Nop, no estoy muerta…. Ni estaba de parranda, simplemente estoy estresada por mis exámenes, mis asuntos en la Universidad, teatro, mis amigas, mis asuntos y mis rollos particulares. Tengo un examen pasado mañana pero tenía que escribirlo, rasparé el examen pero me siento bien de haber escrito luego de tanto tiempo. Solo les voy a agradecer no mandarme maldiciones por email. De aquí falta uno dos capítulos, está quedando justo como quería que quedase… saludos!!!

Capitulo 12 La Prisión de Azkaban

            Los primeros rayos del sol alumbraban la costa, y el sonido de las olas era repetitivo y un tanto calmado. El agua oscura se iba tornando cristalina pero de un color que la hacía ver venenosa, la brisa era más fuerte. En la orilla de la playa, un cuerpo yacía inmóvil, siendo movido por la corriente. Una ola rompió fuertemente y el chico se movió. Harry Potter despertaba, había estado inconsciente. Se volteó y se levantó, tenía todo el cabello despeinado y revuelto de una arena grisácea y pegajosa. Aquel paraje era misterioso y traicionero. Una extraña sensación se apoderaba de Harry mientras la playa se mostraba aparentemente inofensiva. Se levantó preocupado y comenzó a llamar a sus amigos. Solo se escuchó el eco. En la playa fría había restos de objetos flotando por todas partes. El sol alumbraba más y a unos pocos metros distinguió un cabello rojo fuego sobre la arena.

- ¿Ron? – Harry se levantó y corrió hacia donde se encontraba. - ¿Ron? Oh no. Ginny. – A medida que se acercaba distinguía el cabello rojo y largo. Era Ginny recostada boca arriba sobre la arena. Harry se acercó a ella y trató de reanimarla, a la final ella despertó algo mareada.

- Harry… ¿dónde están los otros? – Preguntó Ginny – Siento que he tragado demasiada agua salada.

- Los estoy buscando. Levántate vamos a buscarlos. – Harry ayudó a levantar a Ginny, y examinó con más detenimiento la playa.

- Está encantada. – Dijo Ginny. – Hay que tener cuidado, hay una sensación de que algo anda mal. Cuando en apariencias es una playa paradisíaca, basta que toques el agua para que te des cuenta que el agua es fría y te corta la circulación de las venas.

- Ginny, yo he visto esta playa antes. Es mis sueños, también había naufragado. Había un muelle viejo y un Dragón negro. Pero aquí no hay muelle ni dragón.

- Estamos en la Isla de Azkaban. – Dijo Ginny señalando la montaña.

- Exacto, si llegamos hasta la montaña, llegaremos a Azkaban y al otro lado de la Isla. Pero ¿Dónde están los demás?

- Vamos a buscarlos. Podemos subir a aquellas rocas y observar – Dijo Ginny señalando un montón de rocas que se alzaban. Harry caminaba algo nervioso, temeroso de lo que pudiese encontrarse, empezó a subir por un camino pedregoso en las rocas, Ginny iba detrás. Al llegar a la cima Harry vio a lo lejos un pequeño muelle, pero a ningún dragón.

- ¡Allí está! – Dijo Harry. – El muelle, y la misma montaña cubierta por nubes.

- ¿Qué es aquello? – Ginny señalaba mas abajo, cerca de una vegetación tupida. – Es Ron, reconozco su cabello.

- ¡Ron! – Gritó Harry y bajó tan rápido como pudo. Ginny y Harry corrieron hasta donde Ron y lo encontraron en el piso algo triste.

- ¡Harry!, ¡Ginny! Por amor al cielo, están bien. – Dijo Ron volteando. – Ayúdenme, es Hermione.

            Ron se hizo a un lado y mostró que Hermione estaba en la arena, a la sombra de un árbol e inconsciente. La había tratado de despertar, pero no resultaba.

- ¿Está bien? – Preguntó Ginny.

- Respira, pero no quiere despertar. – Dijo Ron.

- ¿está bajo algún encantamiento? – Harry dudó. – Debe haber alguna forma de despertarla.

- Estoy preocupado. Esta maldita playa es tan desolada y tan calmada. Como si todo estuviese muerto. – Dijo Ron.

- Lo importante es que estamos juntos. – Dijo Ginny. – Nos encontrarán, si nos mantenemos juntos.

- Grezo puede rastrearnos. – Dijo Harry.

- Es increíble, nuestra única salvación es un vampiro, que es primo de Snape. – Dijo Ron.

- Eso parece. Ahora tenemos que irnos de aquí, estamos muy expuestos. – Dijo Harry.

- Hay que levantar a Hermione. – Dijo Ron.

- Yo la ayudo. – Dijo Harry sujetándola por los brazos y Ron sujetó a Hermione por las piernas.

- Menos mal que Hermione no comió pastelitos, sino hubiese pesado más. – Dijo Ron cargándola él solo. – Yo puedo. Ahora ¿A dónde vamos?

