Riesgos Personales

por R.J. Anderson

Edición revisada (otoño 2003)

Aviso: Esta historia está basada en los personajes y situaciones creadas y pertenecientes a J.K.Rowling y a varias editoriales incluidas pero no limitadas a Bloomsbury Books, Scholastic Books y Raincoast Books, y a Warner Bros., Inc. No estoy haciendo dinero ni intentando infringir los derechos de autor o la marca registrada.

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Capítulo Cinco – Resiste y Espera

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Maud debía haber llorado hasta quedarse dormida porque cuando abrió los ojos otra vez el fuego había disminuido y la luna sin nubes brillaba a través de la ventana. Alguien le había echado una manta por encima y su mejilla y sus manos estaba sobre algo cálido que subía y bajaba en un lento y estable ritmo: le costó un momento de desorientado parpadeo antes de darse cuenta que era Snape.

Maud se levantó de repente, horrorizada por el pensamiento de que debía haber estado apoyada sobre su pecho por horas y que él no había dicho nada (¿Había entrado en coma mientras ella dormía?). Pero una ojeada a su cara la tranquilizó. Sus ojos todavía estaban medio cerrados, pero brillaban con una renovada inteligencia, observándola mientras se movía sin vacilación.

-Las costillas fracturadas están en el lado derecho – dijo, como si hubiese leído sus pensamientos -. De lo contrario habría puesto objeciones. Alta y obscenamente, de hecho.

La piel bajo sus palmas estaba caliente ahora, suave y aterciopelada. Olía a consuelda, en vez de a sangre, y los arañazos y cortes sobre su pecho parecían menos graves.

-¿Cómo se siente? – preguntó.

-Vivo. Consciente. En ambos hay una distintiva mejoría y por ello tienes mi gratitud – se detuvo, había un extraño brillo en sus ojos -. Aunque deberías saber que no estaba bromeando en lo de quitar puntos a Slytherin.

-Lo sé.

Una ceja negra se alzó.

-¿Sin protestas? ¿Ni discusiones?

-No – dejó que sus manos se deslizaran por su pecho, poniendo la manta alrededor de sus hombros y se sentó -. He roto las reglas de Hogwarts después de todo. No lo hice de mala fe, pero lo hice no obstante. Y ahora mucha gente debe saber que estuve fuera del castillo después del toque de queda… Si usted no quita esos puntos, otro lo hará. Así que… - se encogió de hombros un poco -. Sólo tendré que enfrentarme a las consecuencias.

-Las consecuencias que te afectan a ti personalmente son una cosa: las que afectan a tu Casa al completo son otra – Snape entrecerró los ojos -. Puede que tus compañeros Slytherin no te perdonen por esto.

No era un pensamiento agradable, pero aún así Maud sonrió.

-¿Preferirían que hubiese salvado su posición en la competición de casas dejándole morir?

-Ellos no lo sabrían.

-No – estuvo ella de acuerdo, mirando hacia el fuego. Entonces, más suavemente dijo -: No, no lo sabrían. Pero yo sí.

Hubo una larga pausa. Luego Snape dijo, con una súbita y poco característica urgencia:

-Maud.

Su voz era como la miel y el trueno. Sorprendida, Maud volvió a mirarle y la intensidad de su mirada la dejó sin aliento.

-Lo que quiero saber es – dijo ella temblorosamente antes de que él pudiera hablar - ¿quién pierde cuando es usted quien rompe las reglas?

Él aceptó la interrupción con una socarrona sonrisa.

-Touché, señorita Moody. La respuesta, por supuesto, es el profesor Dumbledore. Que es precisamente lo que no intento hacer.

-Ya veo – dijo Maud. Su garganta estaba seca -. Y eso explica el incidente con la pluma ¿no?

Snape alcanzó un mechón del cabello de Maud y lo apartó de su cara.

-Eso era… cuestionable, lo admito. Pero no fue sin una buena razón.

Maud sabía, o al menos creía que sabía, a lo que se refería.

