Dorado y cálido
por Karoru Metallium
IV
Terciopelo Azul
Nota: OMG, mira por dónde va esto ya, ¡y pensar que iba a ser un one-shot! xD., este es Joey, antes y después del primer beso que vimos en el capítulo anterior... nuestro querido Joey, impulsivo y lanzado pero no imbécil, subrayo xDDD.
**************************************
Burbujeante. Sé que suena ridículo, estúpido y embarazoso, pero así me siento cuando él está cerca, y siempre ha sido así, desde el momento en el que lo conocí, cuando esa lluvia de chispas saltó entre nosotros por primera vez.
Al principio asumí las burbujas como una mala digestión, que casualmente siempre me atacaba cuando veía a ese bastardo arrogante actuar como si el mundo le perteneciera y los demás fuéramos basura. Sobre todo yo.
Adoro a Mokuba. El chico es un sol, es dulce, amable, agradable y amistoso, es mucho más inteligente que cualquier mocoso de su edad, y me encanta cuando nos reunimos todos a bromear, jugar y recordar los viejos tiempos. Pero con él, integrado en el paquete, viene su hermano... y ese tipo es otra historia, una historia cruel para mí.
Perro, cachorro, duelista de quinta, inútil, idiota... a ver, sé que hay más pero no puedo recordar todas las etiquetas que me ha colgado desde la primera vez que nos vimos cara a cara. Han sido muchas las veces en las que me ha hecho hervir de rabia como nadie más puede hacerlo; he sentido deseos de golpearlo, estrangularlo... de no escuchar más esa voz profunda y desdeñosa, de no verme reflejado nunca más en esos ojos helados...
La última vez que pensé en eso, casi acabo muerto de un infarto cuando me di cuenta de que me preguntaba qué iba a pasar conmigo después si hacía algo como eso; y no estoy hablando de ser golpeado hasta morir por sus guardaespaldas.
Me pregunté si podría soportar el no verlo nunca más, el no escucharlo nunca más. Comprendí que no sería capaz ni de golpearlo siquiera. ¿Cómo podría intentar siquiera dañar esa perfección absoluta? Aunque me mirara con desprecio, aunque me insultara, supe que jamás podría actuar de acuerdo a mi furia.
Jamás podría permitir ser dominado por mi rabia, esa rabia que nacía del anhelo, del deseo, de las ganas de ser tomado en cuenta, de... de ser querido por él, de ser deseado por él.
En ese momento supe con certeza que me gustaba Seto Kaiba. Mucho. Y me dio mucho miedo. No sólo porque se trata de un hombre y nunca me había sentido atraído por un miembro de mi propio sexo, sino porque se trata de Kaiba. Coño, no estamos hablando de una persona común y corriente, sino del tipo más rico y codiciado de estos rumbos; y por si eso fuera poco, del tipo más arrogante, engreído y ególatra del mundo, con un complejo de superioridad del tamaño del palacete en el que vive.
Él me llama perro. Yo no sé si tendré rasgos caninos... este tipo me ha hecho dudar de mi hombría y hasta de mi humanidad; pero una cosa es segura: mi suerte sí que es perra, muy, muy perra. Porque eso y no otra cosa es darme cuenta de pronto de que no sólo me gusta un tipo, sino de que el tipo que me gusta es precisamente la persona que más me desprecia y peor me trata en el mundo.
Y lo más cumbre es que sospecho que no sólo me gusta...
¿Porqué tengo que ser diferente? ¿Porqué no pueden gustarme sólo las chicas, como a los demás? ¿Porqué siento esto, porqué tengo que llevar este secreto como una cruz?
Para rematar, comenzamos a verlo más seguido en los lugares de reunión del grupo; ahora siempre acompañaba a Mokuba. Casi no hablaba (fuera del saludo cortés a la llegada y la despedida igualmente cortés a la partida; además, por supuesto, de algún comentario sarcástico acerca de mí que me ponía a punto de agredirlo), pero a veces podía sentirlo mirándome: los cabellos de mi nuca se erizaban bajo su mirada y me sentía estremecer.
Yo no podía dejar de mirarlo, pero al menos trataba de hacerlo cuando él no me miraba. El maldito bastardo es perfecto: más alto que yo, su cuerpo largo y esbelto es fuerte pero elegante y se mueve con una gracia que contrasta con mi torpeza; y conste que soy especialmente torpe cuando él está cerca.
