Descubriendo
Cap 11: Draco dormiens nunquam titillandus
Los cimientos de Hogwarts se tambalean.
El ambiente era húmedo, y una delgada neblina envolvía rincones dispersos. La fina lluvia seguía cayendo, a duras penas atravesando el follaje de los árboles espesos del bosque que rodeaba el magnífico castillo de Hogwarts. En el interior del bosque, en una zona algo despejada, se encontraban cinco figuras. Cuatro de ellas oscuras, con el rostro cubierto por el capuchón de sus capas, una más adelantada que el resto. La quinta figura contrastaba claramente con las demás, como una ficha de ajedrez blanca en el campo contrario. Un muchacho de piel pálida, cabello de un rubio platino pegado a su rostro, con camisa blanca igualmente húmeda y adherida a su piel, sentado en el suelo embarrado.
La mente del chico intentaba descifrar el significado de las palabras que le acababan de ser dichas, pero éstas no se detenían a análisis, se escabullían y mezclaban en su mente. Y allí se perdían, en un extraño sopor que empezaba a adueñarse de sus sentidos. Luchaba por enfocar la vista, por entender lo que estaba ocurriendo en ese momento, tarea difícil cuando todo se iba enturbiando poco a poco ante sus ojos.
Intentó aclarar su mente, necesitaba desentrañar lo que estaba ocurriendo.
-¿Qué quieres decir? -Intentó mantener la voz firme, escapando de la debilidad que dominaba su cuerpo.
-Tú eres la llave, Draco.
-¿Cómo que la llave? -No le gustaba cómo sonaba eso. -¿La llave de qué?
-La llave que ha de abrirnos paso a una nueva era. La clave para superar el principal escollo que se interpone en el camino del Señor Tenebroso.
Lucius se adelantó y postró una rodilla ante su hijo, encorvando un poco la espalda para situarse a su misma altura, mirándole a los ojos.
-Draco... Un curioso nombre, ¿no es cierto?
-Es el que me pusisteis.
-Pero no fue porque sintiera un interés especial por los animales que esa palabra evoca, o por las estrellas, o por la fuerza de ese nombre...
Violentamente, empujó al muchacho al suelo, ante la sorpresa de éste, que intentó zafarse como pudo de la mano que lo intentaba retener contra tierra, más por un acto reflejo que porque entendiera lo que estaba pasando. Su instinto de supervivencia estaba alerta.
-Veo que te resistes, muchacho, aunque no estés en tu mejor momento. -Resopló Lucius mientras sacaba rápidamente la varita de los bolsillos de su túnica. -Lo siento, chico. -Dijo mientras lo apuntaba con el mágico objeto.
Cruciatus.
Una oleada de dolor atravesó el cuerpo de Draco, como si miles de pequeños puñales atravesaran cada minúscula parte de su cuerpo. Le costó recuperar el aliento. Mientras, aprovechando su momentánea debilidad atenazado por el dolor, su padre le aprisionó con la mano libre las dos muñecas.
Pietrus.
La piedra que había bajo las manos de Draco se elevó, petrificándose y aprisionándole las muñecas.
-¿Por qué? -Murmuró el muchacho.
-Hoy cumplirás tu misión.
Lucius se sacó el capuchón que le cubría el rostro y rebuscó algo en sus bolsillos. Sacó un pequeño puñal de exquisita fabricación. El puño adornado con la figura de un dragón de aspecto dormido envolviendo una joya verde que relucía. Con su hoja rasgó la camisa de Draco y la camiseta negra que llevaba debajo, dejando al descubierto su piel y un fino colgante plateado.
-Vaya...
Lucius abrió los ojos con sorpresa, para a continuación entrecerrarlos en desconfianza. Acarició el colgante con cuidado.
-Esto era de tu madre... ¿Un regalo de despedida?
Cuidadosamente lo tomó y lo alzó, quitándoselo y lanzándolo lejos, al bosque.
-No quiero tener sorpresas desagradables. Lily Evans dio un mal ejemplo que peligrosamente podrían tratar de seguir todas las madres...
-Padre... Yo te hubiera seguido...
-Pero ese no era tu destino, Draco. Tu nacimiento sólo tuvo un único propósito, desde el instante de tu concepción, aunque sólo lo supiéramos yo y el Señor Tenebroso. Tú eres la puerta a conquistar Hogwarts...
Lucius se hizo un profundo corte en el pulgar y, apoyándolo en el pecho de su hijo, empezó a dibujar algo.
-Una barrera imposible de penetrar por poderes oscuros. Una vez conquistado Hogwarts, no quedará mucho para dominarlo todo.
