Título: Lágrimas
Autor: Vania Hepksins vaniah2000@yahoo.com
Pareja(s): Aragorn/Legolas
Clasificación: PG13, pero puede subir en el camino. AU (Alternate Universe) no hay Arwen, y si la hubo, sólo fue una querida hermana de Aragorn. MPREG totalmente, así que no te gusta el MPREG (Varón embarazado) NO LE LEAS POR FAVOR, snif…
Resumen: Una vez unidos por su amor, Aragorn y Legolas viven en Minas Tirith donde Aragorn es el rey, y Legolas el príncipe consorte. Pero aun falta una hermosa pieza para completar su felicidad. ANGST
Advertencia: Contiene SLASH es decir, relación hombre / hombre, mas bien hombre / elfo. Si no te gusta tal tipo de género, favor de buscar otro mas apropiado a tu gusto.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.R.R. Tolkien y/o NewLine Cinema. Escrito sin fines de lucro.
11. La rebelión y partida
El rey había entrado en la habitación particular de Legolas como pocas veces lo hacía, llegado hasta el balcón al aire como nunca lo había logrado, allí delante del elfo habló con el corazón en la mano.
Aragorn se había disculpado con Legolas, por sus celos y todas las conclusiones precipitadas que saco cuando le encontró con el libro y al suponer de donde había provenido. Legolas bajaba la mirada al escuchar la palabra celos, el mismo los había padecido pero en su caso, Daguel estaba allí.
- Los celos no son un buen sentimiento, Aragorn – recrimino el elfo un poco resentido
- Es difícil reprimirlos, además, creo que tu también cojeas de ese pie.
Los ojos azules del príncipe se iluminaron con incertidumbre
- Es diferente – declaró evitando la mirada y cruzando sus brazos. El balcón no le dejaba ir más allá y la húmeda brisa le acariciaba la espalda.
- No es diferente y lo sabes.- sonrió el rey dando unos pasos hacia él.
- Es diferente por que ese joven está aquí y Haldir no.
- No hay nada entre Daguel y yo – aseguró el rey recargando sus manos en el balcón cercando al elfo por ambos lados
- Sus ojos hablan de algo mas que respeto hacia ti y no me agrada su cercanía
- Tonterías. Simplemente que le atrae la idea de trabajar para el rey. – sonrió Aragorn humedeciendo sus labios al observar los sonrosados del elfo al hablar
- Si… para el rey.
- ¡Legolas! ¡Por favor!
Aragorn le abrazo y sintió la frescura de la fría lluvia en su rostro. Hundió su barbilla en el hombro del elfo mientras le susurraba:
- ¿Qué tengo que hacer para que mi amo me perdone? – preguntó amorosamente el esclavo soberano
- El amo no tiene ganas de jugar el día de hoy con su esclavo. – respondió Legolas fríamente
- ¿Puede intentar este humilde esclavo ganarse el favor de su amo?
Legolas no respondió. Lentamente las manos del rey le rodearon alejándole del balcón, y presionándole contra su cuerpo, sintiendo la cercanía de su pareja. La lluvia caía frente al rey y la luz de la tarde era blanca y serena, algunos rayos de sol se escurrían como cascadas dando un hermoso espectáculo a los ojos del soberano.
- Se me ocurre una idea… - dijo el rey apartándose repentinamente
- ¿Aragorn?
El rey había entrado en la habitación de donde saco una de las mantas que cobijaban el lecho, la tendió en piso del balcón e invito con una reverencia al príncipe a yacer en ella. Legolas leía los movimientos del rey al liberarse lentamente de su túnica sin quitarle la mirada de encima. Su resolución era sorprendente, no había nada de esclavo en sus formas de actuar, estaba tomando la iniciativa y no lo esperaba.
- ¿Quieres que lo hagamos aquí? – cuestionó el príncipe alejándose del viento húmedo que le alborotaba el cabello - ¿Al aire libre?
