Capítulo IX "Reencuentros"

Después de mucho darle vueltas al asunto, Lily no llegó a comprender el sueño que había tenido, aunque de cierta manera sentía que no había sido tal, si no que en realidad había ocurrido todo eso. Desgraciadamente no había tenido mucho tiempo para pensar en el tema, ya que los días venideros estuvieron llenos de movimiento, dado que el baile de su presentación estaba próximo.

La chica trataba de pensar lo menos posible en la boda que sus padres, sin querer lastimarla, habían arreglado con el heredero de Singledem, pero todo eso se le venía a la cabeza siempre. Llegó un momento en que comenzó a imaginarse al heredero, y éste no era otro que el mismo Príncipe James, a quien había servido en su antiguo Hogar.

A pesar de llevar viviendo ahí cierto tiempo, al lado de sus padres y en una vida por completo desahogada, no sentía un verdadero hogar en todo ello, y eso llevó a que se comenzara a deprimir con el paso de los días. La Condesa y el Conde hacían todo lo posible para distraerla, la habían llevado de paseo, le habían regalado libros, le habían contratado los mejores instructores de magia y también la llevaban a las fiestas mas populares de la región, y Lily agradecía el gesto de su parte, pero ella sentía dentro de si que no había sido criada para vivir entre tanta comodidad, y que extrañaba su vida pasada.

En el palacio del príncipe James, ella era revoltosa y podía expresarse a su antojo fuera cual fuera su estado de ánimo. Tenía total libertad para hacer lo que quisiera, hasta salir del castillo sin necesidad de pedir permiso ni nada por el estilo, cosa que el resto de la servidumbre tenía que hacer.

En ese lugar en cambio, todo era diferente. Si llegaban visitas a su casa, tenía que estar sentada escuchando todo lo que los mayores quisieran hablar, aún si el tema de conversación era ella. Solo se limitaba a escuchar y decir nada. No podía hacer el mínimo gesto para expresar su enojo, de lo contrario, recibía severas reprimendas por parte de su tutora. Y no nada mas con eso. No podía expresar nada. Todo lo que Lily había entendido es que tenía que ser una muñeca de porcelana sin movimiento ni libertad.

En uno de sus primeros días en aquel lugar, Lily había salido un rato a pasear, y de pronto se encontró con una niñita que al parecer era hija de la servidumbre del castillo, y ambas comenzaron a jugar. En esos momentos llegó una de sus tutoras, y después de regañarla le ordenó que fuera al castillo a cambiarse, y a la niñita le mandó que jamás volviera a aquel lugar del castillo.

Por fin llegó el momento en que Lily comenzó a sentirse tan triste y desamparada que poco a poco su alegría se fue apagando, el brillo en sus ojos se fue opacando, y la dulce melodía de su voz dejó de cantar por las mañanas. Fue en eso que los Condes comenzaron a preocuparse por Lily, ya que pensaban que si algo le pasaba, las profecías no podrían cumplirse, así que de una vez por todas, esa mañana antes del baile, se encaminaron a su habitación, para platicar con ella un poco.

La encontraron acostada en su cama. La almohada tenía signos de haber sido rociada con lágrimas durante un buen rato, y Lily tenía los ojos cerrados y enrojecidos. La Condesa se acercó y la movió suavemente con la mano.

-Lily...- llamó, pero la chica no abrió los ojos.

-Lily...- volvió a llamar, y la chica por fin les prestó atención. Sus padres se acercaron a ella y le sonrieron.

-Hemos notado que últimamente estás algo... preocupada... no se como explicarlo, pero no pareces la misma chica que fueras cuando llegaste- comenzó a decir su padre. Lily hizo un gesto irónico apenas imperceptible, el cual nadie notó, y la charla continuó. –Creemos que no es de jóvenes de tu edad....- Al parecer la estaban sermoneando de nuevo, y Lily hizo lo que hacía en los momentos que eso sucedía. Cerraba sus oídos a las palabras de sus padres y comenzaba a pensar en otra cosa. La imagen de un muchacho de su edad se le vino a la memoria. Era de cabellos alborotados y gafas, con una sonrisa pícara en el rostro.

-¡¿James?!- exclamó Lily, sin querer, en voz alta. Sus padres sonrieron.

-Si, exactamente, vendrán todos los príncipes de los reinos vecinos, así que no te preocupes, podrás convivir con gente de tu edad y posición. Espero que tus problemas estén resueltos- declaró su padre mientras su madre se ponía de pie y ambos salían de su habitación. Lily apenas podía creerse lo que había pasado. Sin embargo, había pasado demasiado tiempo desde que fuera la niña que limpiaba la recámara de James y había olvidado como reír.

