Disclaimer: Thrax, Osmosis Jones, Frank y demás personajes pertenecientes a
la película son propiedad de WarnerBros. Delora es propiedad mía.
-Salvado-
Recordaba haber saltado, casi hasta recordaba haber caído sobre una superficie dura, y estaba dolorosamente seguro de que recordaba el daño que se había hecho al golpear su cuerpo duramente contra lo que fuera que había caído. Aquí se acababan los recuerdos. Tenía los ojos entornados, mirando a su alrededor, un lugar extraño para él y más cuando su vista estaba tan borrosa que todo parecía un enorme borrón desenfocado. Entonces todo comenzó a aclararse, estaba en una habitación, y la extensión blanda sobre la que descansaba su cuerpo magullado resultó ser una cama.
- Vaya, despertaste... Pensaba que no sobrevivirías, encanto. – Una voz femenina sonó a su lado. Sus ojos amarillentos descubrieron a una chica virus, de corta estatura, de color amarillo y con el pelo azul brillante, sus enormes ojos rojos le miraban con atención y picardía. Vestía casi enteramente de gris y su largo cuello estaba decorado con una correa de pinchos, como el collar de un perro.
- ¿Dónde estoy? – Consiguió articular después de varios intentos.
- Estás en mi dormitorio. ¿No se nota o es que el alcohol te llegó a tocar la cabeza? Una cabeza muy sexy, todo hay que decirlo. – Se sentó a su lado, Thrax la miró un par de veces antes de volver a cerrar los ojos, el simple hecho de volver a ver bien le daba migrañas.
- ¿Cómo llegué aquí? – Volvió a preguntar, sintiendo como la chica tanteaba las vendas que recorrían gran parte de su torso y brazos.
- Yo te recogí antes de entrar en Melisa. – Respondió. – Y deja ya de hablar, encanto, o te volverás a desmayar, te voy a traer algo de comer, necesitas reponer fuerzas para curar todo lo que te has roto. – Y según dijo esto, su peso se dejó de sentir sobre la cama y se oyeron sus ligeros pasos que se alejaban.
Thrax se concentró en la información. ¿Melisa? ¿Y cómo había logrado ella sola cargar con él hasta allá? El olor de lo que fuera que estaba preparando la chica le abrió el apetito. A los pocos minutos reentró.
- El desayuno de los campeones, encanto. No intentes moverte, tienes los dos brazos hechos fosfatina. No sé qué demonios hiciste para acabar así de molido, pero realmente espero que mereciera la pena destrozar tu cuerpo serrano. – Le guiñó un ojo, por un momento Thrax se sintió incómodo, no sólo estaba en un lugar extraño, con aquella... virus, sino que además era incapaz de valerse por sí mismo, al menos temporalmente. Se dejó dar de comer por ella, sintiéndose cada vez más humillado, pero físicamente mejor. Cuando acabó aquella chica amarilla apartó la bandeja a un lado y le miró, ladeando la cabeza. – Me llamo Delora. Soy un virus del ántrax. – Comentó.
- Yo soy Thrax... me llaman la muerte roja. – Respondió él. Así que era el ántrax. Mortal según el lugar que infectaba... aunque por su reducida estatura no parecía demasiado peligrosa.
- Curiosa coincidencia, tu nombre con mi virus. – Soltó una risita, se pudieron ver sus largos y afilados dientes cuando lo hizo. – Bueno, descansa, luego vendré a ver cómo sigues, Thrax. – Y salió de nuevo del dormitorio con la bandeja.
Delora no volvió a aparecer hasta unas horas más tarde, cuando él estaba profundamente dormido, soñando con cómo se había librado por pocos centímetros de caer en el frasco de alcohol, cómo por culpa de Jones no sólo no había logrado acabar con Frank, sino que le había arrebatado la cadena de ADN.
- Tranquilo, encanto... Estoy aquí para cuidarte... - La virus pasó una de sus manos, armadas cada una con una larga garra; por la frente de Thrax, estaba sudando y se movía, viviendo una pesadilla. Sus ojos se abrieron repentinamente, sorprendiendo a la chica.
- Delora... - Entrecerró los ojos, a pesar de que no la conocía, le era más grato verla a ella que lo que estaba soñando.
- Recuerdas mi nombre... eso es bueno. – Volvió a acariciarle la cabeza, colocando hacia atrás aquellos mechones de color violeta. – Duérmete, que me quedo aquí contigo, encanto. – Y allí se quedó el resto de la noche.
