Una visita a La Madriguera.
La Madriguera estaba tal y como la recordaba. La misma arquitectura imposible, el mismo desorden en el interior, la misma sensación de bienestar, de calidez que había sentido la primera vez que entró en aquel lugar, tantos años atrás.
Es bueno saber que algunas cosas no cambian nunca, pensó Hermione.
Los Weasley tardaron en reaccionar. Después la recibieron como si la hubiesen visto por última vez el día anterior. La señora Weasley no paró de llorar. El señor Weasley dijo algo incomprensible, se quedó callado mirándola atentamente mientras su mujer hablaba y sollozaba todo al mismo tiempo y más tarde murmuró una excusa, algo sobre cachivaches muggles en el garaje, y se fue. Antes de salir por la puerta que daba a la parte de atrás ya se restregaba los ojos.
La señora Weasley preparó té. Un té fuerte y dulzón que le recordó sabores que creía olvidados y le hizo pensar que, si cerraba los ojos y aspiraba el olor de aquella casa, tendría otra vez catorce años. Hablaron largo y tendido de cosas sin importancia, evitando los temas más dolorosos. De los chicos, de su trabajo, ¡de los nietos!. Hermione vio por el rabillo del ojo una foto sobre la repisa de la chimenea donde Arthur y Molly lidiaban con cinco o seis cabecitas pelirrojas. Parecían felices. No quiso detenerse demasiado en aquello.
Finalmente permanecieron en silencio durante un minuto o dos. Hermione tocaba con un dedo el asa de la taza de porcelana, distraída. Fue la señora Weasley quien primero habló:
"Supongo que ahora que has venido no te irás sin verle, ¿verdad?" preguntó.
Hermione abrió la boca para contestar Por supuesto que no, pero un estruendo llegó desde el garaje. La señora Weasley se levantó de la silla y echó a andar hacia la puerta de atrás chillando: "¡Arthur!", miró un momento a Hermione, "¿me disculpas un minuto, querida?, tengo que comprobar que clase de estropicio ha hecho ese asno en el garaje", frunció el ceño, "la última vez que intentó encantar uno de esos trastos abrió un boquete de tres metros en el techo..." añadió antes de desaparecer como una exhalación.
Hermione sonrió. Definitivamente hay cosas que nunca cambian. Permaneció sentada durante unos segundos antes de levantarse e ir hacia la puerta principal. La hoja de arriba estaba abierta y apoyó la cabeza en el marco mirando hacia afuera. Más allá del camino y de la valla blanca que delimitaba el jardín de los Weasley se encontraba el lago, que refulgía bajo el sol de aquella tarde de Junio. Se fijó en el pequeño grupo de árboles que había junto al lago. Sin saber por qué descorrió el pestillo de la puerta, la abrió y empezó a caminar hacia allí.
Dejó atrás las flores, la valla blanca, incluso el camino terroso que serpenteaba desde Ottery St. Catchpole. Cuando pisó la hierba que se extendía desde la vera del sendero hasta el lago, supo hacia donde iba. Aquella piedra hincada estaba cerca del grupito de árboles, que ahora distinguía. Eran cipreses. Altos, delgados y solitarios, sus copas se movían suavemente mecidas por una brisa que también formaba ondas sobre la superficie del agua. Se paró delante de la piedra, sin atreverse a leer lo que ponía y miró al suelo. A continuación se sentó, posó una mano con delicadeza sobre el césped y musitó:
"Hola"
4 de junio de 1998 17 años antes
Corrieron escaleras abajo. Neville les había dicho que los mortífagos entraron por la puerta principal, que nadie sabía como habían conseguido penetrar en Hogwarts, que Harry se había quedado en el vestíbulo, enfrentado a ellos, a pesar de que los profesores querían obligarle a subir.
Pero se encontraron a Harry cuando ya iban por el segundo piso, corría como un poseso hacia la torre de Gryffindor.
"No bajéis. Me han echado del vestíbulo: los mortífagos se abren camino. Voy a por mi la capa. No puedo quedarme al margen", les dijo todo esto mientras pasaba a su lado corriendo. Pero una vez que los hubo rebasado dio un grito de dolor y se llevó una mano a la frente.
"Es Voldemort", les dijo, "está aquí. Tengo que enfrentarme a él", se dio la vuelta para echar a correr escaleras abajo, pero Hermione y Ron le agarraron antes de que diese tres pasos.
