Riesgos Personales
por R.J. Anderson
Edición revisada (otoño 2003)
Aviso: Esta historia está basada en los personajes y situaciones creadas y pertenecientes a J.K.Rowling y a varias editoriales incluidas pero no limitadas a Bloomsbury Books, Scholastic Books y Raincoast Books, y a Warner Bros., Inc. No estoy haciendo dinero ni intentando infringir los derechos de autor o la marca registrada.
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Capítulo Dos – Mi Verdadera Deuda
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-Hola, despiadada Slytherin engreída – dijo George Weasley alegremente, dejándose caer en el asiento al otro lado de Maud en la biblioteca -. Tengo una pregunta para ti.
Maud no levantó la cabeza, ni hizo nada que reconociera su presencia: simplemente giró la página con elaborado gesto de despreocupación y dijo con voz audible:
-Lárgate, George.
La última vez que había sido vista hablando con los gemelos Weasley, los resultados no habían sido agradables. Su compañera de habitación Muriel había tenido una pelea con ella sobre eso, y el incidente casi destruyó su relación con Snape. Después de eso, Maud se había puesto una regla a sí misma: no hablar con Gryffindors, sobre todo con Fred y George Weasley.
No había sido fácil porque los Weasley eran unos pícaros que no sólo compartían la clase de Pociones con Maud sino también sus intereses en la búsqueda y experimentación fuera de clase, y parecían saber por intuición que su frialdad hacia ellos era a desgana. Incluso ahora, a pesar del hecho de que ella no les había dirigido más de una palabra en semanas, persistían en bromear con ella, pedirle consejo en ingredientes para pociones.
Parte de ella ansiaba responder a su solicitud, aunque sólo fuera en secreto. ¿Pero cuántas dobles vidas podía llevar? Una para engañar a sus compañeros, otra para engañar a Snape. Y no era justo traicionar la confianza que Snape había puesto en ella cuando él ya le había dado la oportunidad de tener una vida normal y amigos como los Weasley en vez de aliarse con él, y ella lo había elegido a él.
-Sí, lo sé – dijo George -, tienes miedo de tu amor por mí. Pero, en serio, ¿por qué nunca apareces en algún partido de Quidditch? Slytherin jugó contra Ravenclaw el sábado, y allí estaba prácticamente tu casa al completo, ondeando sus banderitas verdes y sibando. Pero tú no. A eso yo lo llamo poca deportividad.
Las palabras fueron dichas frívolamente, pero Maud entendió el mensaje detrás de ellas: Estoy preocupado por ti. Necesitas salir más.
-George – dijo, aún sin mirarle y moviendo sus labios tan poco como fuera posible -, no puedo hablar contigo. Lo siento, es sólo que no puedo. Por favor vete antes de que me metas en un problema.
Hubo un momento de tirante silencio. Entonces, abruptamente, George empujó su silla hacia atrás y se fue. Maud se mordió el labio con fuerza y suspiró profundamente antes de volver a su libro y continuar leyendo como si nada hubiera pasado.
Había ido a la biblioteca en busca de un rincón silencioso para trabajar y de una oportunidad para escapar de los crueles ojos de Muriel (por ahora tenía una pequeña duda de que su compañera de habitación fuera uno de los espías de Umbridge, así que cuanto menos tiempo pasara en presencia de las otras chicas mejor). Pero si el misterio del comentario indirecto de Snape de aquella tarde la había hecho tener problemas con su concentración, la visita de George la había destrozado. Por varios minutos más Maud miró fijamente a la página delante de ella, pero el libro parecía haber sido escrito en Gobbledegook por todo el sentido que tenía. Al final, con un suspiro, cerró el libro de un golpe.
Athena debió haber sentido la agitación de su dueña, por lo que ululó suavemente y mordisqueó la oreja de Maud, sonsacándole una reticente sonrisa.
-Estaré bien – murmuró acariciando la cabeza de la pequeña lechuza.
