Disclaimer: Todo personaje o situación parecida o igual a los libros pertenecen a J.K. Rowling, Warner Brothers y demás. Todo lo concerniente a costumbres sobre la gente del mar es propiedad mía, menos los nombres, que obviamente son de Rowling y todo lo que aparezca en cualquiera de sus libros.

Resumido: lo que reconozcas no es mío y lo demás sí.

Resumen: Tras una larga estancia en Durmstrang y muchos descubrimientos familiares, Hermione regresa a su hogar en Hogwarts y comprende que las cosas cambian, igual que las personas.

Primero de todo agradecer a Camille Potter por dejar review, muxas gracias guapa!!! y recordar a tol mundo q los reviews animan un monton, así q a ver si alguien m lee y m deja reviewww…

Capítulo cuatro: Durmstrang

El primer día de septiembre, tal como le habían comunicado sus padres, la llevaron hasta el puerto, donde esperaría la llegada del barco hechizado para ocultarlo de los muggles y los nacidos de éstos.

Era sobretodo por el hechizo, realizado hace cientos de años, por lo que no aceptaban a los que no eran descendientes directos de seres con magia en su interior. Era magia antigua y nadie había descubierto la manera de romperlo. Por supuesto tampoco les interesaba especialmente, pues todas las familias de magos puros, aquellas con siglos de antigüedad que no querían ningún posible contacto con el mundo muggle, ingresaban a sus hijos en Durmstrang.

Durante los días anteriores había ido varias veces al Callejón Diagon, con la esperanza de ver a sus dos amigos, que no habían respondido a ninguna de las cuatro cartas que les había enviado intentando explicarles todo lo que tenía permitido. Les había contado que tenía varios motivos para trasladarse, entre ellos el de Víctor Krum, que nuevamente se le había declarado formalmente, al recibir una carta de la chica comentándole que "sucesos recientes le habían descubierto una ascendencia mágica antigua y había preparado el traslado a Durmstrang, para profundizar sus conocimientos en áreas que no se impartían en su antiguo colegio".

Obviamente, Víctor se ofreció a acompañarla desde el puerto, ansioso por explicarle las historias de fantasmas y sirenas que habitaban el mar sobre el que se alzaba el acantilado que servía de base al colegio.

La despedida con sus padres fue emotiva pero Hermione aún se sentía herida por todo lo que había descubierto recientemente. Y sus padres lo notaron, no exigiéndole más de lo que espontáneamente les daba, proporcionándole su propio espacio.

Así que ahora, sentada al lado de Víctor, en la plataforma superior del barco, observaba extasiada las olas que se formaban a su alrededor. Oía cómo su nuevo novio le contaba leyendas relativas a las criaturas marinas y los monstruos que habitaban las aguas, orgulloso y despectivo del gran calamar de Hogwarts.

Notó cómo el movimiento de las olas, el suave sonido del barco cortando las aguas en su avance y la brisa, la arrullaban. Sintió el solo acariciando su piel y agotada por la noche en vela, se apoyó contra su novio con un suspiro. Se conmovió, enternecida, cuando notó la mano del búlgaro acariciaba su cabello y le susurraba palabras de amor en el oído, animándola a dormirse, pues él velaría sus sueños.

Y se durmió, profundamente, arrullada por el mar y el amor.

Se despertó al sentir un suave beso en su mejilla.

"Hermione, princesa, despierta" el timbre grave de la voz le pareció tan cálido que se acurrucó más cerca del cuerpo a su lado, "preciosa, abre los ojos. Vamos a llegar enseguida y la entrada no te las puedes perder."

Abrió los ojos lentamente, irguiéndose y sonriendo somnolienta al chico moreno que le devolvía la sonrisa.

"Hola."

"Buenas noches" – dijo acariciándole el pelo cariñosamente. "¿Has dormido bien?"