"¿Estás loco?" gritaba Ron, "ahí abajo está lleno de mortífagos: no llegarás hasta Voldemort por ese camino"
"¿Que dices?", contestó un desconcertado Harry.
"Piensa, Harry", dijo Hermione, su cerebro iba a una velocidad de vértigo, "tiene que haber otra forma de llegar hasta la entrada principal..." hizo una pausa, "¡ya está: el pasadizo a Hogsmeade!", exclamó.
"Si", dijo Ron, "podemos salir por ahí: ¡les pillaríamos por la espalda!"
Salieron corriendo hacia la planta superior donde estaba la estatua de la bruja jorobada. Casi llegaban cuando oyeron ruido de pasos atropellados a sus espaldas.
"¡Son mortífagos!", dijo Ron que iba en la retaguardia, "seguramente están buscándote, Harry"
Hermione dejó de oir sus pisadas fuertes a sus espaldas. Se detuvo: Ron estaba parado en medio del pasillo y parecía que no iba a dar un paso más.
"¡Harry!", llamó su amigo para que se parara. Este miró a su espalda y avanzó corriendo hacia ellos.
"¿Que haces, Ron?" preguntó.
"Me quedo aquí: seguid vosotros dos", dijo calmadamente, "no podemos llegar hasta la estatua y esperar a que se abra, nos alcanzarían. Alguien tiene que distraerles"
"¡No voy a dejarte atrás!", chilló Harry
"¡Yo tampoco!", dijo Hermione
Ron los miró como si nada de lo que pudiesen decirle le convenciese. "No me pasará nada: estaré bien. Os veré dentro de una hora en la puerta principal, ¿de acuerdo?. Soy más rápido que esos ineptos", después le habló a ella "Herm, vete con él: te necesita a ti"
Hermione tenía ganas de llorar. Sabía que Ron se quedaría allí pasase lo que pasase. Pero Harry no parecía que fuese a dar el brazo a torcer, seguía maldiciendo e intentaba agarrar a Ron para arrastrarlo con él. Este se zafó con violencia de su brazo y casi le tiró al suelo de un empujón.
"¡Vamos, colega!", gritó, "¿quieres parar a V-V-Voldemort?" Harry dejó de agitarse cuando oyó a Ron pronunciar aquel nombre por primera vez, "¡pues corre!, porque te aseguro que yo si quiero pararlo porque nadie más que yo está deseando que esto acabe de una vez" dijo las ultimas palabras mirando a Hermione con intensidad.
Estaba claro. Hermione apartó a Harry y abrazó a Ron, besándole. Una vez había leído en El Quisquilloso que existía un hechizo capaz de parar el tiempo en un instante, de forma que se podía vivir allí para siempre. Hermione Granger no creía en aquello porque ella sabía bien que el tiempo podía manipularse pero no detenerse y aquella historia de El Quisquilloso tenía tanta base como los rumores sobre los snorckas de cuernos arrugados. Ninguna. Sin embargo el resto de su vida se preguntó si las habladurías de aquella revista que siempre había despreciado no tendrían algo de razón, porque durante el instante en que duró aquel beso, que fue realmente corto, no es que el tiempo se detuviese, pero para ella adquirió una consistencia elástica y definitivamente no real. Como usar un giratiempo en el sentido contrario. Antes sus ojos cerrados desfilaron imágenes que nunca supo si sucederían, o si ya habían sucedido y si todavía estaban sucediendo. Vio a un Ron veinteañero, acostado desnudo en una cama, a su lado, y la miraba y sonreía. Después su mente recorrió los pasillos de una casa grande con un jardín en el que jugaban despreocupados unos cuantos niños pelirrojos. Y supo que era su casa. Y vio un hombre anciano y canoso, pero cuyo pelo reflejaba aún cierta furia naranja de la juventud y en sus ojos chispeaban dos lucecitas que eran las mismas que había visto en los de un niño de once años, larguirucho, flaco y lleno de pecas.
"Vamos, Harry", tiró del brazo de su amigo, que parecía haberse quedado clavado en aquel sitio y salieron corriendo hacia la estatua de la bruja jorobada.
Es curioso como las personas solo pueden recordar retazos de las cosas cuando las viven con intensidad. Hermione recordaba haber recorrido aquel largo y oscuro túnel hasta Hogsmeade, recordaba haber llegado a Hogwarts por la entrada principal. Después todo se hacía más confuso y sabía que Harry se había enfrentado a Voldemort en el Gran Comedor y que le venció y que ella estaba allí. Pero no recordaba como se desarrolló todo. Si recordaba, en cambio, una gran explosión al desaparecer aquel ser maligno de la faz de la tierra.
