Descubriendo
Capítulo 4: Pociones
Fue directamente a su cuarto. Como esperaba, al entrar aún no había nadie. De todas formas, de sus otros compañeros de habitación, en el Gran Comedor sólo había visto a Blaise. Blaise, un chico tranquilo y poco hablador. Fue al lavabo y allí se sobresaltó bastante al verse reflejado en el espejo. Pansy no había exagerado con sus comentarios. Unas oscuras ojeras se le marcaban bajo los ojos levemente enrojecidos, y el pelo se le había desperdigado a su antojo, supuestamente durante las dos cabezadas antes de llegar a la escuela. Dios, si tenían el mismo desorden que los pelos-que-no-parecían-conocer-el-peine de Potter, pensó con desagrado. Eso sí, un Potter con clase, todo sea dicho. Rápidamente se quitó la ropa y se dio una buena ducha. Al acabar, ya puesto el pijama (negro, se había acostumbrado a él de toda la vida y le gustaba el color), se dirigió a su baúl. De debajo de algunas ropas y libros sacó un objeto. Era frío al tacto, de forma rectangular. Si alguien le viera con ese objeto, a él, a Draco Malfoy, se quedaría muy sorprendido. Él mismo, tan sólo una año antes, habría puesto el grito en el cielo, al verse con un cacharro de esos. Sí, habían cambiado muchas cosas. Con un suspiro lo abrió. No hacía falta enchufarlo a la electricidad, pues magia le había sido aplicada. Encendió el monitor y empezó a teclear. Le había prometido escribirle a su llegada a Hogwarts. No había mucho que contar, pero su palabra era su palabra. Draco siempre cumplía. Había conocido a esa persona ese verano. La persona al otro lado, la persona sin presencia física que, no obstante, le había hecho darse cuenta de tantas cosas. Le había abierto los ojos ante algo que siempre le había estado cerrado. Junto a ella y su madre había descubierto lo que siempre le había sido negado, lo que le habían enseñado a rechazar desde que fuera sólo un bebé. Todo había sido tan repentino, tan chocante... Y al principio le había costado entenderlo. Su mundo hasta entonces se había trastocado completamente. La frustración de saber lo que se había perdido todos esos años, por voluntad ajena, le sobrevino. Ahora estaba dispuesto a conocer. No quería volver a sentir algo así. Algo se había abierto en él. Y quería vivir su vida. No la vida que otros le dieran. Completamente a su modo. Con la libertad de saber.
Se sorprendió mucho cuando aquel verano su madre apareció con esa cosa entre sus manos.
-Te pasas la vida en mi cuarto. -Le dijo. -Eso no puede ser bueno. Has de distraerte. Y conozco el modo adecuado.
Pero eso, eso era... ¿Y su propia madre le decía que lo usara? No lo entendía.
-Sé lo que te hemos dicho siempre. Pero la verdad es que yo, de joven, antes de casarme con tu padre, digamos que... Has de conocer las cosas por ti mismo, Draco, para poder crearte tu propia opinión. Para decidir lo que crees y lo que no. A mí esto me fue útil. Sé que me contradigo con todo lo que se te ha dicho antes. Lo siento de veras. - Su voz era triste.- Simplemente, quiero que lo pruebes. Y tú juzgues. Finalmente, él aceptó, algo reticente a la experiencia. Pero en el fondo, reconoció la curiosidad que llevaba desde siempre dentro suyo que por fin podría alimentar.
...
Un ruido se oía en la oscuridad. Un golpeteo. 'Poc, poc. Poc, poc, poc.' La oscuridad se desvaneció poco a poco mientras abría los ojos. El sonido le producía dolor de cabeza. ¿O simplemente lo aumentaba? Tardó un poco en enfocar la vista y orientarse. 'Poc, poc.' Era un sonido flojo pero persistente. Ahora lo reconoció. En la ventana había una lechuza que picoteaba el cristal. '¿Correo? ¿Tan temprano?' Se quedó paralizado un instante. La vista fija en la lechuza. Una extraña sensación en su cuerpo. Sintió los latidos de su corazón, sobresaltado. '¿Por qué me pongo nervioso? No pasa nada...' La lechuza golpeteaba, impaciente. Controlando un leve temblor en las manos apartó las sábanas que lo cubrían, 'Una lechuza a estas horas'. Y, mientras avanzaba, la mirada fija en la ventana, como si le costara caminar, poco a poco, no vio que se encontraba sólo en la habitación. Que la luz que entraba no era la del amanecer, sino la mañana ya instalada. Corrió el cerrojo. ¡Augh! Se pilló un dedo. Lamiéndose el corte, abrió con la otra mano. La lechuza, blanca, con motitas negras, entró y esperó a que le retiraran la carta. Un momento. No era una carta. Una carta blanca, fina, alargada. No. Era algo más grande. Era El profeta. Volvió a respirar. Todo volvió a estar bien. '¿Qué era lo que esperaba?' Debía de haber soñado algo raro.
