Título: Lágrimas
Autor: Vania Hepskins vaniah2000@yahoo.com o Jun para acá la raza.
Pareja(s): Aragorn/Legolas
Clasificación: PG13, pero puede subir en el camino. AU (Alternate Universe) no hay Arwen, y si la hubo, sólo fue una querida hermana de Aragorn. MPREG totalmente, así que no te gusta el MPREG (Male pregnant) NO LE LEAS POR FAVOR, snif…
Resumen: Otra historia corta, una vez unidos por su amor, Aragorn y Legolas viven en Minas Tirith donde Aragorn es el rey, y Legolas el príncipe consorte. Pero aun falta una gentil pieza para completar su felicidad. ANGST
Advertencia: Contiene SLASH es decir, relación hombre/hombre, mas bien hombre/elfo. Si no te gusta tal tipo de género, favor de buscar otro mas apropiado a tu gusto.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.R.R. Tolkien y/o NewLine Cinema. Escrito sin fines de lucro.
N/A.- Espero no tocar susceptibilidades con lo del embarazo, son simples palabras, así que no lo tomen a mal, que el elfito tenga miedo a perder sus formas, es varón después de todo. ;-)
La mañana habían pasado rápida ante el tumulto de caricias que desbordaban el uno en el otro, los besos habían sido ardientes llenos de un deseo irrefrenable, la súbita conciencia de que podía perder a su amado príncipe hicieron de Aragorn el mejor amante en esa y muchas ocasiones. Disfrutaba el encanto del tacto de la cremosa piel del elfo, del cuerpo sin falla alguna y la total entrega de su ser sin restricciones, la sensación de ser uno solo se prolongo tanto como sus cuerpos lo reclamaban, uno en el otro se sentían completos y llenos de alegría al saberse que su mundo volvía girar con normalidad pero ahora con mas fuerza y potencia que nunca, Legolas se sintió amado y bendecido al tener a su lado al hombre mas cariñoso y amante que pudiera desear, así era su paraíso.
Mientras Aragorn daba gracias una y otra vez por el milagro bendito que le otorgaron los altísimos al dejarle conservar la vida a su amor. La perdida de la oportunidad de concebir había pasado, pero nada importaba ya, mas que el saberse unidos para siempre. Los cabellos rubios y largos de Legolas ondulaban frente a él mientras su mano nervuda se deslizaba delineando la espalda arqueada del inmortal, los gemidos de éxtasis no tardaron mucho en inundar la habitación.
Era una melodía afrodisíaca que le incitaba una y otra vez a adentrarse en lo más profundo del alma del inmortal, a tocar ese punto de dulzura y placer que el mismo había percibido tantas veces. Y la vista le regocijaba el corazón, Legolas fruncía un poco el ceño antes de dejar escapar el gemido, quiso besarle cuando tuvo oportunidad de verle con más claridad, le tomó del cabello jalándole con sutileza hasta tenerlo de espaldas junto a él.
- Nunca mas te quiero perder, te quiero siempre así a mi lado.
- Aragorn… yo siempre estaré para ti… seré para ti…
Una exclamación mas y después sus labios se unían para romperse con el salvajismo de lo sexual. Aragorn le rodeo la cintura sosteniéndole mientras con la otra mano le ofrecía el placer y desahogo que él mismo disfrutaba. Uno tras otro los movimientos fueron más bruscos, más rápidos y violentos, la respiración agitada, el sudor invadiendo el pecho del mortal y la espalda del elfo, los cabellos inundados y desarreglados.
Por fin, Legolas libero su ser y segundos después sintió como Aragorn le inundaba con su semilla al momento de exhalar su nombre. Lentamente y con cuidado se separaron uno del oro para caer y reunirse en un suave abrazo.
La hora del almuerzo y aun seguían uno en los brazos del otro. Aragorn descansaba su cabeza en el perfecto pecho de Legolas que le acariciaba con esmero. Un fresco aroma entró por el portal que daba hacia el balcón, y no recordaba haberle dejado abierto. Rosas. Fresco aroma a rosas mezclado con esencia de cereza. Demasiado dulce y embriagador, pero le agrado, le hizo caer de nuevo en el descanso de los inmortales, sus ojos vacantes disminuyeron su fulgor y su sonrisa apareció con sutileza.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
- ¿Te encuentras bien?