Cuando volvió en si, vio el cielo azul de junio a través del techo del Gran Comedor, pero no gracias al encantamiento sino a que, literalmente, el cielo azul de junio se veía a través del techo del Gran Comedor. Porque todo lo que quedaba de esos arcos apuntados, estaba esparcido en cascotes alrededor de ellos. Y entonces algo le tapó la luz y Ron le sonreía recortado contra las nubes que flotaban apacibles allí arriba. Se agachó para levantarla en brazos y le susurró:
"Os prometí que nos veríamos dentro de una hora", pero Hermione se estaba fijando en que en su costado izquierdo tenía la camisa rota y entre los jirones deshilachados la piel blanca se le estaba amoratando.
"¿Qué te ha pasado?", le preguntó con voz queda. El dolor tan familiar a la altura de las costillas la atravesaba y sabía que no podría estar despierta por mucho tiempo.
"No es nada", dijo Ron despreocupado pero sin poder evitar hacer un gesto de dolor mientras se ponía a andar hacia en el vestíbulo, "hubo una pelea. Yo y otros del ED: Neville, mi hermana, Ernie, Seamus... nos enfrentamos un grupo de mortífagos, Lestrange estaba entre ellos, y un rayo de su varita me dio de refilón"
Pero cuando llegaron a las escaleras del vestíbulo, las rodillas de Ron empezaron a fallar y tuvo que sentarse, dejándola a ella en el suelo a su lado. Gotas de sudor frío resbalaban por su frente.
"No es nada", murmuraba, "estoy bien. Estamos bien"
Lo último que vio Hermione antes de perder la consciencia fue a Ron que, agachado a su lado, murmuraba y se llevaba una mano al costado con gesto de dolor. Justo en el sitio donde la varita de Lestrange le había alcanzado.
Permaneció allí sentada durante horas. No sabría decir cuantas. Las sombras de los cipreses se alargaron centímetro a centímetro. Las golondrinas revolotearon chillando por encima del lago mientras planeaban para beber. Y para cuando oyó los pasos a sus espaldas ya habían empezado a cantar los grillos más madrugadores. No le extrañó oír aquella voz, mucho más grave, pero todavía familiar.
"La última vez que te vi tenías el pelo igual de largo", dijo.
Volteó la cabeza por encima del hombro para mirarle. Aquel hombre alto que la observaba con las manos metidas en los bolsillos se parecía lejanamente al muchacho que había conocido. El pelo negro y revuelto, la sonrisa amable y los brillantes ojos verdes todavía estaban allí, aunque hubiese desaparecido la característica cicatriz y una sombra de barba oscureciese su mentón.
"La última vez que me viste, Harry Potter, fue hace diecisiete años", replicó rápidamente mientras se ponía en pie con ese tonillo de suficiencia que usaba a menudo. "¿no crees que debo haber cambiado algo durante todo ese tiempo?"
La sonrisa de Harry se alargó más. "Hay cosas que no cambian nunca", dijo con aire melancólico.
Permanecieron callados, mirándose, intentando reconocer en el otro el paso de los años. Fue él quien volvió a hablar de nuevo.
"Hermione Granger", dijo, "¿sabes que tu nombre aparece en Historia de la Magia Moderna, en El Ascenso y Caída de las Artes Oscuras y en Grandes Eventos Mágicos del Siglo XX?"
Sonrió con amargura cuando las palabras le hicieron recordar un compartimento de tren en el que dos niños, un moreno y un pelirrojo, la miraban estupefactos mientras ella hablaba más rápido de lo que lo había hecho en toda su vida.
"Si, claro", replicó, "ya me he leído las nuevas ediciones". Las había comprado la semana anterior en Flourish y Blotts.
"Me lo esperaba", dijo Harry sofocando una carcajada. Después se puso repentinamente serio y señaló hacia la piedra hincada que estaba a sus espaldas. "El suyo también sale"
Hermione se volvió lentamente hacia donde su amigo señalaba. Ahora miraba directamente a la piedra, pero sin leer aún el texto. "Lo sé" musitó, bajando la cabeza.
"Te hemos echado de menos" murmuró Harry con un hilo de voz.
