Capítulo 2

Ya habían pasado 3 horas desde su muerte. Llovía.

Hyoga permanecía de pie, tras una de las ventanas del pasillo que daba a la habitación que días antes Shun ocupaba. Con la frente apoyada en el frío cristal, miraba absorto hacia el exterior, hacia el infinito.

Se había prometido no derramar una lágrima, pero en cuanto oyó aquellos pasos, aquella forma de correr que reconoció al instante, le flaquearon las fuerzas.

Los pasos se acercaron vertiginosamente, para transformarse en jadeos de cansancio a su espalda.

Se prometió no llorar, pero con sólo sentir la cálida mano de Seiya sobre tu su hombro, se derrumbó.

Todos aquellos meses, la tensión, el sufrimiento, las dudas, el arrojo, y finalmente el vacío, pujaron por salir de aquella angustia que se había acumulado en su pecho. Ni siquiera notó como las lágrimas ardientes le rodaban por las mejillas.

El recién llegado se situó frente a él. Hyoga le miró. No pudo contenerse por más tiempo. Se ahogó en un llanto amargo y desesperado. Y el pobre Seiya no pudo hacer más que estrecharle entre sus brazos, y evitar las miradas del personal del hospital, que bien por la influencia de la Fundación, bien por pura compasión, no les dijeron nada, dejándoles estar ahí, en el suelo del pasillo, rompiendo la estricta calma del centro. Siguió abrazándole e intentando calmarle, pero sus esfuerzos eran en vano.

-Hyoga... Cálmate... Tranquilo, tranquilo...-le susurraba incansablemente.

No supo cuanto más podría estar así, antes de desmoronarse él también.

Otra vez el contestador... Le ponía de los nervios el dichoso aparato. Decidió dejar un mensaje ante la evidencia de que nadie respondía a sus llamadas en la Residencia de la Fundación. Tuvo la esperanza de que lo cogieran...

-Shiryu, soy yo... He llamado varias veces, espero que oigas este mensaje pronto...-suspiró, queriendo calmarse y pronunciar lo más claramente posible- Estoy en el hospital...Oye, Shun ha muerto... Fue esta mañana. No sufrió... Pero... Estoy preocupado por Hyoga. Se me ha echado a llorar y no sabía como calmarle... Le han tenido que dar un tranquilizante... He conseguido que se durmiera, pero... No sé cuánto más voy a poder seguir así...-Le empezó a temblar la voz- Por favor, ven en cuanto puedas.

Colgó. Ojalá nada de eso hubiera pasado. Ojalá la vida les sonriera aunque fuera solo de vez en cuando. Pero parecía que la vida misma no tenía la menor intención de hacerlo. De qué servía haber terminado con las batallas del Santuario si fuera de él todo era incluso más difícil...

Miró a Hyoga, acostado sobre los asientos que habían en el pasillo. No sintió pena por él, más bien impotencia, pues no podía hacer mucho por consolarle... Al menos, haría lo que pudiese. Se quitó la cazadora y le cubrió, para dirigirse inmediatamente a la cafetería del hospital.

Poco después regresó donde estaba Hyoga, ya medio despierto debido al paso del efecto del somnífero. Se sentía mareado, y tardó unos segundos en darse cuenta de donde estaba y lo que había pasado. Se incorporó, y Seiya se puso de rodillas en frente de él, para hablarle lo más cerca posible.

-Toma, te sentará bien- le dijo, tendiéndole una taza de café.
-Gracias... Yo... Siento el numerito que te he dado...- contestó, cabizbajo.
-No lo sientas. Fue una reacción normal, llevas mucho tiempo guardándote las cosas... Te conozco, nunca cambiarás.

Se sentó a su lado mientras su compañero bebía lentamente.

-Oye, por qué no te vas a la residencia y descansas... Yo me encargaré de organizar lo del entierro y todo eso...
-Ya lo he hecho yo...- murmuró a modo de respuesta.
-¿Cómo?- contestó un asombrado Seiya.
-Antes llamé al señor Kurasagi... Shun me pidió que le ayudara a esribir su testamento. Y así lo hice. Ya he atado cabos con el abogado, mañana le incinerarán y sus cenizas serán enterrada en la tumba de sus padres... Tal y como él deseó expresamente.

Seiya reflexionó unos instantes. Entonces no tenían que hacer nada... Aún así, prefería quedarse allí hasta asegurarse de que todo saldría según lo previsto.

La mañana transcurrió sin más miramientos, lenta e insufrible. Pasado ya el mediodía Shiryu llegó, apresurado, hasta donde se encontraban los demás. Seiya le recibió, aliviado. Se veía dolor en sus ojos... Hyoga también se acercó hasta él, y para su sorpresa, le abrazó fuertemente, a lo que correspondió, visiblemente emocionado.

-Lo siento, he venido en cuanto he podido.
-Ya dudaba de si mi mensaje había servido de algo...

Shiryu miró a la puerta de la habitación, y la duda se apoderó de él.
-¿Está... aún dentro?

Los dos afirmaron.

-Voy a pasar a verle.
-Iré contigo.

Hyoga prefirió esperarles en el pasillo. No quería que una visión ahora le estropease el recuerdo del Shun que prefería retener en su memoria. Se sentía aturdido, habían sido muchas emociones juntas en pocas horas... Y el apoyo que le daban ahora... En cierto modo le desconcertaba, no estaba acostumbrado a ello. De algún modo, les necesitaba como nunca había necesitado a alguien.

Los tres acabaron en la cafetería, mientras los encargados de la funeraria, que ya habían llegado, se encargaban de todo.

Estaban sentados en una de las mesas, cara a cara. Hyoga miraba la segunda taza de café que se estaba bebiendo... Decidió romper el silencio dejando claro una cuestión que seguro habría saltado en la mente de sus amigos y les preocupaba en algún modo.

-Chicos, no os preocupéis por mi... No pienso suicidarme ni nada de eso.

El tono irónico de sus últimas palabras le sorprendió hasta a él mismo.

-Lo superaré... Se lo he prometido a alguien.

Seiya y Shiryu asintieron, de alguna forma aliviados. El primero puso afectuosamente las manos sobre las de su amigo.

-Hyoga, ahora sí que creo que deberías irte y tratar de descansar. Debes estar agotado.
-Seiya tiene razón... Nosotros volveremos en cuanto podamos.
-Sí, tenéis razón... Si tenéis algo suelto que dejarme... No llevo nada encima.

Le acompañaron hasta la salida, y quedaron en verse por la noche. Se despidieron con la mano una última vez. Hyoga contemplaba como las calles pasaban veloces desde su perspectiva dentro del vehículo. Todo había terminado. Estaba tan cansado de todo... Sólo tenía ganas de tirarse en su cama y desconectar... De hecho, nada más llegar a la Residencia, oscura y tétricamente silenciosa, se dirigió a su habitación, al final del pasillo. No miró la puerta de la de Shun. Cerró con violencia, y tras soltar la maleta en donde primero pudo, se dejó caer en la cama. Todo le daba vueltas. En cuestión de segundos calló dormido, en un sueño profundo y artificial, negro y vacío.

(Fin capítulo 2)