entre asombrada, desesperada e incrédula.
- Filia, lo siento mucho... No te he dicho nada porque... verás es que... es muy largo y... tenía miedo porque, bueno... ya sabes... es difícil de explicar porque...
A todos los presentes les cayeron unas gotas de sudor enormes mientras miraban al dragón dorado.
- ¿Sabes dónde está Val?- dijo Filia casi gritando.
- ¿Eh? No... ¡¡Digo, sí!! Es que... Filia, no te enfades conmigo...- dijo Téride con cara de no haber roto un plato.
- ¿Qué?¿Por qué me tendría que enfadar contigo?¡Si me lo dices te lo agradeceré de todo corazón!¡Por favor, Téride!¡Si sabes algo, dímelo!
Téride asintió con la cabeza, pero cuando abrió la boca para hablar un gran dragón dorado se interpuso entre Filia y él.
El dragón no era otro que Milgazia.
- ¡¡NO!!¡Téride, no lo hagas! Si lo dices...
- ¿¡QUÉ PASARA SI LO DIGO?!¡¿EH?!¿Qué me matará ése?- gritó Téride señalando a Zeros que murmuró "Ese..." mientras fruncía el ceño (y se le marcaba la vena de la sien).- ¡¡Pero si ni siquiera puede moverse!!
Milgazia miró a Zeros que parecía estárselo pasando en grande con todo aquello.
- ¡Oh!¿Qué pasa tío?¿Es que tienes miedo de que nos ataque?¡¡No importa!!¡Si le decimos a Filia dónde está Val, Luna lo matará y ya no habrá de qué preocuparse!¿O es que no es eso?¿Eh?
- ¡Téride, por favor, no saques las cosas de quicio!- dijo Milgazia molesto.
- Me encantan las peleas familiares.- dijo Zeros a Filia que estaba atónita y desorientada por esa discusión.
- ¡¡NO SACO LAS COSAS DE QUICIO!!¡¡Siempre me has tratado como un... un imbécil!!¡Yo también me doy cuenta de las cosas!¿Sabes?¡¡Y no soy el único!!- gritó Téride señalando a otros dragones dorados.
- ¡Está bien, Téride, tranquilízate!- dijo Milgazia.
El dragón miró a su tío con desprecio y después sus ojos se cruzaron con los de Filia. Luna, que había estado mirando la escena sin comprender nada, miró a Zeros. El demonio sonreía anchamente y su expresión era maligna. Era como si estuviera esperando que Téride le dijera a Filia dónde retenía a Val.
- Filia... Tu hijo está en l...- el dragón detuvo su confesión y su mirada se perdió. Luego miró a Zeros asombrado y éste cerró los ojos en una bobalicona e inocente expresión.
- Adios.- se despidió el demonio.
De repente y sin previo aviso, hubo una explosión. Pero no hubo humo ni arena, ni onda expansiva. Ni siquiera pareció una explosión, pues el ruido que oyeron había sido parecido al que hace la carne cuando cae al suelo.
Filia vio con horror que trozos de carne y sangre caían sobre ella y manchaban sus blancos ropajes. Miró al lugar dónde momentos antes había estado Téride y descubrió con pavor que ya no había nada, lo cual significaba, que lo que había explotado era...
La mente de Filia se puso en blanco y ya no fue consciente de lo que pasaba a su alrededor.
Todos estaban confusos y nadie le prestaba atención, así que Zeros hizo el mas grande de los esfuerzos y, teletransportándose, recuperó el bastón y la capa.
Luna quiso darle una estocada, pero, tal como había hecho en otra ocasión, Zeros se puso detrás de Filia y puso el bastón en cuello de la dragona.
- ¡¡Eres un maldito...!!- dijo Luna en voz alta, pues lo que seguía a maldito, lo había dicho entre dientes y tan bajito que ni siquiera Zeros pudo entender lo que decía.
De repente, de no se sabe dónde, se oyó una voz atronadora que gritaba.
- ¿¿ZEEEEEROS DONDE ESTAAAAS??¡¡TE VOY A DAR TU MERECIDO!!
La voz hubiera podido intimidar un poco al demonio... Si no hubiese sido tan chillona y con un acento tan particular de las clases elevadas. Así que, mas que asustarlo, la voz le dejó sordo de remate.
Los dragones y demonios que habían oído esa voz se giraron para ver a Martina corriendo y sujetando el escudo de Zomelster delante suyo.
-¡¡TE VAS A ENTERAR!!- gritó de nuevo Martina.
Cuando la monarca se encontraba sólo a uno (o dos) metros de Zeros, tropezó con una piedra y cayó al suelo estrepitosamente, lo que hizo que a todos les cayera una gran gota de sudor por la sien.
- La que faltaba... – dijo Luna con cara de circunstancias.
La Reina de Zoana se levantó con una gran agilidad y puso el escudo de Zomelster prácticamente en la nariz de Zeros.
- ¡¡ZEROS!!- gritó la reina.
- Hola Martina- saludó el demonio como si fuera el ser más inocente del mundo.
- ¡¡NO ME SALUDES COMO SI NADA!!¡¡VAS A PAGAR POR TODO LO QUE HAS HECHO!!- dijo Martina mientras la última palabra hacía eco en las montañas mas próximas.
Todos estaban impresionados por la tronante voz de Martina. Y durante unos minutos estuvieron callados hasta que Luna habló.
- Ma... Martina... Dame eso... – dijo señalando al escudo de Zomelster. La Caballero de Cephied parecía, mas que sorprendida, atónita.