"¿Hemos?", preguntó extrañada.
Con un ligero movimiento de cabeza Harry apuntó de nuevo hacia la piedra. "Nosotros dos", dijo. "suelo venir hasta aquí una vez por semana..., para charlar un rato".
Le miró sorprendida. Hacía mucho tiempo que no veía a Harry así que pensó que quizá hubiese desarrollado uno de sus extraños poderes, uno que le permitiese comunicarse con...
Hasta que le oyó decir: "Ahora que has vuelto espero tener compañía, así no me sentiré como un loco hablando solo".
"Francamente, aún no sé si he vuelto o no..." dijo Hermione en un tono cortante.
"Oh", respondió él.
"...pero tampoco estoy segura de que marcharme fuese la mejor elección", completó Hermione bajando la voz hasta que casi se le quebró. "Yo dudando, ¿te lo imaginas?", añadió sin fuerzas para sonreír.
"Perfectamente", la respuesta de Harry no se la esperaba, "si yo hubiese tenido la posibilidad de huir, quizá también lo habría hecho. Todo era tan... doloroso"
"Demasiado", puntualizó Hermione con un susurro. Le picaban los ojos. "Hace unos meses", continuó, "encontré mi viejo baúl de Hogwarts en el desván de casa. Solo con tocarlo el mundo muggle dejó de tener sentido. Supongo que nunca podemos renunciar a lo que somos"
"No", dijo Harry, "más bien creo que al tocarlo elegiste volver a ser una bruja, una Gryffindor"
"Quizá tengas razón", se estremeció, "¿nos vamos?, está empezando a hacer frío aquí..."
"Claro", aceptó él.
Se dieron la vuelta para irse, pero no habían dado ni tres pasos, cuando Hermione se detuvo.
"Espera", dijo antes desandar sus pasos hasta quedar delante de la piedra hincada. Puso su mano izquierda sobre ella y se agacho, mientras que con la derecha rozó algunas de las letras, las que formaban un nombre que leyó en voz alta.
RONALD B. WEASLEY
(1980-1998)
AMADO HIJO, HERMANO Y AMIGO
"He vuelto" susurró.
Cuando se alejaron de allí, la brisa suave de las noches de verano todavía mecía las copas de los árboles.
La Madriguera estaba tal y como la recordaba. La misma arquitectura imposible, el mismo desorden en el interior, la misma sensación de bienestar, de calidez que había sentido la primera vez que entró en aquel lugar, tantos años atrás.
Es bueno saber que algunas cosas no cambian nunca, pensó Hermione.
Los Weasley tardaron en reaccionar. Después la recibieron como si la hubiesen visto por última vez el día anterior. La señora Weasley no paró de llorar. El señor Weasley dijo algo incomprensible, se quedó callado mirándola atentamente mientras su mujer hablaba y sollozaba todo al mismo tiempo y más tarde murmuró una excusa, algo sobre cachivaches muggles en el garaje, y se fue. Antes de salir por la puerta que daba a la parte de atrás ya se restregaba los ojos.
La señora Weasley preparó té. Un té fuerte y dulzón que le recordó sabores que creía olvidados y le hizo pensar que, si cerraba los ojos y aspiraba el olor de aquella casa, tendría otra vez catorce años. Hablaron largo y tendido de cosas sin importancia, evitando los temas más dolorosos. De los chicos, de su trabajo, ¡de los nietos!. Hermione vio por el rabillo del ojo una foto sobre la repisa de la chimenea donde Arthur y Molly lidiaban con cinco o seis cabecitas pelirrojas. Parecían felices. No quiso detenerse demasiado en aquello.
Finalmente permanecieron en silencio durante un minuto o dos. Hermione tocaba con un dedo el asa de la taza de porcelana, distraída. Fue la señora Weasley quien primero habló:
"Supongo que ahora que has venido no te irás sin verle, ¿verdad?" preguntó.
Hermione abrió la boca para contestar Por supuesto que no, pero un estruendo llegó desde el garaje. La señora Weasley se levantó de la silla y echó a andar hacia la puerta de atrás chillando: "¡Arthur!", miró un momento a Hermione, "¿me disculpas un minuto, querida?, tengo que comprobar que clase de estropicio ha hecho ese asno en el garaje", frunció el ceño, "la última vez que intentó encantar uno de esos trastos abrió un boquete de tres metros en el techo..." añadió antes de desaparecer como una exhalación.
