Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.
Síntesis: Tomoyo Daidouji estaba decidida a demostrarle al hombre que la había dejado prácticamente plantada en el altar que no era una mujer predecible y aburrida, así que el día que debió haber sido el de su boda decidió dejar a un lado su imagen de chica recatada y prudente, y transformarse en una mujer salvaje y liberal, auque solo fuera durante una noche. Su objetivo: seducir a Eriol Hiragizawa, un extranjero irresistiblemente guapo… que precisamente andaba buscando una chica recatada y prudente con quien establecer una relación permanente…
"Ocurrió una noche"
Por Lady Verónica Black.
(Fic Reeditado)
Capitulo Uno
Una Noche Especial
-"Te dije que no iba a ser capaz de hacerlo."
-"Lo sé, lo sé..."
Tomoyo Daidouji hizo una mueca de burla a sus hermanas… que, por cierto, parecían haber pasado de ser dos a cuatro.
¿Qué era lo que le habían hecho beber? No lo recordaba con exactitud. Recordaba, eso sí, que entre ellas habían discutido si debía ser un kamikaze o un pájaro loco, algo en consonancia con la misión de aquella noche: la transformación de Tomoyo en una mujer liberal y salvaje. Aunque lo que no podría decir era si al final había tomado uno de los dos, o ambos.
-"Una mujer capaz de liberarse le tocaría el trasero la próxima vez que pasase por aquí -dijo Anjû, señalando la cabeza del joven que le había llamado la atención a Tomoyo-. Así que eso es lo que tienes que hacer si quieres demostrarnos que eres una mujer liberal y moderna, tócale el trasero cuando pase por aquí. "
Una mujer liberal y moderna. ¿No había demostralo serlo ya, estando en aquel bar tan borracha que veía doble? Porque para ella, eso era suficiente soltamiento tratándose de alguien que había nacido en la adormecida Tomoeda, una ciudad no demasiada grande y con más parques y ranchos de los que podia contar.
-"Además, no creo que le importase, Tommy -añadió Sakura-. No ha dejado de mirarte en toda la noche."
-"¿Quién es?"
Con una población de dos mil treinta y dos personas, no es que todo el mundo conociera a todo el mundo, pero Tomoyo, Anjû y Sakura Daidouji habían nacido y se habían criado allí, y además eran las dueñas de la pastelería Las tres Hermanas, situado justo en el centro de la ciudad, de modo que aunque no conocían a todo el mundo, les era fácil reconocer una cara. Especialmente una cara con rasgos que habrían podido salir de la mano del mismo da Vinci, el hombre era lo suficientemente atractivo como para que la imagen de su rostro se marcase de por vida en la memoria de una mujer.
-"Es Eriol Hiragizawa -contesto Anjû-, es el nuevo propietario de la mansión Wizard. Ya te había hablado de él, ¿recuerdas? Es amigo del primo de Mikki Katihara que vive en Inglaterra… del primo que cambia de mujer como de camisa. Fue él quien lo puso en contacto con Mikki-san para que ella pudiese usar por fin su licencia de agente inmobiliario y le vendiese la propiedad."
Sakura tomo el relieve con una amplia sonrisa, feliz de por una vez saber algo que su hermana mayor no conocía. Porque era más que conocido que nada de lo que sucediese en los alrededores de Tomoyo Daidouji era desconocido por ella.
-"Eriol Hiragizawa salió con Mikki-san unas cuantas veces antes de mudarse a Tomoeda. A ella le gustaba bastante, pero en cuanto se le ocurrió comentar que queria casarse algún día… hablando en general, no refiriéndose a que su marido fuese a ser él, el tipo dijo que no era su hombre, y que a él no le interesaba el matrimonio. Mikki dijo que es aún más mujeriego que su primo. Uno de esos hombres que piensan que la vida es demasiado corta como para disfrutar de todas las mujeres que hay en mundo, y que jamás se limitara a una sola."
-"Genial. ¿Y que les hace pensar que yo quiero ser la próxima de su lista de conquistas?"
-"Una mujer liberal lo haría simplemente porque tiene el mejor trasero de todos los que hay en este local, además del de Syaoran-kun, pero como él es mi prometido… - contestó Sakura, que no parecía ser la misma de siempre-. Supongo que tendrás que admitir que no eres una mujer liberal y moderna."