- Exacto, mi señor. – respondió Aragorn liberando el primer botón de su camisa
- Pero alguien podría vernos
- La torre mas alta esta encima de nuestras cabezas así que con esta lona que nos cubre será imposible que alguien mas nos observe – aseguró Aragorn tomando la mano del elfo mientras con la otra apresuraba el ultimo botón
- Aragorn…
- Esta es una rebelión mi señor, el esclavo hará sus deseos esta noche… lo quiera o no el amo…
Había algo oscuro en el mortal como lo hay en todo hombre con sed de lujuria, sus mirada era turbadora y su voz gruesa y decidida, apretaba la mano de Legolas sin querer soltarle, su otra mano liberaba el nudo de su cinto apoyando sus palabras.
Una vez libre de su atadura pero conservando su ropa, Aragorn lo tomó de la cintura y le apretó fuertemente contra si, mientras sus labios chocaban de manera salvaje al tiempo en que los gemidos por aire emanaban en la terraza. Era un reclamo por todo lo que había padecido en sus días de esclavitud, llovía y no podía hacer más realidad su capricho que en la terraza privada del elfo.
- Deseaba hacerte mío cuando seguíamos el rastro de los Hobbits – declaró el rey besando el cuello apresuradamente de Legolas – a la intemperie, a la vista de todos…
Legolas imagino los ojos desorbitados del enano si el mortal no hubiera frenado sus deseos en esas noches que compartían los tres, además, sin conocer los sentimiento verdaderos del rey, Legolas difícilmente hubiera accedido conociendo su compromiso con Arwen
- Nunca me dijiste… - respondió entre jadeos el príncipe cerrando sus ojos por el placer – nunca lo supe
- El enano estaba allí, no era mi intención hacer un raro trío con él... – murmuró Aragorn empujando suavemente el cuerpo de Legolas hacia la manta
- Pero Gimli…
- Ssshhh... no quiero hablar de él en este momento – dijo Aragorn cerrando sus labios con un beso apasionado
La tarde fue deliciosa para ambos, la rebelión del esclavo hizo que Legolas se esforzara en soportar la tortura de ser bendecido con la deliciosa boca del mortal que le poseía sin tregua, sin embargo, la insubordinación fue mas exquisita cuando fue agasajado con los labios del rey por todo el cuerpo. La lluvia matizo sus cuerpos desnudos con leve rocío, y Aragorn pudo atestiguar como el cuerpo de Legolas relucía con el brillo de las gotas de lluvia.
- Creo que el esclavo se ha ganado su libertad con creces – comentó Legolas colocando sus manos bajo su nuca
- No… nunca quiero liberarme de esta cadena… - dijo Aragorn contemplándole mientras marcaba los pectorales del elfo con su dedo índice
- ¿Podré yo ser tu esclavo?
Aragorn sonrió con malicia antes de posarse con ternura sobre él para besarlo.
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Los meses pasaron y Daguel se alejo del rey, se había quedado en guardia permanente en Itmuth, a petición de él mismo, no deseaba ser el comentario del momento en el reino, no quería que su madre sufriera al averiguar su afección hacia el rey, y lo mas importante, no deseaba causar algún mal al príncipe ahora que el rey había anunciado al fin que esperaban un heredero.
Él había estado allí, atestiguando la alegría de la gente, mirando hacia arriba, con los ojos fijos en dos figuras de sangre real, absorto en ese balcón donde se observaba con claridad el rey orgulloso con un príncipe elfo a su lado, el cual, no mostraba debilidad ni pena alguna por su estado, escuchó como la gente elevaba vítores de alegría y esperanza y aunque muchos no entendían completamente a que se debía el milagro de la concepción de un varón, conociendo muy poco de elfos, no tomaron mal la noticia.
Así que vencido en una batalla que no estaba destinado a ganar, pidió su traslado a la comunidad de Itmuth, donde ya no había incendios, donde no había más que campesinos cuidando de la poca cosecha que lograron recuperar. Era muy seguro que si el dragón despertaba pasando el invierno regresaría a terminar lo que había empezado. No daban con su guarida, con pista que les llevara a acabar con su amenaza, pero Daguel aprovechaba sus tardes para recorrer los parajes, buscando algún refugio secreto donde encontrarle.
Deprimido estaba por no compartir su amistad con los pocos guardias que renuentemente habían quedado en ese pueblo sombrío, deprimido por no escuchar la voz de su madre en el desayuno, por no ver al rey pasar al sostener su audiencia en las mañanas, al tomar sus alimentos, y una vez siempre antes de dormir, al pasar a su habitación su rostro le daba alguna esperanza de que le mirase una vez mas.