-Si su intención fue asegurarse que así pensaría en usted y esperaría ansiosamente su llegada – dijo -, haciéndome darle vueltas a esa poción suya cada cinco horas habría sido más que suficiente. Y hablando de eso, espero que no fuera algo peligroso porque creo que debe estar ahora desbordándose.

-Ahora – dijo Snape -, se habrá vuelto blanca como la cola. La poción no importa – sus dedos se deslizaron por su mejilla -. ¿Qué es esto?

Maud casi se había olvidado de la magulladura.

-Yo… Tuve un encuentro con Muriel. Yo…

-Estás asustada – bajó la mano -. ¿Qué has hecho?

Ahí iba. Su autocontrol se rompió, y las palabras salieron fuera.

-¡Qué ha hecho usted es la cuestión! Muriel se enfrentó a mí con una de sus estúpidas historias sobre nosotros, pero esta vez parecía como sí supiese algo de verdad. Pensé que debía habernos espiado preparando la Poción Disolvente, que había visto… lo que hizo. Y para cuando me di cuenta que me había equivocado ya me había traicionado a mí misma… y a usted. Ella me amenazó con informar a Umbridge, y tuve que… utilicé… Sé que no se considera incorrecto, pero lo detesto…

-Empleaste el Obliviate en ella – su voz era baja.

Maud asintió miserablemente.

-¿Te dijo tu tío lo que pienso de ese conjuro? Debería saberlo.

-Sí – ahora que había empezado a confesar era difícil detenerse -. Él creía… temía… que mi disgusto por él viniera de usted.

Snape echó hacia atrás la cabeza y se rió.

-¡El viejo perro sospechoso! Con razón estaba tan furioso.

-No es divertido – protestó Maud -. ¿Tiene idea de… - se detuvo -. ¿Furioso? ¿Cuándo?

-Cuando hablé con él hace unas horas – dijo Snape y se inclinó sobre la almohada.

Por un momento Maud simplemente lo miró fijamente, estupefacta. Entonces dijo:

-No me diga que él le hizo esto.

Alastor Moody siempre había sido bueno con su sobrina, pero en general no era célebre por su tolerancia. Si Snape lo había cogido en un mal momento, se había acercado a él de un mal modo…

-No todo, no. Consiguió darme varios golpes sólidos antes de que fuera capaz de razonar con él: pero después, tuvo algo de provocación.

Hizo una pausa, obviamente saboreando el momento, y Maud apenas resistió la urgencia de estrangularle. En vez de eso, cogió la taza de la mesita de al lado y fue hacia el caldero para rellenarla.

-¿Qué clase de provocación? – le preguntó, seleccionando tarros y botellas de su estantería para añadir más ingredientes al té. Podía tomar otra dosis ahora, y esperanzadoramente lo mantendría despierto lo suficiente como para contarle la historia. Toda la historia.

Snape esperó a que le trajese la taza y volviese a su asiento al lado de la cama antes de responder.

-La suficiente. Mientras estaba fuera en el bar, dejé un poco de basura justo en su puerta delantera, que él naturalmente recogió a su vuelta.

-¿Trasladaste a mi tío? – Maud estaba simultáneamente impresionada y horrorizada. Los trasladores sin registrar no sólo eran peligrosos y difíciles de crear (si Snape sabía hacerlo probablemente debía haberlo aprendido de Voldemort) sino que el Ministerio tendría la varita de cualquier mago al que hubiesen pillado haciéndolo. Y aunque Alastor Moody mantenía su casa protegida por una formidable serie de detectores mágicos de enemigos y conjuros de protección, el plan de Snape debía de haberlo tomado completamente por sorpresa: ninguna de las protecciones de Ojoloco podían haberlo alertado de alguien actuando sin malicia.

Snape se encogió de hombros como si no tuviera importancia alguna.

-Necesitaba hablar con él en privado. Y, ya que sus sospechas sobre mi carácter y mi lealtad eran tales que nunca estaría dispuesto a verme a solas, no veía otra alternativa mejor. Por supuesto, no había ni llegado al lugar (un cómodo campo remoto) que llegó a la conclusión que había sido enviado para asesinarle, y actuó de acuerdo a eso. Tu tío pelea como el mismo diablo, por cierto.