- ¿EH?¿POR QUE?- dijo Martina. Pero de nuevo la voz de la reina retumbó por todos lados.
- Tú solo dámelo.- pidió la hermana de Reena.
De repente Zeros pareció entender algo y arrebató el escudo de manos de Martina.
- Adioooos... Nos volveremos a ver, Luna Inverse.- sonrió el demonio. Acto seguido, pasó al plano astral.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
-¡¡¡Eso era mío!!!- repetía indignada Martina mientras Luna se masajeaba las sienes frenéticamente.
- ¡¡No tiene derecho a robar una cosa!!¡¡Y MENOS A UNA REINA!! ¡¡Esto clama VENGANZA!!- continuaba Martina.
- Si me lo hubieras dado... – dijo Luna de mal humor.
- ¡¡No tengo por que darlo!!¡¡Y menos que me lo roben!!¡¡¡ESTO ES UN ULTRAJE!!!- seguía Martina.
- Idflkhgñdkb... ¿Te vas a callar de una vez?- preguntó Luna malhumorada pero sin perder los estribos.
Anochecía ya sobre el pequeño campamento de los Dragones Dorados. La actividad frenética de ir curando a los heridos casi había finalizado y, si esto seguía, tendrían que meter a Sylpheel en un psiquiátrico.
La sacerdotisa podía hacer muchas cosas y había curado a mucha gente, pero no podía evitar que algunos de los dragones que llegaban se le murieran entre los brazos, cosa que provocaba un desgaste psicológico importante.
Amelia estaba recuperada, y Reena y Gaudy pronto estarían mejor, pero de momento tenían que descansar.
El cielo estaba muy hermoso, pero también muy salvaje. El rojo atardecer reflejaba lo que en la tierra se llevaba a cabo. Los tonos lilas y oscuros estaban mas presentes que otras veces y el color dorado que solía rodear al Sol brillaba por su ausencia.
No obstante, entremedio de tan salvajes y agresivos colores, se filtraba un color rosado que hacía pensar en los campos de flores en primavera.
- Martina... ¿Porqué no estabas con Sylpheel?- preguntó de repente Luna mirando a la reina con suspicacia.
- Eeeemmm... es que... Quería buscar a mi marido... – admitió tímidamente la monarca.
Luna la miró de reojo mientras una gota le caía por la sien.
- ¿Entonces has estado mirándolo todo desde los lindes del bosque?
- Sí. Todo.- dijo Martina.
Luna permaneció un rato en silencio, con las piernas pegadas al pecho y poniendo la barbilla encima de las rodillas.
- ¿Sabes qué era eso que tenías?- preguntó al fin la Caballero de Cephied.
- ¿El qué?- preguntó la Reina tontamente.
- ¡¿Qué va a ser?!¡¡El escudo que te ha quitado Zeros!!
- Aaaaahhh... Ya no me acordaba... ¡¡Maldito Zeros!!
A Luna le cayó otra gran gota por la sien (más gorda que la anterior).
- Hace mucho tiempo- empezó la Caballero de Cephied- existían ciertos objetos que servían para aumentar los poderes mágicos de quien los poseía. Como por ejemplo, los Demon Blood que lleva ahora mi hermana.
- ¡A sí!¡Esas cosas que le compró a Zeros!- recordó Martina.
Luna la miró como si fuera un bicho raro mientras le caía una nueva gran gota de sudor por la cabeza.
- ¿Q... Que se los compró...?
- Sí, yo le ofrecí dinero también, pero al final se los dio a ella.- dijo Martina con rabia.- Siempre he pensado que entre Reena y ese demonio hay algo raro.
Luna no daba crédito a lo que oía.
-Bu- bueno, bueno... los asuntos de mi hermana son cosa suya... Ya se arreglará. – dijo al fin. – Bien, pues, lo que quería decirte es que eso que tenías era un amplificador, pero no solo de poderes, sino también de voz. Incluso puede que se pueda utilizar también como una especie de canalizador de poder...
Martina miraba a Luna con cara de no entender ni jota.
- Déjalo- dijo la Caballero de Cephied con una nueva gota de sudor- Ahora sí que realmente estamos perdidos. Si Zeros o alguno de los otros fantoches utiliza eso... No quiero ni imaginar qué pasaría.
La Caballero de Cephied se quedó un rato mirando el cielo y, tal vez de puro cansancio, empezó a cabecear y casi se queda dormida.
- Estoy cansada... Ha sido un día muy duro ¿no crees?- preguntó Luna... Pero no obtuvo respuesta.
Miró hacia dónde hacía cinco minutos estaba Martina, pero ésta había desaparecido.
- ¿Martina?- llamó la hermana de Reena. Pero no había ni rastro de la reina. - ¡¡MARTINA!!
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Milgazia paseaba lentamente por entre los sacos de arroz y otros alimentos, perdido en sus recuerdos, en los tristes pensamientos de una vida larga y dolorosa, llena de horrores y de sufrimientos.
Todo en la mente del dragón era oscuridad, un vacío inmenso que no podría de nuevo llenar. Una pérdida que nunca podría suplantar, un horror que se volvía a repetir.
Ya había perdido antes un hijo, una familia... Y ahora tenía que volver a pasar por el mismo trago.
Téride era lo único vivo en su memoria de lo que había sido un hogar, un lugar sin peligros dónde podía saltar, correr, reír, volar... sin riesgo a que alguien viniera y le cortara las alas. Y ese recuerdo que vivía cada vez que miraba a su sobrino, se había esfumado para siempre.