Lo cual sería lo mismo que admitir que la razón por la cual Kenji Mathashi había aducido para romper su compromiso era cierta. La había acusado de ser demasiado tímida, demasiado callada, demasiado predecible, demasiado estable y demasiado aburrida.
Bueno, lo de aburrida no lo había dicho; al menos no había usado esa palabra en concreto, pero en el fondo era lo que queria decir. Y aquella noche estaba decidida a demostrar que podia ser tan descarada, abierta, impredecible, inestable y divertida como la que más. Aunque solo se lo demostrara a sí misma, Kenji Mathashi era historia.
Justo en ese momento, Anjû se levantó e hizo gesto para invitar a Eriol Hiragizawa a acercarse a su mesa.
-"Bueno, ya viene. Te he proporcionado la oportunidad perfecta."
Tomoyo levanto la mirada y lo vio caminar en su dirección, los ojos puestos en ella a pesar de que había sido su hermana menor quien lo había llamado.
¡Y que ojos! Eran de un increíble azul aguamarina tan oscuro y claro como el agua de un lago en primavera.
-"Señoritas…" -las saludó, aunque siguiese con los ojos únicamente clavados en Tomoyo. Su voz era como una de esas bebidas que había consumido aquella noche… algo como un whisky seco y fuerte, combinado con una cucharada de miel, y un toque de limón.
Menos mal que se había detenido al otro lado de la mesa, entre sus hermanas. Lejos de su alcance. Al menos por el momento.
-"¿Puedo hacer algo por ustedes?"
-"Solo queríamos saber si eres quien creemos que eres"- contestó Tomoyo, con una voz tan alegre y tan fuerte que no parecía la suya.
Aun así, la frase le valió una sonrisa de chico malo que le hizo agua la boca.
-"¿Y quién les parece que soy?" -bromeó él.
-"Eriol Hiragizawa" – contestó Anjû como si se tratase de uno de esos concursos en los que hay que ser el primero en responder.
Él inclino la cabeza levemente.
-"Ese soy yo -contestó, e hizo como una breve pausa como invitándolas a presentarse, pero como no lo hicieron, preguntó-: ¿Están celebrando algo?"
-"La libertad" -contesto Tomoyo demasiado rápido como para ser cierto, y levanto su copa en alto como si brindara con alguien. Pero el movimiento fue demasiado brusco y derramo un poco de su contenido sobre la mesa.
Sin pensar que podia echar a perder su imagen de mujer liberal y desenfrenada, utilizó una servilleta para limpiar la copa y empapar el liquido de la mesa.
Cuando termino, volvió a mirarlo y lo encontro sonriendo. Era una sonrisa apenas esbozada, una sonrisa que parecía dar la sensación de que podia leer su interior.
-"Pues espero que lo disfruten -dijo, con cierta confusión, se estaría preguntando por qué lo habían llamado cuando lo único que parecían capaz de hacer era mirarlo- ¿Eso era todo lo que querían?" -preguntó.
-"Más o menos" -contesto Sakura.
-"Bueno pues ahora que ya lo saben, me marcho; que disfruten de la noche" -dijo sin molestarse aparentemente, aunque supiera que estaban jugando a algo a su costa.
Debió de ver algún conocido en la parte de la sala que quedaba a espaldas de Tomoyo, lo que queria decir que probablemente pasaría a su lado.
Sakura le dio a Tomoyo una patada por debajo de la mesa para recordarle que esperaban su demostración.
¿Seria capaz de hacerlo, o no? Se preguntó mientras el tiempo y el movimiento del inglés parecían haberse ralentizado.
-"¡Hazlo!" -susurro Anjû.
Y lo hizo. Bueno… más o menos.
Cuando los bolsillos traseros de unos vaqueros pasaron a la altura de sus ojos, Tomoyo le dio una palmada no demasiado decidida, pero que basto para que él parece en seco y la mirase con sus profundos ojos azules.
Tomoyo deseo que se la tragase la tierra en ese mismo instante.
A la mayor velocidad que su cerebro ahogado en el alcohol le permitió, dijo:
-"¡Una avispa!" -exclamó, y pisó fuerte el suelo como si la estuviese matando.
-"¿Una… avispa?" -repitió él despacio sin dejar de mirarla a los ojos.