-Lo sé – dijo Maud, con cierta satisfacción.

-Pasemos algún tiempo iluminando el campo, mientras él conjuraba aspersiones a mi inteligencia, mis antepasados, y mis hábitos personales. No obstante, eventualmente se dio cuenta que yo no se lo devolvía. Le llevó un tiempo calmarse, pero al final estuvo de acuerdo en dejar de lanzarme maldiciones y escuchar lo que tenía que decirle.

-¿Que era?

Snape frunció el ceño ante el té que estaba bebiendo, como si algo sobre él lo dejara perplejo.

-Varias cosas – dijo al final -. Por un lado, le di algo de información sobre las actuales actividades de los mortifagos que sabía le interesarían, y que podía confirmar utilizando sus propias fuentes. Puede que tu tío se haya retirado, pero evidentemente no tiene intención de dejar el campo de batalla – por un momento casi pareció agradecido. Entonces su voz recuperó su viejo tono sardónico y continuó -: Un día saldrá de en medio de una explosión de gloria de pata de palo, sin duda llevándose varios trozos de arquitectura con él.

"En cualquier caso, llamé entonces a su vanidad pidiéndole que me ayudara a representar un pequeño espectáculo para el bien de mis compañeros mortífagos, algunos de los cuales no parecían del todo convencidos de mi alianza con Voldemort. Sugerí indirectamente que tú estarías más segura si mi lealtad no se ponía en cuestión, y después de expresar su opinión sobre mí con un lenguaje aún más colorido e imaginativo, accedió.

"Discutimos otros temas, y parecía haber un progreso, cuando apareció no otro sino Parnaby, uno de los mortífagos de los que le había estado hablando. Me había estado siguiendo a escondidas desde que topé con él en Knockturn Alley aquella mañana, sin duda esperando a que hiciera algo traicionero para que pudiera informar de mí. Desafortunadamente, eligió ese momento para decidir que estaba de veras del lado del Señor Tenebroso, elogiándome por mi ingenio al capturar al hombre de mala fama Ojoloco Moody, y me pidió tener el honor de matarle.

Las manos de Maud fueron hacia su boca.

-Estaba a punto de decirle que pensaba que Voldemort disfrutaría si ese placer lo tenía él, pero tu tío se me adelantó atacándonos con un efectivo conjuro y haciéndonos caer. Parnaby se recuperó antes que yo: fue tras él y los dos iban a enzarzarse con uñas y dientes cuando me vi obligado a intervenir.

Hizo una pausa entonces, su mirada se ensombreció.

-Por supuesto, después de eso Parnaby no tardó en darse cuenta del lado de quién estaba. Y sabiendo que era superado en número luchó con todo lo que tenía, desesperado en llevarse al menos a uno de nosotros con él. Casi lo… logró.

-Su cabeza – la voz de Maud era un susurro -. ¿Se lo hizo él?

Snape dejó ir una corta risa.

-Me tiró una piedra mientras intentaba esquivar uno de sus conjuros. No muy sofisticado pero ciertamente efectivo – llevó una mano hacia su sien, como si fuera a tocar la herida; entonces pareció pensarlo mejor y la dejó caer -. Debería haber recordado que había sido cazador cuando estuvo en Hogwarts, pero estaba… algo distraído en ese momento.

-Y al final… - Maud se aclaró la garganta -. ¿Parnaby fue capturado?

-Oh, no – su rostro estaba ceñudo -. Muerto.

Los dedos de Maud se curvaron lentamente en su palma. Parte de ella quería preguntar quién lo había hecho; pero el resto decidió que en realidad no quería saberlo.

Snape continuó con un tono más enérgico.

-Sabía que Voldemort enviaría a alguien a investigar, y ni tu tío ni yo deseábamos estar allí cuando eso ocurriese. Los dos nos aparecimos al instante, él en su casa y yo en el lejano límite del Bosque Prohibido, que fue por supuesto lo más cerca que pude de Hogwarts sin ser visto… - se encogió de hombros -. El resto ya lo sabes.

