Descubriendo/Reflexiones
Cap 13: Tras la tormenta
(O: momentos tranquilos y comeduras de coco)
Oscuridad. Negrura. Nada. Paz. El no sentir. Descanso. El descanso de todo.
Se acogió en ello, arropado. Era agradable. Ese vacío. Sin tener que pensar en nada. Sin sentir. Aliviado y dejándose mecer en esas aguas. En las olas tranquilas del silencio que nada interrumpe, que nada osa atravesar. Libre, por fin, de vaivenes, de la confusión, del salvaje oleaje. Del sentir. En un confuso narcótico. Así estaba a gusto. Nada importaba, nada destrozaba esa calma, ese espacio indefinido, seguro. Y no quería pensar en nada, simplemente flotar libremente en esa marea sin sentido. Había deseado algo así. Había deseado algo así tantas veces. Perderse así, desapareciendo en la nada, fundirse en el silencio y la quietud del no sentir, del no pensar. Lejos de todo. Sin vana esperanza, inconsciente deseo, de encontrar ese algo le dé sentido a la existencia. De ese esfuerzo por creer, esforzándose en una confianza ciega traicionada. ¿Para qué sentir?
Y sólo deseo dormir. Perderme en la penumbra. Y no pensar en nada más. La oscuridad. No es nada nuevo. Día tras día. Noche tras noche. Pero esta vez perdido por completo. Perdido en el silencio. Sentimientos apagados. Mente dormida. Vagando por caminos blancos. En el sueño. El sueño sin sueños. El sueño del olvido. Todo olvidado. Que hubo yo. Que hubo más. Todo apagado. En lo profundo. Lo profundo del mar. En donde nada existe. Y el despertar se fue. Y reposo tranquilo. Tranquilo en este mar. En las calmadas olas. El gozo de la nada. Simplemente eso. Por siempre más.
Y sólo deseo dormir. En lo más profundo. ¿Por qué sentir ahora? Después de tanto tiempo. Sólo para sentir el dolor. Para ello mejor no sentir. No soñar. Los sueños sólo fueron cristales rotos. Que dañan la piel y derraman las sangre. ¿Por qué existir? Sin deseo de nadie. Sin deseo de vivir. Cansancio. Aprendí a sentir. Para ser desgarrado. Desgarrado por dentro. ¿Para qué aprender a sentir también por dentro? Mi destino. Un sólo destino. Lo más vacío de todo. Sólo un objeto. Un objeto hueco. Que sólo desea, los mil pedazos rotos, dejar de ser. Fundirse en la tierra y no ser nada más.
...
Silencio. Silencio de las dos. En una sala grande, de camas y cortinas blancas. El territorio sagrado de la señora Pomfrey. La sala estaba vacía a su excepción. Tras ocuparse de sus heridas, las dejaron a descansar en la enfermería en la que sólo estaban ellas dos en ese silencio que empezaba a resultar pesado. Pansy se retorcía un mechó de su cabello, pensativa, intentando ordenar en su confusa cabeza todo lo ocurrido en esa mañana tan diferente a una habitual mañana de clases escolares. Los profesores las dejaron allí mientras ellos se ocupaban de Draco y otros menesteres. El resto de la escuela se hallaba en las clases y no se habían cruzado con nadie a su llegada, tal vez no sólo por ser tiempo de clase, ya que era difícil no haberse cruzado con alguien, sino quizá también gracias a algún otro tipo de ayuda mágica.
Draco. El punto clave de todo el asunto. Frustrada, suspiró y miró a la muchachita de 11 años, sentada con las piernas estiradas, apoyada en la pared, en la otra cama. Su cabeza gacha, su mirada triste, como cansada, sin enfocar nada concreto, perdida en su mundo. Ella poseía claves del misterio.
La Slytherin más mayor, decidió actuar y averiguar por fin qué diantres había ocurrido. Bajó de la cama en la que se hallaba sentada y se colocó junto a su compañera de Casa y echó una mirada al techo. Bajando la mirada, observó durante un rato cómo Amy movía la cajita plateada de la que había salido aquel extraño fénix. El dibujo de una pluma, de detallado trazo en oro, adornaba la tapa.
