Capítulo 4
Entró a la Residencia. Era aún temprano, pero se había acostumbrado a correr sus 12 kilómetros diarios a primera hora de la mañana. Resopló, dispuesto a meterse en la ducha cuanto antes. Iba a subir las escaleras cuando una de las trabajadoras de la Fundación se reclamó.
-Seiya-san... Hay una carta para usted.
¿Una carta? Qué extraño...Las únicas cartas que había recibido en su vida eran del Santuario. La cogió y le dio las gracias a la chica... Miró la letra de la dirección... Le era muy familiar... Un vistazo al matasellos le bastó para confirmar sus sospechas.
Subió a la habitación. Se sentó en su cama y la abrió. No había duda... Era de Hyoga.
12 de noviembre de 1990
Supongo que te habrá sorprendido recibir esta carta... Si el correo funciona igual que el resto de las cosas en ese país que se desmorona ante mis ojos, calculo que ya habrán pasado unas tres semanas desde que me marché de Tokyo.
Lo siento. Soy un indeseable, me largué sin más miramientos. Os he fallado, seguro que lo estabais pasando igual o peor que yo, debería haberme quedado ahí para apoyaros, pero no lo hice.
Te preguntarás posiblemente donde estoy... Ahora mismo, en el transiberiano. Me metí en el primer barco hacia la Unión Soviética que encontré. A los tres días llegué a mi destino, y ahí cogí este tren. No es lo más cómodo del mundo, pero al menos tengo un habitáculo para mi solo.
No sé que contarte. Ni siquiera sé por qué te escribo. Supongo que me sentía culpable, y bastante solo. Nunca pensé que algo tan insignificante como el walkman que me traje me fuera a dar tantos problemas de aduanas... Me lo han dejado pasar de milagro, y siempre mirándome con mala cara.
Así que aquí estoy, debe de ser ridícula la escena: yo, aquí en este tren, escribiéndote una carta que no sé si te llegará.
Aún no te he dicho exactamente los motivos de mi marcha... Créeme, me resulta indescriptiblemente duro. No fue otra de mis huidas, esta vez no pienso volver, nunca más... Fue parte de un trato que hice con Shun, cuando acababan de ingresarle. Quería animarle, así que le propuse una aventura: en cuanto saliera de allí, nos iríamos, los dos, a ver mundo, a buscar nuestras propias vidas, lejos de lo que nos ataba y nos entristecía. Y mostrarle mi país, pues le hacía mucha ilusión pisar tierras heladas.
Decidí hacer ese viaje yo solo. Shun lo hubiera querido así. Es tan injusto... De todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida, él era quien menos se merecía un final así. Y yo no pude hacer nada por él. Me siento impotente, cansado. Él era mi mejor amigo, el único que me ha comprendido y el único al que nunca pude ocultar nada. Hasta en sus últimos momentos se preocupó más por mí que por él mismo. Hace tres semanas no sólo fue él el que murió, aquel día también murió lo poco de mi que quedaba.
No sé donde terminará este viaje, Seiya. Por ahora, este tren llegará a Moscú dentro de un mes y medio. Quiero conocer mi propio país, pues como la inmensa mayoría de mis compatriotas, no he pisado la capital. Y quiero verla con mis ojos antes de que la revuelta sea incontenible y el sistema acabe de derrumbarse por su propio peso.
Ese es el horizonte más cercano que tengo. Ignoro qué será de mí. También he pensado en regresar al Santuario... Nos prometieron un veto indefinido, pero estoy reflexionando acerca de la posibilidad de salir de la Orden... No estoy seguro, he de madurar mucho esa idea. Sólo se que hice una promesa, y no sé como cumplirla. Tengo que reconciliarme conmigo mismo, y me da igual caer en el intento. No quiero que nadie más sufra por mi culpa.
Termino aquí, amigo mío. Puedes escribirme a esta dirección, si así lo deseas, hasta mitad de Diciembre, supongo... Si no, en cuanto llegue a la capital volverás a recibir noticias mías.
Por favor, no me tengas rencor. Cuídate, y disculpa que no te escriba en kanjis, ya sabes que se me da fatal... Espero que Shiryu también esté bien... Dale recuerdos de mi parte.
Hyoga