- A la montaña, hay una vereda entre los matorrales. – Dijo Ginny avanzando.

- No hay ni una señal, no de Voldemort, nada de los chicos. – Dijo Tara Ustinov. – Esta isla está maldita.

- Si, en eso tienes razón. Hay muchos encantamientos aturdidores que cobran muchas victimas. – Dijo Snape observando la costa, el barco estaba en la orilla. Los demás estaban desembarcando.

- Odio este maldito sol, me hace erupción en mi piel. – Dijo Grezo cubierto hasta la cabeza con una manta. – Quiero las sombras.

- Grezo. Tengo una mejor idea, localiza a los chicos. – Dijo Snape.

- Bien, todo sea por mi abuelo de Nosferatu y mi honor. Localizando a mortales como un simple sabueso, Grezo esta cada vez peor. Los vampiros enojados somos muy peligrosos. – Sin decir mas palabra Grezo se transformó en un lobo negro y se perdió isla adentro en la vegetación.

- Hubiese sido interesante ver crecer a Grezo y a Severus crecer juntos. Hacen un buen equipo. – Dijo Tara algo sonriente.

- La Marca Tenebrosa arde ahora. – Dijo Florence levantándose. – Creo que Voldemort está furioso. Ha convocado a una reunión con los mortífagos. Se llevará una sorpresa al verme.

- No te aparezcas aun… debemos sorprenderlo. – Dijo Snape sujetando su brazo.

- No lo haré, nuestro encuentro está cada vez más cercano y nos veremos de frente. – Dijo Florence mirando la montaña. – Ha llegado mi tiempo…

- Mejor van andando. – Dijo Tara.

            Pero no tan lejos de allí, había una fortificación donde una vez estuvo repleto de Dementores, la Prisión de Azkaban, situada dentro de una montaña, oculta de la vista de los muggles, imponente por el lado Oeste y algo tenebroso. Situada en aquella isla inmarcable y traicionera. Dentro de Azkaban, había varios pisos hacia abajo, el sol casi no pegaba y eran mazmorras profundas alrededor de un pozo que no tenía fondo. En una de las habitaciones más lejanas y más profundas, estaba Lord Voldemort algo enojado y colérico.

- ¿Se te ha escapado otra vez Harry Potter? – Dijo Voldemort a un hombre rubio frente a él.

- Albus Dumbledore nos tendió una trampa, no se donde están. Los miembros de la Orden del Fénix están ocultos. – Dijo Lucius Malfoy. Cuando en la habitación entró un hombre sonriente y de mirada arrogante.

- Francois Spencer, espero que me traigas buenas noticias. – Dijo Voldemort impaciente.

- Así es mi señor. Encontramos a Harry Potter y a sus amigos. Están solos sin ningún mago adulto. Una embarcación llegó esta mañana por el otro lado de la isla. Hubo un naufragio y nuestro querido harry Potter fue apartado de los demás.

- ¿Lo trajiste? – Preguntó Voldemort aun enojado.

- No, pero vendrá pronto para acá. Nos conseguimos con alguien a quien quiere mucho y la intercambiamos por algo mejor. Le dejé un regalo que disfrutará… - Dijo Francois Spencer trayendo a la vista de todos a una chica de 15 años de cabello rojo.

- Ginevra Weasley, ¿Por qué me trajiste a esta mocosa? – Gritó Voldemort. Ginny temblaba de rabia e impotencia, estaba amordazada y amarrada por unas cuerdas apretadas.

- Por un motivo – Francois no perdió su seguridad - Potter cree que está al lado de la Señorita Weasley y no es más que una trampa, lo conduciré hacia acá. Aquí tenemos a la verdadera Señorita Weasley, pero Harry Potter está allá afuera perdido al lado de un señuelo falso con la misma apariencia de la chica. La orden es que sea traído hacia acá. El mismo vendrá.

- Ginny, ¿Qué ocurre? – Preguntó Harry, mientras que detrás Ron sujetaba a Hermione.

- Escuché un ruido por ese lado. ¡Vamos! – Dijo Ginny mientras avanzaba rápidamente.

- Espera, no vayas tan rápido. – Dijo Ron agotado por sujetar a Hermione. – Ginny está extraña. El agua salada le afectó o algo as

- Huelo el peligro. – Dijo Florence sacando su varita. Habían partido ya a buscar una entrada de Azkaban. Iban Remus Lupin, Florence, Snape y Tonks. Tara se había quedado, junto a Dana, Gregory en la embarcación.

- Lo ultimo que supe fue que el Ministerio soltó especies de criaturas peligrosas por esta zona, para evitar que los presos escaparan. – Dijo Remus Lupin – Sobretodo luego de la huida de Sirius.

- No me refiero a una criatura, es un ser mágico como nosotros que está cerca. – Dijo Florence. – Algo está mal, todo está muy quieto.