Satisfecha, Athena ahuecó sus plumas y se acomodó, y fue cuando Maud dejó la biblioteca con el corazón menos pesado y se fue de regreso hacia su dormitorio.
Tan sólo había dado unos cuantos pasos cuando una mano salió de ninguna parte, se cerró entorno a su brazo, y tiró de ella fuera del pasillo, recto hacia lo que parecía ser una pared sólida. Demasiado sobresaltada para gritar, miró fijamente al rostro ruborizado de George Weasley, que estaba blandiendo una varita encendida y sonriéndole.
-Ahora – dijo -, ¿dónde estábamos?
* * *
-No tiene derecho a usarte de ese modo, Maudie.
La mandíbula cuadrada de Alastor Moody estaba fija, su expresión más severa que nunca.
-Cuando pienso en el daño que ya ha hecho…
Maud dejó caer sus manos.
-¿Qué? ¿Qué daño ha hecho? Sí, él me cegó, pero le he perdonado. Y si yo no tengo derecho a perdonar a Snape ¿quién lo tiene?
-No es eso – la voz de su tío era gruesa -. No tienes ni idea de cuántas cosas… cuánto se ha hecho a sí mismo parte de ti, sin que tu te dieras cuenta. ¿Sabes que Pociones era donde tu padre sacaba las notas más bajas? Tu madre tampoco era muy hábil en ello. Pero tú siempre has sido raramente buena con un caldero, y nunca he sabido por qué… hasta ahora.
Ella se recostó, conmocionada.
-No creo eso. No tiene sentido, es... es una locura. ¿Por qué no puedo ser buena en Pociones aunque mis padres no lo fueran? Tuve buenos profesores en Durmstrang, y Snape es uno de los mejores. Tú sólo… - se detuvo justo a tiempo. Durante años bastante gente había llamado a Ojoloco Moody paranoico: ella se había jurado que nunca lo haría – te preocupas demasiado – concluyó pobremente.
Moody la contempló durante un rato, como si fuera incapaz de creer lo que estaba escuchando. Entonces chirrió "Le mataré", y dio un tumbo.
-¡No! – Maud se había levantado de su silla enseguida, agarrando el brazo de su tío -. Escúchate a ti mismo. ¿En serio tienes tan poca confianza en mí después de todos estos años? Tú me criaste, me enseñaste, me entrenaste, me hiciste lo que soy. Tú, de todo el mundo, deberías saber que... no me estoy rindiendo en mi lucha contra la oscuridad. Sigo adelante, del mejor modo que puedo.
Respiró hondo.
-Es verdad que el profesor Snape fue un mortífago. Hirió a personas, quizás incluso las mató, por Voldemort. Y ahora que ha cambiado de bando, y no tengo duda de que así es, no siempre me han gustado sus métodos, y no siempre estoy de acuerdo con sus acciones. Él lo sabe, también: no se lo he ocultado. Pero no ha intentado hacerme cambiar de parecer. Te lo juro, tío: puede que esté jugando el mismo juego que Snape, pero no, NO soy su peón.
* * *
-Perdona por arrastrarte hasta aquí así – dijo George, soltándola -. Aunque la expresión de tu cara cuando te cogí era totalmente brillante. ¿Tienes algún problema? Quiero decir, del tipo que no son divertidos.
Maud apenas le oía: miraba la habitación. Era pequeña, un espacio sin ventanas, con una serie de estanterías en un lado y una hilera de colgadores al otro. Había varias bolsas de ropa (probablemente de ingredientes para pociones) colgadas, mientras que las estanterías estaban cargadas de libros, fajos de pergamino, y otros materiales escolares.
-¿Dónde estamos?
-Es un armario de viaje. Fred y yo lo encontramos el año pasado cuando practicábamos nuestro fuerza-cerraduras. No ha sido abierto durante años, y debe haber estado solo o algo, porque una vez lo limpiemos y colocamos nuestras cosas, empezó a seguirnos por el colegio – se encogió de hombros -. Así que le pusimos un encantamiento camaleónico a la puerta y ahora nadie más puede encontrarlo.