Sus pasos lo llevaron, para su sorpresa, a un recodo apartado del campamento desde dónde se podía ver una gran explanada y un cielo agresivo y luminoso.
El color rojizo del cielo se reflejaba en los dorados cabellos de la joven que estaba sentada observando el infinito y le daban a su pelo un tono rosado de infinita belleza y extrañamente mágico.
Milgazia se acercó lentamente hacia Filia.
- ¿Puedo sentarme?- preguntó con la voz un poco ronca de no haber hablado en mucho rato.
La dragona pareció sobresaltarse un poco y le miró con aire cansino. Tenía los ojos rojos de llorar y los surcos de unas ojeras se marcaban en el impoluto rostro de la joven dragona.
Filia asintió con la cabeza e hizo un gesto de invitación para que Milgazia se sentara a su lado.
Ambos estuvieron un buen rato mirando al horizonte. El dragón estaba más convencido que nunca de que el firmamento reflejaba lo que ocurría en su propio mundo.
- Lo siento mucho- dijo Milgazia.
- Yo también lo siento.- admitió Filia.
- Ha sido por mi culpa.- dijo de nuevo el dragón.- Debí explicarle que estábamos bajo una especie de maldición impuesta por Zeros para mantenernos en silencio.
Filia lo miró tristemente.
- No es tu culpa. No sabías nada.- dijo con voz ronca.
- Podía haberle advertido.- se lamentó Milgazia.
Filia no habló esta vez. Simplemente se quedó mirando ese cielo de sangre roja y de oscuras nubes.
- Milgazia.- llamó al fin.
-Dime.
- ¿Es verdad que...? Bueno... ¿Qué tu hijo y tu esposa murieron?.- preguntó Filia tímidamente.
- Sí.- Asintió el dragón extrañado.- ¿Quién te lo ha contado?.
- Me lo dijo Téride una vez.- contestó Filia.
Milgazia suspiró.
- Estabas enamorada de él ¿verdad?
Por toda respuesta, Filia rodeó las piernas con los brazos y hundió el mentón en las rodillas. Una lágrima empezó a surcar su mejilla.
- Sé lo que es perder a todos los que quieres. Téride es lo único que me quedaba... Y sé que a ti también. Pero no puedo decirte dónde está tu hijo.
Filia lo miró con esos ojos de color zafiro llenos de lágrimas.
- Lo se... – dijo la dragona.- Pero no te culpes... El único que tiene la culpa es Zeros.
Milgazia asintió con la cabeza. Eso era cierto. Todo esto era culpa de Zeros. Ese maldito demonio. El rostro que le perseguía en sueños, inmutable y falsamente plácido, volvía a aparecer como un fantasma para robarle lo único que le quedaba.
Miró de nuevo a Filia, que estaba de nuevo sumida en su propio dolor. Y se dio cuenta con sorpresa de que, a pesar de lo que creía, ahora no estaba solo.
- Filia.- llamó. La dragona giró su dulce rostro hacia él.- Cuando todo esto acabe ¿vendréis Val y tú a verme algún día?
La dragona abrió mucho los ojos y, entendiendo la soledad de Milgazia, sonrió tiernamente y lo miró con afecto.
- Por supuesto.- aceptó.
Y así, como si fueran padre e hija se quedaron juntos contemplando ése extraño atardecer recordando a los que ya no verían nunca más, y que se quedarían flotando para siempre, en el pequeño recodo de los sueños.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Cuando Luna encontró a Martina, ésta estaba detrás de unos sacos de arroz y otros víveres, le caían ríos de lágrimas por las mejillas y tenía los ojos redondos totalmente y llenos de brillitos.
Al acercarse, la Caballero de Cephied percibió que cerca del escondrijo de Martina estaban sentados Milgazia y Filia, así que sospechó que Martina había estado escuchando "clandestinamente" lo que decían.
- ¿Ya estás espiando otra vez?- preguntó en voz muy alta para que Milgazia y Filia se dieran cuenta.
Los dos dragones se giraron sorprendidos y Martina empezó a llorar de tal manera que parecía una fuente.
-BBBUUUAAAAAAAHHH... ¡¡QUE TRIIIISTEEEEE!!¡¡¡BUUUUAAAAAAHHH!!!
Luna la observaba con la vena de la sien marcada y Filia y Milgazia la miraban por encima de los sacos con una gota de sudor en la nuca.
- Martina... ¿Desde cuando estás aquí?- preguntó Filia atónita.
- Desde que este señor ha venido... Buuuuuhhh...- lloraba la reina.
- ¿Nos ha estado espiando?- preguntó Milgazia atónito.
- Sí... Y también la pillé espiando a Filia ayer por la noche, cuando estaba sentada al lado de Téride.
Que Luna terminara ésta frase y que Filia se pusiera como un tomate fue todo uno.
- Y también os oí a ti y a Gaudy cuando le diste la espada.- admitió Martina.
- ¿Qué?- dijo atónita Luna.
- Es que no podía dormir...- se excusó la reina.
De repente a Luna se le encendió una luz en el cerebro que le dio una genial idea.
- Claro... – pensó en voz alta.- cómo no había caído antes...
- ¿En qué no habías caído antes?- preguntó Filia.