Y entonces se dio cuenta. El Profeta llegaba cada día a la hora del desayuno. Vio la cama deshecha de Blaise, que siempre había sido madrugador y se levantaba antes que nadie. Miró afuera. Todo completamente iluminado. ¡Maldita sea! ¡Se había quedado dormido! Lo que nunca le había pasado. Y el primer día. Simplemente maravilloso. Se arregló lo más rápidamente que pudo y bajó a la Sala Común. En el tablón de anuncios estaba el horario. A ver... Primera hora... Oh. Genial. Gruñó. A primera hora tocaba Pociones. No es que temiera a Snape, claro que no, aunque sabía lo exigente que era el profesor. Le caía bien. Aunque hosco, era un buen profesor (y le encantaban los comentarios ácido irónicos que soltaba de vez en cuando, sobretodo a los Griffindor). Y le gustaba su clase, mezclar diferentes ingredientes y crear algo nuevo y sorprendente. Pero no quería ver cara de decepción ni de crítica en su maestro. No en él. Odiaba esa expresión. La odiaba de veras. Nunca le habían gustado las veces, demasiadas, en que su padre lo había mirado así, con ese rechazo, por no ser capaz de llegar adonde él deseaba. Nunca, nunca era suficiente. Siempre, siempre había algo. Nunca lo alcanzaría, ¿nunca vería el orgullo en sus ojos? Alejó sus pensamientos y se apresuró, esperando llegar a tiempo a la clase.
Aún suerte. No tendría que entrar en medio de la clase. Llegó justo cuando el profesor cerraba la puerta.
- Disculpe, profesor.
Severus Snape lo miró, pero no dijo nada. Draco se fue rápidamente a un sitio libre en la zona de los de su Casa, consciente de las miradas de los demás estudiantes, la mayoría curiosas y sorprendidas (siempre había sido de los primeros en llegar a clase), y algún que otro murmullo. Snape fue a su lugar enfrente de la clase. Silencio total. Empezó a explicar el tipo de pociones que aprenderían ese año. A continuación, comenzó a escribir los ingredientes a emplear para la primera de todas. Era una poción base, sencilla, que se podía usar en combinación con muchas otras mezclas distintas según el efecto que se quisiera lograr. Eso sí, el efecto siempre tendría alguna relación con la piel. Podía servir para regenerar la piel quemada, aliviar el dolor de picaduras, contra las verrugas y el acné... Ese día aprenderían a prepararla. Primero, encender el fuego a temperatura media-alta. Era una poción clásica con agua. Luego, uno a uno, los ingredientes. Polvo de escamas de dragón, tres mariquitas silvestres, una pizca de Mhaal, polen de Nomeolvides, unas habas... Draco alargó la mano para coger las mariquitas, y se detuvo. No podía enfocar bien la vista. Parpadeó un poco. Ahora. Esas manchitas rojas... ¿Qué cantidad ponía en la pizarra? Entrecerró los ojos. Tres. Eso es. Al caldero. ¿Luego? El polen. Echó un frasquito. Hacía mucho calor en la clase. 'Debe de ser esta poción, que desprende más calor del habitual', supuso. Se quitó el jersei gris y lo colgó en la percha, junto a la túnica. Se quedó sólo con la camisa y la corbata de rayas verdes característica de Slytherin. Parecía ser el único sin el jersey, pero qué más daba. Al coger las habas se le resbalaron de la mano. 'Parece que tenga el gafe encima'. Se agachó a cogerlas.
- Vigilen cómo tratan sus ingredientes, hay que manejarlos con cuidado, no como si prepararan caldo de pollo. No, señor Weasley, esta no es una clase de cocina, no voy a darle ninguna receta de sopa. Diez puntos menos a Griffindor por comentarios estúpidos y sin ninguna utilidad en clase.
Con una sonrisa tonta Draco se incorporó. 'Augh' Se golpeó la cabeza con el borde de la mesa. Rezó por que nadie se hubiera dado cuenta. Frotándose el chichón procedió acabar con la poción. El color era un verde más claro del que tocaba... Vio un botecito junto a su mano izquierda. Mhaal. Se había olvidado de poner Mhaal. Y no podía ponerlo en último lugar. Eso sí que desgraciaría la poción. ¿Cómo podía haber cometido un error así? Bueno, calma, si recordaba bien el Mhaal era un recurso incorporable, no requerido necesariamente, para potenciar la poción en sí. Tendría el mismo efecto, sólo que tardaría más. Lo más importante estaba hecho. Un pequeño desliz el primer día no tenía tanta importancia. Le molestaba mucho, sí, pero ya no daba tiempo a hacerla de nuevo entera. Y tampoco tenía las ganas. De hecho no tenía ganas de hacer nada. Ni siquiera Pociones. Al acabar la clase dejó su muestra de poción en la mesa del profesor junto a las demás y salió hacia la siguiente clase. Genial. ¿Cuál era la siguiente clase? Bueno, ya se lo preguntaría a Blaise o a Pansy. ¡Atchiiís! 'Diantre, debo de haber pillado un constipado...' Pensó mientras se frotaba los ojos. 'Si la cosa va a más me acercaré a la enfermería a ver si tienen la poción esa contra el resfriado, aunque luego acabe echando humo por la cabeza por sus efectos secundarios...'
El día pasó con monotonía, sin ganas de nada. Clase tras clase, a cual más aburrida. Le costaba concentrarse. Y no tenía nada de apetito.
Mientras, hubo también muchos otros alumnos que recibían sus primeras clases del curso. De hecho, algunos recibían sus primeras clases en Hogwarts. Eran los de primero. Por la tarde tuvieron pociones. Todos muy nerviosos y asustados por ser el primer día. Lo que menos soportaba Snape era tener que empezar a dar clase a los novatos sin ningún conocimiento previo, que apenas sabían manejar como Dios manda un caldero. Aún así, los Slytherin siempre destacaban más que los demás. Debían de llevarlo en la sangre. Al finalizar la clase, los jóvenes Slytherin y Ravenclaw que compartían la clase empezaron a salir.
- Señorita Solace. Usted quédese. Tengo que comentarle un par de cosas sobre su uso del caldero.
- Sí, profesor. - Respondió Amy, con total tranquilidad y naturalidad.
Fin del 4º cap.
Y en el próximo se sabrá más sobre qué sucedió ese verano.
