Disclaimer: Todo personaje o situación parecida o igual a los libros
pertenecen a J.K. Rowling, Warner Brothers y demás. Todo lo concerniente a
costumbres sobre la gente del mar es propiedad mía, menos los nombres, que
obviamente son de Rowling y todo lo que aparezca en cualquiera de sus
libros.
Resumido: lo que reconozcas no es mío y lo demás sí.
Resumen: Tras una larga estancia en Durmstrang y muchos descubrimientos familiares, Hermione regresa a su hogar en Hogwarts y comprende que las cosas cambian, igual que las personas.
Capítulo uno: Septiembre
Era el primer día de septiembre y comenzaba un nuevo curso.
Las cosas habían cambiado mucho desde el principio del verano. La guerra había alcanzado niveles superiores a la época anterior a la desaparición de El-que-no-debe-ser-nombrado y muchas personas habían muerto.
Los que entraban hoy al andén otro año más mostraban distintas expresiones. Generalmente eran caras tristes o deprimidas pero de vez en cuando distinguía caras sonrientes y oía alguna carcajada ahogada. Una débil sonrisa se dibujó en la cara de la chica al ver que todavía algunos corazones mantenían la esperanza.
Sin embargo, sólo bastó que viera una cabeza rubia y un gesto arrogante para que la expresión seria y sutilmente malhumorada regresara.
Evitó cruzarse en el camino del chico rubio, retrasando un momento que no tardaría en llegar, aunque era consciente de que ya no tenía puntos sensibles de los que pudiera aprovecharse. Al menos ninguno del que tuviera conocimiento.
Buscó con la mirada entre todas las personas que se despedían en el andén. No encontró a aquellos por quienes miraba y se dirigió con tranquilidad al interior del tren, sin tener nadie de quien despedirse ni a quien saludar.
Levantó el baúl sin esfuerzo y cogió su mascota.
Penetró en un compartimiento vacío y se acomodó para dormir. Se echó la capa sobre las piernas pese a que la luz del sol daba con fuerza en los asientos.
El gato ronroneaba suavemente en el asiento contrario y eso, junto al murmullo de voces que traspasaba la puerta cerrada, la arrulló hasta dormirse.
Cuando abrió los ojos encontró frente a ella un cuadro extraño, algo nuevo incluso para ella, dos gemelos morenos dormían, uno apoyado en el otro, y con el gato castaño en el regazo de uno de ellos.
Se incorporó lentamente, todavía somnolienta y miró a la ventana y a su reloj. Faltaba poco tiempo para llegar, así que cogió su uniforme y salió a cambiarse.
No encontró a nadie conocido ni en el trayecto de ida ni en el de vuelta y regresó a los pocos minutos, viéndoles en la misma postura en la que les había dejado.
Les despertó suavemente, agitando con delicadeza sus hombros. Tardaron en abrir los ojos pero, cuando lo lograron, lo hicieron al mismo tiempo, arrancando una sonrisa a la joven.
Le sonrieron a su vez, y la chica se dio cuenta de que sus ojos tenían un brillo triste y preocupado que, ciertamente, no estaba allí el año pasado y se sintió culpable por arrastrarles al caos en que se había convertido su vida en tan sólo dos años.
En un impulso les abrazó y se arrepintió de su acción en el momento. Cuando se iba a apartar, recriminándose el no haber seguido a su cabeza, cuatro brazos la rodearon a su vez y se sostuvieron mutuamente.
Probablemente el abrazo sólo duro unos segundos pero los tres estaban más contentos después de éste y, sin palabras, los gemelos cogieron el uniforme nuevo que habían tenido que comprar para venir a terminar sus estudios con la joven y salieron en dirección a los baños, para cambiarse.
Volvieron más alegres, por lo que ella comprendió que habían visto a los demás amigos que se habían trasladado a Londres desde Bulgaria.
Mía – dijo uno de los dos -, todos preguntan por ti. Y hemos oído hablar a esos tres de los que siempre hablabas el año pasado – se puso serio -, parecían preocupados y un poco enfadados, al menos dos de ellos.
Sí – corroboró el otro -, aunque no parecían tan preocupados antes de que nos oyeran - murmuró sombrío para sí.
Ella le había oído y no se sorprendió de lo que había escuchado. Sabía que esto iba a pasar desde el mismo momento en que decidió estudiar fuera de Hogwarts durante un año. Estarían un poco molestos con ella por su silencio pero estaba segura de que en cuanto la vieran, la perdonarían y todo sería como antes, o eso esperaba.
Vio cómo el gemelo que había hablado primero le pegaba un codazo al otro y cómo éste se retorcía disimuladamente.
Les sonrió, ocultando el dolor de su corazón.
No importa – les aseguró.
¿Qué dices? – se enfadó el gemelo aún con la mano sobre las costillas -, están siendo infantiles. Es tu vida, no la de ellos.
Lo entiendo, de verdad – insistió restándole importancia con un gesto de la mano y una sonrisa fingida.
Hermione – llamó el otro -, no digas que les entiendes porque no tienen razón. Tú lo sabes y ellos también. Es cuestión de tiempo que lo acepten.
Y si no lo aceptan – intervino el primero – no te preocupes, nos tienes a nosotros, a los otros y sólo es un año más.
Una sonrisa verdadera asomó a los ojos de la chica ante el descaro del gemelo, que se comportaba como el rey del tren, como mínimo.
Supongo que tienes razón – cedió dejando que la sonrisa asomara también a sus labios -, si no lo aceptan, ellos se lo pierden, ¿no?
Por supuesto que sí – afirmaron pasando cada uno un brazo sobre los hombros de la chica y situándose a los dos lados -, a partir de ahora seremos tus guardaespaldas, como el año pasado.
La risa sacudió el delgado cuerpo de la joven al recordar el año anterior y lo que ellos llamaban su "servicio de seguridad personal" o "sersegper".
Tendré que empezar a comprar ingredientes para pociones curativas y antídotos.
¿Qué? – exclamaron a la vez -, ¿curarás a nuestras vícti... a los malos? – preguntaron con cara de horror -, ¿qué sería lo próximo si te permitiéramos hacerlo? – bromeó el de la derecha -, ¿enamorarte del enemigo? – terminó el otro con una carcajada.