"Sí" enrojeció al ver a su novio reprimiendo la risa bajo el cielo tachonado de estrellas. "¿Cómo se organiza el colegio?" preguntó intentando desviar la atención de su siesta.

"Como te contaba antes de que cayeras dormida entre mis brazos" comenzó aumentando la mortificación de su novia "Durmstrang separa a sus alumnos por sexo y magia."

"¿Magia?"

"Magia" confirmó "cuanto más poderosa es la magia, más poderosa será la casa a la que irás. Y según el poder de tu magia se te destinará un horario de clases u otro."

"Pero eso no es muy justo."

"Nada en la vida es justo" replicó con un encogimiento de hombros, indiferente.

"¿Cómo son las casas?"

"No lo sé. Al menos no todas. Está prohibida la entrada de los habitantes de una casa a otra que no sea la suya propia, y no te puedo comentar nada de la mía hasta que te seleccionen."

"¿Cómo es la selección, entonces?"

"Muy corta. Te llaman, te hacen un pequeño corte y con una poción identifican tu poder con un color. En teoría pueden salir dorados, plateados y los colores normales, en escala."

"¿En teoría?"

"Sí. Nunca han salido negros, morados o dorados."

"¿Por qué?"

"Demasiados poderosos, llevan mucha magia en la sangre. Son los que salen cuando se le somete a prueba a gente como tu amigo Potter, creo."

"Como Voldemort."

"Sí, herederos de magos muy antiguos y poderosos"

"¿Y cuántas casas hay?"

"Tres. Zyklon, Gewitter y Regen. Desde el plateado al azul oscuro van a Zyklon, desde el azul al rojo a Gewitter y del rosa al blanco a Regen. Pero de vez en cuando el poder de un alumno aumenta y a petición de algun profesor se le somete de nuevo a una prueba. Aunque sólo si antes estaba en algún color límite."

"¿Y el dorado, el negro y el otro?"

"¿El morado?" tras el asentimiento de la castaña continuó "No se han dado casos, aunque supongo que irían a Zyklon."

"¿Ningún caso?"

"No. Aunque creo que se creó un lugar, como casa, pero no se si sobrevive ni su nombre."

"¿No tenéis un libro como el de Hogwarts: Una historia?"

"No, y no es necesario. Sabemos todo lo que hay que saber. Nunca investigues algo que no quiere ser sacado a la luz" cortó bruscamente "¡Mira!" exclamó entusiasmado, olvidada su orden anterior y la ira de la castaña ante ésta "¡la entrada de la sirena!"

"¿Qué?" su pregunta sorprendida fue silenciada por la mano de su novio, que le tapó la boca y le señaló un acantilado que se alzaba misterioso entre la oscuridad nocturna.

"Durmstrang" susurró emocionado "y hoy parece que iremos por la entrada de la sirena."

"¿Sirena?" preguntó también en un susurro.

"Sí, no se muestra, así que nadie sabe si es selky, merrow o una sirena griega, pero escúchala. Es hermosa."

Obedeció, escuchando atentamente los sonidos del mar y, débilmente al principio, más audible después, percibió un canto suave, de una sola persona. Por instinto supo que la canción hablaba sobre una búsqueda fallida y una inmortalidad sin amor y en soledad.

Conmovida y desolada, compartiendo el dolor de la sirena que cantaba solitaria, dejó que las lágrimas que aún retenía desde que supo qué era bajasen libres por sus mejillas y, olvidando al chico que estaba a su lado y la miraba sorprendido, se unió lentamente al canto, aun sin palabras y sin entenderlo del todo, pero con la impresión de que no ignoraba tanto como creía.

De repente empezaron a surgir palabras en su cabeza, como recuerdos fragmentados de sus padres enseñándole a cantar, y con seguridad, olvidando dónde se encontraba, alzó su voz hasta encontrar armonía con la otra, aún con lágrimas e los ojos.

Bruscamente, al traspasar la entrada al puerto del colegio el canto cesó, y, con él, también calló Hermione.