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Las calles estaban tenuemente iluminadas por algunos faroles que habían sido encendidos hacía poco. Las velas de éstos se estaban extinguiendo, y la sombra que recorría el lugar sabía perfectamente que tenía unos minutos antes de que éstas se apagaran. Apresuró el pasó y se perdió en una de las miles de calles de ahí.

En las afueras del condado había una cueva, la cual nadie frecuentaba por que decían que hacía poco unos fantasmas y espíritus habían comenzado a vivir ahí, por tanto, la gente comenzó a alejarse de aquel lugar, para gran alivio de la sombra que en esos momentos atravesaba el umbral de la cueva. Caminó unos diez pasos, para luego torcer a la derecha y llegar a una división de caminos. Tomó el de la izquierda y recorrió apenas unos metros antes de llegar a una nueva división. Tomó ahora el de la derecha.

Después de haber caminado por varias divisiones, tomando siempre su camino de la derecha, llegó a un lugar en donde unas antorchas iluminaban dos puertas de madera, ambas exactamente iguales. La sombra sacó una llave y la introdujo en una de las cerraduras, la cual se abrió y rebeló una habitación modestamente amueblada, con una chimenea de la cual el humo por una rendija bien disimulada en el exterior, una mesa y silla, y una cama.

Era sencilla, pero confortable. La sombra se acercó al fuego para calentarse, y luego fue a sentarse en la mesa. Sacó comida de una bolsa que traía, y comenzó a comer ávidamente.

-Sabía que estarías aquí cerca- murmuró una voz a sus espaldas. La sombra se volteó rápidamente, provocando que el capuchón se cayera y rebelara a Liz, la amiga de Lily de la infancia.

-¿Lily?- preguntó Liz con voz insegura.

-Y ahora no saludas- contestó Lily sonriendo, mientras una lágrima caía por su mejilla. Se acercaron y se abrazaron, ambas chicas con lágrimas en los ojos.

-Te extrañé tanto...- murmuró Lily, mientras abrazaba con fuerza a su amiga.

-Aquí estoy...- contestó ésta. Se separaron y Liz le ofreció un asiento. Se sentaron y comenzaron a charlar sobre todo lo que habían hecho durante ese tiempo. Al parecer Liz se había enterado que era una bruja menor, y había renunciado a su trabajo para poder aprender todo lo relacionado con ello. Una bruja menor es alguien que tiene magia en su sangre, pero es muy limitada, por tanto solo puede hacer hechizos básicos. Y eso era un gran trabajo para ella.

-Me alegro por ti- dijo Lily. Ambas guardaron silencio. –De no haber cruzado la cerca...- murmuró Lily, pero Liz la escuchó.

-¿Qué pasa? ¿Cuál cerca?- preguntó ésta con interés.

-La barda del palacio de James. De no haberla cruzado, no estaría yo aquí. Tal vez ambas estaríamos practicando magia en algún lugar secreto de nuestro bosque, sin tener que preocuparnos por herederos, matrimonios, educación ni problemas sociales- contestó Lily con un suspiro.

-¿Herederos? ¿Matrimonios? ¿Problemas sociales? Lily... ¿Hay algo que me tengas que decir?- preguntó Liz de manera suspicaz, mirando a su amiga, que había recostado su cabeza en sus brazos, sobre la mesa.

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-No, esa noche no, no podemos arriesgarnos con ese idiota de Dumbledore ahí cerca, la estará protegiendo demasiado y tu eres muy débil- murmuró la voz fría llena de ira. Los espejos que adornaban la pared comenzaron a quebrarse. –Ella jamás deberá contraer matrimonio con el heredero de Singledem... ¡Jamás!- murmuró mas para sí que para el hombre que se arrastraba a sus pies con lágrimas en los ojos.

-Pero señor... ya están comprometidos....- murmuró el hombre con terror.

-¡Silencio! Se que están comprometidos, pero aún no están casados.... Algo deberá pasar en el durante... Algo.... o alguien....- murmuró la vos fría, que sonreía malévolamente.

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Parecía que había revolución en el castillo. Todos los sirvientes subían y bajaban a todas horas y en todo momento. La Reina y el Rey estaban supervisando mas que nunca, y el Príncipe junto con sus amigos estaban en su habitación. Estaban platicando animadamente, bebiendo vino, y Sirius fumaba un puro. Al parecer a Remus le había sentado muy bien la vida de casado, ya que se veía mas feliz que nunca. Solamente James miraba por la ventana con aire taciturno.

-No volverá James, ella tiene su vida- dijo Sirius, después de que James se quedara una vez mas ensimismado en sus pensamientos.

-Ya se que no volverá...- murmuró para sí, y después reaccionó.-¿Quién no volverá Sirius?- pregunto con aire de casualidad.

