Cap. 2 – Un significativo amuleto
La silueta de la mujer seguía sumida en sus recuerdos y contemplando aquel amuleto que le daba tan buenos recuerdos de tiempos mejores.
"Pero lo perdió..." - empezó a pensar la abogada.
-¡Hola! ¿Hace tiempo que me esperabas?
El niño del día anterior había llegado finalmente. Por su cara sudorosa se podía saber que había venido corriendo.
-Bueno...diez minutos.
-Lo siento. Es que a mi padre le acababan de llamar por un robo en una joyería y si no hubiera pasado, me hubiera traído. Yo les estaba esperando a él pero van y le llaman.
-No pasa nada.
Después de un silencio algo incómodo, los dos niños se pusieron a jugar tranquila y plácidamente por el parquecillo.
Una hora más tarde, se sentaron cerca del gran árbol que había en el parque.
-¡MIRA! – dijo Eri señalando algo que
estaba acurrucada cerca del árbol.
-Si es una hoja... – replicó Kogoro decepcionado.
-No, no. Eso no. Un poco más allá de esa hoja. ¿Lo ves? – volvió a
insistir Eri empujando a Kogoro para que lo viera mejor.
-Es un pajarito...pero...¿qué hace en el
suelo?
-A lo mejor está enfermo...
-Creo que tiene el ala herida... – contestó Kogoro cogiendo al débil pájaro.
El pájaro le miró con tristeza, como queriendo decir que le curara, a lo que Kogoro le respondió con una sonrisa.
-Pronto estarás bien...¡¡vamos a mi casa a curarle!! – dijo emocionado el niño.
Los dos niños se fueron a casa de Kogoro. Cuando entraron, el olor del día anterior permanecía en el ambiente. Seguía habiendo gran cantidad de colillas bebidas alcohólicas por los suelos.
-Sigue igual de sucio que ayer...
-Ya te dije que tiene mucho trabajo mi padre. – replicó un poco molesto el niño.
Ambos entraron en el baño de la casa.
-Bueno...creo que las vendas para poder
curarle están en el armario de allí arriba pero yo no llego...
-Ni yo... – dijo la niña mirando el alto armario – Quizá si nos subimos
uno encima del otro lo podamos coger...
-¡Es verdad! ¡Buena idea!
Dicho esto, Kogoro dejó al animalillo en una repisa. Cogió un taburete y lo puso al lado del armario. Acto seguido se subió a él.
-¿Y cómo lo hacemos? No somos tan fuertes
como para poder sujetarnos...
-Mmmm...¡ya sé!
El niño salió corriendo hacia la cocina sin decir nada más.
-"¿Qué habrá pensado?" – se preguntaba Eri.
-Al cabo de segundos volvió Kogoro con una escoba en la mano. Se subió de nuevo al taburete y utilizó la escoba para hacer caer el botiquín pero, en vez de eso, se cayó él del taburete.
-¡Kogoro-kun! ¿Te has hecho daño? – acudió a ayudar a Kogoro la niña.
-No...estoy bien. Tenemos que ayudar al pajarito cuanto antes o se morirá. No te preocupes por mí y consíguelo tú. – dijo Kogoro haciéndose el valiente.
-¡Lo conseguiré! – dijo triunfalmente Eri.
Se subió al taburete, cogió la escoba y probó de hacer caer el botiquín como Kogoro. A la décima vez de tambalear la escoba, el botiquín cayó. Y, desafortunadamente (xD), encima de Kogoro.
-¡AUCHHH! – gritó de dolor el niño.
-¡Kogoro-kun! ¡Perdona! ¿Te duele mucho? – dijo veloz la niña tocándole el lugar del brazo donde le había caído el botiquín.
-No... – dijo de nuevo haciéndose el valiente – Salva al pajarito...
-De acuerdo. No te mueras. En cuanto cure al pajarito, vendré a ayudarte.
Eri salió del baño y fue a buscar la repisa donde habían dejado el pajarito.
-Pronto estarás bien...