Mis movimientos, que por lo general son bastante fluidos, se hacen mecánicos y torpes en su presencia: tropiezo con todo, me golpeo con todo, hago el ridículo a cada paso. Y ni hablar de mi gran bocota; si soy bocón de nacimiento, con él cerca no puedo parar de parlotear y meter la pata sin parar. Basta que el tipo me lance una de esas miradas capaces de enfriar una caja de cervezas en un minuto, o que me llame perro, o cachorro, o mascota, o lo que sea, para que yo me encienda como un árbol de navidad y meta no una pata, sino las cuatro... y hasta el fondo.
Creo que sí tengo rasgos caninos...
Pero volvamos a él. Su rostro es... carajo, es hermoso, nunca lo había pensado; creo que nunca he usado esa palabra para describir algo o a alguien, pero es la adecuada en ese caso: es bello, cincelado como el de una estatua e igual de frío e inexpresivo, excepto cuando está furioso o me mira con desdén...
... con esos ojos del azul más intenso y maravilloso que he visto en mi jodida vida, sombreados por esas pestañas oscuras tan largas que no parecen de verdad y ese flequillo castaño que se ve suavecito y que debe sentirse como la seda entre los dedos. Y esos labios, el inferior ligeramente más grueso que el superior, que cuando no están apretados en una línea de desdén son la cosa más jodidamente sensual que existe...
Empecé a soñar con él, y no sólo mientras dormía: a veces soñaba con él en su presencia, soñaba despierto...
Tu rostro está cerquita del mío y casi no puedo respirar. Presiono mi boca contra tus labios, siento cómo se abren lentamente, y mi lengua torpe entra en contacto con la tuya. Tú permaneces muy quieto, permitiendo el beso pero sin alentarme, como si esperaras una señal; entonces haces un sonido extraño, ronco, y siento una mano caliente sujetarme por la espalda como una banda de acero, mientras que otra aferra mis caderas y me aprieta contra ti.
Mi cuerpo se mueve como si tuviera voluntad propia, enredándose en torno al tuyo como la hiedra, mis piernas alrededor de una de las tuyas, mis manos entrelazándose alrededor de tu cuello. Estoy tan duro que me duele y no puedo parar de frotar mi pelvis contra tu muslo, como un gatito que se frota contra la pierna de su amo, gimiendo como un desenfrenado ante las sensaciones que eso me produce aún a través de las capas de ropa...
Y tu boca tan caliente, tan mojada, con sabor a café...
Tus dedos en mi cadera dibujan pequeños círculos; la mano en mi espalda se mete debajo de mi camiseta para trazar un camino desde mi nuca hasta el lugar en el que mis pantalones le impiden descender más, hasta hacerme gemir de placer.
Tu boca deja de besarme y se mueve hasta mi oreja, tomando el lóbulo entre tus dientes y mordiéndolo levemente, desplazándose por toda la superficie para luego lamer el espacio justo detrás de la oreja, como si quisiera hacer un mapa de toda el área.
¿Cuándo coño hubiera pensado yo que besar las orejas pudiera ser tan condenadamente erótico?
Esa vez, Yugi me despertó de mi ensueño culpable y yo no pude hacer menos que sonrojarme. Él me miraba desde el otro lado de la mesa con un aire entre curioso y desdeñoso, con el ceño fruncido; me pregunté en qué estaría pensando.
Nunca imaginé que podría estar pensando, o imaginando, lo mismo que yo. No pensé que pudiera pasar siquiera por esa cabezota hinchada de orgullo que tiene que estaba soñando con él y que me había perdido del mundo mirando sus labios.
... esos labios que ayer me besaron.
Fue increíble, fue eléctrico, fue como fuego en mi boca extendiéndose por todo mi cuerpo, y eso que sólo duró unos segundos. Un par de segundos que pusieron mi mundo de cabeza.
Nos habíamos besado. Y hablo en plural porque fue así, él también me besó; fue mutuo, aunque durara sólo unos momentos, unos instantes en los que el tiempo se detuvo y todo a mi alrededor dejó de existir. Cuando terminó, yo estaba tan agitado como si hubiera corrido una carrera y más confundido que nunca; sabía que estaba rojo como un tomate, porque sentía arder mis mejillas.