Pero eso no había pasado, no desde aquella ocasión en que el príncipe les había encontrado en la cocina, desde entonces el rey le saludaba, como a cualquier otro, pero ni una palabra se intercambiaba, y Daguel sufría mucho por eso, por que perdía la oportunidad de entablar una amistad sincera con el rey, amaba a su elfo y nada podía interferir entre ellos dos, su lazo claramente estaba definido desde el mismo día de su unión, ese lazo forjado recíprocamente, nadie podía romperle, y el joven suspiraba cada vez que le veía pasar.
Era mucha carga para su corazón que el rey pronto sería padre, lo que le uniría más con su pareja. Nunca podría Daguel compartir un abrazo con su soberano, jamás sabría que sabor tenían los labios del rey al calor de la noche.
El joven rubio seguiría solo tratando de despertar a un dragón que terminara con su insignificante existencia, no había en el reino alguien mas además de su madre, con quien nunca hablaría, para compartir sus sentimientos, pero su corazón, sólo pertenecía al rey.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Legolas contaba ya con seis meses y su embarazo ya le traía problemas, su espalda empezaba a sufrir con el excedente de peso para el que no esta preparado el cuerpo de un varón elfo, su cadera seguía estrecha pero su frente ya estaba un poco abultado, algunas mujeres aseguraban que sería una hermosa princesa por lo ancho del abdomen, pero otras juraban que un varón saldría del príncipe consorte. El elfo no hacia caso a los rumores y prefería seguir en la incógnita, no así su esposo, que preguntaba una y otra vez si no habría un método para averiguar el género del bebé. Melfor se había cansado de decirle que era imposible, y Seris ya no consultaba al elfo cuando Elessar estaba presente, las necias preguntas del rey le irritaban y prefería evitar su presencia.
Aragorn seguía tan cariñoso y amante como siempre, pero las noches se estaban volviendo un problema con el cuerpo del príncipe, que no paraba de girar al no encontrar una posición confortable en su lecho, ya de un lado, ya del otro y boca arriba, con la almohada en los brazos o entre las piernas, alguna vez debajo de su espalda. El rey sonreía pero poco le duraba el gusto, pues tratando de abrazar a su pareja no duraba unos minutos antes de que Legolas le hiciera aparte protestando sentir un calor inmenso, el invierno no era el mismo que años pasados.
- No, por favor, hoy no. – dijo Legolas cuando el rey perdía sus narices en su cuello y pasaba su mano acariciando su abdomen abultado.
- Legolas… - respondió el rey desilusionado, esa noche deseaba sentir el calor del elfo frotar contra su cuerpo pero el príncipe no deseaba.
- ¿No te sientes bien?
- No tengo el ánimo suficiente, perdona.
Aragorn lo abrazó pero el elfo después de unos minutos volvía a un lado y otro su cabeza buscando aire y alguna brisa que le refrescara
- ¿Ahora que sucede? – cuestionó el rey adormilado
- Tengo calor.
- He sabido que los elfos no sufren por el frío o calor
- No es mi caso en este momento, el embarazo me afecta en muchas formas.
- ¿Siempre será así de hoy en adelante? – preguntó Aragorn entristecido.
- ¿Qué dices?
- ¿No podremos hacerlo más?
- No, Aragorn, no digas eso, te amo y te deseo, pero bien sabes que por mi estado, algunas veces, me resulta difícil conservar tu ritmo sin cansarme rápidamente…
El rey lo entendió, debía entonces esperar pacientemente a que naciera su hijo con bien antes de reiniciar su vida marital como antes, pero faltaba mucho y bien se conocía Aragorn para prevenir que los meses siguientes sería un calvario si no podía sentir la piel de su esposo en la suya. El rey era un amante insaciable al igual que su par, pero en la espera del heredero las cosas empezaban a cambiar, si ahora las noches de pasión disminuían llegaría un tiempo en que no habría mas contacto.