-"Sí. Se te había parado encima. Podría haberte picado" -balbució, intentando hacer su historia más creíble, pero al mismo tiempo sintiendo como sus mejillas se le teñían de rojo por lo humillante de la situación.
-"No ha estado mal, nada mal…" -le contesto con un guiño antes de alejarse.
Tomoyo no estaba segura si se refería a su mentira, o a que la palmada no había estado mal, pero de lo que si estaba segura es que necesitaba una distracción, así que vacio el contenido de su copa de un solo trago, como si aquel bravo licor pudiera borrar la vergüenza que no queria que nadie viera. Luego, volvió a pone el vaso de un golpe seco sobre la mesa.
Los ojos de Sakura y Anjû estaban expectantes a la reacción de su hermana mayor.
-"Ya lo hice."
Ellas se echaron a reír, y un trozo de la verdadera Tomoyo emergió para reprimirlas como la hermana mayor que era.
-"No ha estado nada bien que lo hayan hecho venir hasta acá y después no hallan hecho el menor esfuerzo para hablar con él, y darle la impresión de que lo habían llamado por algún motivo."
-"Y lo habíamos llamado por un motivo… para que le metieras mano" -contestó Anjû, cuya voz ya acusaba los efectos del alcohol.
-"¿Y que tal ha estado?- pregunto Sakura- ¿Tan bien como parece?"
Tomoyo se levanto y fingió indignación.
-"Eso es algo que no se cuenta- declaró haciéndose la indignada, y para escapar de más peguntas, empujó su copa al centro de la mesa y dijo-: Pídanme otra. Voy a poner música."
Se levanto por primera vez desde que entrase en el Clangton Saloon y descubrió que algo había derretido sus rodillas privándole de equilibrio. Y obligándose a no ver doble, hizo un gran esfuerzo de concentración y consiguió caminar en línea recta hasta la máquina de discos.
El local era grande y estaba decorado como los antiguos salones de vaqueros. Una barra de madera labrada recorría la pared del fondo y era la pieza central del establecimiento. Detrás, había un enorme espejo enmarcado que reflejaba todo y a todo el mundo.
Había también una pista de baile y un mar de mesas que estaban todas llenas aquel sábado por la noche. Tomoyo se abrió paso entre ellas manteniendo la mirada clavada en las luces de neon amarillas y verdes de la máquina de música, colocada junto a un arco también de madera que daba paso a la sala con las mesas de billar, los tableros de dardos y varias mesas con juegos de ajedrez y damas.
-"Siento lo de Kenji" -dijo alguien al verla pasar.
-"Sí, yo también, pero tú no te desanimes" -añadió alguien más.
Tomoyo se limito a levantar una mano como toda respuesta a aquellas voces, ya que temía perder el equilibrio si movía la cabeza. De todas formas, no importaba. Tomoeda era una ciudad lo bastante pequeña para que los rumores se propagasen como la pólvora y llevaba oídas tantas frases de compasión y animo desde que Kenji la dejo plantada tres semanas atrás que estaba empezando a tener la sensación de que nadie iba a volver a saludarla sin hacer referencia a ese episodio.
Las canciones de la máquina en su gran mayoría eran sobre el amor perdido o lo maravilloso que era este, temas que en ese momento Tomoyo no podría creer soportar, pero al fin logro encontrar una con otro tema, y antes de volver a la mesa, decidió pasarse por el baño y refrescarse. Tal ves así se le iría un poco el mareo.
O o o o O
Cuando se lavaba ya las manos, se vio reflejada en el espejo colgado sobre el baño y se sorprendió. No parecía la misma. La imagen de mujer salvaje que había adaptado para aquella noche la había obligado a vestirse, maquillarse y peinarse de otra forma. Incluso había tenido que salir de compras para no concurrir a los jeans y las camisetas que normalmente conformaban su vestuario, y hacerse con un pantalón negro que se adaptaba a sus perfectas curvas como la piel de una salchicha. Lo mismo ocurría con la camiseta en forma de uve azul eléctrico que llegaba hasta el inicio de sus pechos… un escote también nuevo, ya que acababa de comprarse un sujetador de esos que hacen parecer mucho a pesar de que no tengas nada, caso que no era el de ella y que hacia que el escote fuera aun más llamativo.