Hermione sonrió. Definitivamente hay cosas que nunca cambian. Permaneció sentada durante unos segundos antes de levantarse e ir hacia la puerta principal. La hoja de arriba estaba abierta y apoyó la cabeza en el marco mirando hacia afuera. Más allá del camino y de la valla blanca que delimitaba el jardín de los Weasley se encontraba el lago, que refulgía bajo el sol de aquella tarde de Junio. Se fijó en el pequeño grupo de árboles que había junto al lago. Sin saber por qué descorrió el pestillo de la puerta, la abrió y empezó a caminar hacia allí.
Dejó atrás las flores, la valla blanca, incluso el camino terroso que serpenteaba desde Ottery St. Catchpole. Cuando pisó la hierba que se extendía desde la vera del sendero hasta el lago, supo hacia donde iba. Aquella piedra hincada estaba cerca del grupito de árboles, que ahora distinguía. Eran cipreses. Altos, delgados y solitarios, sus copas se movían suavemente mecidas por una brisa que también formaba ondas sobre la superficie del agua. Se paró delante de la piedra, sin atreverse a leer lo que ponía y miró al suelo. A continuación se sentó, posó una mano con delicadeza sobre el césped y musitó:
"Hola"
4 de junio de 1998 17 años antes
Corrieron escaleras abajo. Neville les había dicho que los mortífagos entraron por la puerta principal, que nadie sabía como habían conseguido penetrar en Hogwarts, que Harry se había quedado en el vestíbulo, enfrentado a ellos, a pesar de que los profesores querían obligarle a subir.
Pero se encontraron a Harry cuando ya iban por el segundo piso, corría como un poseso hacia la torre de Gryffindor.
"No bajéis. Me han echado del vestíbulo: los mortífagos se abren camino. Voy a por mi la capa. No puedo quedarme al margen", les dijo todo esto mientras pasaba a su lado corriendo. Pero una vez que los hubo rebasado dio un grito de dolor y se llevó una mano a la frente.
"Es Voldemort", les dijo, "está aquí. Tengo que enfrentarme a él", se dio la vuelta para echar a correr escaleras abajo, pero Hermione y Ron le agarraron antes de que diese tres pasos.
"¿Estás loco?" gritaba Ron, "ahí abajo está lleno de mortífagos: no llegarás hasta Voldemort por ese camino"
"¿Que dices?", contestó un desconcertado Harry.
"Piensa, Harry", dijo Hermione, su cerebro iba a una velocidad de vértigo, "tiene que haber otra forma de llegar hasta la entrada principal..." hizo una pausa, "¡ya está: el pasadizo a Hogsmeade!", exclamó.
"Si", dijo Ron, "podemos salir por ahí: ¡les pillaríamos por la espalda!"
Salieron corriendo hacia la planta superior donde estaba la estatua de la bruja jorobada. Casi llegaban cuando oyeron ruido de pasos atropellados a sus espaldas.
"¡Son mortífagos!", dijo Ron que iba en la retaguardia, "seguramente están buscándote, Harry"
Hermione dejó de oir sus pisadas fuertes a sus espaldas. Se detuvo: Ron estaba parado en medio del pasillo y parecía que no iba a dar un paso más.
"¡Harry!", llamó su amigo para que se parara. Este miró a su espalda y avanzó corriendo hacia ellos.
"¿Que haces, Ron?" preguntó.
"Me quedo aquí: seguid vosotros dos", dijo calmadamente, "no podemos llegar hasta la estatua y esperar a que se abra, nos alcanzarían. Alguien tiene que distraerles"
"¡No voy a dejarte atrás!", chilló Harry
"¡Yo tampoco!", dijo Hermione
Ron los miró como si nada de lo que pudiesen decirle le convenciese. "No me pasará nada: estaré bien. Os veré dentro de una hora en la puerta principal, ¿de acuerdo?. Soy más rápido que esos ineptos", después le habló a ella "Herm, vete con él: te necesita a ti"
Hermione tenía ganas de llorar. Sabía que Ron se quedaría allí pasase lo que pasase. Pero Harry no parecía que fuese a dar el brazo a torcer, seguía maldiciendo e intentaba agarrar a Ron para arrastrarlo con él. Este se zafó con violencia de su brazo y casi le tiró al suelo de un empujón.
