Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.
Síntesis: Tomoyo Daidouji estaba decidida a demostrarle al hombre que la había dejado prácticamente plantada en el altar que no era una mujer predecible y aburrida, así que el día que debió haber sido el de su boda decidió dejar a un lado su imagen de chica recatada y prudente, y transformarse en una mujer salvaje y liberal, auque solo fuera durante una noche. Su objetivo: seducir a Eriol Hiragizawa, un extranjero irresistiblemente guapo… que precisamente andaba buscando una chica recatada y prudente con quien establecer una relación permanente…
Advertencia: ¡¡¡¡Atención! Este chap contiene escenas lime, léanlo bajo su propia decisión, no me hago cargo de futuros trastornos ni nada por el estilo.
"Ocurrió una noche"
Por Lady Verónica Black.
(Fic Reeditado)
Capítulo Cinco
"Un amanecer junto a ti"
Tomoyo estaba soñando que había un pájaro carpintero en su habitación.
Toc, toc, toc.
Lo oía pero no podía verlo.
Toc, toc, toc.
¿Cómo se había metido en su habitación?
Toc, toc, toc.
¿Qué hacia un pájaro carpintero en Tomoeda?
Toc, toc, toc.
Quizá no estuviera adentro, sino en la ventana y golpeando desde afuera.
Se despertó poco a poco hasta que se dio cuenta de que aquel ruido no provenía de un pájaro carpintero, sino de alguien que llamaba a su ventana.
De un salto se incorporó en la cama.
¡Alguien estaba llamando a su ventana!
Su dormitorio, al igual que el resto de los dormitorios de la casa, estaba en el segundo piso, pero como daba a la parte de atrás, tenia una puerta de cristal que daba al porche que recorría la fachada entera por la parte posterior. Había una escalera de doce peldaños que subía desde el jardín, pero nadie entraba por allí, y mucho menos en plena noche. Ni siquiera a las cinco menos veinte de la mañana, que era la hora que tenia el reloj de la mesita de noche.
Se levantó de la cama y se puso la bata, a pesar de que su camisón de escote más que púdico y de grueso algodón no dejaba entrever nada en absoluto.
Había alguien llamando a la puerta, pero no podia reconocer quien era. Solo veía que era un hombre, aunque en el fondo, no le hacia falta ver más. Solo un hombre seria capaz de golpear a su ventana a esa hora de la madrugada.
Eriol Hiragizawa.
No había duda alguna de que era él
¿Quién sino tendría la audacia de llamar a aquellas horas? Y en Tomoeda no había delincuentes de los que preocuparse. Además, los ladrones no esperaban que el dueño de la casa les abriera la puerta.
Con el corazón latiéndole a toda velocidad, abrió las cortinas. Eriol le sonreía y la saludaba con la mano como si estuviese en un desfile.
-"Abre" -le vio decir, y Tomoyo se apresuró a hacerlo.
-"¿Qué haces aquí?" -preguntó, parándose de pronto a pensar la pinta debía tener: el pelo revuelto, la cara con las arrugas de la almohada, su camisón viejo… Y él no parecía haberse acostado. Porque llevaba la misma ropa que aquella tarde, estaba perfectamente peinado y parecía que se acababa de afeitar.
-"He estado trabajando en los bocetos para la renovación de la casa toda la noche. Tenia los ojos cansados pero ni una pizca de sueño, así que he decidido venir a preguntarte si te gustaría que vayamos a ver el amanecer. Hoy dijiste que lo harías, ¿recuerdas?"
-"Sí, pero no habíamos dicho cuándo."
-"¿Qué tal ahora mismo? Tengo café recién hecho y medialunas con caramelo, son mis favoritas"
Tomoyo se lo quedo mirando, preguntándose como podría ser tan encantador y sensual a aquellas horas de la mañana y sin haber dormido en toda la noche.
-"No tienes que trabajar, ¿verdad?" -preguntó él.
-"No. Hoy entro tarde."
-"Entonces, ¿qué me dices?"
No es lo que debería decir, sino lo que debería hacer. Aquello era una locura. Escaparse de su dormitorio para ir a ver el amanecer con un hombre que se había presentado en su ventana a las cinco de la mañana no era algo propio de Tomoyo Daidouji.
Pero en aquel momento solo le importo lo cuanto podría disfrutar el hacer algo que no haría normalmente. Y más que nada hacerlo con Eriol.
-"Dame unos minutos para vestirme."
Él sonrió.
-"Claro, te espero abajo."
O o o o O
El reloj marcaba las cinco en punto cuando Tomoyo salió de la casa.