La niña comenzó a ponerle vendas alrededor del ala y al cabo de cinco minutos el animal era un cúmulo blanco de tantas vendas como le había puesto.
Entonces llegó el padre de Kogoro.
-¡Hola, Eri! ¿Qué tal? – dijo mirando a la niña, después vi al pájaro - ¿Estás curando a un pajarito? Pero le has puesto demasiadas vendas...así no podrá respirar.
El hombre comenzó a quitarle vendas y al cabo de unos segundos el pájaro pudo respirar.
-¿Y Kogoro? – le preguntó a la niña dándose cuenta de que no estaba.
-Está en el baño...me ha dicho que salvara al pajarito.
-¡KOGORO! ¿Otra vez haciéndote el valiente? Así no durarás mucho...
El padre del niño comenzó a ayudar a su hijo a levantarse. También le puso algunas vendas.
-Así aprenderás a no hacerte el valiente, Kogoro. – decía Kyosuke sonriendo al pequeño.
Al cabo de un rato los tres volvieron al parque con el pájaro. Eri y Kogoro estaban algo tristes. Sabían que tenían que despedirse del animalito.
-Ahora tenemos que soltarlo. Tiene que irse con su familia y seguir su vida... – comenzó a decir el hombre mirando tristemente a los dos niños.
-Sí...-dio como respuesta el niño algo triste.
Entonces, los dos niños se pusieron a llorar.
-¡No quiero que se vaya! ¡Le hemos curado! El quiere estar con nosotros. ¡Es nuestro!
-Vosotros lo encontrasteis y lo curasteis. Ahora lo mejor que podéis hacer es dejarle marcharse. Él estará muy agradecido. Seguro que algún día volverá. – Kyosuke animaba a los niños.
-Está bien. – dijo resignada Eri.
-¡Adiós pajarito! Espero que vuelvas algún día – dijeron al unísono los pequeños mientras soltaban el pájaro.
Pasaron dos años de juegos y diversión pero también de ir al colegio juntos. Eri y Kogoro seguían quedando para ir al parque.
Aquel día, Eri era la que llegaba tarde. Le había pasado una cosa algo extraña. Un pájaro delante de su casa parecía aguardarla. Llevaba algo en el pico. Eri miró al pájaro, que llevaba una venda sucia, y se dio cuenta de que SÍ que le estaba esperando. Decidió coger lo que llevaba en el pico. Era un trozo de hierro con forma esférica. Lo observó detenidamente. No había nada escrito pero le pareció muy bonito.
-Gracias, pajarito. Supongo que este es nuestro premio por haberte ayudado aquel día. – dijo Eri acariciando al animal.
El pájaro piuló y salió volando.
Después de contarle la anécdota a un atónito Kogoro, éste exclamó:
-¡Qué agradecido! Seguramente era de alguien y, cuando volvió con su dueño, éste quiso dar las gracias a quien salvó a su pajarito y nos supo encontrar de alguna forma. ¡Qué inteligente! A ver, ¡déjamelo ver! – dijo Kogoro arrebatándole de las manos el medallón - ¡Qué bonito! Pero no tiene nada escrito...¡ya sé!
Sin decir más palabras, comenzó a escribir algo con una piedra cercana sobre el hierro.
-¿Qué pones? – preguntó con curiosidad la niña.
-Pues...como le ayudamos nosotros, pongo el día en que nos conocimos, el día que se conocieron los salvadores del pajarito. – contestó sonriendo Kogoro a la niña.
-¿Y qué nombre le pondremos?
-"Mouaki", sin lugar a ludas. – contestó Kogoro tranquilamente.
-¿"Mouaki"? – preguntó Eri sin entender nada.
-Sí, Mouri y Kisaki. Tú y yo. ¿Te parece bien?
-Vale. – contestó sin más preámbulos la inocente niña.