-¿Qué es eso?
Fue lo único que atinó a preguntar, observando el pequeño objeto. Amy parecía haber esperado esa pregunta, o cualquier otra. Sin levantar la vista, sin sobresalto, se dispuso a compartir su información. Sabía que le debía de contar todo lo que supiera, aunque tal vez no era realmente mucho lo que pudiera aportar.
-Es un objeto mágico. Bueno, eso ya te lo habrás imaginado... Una especie de nexo convocador. A través de él puedo invocar al fénix, mediante un hechizo guardado en mi mente. Concentro la energía en la caja, formulo en hechizo, él es llamado y absorbiendo esa energía puede cobrar forma. Estaba ligado a mí. Sólo escucharía mi llamada.
-Pero, un hechizo convocador, ligado a ti, de un ser de esas características, aunque la caja haga de catalizador de tu energía mágica, debe de ser potente. Yendo a primero, cómo...
-Bueno, siempre he sido precoz con la magia, y mis padres y el tío Severus me enseñaron muchas cosas para sacarle el mejor partido a mi capacidad... Además practiqué para ser capaz de invocar al fénix, aunque me requiere mucha fuerza, y me agota...
-¿Qué era exactamente ese fénix?
-Un ente mágico creado como símbolo de la Orden del Fénix, como reclamo para sus miembros, como señal cuando algo importante acontezca. -Sentenció.
-Como la marca tenebrosa en el cielo para los mortífagos... -Susurró Pansy con un ligero escalofrío. Entonces cayó en la cuenta de algo más. -¿Has dicho la Orden del Fénix? He oído rumores sobre esa Orden, liderada por Albus Dumbledore... Así que es cierto. Creada para enfrentarse a... él.
-Mm... -Amy la miró de soslayo. No estaba segura de si debía de hablarse de algo así.
Pansy captó y entendió su mirada. Era comprensible.
-No te preocupes por eso... A mis padres simplemente les gusta relacionarse con personas influyentes, importantes, no importa de qué bando sean, sin embargo. Su posición nunca se decanta claramente, nunca han querido meterse mucho en esos asuntos turbios. Siempre irán hacia donde les convenga y, en estos momentos, la balanza se gira hacia mantener la situación actual. No les interesa la dominación sembrada de inestabilidad y oscuridad. Y yo, por mi parte, me forjo mis propias ideas, y no me atrae la idea de en lo que se convertiría todo esto si él lograra sus propósitos. Además, que ahora tengo otros motivos añadidos para estar en contra de sus planes. -Añadió mirando al frente con determinación.
Amy no necesitó mucho más. Sentía que podía confiar en ella.
-Sí, la Orden existe. Y mi tío forma parte de ella.
Pansy se vio sorprendida.
-No sé qué es lo más sorprendente, si enterarme de que el viejo Snape pertenece a la Orden o de el hecho de verlo ligado a una familia, ¡un Snape familiar! -Se permitió una sonrisa divertida. -¡Y se le ve un tío la mar de afectuoso con su sobrina!
-¡Él es amable! -Exclamó Amy. - Sólo que serio y reservado... Además, mi madre me contó cómo aquí en Hogwarts se lo hicieron pasar bastante mal, así que no es de extrañar que guarde amargura de aquella época. -Añadió con seria resolución.
Pansy no pudo más que admirar la determinación con que Amy defendía a su tío. No, si al final resultaría que era un hombre la mar de hogareño, su jefe de Casa, ¡quién lo habría dicho! -Pensó divertida para sus adentros.
-Sea como sea, ¿por qué llevabas esa caja tan... peculiar, encima?