-Salvado-
Recordaba haber saltado, casi hasta recordaba haber caído sobre una superficie dura, y estaba dolorosamente seguro de que recordaba el daño que se había hecho al golpear su cuerpo duramente contra lo que fuera que había caído. Aquí se acababan los recuerdos. Tenía los ojos entornados, mirando a su alrededor, un lugar extraño para él y más cuando su vista estaba tan borrosa que todo parecía un enorme borrón desenfocado. Entonces todo comenzó a aclararse, estaba en una habitación, y la extensión blanda sobre la que descansaba su cuerpo magullado resultó ser una cama.
- Vaya, despertaste... Pensaba que no sobrevivirías, encanto. – Una voz femenina sonó a su lado. Sus ojos amarillentos descubrieron a una chica virus, de corta estatura, de color amarillo y con el pelo azul brillante, sus enormes ojos rojos le miraban con atención y picardía. Vestía casi enteramente de gris y su largo cuello estaba decorado con una correa de pinchos, como el collar de un perro.
- ¿Dónde estoy? – Consiguió articular después de varios intentos.
- Estás en mi dormitorio. ¿No se nota o es que el alcohol te llegó a tocar la cabeza? Una cabeza muy sexy, todo hay que decirlo. – Se sentó a su lado, Thrax la miró un par de veces antes de volver a cerrar los ojos, el simple hecho de volver a ver bien le daba migrañas.
- ¿Cómo llegué aquí? – Volvió a preguntar, sintiendo como la chica tanteaba las vendas que recorrían gran parte de su torso y brazos.
- Yo te recogí antes de entrar en Melisa. – Respondió. – Y deja ya de hablar, encanto, o te volverás a desmayar, te voy a traer algo de comer, necesitas reponer fuerzas para curar todo lo que te has roto. – Y según dijo esto, su peso se dejó de sentir sobre la cama y se oyeron sus ligeros pasos que se alejaban.
Thrax se concentró en la información. ¿Melisa? ¿Y cómo había logrado ella sola cargar con él hasta allá? El olor de lo que fuera que estaba preparando la chica le abrió el apetito. A los pocos minutos reentró.
- El desayuno de los campeones, encanto. No intentes moverte, tienes los dos brazos hechos fosfatina. No sé qué demonios hiciste para acabar así de molido, pero realmente espero que mereciera la pena destrozar tu cuerpo serrano. – Le guiñó un ojo, por un momento Thrax se sintió incómodo, no sólo estaba en un lugar extraño, con aquella... virus, sino que además era incapaz de valerse por sí mismo, al menos temporalmente. Se dejó dar de comer por ella, sintiéndose cada vez más humillado, pero físicamente mejor. Cuando acabó aquella chica amarilla apartó la bandeja a un lado y le miró, ladeando la cabeza. – Me llamo Delora. Soy un virus del ántrax. – Comentó.
- Yo soy Thrax... me llaman la muerte roja. – Respondió él. Así que era el ántrax. Mortal según el lugar que infectaba... aunque por su reducida estatura no parecía demasiado peligrosa.
- Curiosa coincidencia, tu nombre con mi virus. – Soltó una risita, se pudieron ver sus largos y afilados dientes cuando lo hizo. – Bueno, descansa, luego vendré a ver cómo sigues, Thrax. – Y salió de nuevo del dormitorio con la bandeja.
Delora no volvió a aparecer hasta unas horas más tarde, cuando él estaba profundamente dormido, soñando con cómo se había librado por pocos centímetros de caer en el frasco de alcohol, cómo por culpa de Jones no sólo no había logrado acabar con Frank, sino que le había arrebatado la cadena de ADN.
- Tranquilo, encanto... Estoy aquí para cuidarte... - La virus pasó una de sus manos, armadas cada una con una larga garra; por la frente de Thrax, estaba sudando y se movía, viviendo una pesadilla. Sus ojos se abrieron repentinamente, sorprendiendo a la chica.
- Delora... - Entrecerró los ojos, a pesar de que no la conocía, le era más grato verla a ella que lo que estaba soñando.
- Recuerdas mi nombre... eso es bueno. – Volvió a acariciarle la cabeza, colocando hacia atrás aquellos mechones de color violeta. – Duérmete, que me quedo aquí contigo, encanto. – Y allí se quedó el resto de la noche.