A Legolas le preocupaba la situación por que verdaderamente deseaba complacer al rey, mas el tiempo no era igual, el dolor aparecía de vez en cuando y sobre todo ese miedo a dañar al bebé. El embarazo en un varón, por no tener los conductos adecuados, podía ser mas riesgoso que el de una mujer, y si Legolas no tenia cuidado en sus acciones, un desgarre podía afectar al pequeño sin desearlo.
Y cuando el amor reinaba nuevamente en la habitación ya no era muy conveniente subir al elfo encima de uno, a pesar de su ligereza, la faena no podía durar mas de media hora, y debajo los jadeos en busca de aire eran mas por la condición del embarazo que por el candente placer que sentían sus cuerpos, el rey decepcionado por que sus encuentros ya no eran duraderos como antes, acariciaba entre sus brazos a su elfo el mas del tiempo que se lo permitía.
Así sus noches eran un poco incomodas, Legolas por una lado, buscando el descanso que su cintura anhelaba y Aragorn por el otro deseando abrazarle y sentir su cuerpo latir junto al suyo.
- ¡Ah! – exclamó el elfo en la oscuridad de su habitación.
- ¿Legolas?
Legolas tomó la mano del mortal, le puso en su abdomen y guardo silencio.
- ¿Lo sientes?
La gruesa y cálida mano del rey reposaba en el vientre abultado, un ligero movimiento, alguien dentro de Legolas estaba despierto y muy inquieto.
- ¿Es el bebé? ¿Se mueve? – interrogó Aragorn no creyendo lo que sucedía.
- Si
Tiro de las mantas para descubrir tanto al elfo como a él mismo.
- ¡¿Qué haces?!
- ¡Quiero escucharlo!
Aragorn acopló su oreja en Legolas y sintió con todo su ser los movimientos del pequeño ser que le saludaba desde dentro estirando sus piernitas, a Legolas le causaba cosquillas el cabello del rey en su vientre y la forma tan infantil que tenía en sus actos.
- ¡Es un milagro! ¡Un milagro!
- Si, un verdadero milagro… ¡ah!
El rey abrazo al elfo semidesnudo y le despojo de su ropa interior.
- Aragorn, te dije yo no…
- Eso no me excluye de hacerte pasear por las nubes nuevamente.
Todo estaba en tinieblas pero el rey estaba seguro de la complacencia de su príncipe a estás palabras, si Legolas no podía ofrecerle su calor debido a su estado, y por el volumen de su vientre era difícil que el rey le sirviera, entonces no había mas que complacer al futuro padre y darle tanto placer y felicidad al elfo como al bebé.
El rey trabajó durante un buen tiempo en el elfo con sus manos mientras repartía besos por la blanca piel de porcelana, al final sus labios probaron el placer de ser un rey a los pies del príncipe.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Al séptimo mes de estado de Legolas el rey recibió noticias de Itmuth, se encontraron restos de una antigua aldea más cercana a Gondor hecha cenizas, sus sospechas le hacían suponer que un dragón estaba tras algún tesoro en los alrededores de Gondor, pero ¿Por qué tan lejos? Varia gente que logro escapar al incendio, lograron sentir el fuego y ver las fauces de la bestia. No era común ver a esa raza de dragones feroces por esos lugares. El mensaje era urgente y debió haber sido enviado en la madrugada del encuentro del rastro del dragón para que a primera hora de la mañana el rey lo recibiera como lo más apremiante.
- Legolas debo partir – declaró el rey entrando en su habitación apresuradamente
Y los sirvientes se apresuraron a preparar lo necesario para el viaje del rey, sus armas, caballo, guardias y escoltas, todos en movimiento para que dentro veinte minutos el rey pudiera partir. El elfo leyó el mensaje y comprendió lo que el rey decía.
- ¿Cuándo regresaras? – preguntó Legolas seguro de que la negativa sería la respuesta si pedía acompañarle en ese estado.
- No lo sé. Itmuth queda cerca pero no sé en que lugares pueda seguirse su rastro. – respondió el soberano guardando sus ropas para la búsqueda
- ¿Por qué no envías a alguien mas a seguir sus trazos y terminar con el?
- Nadie mas tiene la puntería necesaria – el rey hizo una pausa pensando en sus palabras -… además de ti y de mi, como para terminar con el dragón a la primera oportunidad
- Si pudiera yo acompañarte, mi arco sería de mucha utilidad.