-Bueno... mi tío sospechaba que algo acechaba a Draco, no sé por qué ni el qué, y decidió que yo, que comenzaba la escuela este curso, y se imaginaba que lo más seguro era que fuera a parar a Slytherin (y acertó), podría ocuparme de vigilar los movimientos de Draco por si veía algo extraño a su alrededor o en su comportamiento, para poder avisarle... La caja era por si ocurriera algo completamente inesperado y urgente... Como así fue... Nunca me hubiera imaginado algo así... -Añadió con amargura. -Se temía algo... Pero creo que ni siquiera mi tío se hubiera imaginado esto...
-Mm...
Pansy recordó la terrible escena. Draco en el suelo, su camisa desgarrada, la sangre a su alrededor manando de una herida en su pecho, tan pálido, y esas figuras oscuras (mortífagos, eso lo tenía claro). Y lo peor, lo que Amy no sabía, era que el autor de ese macabro rito que parecía estarse llevando a cabo era, ni más ni menos, Lucius Malfoy, el propio padre del muchacho... Un escalofrío le recorrió la espalda. Sabía de la disposición de Draco de seguir fielmente a su padre, él era su reflejo y su meta a alcanzar. Pansy sabía cómo era sentirse ajena en una familia, al mismo tiempo que ésta parece semejante a tantas otras a ojos de todos los demás, incluso una familia unida. Y creía comprender ese sentimiento por el que el Slytherin probablemente deseaba ser reconocido, sentir la aprobación, el respeto, el orgullo de un padre por su hijo... Pero, ¿cómo podía un padre hacerle algo así a su propio hijo? Un padre siempre es padre, a pesar de todo. No cabían excusas. ¿Es que para él no significaba nada? Si eso era así, no podía imaginar cómo podía haber sido la vida del muchacho todo ese tiempo... Y estaba segura, de los años que hacía que lo conocía y había estado a su lado, de que él no se dispondría voluntariamente a algo así.
Suspiró, no queriendo pensar más en eso. No valía la pena. Nunca comprendería corazones o seres ajenos. No quiso pensar en lo que habría ocurrido aquella mañana. Las palabras que tal vez habrían sido dichas. Si Draco habría estado sobre aviso, si tuvo que vivir una horrible revelación, si él mismo podría aceptar algo así... Sacudió la cabeza.
-Espero que salga de ésta. -Susurró Amy a su lado.
Sí. Pansy asintió en silencio. No pudo evitar que un pensamiento recorriera fugazmente su mente. 'Y luego, ¿qué?' No sería sólo: 'Oh, está bien. Genial.' Todo era más complicado. Mucho más complicado.
Entonces, se abrió la puerta de entrada a la enfermería. No precisamente la que esperaban. El sonido repentino hizo que levantaran la mirada sobresaltadas. El que había entrado era un chico de pelo castaño cobrizo y ojos marrones que normalmente presentaban un aspecto jovial. No en ese momento. Sus ropas eran las de Slytherin.
-¡Blaise? -Se extrañó Pansy de verlo aparecer.
El chico los miró, la mirada interrogante observando sus rasguños, su ropa sucia de tierra y hierba, y el reciente vendaje en el tobillo de Amy.
-¿Qué ha pasado? -Preguntó. -¿Y Draco?
-¿Cómo...? -Quiso saber Pansy, pero su pregunta fue cortada.
-Dumbledore me mandó llamar. Es algo sobre Draco. ¿Ha pasado algo? Últimamente no se le veía muy bien...
-Bueno... Fue atacado y...
En eso, las puertas del cuarto donde se encontraba el aludido se abrieron y se asomaron el director de la escuela y Severus Snape. Un resorte pareció empujar a las chicas, que se alzaron rápidamente.
-¿Cómo está?
Dumbledore las observó en silencio, meditando bien las palabras a pronunciar.
-Bueno, la hemorragia se ha detenido y en estos momentos está estable -aquí las dos pudieron relajar la tensión, aunque Dumbledore mantuvo su mirada seria -, pero muy debilitado por la sangre perdida y por el frío y la humedad que le afectaron. Pero, veréis, como los que habéis mantenido más contacto con él, necesitaría haceros unas preguntas, sobre su estado previo a... lo acontecido hoy. Ya que, bueno, podría haber algo más que... bueno, necesitamos saber algunas cosas.