- Escucho algo. – Dijo Lupin. – No me gusta nada. Ojala sea Grezo.

- Debemos avanzar. – Dijo Tonks. – No estaremos tan seguros si cae la noche sobre nosotros.

            Los cuatro seguían el camino hacia la montaña oscura, donde se situaba Azkaban, el camino no era tan difícil pero había que estar pendiente de los encantamientos. Caminaban esperando sentir alguna señal de los chicos, o de Grezo, pero no se oía absolutamente nada. Hasta que un grito rompió el silencio, cerca de unos matorrales a unos cuantos kilómetros.

- ¿Qué fue eso? – Preguntó Tonks apuntando con la varita.

- Fue el grito de una chica. – Dijo Florence. – No muy lejos de aquí.

            A poca distancia de allí Harry corría lo más que podía.

- ¿Qué fue ese grito? – Harry miraba para todas partes siguiendo a Ginny en la distancia.

- Es ella. - Dijo Ginny corriendo mas rápido entre los matorrales

- Ginny, un poco más lento. Ron no puede ir muy rápido. – Decía Harry agotado

- Sígueme Harry. Solamente sígueme, estamos cerca. Ella está aquí. – Dijo Ginny.

- ¿Quién? – Preguntó Harry.

- Ariadne – De repente Ginny se detuvo frente a una construcción en ruinas hecha en piedra. Harry volteó pero no veía aun a Ron.

- No debimos alejarnos mucho, no debemos separarnos. – Dijo Harry aun conteniendo el aliento.

- Oh, Harry. Escuché un grito, provino de adentro. – Dijo Ginny. – Está aquí.

- ¿Qué es este lugar? – Peguntó Harry examinando una vieja roca con forma redonda de un color negro intenso.

- Es un lugar abandonado, un pasadizo secreto que nos llevará hasta dentro de Azkaban. Algunos presos lo usaron, incluso tu padrino. – Harry escuchó como Ginny contaba fascinada la historia y sacó la varita, se acercó a la roca y vio grabado varios nombres, entre ellos uno muy peculiar "Sirius Black – 1993"

- Sirius. – Harry pasó su mano por el relieve de la caligrafía irregular. – Un pasadizo hacia Azkaban, solo un verdadero merodeador pudo haber escapado de Azkaban. ¿Dónde está Ron?

- Ya no importa Ron, ni Hermione… ni nada más. Solo importas tu Harry. – Dijo Ginny acercándose con una sonrisa, mientras lo presionaba hacia un muro. Harry intentó resistirse pero Ginny tenía una fuerza descomunal.

- Ginny, ¿Qué te ocurre?

- No importa más nada, Harry… más nada. – Dijo Ginny poniendo sus manos sobre el mientras reía. – Siempre me sentí atraída por hombres de poder, así de inteligentes y fuertes como tú.

- Ginny… - Harry replicaba.

- No bebé, no hay nada que puedas hacer. – La pelirroja sujetó a  Harry y lo besó de una manera salvaje. Harry sintió sus labios sumamente fríos. Ella se apartó. – Solo hombres de poder me atraen.

- ¡Auxilio! ¡Auxilio! Me van a asesinar. – Dentro de las ruinas de piedra se escuchaba un grito nervioso de ayuda, era la voz de Ariadne y Harry la reconoció.

- ¿Ariadne? – Harry estaba confundido.

- Harry, debes salvarla. – Dijo Ginny, acariciándolo. - Hazlo por mi, mi amor. Mi bebé.

- ¿Ginny? – Ron llegaba con Hermione en los brazos.

- Ron, no te acerques. Harry rescata a Ariadne. – Los gritos de las ruinas aumentaban, al parecer estaban torturando a alguien. Harry apuntó con la varita y de los matorrales surgió un lobo negro dando un salto y tumbando a Ginny al suelo.

- Deja a mi hermana. – Gritó Ron dejando a Hermione de un lado.

- Corre Harry, no te detengas. Ariadne está en peligro. – Gritó Ginny mientras el lobo la mordía en el cuello. Harry no vaciló un momento y entró en las ruinas. Parecía ser una antigua casa de piedra, todo estaba en el piso regado, humedad y plantas salvajes. Llegó a una habitación, donde se oían golpes y gritos.

- No, ¡por favor! ¡No otra vez! – Gritaba Ariadne, pero los golpes seguían. – No más por favor.

- ¡Harry no! Detente – Gritó alguien desde afuera y escuchaba al lobo atacando ferozmente. Al fin se atrevió y abrió la puerta sin importar que fuera a encontrar adentro. Cual fue su sorpresa al descubrir la calma en el lugar, y  Ariadne Xavier en un rincón.

- ¿Harry? ¿Eres tú? – Dijo Ariadne con sus túnicas desgarradas y apariencia deplorable.