- Sí, no te preocupes, ha sido sólo que… perdí el pie al caminar.
Aragorn frunció el ceño y miro a Legolas con expectación. Nada había mas extraño que un elfo tropezando con una raíz de un árbol. Inverosímil. Siguieron su camino, las inspecciones al nuevo puente sobre un corto pero ancho río siguieron por parte del rey y su consorte. El constructor explicaba los detalles de los cimientos, las columnas erigidas y lo seguro del camino hasta el otro lado. Una gentil y blanca mano estrecho un poco su hombro.
- Aragorn
- ¿Qué sucede?
El rey, miró hacia donde su consorte le indicaba con un simple gesto, la línea de jinetes que se acercaban a ellos, el grupo que formaban podía llegar a treinta mientras ellos no eran mas que diez hombres, y no contando que dos de ellos eran hombres de trabajo no de guerra. Aragorn ostento su espada al ver relucir el sol en la de los recién llegados, terribles criaturas errabundas que buscaban obtener algún beneficio en la captura de rey y su consorte, o si no era posible, el robo de las valiosas aunque escasas joyas que ostentaba el rey en su pecho y manos.
Legolas sin pensarlo dos veces tendió el arco y espero la primera señal de ataque, al escuchar el rugir, el tronar de gargantas disparo sus flechas y una a una termino con la vida de cinco criaturas que cayeron para destrozarse en las patas de los animales que les llevaban.
Una vez cerca el combate frente a frente no se hizo esperar, Aragorn blandió su espada y lanzó sus puños como hacia ya años, sentía vivir de nuevo, el sudor en su rostro y las manchas de sangre en sus nobles ropas, un raspón, un golpe y no le importaba atravesar con su espada hasta no ver la punta sobre salir del otro lado.
Las gargantas cortadas por el filo de las dagas de Legolas le causaban repugnancia y tristeza, ¿Cómo era posible que el odio entre pueblos aun subsistiera? Pero estas criaturas no parecían entender el lenguaje mortal ni élfico, no entendían razones cuando trato de dirigirles la palabra. Mientras uno se acercaba por atrás aun le quedaba tiempo de despachar al otro mundo al que tenía enfrente, y todavía, quedaba tiempo para examinar a su esposo que parecía luchar él solo contra el mundo. No podía comprender el gusto de la humanidad por los enfrentamientos y la batalla. Eran un caso perdido.
Los seis guardias de palacio restantes se defendían bastante bien a pesar de que en un principio intentaban proteger a la pareja real de los ataques inminentes, dos cabezas rubias y cuatro castañas, rotaban sus espadas y emitían gritos de triunfo cada vez que una de las criaturas caía.
Al terminar Aragorn llevaba un herida corta pero profunda en su brazo, con los cabellos pegados a las sienes por el sudor, con la túnica que una vez fue azul, manchada de sangre y barro, los dos constructores eran atendidos por tres guardias que inspeccionaron las leves pero cuantiosas heridas que portaba, todos a salvo, con ligeras muestras y tintes de la lucha recién acaecida.
Legolas inspeccionaba el lugar, y a pesar de que contaba con infinidad de flechas para su disposición en el palacio, no dejaba pasar la oportunidad de recuperar las que aun servían. Una antigua costumbre, tal vez.
Un joven de cabellos blondos y revueltos se le acercó al rey para atenderle, Aragorn no le tomó importancia, ni siquiera se percató de su presencia y fue a examinar a su esposo quien miraba su muñeca como si algo le preocupase
- ¿Te encuentras bien? – preguntó Aragorn consternado.
- Sí, inspeccionaba mi manga, pues al parecer perdió un hilo al atorarse con la coraza de aquella criatura.
- ¡Cielos, es preocupante!, será mejor ir a ver a un sastre.
Legolas sonrió a punto de contestarle pero volvió su mirada para encontrar el brazo de su amado, sangraba lentamente por la herida recibida.
- ¡Pero eres tu quien necesita atención!