La chica permaneció esta vez callada, con una sonrisa en los labios y los ojos y las mejillas brillantes, sopesando una escena en la que se declaraba totalmente enamorada de Lord Voldemort o, todavía peor, de un Malfoy. Sacudió la cabeza, intentando sacar los pensamientos absurdos que eran tan frecuentes en la compañía de los gemelos.
¿No os olvidáis de algo? – preguntó divertida.
Deja que lo piense... no – respondió con una sonrisa arrogante.
Espera – interrumpió el otro -, es verdad que olvidábamos a cierto compatriota búlgaro... - dejó de hablar al notar como había desaparecido la sonrisa de su hermano.
Oh, sí – resopló con tono sarcástico -, Vicky – continuó secamente -, nuestro jugador de quidditch profesional favorito – se burló -, un pájaro en el aire y una roca inestable en tierra. Pero ese no cuenta – continuó con un movimiento displicente -, el pobre casi no sabía ni hablar búlgaro conmigo, así que su actuación en inglés contigo...
No digas eso – le reprochó la chica -, él me quería, lo sabes, Jared, así que no le menosprecies.
No ha venido, ¿verdad? – replicó encogiéndose de hombros -, y ya no estáis juntos, ¿no es cierto?, pues no le defiendas.
No hemos roto – protestó la chica -, nos hemos dado tiempo, por la distancia. Un lazo inestable habría destrozado nuestra relación – explicó triste -. Y, si no ha venido, es porque tiene entrenamientos con el equipo.
No habéis durado ni un año – le recordó Jared – y tú lo dejaste todo para ir a Durmstrang, mientras que él... no ha hecho ningún esfuerzo. Podía jugar en el equipo que quisiese, y lo sabes.
No dejé nada, sólo lo puse en espera – argumentó ignorando el último comentario.
No nos mientas – le interrumpió el otro -, lo dejaste. Casi ni escribías a tus antiguos amigos porque él te lo pidió.
Y no es que lo merecieran, tampoco – aclaró Jared.
Y todo eso, ¿para qué? Unos minutos cada día.
Porque el señor estrella tenía entrenamiento y que estudiar para graduarse – volvió a apuntar Jared.
Resumiendo – siguió el otro, imperturbable ante las interrupciones de su gemelo.
Que tampoco te merecía y estarás mejor con nosotros – terminó Jared, orgulloso.
La risa agitó los hombros de la chica cuando, con expresión solemne, terminaron de hablar los dos. Intentó reprimirla con una mano sobre su boca pero le fue imposible y estalló en carcajadas, apoyándose en el gemelo que se encontraba a su derecha.
Jared – suspiró cuando logró controlar su risa -, no le culpes sólo a él. Si no funcionó fue por errores de los dos.
No lo creo – replicó displicentemente -, estuve allí contigo, ¿recuerdas? Además...
Fue interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse y los tres se giraron hacia el sonido. La chica se tensó al ver en el marco de la puerta a dos chicos, uno pelirrojo, muy alto y con los ojos, azules, fijos en ella, y uno moreno, con gafas, ojos verdes entrecerrados en su dirección y un espeso flequillo.
Hola – saludó, tras una casi imperceptible inspiración impresionada, la chica -. Cuánto tiempo ¿no?
¿Perdona? – interrogó el moreno.
¿Tú? – exclamó el pelirrojo tras unos segundos -. ¿Hola? ¿eso es todo? – preguntó con una postura indignada y amenazadora -, te vas un año con un novio estúpido – ignoró el dolor que vislumbró en los ojos de la joven y continuó, mientras por los ojos del moreno cruzaba un destello de reconocimiento -, nos dejas aquí, sin despedirte, casi no nos escribes y, cuando nos ves, dices ¿hola?
Sí que os escribí – protestó ella -, pero no respondisteis a ninguna carta.
¿Responder a qué? – intervino el moreno con una mueca de desdén -, ¿qué había que decir ante tu decisión, que ya estaba tomada? Dijiste: me voy, y no escuchaste a nadie más, ¿cierto?
Y con Víctor Krum, claro – retomó Ron con sarcasmo -, el novio perfecto, rico, atento, no era guapo precisamente, pero eso no importa, ¿verdad? – notó como los ojos de Hermione se llenaban de lágrimas y esbozó una sonrisa maliciosa -, un buen partido para una sangresucia.
Ante esto, la joven abrió los ojos impactada y, agachando la cabeza, sollozó mientras las lágrimas se desbordaban. Sus dos amigos miraron amenazadores a los dos intrusos mientras estrechaban el abrazo en torno a la chica.
¿Y quiénes son ellos? – preguntó Harry sin haber dicho nada a su amigo por sus palabras -, ¿ya nos has sustituido?¿o son el reemplazo de Vicky?
Ni una palabra más, estrella – ordenó uno de los gemelos con voz fría y amenazadora.
La fama no lo es todo, ¿verdad Potter? – inquirió el otro -, ¿qué es lo que has hecho en tu vida para creértelo tanto?¿perder a tus padres? – preguntó arrastrando las palabras y, viendo que eso le había dolido, profundizó en la herida -, eso debe ser una bendición. No pueden ver lo que eres ahora.
Y tú, pelirrojo – continuó el otro -, ¿tanto te frustra no tener dinero y sí una caterva de hermanos que ahora crees estar por encima de Hermione? Por lo que he oído sólo os falta un squib para disfrutar de la total variedad, pues tenéis incluso a un elfo doméstico trabajando en el ministerio, un tal ¿Percy? pero no llega el dinero para toda tu familia – imprimió un tono despectivo a la palabra familia haciendo una mueca -. Pensé que como "amigos" suyos – comentó haciendo énfasis en la palabra amigos -, sabríais algo de lo que ha pasado este año.
Salid de aquí antes de que perdamos el control, enanos – ordenaron mirándoles desde sus 1'90 -, y si volvemos a cruzarnos sacad vuestras varitas o acabareis en el hospital.