- Ariadne, si soy yo.- ¿Estás bien? – Harry avanzó y descubrió que no había más nadie en la habitación. – Escuché gritos, ¿Quién te estaba haciendo daño?

- Oh Harry. – Ariadne se aferró a sus brazos y empezó a reír. – Volviste a caer. Mi padre me dijo que tienes debilidad por ser el héroe.

- ¿Qué significa esto? – Harry retrocedió pero Ariadne no soltó su brazo.

- Nos iremos, mi padre quiere verte. – Dijo Ariadne con una mirada malévola. – No hay nada que puedas hacer.

            Se escucharon unos pasos y Ginny entró en la habitación.

- Ginny, corre y avísale a los demás. Es urgente.

- Oh, el pequeño Harry está en problemas de nuevo. Siempre me atrajeron los hombres de poder. – Ginny usaba el tono de estar imitando a un pequeño bebé llorón. – Pero veo que tú terminarás igual que el pulgoso padrino tuyo.

- ¿Ginny? Tú no eres Ginny

            En ese momento ante sus ojos la chica pelirroja de 15 años se transformó en una mujer adulta de cabello negro espeso y parpados caídos. Su cara sonreía más que nunca. Morgana Bellatrix Lestrange estaba frente a él.

- ¿Bellatrix? – Dijo Harry enojado.

- Atracción por hombres de poder… pero obviamente tú no eres uno de ellos. Vamonos de aquí.

- Así será. – Dijo Ariadne tomando a Harry por un brazo y despareciendo por un pasadizo secreto. Al siguiente instante no había nadie.

- Es por acá. – Gritó Lupin.

- Huelo sangre, vamos más rápido. – Snape ya tenía su varita lista. Llegaron al lugar y vieron a Hermione en el piso, a Ron ayudando a Grezo quien sangraba en un costado.

- ¡Esa maldita zorra! – gritó Grezo enojado.

- Señor Grezo, ella era mi hermana. – Dijo Ron.

- No era tu hermana Weasley. Era otra mujer, se reconocer bien a quien me enfrento. Es difícil engañar a un vampiro aunque adquieras otra identidad.

- Llegamos tarde. – Dijo Florence. – No me invitaron al baile.

- Grezo ¿Qué ocurrió? – Preguntó Tonks

- Lo seguí hasta aquí, encontré al pelirrojo con la chica Granger. – Dijo Grezo con la voz aun más ronca. - Pero sabía que el chico Potter andaba con una extraña. Era igual a la hermana de Weasley, era un hechizo, un conjuro o una poción. Engañó a Harry, lo trajo hasta aquí y le tendió la trampa para caer en manos de… la otra bruja. Lo percibí todo, cuando llegué ataqué a la bruja extraña que se hacía pasar por la señorita Weasley, pero sabe de artes oscuras y me atacó. Huyeron, están lejos de aquí.

- ¿Quién es la otra bruja? – Preguntó Tonks. – responde.

- Se parece a ella, la vi. Se parece a tu mujer Severus. – Dijo Grezo señalando a Florence. – Los vampiros vemos más allá de las paredes. Grezo lo sabe. La bruja que se parece a Florence y la bruja que me atacó: Morgana Bellatrix Lestrange Zewell, Grezo lo oye y lo ve todo.

- ¿Dónde está Ginny? – Preguntó Ron.

- La tienen ellos, ya saben que estamos aquí. ¿Porque no aparecernos? – Preguntó Florence.

- No, es una locura. – Dijo Snape sujetándola de un brazo. – Cálmate.

- ¿Cómo quieres que me calme? – Dijo Florence empujando a Snape y mostrando una apariencia realmente temible.  – Así me cueste la vida, voy a detenerlo. No seré burlada otra vez. Lo juro por mi sangre.

- No hagas una locura. – Dijo Snape.

- No me prohíbas hacer locuras. Amarte es una de ellas. – Dijo Florence sujetándolo y besándolo. – Déjame ir. Es por m

- Prométeme que te volveré a ver. – Gritó Snape y Florence se contuvo, mirandolo a los ojos. Snape comprendió el silencio que lo separaba de ella en un abismo. Soltó su brazo y Florence había desaparecido.

- Está loca de verdad. – Dijo Ron sujetando a Hermione.

- No podemos hacer nada. – Dijo Lupin. – Todo depende de ella ahora.

- Puedo hacer algo. – Dijo Snape.

- No, no aun. No ha terminado. – Dijo Lupin.

- La marca tenebrosa arde como nunca. – Dijo Snape mirando la montaña. – No es una buena señal.

- ¡Vaya!, ¡vaya! Harry Potter frente a mis ojos. – Dijo Lord Voldemort sonriendo frente a un numeroso grupo de mortífagos que rodeaban a Harry Potter atado a unas sogas mágicas.

- No me importará morir con mi cabeza en alto. – Dijo Harry en un arranque de rabia.