"¡Vamos, colega!", gritó, "¿quieres parar a V-V-Voldemort?" Harry dejó de agitarse cuando oyó a Ron pronunciar aquel nombre por primera vez, "¡pues corre!, porque te aseguro que yo si quiero pararlo porque nadie más que yo está deseando que esto acabe de una vez" dijo las ultimas palabras mirando a Hermione con intensidad.
Estaba claro. Hermione apartó a Harry y abrazó a Ron, besándole. Una vez había leído en El Quisquilloso que existía un hechizo capaz de parar el tiempo en un instante, de forma que se podía vivir allí para siempre. Hermione Granger no creía en aquello porque ella sabía bien que el tiempo podía manipularse pero no detenerse y aquella historia de El Quisquilloso tenía tanta base como los rumores sobre los snorckas de cuernos arrugados. Ninguna. Sin embargo el resto de su vida se preguntó si las habladurías de aquella revista que siempre había despreciado no tendrían algo de razón, porque durante el instante en que duró aquel beso, que fue realmente corto, no es que el tiempo se detuviese, pero para ella adquirió una consistencia elástica y definitivamente no real. Como usar un giratiempo en el sentido contrario. Antes sus ojos cerrados desfilaron imágenes que nunca supo si sucederían, o si ya habían sucedido y si todavía estaban sucediendo. Vio a un Ron veinteañero, acostado desnudo en una cama, a su lado, y la miraba y sonreía. Después su mente recorrió los pasillos de una casa grande con un jardín en el que jugaban despreocupados unos cuantos niños pelirrojos. Y supo que era su casa. Y vio un hombre anciano y canoso, pero cuyo pelo reflejaba aún cierta furia naranja de la juventud y en sus ojos chispeaban dos lucecitas que eran las mismas que había visto en los de un niño de once años, larguirucho, flaco y lleno de pecas.
"Vamos, Harry", tiró del brazo de su amigo, que parecía haberse quedado clavado en aquel sitio y salieron corriendo hacia la estatua de la bruja jorobada.
Es curioso como las personas solo pueden recordar retazos de las cosas cuando las viven con intensidad. Hermione recordaba haber recorrido aquel largo y oscuro túnel hasta Hogsmeade, recordaba haber llegado a Hogwarts por la entrada principal. Después todo se hacía más confuso y sabía que Harry se había enfrentado a Voldemort en el Gran Comedor y que le venció y que ella estaba allí. Pero no recordaba como se desarrolló todo. Si recordaba, en cambio, una gran explosión al desaparecer aquel ser maligno de la faz de la tierra.
Cuando volvió en si, vio el cielo azul de junio a través del techo del Gran Comedor, pero no gracias al encantamiento sino a que, literalmente, el cielo azul de junio se veía a través del techo del Gran Comedor. Porque todo lo que quedaba de esos arcos apuntados, estaba esparcido en cascotes alrededor de ellos. Y entonces algo le tapó la luz y Ron le sonreía recortado contra las nubes que flotaban apacibles allí arriba. Se agachó para levantarla en brazos y le susurró:
"Os prometí que nos veríamos dentro de una hora", pero Hermione se estaba fijando en que en su costado izquierdo tenía la camisa rota y entre los jirones deshilachados la piel blanca se le estaba amoratando.
"¿Qué te ha pasado?", le preguntó con voz queda. El dolor tan familiar a la altura de las costillas la atravesaba y sabía que no podría estar despierta por mucho tiempo.
"No es nada", dijo Ron despreocupado pero sin poder evitar hacer un gesto de dolor mientras se ponía a andar hacia en el vestíbulo, "hubo una pelea. Yo y otros del ED: Neville, mi hermana, Ernie, Seamus... nos enfrentamos un grupo de mortífagos, Lestrange estaba entre ellos, y un rayo de su varita me dio de refilón"
Pero cuando llegaron a las escaleras del vestíbulo, las rodillas de Ron empezaron a fallar y tuvo que sentarse, dejándola a ella en el suelo a su lado. Gotas de sudor frío resbalaban por su frente.
"No es nada", murmuraba, "estoy bien. Estamos bien"
Lo último que vio Hermione antes de perder la consciencia fue a Ron que, agachado a su lado, murmuraba y se llevaba una mano al costado con gesto de dolor. Justo en el sitio donde la varita de Lestrange le había alcanzado.