Legolas tomó el brazo reluctante del rey, desgarro la ya rota manga de la túnica y observó la herida, era un poco profunda aunque no parecía nada grave, sólo rogaba no se le infectara o trajera consigo alguna clase de ponzoña. Aragorn se sintió complacido al sentir la suave piel de las manos de su esposo en la suya, observar su rostro ligeramente fruncido, su labio inferior mordido y su vista cayendo en su extremidad. Le atrajo por la cintura y le robo un beso.
- ¡Aragorn!
- Lo siento, no pude resistirlo… - respondió el mortal con una pícara sonrisa.
Legolas agitó su cabeza, destrozo la manga de su camisa deshilada y fue a empaparla en el río para atender la herida. El rey no le dejaba de apreciar. La esbelta pero atlética figura de su elfo de espaldas era una de las cosas que mas admiraba al marcharse de su lado, de rodillas en la orilla del río la vista era totalmente placentera, los muslos definidos de Legolas eran un manjar exquisito y el movimiento que hacía un poco adelante para alcanzar el agua mas clara, un poco detrás para exprimirle un poco, le hicieron sonrojar. Seguramente al llegar a sus habitaciones reales le recompensaría por el trato regio que le ofrecía.
- ¿Se encuentra bien su majestad? – preguntó una voz tímida pero varonil.
Aragorn volvió la cabeza para encontrarse con el joven rubio de escasos veinte años ¿de nombre?... Daguel, recién incorporado a las filas de sus guardias reales personales. Aragorn tenía por costumbre enterarse y familiarizarse un poco con sus guardias sean de palacio y más aun los personales, pues en ellos recaía la responsabilidad de velar por su más preciado tesoro, su príncipe elfo. Se preguntó repentinamente ¿Cómo era posible que se hubiese ganado aquel lugar entre sus salvaguardias? Seguramente se debía a su estupenda forma de combatir, y a su estricto y frió comportamiento en las filas. Pero ahora le hablaba, y admiro la valentía del joven al dirigirse con su rey y soberano.
Daguel se sonrojó hasta las orejas al sentir la mirada recia pero noble del rey en sus hombros. Pero no aparto sus ojos azul oscuro de los del verde esmeralda del rey.
- Si joven Daguel, te lo agradezco mucho.
- Pero su herida… su majestad….
Aragorn levantó su brazo volviéndola a inspeccionar, ahora no le parecía tan grave como cuando su esposo le reviso.
- ¡Oh! ¿Esto? ¡No es nada!… no hay de que preocuparse.
- Siempre dices lo mismo, por suerte me tienes a mí para cuidarte. – agregó el príncipe uniéndose al diálogo mientras tomaba el brazo de su esposo y limpiaba la herida.
- Es por eso que doy gracias en todo momento. – Aragorn besó su frente lo que hizo al joven Daguel dejarles sin despedirse haciendo una reverencia.
- ¿Quién es ese joven guardia que no conozco Elessar? – preguntó Legolas con el mismo tono suave y tranquilo de siempre, pero Aragorn sabía que llamándole o por ese apelativo, otro objetivo tenía su pregunta.
- ¿Te refieres a Daguel? – exclamó fingiendo asombro Aragorn tanteando al elfo.
- ¡Ah! ¡Daguel! ¿Y por que no tenía el gusto de conocerle, querido? –preguntó Legolas reforzando el vendaje.
- Tiene muy poco entre mis guardias y… ¡ay! ¡Legolas!
- Perdona, cariño, no ha sido mi intención. – respondió el elfo reforzando nuevamente el vendaje.
Demasiados adjetivos apasionados. Legolas estaba celoso, a Aragorn le divertía. Los celos sentaban bien a su esposo inmortal quien nunca había probado el amargo sabor de tal sentimiento. Por lo general, Aragorn probó ese sabor más de veinte veces en lo que llevaba casado, y muchas más al estar soltero.
- Si sigues apretando mas mi mano, se pondrá de color azul.
- No te preocupes, mi amor, le sentará muy bien a tu túnica. Listo.
Legolas termino con un ajustado nudo, sonrió a su esposo, y dio vuelta para tomar su arco que se hallaba recargado junto al puente de piedra. Se agacho como siempre para tomarle cuando sintió como si el mundo se le moviera de sus pies, tuvo que sostenerse del puente para no caer.