Y en cuanto al maquillaje, había pasado de la habitual máscara de pestañas y base a la sombra de ojos y el lápiz negro que hacían parecer aun más llamativos sus ojos amatistas. Y había remplazado su habitual brillo de labios por un color llamado uvas de la pasión.
Y por último, había cambiado también su peinado. Solía llevar su larga melena negra recogida en una coleta o en una trenza, o al menos apartada de su cara con horquillas, pero para aquella noche le había dado todo el volumen posible a base de mousse y rulos.
La verdad es que el pelo le gustaba, se decía, contemplándose en el espejo, pero el maquillaje era otra cosa. Demasiado llamativo para ella.
Pero es que a las mujeres salvajes les gustaba lo extremo y llamativo, ¿no? Así que nada de conservadurismo para aquella noche.
Una mujer que había entrado al lavabo poco después que ella, le pregunto la hora.
-"La una y media" -le dijo.
La una y media… ¿Dónde estaría ella si el día hubiese salido como estaba planeado?
Había estado evitando pensamientos como aquel desde el momento mismo que se levanto de la cama esa misma mañana, pero ya no se sentía capaz de seguir haciéndolo.
Kenji y ella tendrían que estar en el centro de Tokio a aquellas horas…
En el hotel Fairmont…
En la suite nupcial…
En la cama de la suite nupcial…
Pero cuando aquella imagen se materializo ante sus ojos, el hombre que compartía el lecho con ella no era su ex prometido, sino el hombre cuyo trasero había palpado momentos antes. Era su camisa la que desabrochaba, sus vaqueros los que estaba bajando para dejar su cuerpo desnudo. Era él quien la deseaba, quien la abrazaba, quien la besaba. Quien la acariciaba. Quien le hacia el amor apasionadamente…
¿Quién habría subido de pronto la calefacción del cuarto de baño?
"Debo estar borracha de verdad", pensó, aunque en realidad no estaba segura de cómo se sentía una estándolo, ya que nunca había pasado de una copa de vino o de cerveza, pero ¿a qué echarle la culpa sino a una fantasía tan vívida en un baño público?
-"Será mejor que vuelva a la mesa mientras sea capaz de hacerlo" -le dijo a su reflejo mientras se secaba las manos.
Al separarse del lavabo, tuvo que sujetarse de la pared para recuperar el equilibrio y, tras inspirar profundamente, se irguió en lo que todo su metro sesenta y cinco de estatura daba de sí y se concentró en salir del baño trazando una línea recta en su mente.
Pero no fue más halla del otro lado de la puerta porque en el pasillo estaba el extranjero cuyo trasero había palmeado, apoyado contra la pared con un hombro, casi como si la hubiese estado esperando.
Tomoyo sintió que la boca se le quedo de golpe seca y como su corazon había dejado de latir. Lo miró como si fuese una alucinación que pudiese hacer desaparecer con solo parpadear un par de veces.
Pero no fue así, sino que siguió delante de ella en toda su gloria.
Y glorioso era, sin duda. De hecho, era el hombre más sexy que había visto en toda su vida, con aquellas facciones arrebatadoras y aquel cuerpo echo para el pecado. Era bastante alto, detalle del que no se había dado cuenta al haber estado sentada antes. Debía medir algo más de metro ochenta y cinco.
Su cintura era verdaderamente estrecha, a juzgar de cómo se plegaba su camisa blanca como la nieve al meterse bajo los vaqueros azules que tenia. Llevaba las mangas subidas hasta el codo y se había cruzado de brazos sobre un pecho sólido como la roca, y tenia unos hombros tan anchos que Tomoyo pensó en la vela mayor de un velero inflada por el viento.
Su pelo era magnifico también, lacio y del mismo color que la noche con unos ligeres reflejos azulados que se veían ante la luz de la lámpara colgante del pasillo, y lo llevaba un poco más largo del que suele ser el convencional.
¿Seria conciente de lo bien que estaba, se pregunto Tomoyo. Seguro que sí. Aunque no lo pareciese. No era arrogante, y parecía no saber el impacto que tenia sobre ella. Pero seguía mirándola tan fijamente como ella a él. Talvez estaba esperando que hiciese algo.
El único movimiento que pudo hacer fue señalar absurdamente por encima del hombro y decir "baño", como si eso explicase algo.
Vio como sus labios, ¡Dios que sensuales, le sonreían.
