Crónicas de destrucción.
2ª. Parte: Resplandor Dorado.
Las dos criaturas celestiales adoptan una posición de batalla, dispuestas a dar su mejor golpe y acabar la una con la otra.
El herrero ya debe tener las siete piezas de oro que mandé que forjara, espero que las clases de magia y hechicería que aprendí me sirvan, porque estoy apunto de usar los sortilegios más poderosos en estas tierras.
Mi fiel Mago Oscuro no me defraudará, estoy completamente decidido a hacer lo que tengo pensado hacer.
El Atormentador reparte unos cuantos puñetazos que el Dragón del Cielo logra esquivar, alzando su cuerpo a altitudes impresionantes y logrando contraatacar con algunas esferas doradas que no logran el objetivo de vencer a su oponente.
La batalla continúa:
El silencio había sido roto por los impactantes rugidos de las dos bestias colosales.
Slifer continúa fijando su blanco desde las alturas, mientras su piel rojiza brillaba con las intensas llamas que cubrían la ciudad en ruinas.
Obelisco le arroja una mirada misteriosa a Slifer.
El tremendo gigante azul comienza a dar unas volteretas levantando una espesa cortina de arena, impidiéndole la vista a su adversario.
El Dragón Celestial desciende poco a poco tratando de quitarse la arena de sus ojos con movimientos torpes de su gigante cuerpo.
En eso, dos ojos brillantes aparecen seguidos por una sombra que golpea al dragón rojo con sus dos manos unidas.
Slifer lanza un ensordecedor rugido de dolor.
Luego este dispara bolas de fuego a todas direcciones para tratar de derribar a su enemigo.
El Atormentador las esquiva con una agilidad increíble a pesar de su enorme tamaño.
La cortina de arena comienza a disiparse poco a poco.
La oscura noche ya era avanzada.
Los temibles ojos del Atormentador continuaban brillando con una intensa luz roja.
He reunido un ejército de monstruos que me puede ayudar a eliminar la maldita plaga que ha arrasado con mi ciudad desde hace mucho tiempo.
Ya no soporto escuchar esos gritos de mujeres y niños sufriendo mientras mueren lentamente.
Nuestra ciudad ha sido reducida a cenizas.
Mucha gente ha sido enviada al mundo de las sombras; ese hoyo oscuro en el que tantas personas temen caer y del que jamás se puede salir.
Un completo mundo de desesperación.
Slifer, el Dragón Celestial agita sus enormes alas rojas de un lado a otro, provocando una fuerte ventisca que es capaz de mandar a Obelisco, el Atormentador unos metros más allá junto con una espesa cortina de arena.
El dios azul se enfurece lanzando potentes rugidos que atraviesan el cielo y lo parten.
Este con su manos derecha golpea algunas nubes mientras rayos púrpuras salen de ellas.
Obelisco toma algunos relámpagos como si nada y se los lanza a su adversario.
El animal colosal cae aturdido por los relámpagos provocando un tremendo terremoto.
Profundos abismos son abiertos en la tierra por los pesados cuerpos de las deidades destructoras.
Esto ya había legado muy lejos...
La Tierra estaba siendo destruida por completo...
Las siete piezas de oro han sido terminadas, están reforzadas con la magia más poderosa de Egipto.
Esto acabará con todos los monstruos que han invadido nuestras tierras.
¡Estoy listo!
Obelisco alza sus manos hacia el cielo...
Él las junta...
Y de ellas surge una esfera dorada que crece a cada segundo.
Slifer abre sus dos hocicos formando una bola de energía que apunta hacia su enemigo.
Los dos dioses lanzan su respectivo poder.
Cuando las dos esferas chocan, se mezclan, formando una esfera más grande que se eleva hasta tocar las nubes.
La esfera penetra las nubes, mientras un hermoso canto angelical se escucha por todos los rincones de esas tierras.
El cielo brilla cubierto por la esfera dorada.
Un rayo de aurora anuncia la llegada de otro dios aquí en la tierra.
Una criatura tan brillante como el oro desciende lentamente mientras aquel hermoso canto angelical se convierte en una deprimente tonada de muerte.
Las dos criaturas gigantes observan cuidadosas aquel extraño suceso.
Continuará...