"Hermione" susurró con reverencia el moreno, "¿qué es lo que…?"

"No lo sé" reconoció la chica, secándose las lágrimas tras su vuelta brusca a la realidad. Miró a su alrededor y encontró todas las miradas fijas en ella. Recordando el momento en el Torneo de los Tres Magos en los que, por un rumor malintencionado, fue el centro de la atención de todo el colegio, enrojeció, avergonzada.

Los brazos cálidos de su novio la abrazaron, estrechándola contra él.

"¿Por qué llorabas?"

"Era una canción muy triste" sollozó recordando.

"¿Sabes que significaba?"

"Sí, hablaba de una búsqueda imposible y soledad."

"Pero… ¿cómo?"

"No lo sé" gimió contra el hombro del chico, escondiendo su cara llorosa de las miradas de los tripulantes.

"Tranquila princesa" arrulló, suave, el moreno, "no te preocupes" terminó sin dejar de acariciarle el pelo y fulminando con los ojos a todo el que miraba a su novia, "recuerda que ahora es la selección. No dejes que la gente te amilane. Eres una Gryffindor, después de todo" animó logrando arrancarle una sonrisa a su novia.

La chica se quitó las lágrimas y esbozó una sonrisa que, al ser correspondida por su novio, se ensanchó y se irguió, orgullosa, sin mirar a nadie hasta que bajó del barco, con la cabeza en alto, delante de su compañero.

Sabía gracias a su experiencia con los Slytherin, en concreto de Draco Malfoy, que el orgullo era una de las pocas cosas por las que te podías hacer respetar, así como la pureza de la sangre, la antigüedad de la familia o el poder mágico. Y, sin embargo, no servía de nada sin el orgullo.

"Buenas noches, alumnos" saludó suavemente una voz femenina, alzándose en el silencio nocturno. "Los nuevos estudiantes deberán acompañarme hasta la sala principal. Los demás sabrán llegar por sus propios medios, supongo."

"Hermione" llamó en un susurro el chico "esa es la profesora Ariana Rea. Dicen que tiene orígenes griegos" comentó llamando la atención de su novia, que se dio cuenta de que ni siquiera había preguntado a sus padres el nombre de su antigua amiga. "Es muy estricta, así que ten cuidado."

La chica asintió, con un movimiento rápido y casi imperceptible y siguió a la profesora, siendo, a su vez, seguida por los alumnos nuevos en el colegio. Comprendió, por los murmullos y las miradas, que era poco común que llegase una alumna nueva a un curso superior y decidió que no se dejaría utilizar como blanco para los ataques, como pasaba en Hogwarts. Tenía una oportunidad para comenzar de nuevo y no la iba a desaprovechar.

Caminaron por el puerto hasta llegar a una roca pulida por el mar que, a un toque de la varita de la mujer, de abrió dejando a la vista un pasaje tallado en la roca que se hundía en el interior de la tierra. La profesora paró a un lado de la entrada

"No hay nada como el miedo para conseguir resultados. Esta es la primera lección que se os enseñará en este colegio" afirmó. "Este pasaje se hunde muy profundamente en la entrañas de la tierra, bajando, como comprenderéis, por debajo del nivel del mar. La presión cuando la roca esta cerrada mantiene el agua fuera de los túneles y algunas rocas forman una barrera natural, aunque débil. El túnel principal está señalado de diferentes formas. Una pintura imborrable, una marca mágica, un sello de sangre" sonrió al ver las caras pálidas de los más jóvenes "y si os perdéis, nadie podrá encontraros. Una vez entréis será responsabilidad vuestra salir antes de que el agua inunde los pasadizos. Por supuesto no hay antorchas y no se cerrará esta puerta, aunque tampoco se os permitirá salir por aquí. ¿Alguna pregunta?"