-"Lo sé. ¿Y qué tal?"
Estaba tomándole el pelo, eso era evidente. Ojalá hubiese podido comprar algo de aplomo a conjunto con la ropa de matar para usarlo en aquel momento.
-"Limpio -fue lo único que se le ocurrió contestar-. Está muy limpió. La verdad es que la mayoría de los bares de Tomoeda tiene los baños muy limpios. Si hay algo que puede decirse sin temer a equivocarse de esta ciudad es que los baños de los bares están siempre limpios…"
Balbuceaba. Había vuelto a hacerlo. Además… ¿le estaba hablando de baños? Dios, era más estúpida de lo que ella misma sabía.
Él asintió, con una de sus sonrisas apenas esbozadas, era como si el supiera que estaba pensando Tomoyo.
-"Me has llamado a tu mesa para preguntarme cual es mi nombre y para… quitarme una avispa del trasero" –dijo, sonriendo de un solo lado de forma cínica-, pero no te has presentado."
-"Ahhh… ehmm… Tomoyo, Tomoyo Daidouji."
-"Un placer conocerla Tomoyo, Tomoyo Daidouji."
-"También es un gusto para mí conocerme, ehhh no, digo yo... es un placer conocerlo, señor Hiragizawa" -dijo. Se sentía como una completa estúpida, al parecer el alcohol no traía buenos efectos en su persona-. "Y adiós" -añadió, obligándose a apartarse de la puerta del baño y a pasar de largo sin siquiera mirarlo.
Pero solo consiguió dar un par de pasos, ya que no había sitio para pasar estando él como estaba. Bloqueando más de la mitad del estrecho pasillo. Y no parecía tener ganas de moverse, si no que seguía estudiándola de arriba abajo.
-"Perdone… necesito pasar" -dijo Tomoyo, tratando de evitar tener que mirarlo, y aparentando que no había nada de especial en el aire de ese reducido espacio. Que aquella situación era de lo más normal. Porque… ¿qué tenia de especial estar en un oscuro pasillo de un bar, con un tipo súper guapo que no te quita el ojo de encima, y más si una anda medio borracha?
Él mantuvo su postura por unos instantes más, antes de apoyar la espalda contra la pared y girar como una bisagra. Todo ello sin dejar de mirarla.
-"Me parece que tus amigas se han encontrado con más gente."
No habría sido capaz por nada del mundo de explicar por qué sentía emanar calor de su mirada; tenia que ser una ilusión provocada por el alcohol.
Dejo vagar la mirada por la sala hasta encontrar su mesa y darse cuenta de que hablaba.
-"No son amigas. Bueno, los cinco nuevos, sí. Las primeras dos chicas eran... son mis hermanas."
-"Pues parece que se lo están pasando muy bien."
Cierto. Todos se reían a carcajadas, hasta Li-kun él novio de su hermana Sakura, de algo que Takashi Yamasaki, un antiguo amigo de la escuela, acababa de decir.
-"¿No tienes ganas de unirte a la fiesta?"
Pues no. La verdad no le apetecía lo más mínimo. Sabia bien lo que pasaría cuando llegase: la alegría se convertiría en compasión, y no podría soportarlo. Además no les queria arruinar la noche a sus amigos y hermanas.
-"¿Por qué tendré la sensación de que eres como un pez fuera del agua aquí?" -preguntó él.
Tomoyo se dio cuenta que no había contestado su pregunta hasta que volvió a escuchar su voz.
-"¿Quién yo? Te equivocas. Soy una mujer liberal y moderna, tanto por dentro como por fuera."
-"¿Ah, sí?" -se separo de la pared y con la cabeza señala la barra del bar- "¿Y que tal si te invito a tomar una copa?"
Era como si la desafiase a probar sus palabras. Y aquella no era la noche en que Tomoyo se echara a tras en un reto.
-"Estupendo."
-"¿Qué tomas?"
-"Sorpréndeme."
Ambos se sentaron en un extremo de la barra que estaba desocupado y el barman coloco frente a Tomoyo lo mismo que había estado tomando en la mesa.
-"¿Qué quiere decir eso de que eres una… mujer liberal y moderna?" -quiso saber con su misteriosa media sonrisa.