- Tengo la solución para recuperar el amplificador de poderes que Zeros le ha robado a Martina.- anunció la Caballero de Cephied.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
La media noche caía sobre el oscuro bosque. La luna llena se dejaba ver entre el espeso follaje y de vez en cuando podía oír el aullido de algún lobo que merodeaba por allí cerca.
Además, las ramas crujían debajo de sus pies y la luz de la luna llena bajo los árboles era tan tenue que no sabía por dónde iba.
Las plantas y arbustos se enganchaban en la capa, lo cual le costaba un susto de muerte y, para postres, tenía que retroceder.
Maldita había sido la hora en la que se le ocurrió a Luna que podía infiltrarse de espía en el ejército enemigo, para recuperar el pequeño escudo de Zomelster.
Así era... La Reina de Zoana Martina, Zoana Mel Navratilova, se tenía que ver rebajada a una vulgar espía del tres al cuarto. Estaba indignada, humillada... Lo único que le había llevado a aceptar era la esperanza de que tal vez allí estuviera su Zangulus.
La capa se le enganchó de nuevo en una rama y se dio tal susto que tubo que hacer esfuerzos para no gritar. Pero de repente, cuando se iba a retroceder para desenganchar la engorrosa capa, algo le hizo detenerse en seco.
Como si fuera una pesadilla de la que no podía escapar, vio unos ojos rojos y triangulares, iguales a los que una vez vio en un templo del Dios Dragón del Agua, al principio de éste largo viaje.
Los ojos, esta vez, se duplicaron, y luego cada uno se triplicó hasta llegar a estar rodeada por cientos de esos malignos ojos.
Su pavor era tal, que sentía la sangre agolparse en su cabeza. No podía apartar la mirada, y la boca se le quedó seca como un papel.
Un par de ojos avanzó hacia ella entre la oscuridad. Un rayo de luna dejó entrever la forma perruna de un lobo, tan delgado, que sus fauces parecían doblemente grandes de lo que en realidad eran.
Martina, no tenía el escudo de Zomelster y se sentía terriblemente desprotegida. Se giró bruscamente al oír un gruñido a sus espaldas y se rompió el borde de la capa que antes tenía enganchado.
Más y más ojos la rodeaban y la miraban por todos lados y Martina sólo podía sentir miedo.
La Reina quiso gritar de desesperación, pero se le hacía un nudo en la garganta y no salía de ella ningún sonido, exceptuando un suave gorjeo ronco que le hacía sentir más miedo, pues al principio creyó que no era suyo.
Por fin, rendida de tanto dar vueltas, y sabiendo que pronto sería devorada, cayó al suelo de rodillas y se tapó la cabeza esperando lo peor...
*************
WAAAAAHHHHH... He tardado muchísimo en subir éste capítulo.
¡¡Perdonaaaadmeee!! Es que he estado (y estaré) muy ocupada estas semanas, así que no tuve tiempo de nada.
En fin... espero que la espera haya valido la pena.
Besos como cachalotes del ama de las bestias:
Zelas Metallium.
Bueno, vamos a lo de siempre...
Agradecimientos a:
Linita Gabriev: Bueno, lo de "esperar al próximo capítulo" ya es típico en este fic, pero me alegro que te guste. Asiaaaas... ^^
Raven: ¡¡Hombre!!¡Por fin das señales de vida! Bueno... a ver... cuando hay que ponerse seria, me pongo seria. Una escena de humor en un enfrentamiento bélico no queda muy bien (o al menos a mi no me gusta). Pero no desesperes, pronto vendrá un poco de cachondeo y nos podremos relajar... :P Thank you.
En fin... Muchos besitos para los demás, que no se dónde se han metido ~.~U
Kanzaka y la demás peña menos Téride, que es "de mi propia propiedad".
Ya... ya os dejo leer...
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El asombro se apoderó, no solo de Luna, sino de todos los presentes, pues no podían creer lo que estaban viendo.
La espada de Luna rebotó con fuerza y después se desprendió de la mano de la asombrada atacante para caer en el suelo.
- Filia... ¿Qué haces?- atinó a decir la Caballero de Cephied.
Filia se había interpuesto entre Zeros y Luna. Se encontraba de rodillas dándole la espalda a Zeros y con los brazos extendidos hacia los lados, como si quisiera hacerle de escudo.
- Filia... – oyó Luna que decía Téride mientras emergía de la multitud en su forma humanoide.
La Caballero de Cephied recogió la espada que había caído momentos antes de sus manos. La mirada de la hermana mayor de Reena pasó de Téride a Filia y, por último se posó en Zeros que lucía una sonrisa diabólica y confiada.
- ¿Qué demonios está pasando aquí?- dijo Luna con enfado.
Filia no respondió. Lo único que hizo fue sollozar y las lágrimas empezaron a surcar las rosadas mejillas de la dragona.
- No le mates... Luna... por favor... – rogaba Filia entre sollozos.
- ¿Qué?¿Por qué?- preguntó Luna bruscamente.
- Es el único que sabe dónde está mi hijo...- respondió la dragona.
Luna se quedó pensativa un momento y miró a Zeros. El demonio no se había movido del sitio, simplemente observaba la escena con expresión de estárselo pasando en grande. Solo entonces Luna se dio cuenta de la extraña estratagema de Zeros.
Zeros había secuestrado a Val por dos motivos muy simples: Para que Filia buscara a Reena (aunque aún no sabía qué pintaba su hermana en todo esto), y para tener garantías de que no iba a sufrir daños, pues él es el único que Filia conocía que sabía dónde estaba Val. Sin Zeros, Filia podía tardar siglos en saber dónde estaba su hijo.