Un niño pálido, rubio y con los ojos oscuros alzó decidido la mano y habló en cuanto la profesora le dio una señal de permiso.

"Profesora Rea" empezó fingiendo seguridad pero con un casi imperceptible temblor en la voz, "¿hay alguna salida además de la que conecta el túnel principal?"

"Nadie lo sabe" respondió indiferente, "pero si os perdéis y lográis salir se os premiará debidamente. Y se sellará la salida, por supuesto. ¿Algo más?"

Nadie más abrió la boca y la profesora continuó sin más interrupciones.

"En ese caso, empecemos. Entraréis de uno en uno y según lleguéis se os someterá a la selección. Valen todo tipo de hechizos y, por lo que sabemos, no hay más peligros que la subida de la marea."

"¿Por lo que sabéis?" preguntó irónicamente la chica más mayor, incrédula ante la indiferencia de la mujer ante el peligro de los niños.

"¿Algún problema señorita?" inquirió bruscamente la profesora en respuesta "¿no se ve capaz de llegar hasta el final?"

"Por supuesto que sí" afirmó ella, "es un juego de niños" puntualizó dejando que ganase su orgullo a su razón.

"¿Eso piensa? En ese caso, y teniendo en cuenta que es usted la última me encargaré personalmente de aumentar la dificultad de su prueba."

La joven es estremeció imperceptiblemente ante la amenaza pero no dejó que su expresión variara en ningún momento. La expresión asustada de los niños, sin embargo, la conmovió y se prometió ayudar a todos los perdidos que encontrase en su camino.

"¿Y de qué manera piensa hacer eso, profesora?" preguntó burlona, en una imitación perfecta de los modales sarcásticos del rubio Slytherin que le había amargado la existencia.

"Sólo se efectuarán dos modificaciones, no se preocupe. Al fin y al cabo viene de Hogwarts y todo el mundo sabe cómo es la educación con Dumbledore de director."

"Estoy de acuerdo" sonrió la chica arrastrando las palabras, "es perfecta" amplió su sonrisa ante el ceño fruncido de la mujer, "pero no ha respondido a mi pregunta, profesora."

"Se borrarán las señales que marcan el túnel principal y se quitarán los sellos a las antiguas salidas. Se dejará paso libre a toda criatura que quiera entrar."

"Una imitación exacta del laberinto del minotauro" reflexionó en voz alta, pensativa.

"Casi, señorita, pero un ovillo de hilo no le servirá de nada, pues no podrá volver a salir por aquí."

"Ciertamente, profesora" concedió con un movimiento indiferente y orgulloso.

"Bien. Basta de preguntas. Quien no haya llegado a la sala de selección cuando deba entrar la señorita Granger, se encontrará en su misma situación" advirtió con una sonrisa maliciosa en dirección a los pálidos rostros de los alumnos.

Nombró uno por uno los nombres de los alumnos, obligando a entrar a los más reticentes pero sin comentarles nada de los posibles hechizos que podrían utilizar. Atónita, vio cómo una de las niñas más pequeñas, que se negaba a entrar en la cueva porque tenía miedo a la oscuridad, era empujada si compasión al interior con sólo unas palabras acompañándola "el dolor te hará fuerte, si no te mata antes" que sólo hicieron más fuertes los sollozos infantiles.

Cuando no quedaba nadie aparte de ellas dos se cruzaron desafiantemente la mirada, ambas dispuestas a demostrar su superioridad frente a la otra. El silencio tenso que mantenían lo rompió la voz dura de la mujer más mayor.

"No olvide que las sirenas son hostiles con los que no saben su idioma" rió maligna al ver el desconcierto en los ojos castaños "y que, por lo que sé, no ha sido aún presentada" y riéndose la empujó al interior y se alejó tras poner un encantamiento repelente en la roca.

La oscuridad la acogió cuando se enderezó dentro de la red de túneles. Oía algunos débiles lloros y, aunque en realidad no creía que la prueba de admisión fuera de verdad, se compadeció de los niños que habían sido obligados a entrar.