Los dos chicos retrocedieron ante la mirada de los gemelos y, comprendiendo de qué colegio venían y en qué estaban especializados, salieron por la puerta con algo de temor y un aire de culpabilidad al observar la figura sollozante de Hermione en los brazos de uno de los gemelos.
Cuando se fueron, dejando la puerta abierta, Jared se arrodilló para ponerse a la altura de los ojos de la joven.
Tranquila – susurró acariciándole el pelo -, ya se han ido. No dejaremos que se vuelvan a acercar, no te preocupes.
Bueno – suspiró el otro -, ya tenemos dos enemigos.
Lo siento – sollozó -, es culpa mía.
No, es culpa de ellos. Pero a ellos no les darás pociones curativas ni antídotos, ¿está claro? – bromeó y ordenó a la vez.
Sí – contestó con una risita sollozante y un intento de sonrisa en la cara mojada.
Bien – le quitó suavemente las lágrimas de la cara y le dedicó una suave sonrisa -, ahora vamos a ir al baño, vas a quitarte esas lágrimas y vas a lucir una gran sonrisa porque vas con nosotros, los dos chicos más guapos que hayan pisado Hogwarts – sonrió en respuesta a la débil sonrisa de su amiga, poniéndose serio de nuevo -. No vas a dejar ver a nadie que esas dos ratas que acaban de salir te han herido, ¿de acuerdo?
Sí – repitió ella, muy seria y con tono decidido -, pero vosotros iréis conmigo – ordenó, casi preguntó, con un brillo inseguro en sus ojos marrones -. He bajado la guardia porque pensaba que eran como antes, pero eso ya no volverá a pasar.
Por supuesto que no– afirmó el otro -, y no nos separaremos de ti, no te preocupes, somos tus sersegpers, ¿recuerdas? – bromeó dándole golpecitos en la espalda.
El bufido del gato de Hermione les sobresaltó y observaron con sorpresa cómo éste se levantaba de un salto del asiento en el que estaba descansando y miraba a la puerta.
Los tres pasajeros siguieron la dirección de la mirada del gato y suspiraron de alivio al encontrarla vacía. Sin embargo, pronto oyeron pasos ligeros que venían en su dirección y la chica castaña se desprendió de los brazos de los gemelos y se colocó de espaldas a la puerta mientras se secaba las lágrimas y se arreglaba utilizando el cristal de la ventana como espejo.
Los dos gemelos cruzaron miradas y se sentaron cada uno en los asientos enfrentados al lado de Hermione, preparados para saltar sobre el intruso a la menor señal de hostilidad que demostrara ante su amiga.
Resignados, comprendieron que, seguramente, ahora conocerían a lo más selecto de las amistades de su amiga y, quizá, entenderían su preocupación sobre las reacciones que iban a tener al verla de nuevo. Pese a todo lo que habían escuchado contar a su amiga, no tenían una buena opinión de los antiguos amigos de ésta pues no le habían visto recibir más que un par de cartas, una de ellas de sus padres.
El año anterior, en Durmstrang, lo había pasado mal, sobretodo porque había descubierto cosas sobre su familia de las que no informó a casi nadie, lo que le había valido burlas y desprecios por parte de casi todos los alumnos de la institución. Los profesores, típicos de la vieja escuela, no se preocuparon por la integración de una joven que provenía del mundo muggle, aunque ésta tuviera otros orígenes que había mantenido en secreto o fuese la novia de una famosa mundialmente estrella de quidditch.
Ellos dos, junto con el grupo que se habían formado en el colegio, siendo de los pocos que se pagaban el internado en sexto curso (los demás se aparecían en sus casas familiares a partir de tercero debido a las leyes búlgaras), la habían adoptado casi como a una hermana pequeña, cuidando de ella y ayudándola con los problemas que le surgían en la asignatura de Artes Oscuras, pues no la había dado nunca.
Ciertamente, ahora la conocían mejor de lo que podría llegar a hacerlo el tal Víctor Krum, que sólo se permitía hablar con ella un par de minutos al día, alegando la diferencia de cursos y sus entrenamientos. El comportamiento que mostró éste, a juicio de los hermanos, fue despreciable y mezquino, pues obligó a su novia a trasladarse a un ambiente totalmente diferente y cruel, ignorando más tarde todo lo que tuviese que ver con ella.
Como los hermanos mayores que se habían autoproclamado, Jared y Dereck Leyster, la habían consolado y aconsejado sobre su relación, optando como medida desesperada recordarle la existencia de una vida en Londres que había dejado y en la necesidad de que la retomara si Krum dejaba Durmstrang y cualquier otro tipo de estudio a favor del quidditch.
Vivir aferrada a una relación idealizada sólo haría más doloroso el final y, si de verdad debía funcionar, siempre podían retomarlo cuando madurasen los dos. Tal y como pudieron comprobar esta decisión de volver a Londres le había dolido más a Hermione que a su novio, quien, concentrado como estaba, en su futuro en el deporte de escobas, sólo le dio la razón y le comentó que se volverían a ver cuando ella aclarase sus sentimientos, buscando mientras tanto una chica entre las enemigas de la joven.
La reacción del jugador no había asombrado a ninguno, excepto a Hermione, y fue lo que determinó a la chica a huir de Durmstrang, el escenario de su mayor humillación, de vuelta a lo que ella denominaba el hogar, es decir, Londres y Hogwarts.
Por supuesto, como las nuevas constantes de la vida de la joven, la acompañaron en su reinserción en la sociedad londinense, pese a las protestas de la chica, que insistía en que no tenían porqué hacerlo.
El espectáculo de que habían sido testigos en el tren, sin embrago, les había convencido de que a ese colegio les faltaban algunas personas que pararan los pies a los antiguos compañeros de su joven amiga.
Mientras los gemelos se mantenían silenciosos hundidos en sus reflexiones y Hermione se quitaba todo indicio que pudiese conducir a la conclusión de que había llorado, los pasos que habían oído se acercaron directamente a su compartimento, pues era el último del tren y sólo se podía llegar hasta allí por propia voluntad. La curiosidad o el accidente no eran motivos o excusas suficientes para llegar hasta allí y por eso lo habían elegido.
¿Hola? – preguntó una voz familiar.
¡Liss! – exclamó Hermione mirando emocionada a la chica que se asomaba por la puerta -. ¡Has venido!