-Una joven sirviente que dejó marcado este castillo- contestó Sirius. Remus los miraba a ambos sonriendo.

-Yo creo que es tiempo de que ambos consigan pareja- exclamó. Los otros dos se le quedaron mirando.

-¡Oye no! El hecho de que te hayas casado no significa que tenga que casarme yo también, mi querido Remus, déjame disfrutar mi libertad durante un tiempo mas.... Digamos toda la vida. Yo no me casaré- exclamó Sirius con aire despreocupado. Ambos miraron a James.

-Yo apoyo a Sirius. Seremos los dos solteros mas codiciados del reino, y jamás nos casaremos- declaró James sonriendo.

-Si claro, el enano con gafas uno de los solteros mas codiciados del reino...- murmuró Sirius, el cual le sacaba  a James por una buena altura. James frunció el ceño.

-Al menos déjame soñar, ¿no?- exclamó éste. En ese momento su madre entró como un vendaval y le dejó un sobre en las manos. Para salir casi de la misma manera en que había entrado.

-¿Qué es esto?- gruñó James. Volteó el sobre y se encontró con un sello de una G mayúscula cruzada por una espada. El sello de los Gostehm. Abrió el sobre y se encontró con una invitación para una fiesta de presentación de la hija casadera Gostehm. James miró la invitación sin expresión alguna, luego de ello la rompió y la arrojó al fuego.

-¿Por qué haces eso?- exclamó Sirius, mientras con un movimiento de varita reparaba la invitación y la ponía encima de una mesa.

-Por que la hija casadera de los Gostehm ha muerto para mi, ¿no lo recuerdan?- exclamó James.

-No seas bebé, tienes que ir, es tu deber mantener las buenas relaciones entre los reinos- declaró Remus. Sirius y él se levantaron, se despidieron y salieron de la habitación de James, dejando al chico hecho un mar de dudas. Miró la invitación.

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El salón principal del castillo había sido adornado de la forma mas esplendorosa que Lily pudiera haber soñado. Habían colgado varios ángeles de cristal en las columnas de las paredes, y éstos volaban haciendo pequeñas piruetas en su lugar. El techo había sido hechizado con un montón de encantamientos para hacer que pareciera el cielo nocturno, y las estrellas daban su mas bello rostro aquella noche.

Los invitados vestían trajes lujosos y bonitos, pero nada se comparaba con el vestido que usaba Lily esa noche. Era de color azul cielo, con encaje en el pecho, y escote. Las mangas comenzaban un poco abajo del hombro, y la caída del vestido daba la figura de alguien delicado. Sus cabellos rojos como el fuego y ondulados se encontraban sostenidos de una parte por una mariposa dorada y usaba un collar de oro blanco con una piedra hermosa al final, que deslumbraba a cualquiera.

Había logrado convencer a sus padres de contratar a su amiga como dama de compañía, así que ésta se encontraba viviendo en el castillo en esos momentos, pero no podía asistir a la fiesta.

Caminaba entre los invitados con aire de desconcierto, tratando de abrirse paso hacia la mesa donde se encontraban las bebidas, mientras las miradas de curiosidad la seguían a todas partes. Llegó un momento en que fue tal su desesperación que decidió no tomar nada, y trató de salir del salón. Después de todo, regresaría cuando fuera hora de presentarla. En eso iba cuando al cruzar la puerta, se encontró con su tutora, la cual traía un vestido bonito y sencillo, y su habitual aspecto severo. Iba acompañando a un hombre de cabellos blancos y barba muy larga. Tenía unos lentes de media luna que Lily encontró divertidos, y no pudo evitar reírse.

-¡Señorita Gostehm!- exclamó McGonagall, mientras ella y su pareja entraban al salón. Lily hizo una mueca, y salió del salón, directo a la salida del castillo, desgraciadamente tropezó con alguien, quien la tiro al suelo.

-¡Ouch!- exclamó Lily al hacer contacto su trasero y el suelo.

-Discúlpeme señorita, por favor....- empezó a decir una voz ya bastante conocida para Lily, que arrancó de la chica una sonrisa sin igual.

-¿James?- preguntó ésta, levantándose de un salto con ayuda de James, quien le había tendido la mano en medio de la confusión.

-¿Lily?-

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Hola a todo mundo!!! I'm back!!! Por fin!! Jejejeje Naaa, solamente fueron un par de semanas..... Aunque para lo que me espera, volveré a actualizar dentro de mucho..... Como sea, espero que hayan disfrutado mucho este capítulo, que les haya agradado, y por favor, les pido, dejen sus RR!!!! Que opinan!? Que le falta!? Que le sobra!?

Jejejejeje

Bueno me despido

Atte

Kiche