Sacó su varita en un movimiento rápido, experto, resultado de todas las aventuras y prácticas que había hecho con sus amigos y pronunció el primer hechizo con voz firme y sangre fría.

"Oculus lumen nocturnitas"

Su visión se clarificó hasta ver todos los detalles del lugar en que se encontraba. Un cruce, cuatro caminos y todos iguales.

"Evidens aequus"

Pronunció el conjuro con voz clara y sujetó la varita con menos fuerza. Una vez pronunciado el hechizo la varita se encendió durante un momento. Ligeras llamas verdes rodearon su mano y sintió frío. Apuntó a cada uno de los pasillos observando las variaciones de tonos verdes del fuego mágico que cubría su mano.

"Finite Incantatem"

Sus palabras, casi formadas con desgana, extinguieron las llamas, pero ahora sabía a qué pasillo debía dirigirse. El hechizo para detectar desnivel, encontrado en un viejo libro de la biblioteca de Hogwarts por fin demostraba su validez. Caminó con la cabeza en alto por el segundo túnel empezando por la derecha con los dedos cerrados firmemente alrededor de la varita, muy consciente de que se habían abierto las entradas selladas.

Caminó durante lo que le pareció una eternidad antes de ver un resplandor. Supuso que había llegado al final del recorrido y la decepción la inundó, al menos la concentración en la prueba la había alejado de sus otros problemas.

Entró a través de un estrecho pasillo a la sala de donde provenía la luz. No era su destino concluyó con un solo vistazo. Ante sus ojos se abrían otros tres túneles y maldijo al creador del laberinto porque ya se había enfrentado a diez cruces, con un número distinto de pasadizos e inclinaciones diferentes. No deseaba orientarse con la magia. Era posible, por supuesto, pero ella sabía cinco formas de alterar esa percepción y era sólo una estudiante. Prefería hechizos antiguos, cuyos contrahechizos, si alguna vez habían existido se habían perdido en la neblina del olvido.

Oyó un gemido suave, casi a su espalda y se giró bruscamente, en posición de ataque, recriminándose haber bajado la guardia.

Acurrucada, con la varita entre sus manos unidas y la cabecita rubia agachada, estaba una de las niñas a quienes había obligado a entrar la profesora Rea y que antes le había llamado la atención por su aspecto frágil y su baja estatura. De alguna forma le había recordado a su amigo Harry, que había crecido en un hogar sin amor donde le maltrataban.

"Niña" murmuró lamentándose de tener tan poca práctica con los niños pequeños.

Observó asombrada como la pequeña se encogía más aún, semejando un ovillo de oro, pues su pelo, antes recogido, se había soltado en una larga cascada dorada, suave y brillante.

"No tengas miedo, niña" insistió con tristeza al ver su reacción. "¿Te has perdido?" preguntó agachándose ante ella y levantándole la barbilla.

Se sobresaltó al ver unos ojos blancos que la miraban como muertos, en vez de los alegres ojos azules que habían visto al bajar del barco. Se apartó de un salto, esquivando por poco espacio la mano de la criatura, que tenía uñas muy largas. Vio alarmada como su boca se deformaba hasta alcanzar un tamaño imposible y los dientes crecían. La cabellera rubia que había admirado unos segundos antes cayó al suelo en mechones desordenados y no pudo dejar de notar el aguijón móvil que antes estaba oculto y que ahora veía surgir de la nuca de la criatura en una infame parodia de un escorpión. Paralizada, gritó el primer hechizo de defensa que se le ocurrió.

"Solum lamnia"

Al momento una lámina semitransparente que brillaba cegadora en medio de luz pura se materializó entre la criatura y ella. Inmediatamente escuchó un tétrico chisporroteo y llegó a su nariz el olor a carne quemada. Cuando disminuyó la intensidad de la luz, que por un momento había cegado sus ojos modificados mágicamente, vio en el suelo la figura de la criatura aún con el aguijón moviéndose débilmente.