- ¡Legolas!
Aragorn se acercó a su esposo que con cara pálida trataba de reconocer un síntoma que nunca había padecido. Sus ojos estaban ligeramente mas azuzados, su boca entre abierta tratando de aspirar el aire faltante.
- ¿Qué es lo que te ha ocurrido?
- Nada… - mintió el elfo tratando de encontrar una explicación lógica a lo que ya por segunda vez en el día le sucedía.
- ¿Estás herido? –preguntó Aragorn inspeccionándole con la mirada
- No, tu preocupación es inútil– respondió Legolas evitando su mirada para su corazón no fuera tomado por sorpresa. – ¡Mi salud es perfecta!
Aragorn no comprendió la actitud de su esposo, aun así le siguió y no mencionó el incidente. Tal vez el repentino cambió de sus actividades, la batalla que no esperaban, la fatiga, tanta actividad… Mentiras, un elfo no estaba propenso a sufrir los castigos del tiempo.
Fuera de ese pequeño incidente la cena transcurrió con la misma pasividad y cordialidad de siempre, el rey brindo con la gente y guardias que le acompañaron esa tarde y el príncipe elfo no se hallaba mas feliz aunque al parecer con poco apetito. En verdad que el olor del queso le disgustaba, "No es el mismo de siempre", pensó Legolas. De hecho, como cosa extraña, sintió que su estómago repelía aquel aroma, y la sensación fue enfermiza. Por suerte, el Rey hablaba con sus guardias personales, haciéndoles recomendaciones antes de volver a su lado.
Compartía el pan con el rey, degustaban el vino, y en cada oportunidad que encontraban sus pies, se rozaban el uno contra el otro sólo con el pretexto de sentirse el calor de su piel.
Por la noche Legolas cepillaba su cabello en su lado de la cama como acostumbraba después del baño, ya había secado todo su cuerpo y su bata verde era lo único que le cubría de la fresca brisa de la noche. Aragorn salió del baño, enfundado en su bata de noche y quitaba el exceso de agua de su cabellera rebelde mientras disfrutaba la vista del ángel sentado frente a él.
La sedosa cabellera rubia adquiría cada vez mas brillo a sus ojos mientras le repasaba, era casi un ciclo hipnótico el subir y bajar del cepillo por toda su longitud, podía estar toda la noche admirándole, pero al parecer no era el mismo deseo de Legolas, que se levantó y con paso seguro se dirigió a la mesa junto al espejo a dejarle en el lugar apropiado.
Repentinamente Legolas cerró sus ojos al llegar a la mesa y sostenerse al filo de ella, Aragorn lo notó, nuevamente algo sucedía con Legolas pero ignoraba de que se trataba, fue a su lado y le tomó del brazo izquierdo.
- ¿De nuevo ocurrió, no es cierto?
- Es extraño… nunca antes había pasado.
Aragorn le guió hasta la cama con disimulo, pues sabía muy bien lo reacio que era el elfo acerca de los cuidados hacia su persona. "Un elfo guerrero, orgulloso y de una dinastía indomable, no era de constitución tan frágil que necesitara de tantos cuidados como un mortal" – le había una vez mencionado en aquellos primeros días de la comunidad.
Legolas estaba asustado de que esto fuera sinónimo de su pronta e inexplicable muerte siendo el inmortal, era demasiado buena la vida, para que un momento como este le arrebatara del hombre que tanto amaba, la sola idea le hizo estremecer.
- Espera un poco, enseguida vuelvo – dijo el rey dejando a Legolas sentado en la cama
- ¿A dónde vas?
- Deseo que alguien te examine.
- ¡Pero tú puedes hacerlo! ¡no veo la necesidad de que alguien mas se entere de mis dolencias! – dijo Legolas poniéndose en pie.
No deseaba que se le tuviera alguna consideración, un elfo orgulloso y de sangre noble como él, no se ve disminuido ante los demás por simples cuestiones.
- No puedo curar lo que desconozco, necesito respuestas. – contestó Aragorn mientras cruzaba el umbral.