-Estoy impresionada - dijo Maud, con sinceridad.
-La cuestión es que nadie saber dónde estamos y nadie puede oírnos, así que… - la empujó por el hombro -. ¿Vas a responder a mi pregunta o no?
Maud suspiró.
-No tengo ningún problema. En serio – cuando George la miró escépticamente, continuó rápidamente -. Es sólo que no puedo permitirme que me cojan hablando contigo, por razones que no puedo decir.
El rostro de George se ensombreció.
-Es por Umbridge ¿verdad?
-No, no es Umbridge.
Lo que era, afortunadamente, verdad. En lo que llevaba, Maud había evitado exitosamente que la mujer la advirtiera, y estaba decidida a seguir así.
-Mira, aprecio tu preocupación pero...
-¿Es Muriel Groggins, entonces? Oí que se volvió chalada cuando descubrió que estuviste hablando con nosotros – hizo una mueca -. Vaca estúpida, ni siquiera puede aclararse sobre quién de los dos le gusta.
Eso, al menos, respondía a la pregunta que Maud se había estado haciendo durante un tiempo. Pero le obligó a admitir honestamente:
-No, no es Muriel tampoco. Es sólo… Ojalá pudiera decírtelo, pero no puedo.
-Estás trabajando para tu tío ¿verdad?
Aquél era terreno peligroso.
-¿Por qué piensas eso?
-Porque él es genial, y algo en ti me recuerda a él. No es que te parezcas – añadió George precipitadamente -. Es sólo… no sé… algo.
De repente, Maud vio la salida fuera de aquello.
-Tienes razón – dijo, bajando la voz -. Me envió aquí para espiar al profesor Snape. No confía en mí, ya ves. Pero tengo que ser una Slytherin modelo ¿entiendes? Y no puedo ser amiga de nadie que no sea Slytherin... mi tío incluido. O no podré acercarme lo suficiente a Snape para averiguar algo.
Por lo que se refería a los escuetos hechos, era la verdad: lo que George eligiese hacer de ello era otro asunto.
-¡Lo sabía! – estaba triunfante -. Fred y yo hicimos una apuesta, se cabreará cuando se lo diga.
Maud estaba sorprendida, y a decir verdad, un poco dolida.
-¿Él cree que soy de verdad una despiadada Slytherin engreída?
-Nah. Él pensaba que tenías algo con Snape y no quería disgustarle. Yo le dije que estaba exagerando, que eso era sólo uno de los rumores idiotas de Muriel y que ambos te habíamos escuchado negándolo, pero – se encogió de hombros otra vez -. A veces, Fred tiene esas ideas.
Maud decidió dejarlo pasar.
-George – dijo, con una urgencia que era sólo en parte fingida -, tienes que entender. No le puedes decir a nadie lo que acabo de decirte. A Fred, si tienes que hacerlo, pero a nadie más. Si la verdad sale a la luz, puede formarse un gran problema.
Los gemelos Weasley obviamente sabían como mantener la boca cerrada, si pensaban que algo era lo suficiente importante: después de todo, ellos ya tenían muchos secretos propios. Pero aunque lo peor empeorara y la historia de Maud se descubriera, aquélla no sería la verdad al completo, o aún la parte más perjudicial de ella. Si le pasaba algo después de eso, al menos no hundiría a Snape con ella.
El impío centelleo en los ojos de George se desvaneció, y su expresión se volvió abruptamente seria.
-Fred y yo ya nos hemos puesto de acuerdo con eso – dijo -. Si nos dices a alguno de nosotros lo que está pasando, te ayudaremos si podemos, pero no se lo diremos a nadie – alzó su mano -. ¿Justo?
Maud forzó una sonrisa y estrechó la mano que le ofrecía.
-Justo.