Aún incrédula ante lo que había visto decidió que no podía dejar que esa criatura vagase por los túneles, en libertad. Decidió encontrar a la niña, pues si el savyrión había adoptado su aspecto es que debía estar prisionera en el nido de éste.

Nunca había visto a una de estas criaturas tan de cerca y mucho menos las habían estudiado. Agradeció durante un segundo haber estado enamorada del inútil de Lockhart, pues sólo había leído más sobre estas criaturas tras leer una de sus aventuras, robada, por supuesto, pero muy interesante.

"Necto funis"

Una vez atada la criatura, decidió buscar a la niña. Observó cuidadosamente la figura postrada frente a ella y valoró los riesgos que podía entrañar cada uno de los hechizos de búsqueda. Las mentales quedaban descartadas, pues ni siquiera conocía a la chica, las personales también, pues no poseía nada suyo. Debía buscar el nido, concluyó con pesar.

Transfiguró una piedra en una espada afilada y ligera y con un solo movimiento abrió una herida en la piel del monstruo. Tocó con la varita la sangre residual en la hoja de la espada, totalmente adversa a acercarse a la criatura, aun cuando la había atado ella misma. Recordaba de sus lecturas que los savyrión marcaban sus nidos con su propia sangre así que sólo había un hechizo que podía utilizar.

"Animadverto l'abscondo cruor"

Rezó en silencio para que la criatura a sus pies no tuviese pareja mientras avanzaba en la dirección que le marcaba su varita a través del calor.

Recorrió varios túneles y atravesó varias salas vacías. Le llamó la atención un pañuelo rojo, dejado en forma de flecha que se atravesaba en su camino. Frunció el ceño mientras intentaba recordar a quien pertenecía. Se le iluminó el rostro al recordar que era del niño rubio que había sido "insolente" con la profesora haciendo preguntas. Había sido de los últimos en entrar y sus miradas se habían cruzado aunque en el momento no le dio importancia. Ahora entendía el significado de la mirada. Le estaba marcando el camino.

"Signum" murmuró señalando con la varita el túnel que señalaba el pañuelo.

Una vez encontrara a la niña volvería hasta el hechizo señalador con un hechizo de seguimiento, seguiría el túnel y le agradecería al niño su ayuda. Mientras pensaba en cual sería la mejor forma de hacerlo sin levantar las sospechas de la profesora Rea el olor a sangre y un aumento perceptible de temperatura en su varita le advirtieron que estaba ya muy cerca del nido del savyrión y preparó su varita y una lista de hechizos útiles en su cabeza.

"Ego levitas"

Con el hechizo de levitación se asomó lentamente, con cautela, por el agujero que se abría sobre su cabeza, en el techo del túnel. Observó a su alrededor atentamente, aun con sólo la cabeza fuera del túnel y exhaló un suspiro inaudible de alivio.

La niña se encontraba inconsciente a sólo unos pasos y no se veían rastros de una posible pareja. Renuente a salir totalmente, quedando a merced de toda criatura del nido, decidió usar uno de los hechizos de invocación más fuertes, consciente de que el usual "accio" no era uno de los más fuertes.

"Precor liber" pronunció con voz clara, utilizando el apelativo de niño para darle más fuerza al hechizo, casi riéndose de su propia paranoia.

"Accio" se oyó al mismo tiempo desde su derecha.

La fuerza del hechizo de la chica castaña, mayor por la forma en que lo había realizado, venció al otro hechizo y, cuando la niña se encontró entre los brazos de la chica, ésta volcó toda su atención en la figura medio oculta entre las sombras del nido que era una agrupación de ramas, troncos de árboles muertos y cadáveres en estado de putrefacción.

"Dame a la niña y sigue tu camino" ordenó un hombre mayor mirándola severo.