Maud sacudió la cabeza.

-Tuvo suerte de que no se escindiera, después de todo. ¿Cuánto tiempo se ha estado arrastrando por el bosque antes de que lo encontrara?

-No lo sé – por primera vez parecía dudar, y miró hacia su taza de nuevo -. No pudo haber sido durante mucho o habría muerto, pero parecieron horas antes de que Athena viniera con tu mensaje… Que era muy consolador, por supuesto. "¿Dónde está?" No exactamente sentimental, pero al menos me dio algo en lo que pensar mientras estaba consciente.

Maud enrojeció.

-Tenía que escribir algo. Necesitaba una nota para que Athena la llevar y así poder ver dónde estaba.

Sus cejas se alzaron.

-¿Utilizaste el lazo visual con ella para ver mi localización? Eso fue imaginativo. Me pregunto por qué nadie pensó en hacer eso antes.

-Estoy seguro de que alguien lo hizo, pero sólo funciona con distancias cortas. Y en muchos casos probablemente no funcionase del todo – hizo una pausa, tragándose el nudo de la garganta -. Athena ha sido como una parte de mí durante trece años. La unión que teníamos era… especial.

-Lo sé – por una vez no había burla en su tono.

-Era vieja, y no estaba acostumbrada a hacer mucho ejercicio. Debería haber sabido que su corazón sería débil – Maud inclinó la cabeza, luchando contra la sobrecarga de culpa -. Debería haberlo sabido.

La mano de Snape cubrió la suya, agarrándola con fuerza.

-Lo siento, Maud. Si no hubiera sido por mí… - entonces se detuvo y dijo en una peculiar voz -. ¿Qué es lo que pusiste en este té?

Pilló a Maud de improvisto.

-¿Qué?

-Pusiste una pluma de Jobberknoll en mi té – parecía atónito.

Maud con esfuerzo mantuvo su expresión serena, sentándose en la silla.

-No puedo imaginar por qué pensaría tal cosa.

Lanzó la taza con una maldición: se hizo pedazos contra la pared. Entonces, mientras ella lo observaba, empezó a reír: una risa cansada, sin alegría que siguió y siguió hasta que cayó contra las almohadas, exhausto.

-Muy bien, señorita Moody – dijo ahogadamente -. Parece que me tienes a tu merced. ¿Qué quieres saber?

Salvajes pensamientos se persiguieron unos a otros dentro de su cabeza y por un momento estuvo abrumada por el verdadero número de posibilidades. Pero la primera pregunta que salió de la boca de Maud fue, perversamente, una que casi había olvidado hasta hoy:

-¿Por qué odia a Harry Potter?

Por un momento Snape se quedó en silencio y Maud se pregunto si respondería. Entonces dijo, lentamente:

-Odio no es la palabra que yo escogería. Encuentro el comportamiento del chico exasperante, su parentela detestable y su actitud menospreciante, pero eso no es nada comparable con mi opinión de los... otros - en su última palabra sus ojos se enfurecieron súbitamente y Maud se preguntó en quién podía estar pensando: entonces continuó -. No obstante, diré esto.

"Durante la primera guerra contra Voldemort, magos y brujas lucharon, sangraron y murieron; perdieron hogares, seres queridos, la salud y el juicio; representaron increíbles actos de heroismo y autosacrificio. Pero en los anales de la historia de la magia ¿quién recibe el crédito por la derrota de Voldemort? El maldito Harry Potter."

Por un momento su voz perdió su suavidad y Maud escuchó una áspera falta de culto por debajo: entonces, Snape pareció acordarse y continuó como antes.

-Un niño de pecho no tiene derecho a ser llamado héroe. Potter no sabía nada, no hizo nada. Simplemente fue que estuvo presente cuando Voldemort cometió un mal cálculo. Y aún así es el preferido y el elogiado, incluso por los hijos de aquellos que más sufrieron, como si hubiera hecho algo grande. Eso es algo que no puedo aceptar.