Esta garantía de que Filia le protegería no era muy segura, pero llevarla a cabo había valido la pena... y además esto estaba siendo muy divertido para Zeros.
De todos modos, algo no acababa de encajar en la mente de Luna. Tanto alboroto con Val, para que luego la razón sea tan simple... No le convencía.
Luna dejó sus pensamientos a un lado y miró a Zeros con desprecio.
- ¿Cómo te atreves a jugar así con la gente?- le espetó Luna.
Zeros se encogió de hombros.
- Soy un demonio.- contestó.
- Zeros- dijo Filia girándose y mirando al demonio a los ojos.- dime dónde está mi hijo...
- Vaya, vaya Filia... ¿Quién iba a decir que me acabarías suplicando algún día por Valgarv? Hay que ver cómo es la vida ¿verdad?. Aunque no has sido muy cortés... tendrás que pedírmelo por favor... ¿no Filia?.- dijo Zeros burlón mientras miraba a los demonios que estaban observando. Estos empezaron a gritar y a cacarear.
Filia miró a Téride que no salía de su asombro. El dragón negaba lentamente con la cabeza y otra lágrima surcó el rostro de Filia.
La dragona miró a Zeros que le dirigía una mirada maliciosa.
- ¿Qué estás dispuesta a hacer por Val?- dijo Zeros en voz tan baja que sólo la pudo escuchar ella.
Filia bajó la vista, y después de un corto periodo de tiempo, hizo una reverencia delante de Zeros.
- Zeros... Te lo ruego... Dímelo... Por favor... ¿Dónde está Val?
Téride abrió mucho los ojos. ¡Filia le estaba rogando a un demonio!¡Y no a uno cualquiera! Estaba rogándole a Zeros, el ser más ruin que un dragón dorado hubiera conocido. Además, Téride sabía que Filia odiaba a Zeros.
"Esto es culpa mía..." pensó. Si no le hubiera ocultado a Filia lo que sabía... Si no hubiese sido tan cobarde... Debía intervenir. No solo no soportaba que Filia lo estuviera pasando mal, sino que odiaba que tuviera que rogarle a Zeros, precisamente.
- ¿Dónde está mi hijo?- gritó Filia implorante.
- Bueno, la dragona iba a replicar mientras lloraba desesperadamente, y Luna iba a amenazar a Zeros con darle muerte, oyeron la voz de Téride.
- ¡¡Filia!!¡¡Yo te lo diré!!
La dragón dorado le miró entre asombrada, desesperada e incrédula.
- Filia, lo siento mucho... No te he dicho nada porque... verás es que... es muy largo y... tenía miedo porque, bueno... ya sabes... es difícil de explicar porque...
A todos los presentes les cayeron unas gotas de sudor enormes mientras miraban al dragón dorado.
- ¿Sabes dónde está Val?- dijo Filia casi gritando.
- ¿Eh? No... ¡¡Digo, sí!! Es que... Filia, no te enfades conmigo...- dijo Téride con cara de no haber roto un plato.
- ¿Qué?¿Por qué me tendría que enfadar contigo?¡Si me lo dices te lo agradeceré de todo corazón!¡Por favor, Téride!¡Si sabes algo, dímelo!
Téride asintió con la cabeza, pero cuando abrió la boca para hablar un gran dragón dorado se interpuso entre Filia y él.
El dragón no era otro que Milgazia.
- ¡¡NO!!¡Téride, no lo hagas! Si lo dices...
- ¿¡QUÉ PASARA SI LO DIGO?!¡¿EH?!¿Qué me matará ése?- gritó Téride señalando a Zeros que murmuró "Ese..." mientras fruncía el ceño (y se le marcaba la vena de la sien).- ¡¡Pero si ni siquiera puede moverse!!
Milgazia miró a Zeros que parecía estárselo pasando en grande con todo aquello.
- ¡Oh!¿Qué pasa tío?¿Es que tienes miedo de que nos ataque?¡¡No importa!!¡Si le decimos a Filia dónde está Val, Luna lo matará y ya no habrá de qué preocuparse!¿O es que no es eso?¿Eh?
- ¡Téride, por favor, no saques las cosas de quicio!- dijo Milgazia molesto.
- Me encantan las peleas familiares.- dijo Zeros a Filia que estaba atónita y desorientada por esa discusión.
- ¡¡NO SACO LAS COSAS DE QUICIO!!¡¡Siempre me has tratado como un... un imbécil!!¡Yo también me doy cuenta de las cosas!¿Sabes?¡¡Y no soy el único!!- gritó Téride señalando a otros dragones dorados.
- ¡Está bien, Téride, tranquilízate!- dijo Milgazia.
El dragón miró a su tío con desprecio y después sus ojos se cruzaron con los de Filia. Luna, que había estado mirando la escena sin comprender nada, miró a Zeros. El demonio sonreía anchamente y su expresión era maligna. Era como si estuviera esperando que Téride le dijera a Filia dónde retenía a Val.
- Filia... Tu hijo está en l...- el dragón detuvo su confesión y su mirada se perdió. Luego miró a Zeros asombrado y éste cerró los ojos en una bobalicona e inocente expresión.
- Adios.- se despidió el demonio.
De repente y sin previo aviso, hubo una explosión. Pero no hubo humo ni arena, ni onda expansiva. Ni siquiera pareció una explosión, pues el ruido que oyeron había sido parecido al que hace la carne cuando cae al suelo.