- Sabes que no arriesgaría la vida de mi hijo y la tuya mucho menos.
Legolas se sintió inútil por no poder acompañar al mortal en esa ocasión, era la primera vez que le dejaba atrás en una de sus salidas, los dragones eran cosa familiar a los elfos, o al menos así lo pensaba. Su padre no estaría orgulloso de él al enterarse que no participó en esa cacería y que un humano, nuevamente, había logrado lo que el no pudo.
Tomó asiento en el sillón mullido, observando en silencio como el rey preparaba su equipaje y ordenaba los últimos imprevistos antes de partir. Aragorn hecho todo lo que necesitaba como cuando era un montaraz libre, sus dagas, arcos y espadas, Anduril que nunca le dejo en ninguna aventura después de la guerra del anillo, cerró su bolso de viaje y pesado le cargo sobre su espalda, su jefe de guardias le esperaba a la puerta de sus habitaciones.
Tan desesperado por partir se encontraba el rey, que por poco olvida despedirse del elfo pensativo que no apartaba la vista de él.
- Legolas, por poco me voy sin despedirme.
El rey soltó su equipaje y fue a tomar las manos del elfo para ponerle de pie.
- Regresare pronto – dijo Aragorn abrazándole amorosamente
- No me dejes esperar mucho tiempo. – murmuró Legolas cerrando sus ojos para imprimir ese momento en su ser.
No sabía el por que, pero no le parecía que el rey volvería en pocos días, algo en su corazón le alertaba y no deseaba dejarle ir, pasaría mucho tiempo antes de volver a reflejarse en sus ojos.
- Nunca lo haría, cuida al pequeño.
- ¡Aragorn! – exclamó Legolas abrazándole nuevamente con fuerza, no quería soltarle.
El rey le abrazo por que sabía que en los elfos, el embarazo, era una de esas etapas en que debían de estar acompañados de su pareja el mayor tiempo posible si no es siempre, que debía permanecer con el mientras estuviera en ese estado, brindándole su cariño y haciendo sus días llenos de ese amor que compartían. Se sentía enlazado por el vínculo indisoluble de su unión, por ese lazo invisible que el había forjado con Legolas y por el que Legolas había forjado con él, recíproco el sentimiento en el mas puro amor.
- Dame un beso – pidió el rey.
- Siempre
Y se fundieron en su último beso, antes de partir. Los labios de Legolas eran dulces, suaves ligeros como el aire y cálidos como los brazos amantes que le aferraban, esa sensación tan exquisita, llenaba de felicidad al mortal.
Aragorn salió esa mañana mientras Legolas le veía apartarse y perderse en las llanuras desde el balcón de su habitación. Todo había quedado a su cargo, y el rey podía sentirse seguro de las buenas decisiones del príncipe en su ausencia.
Las audiencias habían sido canceladas a excepción de aquellas con carácter de urgente, los pergaminos y mensajes serían enviados a la sala de audiencia en la que nadie, a excepción de algunos interesados, sería admitido y las respuestas se darían por escrito. Legolas no deseaba sentir sobre su persona las miradas morbosas y asombradas de los hombres de otros pueblos, al verle en esperando un hijo.
Ahora estaba solo, en la inmensidad de un palacio repleto de humanos, en los que únicamente contaba con la presencia de Melfor y Seris en sus visitas rutinarias, ya no paseaba por los jardines más que una vez por semana, cuando hubiera demasiado trabajo en las gentes del pueblo como para prestarle atención a su alteza cabizbaja.
Sus pasos eran lentos pero elegantes, pensando día con día los obstáculos a los que se debía de afrontar el rey, en los peligros que podía encontrar en su búsqueda por un ser alado que amenazaba las fronteras de la ciudad de Minas Tirith. ¿Y que es lo que buscaría el dragón tesoros de oro y plata? En Gondor había muchos, eso era cierto, ¿pero por que justo en este momento aparecía obstruyendo su felicidad? ¿Por qué tan lejos de su antigua montaña solitaria?