-Pero – Maud estaba consternada -. Eso no es culpa de Harry. ¿Por qué castigarle por eso?

-Nunca fue mi intención castigar a Potter por el accidente de su nacimiento. Lo que hago, sin embargo, es probarle para ver de lo que es capaz… Lo que me lleva a mi segunda razón – inspiró profundamente, haciendo una mueca ante el dolor de sus costillas -. Como su difunto padre, Potter muestra una peligrosa tendencia a comportarse como si fuera invencible, invulnerable y estuviera por encima de las reglas que obligan a los menos mortales. Y ese tipo de tonterías no voy a tolerarlas – los músculos de su mandíbula se endurecieron -. Puede que Potter se considere acostumbrado a las enfermedades, pero si tan sólo lo supiera, le estaría haciendo un favor. Su padre James era tan popular entre los estudiantes y profesores, tan admirado por su astucia, sus encantos y su habilidad para el Quidditch, tan rodeado y apoyado por sus leales amigos – su voz se acentuó sarcásticamente en la penúltima palabra – que nunca tuvo la oportunidad de darse cuenta cuán ordinario y vulnerable era en realidad. Y al final, esa confianza fue lo que le mató.

-¿Entonces en realidad está tratando de salvar la vida de Harry? – Maud intentó mantener el escepticismo de su voz, pero falló sin embargo -. No parece una buena manera de hacerlo. Cuanto más difícil se lo pone, más irracional él cree que es usted.

-Quizás. Pero tampoco aprenderá mimándole y alabándole (aunque pudiese reunir la hipocresía para hacerlo). Y su ira hacia mí, aunque juvenil, puede que lo dirija hacia la excelencia. Esas cosas... se ha sabido que pasan.

Maud decidió dejarlo pasar y cambió de tema.

-Muy bien, entonces ¿por qué es tan duro con alumnos que rompen las normas? Sé que como profesor tiene que defender las normas, pero…

-La desobediencia a las normas se inicia cuando empiezas a creer que las únicas leyes que te obligan son aquéllas con las que estás de acuerdo. Hay un pequeño paso desde ahí para convertir una norma en uno mismo – Snape la miró desde su altura -. ¿Has visto anarquía? Yo sí. Al principio parece libertad, pero eventualmente se vuelve tediosa y anhelas que vuelva el orden. Pero habiendo rehusado la norma de la conciencia, la única ley a la que puedes sostenerte es a la de la fuerza bruta. Eso es lo que Voldemort representaba. Representa.

Maud estaba en silencio, sopesando sus palabras. Al final, dijo:

-Pero si no hubiera roto las normas de Hogwarts esta noche ¿qué le habría pasado?

-Lo que tú hiciste no fue desobediencia. Simplemente dejaste de lado una ley por otra mayor. Lo importante fue eso al final, la norma que tu elegiste seguir no fue una de tu propia invención, ni por tu propia conveniencia. Desafortunadamente – su boca hizo un tic – no todos los estudiantes entienden esa distinción. Que es por lo que las normas de Hogwarts deben seguir defendiéndose, y cada infracción debe ser castigada como corresponde.

Maud podía pensar en las numerosas excepciones que Snape había hecho a aquel principio, particularmente en lo que se refería al Quidditch y a ciertos Slytherin bien relacionados, pero asintió.

-Puede que el profesor Dumbledore sea compasivo si quiere – dijo Snape -. Yo no estoy acostumbrado a mostrar piedad… no más de la que voy a recibir.

La aspereza en su voz hizo que Maud levantara la cabeza, preocupada. Snape parecía exhausto, advirtió: había negras sombras bajo sus ojos y las líneas alrededor de su boca se habían marcado más. Más que nada, necesitaba descansar y allí estaba ella haciéndole defender su filosofía de vida.

-Duérmase – dijo, poniendo una mano sobre su frente -. No ha perdido la conciencia por al menos tres horas; el peligro debe haber pasado. Estaré aquí si me necesita.