- Cuida lo que dices. No tienes alternativa. Mis dos planes logrados, la captura de Harry Potter y el tener el arma más poderosa a mi lado, ¿en que puedo fallar? Ninguna Profecia se opondrá a mi triunfo, te destruiré Potter, acabaré contigo de una manera lenta y dolorosa.

- No sabes que dice la Profecía. No sabes contra quien luchas – Dijo Harry Potter para ganar tiempo mientras trataba de observar. Los mortífagos lanzaron una carcajada unánime y Voldemort sonrió.

- No puedes hacer nada, eres un simple tonto que se me ha escapado de las manos por suerte. No me volverás a burlar. – Dijo Voldemort. – Pero quiero igualdad de condiciones en lo que será nuestro último duelo. ¡Desátenlo! No habrá Dumbledore que te salve esta vez. Nadie puede llegar hasta aquí. Bella trae a la Señorita Weasley, antes de nada la descuartizaremos para el deleite del joven Potter.

- No se atrevan a tocarla. – Gritó Harry mientras Bellatrix traía a Ginny bajo un encantamiento aturdidor, la dejó en el piso y la chica apenas pudo moverse con dolor, la habían torturado.

- ¿Ginny? – Harry temblaba de furia y el encantamiento que lo ataba a unas sogas desapareció, intentó caminar hacia Ginny pero un escudo invisible lo hizo retroceder.

- Para evitarte distracciones Harry… acércate, porque quiero ver tu muerte. Te enfrentarás al arma más poderosa que haya tenido Voldemort: Ariadne te dejo el honor.

- Por supuesto Padre. – Ariadne avanzó frente a Harry y le devolvió su varita. – Toma Harry, soy un ser casi inmortal, imposible de vencer y mis poderes se han incrementado. Un arma maestra.

- Te está usando Ariadne. – Le dijo Harry.

- Dumbledore también me usaba. Me tenía en su castillo para tenerme vigilada y evitar que hiciese algo en su contra. No me puedo resistir, regresé con mi creador. Mi padre Lord Voldemort. Te veré caer hoy Harry Potter, y nuevos tiempos vendrán después de eso.

- No sabes lo que dices. – Dijo Harry apuntándole con la varita muy enojado. - ¿Cómo puedes creerlo? Luego de lo que le hizo a tu madre.

- Mi madre me abandonó, mi madre me odiaba sin razón, ella nunca me quiso. Sentía asco de mi, por ser considerada una aberración pero a la vez brillante y poderosa. – Dijo Ariadne enfureciéndose. – Lord Voldemort le hizo pagar a esa zorra inmunda que el linaje de Slytherin debe ser temido. Yo soy también de ese linaje.

- ¿Qué te hace pensar que Lord Voldemort si te quiere?– Gritó Harry - Tu madre siempre te quiso, tu madre aun te ama. Y matará a quien sea por ti.

- Mi madre está muerta. Crucio – Chilló Ariadne y Harry no pudo defenderse y sintió como sus huesos se quemaban al rojo vivo y el dolor lo consumía.

- Nunca debí subestimar a la mocosa. – Dijo Voldemort detrás. – Y que humillación crecer entre muggles que nunca te quisieron, hija… este es tu linaje y esta tu misión. – Lord Voldemort levantó a Harry Potter del suelo.

- Yo misma acabaré con Potter. – Dijo Ariadne con una mirada de malicia.

- Hazlo, cuando estés a punto de acabarlo, yo te ayudaré. Mientras podemos divertirnos con al Señorita Weasley. – Pero un rayo azul impactó con la mano de Voldemort y su varita cayó al suelo, Harry se había recuperado de la maldición de Cruciatus pero aun mostraba signos de estar herido.

- No es una lucha justa. – Dijo Harry corriendo hacia Ginny, el escudo se había roto y la sujetó, sus mejillas estaban frías.

- Podría asesinarlos juntos, sería más artístico. – Dijo Ariadne avanzando con una actitud diabólica y macabra.

- No te acerques más, no sabes la profecía. – Dijo Harry.

- La Profecía de mi Padre y tu… no tengo nada que perder si no estoy referida. – Dijo Ariadne.

- No, la profecía sobre tu madre y tú. – Dijo Harry sujetando a Ginny siendo un escudo para ella. – La escuché hace un tiempo, no te acerques más.

- ¿Qué ocurre? – Voldemort reía – El gran Harry Potter ahora lucha con amenazas falsas y palabras. ¿Dónde está la acción?

            En ese momento la sala se estremeció, la puerta inmensa del salón crujió y se abrió. Una figura bajita empezó a correr con una respiración dificultosa.

- Mi amor, mi amo… alguien ha entrado. – Dijo Colagusano.

- ¿Qué quieres decir? Nadie puede entrar. Está protegido con encantamientos. – Dijo Voldemort.