Él no parecía confundido, aunque estaba tan agitado como yo su rostro estaba muy pálido, y los ojos azules brillaban como animados por un fuego interno tan intenso que sentía que me quemaba. No dijo nada. Nos quedamos allí sentados sin hablar, mirándonos, hasta que Yugi y Mokuba regresaron de su escapada; Yugi me miró con curiosidad y luego dijo que esperaba que no nos hubiésemos peleado mientras ellos no estaban.
Nosotros... peleando. Ja, ja. Qué gracioso.
Él se fue con Mokuba luego de despedirse de todos en general y de nadie en particular, sin lanzar ni una sola mirada hacia mí. Y no lo culpo: yo tampoco podía mirarlo a los ojos ahora sin sentir que algo se me revolvía en la tripa, algo que no era precisamente odio.
Estuve despierto toda la noche, primero luchando por hacer que mi padre se echara a dormir y no causara más destrozos, y luego pensando en lo tremendo de los acontecimientos del día.
Ese beso fue una promesa, estoy muy consciente de eso y sé que no me estoy imaginando nada ahora. No soy tan idiota como la mayoría piensa; sé que a veces me descontrolo, y que no me caería nada mal un poco de sentido común y de moderación, ¿y qué? ¿Van a encerrarme por eso?
No podía pretender que nada había pasado, y ahora sabía que él tampoco podría pretenderlo. Ese beso significó algo tanto para mí como para él, lo sé muy bien, coño; y no voy a quedarme de brazos cruzados y a fingir que no sucedió, mientras él se aleja de mí. Porque también sé que va a tratar de hacerlo, que va a dejar de acompañar a Mokuba a las reuniones con el grupo, que va a evitarme como si yo fuera la peste.
Y por una vez no pienso ser la mascota atropellada, no señor.
Pero... ¿qué hago para evitar que se aleje de mí?
Me he pasado toda la noche pensando en eso. En eso y en... otras cosas, porque a pesar de lo poquito que duró el beso y de lo ligero que fue, no puedo apartar de mi mente el calor y la suavidad de su boca, el sabor que sentí por un instante cuando mis labios se abrieron un poco al contacto de los suyos.
Mis fantasías se han mucho más atrevidas de golpe, y todo gracias a ese beso.
Tus manos me toman con fuerza, me atraen hacia ti, nuestras bocas chocan una contra la otra y nos besamos como si tuviéramos fiebre, gimiendo dentro del beso. Me besas tan fuerte que me duele, tus manos se apartan de mi cabeza para agarrar brutalmente mis caderas y siento que no puedo respirar, todo lo que puedo pensar es en moverlas hacia adelante para que se unan a las tuyas. Carajo, quiero más, quiero más toques, más sensaciones, más de esto, todo de esto...
Tus manos desgarran mi camisa y tus besos devoradores se mueven por mi cuello descendiendo hasta mi pecho; siento que mis rodillas ceden y ya no pueden sostenerme, y te arrastro hacia abajo conmigo. Aterrizo en algo moderadamente suave - una alfombra, quizás - contigo encima de mí. Un gemido de frustración brota de tu garganta cuando luchas con la cremallera de mis pantalones, tus dedos tiemblan y los míos también cuando trato de ayudarte, sintiendo que mi erección va a perforar la tela en cualquier momento.
En el momento en el que me liberas, te arqueas sobre mí como un gran depredador hambriento, tus dedos se cierran alrededor de mi ardiente necesidad y no puedo evitar gritar, gemir, aullar como un perro...
Es por eso que estoy aquí esta noche, luego de haber tomado unos cuantos tragos con Tristán y algunos amigos para darme valor. Por supuesto, ellos no sabían que yo estaba bebiendo para darme valor, y no tienen ni puta idea de lo que estoy a punto de hacer. No sé qué harían si lo supieran. Tratar de impedírmelo, supongo.
Ya pasé la garita del vigilante y sé que él está esperándome, porque le di mi nombre y el tipo apenas si dudó un segundo antes de dejarme pasar. El sonido de mis pasos en el sendero que lleva a la puerta principal no va precisamente con los latidos de mi corazón. Esto no debería estar sucediendo.