Filia vio con horror que trozos de carne y sangre caían sobre ella y manchaban sus blancos ropajes. Miró al lugar dónde momentos antes había estado Téride y descubrió con pavor que ya no había nada, lo cual significaba, que lo que había explotado era...
La mente de Filia se puso en blanco y ya no fue consciente de lo que pasaba a su alrededor.
Todos estaban confusos y nadie le prestaba atención, así que Zeros hizo el mas grande de los esfuerzos y, teletransportándose, recuperó el bastón y la capa.
Luna quiso darle una estocada, pero, tal como había hecho en otra ocasión, Zeros se puso detrás de Filia y puso el bastón en cuello de la dragona.
- ¡¡Eres un maldito...!!- dijo Luna en voz alta, pues lo que seguía a maldito, lo había dicho entre dientes y tan bajito que ni siquiera Zeros pudo entender lo que decía.
De repente, de no se sabe dónde, se oyó una voz atronadora que gritaba.
- ¿¿ZEEEEEROS DONDE ESTAAAAS??¡¡TE VOY A DAR TU MERECIDO!!
La voz hubiera podido intimidar un poco al demonio... Si no hubiese sido tan chillona y con un acento tan particular de las clases elevadas. Así que, mas que asustarlo, la voz le dejó sordo de remate.
Los dragones y demonios que habían oído esa voz se giraron para ver a Martina corriendo y sujetando el escudo de Zomelster delante suyo.
-¡¡TE VAS A ENTERAR!!- gritó de nuevo Martina.
Cuando la monarca se encontraba sólo a uno (o dos) metros de Zeros, tropezó con una piedra y cayó al suelo estrepitosamente, lo que hizo que a todos les cayera una gran gota de sudor por la sien.
- La que faltaba... – dijo Luna con cara de circunstancias.
La Reina de Zoana se levantó con una gran agilidad y puso el escudo de Zomelster prácticamente en la nariz de Zeros.
- ¡¡ZEROS!!- gritó la reina.
- Hola Martina- saludó el demonio como si fuera el ser más inocente del mundo.
- ¡¡NO ME SALUDES COMO SI NADA!!¡¡VAS A PAGAR POR TODO LO QUE HAS HECHO!!- dijo Martina mientras la última palabra hacía eco en las montañas mas próximas.
Todos estaban impresionados por la tronante voz de Martina. Y durante unos minutos estuvieron callados hasta que Luna habló.
- Ma... Martina... Dame eso... – dijo señalando al escudo de Zomelster. La Caballero de Cephied parecía, mas que sorprendida, atónita.
- ¿EH?¿POR QUE?- dijo Martina. Pero de nuevo la voz de la reina retumbó por todos lados.
- Tú solo dámelo.- pidió la hermana de Reena.
De repente Zeros pareció entender algo y arrebató el escudo de manos de Martina.
- Adioooos... Nos volveremos a ver, Luna Inverse.- sonrió el demonio. Acto seguido, pasó al plano astral.
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-¡¡¡Eso era mío!!!- repetía indignada Martina mientras Luna se masajeaba las sienes frenéticamente.
- ¡¡No tiene derecho a robar una cosa!!¡¡Y MENOS A UNA REINA!! ¡¡Esto clama VENGANZA!!- continuaba Martina.
- Si me lo hubieras dado... – dijo Luna de mal humor.
- ¡¡No tengo por que darlo!!¡¡Y menos que me lo roben!!¡¡¡ESTO ES UN ULTRAJE!!!- seguía Martina.
- Idflkhgñdkb... ¿Te vas a callar de una vez?- preguntó Luna malhumorada pero sin perder los estribos.
Anochecía ya sobre el pequeño campamento de los Dragones Dorados. La actividad frenética de ir curando a los heridos casi había finalizado y, si esto seguía, tendrían que meter a Sylpheel en un psiquiátrico.
La sacerdotisa podía hacer muchas cosas y había curado a mucha gente, pero no podía evitar que algunos de los dragones que llegaban se le murieran entre los brazos, cosa que provocaba un desgaste psicológico importante.
Amelia estaba recuperada, y Reena y Gaudy pronto estarían mejor, pero de momento tenían que descansar.
El cielo estaba muy hermoso, pero también muy salvaje. El rojo atardecer reflejaba lo que en la tierra se llevaba a cabo. Los tonos lilas y oscuros estaban mas presentes que otras veces y el color dorado que solía rodear al Sol brillaba por su ausencia.
No obstante, entremedio de tan salvajes y agresivos colores, se filtraba un color rosado que hacía pensar en los campos de flores en primavera.
- Martina... ¿Porqué no estabas con Sylpheel?- preguntó de repente Luna mirando a la reina con suspicacia.
- Eeeemmm... es que... Quería buscar a mi marido... – admitió tímidamente la monarca.
Luna la miró de reojo mientras una gota le caía por la sien.
- ¿Entonces has estado mirándolo todo desde los lindes del bosque?
- Sí. Todo.- dijo Martina.
Luna permaneció un rato en silencio, con las piernas pegadas al pecho y poniendo la barbilla encima de las rodillas.
- ¿Sabes qué era eso que tenías?- preguntó al fin la Caballero de Cephied.
- ¿El qué?- preguntó la Reina tontamente.
- ¡¿Qué va a ser?!¡¡El escudo que te ha quitado Zeros!!