Legolas se quedo sólo entra la luz parpadeante de las candelas encendidas, con el suspiro apagado antes de salir de sus labios, espero unos minutos, impaciente, odiaba que alguien mas revisara el cuerpo varonil de su esposo cuando sufría de alguna fiebre o enfermedad, pero mas odiaría que otras manos le tocaran a él mismo. Nunca lo habían hecho, y nunca esperaba que le hicieran, ni siquiera en las más sangrientas batallas.
Aragorn volvió minutos después con el curador más sabio que conocía, y que encontró a esas horas despierto en palacio bajando a las cocinas.
- Legolas, Melfor esta aquí. Por favor, toma asiento. –sugirió Aragorn para facilitarle la tarea al curador.
Legolas no deseaba que le pusieran una mano encima, sobre todo si era una mano huesuda, callosa, fría e insensible. Pero tratándose del mejor curador del reino, a excepción del rey, algún merito debía de tener.
Aragorn quedo de pie, recargado en el poste izquierdo de su cama, con los brazos cruzados, mientras que Legolas había tomado asiento en un sillón cerca del gran ventanal.
- ¿Qué clase de síntomas ha padecido? – preguntó Melfor con las manos por detrás al acercarse al príncipe consorte.
- ¿Síntomas? ¡Soy un elfo, yo no me enfermo!
- Lo sé su alteza, pero por algo me han llamado aquí, el rey me ha pedido que le observe debido a alguna circunstancia y quisiera saber cual es.
Legolas no respondió, sencillamente por que no sabía como definir a ese movimiento de suelo que sólo el parecía sentir, ¿Cómo es que los demás no se asustaron con el ligero temblor de tierra?
- ¿Legolas? – preguntó el rey al ver que no había respuesta alguna.
- ¿Mm…?
- ¡Responde! – exclamó Aragorn impaciente.
- Simplemente yo no sé… es difícil…
- Siga, su alteza – dijo Melfor con tranquilidad, tratando de darle seguridad a un elfo que no sabía como expresar un padecimiento que nunca había experimentado.
- Siento que… es extraño, y deben pensar que estoy loco, pero el mundo gira a mis pies, no sé como ustedes no le perciben, pero el día de hoy tres veces ha sucedido.
- ¡Ah! – exclamó Melfor reconociendo la descripción- ¿Mareos?
- ¿Mareos? – preguntó Legolas extrañado no reconociendo esa palabra en el lenguaje élfico.
- Sí, los mareos se sienten como si todo el mundo girara y no podamos tenernos en pie, suceden en un instante para después alejarse.
- ¡Ah! Entonces eso era… ¿y por que a mi? ¡Soy un elfo! ¡Los elfos no sufrimos de mareos! – exclamó Legolas poniéndose de pie.-¿Se trata acaso de una enfermedad mortal?
- No, su majestad, simplemente algunas veces el cuerpo no reacciona de la manera que esperamos y hace algunos cambios por si mismo.
- No entiendo, será mejor que se explique, sus palabras me confunden. – replicó Legolas frunciendo ligeramente el ceño.
Melfor agitó su cabeza, no sabía exactamente como explicar a un inmortal de casi tres mil años lo que un niño de diez sentía al contemplar el vértice de un precipicio.
- Será mejor que continúe Melfor – sugirió un rey impaciente
- Pero Aragorn, yo desearía saber que…
- Legolas, por favor… - suplicó el rey
Legolas volvió a tomar lugar en el sillón mientras Melfor tomaba una silla y se sentaba frente al príncipe.
- ¿Algún otro incidente? Hasta ahora no veo algún problema mayor, todo parece sugerir que es un simple ajuste de su cuerpo, su alteza, a la atmósfera del reino
- Eso imagino, no creo que haya mas que comentar, no sufro de nada mas…
- Bueno, he de decir, - interrumpió el Rey para disgusto de su esposo - que estos días no se ha alimentado como corresponde a su raza, el día de hoy apenas si probaste bocado.
- El aroma no me apetecía.
- ¡Pero si era queso! – exclamó Aragorn - claro que tenía cierto olor y a ti nunca antes te había disgustado.