'¿Algo más?' Lo miraron sin comprender.
...
-Su padre...
Ron se encontraba espatarrado en el sofá de la Sala Común de Griffindor, con expresión aturdida. Le resultaba incomprensible lo que había visto. Para él, criado en el calor de una familia tan unida, era inconcebible algo así, fuera de toda lógica. Harry se encontraba sentado en un sillón de los laterales, removiendo algo en su mano con una expresión seria. Él era el que había reaccionado lanzando los ataques mágicos a Lucius. Hermione, apoyada en la pared, pálida y pensativa, observaba alternativamente a uno y a otro, mientras su mente divagaba... Se encontraban solos en la sala. Los demás se encontraban en el Gran Comedor, pues era poco después del mediodía.
-Podría haber sido un Imperiatus, ¿no creéis?
-Sí, claro. -Aceptó rápidamente la posible explicación el pelirrojo. ¿Cómo no se le habría ocurrido antes? Eso le resultaba más coherente.
Harry no dijo nada, se limitó a seguir removiendo el contenido de su mano.
-Pero... No tiene mucho sentido... ¿Por qué atacar a Malfoy, de todas formas? Eran mortífagos, su padre es uno de ellos, sirven a ya-sabéis-quién, y Draco Malfoy iba encaminado a todas luces a ser uno de ellos. ¿Acaso no están todos del mismo bando?
-Estoy seguro de la presencia de Voldemort en el Bosque Prohibido. -Dijo de repente el muchacho de gafas acariciándose la frente. -No en ese claro, no era uno de los encapuchados, ni siquiera controlando a Lucius Malfoy. Pero su presencia existía en el bosque.
-¿Ya puedes distinguir algo así? -Exclamó Ron sorprendido.
Harry asintió, sin demasiado entusiasmo. No era algo que le reportara mucha alegría. De todas formas, sabía que tarde o temprano, con o sin aviso previo de su presencia, volverían a verse las caras. Y no creía que la cosa pudiera acabar muy bien.
Aunque ahora, eran otros pensamientos los dominantes.
¿Por qué Malfoy? ¿Qué significaba ese rito? De haber continuado Lucius, su hijo probablemente habría acabado desangrándose... Y no cabía duda en sus movimientos, ni en su voz, lo que fuera que estuviera haciendo lo hacía con calma y fría determinación. Sin la menor vacilación. No parecía preocuparle la cantidad de sangre derramada, ni lo lento que resultara todo.
Los tres Griffindor tenían demasiado claro que Draco Malfoy era un enemigo más. Pero ahora, había ocurrido algo inexplicable. No, no podía ser que fuera una víctima del Señor Tenebroso... No podían estar tan locos los mortífagos como para hacer sacrificios a Voldemort como si de un Dios pagano se tratara... ¿O acaso sí? ¿Él mismo habría accedido a ello? ¿Era parte de un oscuro plan?
Harry sacudió la cabeza.
Fue Hermione la que se planteó en alto otro tipo de pregunta.
-Y él... ¿Cómo estará?
Los dos chicos la miraron. La expresión de Hermione permanecía seria. Harry garraspeó, un poco avergonzando por no haberle pasado ni siquiera de refilón por la mente esa pregunta y, al mismo tiempo, sabiendo que había que desconfiar, que Malfoy seguía siendo Malfoy a pesar de todo.
-Bueno... Quizás... Podríamos ir a echar un vistazo... -Comentó Harry dudoso. -Sólo por probar si a ver si averiguamos algo... -Se excusó.
Ron los miró como si a ambos les hubiera dado algún tipo de locura súbita.
-Sí, claro, perfecto -Añadió Ron, ya repuesto de su alelamiento, sarcásticamente. -Hola, señora Pomfrey, somos un grupo de griffindors fans de Malfoy interesados por su bienestar. ¡Chicos, es Draco Malfoy! ¡De hecho, todo podría ser una trampa, un juego sucio! Recordad bien quién es y cómo se ha comportado siempre con todos nosotros, y todo lo que ha hecho su padre, ese perro faldero de ya-sabéis-quién!