Hermi – suspiró aliviada la joven, abrazándose a la castaña -, te he buscado por todo el tren. ¿No había otro sitio más lejos? – se indignó la chica rubia, alta y de ojos verdes -, y, ¿acaso dudabas de que viniera? – preguntó curiosa.
Ya no sabía qué pensar – reconoció -, pero me alegro de que hayas venido.
Y yo de haber venido – sonrió alegre -, hola chicos – saludó a los otros dos pasajeros que la veían con una sonrisa.
Hermione se abrazó a ella como si fuera su osito de peluche personal y se sentó al lado de Jared, arrastrando a la recién llegada consigo sin que ésta emitiese ninguna protesta.
¿Qué ha pasado? – preguntó más seria al ver que su amiga no se separaba de ella.
Ha habido un percance con dos de sus antiguos compañeros – respondió Dereck rápidamente -, al parecer, todavía no perdonan que se fuera un año al extranjero.
Dejemos el tema – ordenó la aludida sin soltar el brazo de la chica rubia -, no vamos a pensar en ninguno de esos dos egoístas.
Los tres amigos intercambiaron miradas, comunicándose lo que no podían decir en voz alta, y la recién llegada ardió de furia al entender que había sido más grave de lo que daban a entender las palabras de su amiga.
Se fijó en la cara de la chica sentada junto a ella y distinguió las marcas de haber estado llorando, pese a que había hecho todo lo posible por disimularlas. Los ojos un poco rojos e hinchados, la respiración aún un poco entrecortada, el cabello liso despeinado... Eran señales que ella estaba acostumbrada a reconocer.
¿Han venido también los demás? – le estaba preguntando con gesto mimoso.
Claro – disimuló ella, prometiéndose interrogar a los gemelos en privado y elaborar una minuciosa venganza -, han venido todos.
Tampoco somos tantos – refunfuñó Dereck, ganándose miradas de reproche de las dos chicas y una divertida de su hermano.
¿Snake también? – inquirió ansiosa Hermione.
¿Qué importa Snake? – preguntó molesto Jared, obteniendo miradas divertidas de su hermano y de Liss y siendo ignorado totalmente por Hermione, que estaba atenta a la respuesta de su amiga.
Sí, Snake también ha venido. Creo que me venía siguiendo pero como está probando hechizos nuevos que se le ocurrieron en vacaciones puede que haya tomado rehenes para experimentar – comentó con una mueca de exasperación.
¿Hechizos nuevos? – se interesaron de inmediato los gemelos -, ¿cuáles? ¿has visto alguno?¿son útiles? – bombardearon a su nueva fuente de información con semblante ansioso.
Sí a todo, queridos – se oyó desde la puerta -. Son nuevos y muy útiles. Perfectos, de hecho, igual que yo.
¡Snake! – exclamaron Hermione y los gemelos.
A sus órdenes – respondió un chico un poco alto, pelirrojo y con los ojos dorados, luciendo una sonrisita satisfecha y prepotente mientras se frotaba las uñas de la mano izquierda, fingiendo examinarlas atentamente después -, sobretodo a las de las damas, por supuesto – terminó mirando fijamente a Hermione.
Las carcajadas de Liss al ver la cara de asco de su amigo Jared ante las palabras del recién llegado resonaron por todo el vagón, y la chica se mordió los labios avergonzada al darse cuenta de que los ojos de sus amigos estaban fijos en ella, mirándola sorprendidos.
Perdón – susurró enrojeciendo.
Querida – le indicó el pelirrojo con reproche -, acabas de quitarle todo el estilo a mi entrada.
Lo sé – reconoció con una risita -, no he podido evitarlo.
Bueno – se resignó -, supongo que no me queda más remedio que olvidarme del mundo del espectáculo si estás tú entre público – su expresión era tan exagerada que todos rieron, ganándose una mirada burlona de su amigo – y ahora, amigos míos, dejadme que os muestre mis nuevos inventos, que, al ser nuevos, son legales, os lo recuerdo – dijo sonriendo con satisfacción y un poco sádicamente.
Les doy de tiempo límite, como mucho, dos meses – comentó Liss a su amiga.
¡Disculpa! Olvidas que somos nuevos, me parece – protestó Snake -, aquí no nos conoce nadie...
Así que no sabrán dónde buscar – terminó Jared con una amplia sonrisa de satisfacción.
Estoy de acuerdo con vosotros – oyeron una voz susurrante y sombría -, no sabrán dónde buscar... hasta que abráis la boca y os delatéis.
¡Frank! - exclamó Liss - ¡menos mal que has venido! Tienes que controlarle mejor. Va a meterse en problemas, y caeremos todos con él, como siempre.
Lo siento, Lissette – se disculpó el chico rubio y de ojos verdes que estaba apoyado en el marco -, estaba con Joan, no tenía ganas de perder más tiempo.
Oh – suspiró Snake con una mueca burlona -, estoy emocionado, de verdad – remarcó al ver las caras de incredulidad de sus amigos -, ¿dónde has dejado a tu enamorada?
Comprando – respondió escuetamente volviendo a bajar la voz.
¿Aquí? – se asombró Hermione - ¿aquí hay tiendas?
¿Importaría eso con Joan? – susurró Snake, burlón.
No intervengas – amenazó con los ojos el chico rubio al oírle.
Al ver la expresión maliciosa que cruzó las caras de sus otros amigos cuando comprendieron lo susceptible que estaba su compañero, Hermione cruzó una mirada inteligente con la chica sentada a su lado y ambas comenzaron una charla trivial, hablando sobre el tiempo y las diferentes casas de Hogwarts, esperando la aparición de la pelirroja que faltaba en su grupo o una disminución de la tensión de Frank, que mantenía una lucha de miradas con el pelirrojo.
El tiempo pasó más rápido cuando Jared y Dereck intervinieron, preguntando al pelirrojo por sus nuevos inventos y hechizos. La conversación, tan limitada como hablar de quidditch en opinión de Hermione, derivó, claramente a sus nuevos compañeros y, al surgir el tema de los dos chicos que habían pasado a verla, Hermione escondió sus sentimientos y pensamientos detrás de la máscara de hielo que había perfeccionado durante ese año.