Una alianza con los Weasley no era algo que ella hubiera planeado, pero ahora que había pasado, tenía que admitir que puede que no fuese una mala idea. Tendría que ir con cuidado, por supuesto, y mantener sus reuniones y conversaciones con ellos al mínimo. Pero sería una buena idea saber que podía contar con ellos si necesitaba ayuda, y ellos estarían contentos de contar con sus consejos cuando alguno de sus experimentos no funcionase como habían planeado.
La sonrisa de George volvió.
-¡Genial! Fred me debe diez galeones.
Sólo era una lástima lo de aquella apuesta, pensó Maud un poco enfervorizada. Fred nunca sabría que él había tenido razón.
* * *
-Eres demasiado joven, Maudie – las palabras eran un gemido, arrebatado del interior del amplio pecho de su tío -. Crees que sabes lo que estás haciendo, pero no tienes ni idea del peligro.
-Entonces tú eres el culpable. ¿Quién me envió a espiar a Karkaroff a Durmstrang? ¿Y a Hogwarts a espiar a Snape? No pensaste que era muy joven para esos trabajos. ¿Por qué las cosas son diferentes ahora? ¿Estás celoso porque estoy trabajando con Snape en vez de contigo?
Había ido demasiado lejos. Aún antes de que la última palabra dejara su boca, lo sabía, pero era demasiado tarde para retroceder en su acusación. Alastor Moody hizo una visible mueca de dolor y se hundió en su silla como si ella le hubiera golpeado.
-Eso fue algo duro, muchacha. Algo muy duro de decir.
Maud no respondió, sabiendo que cualquier cosa que pudiera añadir sólo empeoraría las cosas. Simplemente se quedó mirándole, con un doloroso bulto formándosele en la garganta.
-Supongo que soy el culpable – dijo pesadamente Mody después de un rato -. Tu padre fue un hombre bueno, Maudie, y un erudito. Cuando los mortífagos vinieron, él no luchó contra ellos. Tu madre intentó... Ella tenía espíritu, Margo lo tenía. Pero no supo cómo, y sólo la llevó a que la mataran.
Bajó la vista hacia sus grandes manos.
-Cuando pasaste a mi cuidado, me juré a mí mismo que no dejaría que crecieses sin enseñarte a cuidar de ti misma. Porque sabía que no siempre estaría a tu lado. Pero puede que... fuera demasiado lejos, que te empujase hacia la independencia antes de tiempo. Por miedo a que te parecieras a tu padre, hice que te parecieras más a mí.
-No mucho – dijo Maud suavemente, pero su tío pareció no oírla. Continuó:
-Debería haber sabido que serías atraída por Snape. Has crecido acostumbrada al peligro, a correr riesgos – lanzó un pesado suspiro -. Y viviendo con un luchador feo y fuerte como yo durante la mayor parte de tu vida te habría sido difícil resistirte a un hombre que parece ser hecho del mismo patrón.
Si Maud hubiera continuado comiendo, se habría atragantado. ¿Alastor Moody comparándose con Snape? Pero cuando pensaba en ello…
Decidió no pensar en ello.
-Tío, estoy trabajando con el profesor Snape. Estoy aprendiendo de él. Y sí, siento una cierta… afinidad con él. Creo que es un hombre íntegro, y que puedo confiar en él. Pero eso es todo. Él nunca me ha dado una razón para…
No, definitivamente estaba yendo en dirección equivocada. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo.
-Sé que temes por mí, que quieres protegerme de tomar malas decisiones. Pero estás olvidando que no estoy sola en esto. El director Dumbledore sabe exactamente lo que está pasando, y sé que no dudaría en intervenir si pensara que estoy actuando imprudentemente. Aunque no se preocupase de mí personalmente (y sé que se preocupa por todos sus alumnos) se sentiría obligado a cuidarme por tu propia seguridad – hizo una pausa -. A menos que hayas decidido que él no es digno de confianza, tampoco.
-No digas tonterías, niña – gruñó Moody -. Puede que tenga una reputación de imprudente, pero no estoy tan loco como para pensar que no tengo amigos.
