Descubriendo
Capítulo 9: Mientras cae la lluvia
Un viento frío revolvía las hojas del otoño. ¿Dónde estaba aquel brillo que por la mañana lo había cegado? El cielo se había nublado casi del todo y el ambiente era húmedo. Pero agradeció ese aire frío. No supo por qué, pero lo necesitaba refrescando su frente y sus mejillas. Finalmente, sus pasos perdieron insistencia y se detuvo entre los árboles. No había escapatoria. Ahí la tenía, sujeta firmemente, aunque doblegada de haber sido duramente aprisionada entre sus manos. Se sintió débil, y apoyó la espalda en el árbol más cercano. ¿por qué temía? ¿Por qué sentía como esa cruel certeza? ¿Por qué le costaba tanto creer que todo podía ir bien? Le costaba confiar pero, ¿en realidad eso tenía fundamento? Vamos, el destino no podía ser tan rematadamente retorcido. ¿Por qué no le podía ir bien, a él, ahora que había conocido algo por lo que valía la pena seguir? Por otro lado, tampoco le había ido tan mal, ¿no? Los otros lo veían como un chico afortunado. De familia influyente, rica, con sus dos padres (bueno, tal vez eso ya no era aplicable, con su padre en Azkaban), popular,... Sin embargo, sabía que no todo había sido tan bonito como parecía. Le costaba. Maldita sea, ¿tantos chascos le había dado la vida? ¿Tanto le había fallado? Todo iría bien, todo funcionaría, todo sería como tenía que ser. Ya vería cómo él tenía derecho a confiar, a soñar... Levantó el sobre... Vamos, todo puede ir bien. ¿Por qué te cuesta tanto creerlo?
/El niño cayó al suelo, sin entender lo que pasaba. Ahora era cuando su padre lo cogía y lo alzaba. Y su madre sonreía a su lado. ¿No era así? ¿Qué había fallado?
No lo entendía. ¿Por qué le reñían? Al otro niño le habían sonreído.
Al otro... Al otro.../
Y no sólo aquella vez le había fallado. Ilusiones estampadas contra un muro infranqueable.
Sólo podía defenderse en la superficialidad, por eso había seguido hasta entonces a pesar de ese cansancio, ese vacío de todo. Esta vez necesitaba creer, deseaba creer, era algo tan conscientemente importante... Tal vez nunca podría alcanzar a su padre, hacer que lo viera, que se sintiera orgulloso de él, pero, si tenía a su madre, ¿qué importaba ya? Abrió la carta.
Y el viento se la arrebató de las manos, perdida toda la fuerza. Pequeñas gotas cayeron desde los alto, desde las blancas nubes, humedeciéndole las mejillas. El agua le supo a salada. No, no era todo agua de lluvia. Se apartó del árbol, dejando que el agua mojara todo su cabello rubio pálido, toda su piel... Compartiendo ese dolor.
¿Por qué?
Cayendo de rodillas, ya no le quedaban fuerzas, ¿se las llevaría también la lluvia?
¿Por qué?
Para qué aprender lo que es sentir, ¿sólo para esto? Se palpó las mejillas, resbaladizas y calientes, muy calientes. No recordaba ese sabor salado. Había sido algo tan lejano...
Sólo pudo mirar al cielo y cerrar los ojos. Ya sólo sentía el cansancio, no quería ya pensar más, sólo quedarse así, quieto, y perderse y olvidar en ese repiqueteo de gotas. Nada más.
No oyó los pasos.
-Vaya... Es increíble. Qué coincidencia más asombrosa.
Draco abrió lentamente los ojos, para encontrar a quien menos hubiera imaginado. Delante suyo estaba su padre, Lucius Malfoy.
-Fin del capítulo 9-