- Encantamientos que solo un mago oscuro puede deshacer. – Dijo una voz ronca desde las sombras avanzando lentamente, dando cada paso pesadamente pero a la vez con ligereza, con el rostro oculto.

- ¿Quién eres tu? – Voldemort volteó enfurecido a apuntar con la varita.

- Tom, Tom… ya no te acuerdas de mi. – Florence Harrington se quitó la capucha y su rostro crispado en enojo estuvo a la vista de todos. Su cabello negro bajaba amenazante por los hombros, y sus ojos grises no habían perdido ese brillo especial. Los mortífagos miraron horrorizados y nadie dijo nada.

- Florence Harrington… ¡vaya! Esto tiene que ser buena suerte. – Dijo Voldemort algo nervioso avanzando. – Pensé haberte matado hace 15 años, te vi arrastrar y desangrarte en el piso.

- No morí. – Dijo Florence avanzando ahora con una sonrisa. – Soy real, como tu. Tú experimentaste conmigo, el resultado de tus experimentos, es que yo esté aquí hoy. Y te haré pagar cada una de las que me debes, incluyendo todo el daño que le hiciste a mi hija.

- ¿Tu? No eres mi madre. – Dijo Ariadne asustada. – Ella murió.

- No, no morí. – Florence la apuntó con la varita sin importarle nada. –No vuelvas a llamar perra inmunda a tu madre, no permitiré que ninguno de estos asesinos te haga daño, pero yo mismo puedo llevarte a las puertas del infierno. – El efecto que producía Florence en su propia hija, era de admirar. Ariadne comenzó a temblar viéndose intimidada por la potente mirada de su madre.

- No eres real. – Gritó Ariadne y Harry atacó por detrás empujando a Ariadne con un hechizo. Lucius Malfoy avanzó e inmovilizó a Harry atándolo al piso.

- Es increíble, tantos años. – Dijo Lucius Malfoy. – Fuiste tú, ayudaste a Potter a escapar del Castillo. Debí saber que Snape estaba tras de esto.

- El fue quien me trajo. – Dijo Florence. - ¿Quién de ustedes se atreve a retarme?

- Yo puedo, amo déjemela a mí. No temo a los vivos ni a los espectros… seas quien seas. – Dijo Francois Spencer avanzando. – Puedo asesinarte y hacer que me pidas misericordia tal como lo hizo tu amiga Eileen cuando la asfixié con aquella almohada tan sutil.

- Te enseñaré entonces mil maneras de morir sin un poco de magia. – Dijo Florence fijando su mirada en Spencer. – Me debes unas cuantas.

- Veremos… - Spencer lanzó uno de sus hechizos y Florence lo devolvió con un impulso mayor. Spencer cayó al suelo golpeado.

- Te acabaré en un segundo, Harrington. – Dijo Voldemort apuntándole a Florence. – Te dejaré fuera en cinco segundos. – Pero antes de cualquier movimiento Florence se había desaparecido y se había aparecido al lado de Harry. Ariadne estaba a unos pocos metros.

- Ariadne atácala, tu y yo al mismo tiempo. Contra Potter y Harrington, seremos invencibles. – Dijo Voldemort mientras los mortífagos retrocedían, estaban aterrorizados por la idea de tener frente a ellos a Florence.

- No voy a dejarte salir muerto de aquí Harry. Pero me tienes que ayudar… - Dijo Florence ayudándolo a levantarse.

            Ariadne avanzó luego de quedarse fija un instante y atacó a su propia madre, Florence no hizo nada por defenderse.

- ¿acaso no puedes hacerle daño? Ella misma acabará contigo. – Dijo Voldemort sonriendo y en un segundo paralizó a Harry en seco. La varita de Harry cayó al suelo y Florence se batía en el piso contra la fuerza de la varita de su propia hija que miraba confusa la escena.

- Detente Ariadne. Detente ahora. – Chillaba Florence – Te está usando.

            Mientras Voldemort ponía más encantamientos y maldiciones a Harry quien cayó al piso sin poder moverse, fijando su mirada a lo lejos, observando como Florence era vencida por Ariadne. Su garganta se oprimía hacia adentro, no sentía casi aire. Voldemort reía mientras sentía como se iba asfixiando, no podía hacer nada, aquel iba a ser el final. Miró a todos partes, estaba borroso. Ginny en el suelo, Florence revolcándose en el suelo, Los mortífagos riéndose y una sombra detrás, perdía el conocimiento mientras los pensamientos se revolvían en su cabeza, solo podía mirar su muerte… podía contemplarse morir y cerrar los ojos y hacerle creer a su mente que todo iba a pasar. Todo se asfixiaba, incluso sus esperanzas y un temor nuevo lo invadía, no volvería ver a más nadie, lo iba perdiendo todo.

- No hay más por hoy… -Dijo Voldemort triunfante. – Dos muertes importantes por hoy.