La aparición de la chica pelirroja desvió de nuevo el tema y, aparentemente, quedó olvidado por todos.
Resumen: Tras una larga estancia en Durmstrang y muchos descubrimientos familiares, Hermione regresa a su hogar en Hogwarts y comprende que las cosas cambian, igual que las personas.
Capítulo uno: Septiembre
Era el primer día de septiembre y comenzaba un nuevo curso.
Las cosas habían cambiado mucho desde el principio del verano. La guerra había alcanzado niveles superiores a la época anterior a la desaparición de El-que-no-debe-ser-nombrado y muchas personas habían muerto.
Los que entraban hoy al andén otro año más mostraban distintas expresiones. Generalmente eran caras tristes o deprimidas pero de vez en cuando distinguía caras sonrientes y oía alguna carcajada ahogada. Una débil sonrisa se dibujó en la cara de la chica al ver que todavía algunos corazones mantenían la esperanza.
Sin embargo, sólo bastó que viera una cabeza rubia y un gesto arrogante para que la expresión seria y sutilmente malhumorada regresara.
Evitó cruzarse en el camino del chico rubio, retrasando un momento que no tardaría en llegar, aunque era consciente de que ya no tenía puntos sensibles de los que pudiera aprovecharse. Al menos ninguno del que tuviera conocimiento.
Buscó con la mirada entre todas las personas que se despedían en el andén. No encontró a aquellos por quienes miraba y se dirigió con tranquilidad al interior del tren, sin tener nadie de quien despedirse ni a quien saludar.
Levantó el baúl sin esfuerzo y cogió su mascota.
Penetró en un compartimiento vacío y se acomodó para dormir. Se echó la capa sobre las piernas pese a que la luz del sol daba con fuerza en los asientos.
El gato ronroneaba suavemente en el asiento contrario y eso, junto al murmullo de voces que traspasaba la puerta cerrada, la arrulló hasta dormirse.
Cuando abrió los ojos encontró frente a ella un cuadro extraño, algo nuevo incluso para ella, dos gemelos morenos dormían, uno apoyado en el otro, y con el gato castaño en el regazo de uno de ellos.
Se incorporó lentamente, todavía somnolienta y miró a la ventana y a su reloj. Faltaba poco tiempo para llegar, así que cogió su uniforme y salió a cambiarse.
No encontró a nadie conocido ni en el trayecto de ida ni en el de vuelta y regresó a los pocos minutos, viéndoles en la misma postura en la que les había dejado.
Les despertó suavemente, agitando con delicadeza sus hombros. Tardaron en abrir los ojos pero, cuando lo lograron, lo hicieron al mismo tiempo, arrancando una sonrisa a la joven.
Le sonrieron a su vez, y la chica se dio cuenta de que sus ojos tenían un brillo triste y preocupado que, ciertamente, no estaba allí el año pasado y se sintió culpable por arrastrarles al caos en que se había convertido su vida en tan sólo dos años.
En un impulso les abrazó y se arrepintió de su acción en el momento. Cuando se iba a apartar, recriminándose el no haber seguido a su cabeza, cuatro brazos la rodearon a su vez y se sostuvieron mutuamente.
Probablemente el abrazo sólo duro unos segundos pero los tres estaban más contentos después de éste y, sin palabras, los gemelos cogieron el uniforme nuevo que habían tenido que comprar para venir a terminar sus estudios con la joven y salieron en dirección a los baños, para cambiarse.
Volvieron más alegres, por lo que ella comprendió que habían visto a los demás amigos que se habían trasladado a Londres desde Bulgaria.
Mía – dijo uno de los dos -, todos preguntan por ti. Y hemos oído hablar a esos tres de los que siempre hablabas el año pasado – se puso serio -, parecían preocupados y un poco enfadados, al menos dos de ellos.
Sí – corroboró el otro -, aunque no parecían tan preocupados antes de que nos oyeran - murmuró sombrío para sí.
Ella le había oído y no se sorprendió de lo que había escuchado. Sabía que esto iba a pasar desde el mismo momento en que decidió estudiar fuera de Hogwarts durante un año. Estarían un poco molestos con ella por su silencio pero estaba segura de que en cuanto la vieran, la perdonarían y todo sería como antes, o eso esperaba.
Vio cómo el gemelo que había hablado primero le pegaba un codazo al otro y cómo éste se retorcía disimuladamente.
Les sonrió, ocultando el dolor de su corazón.
No importa – les aseguró.
¿Qué dices? – se enfadó el gemelo aún con la mano sobre las costillas -, están siendo infantiles. Es tu vida, no la de ellos.
Lo entiendo, de verdad – insistió restándole importancia con un gesto de la mano y una sonrisa fingida.
Hermione – llamó el otro -, no digas que les entiendes porque no tienen razón. Tú lo sabes y ellos también. Es cuestión de tiempo que lo acepten.
Y si no lo aceptan – intervino el primero – no te preocupes, nos tienes a nosotros, a los otros y sólo es un año más.
Una sonrisa verdadera asomó a los ojos de la chica ante el descaro del gemelo, que se comportaba como el rey del tren, como mínimo.
Supongo que tienes razón – cedió dejando que la sonrisa asomara también a sus labios -, si no lo aceptan, ellos se lo pierden, ¿no?
Por supuesto que sí – afirmaron pasando cada uno un brazo sobre los hombros de la chica y situándose a los dos lados -, a partir de ahora seremos tus guardaespaldas, como el año pasado.
La risa sacudió el delgado cuerpo de la joven al recordar el año anterior y lo que ellos llamaban su "servicio de seguridad personal" o "sersegper".
Tendré que empezar a comprar ingredientes para pociones curativas y antídotos.
¿Qué? – exclamaron a la vez -, ¿curarás a nuestras vícti... a los malos? – preguntaron con cara de horror -, ¿qué sería lo próximo si te permitiéramos hacerlo? – bromeó el de la derecha -, ¿enamorarte del enemigo? – terminó el otro con una carcajada.