- No me agradó. No deseo recordarle – replicó Legolas tratando de no revivir el aroma que le hacía sentir enfermo.
El curador observó a la pareja en su leve discusión como nunca les había visto antes, al parecer el príncipe no se hallaba de buen humor, y esto era extrañísimo. En su vida pocas veces, y aún podía contarlas, pocas veces había tratado a un elfo, pero no por enfermedad, si no por fracturas menores, cortadas, y demás, todas ganadas en batallas y enfrentamientos. La salud de los elfos era algo que le sorprendía, su capacidad de recuperación era digna de admirarse como un milagro. Pero ahora, lo que se le presentaba a los ojos le causaba suma curiosidad, y ahora que tenía la oportunidad no saldría de allí sin una respuesta.
"Interesante" pensó Melfor.
- Si su majestad me lo permite, desearía revisar al príncipe.
- ¿Qué? – prorrumpió Legolas un poco ofendido.
El rey se esperaba esa respuesta, pero no creyó que los síntomas ameritaban una revisión, aun así no quiso arriesgar la salud de su amado si en algo podía ayudarle ahora.
- El curador debe revisarte, será mejor que te recueste en la cama.
- ¡No! No deseo ser examinado.
- ¡Legolas!
- Es necesario, su alteza, no me tomará mas que unos minutos.
- Pero es que no le…
- ¡Legolas! ¡Entiende de una vez! – exclamó el rey impaciente retirándose del poste y dando unos pasos al sillón
Aragorn nunca le había alzado la voz, y le hería profundamente que le hubiera hecho delante de otra persona. Se tendió la cama sin protestar y giro su cabeza hacia el curador evitando así mirar al rey.
Melfor repasaba el pecho del príncipe, tratando de sentir y palpar la respiración del elfo, poco sabía de elfos, pero al Rey le parecía que era lo suficientemente capaz. Bajó sus manos hacia su estómago no encontrando algo anormal, abrió un poco más la bata para auscultarle un poco mas abajo del ombligo.
- ¡¿Qué hace?! – preguntó Legolas visiblemente molesto por tal atrevimiento.
- Lo siento su alteza, no deseo incomodarle, pero es lo último que deseo revisar y… debo… descubrir su vientre.
Legolas miró a Aragorn esperando ver su respuesta.
- Continúe, pero con ciertas reservas, ¿entendió? – dijo el rey con tono severo. El mismo estaba sintiendo los celos que le inundaban debes en cuando, pero no era momento para sentirlos.
- Claro, su majestad
- ¡Aragorn como puedes…! – exclamó Legolas antes de ser interrumpido
- ¡Silencio Legolas! – exclamó imperioso el rey, pero dulcificó un poco su voz al agregar - Melfor esta a punto de terminar.
Melfor descubrió el vientre plano y firme del elfo, quien sufría con la invasión a su espacio personal, y sobre todo la indiferencia de su esposo ante tal hecho.
El viejo curador, dudaba del hecho, era una tontería y no creía que sería capaz de reconocerle, repasó varios puntos presionándole con la yema de los tres dedos medios de sus manos, pero enseguida dio con cierto brote que le causo extrañeza. Bien sabía de los rumores acerca de ciertas "habilidades" que se lo concedían a algunos elfos varones, pero nunca en sus 61 años de vida había conocido a alguien "dotado". Reviso una vez más, y palideció.
- ¡Oh, mi señor! – exclamó Melfor poniéndose en pie.
- ¿Qué sucede? – preguntó Aragorn extrañado
- Dígalo, ¿Qué es lo que encontró? – dijo Legolas cubriéndose las ropas mientras tomaba asiento en la cama
- ¡Oh, señor!, ¡Oh, su majestad! ¡No puede ser!
- ¡Melfor, espere!
Melfor salió corriendo sin decir palabra alguna, asustado y pálido, bajó las escaleras con rapidez seguido de un rey enfadado que mandaba a sus guardias apresar al curador, Legolas le siguió cerrando su bata, pero la brusquedad al levantarse con su antigua agilidad y rapidez le hicieron convocar al mareo y no pudiendo soportarlo mas, se desmayó no sin antes de pegar su cabeza con el dosel de su lecho.
TBC…
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