            Harry no soportaba y una presión se apoderaba de su cabeza, un dolor en su cicatriz se apoderaba de todo su cuerpo. Una extraña fuerza le pedía a gritos salir, lo conocía muy bien… era fuego liquido, no soportó más y sintió que sus ojos se quemaban. Aquella extraordinaria  fuerza y poder descubierto meses atrás salía de nuevo. No vio más nada, solo escuchó un alarido de Lord Voldemort.

- ¡No puedo ver! – Dijo Lord Voldemort en el suelo. Ariadne se detuvo y volteó hacia su padre. Trató de llegar hacia él, pero Florence la alcanzó y la sujetó por los cabellos.

- No usaré magia oscura sobre ti, no me importa que seas más poderosa que el mundo entero. No te lastimaré. – Florence la sujetó firmemente y Ariadne se deshizo de ella lanzándola al piso y corriendo hacia donde su padre.

- Estoy ciego, Potter me ha quemado la visión. Pero puedo olerlo. – Dijo Voldemort y los mortífagos no se atrevieron a moverse.

- Ja! Dumbledore me contó la historia de tu basilisco ciego. ¿Vas a terminar igual que tu mascota?  – Florence se río momentáneamente y apuntó a los mortífagos, antes de dar un paso más apareció Bellatrix frente a ella.

- Cuantos años quise tenerte frente a mí. Para asesinarte con mis propias manos y ahora… - Dijo Bellatrix riéndose. – Mandarte con mi primo Sirius.

- Entonces hoy quien tiene mas demandas de ser asesinada soy yo. – Dijo Florence mirándola. – Quítate del medio, no vengo por ti.

- Tendrás que pelear conmigo. – Dijo Bellatrix.

- No le tocarás ni un solo cabello. – Gritó Severus Snape apuntando con su varita, llegando en ese momento con Grezo.

- ¡Vaya! Estás bien custodiada. – Bellatrix le lanzó una maldición a Snape y este le respondió, comenzando un duelo. Los demás mortífagos actuaron rápido, pero Florence buscaba algo entre ellos. Encontró en el piso a un hombre canoso que una vez fuese rubio: Francois Spencer.

- ¿Ocultándote de mi? – Dijo Florence mirándolo desde arriba.

- Lo perdiste todo al venir acá… no tienes hija, tu amante morir

- No tanto como tú perderás. – Florence se agachó y lo observó directamente a los ojos sujetándole la garganta. – Eileen no tenía nada que ver con esto. Todos estos años, ¿Por qué? No tuvo la culpa.

- No sabes el placer que me produjo verla morir mientras me suplicaba. Mi muerte no te devolverá a Eileen. – Sonrió Francois con ironía.

- No volverá, lo se… la muerte no es la solución. La venganza no es buena, la venganza me dejará más vacía. – Dijo Florence triste – Pero prefiero quedarme vacía, que verte respirar un día más. – Florence le clavó un cuchillo que tenía oculto en su túnica en el pecho de Spencer. – Hay muchas formas placenteras de morir sin magia, esta es una de ellas. Es mi regalo de mí para ti.

            Florence bajó su pulso, clavando profundamente el cuchillo, luego bajando hasta su estomago y se manchó con su sangre, salpicaba por todas partes y alzó la mirada. Voldemort sujetaba a Ariadne para apoyarse, había quedado ciego luego del ataque de Harry.

- ¡Ariadne detente! – Gritó Florence pero era demasiado tarde. Voldemort ya no estaba, había entrado al cuerpo de su hija. Ariadne volteó a verla pero su mirada era diferente, había un brillo rojo y su voz era diferente, sonaba como un silbido.

- Si me haces daño, le harás daño a tu hija. – Dijo la voz de Voldemort dentro del cuerpo de Ariadne.

- Déjala ir, enfréntate conmigo tal como eres… tu y yo. – Dijo Florence atrayendolo

- No es contigo, es Harry Potter. – Voldemort en el cuerpo de Ariadne volteó hacia Harry, pero se detuvo.

- Ariadne, escúchame. – Florence replicó. - Se que me oyes, se que no eres como él. Se que en el fondo no quieres nada de esto. No quieres más dolor, se lo que has vivido, yo también lo viví, te entiendo perfectamente. Ariadne, el también me uso. Tenemos más en comun de lo que piensas. No creas en él… nunca te dejé de querer. Te deje alejada de todo al saber que me iba a ir, para evitarte todo esto. Te oculté por miedo, no quería que te hiciesen daño. – Florence dejaba salir unas cuantas lágrimas mientras Ariadne la miraba fijamente seria. – Ariadne reacciona por favor. No te volverás a ir de mi lado, vine para quedarme. ¿Recuerdas que te prometí que te cuidaría siempre? Estuve a tu lado siempre. Recuérdalo bien. Era yo quien te causaba inquietudes, estuve unida a ti mediante el medallón. Jamás te dejé sola.