La chica permaneció esta vez callada, con una sonrisa en los labios y los ojos y las mejillas brillantes, sopesando una escena en la que se declaraba totalmente enamorada de Lord Voldemort o, todavía peor, de un Malfoy. Sacudió la cabeza, intentando sacar los pensamientos absurdos que eran tan frecuentes en la compañía de los gemelos.
¿No os olvidáis de algo? – preguntó divertida.
Deja que lo piense... no – respondió con una sonrisa arrogante.
Espera – interrumpió el otro -, es verdad que olvidábamos a cierto compatriota búlgaro... - dejó de hablar al notar como había desaparecido la sonrisa de su hermano.
Oh, sí – resopló con tono sarcástico -, Vicky – continuó secamente -, nuestro jugador de quidditch profesional favorito – se burló -, un pájaro en el aire y una roca inestable en tierra. Pero ese no cuenta – continuó con un movimiento displicente -, el pobre casi no sabía ni hablar búlgaro conmigo, así que su actuación en inglés contigo...
No digas eso – le reprochó la chica -, él me quería, lo sabes, Jared, así que no le menosprecies.
No ha venido, ¿verdad? – replicó encogiéndose de hombros -, y ya no estáis juntos, ¿no es cierto?, pues no le defiendas.
No hemos roto – protestó la chica -, nos hemos dado tiempo, por la distancia. Un lazo inestable habría destrozado nuestra relación – explicó triste -. Y, si no ha venido, es porque tiene entrenamientos con el equipo.
No habéis durado ni un año – le recordó Jared – y tú lo dejaste todo para ir a Durmstrang, mientras que él... no ha hecho ningún esfuerzo. Podía jugar en el equipo que quisiese, y lo sabes.
No dejé nada, sólo lo puse en espera – argumentó ignorando el último comentario.
No nos mientas – le interrumpió el otro -, lo dejaste. Casi ni escribías a tus antiguos amigos porque él te lo pidió.
Y no es que lo merecieran, tampoco – aclaró Jared.
Y todo eso, ¿para qué? Unos minutos cada día.
Porque el señor estrella tenía entrenamiento y que estudiar para graduarse – volvió a apuntar Jared.
Resumiendo – siguió el otro, imperturbable ante las interrupciones de su gemelo.
Que tampoco te merecía y estarás mejor con nosotros – terminó Jared, orgulloso.
La risa agitó los hombros de la chica cuando, con expresión solemne, terminaron de hablar los dos. Intentó reprimirla con una mano sobre su boca pero le fue imposible y estalló en carcajadas, apoyándose en el gemelo que se encontraba a su derecha.
Jared – suspiró cuando logró controlar su risa -, no le culpes sólo a él. Si no funcionó fue por errores de los dos.
No lo creo – replicó displicentemente -, estuve allí contigo, ¿recuerdas? Además...
Fue interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse y los tres se giraron hacia el sonido. La chica se tensó al ver en el marco de la puerta a dos chicos, uno pelirrojo, muy alto y con los ojos, azules, fijos en ella, y uno moreno, con gafas, ojos verdes entrecerrados en su dirección y un espeso flequillo.
Hola – saludó, tras una casi imperceptible inspiración impresionada, la chica -. Cuánto tiempo ¿no?
¿Perdona? – interrogó el moreno.
¿Tú? – exclamó el pelirrojo tras unos segundos -. ¿Hola? ¿eso es todo? – preguntó con una postura indignada y amenazadora -, te vas un año con un novio estúpido – ignoró el dolor que vislumbró en los ojos de la joven y continuó, mientras por los ojos del moreno cruzaba un destello de reconocimiento -, nos dejas aquí, sin despedirte, casi no nos escribes y, cuando nos ves, dices ¿hola?
Sí que os escribí – protestó ella -, pero no respondisteis a ninguna carta.
¿Responder a qué? – intervino el moreno con una mueca de desdén -, ¿qué había que decir ante tu decisión, que ya estaba tomada? Dijiste: me voy, y no escuchaste a nadie más, ¿cierto?
Y con Víctor Krum, claro – retomó Ron con sarcasmo -, el novio perfecto, rico, atento, no era guapo precisamente, pero eso no importa, ¿verdad? – notó como los ojos de Hermione se llenaban de lágrimas y esbozó una sonrisa maliciosa -, un buen partido para una sangresucia.
Ante esto, la joven abrió los ojos impactada y, agachando la cabeza, sollozó mientras las lágrimas se desbordaban. Sus dos amigos miraron amenazadores a los dos intrusos mientras estrechaban el abrazo en torno a la chica.
¿Y quiénes son ellos? – preguntó Harry sin haber dicho nada a su amigo por sus palabras -, ¿ya nos has sustituido?¿o son el reemplazo de Vicky?
Ni una palabra más, estrella – ordenó uno de los gemelos con voz fría y amenazadora.
La fama no lo es todo, ¿verdad Potter? – inquirió el otro -, ¿qué es lo que has hecho en tu vida para creértelo tanto?¿perder a tus padres? – preguntó arrastrando las palabras y, viendo que eso le había dolido, profundizó en la herida -, eso debe ser una bendición. No pueden ver lo que eres ahora.
Y tú, pelirrojo – continuó el otro -, ¿tanto te frustra no tener dinero y sí una caterva de hermanos que ahora crees estar por encima de Hermione? Por lo que he oído sólo os falta un squib para disfrutar de la total variedad, pues tenéis incluso a un elfo doméstico trabajando en el ministerio, un tal ¿Percy? pero no llega el dinero para toda tu familia – imprimió un tono despectivo a la palabra familia haciendo una mueca -. Pensé que como "amigos" suyos – comentó haciendo énfasis en la palabra amigos -, sabríais algo de lo que ha pasado este año.
Salid de aquí antes de que perdamos el control, enanos – ordenaron mirándoles desde sus 1'90 -, y si volvemos a cruzarnos sacad vuestras varitas o acabareis en el hospital.
Los dos chicos retrocedieron ante la mirada de los gemelos y, comprendiendo de qué colegio venían y en qué estaban especializados, salieron por la puerta con algo de temor y un aire de culpabilidad al observar la figura sollozante de Hermione en los brazos de uno de los gemelos.