Alguna misiva de Faramir en Rohan, algunas líneas de Eowyn debajo de las de su esposo, felicitaciones de Eomer, cartas viejas de sus hermanos deseándole buenaventura en sus áureos días de alumbramiento, Elrond nuevamente brindando sus servicios para el momento indicado, pasaría por el noveno mes a Gondor para cuidar del avance del parto y confortar con sus palabras al príncipe consorte y al rey.
Ninguna carta de Haldir, el Galadrim que mes con mes escribía algunas líneas sinceras y llenas de cariño y respeto al príncipe de Mirkwood. ¿Qué pasaría con el blondo elfo que le hiciera desistir de sus escritos? Estaría renuente a escribir después de que la noticia de su embarazo llego a ser leído por sus ojos esmeralda?
Una semana había pasado de la partida del rey y era suficiente para desesperar al elfo que nunca había estado alejado de él tanto tiempo desde su unión. Una semana larga y angustiante en que por más que enviaba a sus mensajeros todos los días, no obtenía noticias de la búsqueda del rey. Aragorn no había tiempo de escribir, y lógico era el suponer que estaría demasiado ocupado y franco peligro como para arriesgarse a enviar a uno de sus hombres.
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El primer día de su llegada a Itmuth había sido muy provechoso, los guardias que había dejado ya le tenía los mapas trazados de los posibles caminos hacia la guarida del dragón, o donde suponían que podían encontrarle. Los planos contaban con muchos detalles de cuevas, colinas, atajos y otras señas que ayudarían en su exploración. La firma de Daguel en todo eso era lo que pudo apreciar el rey cuando les revisaba, el joven había aprovechado muy bien su tiempo en ese lugar, pero no se le encontraba en el poblado a su llegada.
Se pusieron en camino la mañana siguiente para lograr llegar a la primera parada donde Daguel y el jefe de guardias le esperarían. Pero sólo estaba el jefe encargado, esperando por su rey en un campamento de inicio, la lumbre no había sido posible por la lluvia y el único refugio era provisoriamente un grupo de ramas secas acomodadas en forma de techo en medio de dos rocas de mediana estatura.
- Creí que Daguel estaría aquí con usted. – observó el rey después de saludar al jefe de guardias
Aragorn preguntaba por el joven por el simple hecho de felicitarle por su excelente trabajo de registro en el área, el jefe de guardias en todo su tiempo en Itmuth, nunca se le ocurrió la grandiosa idea de estampar en papel, lo que guardaba en su cabeza llena de experiencias.
- Él salió a su exploración rutinaria, su majestad, lamento que no pueda recibirle, pero no estábamos al tanto de su llegada tan pronto.
- Está bien, no se preocupe – dijo el rey dando la rienda de su caballo a otro guardia
- ¿el príncipe Legolas no le acompaña?
- No, el príncipe se ha quedado en palacio atendiendo algunos asuntos. – respondió Aragorn ensombrecido
Daguel sonrió, el rey estaría con ellos mientras durara la búsqueda sin la compañía del elfo, dio unos pasos para hacerse notar por la comitiva y el rey al reconocerle le sonrió.
- Bienvenido seas, joven Daguel, me han presentado los frutos de tus exploraciones y te felicito por ello.
Daguel no entendió a lo que se refería el rey y pronto se vio entre sus brazos, apretándole con amabilidad, sintiendo el calor emanar del cuerpo del rey a pesar del viento fresco que alborotaba sus cabellos.
- Es mí deber señor, servir al rey con lo mejor de mi. – balbuceo el joven una vez liberado
- Muy bien – dijo el rey complacido con sus palabras - ahora veamos que mas has averiguado, no quiero desperdiciar más tiempo.
Avanzaron sin descansar más que una hora sus caballos, Daguel iba adelante junto al rey que marchaba a lado de su jefe de guardias.
La respiración del joven guardia era nerviosa, no podía contener su felicidad al ver después de tres meses al rey, a su lado y feliz de verle después de tanto tiempo, recordaba aun su nombre y el simple hecho le llenaba de alegría.
- El siguiente campamento se encuentra a unas diez leguas mi señor, me adelantare para mostrarles el camino
- Iré contigo
El joven sonrió y el rey le respondió igual, sus ropas estaban mojadas por la lluvia de esos días, la camisa que una vez fue blanca se transparentaba sobresaliendo los pezones erectos de Daguel por el frío que sentía en su cuerpo, la túnica no era mas que una tela mas que caía despreocupadamente por falta de un cinto mas grueso que le sujetara con firmeza. El rey en cambio, llevaba un grueso abrigo de piel que le aislaba de la llovizna.