El filo de la hoja brilló, y Lucius miró finalmente con orgullo al muchacho que tenía debajo y que lo miraba confuso con sus ojos grises.
-Draco dormiens nunquam titillandus. ¿Lo reconoces?
Los otros tres mortífagos se situaron en torno a la figura de Draco. Uno a cada lado y en tercero a su cabeza, pero todos manteniendo una cierta distancia.
-Ese es el lema de la escuela. -Lo reconoció Draco.
-Exacto. Ese es el hechizo de protección. Pero hace años descubrimos cuál era la forma de destruirlo. Y hemos esperado pacientemente este momento. Draco. En ti se depositó el mismo contrahechizo nada más nacer. Debía de ser la misma sangre del que procediera al ritual la que debía de ser derramada. Y aquí estoy yo y aquí estás tú.
Apenas oyó Draco estas últimas palabras, envuelto en un febril calor y en un profundo sopor. Mientras cerraba los ojos sintió con dolor cómo la hoja del puñal se le clavaba dolorosamente siguiendo el camino marcado anteriormente por su padre. Éste pronunciaba unas palabras, coreado por los otros tres. La sangre de Draco empezó a teñir la ropa que colgaba por sus costados.
En ese momento, un resplandor rojizo iluminó el cielo.
...
Corría desesperada por el bosque, cuidando de no resbalarse en la tierra y hierba húmedas. Una neblina cubría a ratos el bosque, haciéndole difícil el orientarse. No podía haberlo perdido, no podía ser. Tenía que encontrarlo como fuera. Pero no lo veía por ningún lado. Su cuerpo cansado finalmente resbaló y cayó al suelo, con lo que quedó salpicada de barro y las manos manchadas con el verde de la hierba. Se incorporó un poco como pudo, sentándose con las manos apoyadas en el suelo y respirando fatigosamente.
Les había fallado. Se había sentido orgullosa cuando su tío confió en ella para la misión. Sólo tenía que vigilarlo de cerca, no perderlo de vista, avisar de cualquier cosa extraña de la que se percatase. Pero ahora, lo había perdido. En su descuido, había salido al exterior de Hogwarts. Con la mirada angustiada en el suelo, sintió como sus ojos se humedecían. ¿Cómo podía ser tan inútil?
Entonces, notó un calorcito que provenía del lado izquierdo de su capa. Palpó el bulto, lo que le transmitió algo de tranquilidad. Y notó que alguien avanzaba por su lado y se situaba enfrente suyo. Amy alzó la mirada y vio una mano de finos dedos extendida frente a ella. Su dueña, con los rizos negros cayéndole sobre el rostro, la miró seriamente desde sus duros ojos azul oscuro.
-Vamos, ¿te piensas quedar aquí sentada? Me esperaba más de ti, la verdad.
Sorprendida y avergonzada Amy aceptó la mano que le tendía la otra muchacha y se levantó dolorida por la caída. Miró a Pansy, la duda en sus ojos verdes.
-¿Qué haces aquí?
Pansy la miró con genuina sorpresa.
-Te he seguido, ¿no es evidente?
-Yo...
-Ahora no me tienes que explicar nada. Se trata de Draco, ¿verdad? Algo pasa con él, y no pienso quedarme de brazos cruzados. Busquémosle.
-Mm. -Amy asintió, con una leve sonrisa. Ahora que tenía a la decidida Slytherin a su lado se sentía más confiada. -Tienes razón, no puedo perder el tiempo, tenemos que encontrarlo.
Y reanudaron su marcha a través del bosque.
No muy lejos de allí, otro grupo trataba de orientarse bajo una capa de invisibilidad, lo que hacía que el avanzar resultara un tanto complicado.
-¿Dónde se ha metido?
Habían perdido ya hacía un rato la pista del rubio.
-Escurridiza serpiente... -Murmuró el pelirrojo.
-Puede que haya venido a reunirse con los otros mortífagos. -Les recordó Hermione, siempre alerta. -Así que tenemos que andarnos con ojo...
Los otros dos muchachos asintieron. La tarde anterior, Lupin les había advertido de que los mortífagos escapados desde hacía algunos día de la prisión de Azkaban habían sido avistados en los alrededores del bosque que envolvía la escuela. Sospechaban que se podían estar agrupando allí, por lo tanto les había recomendado que no se acercaran a esa zona. La huida de los presos se había mantenido en secreto en el Ministerio para no alarmar a la población, y sólo los Aurores y otros personajes importantes estaban al corriente. De todas formas, ya era noticia generalizada que El-que-no-debe-ser-nombrado estaba agrupando sus fuerzas preparándose para una ofensiva a gran escala que en cualquier momento tendría lugar, y la noticia de la escapada no haría más que aumentar el temor que ya anidaba en los corazones de la gente.