Cuando se fueron, dejando la puerta abierta, Jared se arrodilló para ponerse a la altura de los ojos de la joven.
Tranquila – susurró acariciándole el pelo -, ya se han ido. No dejaremos que se vuelvan a acercar, no te preocupes.
Bueno – suspiró el otro -, ya tenemos dos enemigos.
Lo siento – sollozó -, es culpa mía.
No, es culpa de ellos. Pero a ellos no les darás pociones curativas ni antídotos, ¿está claro? – bromeó y ordenó a la vez.
Sí – contestó con una risita sollozante y un intento de sonrisa en la cara mojada.
Bien – le quitó suavemente las lágrimas de la cara y le dedicó una suave sonrisa -, ahora vamos a ir al baño, vas a quitarte esas lágrimas y vas a lucir una gran sonrisa porque vas con nosotros, los dos chicos más guapos que hayan pisado Hogwarts – sonrió en respuesta a la débil sonrisa de su amiga, poniéndose serio de nuevo -. No vas a dejar ver a nadie que esas dos ratas que acaban de salir te han herido, ¿de acuerdo?
Sí – repitió ella, muy seria y con tono decidido -, pero vosotros iréis conmigo – ordenó, casi preguntó, con un brillo inseguro en sus ojos marrones -. He bajado la guardia porque pensaba que eran como antes, pero eso ya no volverá a pasar.
Por supuesto que no– afirmó el otro -, y no nos separaremos de ti, no te preocupes, somos tus sersegpers, ¿recuerdas? – bromeó dándole golpecitos en la espalda.
El bufido del gato de Hermione les sobresaltó y observaron con sorpresa cómo éste se levantaba de un salto del asiento en el que estaba descansando y miraba a la puerta.
Los tres pasajeros siguieron la dirección de la mirada del gato y suspiraron de alivio al encontrarla vacía. Sin embargo, pronto oyeron pasos ligeros que venían en su dirección y la chica castaña se desprendió de los brazos de los gemelos y se colocó de espaldas a la puerta mientras se secaba las lágrimas y se arreglaba utilizando el cristal de la ventana como espejo.
Los dos gemelos cruzaron miradas y se sentaron cada uno en los asientos enfrentados al lado de Hermione, preparados para saltar sobre el intruso a la menor señal de hostilidad que demostrara ante su amiga.
Resignados, comprendieron que, seguramente, ahora conocerían a lo más selecto de las amistades de su amiga y, quizá, entenderían su preocupación sobre las reacciones que iban a tener al verla de nuevo. Pese a todo lo que habían escuchado contar a su amiga, no tenían una buena opinión de los antiguos amigos de ésta pues no le habían visto recibir más que un par de cartas, una de ellas de sus padres.
El año anterior, en Durmstrang, lo había pasado mal, sobretodo porque había descubierto cosas sobre su familia de las que no informó a casi nadie, lo que le había valido burlas y desprecios por parte de casi todos los alumnos de la institución. Los profesores, típicos de la vieja escuela, no se preocuparon por la integración de una joven que provenía del mundo muggle, aunque ésta tuviera otros orígenes que había mantenido en secreto o fuese la novia de una famosa mundialmente estrella de quidditch.
Ellos dos, junto con el grupo que se habían formado en el colegio, siendo de los pocos que se pagaban el internado en sexto curso (los demás se aparecían en sus casas familiares a partir de tercero debido a las leyes búlgaras), la habían adoptado casi como a una hermana pequeña, cuidando de ella y ayudándola con los problemas que le surgían en la asignatura de Artes Oscuras, pues no la había dado nunca.
Ciertamente, ahora la conocían mejor de lo que podría llegar a hacerlo el tal Víctor Krum, que sólo se permitía hablar con ella un par de minutos al día, alegando la diferencia de cursos y sus entrenamientos. El comportamiento que mostró éste, a juicio de los hermanos, fue despreciable y mezquino, pues obligó a su novia a trasladarse a un ambiente totalmente diferente y cruel, ignorando más tarde todo lo que tuviese que ver con ella.
Como los hermanos mayores que se habían autoproclamado, Jared y Dereck Leyster, la habían consolado y aconsejado sobre su relación, optando como medida desesperada recordarle la existencia de una vida en Londres que había dejado y en la necesidad de que la retomara si Krum dejaba Durmstrang y cualquier otro tipo de estudio a favor del quidditch.
Vivir aferrada a una relación idealizada sólo haría más doloroso el final y, si de verdad debía funcionar, siempre podían retomarlo cuando madurasen los dos. Tal y como pudieron comprobar esta decisión de volver a Londres le había dolido más a Hermione que a su novio, quien, concentrado como estaba, en su futuro en el deporte de escobas, sólo le dio la razón y le comentó que se volverían a ver cuando ella aclarase sus sentimientos, buscando mientras tanto una chica entre las enemigas de la joven.
La reacción del jugador no había asombrado a ninguno, excepto a Hermione, y fue lo que determinó a la chica a huir de Durmstrang, el escenario de su mayor humillación, de vuelta a lo que ella denominaba el hogar, es decir, Londres y Hogwarts.
Por supuesto, como las nuevas constantes de la vida de la joven, la acompañaron en su reinserción en la sociedad londinense, pese a las protestas de la chica, que insistía en que no tenían porqué hacerlo.
El espectáculo de que habían sido testigos en el tren, sin embrago, les había convencido de que a ese colegio les faltaban algunas personas que pararan los pies a los antiguos compañeros de su joven amiga.
Mientras los gemelos se mantenían silenciosos hundidos en sus reflexiones y Hermione se quitaba todo indicio que pudiese conducir a la conclusión de que había llorado, los pasos que habían oído se acercaron directamente a su compartimento, pues era el último del tren y sólo se podía llegar hasta allí por propia voluntad. La curiosidad o el accidente no eran motivos o excusas suficientes para llegar hasta allí y por eso lo habían elegido.
¿Hola? – preguntó una voz familiar.
¡Liss! – exclamó Hermione mirando emocionada a la chica que se asomaba por la puerta -. ¡Has venido!
Hermi – suspiró aliviada la joven, abrazándose a la castaña -, te he buscado por todo el tren. ¿No había otro sitio más lejos? – se indignó la chica rubia, alta y de ojos verdes -, y, ¿acaso dudabas de que viniera? – preguntó curiosa.