Permaneció allí sentada durante horas. No sabría decir cuantas. Las sombras de los cipreses se alargaron centímetro a centímetro. Las golondrinas revolotearon chillando por encima del lago mientras planeaban para beber. Y para cuando oyó los pasos a sus espaldas ya habían empezado a cantar los grillos más madrugadores. No le extrañó oír aquella voz, mucho más grave, pero todavía familiar.
"La última vez que te vi tenías el pelo igual de largo", dijo.
Volteó la cabeza por encima del hombro para mirarle. Aquel hombre alto que la observaba con las manos metidas en los bolsillos se parecía lejanamente al muchacho que había conocido. El pelo negro y revuelto, la sonrisa amable y los brillantes ojos verdes todavía estaban allí, aunque hubiese desaparecido la característica cicatriz y una sombra de barba oscureciese su mentón.
"La última vez que me viste, Harry Potter, fue hace diecisiete años", replicó rápidamente mientras se ponía en pie con ese tonillo de suficiencia que usaba a menudo. "¿no crees que debo haber cambiado algo durante todo ese tiempo?"
La sonrisa de Harry se alargó más. "Hay cosas que no cambian nunca", dijo con aire melancólico.
Permanecieron callados, mirándose, intentando reconocer en el otro el paso de los años. Fue él quien volvió a hablar de nuevo.
"Hermione Granger", dijo, "¿sabes que tu nombre aparece en Historia de la Magia Moderna, en El Ascenso y Caída de las Artes Oscuras y en Grandes Eventos Mágicos del Siglo XX?"
Sonrió con amargura cuando las palabras le hicieron recordar un compartimento de tren en el que dos niños, un moreno y un pelirrojo, la miraban estupefactos mientras ella hablaba más rápido de lo que lo había hecho en toda su vida.
"Si, claro", replicó, "ya me he leído las nuevas ediciones". Las había comprado la semana anterior en Flourish y Blotts.
"Me lo esperaba", dijo Harry sofocando una carcajada. Después se puso repentinamente serio y señaló hacia la piedra hincada que estaba a sus espaldas. "El suyo también sale"
Hermione se volvió lentamente hacia donde su amigo señalaba. Ahora miraba directamente a la piedra, pero sin leer aún el texto. "Lo sé" musitó, bajando la cabeza.
"Te hemos echado de menos" murmuró Harry con un hilo de voz.
"¿Hemos?", preguntó extrañada.
Con un ligero movimiento de cabeza Harry apuntó de nuevo hacia la piedra. "Nosotros dos", dijo. "suelo venir hasta aquí una vez por semana..., para charlar un rato".
Le miró sorprendida. Hacía mucho tiempo que no veía a Harry así que pensó que quizá hubiese desarrollado uno de sus extraños poderes, uno que le permitiese comunicarse con...
Hasta que le oyó decir: "Ahora que has vuelto espero tener compañía, así no me sentiré como un loco hablando solo".
"Francamente, aún no sé si he vuelto o no..." dijo Hermione en un tono cortante.
"Oh", respondió él.
"...pero tampoco estoy segura de que marcharme fuese la mejor elección", completó Hermione bajando la voz hasta que casi se le quebró. "Yo dudando, ¿te lo imaginas?", añadió sin fuerzas para sonreír.
"Perfectamente", la respuesta de Harry no se la esperaba, "si yo hubiese tenido la posibilidad de huir, quizá también lo habría hecho. Todo era tan... doloroso"
"Demasiado", puntualizó Hermione con un susurro. Le picaban los ojos. "Hace unos meses", continuó, "encontré mi viejo baúl de Hogwarts en el desván de casa. Solo con tocarlo el mundo muggle dejó de tener sentido. Supongo que nunca podemos renunciar a lo que somos"
"No", dijo Harry, "más bien creo que al tocarlo elegiste volver a ser una bruja, una Gryffindor"
"Quizá tengas razón", se estremeció, "¿nos vamos?, está empezando a hacer frío aquí..."
"Claro", aceptó él.
Se dieron la vuelta para irse, pero no habían dado ni tres pasos, cuando Hermione se detuvo.
"Espera", dijo antes desandar sus pasos hasta quedar delante de la piedra hincada. Puso su mano izquierda sobre ella y se agacho, mientras que con la derecha rozó algunas de las letras, las que formaban un nombre que leyó en voz alta.
RONALD B. WEASLEY
(1980-1998)
AMADO HIJO, HERMANO Y AMIGO
"He vuelto" susurró.
Cuando se alejaron de allí, la brisa suave de las noches de verano todavía mecía las copas de los árboles.