-¿Está Dumbledore tan loco como para pensar que no tiene enemigos?
-Claro que no.
-¿Entonces por qué no me preguntas por qué confía en Snape?
Ojoloco se frotó la nariz destrozada.
-Maudie, tuve esta conversación con Dumbledore hace tiempo. Simplemente no nos pusimos de acuerdo en lo que se refería a Snape, y eso es un hecho.
Maud dejó sus manos caer a sus respectivos lados, derrotada.
-Entonces supongo que... no hay nada más que decir.
* * *
-Estas muy callada esta noche, señorita Moody.
El tono de Snape era más cortés de lo que ella nunca había oído, quizás sintiese algo de remordimiento por humillarla aquella tarde, aunque ella sabía que no lo diría nunca.
-Tengo muchas cosas en las que pensar – dijo, remangándose las mangas de su túnica y metiéndose los guantes de piel de dragón que necesitaría para proteger sus manos de la Poción Disolvente que estaban haciendo. Una gota de aquello, en un minuto o dos, podía deshacerlo casi todo. Razón por la cual debía ser elaborada con meticuloso cuidado, añadiendo los ingredientes en el orden correcto, y pasándola inmediatamente a frascos adamantinos antes de que atravesaran la base del caldero en el que la estaban preparando. Maud casi podía imaginarse los estragos que tal proyecto podían crear si Snape intentaba enseñarlo en clase (que eran, por supuesto, por lo que no lo hacía).
-Entonces permíteme que te ofrezca otro pensamiento más a considerar – su sonrisa era levemente sardónica -. Parece que tengo... una obligación... que necesitará que esté fuera de Hogwarts mañana. He dispuesto de un sustituto para dar mis clases y espero volver por la tarde, pero tengo una poción preparándose en mi despacho que debe removerse al contrario de las agujas del reloj cada cinco horas, y que requerirá atención en mi ausencia. ¿Puedo confiar en contar contigo?
Maud estaba sorprendida.
-Por supuesto.
-Bien – le entregó un frasco de veneno de Basilisco -. Sólo dos gotas, señorita Moody, y cuenta hasta diez antes de añadir la segunda.
Maud asintió. Cuidadosamente destaponó el frasco y dejó caer una gota en las profundidades del caldero. Una... y dos. La solución hizo espuma, gorgoteó y se volvió de un verde brillante.
-Muy bien. ¿Y después?
Silencio. Se volvió para ver a Snape observándola, sus ojos negros mirándola fijamente y casi inquisitivamente, como si estuviera pensando en una pregunta a la que debía responder.
-¿Qué debo añadir después? – repitió ella y él se sacudió para recuperar la atención con un esfuerzo obvio.
-Una pluma de grifo. Deberías encontrar una en el cajón de la mesa de trabajo de tu derecha.
-Bueno, y si no, siempre puedo echar mi varita – dijo Maud. Fue un pobre intento de humor, pero las negras cejas de Snape se levantaron, como si estuviera intrigado.
-¿Una pluma de grifo? Inusual. ¿Una varita de Ollivander?
-Gregorovich – la sacó de su manga y se la enseñó -. Madera de manzano y pluma de grifo, once pulgadas y medio. La compré en mi primer año en Durmstrang.
-Interesante – dijo él, pero no añadió nada más.
Maud abrió el cajón, buscó entre los diferentes tipos de plumas hasta que encontró la que quería: gris pizarra con un azulado, casi metálico, brillo.
-¿Tan sólo tengo que echarla o…?
-No. Primero mete la punta de la pluma en la poción y escribe la letra hebrea daleth.
-No conozco ésa – dijo Maud, avergonzada de tener que admitir su ignorancia -. ¿Quiere enseñármela?
Snape hizo un sonido exasperado.
-Dame – dijo, Snape caminando a largas zancadas hacia ella y arrebatándole la pluma de la mano -. Sácate los guantes: la poción no es corrosiva aún, y sólo interferirán.