Harry, a la cabeza, se detuvo de repente, provocando que los otros chocaran contra él.
-¿Qué ocurre, Harry?
El muchacho de pelo revuelto se frotaba cierta zona de la frente con el pulgar, lo que nunca había sido muy buena señal.
-Me duele la cicatriz... -Susurró, con los párpados entrecerrados.
Ron abrió los ojos asustado.
-Eso puede significar, -exclamó Hermione con expresión grave -¿que Él se encuentra en este bosque?
En eso, oyeron un sonido, como de alguien hablando, pero distinto. Un murmullo, una voz profunda. Se acercaron sigilosamente. Las palabras se hicieron más claras, aunque no por ello cobraron algún sentido para ellos.
Lo que vieron, jamás se lo hubieran podido imaginar. Sus ojos se abrieron con horror cuando distinguieron claramente la imagen frente a ellos.
El mismo murmullo atrajo a las dos muchachas Slytherin, que se hallaban muy cerca de allí. Cuando se asomaron, distinguieron tres figuras oscuras dispuestas en forma triangular. En el centro, otra figura, ésta con el rostro a la vista, con los cabellos rubio platino cayéndole sobre los hombros y los ojos fríos y grises, concentrados en algo que estaba haciendo, mientras su boca murmuraba las palabras que los otros coreaban. Pansy reconoció a ese hombre. Con horror, miró lo que estaba haciendo. Una figura yacía en el suelo, sus manos aprisionadas. Su camisa estaba rasgada y manchada de rojo por la sangre que caía de su pecho, manando de la herida que era abierta lentamente con un puñal de tonos plateados. No podía ser.
Amy también miró la escena visiblemente asustada, pero supo reaccionar rápidamente. Era el momento de dar la alarma. Con la mirada decidida, aunque con las manos temblorosas, sacó el objeto que había guardado todos esos días a buen recaudo por si le hiciera falta usarlo. Y ahora era el momento. Tenía que detener como fuera esa locura que estaba presenciando. Alzó la mano. En ella una cajita redonda de metal, adornada con el dibujo en oro de una pluma en su superficie. En la otra mano tenía su varita.
Fenix flame
...
Minerva McGonagal miraba irritada al director en la puerta de Hogwarts.
-Seis alumnos han salido fuera, Albus, ¡seis alumnos! -Le recriminó. -En todos estos años no has aprendido que las prohibiciones no son una barrera lo suficientemente eficaces para nuestros alumnos, ¿verdad? La advertencia tendría que haber sido más explícita, tendríamos que haber vigilado más...
-Lo sé, lo sé, Minerva... Simplemente me confié demasiado, son cosas de la edad, supongo... -Dumbledore miró con preocupación hacia el bosque.
-Pues a ver si por fin esto te sirve de lección, puesto que la situación en estos momentos es muy delicada...
A unos pasos de ellos, Severus Snape avanzaba nervioso de un lado a otro, con los brazos cruzados y ojeando hacia el cielo a cada momento...
-Deberíamos ir a buscarlos, no podemos quedarnos aquí inútilmente esperando. -Miró molesto al director de la escuela.
-Tranquilízate, Severus... No tiene por qué pasarles nada grave, después de todo no son unos chicos corrientes, esperemos un poco a ver si aparecen. Si ocurre algo grave recibiremos la señal y sabremos a dónde dirigirnos. Curiosa combinación, de todas formas... Tres Gryffindor y tres Slytherin... ¿No os parece?
-No creo que sea momento de plantearse esas cosas, Albus. Pueden estar en grave peligro. -Lo miró descalificadoramente la profesora, su boca una fina línea.
-Tres de esos chicos están bajo mi responsabilidad. Así que voy ahora mismo por ellos. -Snape comenzó a avanzar hacia el bosque, seguido al poco por McGonagal.
En ese momento, un temblor sacudió los cimientos de Hogwarts, haciendo que el edificio entero temblara. Los tres se tambalearon.
-¿Qué significa esto? -Exclamó Snape, intentando mantener el equilibrio.
-No puede ser... -Murmuró el director. -La barrera de la escuela se tambalea.
En ese instante, un fulgor rojizo se elevó desde el bosque, mostrándose en el cielo la forma majestuosa de un fénix, lanzando su canto, antes de seguir elevándose más y más arriba.
-Fin del capítulo 11-
N/A: Uf, éste fue largo. Y estoy bastante contenta con él. Espero que a vosotros también os guste. La cosa se pone emocionante, o eso espero. Y algunas cosas se van aclarando. Estoy deseando leer vuestras opiniones y suposiciones ^_-