Aquí el silencio inundó la habitación. La ecuación siempre había sido tan fácil... Lucius Malfoy. Draco Malfoy. Ahora la cosa parecía no ser tan simple.
...
Pansy se encontraba sentada en una silla junto a la cama de Draco. Se encontraba sola. Sólo era media tarde, pero había sido un día muy largo. Amy ya se había retirado a dormir. Sí, era mejor que descansara, pensó Pansy. Observó al muchacho tendido en la cama. Sus ropas, que normalmente se repartían entre las ropas del colegio y prendas oscuras, había sido sustituida por un pijama blanco que asomaba por encima de las sábanas. Parecía haber rejuvenecido años. Sólo asomaba su rostro, mortalmente pálido, con el pelo revuelto sobre la almohada. Su cuerpo permanecía aletargado, el movimiento rítmico del pecho apenas perceptible. Dumbledore había dicho que no era predecible cómo reaccionaría su cuerpo después de esa noche, en la que se recuperaría de ese letargo mágico que no podía mantenerse demasiado. La situación era muy impredecible.
-La Fiebre Blanca... -Murmuró Pansy. Pasó una mano por la frente del muchacho, suavemente, acariciando los mechones de su flequillo. Le resultaba tan extraño verlo así, a él, tan indefenso.
Pinta de cansado, pérdida del apetito, nauseas en alguna ocasión... Él mismo había reconocido a Blaise aquella mañana que no se encontraba bien. Dumbledor ataba cabos. Lo primero eran síntomas habituales de la enfermedad, que también debilitaba las defensas, lo que explicaba la fiebre que notara Pansy en el muchacho ya inconsciente. Si había estado incubando algo, el hecho de haberse estado mojando bajo la lluvia y haber estado tirado en el suelo húmedo con la camisa desgarrada y ese aire frío, lo debía de haber arraigado definitiva y completamente. Y a eso se le añadía la herida. La fiebre gris ya era de por sí impredecible, y si decidía llevárselo ya nada se podría hacer, y menos en esas condiciones. Lo que podía pasar a partir de entonces, nadie lo sabía. Pero no era muy esperanzador.
Pansy suspiró, y se apartó cansinamente el cabello. Sabía que no servía de nada quedarse ahí sentada. Él ya no despertaría esa noche. Sin embargo, algo la llamaba a quedarse ahí. Aunque sabía que ya no podía ocurrir nada. Y tenía que ir a descansar. Después de descansar, Dumbledore les quería preguntar sobre lo ocurrido. La lógica se impuso, y se levantó perezosamente de la silla. Lanzando una última mirada, salió de la habitación.
-Fin del capítulo 13 y de la primera parte-
N/A: ¡Sí! ¡Ya está! Capítulo 13 escrito y subido. Tal vez me he alargado demasiado... Puede resultar pesado... Éste capítulo ya implica un cambio, de hecho éste será el primero de Reflexiones, que vendrá a ser la continuación de Descubriendo ^_^ En Descubriendo ya he contado lo principal que quería contar. Ahora llega otra etapa calmada. De reflexiones (sí, y comidas de coco como las que parece que ha habido aquí), como su título indica. Veremos qué pasa con Draco. Revelaré las cosas que se han quedado en el tintero... Aún tienen que pasar cosas. Y puede que algo que no tenía previsto ocurra, dando un giro a lo planeado previamente... Ah, son complicados y confusos los sentimientos...
¡Gracias a todos los que me habéis enviado reviews y perdón por tardar tanto! ¡Ah, estoy muy contenta porque tengo dos nuevas lectoras! Ya no me lo esperaba a estas alturas del fic. :).
Espero poder seguir teniéndoos ahí en los siguientes capítulos. Intentaré subir pronto el siguiente, que será el segundo de Reflexiones.
Ya sabéis, críticas, sugerencias, comentarios, confirmación de existencia, pulsando el botoncito de review :)
