-Más vale que cumpla con su palabra, ese ladrón. Si no lo hace, yo mismo haré que se cumpla la mía...-murmuró furioso Mariku, mirando por su espejo al sacerdote.
-Mariku, deja de preocuparte. El Rey de los Ladrones lo cuidará. Yo los he visto la mayor parte del tiempo, y en verdad lo protegerá.-respondió Malik, a la expresión enojada de Ra.
-Pero aún así no me convence para nada...
-Mariku, ten confianza. El chico ya es grande.-dijo abrazándolo por el cuello.
-No, no lo es.
-Escúchame Mariku. Puede tener una apariencia de menor, pero mentalmente es muy maduro.
-Muy bien. Tu ganas.
~*~
-¿En qué puedo ayudarlos?
-Me gustaría que hiciera un collar, con esta forma y con este metal.-dijo Bakura, entregándole una gran piedra hecha de plata.
El joven joyero se quedó mirando el extraño metal, del cual le estaban hablando. Tomó la pesada piedra, y preguntó.
-¿Se puede fundir?
-Si. Y si me entero que le has hecho este pieza al faraón, te las verás conmigo, ¿Entendiste?
-Si, señor.
-Bien. ¿Para cuándo la tendrá hecha?
-Tres días.
-De acuerdo. En tres días vendré nuevamente.
~*~
Las nubes negras, inusualmente, cubrieron todo el cielo de Egipto. Suaves sonidos de los relámpagos sonaron por las nubes. Pequeñas gotas de agua comenzaron a caer, aliviando la sed de la tierra.
Bakura y Ryo veían desde la ventana, que daba al río, cómo las gotas de agua caían lentamente, abrazados fuertemente.
-Es extraño que caiga agua aquí en estas desoladas y ardientes tierras.-dijo Bakura, a Ryo.
-Alguna vez tenía que hacerlo.-respondió el joven dios.
~*~
Fuertes cascos golpeaban el suelo ahora hecho barro, resonando por todos los callejones del pueblo.
La gente se asomaba a sus ventanas, para observar y ver qué producía ese sonido de cascos.
Vieron cómo varios caballos con sus respectivos jinetes corrían hacía una dirección determinada.
-¡¡VAMOS VAMOS!!
~*~
-Bakura, ¿Qué ocurre?
-Son galopes. ¿Caballos? ¡Oh por Ra! ¡Deprisa! ¡Debemos irnos!
-¿Por qué?
Bakura no le respondió. Sólo tomó en brazos a Ryo, y salieron del escondite. El caballo del ladrón dio un resoplido, al ver a su amo colocar a su amante sobre su lomo, rápidamente. El moreno se montó a su animal, detrás del joven dios.
-¡¡Vamos!! ¡¡Tenemos que irnos!! ¡¡Rápido!!
El caballo corría a lo largo de la orilla del río. La lluvia comenzó a disminuir con rapidez, hasta que ya no caían gotas.
-¡¡AHÍ ESTÁN!! ¡¡ATRAPENLOS!!
Bakura miró hacía atrás, y vio al sacerdote junto con varios soldados siguiéndole el paso.
~*~
Ra miraba junto con Malik, y los demás dioses, la persecución. Horus trataba de no mirar. Isis abrazaba a su esposo Osiris, con una profunda tristeza.
~*~
-¿Dónde está el sacerdote Seth?
-Dijo que tenía que traerle unas cosas, y sin decir más se marchó con algunos soldados.-le dijo Mahaado.
-¿Cosas? ¡Pero si no le he dicho nada---! ¡OH NO!
-¿Qué ocurre mi señor?
-¡Pronto! ¡Vamos!
El faraón salió de la sala del trono, seguido de sus otros 3 sacerdotes.
Cada uno montó su caballo, yendo detrás del rey de Egipto.
~*~
Seth alzó su cetro del milenio, y con él lanzó varios ataques, que con dificultad intentaban derribar al ladrón. Bakura esquivaba fácilmente los ataques del sacerdote, riendo por lo absurdos que eran. La lluvia comenzó a caer nuevamente, con fuerza, pero las gotas de agua eran muy pequeñas, creando una barrera de agua.
-¿Los estamos perdiendo?-preguntó de repente Ryo.
-Supongo. Con esta agua en forma de barrera, les será medio difícil agarrarnos jeje...
-Eres astuto...
-Gracias.