Pasaron los días y los niños se iban intercambiando el hierro (que habían convertido en amuleto) por días. Aunque lo encontró Eri, a Kogoro le encantaba y casi siempre lo llevaba él. Se había encariñado. Eri siempre se enfadaba porque ella había sido quien lo había encontrado y tenía más derecho a llevarlo ella, o eso decía. Pero, a medida que pasaron los meses, le iba importando menos.
Cuando se enfadó de verdad fue cuando Kogoro perdió el preciado objeto. Ambos lamentaron la pérdida pero el chico le prometió que, cuando lo encontrara, se lo devolvería.
Y así, pasaron los años. Ambos chicos tenían ya 17 años y seguían tan amigos como antes. Pero había diferencias entre ellos. Se llevaban como el perro y el gato pero en el fondo se apreciaban mucho, al fin y al cabo, eran amigos de la infancia. Aunque, la verdad, los dos estaban enamorados. Claro que para reconocerlo les llevó lo suyo. Pero cuando sucedió, todo fue muy rápido.
Aquel fue uno de aquellos días que llovía a raudales. Kogoro y Eri acababan de salir del instituto pero, como ninguno llevaba paraguas, estuvieron ambos aguardando que parara un poco la lluvia. Eri temblaba muy a menudo (con los uniformes que llevan...xD) y parecía meditabunda. De vez en cuando se sonrojaba al pensar que estaba a solas con Kogoro. Éste, al ver que la chica seguía temblando, se quitó la chaqueta y se la puso por los hombres a Eri. Ésta se sonrojó totalmente al instante y el chico, al percatarse, también. Ambos se quedaron mirándose, se acercaron y...se dieron un dulce beso.
Después de esto, Kogoro decidió decirle lo que le había tenido preocupado últimamente.
-Te quiero mucho. Más que a nadie del mundo.
Esto le hizo sonrojarse más todavía a la chica y Kogoro aprovechando la oportunidad, le puso un anillo de compromiso en el dedo.
Eri se sonrojó más todavía (si se podía) y Kogoro también. Ambos quedaron envueltos en un tierno abrazo y un apasionado beso.
Al cabo de meses aquella joven, feliz y enamorada pareja se casó. Tuvieron una hija muy guapa que se parecía mucho a su madre. Le llamaron Ran.
Kogoro, para estos tiempos, era policía y trabajaba con el inspector Megure.
Un día que Eri fue a buscar a Kogoro a las oficinas, un hombre armado con pistola agarró a la mujer amenazándola con la pistola. Kogoro disparó a la pierna de su esposa, ante la asustada mirada de su hija Ran.
Después de esto y de conseguir que el secuestrador se fuera con las manos vacías, la familia volvió a casa y Eri preparó una "deliciosa" comida para su esposo, que le había salvado la vida. Pero éste, rechazó la comida alegando que era horrible. La mujer, ofendida, se fue de la casa y se hizo abogada. *
"Desde entonces han pasado diez años. Desde que aquel hombre insensible insultó la comida que hice con todo mi amor..." – pensaba con rabia la mujer.
"Debería divorciarme y rehacer mi vida..." – siguió pensando Eri observando todavía el amuleto.
Entonces, la mujer se percató de que dentro del paquete había una nota.
"A ver..."
"Por fin he encontrado tu amuleto, aquí
te lo envío.
Ven mañana a la oficina a las 3 de la tarde.
Tenemos que hablar."
Después de leer la nota con horrible caligrafía, una silenciosa lágrima (¿de tristeza o alegría?) cayó por la mejilla de la mujer.
"Finalmente, se ha decidido a hablar sobre el divorcio..." – pensó la mujer sin dejar ver sus sentimientos.
Fin del segundo capítulo.
¡Hola! Aquí estoy de vuelta a las andadas... Bueno, la verdad es que no sé si dejar esto como final o continuarlo...¿qué me sugerís?
Bueno, espero que os haya gustado este capítulo ;)
Ya sabéis comentarios, sugerencias, etc. a mi email.
*Este párrafo alude a la segunda película. Si la has visto seguramente lo entenderás mejor. Si tienes alguna pregunta al respecto, escríbeme.