- Has cambiado mucho en estos días
- ¿Por qué lo dice su majestad? – preguntó Daguel no desviando la vista del camino emprendido
- Demuestras mas seguridad en tus actos, y tu independencia me asombra – declaro con sinceridad Elessar
- Gracias su majestad, estos días me han servido de mucho.
El rey respondió con sencilla sonrisa y siguieron el camino los catorce miembros del grupo en busca del dragón, nunca recapacito Aragorn en la coincidencia del número con cierto grupo de enanos y Hobbits. El grupo que acompañaba al rey eran en su mayoría hombres de edad, que habían ejercido el oficio de guardias y centinelas durante muchos años, veían a Daguel como uno de ellos pero le guardaban ciertas consideraciones por su juventud, mas de la mitad de ellos podrían considerarse en edad para ser su padre, le admiraban por sus decisiones pero no guardaban mucha cercanía con el joven mas que en los actos que correspondían estrictamente al trabajo.
Daguel les saludaba, y les recordaba muy bien de su estancia en el palacio, pero el mismo sentimiento de inferioridad con ellos le hacía apartarse de sus frecuentes pláticas y reuniones. El rey veía entonces como el joven buscaba los momentos adecuados para salir en sus exploraciones por más caminos, atajos, fuentes de agua o de sombra por los alrededores del campamento, siempre lo hacia con la lluvia tranquila y a plena luz, esperando como había escuchado, que el dragón durmiera desde medio día.
- No deberías salir sin compañía. – señalo Aragorn una vez en el campamento – aunque la lluvia te acompañe por seguridad, nunca debes desconfiar de la astucia de los dragones
El guardia lo sabía, ahora más que nunca, no deseaba morir, no ahora que el rey había llegado y disfrutaba de su compañía, Daguel llegaba empapado, como hasta ahora siempre le había visto, con las mejillas encendidas a pesar de la palidez de las manos y brazos.
- No debe de preocuparse su majestad, cerca de aquí no hay mucho peligro.
- ¿Sabes donde se encuentra esa bestia?
- Creo suponerlo, pero para dentro de dos días estaremos mas en la región que domina
El rey le observaba a la luz de las llamas que lograron avivar dentro de la cueva, la mayoría de los guardias quedaban cerca de la entrada, y mas dentro Daguel subordinado por sus miradas inquisitivas y al fondo el rey, a quien le habían preparado aun contra su voluntad un lecho con varias mantas gruesas de lana.
- Deberías cambiar esas prendas húmedas si no quieres enfermar
- Estoy bien así su majestad, gracias. – contestó Daguel quemando una delgada hoja de haya en el fuego.
Pero Daguel mentía, el rey lo observó en sus miembros contraídos contra su pecho, en la búsqueda de sus manos por el calor del fuego y en lo pálido de sus mejillas.
- Pensé que enfermabas con facilidad – recordó Aragorn
- Así era… antes… - respondió Daguel sonriendo tímidamente
- Creo que has adelantado mucho desde nuestra ultima conversación
Daguel se sonrojó y fue un cambio muy notable por la transformación de la palidez a lo rojizo de sus pómulos juveniles. Los ojos le brillaban al compás del fuego, con ese azul que oscurecía cuando bajaba la mirada, Aragorn sonrió.
El pasar de los tres días, al dar el amanecer, llegaban al punto sugerido por Daguel como peligroso, querían aprovechar el día de luz mientras el dragón descansaba para instalarse en el lugar indicado. Los caballos fueron dejados al cuidado de uno de los menores del grupo, pero aun mayor que Daguel, solo en la colina mas próxima donde un grupo de rocas claras hacían de guarida para cualquier curiosa mirada desde los aires. El olor de la caballada no debía llegar al dragón sin nombre.
Allí mismo fue donde se le vio a esa bestia por la ultima vez, husmeando entre los bosques, casi rozando su abdomen con las puntas de los árboles mas altos, girando su cabeza de un lado a otro, buscando, analizando el terreno como si sus grandes narices trataran adivinar entre el aroma de los árboles.