- Aaaaahhh... Ya no me acordaba... ¡¡Maldito Zeros!!
A Luna le cayó otra gran gota por la sien (más gorda que la anterior).
- Hace mucho tiempo- empezó la Caballero de Cephied- existían ciertos objetos que servían para aumentar los poderes mágicos de quien los poseía. Como por ejemplo, los Demon Blood que lleva ahora mi hermana.
- ¡A sí!¡Esas cosas que le compró a Zeros!- recordó Martina.
Luna la miró como si fuera un bicho raro mientras le caía una nueva gran gota de sudor por la cabeza.
- ¿Q... Que se los compró...?
- Sí, yo le ofrecí dinero también, pero al final se los dio a ella.- dijo Martina con rabia.- Siempre he pensado que entre Reena y ese demonio hay algo raro.
Luna no daba crédito a lo que oía.
-Bu- bueno, bueno... los asuntos de mi hermana son cosa suya... Ya se arreglará. – dijo al fin. – Bien, pues, lo que quería decirte es que eso que tenías era un amplificador, pero no solo de poderes, sino también de voz. Incluso puede que se pueda utilizar también como una especie de canalizador de poder...
Martina miraba a Luna con cara de no entender ni jota.
- Déjalo- dijo la Caballero de Cephied con una nueva gota de sudor- Ahora sí que realmente estamos perdidos. Si Zeros o alguno de los otros fantoches utiliza eso... No quiero ni imaginar qué pasaría.
La Caballero de Cephied se quedó un rato mirando el cielo y, tal vez de puro cansancio, empezó a cabecear y casi se queda dormida.
- Estoy cansada... Ha sido un día muy duro ¿no crees?- preguntó Luna... Pero no obtuvo respuesta.
Miró hacia dónde hacía cinco minutos estaba Martina, pero ésta había desaparecido.
- ¿Martina?- llamó la hermana de Reena. Pero no había ni rastro de la reina. - ¡¡MARTINA!!
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Milgazia paseaba lentamente por entre los sacos de arroz y otros alimentos, perdido en sus recuerdos, en los tristes pensamientos de una vida larga y dolorosa, llena de horrores y de sufrimientos.
Todo en la mente del dragón era oscuridad, un vacío inmenso que no podría de nuevo llenar. Una pérdida que nunca podría suplantar, un horror que se volvía a repetir.
Ya había perdido antes un hijo, una familia... Y ahora tenía que volver a pasar por el mismo trago.
Téride era lo único vivo en su memoria de lo que había sido un hogar, un lugar sin peligros dónde podía saltar, correr, reír, volar... sin riesgo a que alguien viniera y le cortara las alas. Y ese recuerdo que vivía cada vez que miraba a su sobrino, se había esfumado para siempre.
Sus pasos lo llevaron, para su sorpresa, a un recodo apartado del campamento desde dónde se podía ver una gran explanada y un cielo agresivo y luminoso.
El color rojizo del cielo se reflejaba en los dorados cabellos de la joven que estaba sentada observando el infinito y le daban a su pelo un tono rosado de infinita belleza y extrañamente mágico.
Milgazia se acercó lentamente hacia Filia.
- ¿Puedo sentarme?- preguntó con la voz un poco ronca de no haber hablado en mucho rato.
La dragona pareció sobresaltarse un poco y le miró con aire cansino. Tenía los ojos rojos de llorar y los surcos de unas ojeras se marcaban en el impoluto rostro de la joven dragona.
Filia asintió con la cabeza e hizo un gesto de invitación para que Milgazia se sentara a su lado.
Ambos estuvieron un buen rato mirando al horizonte. El dragón estaba más convencido que nunca de que el firmamento reflejaba lo que ocurría en su propio mundo.
- Lo siento mucho- dijo Milgazia.
- Yo también lo siento.- admitió Filia.
- Ha sido por mi culpa.- dijo de nuevo el dragón.- Debí explicarle que estábamos bajo una especie de maldición impuesta por Zeros para mantenernos en silencio.
Filia lo miró tristemente.
- No es tu culpa. No sabías nada.- dijo con voz ronca.
- Podía haberle advertido.- se lamentó Milgazia.
Filia no habló esta vez. Simplemente se quedó mirando ese cielo de sangre roja y de oscuras nubes.
- Milgazia.- llamó al fin.
-Dime.
- ¿Es verdad que...? Bueno... ¿Qué tu hijo y tu esposa murieron?.- preguntó Filia tímidamente.
- Sí.- Asintió el dragón extrañado.- ¿Quién te lo ha contado?.
- Me lo dijo Téride una vez.- contestó Filia.
Milgazia suspiró.
- Estabas enamorada de él ¿verdad?
Por toda respuesta, Filia rodeó las piernas con los brazos y hundió el mentón en las rodillas. Una lágrima empezó a surcar su mejilla.
- Sé lo que es perder a todos los que quieres. Téride es lo único que me quedaba... Y sé que a ti también. Pero no puedo decirte dónde está tu hijo.
Filia lo miró con esos ojos de color zafiro llenos de lágrimas.
- Lo se... – dijo la dragona.- Pero no te culpes... El único que tiene la culpa es Zeros.
Milgazia asintió con la cabeza. Eso era cierto. Todo esto era culpa de Zeros. Ese maldito demonio. El rostro que le perseguía en sueños, inmutable y falsamente plácido, volvía a aparecer como un fantasma para robarle lo único que le quedaba.