El caballo resbaló con el fango, y los tres cayeron dentro del río. El sacerdote y los demás soldados sufrieron el mismo accidente. Bakura tomó en brazos a Ryo, sacándolo fuera del agua. Ayudó a su caballo a ponerse de pie, que relinchó ante la fría agua del río.
Seth logró tomar al joven dios en una burbuja de energía, que iba directamente hacía el portador del objeto.
~*~
-Sabía que no podía confiar en él....-murmuró Mariku.
-Que no cunda el pánico, amigos míos. El joven dios Jue, les demostrará que ya no es un niño. Ya es mayor, para poder controlar todo su gran poder.
Anubis entró en la sala, junto con su monstruo Amit, el devorador de hombres.
-¡Jue aún no madura! ¡No tiene la misma capacidad que nosotros!
-¡ahhhh! Pero la tendrá, amigo mío. Sólo, observen, cómo Jue, con la ayuda de ese humano, ha logrado madurar todo su ser. En cuerpo, poder y mente.-terminó el dios de los muertos y del embalsamamiento, mirando al espejo.
-Me gustaría ver cómo se las arregla.
~*~
-¡¡¡¡RYO!!!!!-el sacerdote rió a carcajadas.
-¡¡AHORA SU PODER DIVINO ME PERTENECERÁ!!
-¡¡NO MIENTRAS YO VIVA!!-gritó Bakura.
Un resplandor dorado apareció de su pecho. La sortija del milenio se hizo presente, moviendo sus cinco puntas doradas. El ladrón rió por lo bajo, al ver la cara atónita del sacerdote.
-¡Esa es la sortija de Mahaado!-exclamó.
-Ahhh...Te refieres a ese cuida tumbas...Si. Se la pedí prestada...es muy poderosa...
Ryo miraba fascinado ese objeto dorado que colgaba del cuello de Bakura.
~*~
-¡¡TENEMOS QUE LLEGAR!!-exclamó el faraón a sus otros sacerdotes.
-¡Pero señor! ¿¡Por qué tanta prisa?!-dijo uno de ellos.
-¡¡PORQUE ESE DESGRACIADO DE MI PRIMO, EL SACERDOTE SETH, QUIERE OBTENER EL PODER DIVINO DE UN DIOS!!
-¡¿Hay un dios aquí en el mundo humano?!
-¡¡SI!! ¡¡Y ESE DESGRACIADO QUIERE TODO SU PODER!!
~*~
Seth y Bakura comenzaron una batalla con los artículos del milenio. La lluvia caía con mucha más fuerza, hasta que pronto se convirtió en agua dura. El sacerdote estaba herido, no por la sortija, sino por las gotas duras y frías que caían.
Ryo miraba como ambos luchaban. Comenzó a brillar de un color blanco, y la burbuja de energía de Seth, desapareció por completo. Las gotas de lluvia se apartaban del joven dios, como si estuviera cubierto de aceite.
-Espero, que con esto, aprendas a no molestarnos, sacerdote...-dijo Ryo.
Se encaminó hacía el río. Una vez en el centro de este, el agua comenzó a moverse furiosamente, hasta convertirse en un fuerte torrente de agua, que comenzó a desbordarse.
El faraón y sus hombres llegaron poco después. Atemu se bajó de su caballo, y con gran fuerza, comenzó a entrar en el agua. Ryo lo miraba con curiosidad, sobre todo porque era un humano, tratando de llegar hasta él.
Atemu llegó hasta los pies del joven dios, y, en forma de respeto y sumisión, se inclinó con la mitad de su cuerpo.
-Por favor, gran dios nuestro, sé que el sacerdote, se ha comportado muy negligentemente. Pero le ruego que no destruya mi pueblo. Él recibirá su castigo, pero no le haga pagar su castigo con mi pueblo. Le prometo que nunca pasará lo que pasó. Le imploro que no desate su furia con la gente de esta región. Si usted desea vengarse sobre el sacerdote, tiene todo el derecho de hacerlo.
Ryo miró detalladamente al faraón que seguía inclinado ante él. Las aguas del río se calmaron lentamente, y pronto el caudal fue el tranquilo de siempre. La lluvia dejó de caer, y el dios, suavemente fue descendiendo hasta estar a la misma altura del faraón. Le levantó su rostro, y lo miró fijamente a los ojos.
-Me has convencido. Pero que no se vuelva a repetir. Confío en tu palabra de que no volverá a pasar, y de que el sacerdote recibirá lo que merece. Ante eso, no destruiré tu pueblo.-Atemu comenzó a llorar de alegría.
-Muchas gracias. No sabe lo que significa para mi.