El joven había encontrado una cueva profunda, cerca del cubil de la bestia, seguro de no despertar sospechas al remover con la lluvia el olor característico del sudor humano, guió al grupo seguro dentro de ellas, se escudaron en la cueva y se cuidaron del lado donde soplaba el viento, la lluvia aminoraba la persistencia del dragón que pronto se perdió entre la espesura de una loma al asomarse por la otra dirección los rayos inminentes del sol tibio de invierno.
- Aquí podremos instalarnos, y es mejor reconocer el terreno, puesto que el dragón es inteligente, buscara tomarnos desprevenidos.
- Pero no a nosotros a quienes busca, puesto que ya empezaba su búsqueda antes de nuestra llegada – observó el rey ante la idea de su jefe de guardias
Daguel escuchaba el diálogo entre los mayores experimentados, aguardando el momento para exponer su opinión, cambiaba su camisa y túnica mojada mientras los demás no le miraban, por una especie de ropón azul que su madre había colocado con todo su cariño al fondo de su equipaje. Era idea de la buena cocinera, que su hijo no padeciera por del frío de la noche en sus excursiones, Daguel no le había querido usar hasta que alguna ocasión le ameritaba.
Era afelpada con lana en el cuello y en el borde de las mangas, le llegaba a las rodillas y nunca imagino que hacia mucho tiempo, Serima le había confeccionado para ella misma, pero nunca le sentó bien así que bordo unos caballitos de colores al final para hacerle más de acuerdo a un varón, su hijo, pensó la precavida madre, podría usarla en su juventud.
Daguel pocas veces la examino, y en la oscuridad de la cueva, no pudo constatar que a pesar de lo grueso que era la tela, al calor del fuego se podría vislumbrar su silueta varonil.
TBC…
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Balrog – A perdona querida amiga, me olvide de señalar donde inicia y termina el lemmon, es decir, donde empiezan las escenas candentes, para que te las puedas pasar sin tener que leerles, no problema y gracias por leer, en adelante avisare.
Myrem – Espero que ya hayas disfrutado de unas buenas y merecidas vacaciones, por que tanto trabajo mata…jejeje… creo que a Daguel no le gustan los rubios, si no, ya hubiera "cazado" a Leggy…jejejeje… pero tal vez la arrogancia del elfo no le caiga mal.
Akhasa – Sipi, gracias me la pase estupendamente en Cancún, se me fue un poco la inspiración, pero creo que la retome. Si Leggy entra un poco mas tarde se muere… jejeje… ¡Aaaay! Sí, es que el pensar que pudo pasar pues nos hace suspirar a veces… snif…
Shanna – bueno, la espera fue de mas de una semana, pero espero ponerme al corriente… A mi me encanta un Legolas dulce.
Legolas12 – Sipi, digamos que los dos tienen para donde mirar, aunque mas uno que otro.
Eruve – Queda entendido que Daguel no esta lleno de pelos…jajajaja… no me gustan a mí así, simplemente que es un vello ligerito distinto al elfo lampiño. ^_^
Velia – ¡No me han llegado! Snif... snif… ¿Le enviaste por Sepomex? Snif… snif… mi llorar por que quiero ver a Hana con voz de Vegeta… snif… Mucho animo con el trabajo, yo sé que las vacaciones saben mejor después de un tiempo de ardua chamba…^_~
Reina Ayesha – Jejeje… nop, Daguel no suspira por elfos, le gustan los hombres machos varoniles de pelo en pecho como el rey… jajajaja ^_~
Nurigu – No problem con los reviews, ahora ya pasó más tiempo entre uno y otro. De las reconciliaciones, pues esta vez fueron en privado, sorry… :-D
Nessimelle - ¡Sí! Aparecerá Haldir como caballero de reluciente armadura…no digo mas…
Any – Leggy pudo enamorarse, pero no quiso. Y nuevamente…jajajaja… Daguel no tiene tanto pelo, (tendré que acomodar esas líneas :-P) sólo un ligero vello, como algunos chicos (me base en mi exchico) tienen al iniciar la espalda, ok? =^_^= jajajajaja
Mil besos, gracias por los reviews, espero y les haya agradado.