Ya no sabía qué pensar – reconoció -, pero me alegro de que hayas venido.
Y yo de haber venido – sonrió alegre -, hola chicos – saludó a los otros dos pasajeros que la veían con una sonrisa.
Hermione se abrazó a ella como si fuera su osito de peluche personal y se sentó al lado de Jared, arrastrando a la recién llegada consigo sin que ésta emitiese ninguna protesta.
¿Qué ha pasado? – preguntó más seria al ver que su amiga no se separaba de ella.
Ha habido un percance con dos de sus antiguos compañeros – respondió Dereck rápidamente -, al parecer, todavía no perdonan que se fuera un año al extranjero.
Dejemos el tema – ordenó la aludida sin soltar el brazo de la chica rubia -, no vamos a pensar en ninguno de esos dos egoístas.
Los tres amigos intercambiaron miradas, comunicándose lo que no podían decir en voz alta, y la recién llegada ardió de furia al entender que había sido más grave de lo que daban a entender las palabras de su amiga.
Se fijó en la cara de la chica sentada junto a ella y distinguió las marcas de haber estado llorando, pese a que había hecho todo lo posible por disimularlas. Los ojos un poco rojos e hinchados, la respiración aún un poco entrecortada, el cabello liso despeinado... Eran señales que ella estaba acostumbrada a reconocer.
¿Han venido también los demás? – le estaba preguntando con gesto mimoso.
Claro – disimuló ella, prometiéndose interrogar a los gemelos en privado y elaborar una minuciosa venganza -, han venido todos.
Tampoco somos tantos – refunfuñó Dereck, ganándose miradas de reproche de las dos chicas y una divertida de su hermano.
¿Snake también? – inquirió ansiosa Hermione.
¿Qué importa Snake? – preguntó molesto Jared, obteniendo miradas divertidas de su hermano y de Liss y siendo ignorado totalmente por Hermione, que estaba atenta a la respuesta de su amiga.
Sí, Snake también ha venido. Creo que me venía siguiendo pero como está probando hechizos nuevos que se le ocurrieron en vacaciones puede que haya tomado rehenes para experimentar – comentó con una mueca de exasperación.
¿Hechizos nuevos? – se interesaron de inmediato los gemelos -, ¿cuáles? ¿has visto alguno?¿son útiles? – bombardearon a su nueva fuente de información con semblante ansioso.
Sí a todo, queridos – se oyó desde la puerta -. Son nuevos y muy útiles. Perfectos, de hecho, igual que yo.
¡Snake! – exclamaron Hermione y los gemelos.
A sus órdenes – respondió un chico un poco alto, pelirrojo y con los ojos dorados, luciendo una sonrisita satisfecha y prepotente mientras se frotaba las uñas de la mano izquierda, fingiendo examinarlas atentamente después -, sobretodo a las de las damas, por supuesto – terminó mirando fijamente a Hermione.
Las carcajadas de Liss al ver la cara de asco de su amigo Jared ante las palabras del recién llegado resonaron por todo el vagón, y la chica se mordió los labios avergonzada al darse cuenta de que los ojos de sus amigos estaban fijos en ella, mirándola sorprendidos.
Perdón – susurró enrojeciendo.
Querida – le indicó el pelirrojo con reproche -, acabas de quitarle todo el estilo a mi entrada.
Lo sé – reconoció con una risita -, no he podido evitarlo.
Bueno – se resignó -, supongo que no me queda más remedio que olvidarme del mundo del espectáculo si estás tú entre público – su expresión era tan exagerada que todos rieron, ganándose una mirada burlona de su amigo – y ahora, amigos míos, dejadme que os muestre mis nuevos inventos, que, al ser nuevos, son legales, os lo recuerdo – dijo sonriendo con satisfacción y un poco sádicamente.
Les doy de tiempo límite, como mucho, dos meses – comentó Liss a su amiga.
¡Disculpa! Olvidas que somos nuevos, me parece – protestó Snake -, aquí no nos conoce nadie...
Así que no sabrán dónde buscar – terminó Jared con una amplia sonrisa de satisfacción.
Estoy de acuerdo con vosotros – oyeron una voz susurrante y sombría -, no sabrán dónde buscar... hasta que abráis la boca y os delatéis.
¡Frank! - exclamó Liss - ¡menos mal que has venido! Tienes que controlarle mejor. Va a meterse en problemas, y caeremos todos con él, como siempre.
Lo siento, Lissette – se disculpó el chico rubio y de ojos verdes que estaba apoyado en el marco -, estaba con Joan, no tenía ganas de perder más tiempo.
Oh – suspiró Snake con una mueca burlona -, estoy emocionado, de verdad – remarcó al ver las caras de incredulidad de sus amigos -, ¿dónde has dejado a tu enamorada?
Comprando – respondió escuetamente volviendo a bajar la voz.
¿Aquí? – se asombró Hermione - ¿aquí hay tiendas?
¿Importaría eso con Joan? – susurró Snake, burlón.
No intervengas – amenazó con los ojos el chico rubio al oírle.
Al ver la expresión maliciosa que cruzó las caras de sus otros amigos cuando comprendieron lo susceptible que estaba su compañero, Hermione cruzó una mirada inteligente con la chica sentada a su lado y ambas comenzaron una charla trivial, hablando sobre el tiempo y las diferentes casas de Hogwarts, esperando la aparición de la pelirroja que faltaba en su grupo o una disminución de la tensión de Frank, que mantenía una lucha de miradas con el pelirrojo.
El tiempo pasó más rápido cuando Jared y Dereck intervinieron, preguntando al pelirrojo por sus nuevos inventos y hechizos. La conversación, tan limitada como hablar de quidditch en opinión de Hermione, derivó, claramente a sus nuevos compañeros y, al surgir el tema de los dos chicos que habían pasado a verla, Hermione escondió sus sentimientos y pensamientos detrás de la máscara de hielo que había perfeccionado durante ese año.
La aparición de la chica pelirroja desvió de nuevo el tema y, aparentemente, quedó olvidado por todos.