"No" respondió secamente Hermione.

"Te estás retrasando y dentro de media hora sellarán los túneles porque subirá la marea demasiado deprisa. Dame a la niña y vete mientras tienes tiempo"

"No"

"¡Estúpida!" gritó enrojeciendo de furia el hombre saliendo de las sombras y mostrando un cabello rubio y unos ojos verdes que la miraban relampagueantes. No debía tener más de 25 años, supuso la chica al ver sus rasgos aún jóvenes. "¡Dame a la niña!"

"No"

"Tú lo has querido" amenazó tomando la postura reglamentaria de duelo. "¡Expelliarmus!" gritó sin preámbulos.

"¡Protego!" respondió ella.

"¡Incendio!"

"¡Acqua rumpo! gritó ella haciendo un escudo de agua a su alrededor que interrumpiese el fuego. El escudo se pegaba a su cuerpo y al de la niña que aún sostenía contra sí con el brazo izquierdo como una segunda piel, tal como había leído que pasaría y la sensación refrescante despertó a la niña de la inconsciencia. "¡Confundo!" gritó antes de desaparecer por el agujero, muy consciente de que, si lo dicho por el hombre era cierto, el tiempo se le acababa.

Sabía que el hechizo había funcionado, oía los ruidos del hombre, seguramente confundido por el hechizo desorientador. Llegó al suelo antes de terminar con el hechizo de levitación que había seguido utilizando y conjuró el seguimiento del hechizo señal que había colocado antes en el túnel del pañuelo.

"Signum sequax"

Esperaba no equivocarse en sus deducciones, pues si iba por el camino incorrecto podría no volver a salir de la red de túneles.

Llegó rápidamente hasta el pañuelo, cargando a la niña que todavía seguía atontada. Recogió el pañuelo en un movimiento rápido y siguió corriendo en la dirección que indicaba.

Paró un momento al llegar a un cruce con diez túneles. No había ninguna señal visible, el hechizo nivel no mostraba diferencias y el hechizo de visión en la oscuridad empezaba a desvanecerse. Llevaba ya tres horas en los túneles.

Observó con atención los arcos tallados de cada pasadizo. Todos tenían las mismas figuras y sólo variaban los números tallados en la parte superior. Eran números romanos, lo que no le extrañaba, pero parecían ser discontinuos, casi elegidos al azar, pues, empezando por la derecha eran: I, II, III, VI, VII, VIII, X,  XI, XII, XIII.

Frunció el ceño, pensativa, e inmediatamente después se recriminó a sí misma dejar que la preocupación nublase su juicio. Todos los números eran parte de una serie clara salvo la séptima cifra, X, así que era obvio por cual debía ir.

"Séptima puerta, la prohibida" murmuró para sí, recordando una adivinanza extravagante que había leído en el libro Textos Incomprensibles recopilados por Hannette Bestine. Le había gustado porque estaba escrita en una mezcla de inglés, francés y español, cambiando de idioma casi cada verso, y la había escrito en su diario, dispuesta a encontrarle un significado.

"Hola" oyó una voz suave.

Bajó la mirada a la niña que seguía abrazada a ella. Vio sus rizos rubios, los ojos azules temerosos y la sonrisa tímida y vacilante que esbozaba.

"Hola, ¿cómo estás?"

"Bien, ¿se ha ido el bicho ese?" preguntó volviendo la cabeza con miedo.

"S

"¿Dónde estamos?"

"A punto de salir, espero"

"¿Vamos a salir?" preguntó emocionada la pequeña.

"Claro"

Dos bracitos se apretaron en torno a su cuello y una mejilla suave se apretó contra la suya. Notó como se enternecía al notar que la niña le daba un beso y escondía la cabeza en su hombro.

"Tengo un poco de miedo" confesó susurrante.

"Todo va a ir bien" le aseguró acariciándole la espalda y caminando por el séptimo túnel.