- Pero me hiciste falta tantas noches, cuando los niños se burlaban de mí, cuando recordaba tus promesas de ir al parque. Me hiciste falta cuando estaba sola en medio de la oscuridad. – Dijo Ariadne con su voz norma algo confusa.

- Quise estar a tu lado, estuve contigo siempre. Todos me dijeron que serías un error, te querían capturar, te querían destruir, te querían usar. Yo hice solo lo que una madre podía hacer… te amé, te alejé de los dos bandos, te oculté y te di todo lo que pude darte. El miedo a perderte me hizo actuar a la defensiva y a veces a la ofensiva. Te di todo lo quie tenia, por estar a tu lado renuncie a lo que conocía. Tenerte conmigo no tenia certeza de estar haciendo algo bueno o algo malo, solo quería verte crecer, te quería proteger de ellos, solo te quería a ti. Lo di todo, te di mi vida. Perdona si no fue suficiente. – Dijo Florence dejando su varita en el suelo.

            Ariadne empezó a temblar y una voz gritó, Voldemort salió de su cuerpo y cayó al suelo inmóvil. Ariadne quedó en el piso desecha en lágrimas.

- Perdóname madre, perdóname. – Dijo Ariadne llorando.

- No tienes la culpa. Vivir atormentada por Lord Voldemort no es algo fácil. Has sido fuerte.

- Madre, sabes lo que viene. No puedo volver, mi instinto ha despertado… mi instinto asesino. Matar, oscuridad y venganza. Para eso fui creada. No quiero seguir eso. Tienes que destruirme ahora, antes de que sea tarde.

- No, volveremos a casa como te prometí hace tantos años. No soy capaz de destruirte – Florence se agachó y una línea delgada de fuego fue recorriendo a su alrededor y quedaron en medio de un circulo de fuego los tres. Los mortífagos huyeron mientras pudieron al ver entrar a los vampiros por la gran puerta de roble. Ginny se estaba despertando y Harry yacía a su lado herido.

- Madre, ¡destrúyeme! – Ariadne lloraba a gritos.  – No puedo controlarlo más. Me estoy oprimiendo, destrúyeme antes de que el mal venza y te asesine.

- Pues entonces estamos perdidas las dos. Estamos atrapadas porque no pienso hacer nada contra ti. Eres mi cría, eres mi propia sangre… no puedo tocarte. La profecía lo dice.

- ¿qué profecía? – Ariadne se preguntaba curiosa.

- "Nacida en el octavo mes, de penetrante mirada, fiera como un dragón, en ella reposará la clave para la derrota final. Madre e hija, hija y madre unidas hasta el momento de la derrota…"  – Repitió Florence apoyando sus manos en el suelo y cabello negro bajo hasta tocar el piso, su cara quedó oculta.

- Si, así es. La derrota. – Dijo Lord Voldemort quien se había levantado, había quedado también dentro del círculo de fuego. – Tu propia derrota Harrington, sin hija, sin fuerzas, sin nada… has quedado derrotada frente a Lord Voldemort. Avada Kedavra. – Dijo Voldemort apuntando a Florence y dejando salir un rayo verde. Sus ojos eran rojo fuego y su expresión más demoníaca que nunca

Fin del capitulo

Sandra: Perdón, mil perdones!!!! Aquí viene!!!! O aquí fue!!

Blaze Vein: ¿Quieres un final feliz? Hmm… veamos. Soy breve por estoy algo apurada, no te puedo asegurar como será el final… ¿vale esperar?

Satsuki: Kawaii o mish… me alegra que te gusten los vampiros. A mi tambien, le dan su toque. Los Kawaiis me inspiran  :D No volvi a la Uni… simplemente me quedé atrapada all

Persefone Riddle: Gracias, mil gracias! Disculpa por la espera… espero que haya valido. Tu nombre(Persefone) me recuerda a un personaje para el cual audicioné en teatro (sniff… nunca obtuve el papel, anyways!!)

Arwen Black: Cuando hay necesidad se hace y ya… mira quien lo dice, la chica salida de la Universidad de la Castidad, bueno… espera el final! Ya se acerca…

Barbi Black: Gracias, mil gracias!!!!! Aquí sigo, de nuevo disculpa por la espera!

Malu: Tanto tiempo, verdad? Espero aberte alegrado el dia. Nos vemos en el MSN!!!  Espero ser iluminada mas de lo debido!!!

Dark Eros: Ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos… he hablado contigo un par de veces en el MSN! Cool! Espero tener mas tiempo de conocerte chico, me caiste bien! Ya sabes… las cosas pasan por algo (en relación a tu review )

Clau de Snape: Aquí llegué, tome en consideración todo lo que me dijiste en el review! Espero poder actualizar para el próximo viernes o sábado. Espero que te sorprenda, voy rápido porque quiero publicarlo rápido! Saludos!!!