-Oh, vamos, señorita Moody – le dirigió una tenue y burlona sonrisa -. Tienes que tener más preguntas que ésa. Mejor que me las hagas ahora: no tendrás otra oportunidad como ésta.

-¿Ah no? – se levantó de su asiento y fue a recoger los rotos pedazos de la taza que él había tirado -. No creo que sea tan difícil. Todo lo que necesito es cogerle en un humor confesionario y dejarle creer que he puesto una pluma de Jobberknoll en su té.

Snape se alzó sobre los codos.

-Quieres decir que mentistes sobre…

-Tomando prestada una frase, nunca le he mentido. Simplemente seguí su ejemplo, como haría cualquier buen aprendiz, y me abstuve de explicar la verdad.

Por otro rato Snape la miró fijamente con incredulidad: entonces cayó contra las almohadas y se rió, la primera genuina y espontánea risa que ella le había oído en toda la noche. Lo contempló en silencio, fascinada, mientras él se reía por lo bajo (un inesperado sonido cálido y gutural de un hombre tan naturalmente reservado) y las severas facciones de su rostro se relajaron, haciéndole parecer mucho más joven. Era casi, pensó, como mirar al Snape que había podido ser o que podría ser algún día, en un mundo sin Voldemort.

-Maud – dijo cuando pudo hablar -. Ven aquí. Por favor.

Era la primera vez que Maud podía recordar oír a Snape decir por favor a alguien. Dejó los pedazos de alfarería y caminó hacia el lado de la cama.

-Dime – dijo. La sonrisa se apagó y sus ojos la miraron, al mismo nivel y sin parpadear -. La verdad, toda: ¿me amas?

Su corazón dio un vuelco como un reloj de arena y el tiempo se detuvo. ¿Me amas? Era una pregunta que nunca habría esperado que él hiciera, no en esas palabras. Tampoco habría imaginado nunca que tendría que darle una respuesta. Y aún así, en ese momento, todos los pensamientos y emociones enredados de la pasada semana parecieron desanudarse ellos solos, y su respuesta vino sin gran necesidad de pensar:

-No es en absoluto encantador – dijo, devolviéndole la mirada con una estabilidad que no sentía -. Es sarcástico, déspota y exasperante, deja que se le engrase el pelo y se le amarilleen los dientes por razones que no puedo entender; parece no tener vida fuera de Hogwarts y nadie parece confiar en usted excepto Dumbledore; me cegó cuando tenía cuatro años y puede que inadvertidamente me haya embrujado a mi también, una posibilidad que me ha causado una seria preocupación… y sí, le amo. No porque me hizo amarle (lo sé ahora, aunque mi tío no), sino porque elegí amarle y porque sé que usted necesita que le ame, esté o no preparado para admitirlo.

Finalizó la última frase aprisa, y se quedó quieta esperando a que el hacha cayese. Podía echarla fuera ahora, si quería: y siendo su determinación a obedecer las reglas, probablemente lo haría. La otra noche la había puesto a prueba con una pluma de grifo y había fallado; había puesto su vida en sus manos, y ella había rehusado a tomarla. Si lo que él quería de ella era una fría fachada y un expediente impecable que se complementara con el suyo, tendría que buscar en otra parte: Maud sabía lo que ella era y no era una extensión de Snape. Ni lo sería.

Snape asintió, como si fuera lo que había esperado.

-Gracias – dijo -. Y ahora, te pediría que hicieras algo por mí.

Maud respiró profundamente.

-Sí.

-¿Te importaría hacerte a un lado para que pueda hablar con el director?

Por un momento Maud se lo quedó mirando, incapaz de creer a sus oídos. Entonces, muy lentamente, se dio la vuelta.

Dumbledore estaba de pie en silencio detrás de ella, sus manos cruzadas en las mangas de su túnica estrellada. Sus ojos parecían cansados tras sus gafas de media luna y su boca era grave.

-Es muy tarde, señorita Moody – dijo -. O quizás debería decir muy temprano. Confío en que tendrás una explicación.

* * *