-"Ah, pues eso. Ya sabes… una mujer libre, independiente, desmelenada, sin ataduras, capaz de hacer cualquier cosa, que le gusta divertirse…"
-"No me digas…"
¿Era duda o interés lo que se oía en su voz? Por si acaso era lo primero, Tomoyo se llevo la copa a sus labios y no la alejo hasta haberla vaciado.
Cuando volvió a mirarlo, su cara expresaba una mirada divertida.
-"Háblame de ti, Tomoyo, Tomoyo Daidouji, ¿Libertad para qué?"
-"¿Libertad?"
-"Antes me dijiste que estabas celebrando tu libertad."
-"Ah, sí. Libertas sin más. En general."
Eriol asintió, pero sus ojos decían que no le habían creído. ¡Qué ojos! Conque facilidad podría perderse en ellos.
-"Libertad para hacer cualquier cosa" -sugirió él.
Ella se encogió de hombros.
-"Como salir esta noche, beber y pasar un buen rato" -añadió él.
-"Exacto."
-"¿Y lo estas pasando bien?" -preguntó, y tras apartarle de la mejilla un rizo, añadió-: "Porque, lo que yo pienso es que necesitas relajarte un poco para darle un poco más de credibilidad al espectáculo."
Aquel mínimo contacto con sus dedos bastó para que el calor volviera a salir de su interior.
-"Te equivocas. Esta noche me la estoy pasando de maravilla."
Eriol se echo a reír y Tomoyo, para ocultar el nuevo rubor de sus mejillas, vacio la nueva copa que le camarero acababa de ponerle enfrente.
-"Eres especial, Tomoyo, Tomoyo Daidouji" -dijo despacio, mientras apoyaba un brazo sobre la barra y se acercaba unos centímetros más a ella.
-"Sí que lo soy. Gracias por darte cuenta" -replicó, dejando que el licor hablase por ella, ya que de otro modo nunca se hubiese atrevido a hablar así.
-"Hace ya tiempo que vengo dándome cuenta de eso, y estoy convencido que debajo de esas pinturas de guerra, late una bocanada de aire fresco."
"A tu salud, Kenji", pensó Tomoyo mientras volvía a tomarse otra copa más.
-"No sé si lo soy o no, pero lo que si sé es que necesito un poco de ese aire fresco" –dijo cerrando unos segundos los ojos, la cabeza estaba empezando a darle vueltas a toda velocidad y sentía la lengua seca como un felpudo.
-"Vamos, te acompaño".
Pero si se limitaba a salir a tomar aire fresco, tendría que volver a entrar más tarde y reunirse con los chicos en la mesa. Y no queria hacerlo, esa noche no, no estaba preparada todavía.
-"Creo que voy a irme a casa, la noche esta preciosa para caminar" -dijo de pronto.
Aquella vez su risa fue distinta.
-"No creo que lo consigas, preciosa."
-"Claro que sí. Conozco el camino."
Él volvió a reír.
-"¿Qué te parece si les decimos a tus hermanas que nos vamos y después te llevo a tu casa en mi auto?"
-"Yo no me subo al coche de un desconocido" -se oyó decir como si fuese una niña cuando ya tenia veinticinco años.
-"No soy un desconocido. Bueno, no del todo. Por si no lo sabias, y apuesto a que sí, soy el ciudadano más nuevo de Tomoeda y he echado raíces aquí comprando una propiedad a las afueras, de modo que pienso peinar canas en este lugar" -se acerco a ella para hablarle al oído y la calidez de su aliento la hizo estremecer-." Así que si no me comporto debidamente con una de las bellezas del lugar, tendré que pagarlo caro después, ¿no crees?"
-"Supongo que sí."
Eriol sonrió.
-"Entonces, déjame llevarte a tu casa."
Tomoyo se quedo pensando un momento, pero no solo en eso, si no en otras cosas que no debería; como por ejemplo, como seria si se hubiera inclinado para besarla en lugar en vez de hablarle en el oído. O como seria sentir sus manos en la cara, en los hombros, en el pecho…
-"No serás un pervertido, ¿verdad?" -preguntó, intentando no parecer esperanzada ante la posibilidad de que lo fuera.
-"Podría serlo si tu quisieras" -contesto riendo, una vez más-, "podría convertirme en lo que vos quisieras."
-"No, gracias. Con que me lleves a mi casa me alcanza."