La parte racional de mi cerebro (que existe, lo crean o no) está diciéndome, suplicándome, que me vaya a casa y me acueste a dormir; pero la otra mitad está absoluta y completamente conquistada y decidida a hacer lo que sea. Estoy sudando como un cerdo a pesar del frío que se cuela hasta mis huesos, tratando de no pensar, tratando de actuar de acuerdo a mis impulsos y de no preocuparme.
Pero... esto no puede ser, esto es una locura, estoy arriesgándolo todo en una sola movida.
Siento más y más frío con cada paso, aunque estoy sudando. Mi corazón está latiendo tan rápido que por un momento creo que voy a desmayarme antes de alcanzar la puerta. ¿Debo llegar hasta allí? Me detengo, sin aliento, tratando de ser razonable. ¿Qué estoy haciendo?
¿Qué coño estoy haciendo?
Por primera vez desde que dejé la calidez de la casa de Tristán me doy cuenta de a quién estoy tan ansioso de ver, y por un momento la conciencia de lo que voy a hacer es demasiado para mí. Tengo que volver, tengo que, ahora. Pero no puedo moverme. No puedo volver y seguir siendo una parte de esta pantomima que la gente llama "normal", no puedo volver y olvidar lo que ha pasado entre los dos.
Empiezo a caminar de nuevo, esta vez más rápido. Tengo mucho que perder, pero esto está ya fuera de mi control; y sé que lo lamentaré por el resto de mi vida si regreso a la falsa seguridad de mi casa.
¿Cómo lo descubrió? Siempre he tratado de disimularlo lo mejor que podía, forzándome a actuar como mis amigos esperaban de mí: normal, limpio, predecible, si bien un tanto inestable; lo malo es que con él siempre he perdido el control, y en una de ésas debe haberse dado cuenta de todo. Sin que yo estuviera consciente, mi secreto más profundo salió a la superficie... qué ironía.
Ahora estoy frente a esa puerta. Las imágenes de lo ocurrido ayer son más fuertes ahora, y estoy casi feliz de estar aquí. De alguna manera, la forma en la que me miró... como si esos ojos increíbles penetraran mi mente, hipnotizándome, haciéndome sentir indefenso y a la vez protegido, me cautivó.
La puerta. ¿Debo pulsar el timbre? Hace frío y la cabeza me pesa, por la preocupación y el alcohol que bebí, que no fue mucho pero sí lo suficiente como para darme valor. Y entonces un pensamiento me aterroriza: ¿está realmente esperándome, o es una trampa para hacerme caer y reírse de mí? Mi corazón casi se detiene. Qué estúpido soy.
Pero ahora es demasiado tarde, creo, cuando veo la puerta abrirse y escucho la voz fascinante y fría de Seto Kaiba.
- Wheeler - dice, simplemente, dejándome pasar.
Me mira por un instante y sus ojos parecen arder con un fuego frío, y al mismo tiempo suave, como terciopelo azul. Sí estaba esperándome. Y sin decir nada más, cierra la puerta y me hace señas de que lo siga, comenzando a subir por una larga escalera que lleva al piso superior.
Apenas soy consciente de lo que pasa a mi alrededor. Ni siquiera lo he tocado y ya estoy ardiendo, mirando su espalda mientras subo tras él. No sé qué pasará, pero ya lo he decidido y no voy a dar ni un paso atrás. Ni uno.
***************************************
N.A.: Bien, ya saben lo que ocurrió después de esto, porque fue el capítulo 2 xDDDDD. En el próximo cap ya volvemos al presente, a lo ocurrido justo después de los 'eventos' del primer cap, para ver cómo se desarrolla el nexo entre Seto y Joey y si deciden hacer pública su relación.
Gracias a mis reviewers: SouYu-J (espero ver pronto continuación del tuyo ^^), Fantasy_Krystal (espero que te agrade cómo va la cosa), Naty (gracias ^^), Terry Maxwell (en el próximo ya vamos directo a explorar todas esas inquietudes, porque volvemos al 'presente'), Cho Chang de Black (ya verás en el próximo), Aiko (espero que te haya gustado), Rally (me alegro xDD), Naruki, Suisei (estoy tratando de ponerme al día con todas mis historias, voy poco a poco xDD), Haima (qué review tan lindo, Haima, muchas gracias... me alegra que compartas mis puntos de vista acerca de S/J, y espero que ya que te gustan las introspecciones te haya gustado este cap.). Besos a todos!!!!