Miró de nuevo a Filia, que estaba de nuevo sumida en su propio dolor. Y se dio cuenta con sorpresa de que, a pesar de lo que creía, ahora no estaba solo.
- Filia.- llamó. La dragona giró su dulce rostro hacia él.- Cuando todo esto acabe ¿vendréis Val y tú a verme algún día?
La dragona abrió mucho los ojos y, entendiendo la soledad de Milgazia, sonrió tiernamente y lo miró con afecto.
- Por supuesto.- aceptó.
Y así, como si fueran padre e hija se quedaron juntos contemplando ése extraño atardecer recordando a los que ya no verían nunca más, y que se quedarían flotando para siempre, en el pequeño recodo de los sueños.
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Cuando Luna encontró a Martina, ésta estaba detrás de unos sacos de arroz y otros víveres, le caían ríos de lágrimas por las mejillas y tenía los ojos redondos totalmente y llenos de brillitos.
Al acercarse, la Caballero de Cephied percibió que cerca del escondrijo de Martina estaban sentados Milgazia y Filia, así que sospechó que Martina había estado escuchando "clandestinamente" lo que decían.
- ¿Ya estás espiando otra vez?- preguntó en voz muy alta para que Milgazia y Filia se dieran cuenta.
Los dos dragones se giraron sorprendidos y Martina empezó a llorar de tal manera que parecía una fuente.
-BBBUUUAAAAAAAHHH... ¡¡QUE TRIIIISTEEEEE!!¡¡¡BUUUUAAAAAAHHH!!!
Luna la observaba con la vena de la sien marcada y Filia y Milgazia la miraban por encima de los sacos con una gota de sudor en la nuca.
- Martina... ¿Desde cuando estás aquí?- preguntó Filia atónita.
- Desde que este señor ha venido... Buuuuuhhh...- lloraba la reina.
- ¿Nos ha estado espiando?- preguntó Milgazia atónito.
- Sí... Y también la pillé espiando a Filia ayer por la noche, cuando estaba sentada al lado de Téride.
Que Luna terminara ésta frase y que Filia se pusiera como un tomate fue todo uno.
- Y también os oí a ti y a Gaudy cuando le diste la espada.- admitió Martina.
- ¿Qué?- dijo atónita Luna.
- Es que no podía dormir...- se excusó la reina.
De repente a Luna se le encendió una luz en el cerebro que le dio una genial idea.
- Claro... – pensó en voz alta.- cómo no había caído antes...
- ¿En qué no habías caído antes?- preguntó Filia.
- Tengo la solución para recuperar el amplificador de poderes que Zeros le ha robado a Martina.- anunció la Caballero de Cephied.
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La media noche caía sobre el oscuro bosque. La luna llena se dejaba ver entre el espeso follaje y de vez en cuando podía oír el aullido de algún lobo que merodeaba por allí cerca.
Además, las ramas crujían debajo de sus pies y la luz de la luna llena bajo los árboles era tan tenue que no sabía por dónde iba.
Las plantas y arbustos se enganchaban en la capa, lo cual le costaba un susto de muerte y, para postres, tenía que retroceder.
Maldita había sido la hora en la que se le ocurrió a Luna que podía infiltrarse de espía en el ejército enemigo, para recuperar el pequeño escudo de Zomelster.
Así era... La Reina de Zoana Martina, Zoana Mel Navratilova, se tenía que ver rebajada a una vulgar espía del tres al cuarto. Estaba indignada, humillada... Lo único que le había llevado a aceptar era la esperanza de que tal vez allí estuviera su Zangulus.
La capa se le enganchó de nuevo en una rama y se dio tal susto que tubo que hacer esfuerzos para no gritar. Pero de repente, cuando se iba a retroceder para desenganchar la engorrosa capa, algo le hizo detenerse en seco.
Como si fuera una pesadilla de la que no podía escapar, vio unos ojos rojos y triangulares, iguales a los que una vez vio en un templo del Dios Dragón del Agua, al principio de éste largo viaje.
Los ojos, esta vez, se duplicaron, y luego cada uno se triplicó hasta llegar a estar rodeada por cientos de esos malignos ojos.
Su pavor era tal, que sentía la sangre agolparse en su cabeza. No podía apartar la mirada, y la boca se le quedó seca como un papel.
Un par de ojos avanzó hacia ella entre la oscuridad. Un rayo de luna dejó entrever la forma perruna de un lobo, tan delgado, que sus fauces parecían doblemente grandes de lo que en realidad eran.
Martina, no tenía el escudo de Zomelster y se sentía terriblemente desprotegida. Se giró bruscamente al oír un gruñido a sus espaldas y se rompió el borde de la capa que antes tenía enganchado.
Más y más ojos la rodeaban y la miraban por todos lados y Martina sólo podía sentir miedo.
La Reina quiso gritar de desesperación, pero se le hacía un nudo en la garganta y no salía de ella ningún sonido, exceptuando un suave gorjeo ronco que le hacía sentir más miedo, pues al principio creyó que no era suyo.
Por fin, rendida de tanto dar vueltas, y sabiendo que pronto sería devorada, cayó al suelo de rodillas y se tapó la cabeza esperando lo peor...
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WAAAAAHHHHH... He tardado muchísimo en subir éste capítulo.
¡¡Perdonaaaadmeee!! Es que he estado (y estaré) muy ocupada estas semanas, así que no tuve tiempo de nada.
En fin... espero que la espera haya valido la pena.
Besos como cachalotes del ama de las bestias:
Zelas Metallium.