¿Y por qué tenia que parecer desilusionada? Tenia que ser el alcohol. Sí, era eso, el alcohol le hacia pensar incoherencias.
-"Deberías decirles a tus hermanas que te vas."
-"¿Quieres decir que valla hasta la mesa y se los diga?" -preguntó; el poco entusiasmo que suscitaba la idea se reflejaba claramente en su melodiosa voz.
-"Puedes enviarle una nota si lo prefieres."
-"Buena idea."
Eriol le puso delante una servilleta de papel y un bolígrafo, pero siguió mirándola fijamente mientras ella se esforzaba para conseguir la coordinación suficiente como para escribir algo legible.
Una vez lo consiguió, le entrego la servilleta al camarero con instrucciones de a quien debía entregársela, y volvió a mirarla con sus ojos de aguamarina.
-"Vámonos" -dijo, invitándola a procederle con un gesto de la mano.
En aquella ocasión Tomoyo no consiguió evitar un ligero tambaleo, pero se mantuvo bien erguida con la esperanza de que todo el mundo viera que se marchaba con el tipo más guapo del bar. Así, al día siguiente hablarían de ello, y no del desastre de su boda.
Desgraciadamente iba tan concentrada en mantener erguida la cabeza que no vio la pata de una silla que sobresalía hacia el pasillo; el pie se le engancho en ella y su frágil equilibrio desapareció, de modo que, sin saber cómo, cayó hacia atrás en vez de hacia delante, y fue a aterrizar sobre el muro que era el pecho de Eriol.
Y es que lo era. Literalmente. Duro como la piedra.
-"Ey, cuidado, preciosa" -dijo al tiempo que la sujetaba por los brazos y le hablaba al oído.
Ni un alma de las congregadas en el bar se perdió la escena, y Tomoyo no sabia si lamentar o no el incidente, ya que Eriol la tomo en brazos y la cargo hasta la calle como si pesara lo que una pluma.
-"Yo puedo caminar sola" -dijo cuando estuvieron afuera, pero apoyo su cabeza en su pecho porque le daba demasiadas vueltas para mantenerla sobre los hombros.
-"¿Eres siempre tan descarada Tomoyo, Tomoyo Daidouji?"
-"No, ¿pero te importaría correr la voz de que esta noche lo he sido?"
-"Es una petición que desde luego nunca me habían echo antes" -contestó, sonriendo, y con ella aún en brazos llegó hasta el final del aparcamiento donde esperaba un deportivo negro.
-"¿Es tuyo?" - pregunto ella cuando la dejó suavemente en el asiento del acompañante.
-"Sí."
-"Bonitas ruedas" -dijo, repitiendo algo que había escuchado una vez en una película.
Él, volvió a reír, como si supiera que aquella no era su forma normal de hablar, y Tomoyo se preguntó como era posible que aquel hombre la captase con tal claridad.
-"Abróchate el cinturón" -le pidió, aunque ella ya lo estaba haciendo por la mera fuerza de la costumbre.
Pero cuando él se subió al coche, Tomoyo no tuvo más remedio que apoyar la cabeza en el respaldo del cómodo asiento y dejarse vencer por el enorme peso que tenia sobre los párpados.
-"Bueno, Tomoyo, Tomoyo Daidouji" -dijo él cuando salían del estacionamiento-. "Ahora la pregunta es: ¿dónde quieres que te lleve, a tu casa o a la mía?"
Estaba riéndose de ella otra vez. Al menos esa era la impresión que tenia, aunque le costaba trabajo oírlo por encima del zumbido que tenia en la cabeza.
-"A la mía" - murmuro.
-"De acuerdo, ¿dónde vives?"
-"En mi casa."
-"Bueno, pero si no me dices donde esta tu casa, tendré que llevarte a la mía."
De broma o en serio, aquella idea era muy tentadora, especialmente si ir a su casa incluía volver a estar acurrucada sobre su pecho. O sentirse abrazada. O que sus manos…
-"¿Tomoyo?"
-"¿Mmm?"
-"¿Qué camino tomo?"
-"Cualquiera."
-"Lo malo es que tendrás que decirme cual de los posibles miles de caminos tengo que tomar" -añadió en tono conspirador.
Sí, seguramente tendría que hacerlo, y no tardar mucho.
Pronto, más bien.
En cuanto se hubiera echado una pequeña sistecita…
Continuara…