Maud obedeció, dejando los guantes de piel de dragón encima de la mesa. Snape posó sus manos en sus hombros y la movió para que quedase entre él y el caldero, medio inclinada hacia el líquido burbujeante en su interior. Pudo sentir el calor rompiendo en ondas en ella cuando él deslizó su mano desde su brazo hasta su muñeca, rodeó los dedos de ella con los suyos y así sostuvieron la pluma de grifo juntos.
-Ahora... presta atención – dijo, su voz disminuyendo una octava, y ella se estremeció.
-Una línea horizontal… así… - murmuró, guiando su mano dentro del caldero mientras hablaba. La pluma acarició la superficie de la poción, dejando un leve trazo de plata en el brillante verde -. Y luego una línea vertical… así.
Athena se acercó más al cuello de Maud, sin duda encontraba la cercanía de Snape incómoda. No era la única, pensó Maud. El corazón le palpitaba en la garganta. Su cabello se mezclaba con el suyo, donde yacía sobre sus hombros, mechones de un desconocido negro contra el rubio albino. Todavía olía a hierbas, un aroma seco y levemente húmedo, pero no desagradable. Su brazo izquierdo rodeaba el suyo, sujetándola por la cintura para que no cayera dentro del caldero, y aún incluso a través de las dos capas de ropa y piel pudo sentir los fuertes tendones. Los dedos que se entrelazaban con los suyos estaban fríos, su tacto suave y casi cariñoso, a pesar de la firmeza de sus ademanes. No fue hasta que los filos de su enlace visual con Athena se oscurecieron y la habitación dio una desconcertante sacudida cuando Maud se dio cuenta que estaba aguantando la respiración.
-Así – dijo Snape, enderezándose y liberándola abruptamente. Su voz sonaba tirante, como si el también estuviera sin aliento -. Te sugiero que estudies y practiques escribiendo el alfabeto hebreo a la primera oportunidad disponible, señorita Moody. Hay varias pociones que lo utilizan en gran cabida.
Las mejillas de Maud estaban enrojecidas. Dejó la pluma de grifo deslizarse dentro de la poción y retrocedió, alejándose de él.
-Lo haré – dijo -. Gracias.
-Necesitas descansar – observó Snape, sus ojos entrecerrados críticamente mientras la miraba de arriba a abajo -. Si deseas, puedes regresar a tu dormitorio. Los pasos restantes de la poción son bastante simples, no te perderás nada en consecuencia.
-Yo... Sí. Creo que sería una buena idea – Maud le sonrió débilmente -. Buenas noches, entonces.
-Buenas noches – dijo él, dándole la espalda.
Maud dejó la mazmorra y descendió por el frío corredor que olía a humedad, respirando hondamente en un esfuerzo por aclarar su mente. Le ayudó, pero no completamente.
...los rumores, decía la ácida voz de Snape en su mente, ya no serán rumores…
Durante los siguiente tres días había pensado en varias interpretaciones posibles de sus palabras, y casi se convenció a sí misma de sólo había querido avergonzarla para que le dejara solo con su trabajo, o recordarle del peligro de dar a Muriel una oportunidad más para su malicia. Cualquiera menos la lectura simple y obvia, porque por experiencia Snape era raramente ni simple ni obvio.
Ahora lo sabía mejor, y eso la aterrorizaba.
Mi tío le matará, le había tomado ella el pelo a Snape en el despacho de Dumbledore, después de haberse estrechado las manos en su alianza. Y él se había tomado la amenaza seriamente, más seriamente de lo que ella había podido entender. Después de todo, ella sólo se había referido a que tío Alastor no aprobaría su relación de aprendiz con Snape, y que le llevaría algún esfuerzo convencerle.
¿No?
Eres muy joven, Maudie. Crees que sabes lo que estás haciendo, pero no tienes ni idea del peligro...
Que el cielo la ayudase, pensó desesperadamente. Su tío había tenido razón.
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