Se había limitado a peinarse, a ponerse unos jeans que tenia desde la preparatoria y una camisa blanca, después se había cepillado los dientes, y se había calzado unos tennis que usaba todos los días, todo ello mientras no dejaba de maravillarse de su osadía.
Eriol estaba sentado en el segundo peldaño cuando llegó a su lado.
-"No sabia si ibas a bajar o si habías llamado a la policía para que viniera a buscarme."
-"Pues que yo sepa, hay leyes que prohíben mirar por las ventanas de las casas ajenas" -contestó- "Mis hermanas te pegarían un tiro si supieran que has andado mirando por las ventanas para encontrar mi dormitorio, y ni hablar de lo que te haría el prometido de mi hermana Sakura…. porque supongo que es así como ha sido, ¿no?"
-"Sí, pero la tuya ha sido la primera por la que he mirado" -contestó-. "No subestimes mi buena suerte" –añadió guiñándole un ojo.
"Ni ninguna otra cosa suya", pensó Tomoyo, pero no lo dijo en voz alta.
Con un gesto de la mano la invito a procederle hasta el auto, pero cuando llegaron, se aseguró de estar antes que ella para abrirle la puerta, una pequeña cortesía que su exprometido, que seguramente habría sido considerado el más civilizado entre los dos, nunca había mostrado.
-"¿A dónde vamos?" -le preguntó, una vez arrancaron.
-"Es una sorpresa."
Atravesaron la ciudad despacio, como disfrutando de verla dormida.
-"¿Cómo fue para ti crecer aquí?" -preguntó, casi como si la envidiase por ello.
-"Estuvo bien, fue agradable, aunque ordinario también, supongo. Íbamos al colegio en las mañanas y en las tardes nos reuníamos en el Parque Pingüino, al cine los sábados y a la iglesia los domingos. En verano íbamos a nadar al lago, y en invierno esperábamos que se helase para poder ir a patinar. También íbamos a tirarnos en trineo cuando éramos niños."
-"¿Naciste aquí?"
-"Sí. Somos la cuarta generación de mi familia que nace en Tomoeda."
-"¿Nunca has vivido en otro sitio?"
-Fui a la universidad en Tokyo pero en cuanto termine volví aquí. Me gusta este lugar."
Él asintió.
-"A mí también."
-"¿Cómo fue que elegiste Tomoeda para establecerte? No es un lugar muy conocido."
-"Había estado en Tokio varias veces y una vez pase por aquí y me encanto el lugar. Me gusta el cambio de estaciones, la ciudad, la gente…" -la miró significativamente-. "Así que cuando decidí comprarme una propiedad me puse en contacto con una antiguo amigo…"
-"El primo de Mikki Katihara."
-"Vaya. Como corren las noticias en este pueblo."
-"Ni que lo digas."
-"En fin… el primo de Mikki me puso en contacto con ella, y ella me enseño la mansión Wizard. Allí y en Tomoeda encontré algo que me pareció muy acogedor, y decidí confiar en mis instintos."
-"Y el lugar que has escogido, ¿estas seguro que es el mejor?"
¿Y que iba a hacer ella si ese lugar era, por ejemplo, su cama?
-"Sí" -fue la única respuesta que obtuvo, justo cuando se detenía frente a su casa y paraba el motor.
-"No se sí esto…"
-"¿Ya vuelves a tenerme miedo, conejito?"
-"No, no te tengo miedo. Es que, bueno yo…"
Él apoyó un dedo sobre sus labios para hacerla callar.
-"Espera y verás."
Eriol le abrió la puerta y le ofreció la mano, pero en lugar de guiarla hacia la casa que era lo que ella temía, giró hacia la izquierda en dirección al establo blanco que quedaba en un ángulo de cuarenta y cinco grados respecto a la casa.
Entraron por las enormes puertas iluminados por la escasa luz de la luna, pero la oscuridad no parecía molestar a Eriol, que la llevo sin titubear a una escalera de mano de madera.
-"Sube."
-"¿Subo?"
-"Sí, vamos arriba."
Tomoyo obedeció y el olor a heno recién cortado y grano inundó sus sentidos.
Las puertas de aquella planta también estaban abiertas de par en par y había dispuesto una manta delante de ellas y sobre un colchón de heno un termo con dos tazas y las prometidas medialunas con caramelo esperaban a un lado.
Podría ser el escenario perfecto para una seducción… o nada más lo que él había dicho que era: el lugar perfecto para contemplar el amanecer. En cualquier caso, era una idea muy dulce y romántica. Aquel hombre en si lo era, digiera lo que dijese su reputación.
Eriol ya había subido y señalaba la manta como su destino final.
-"¿Cuándo has preparado todo esto?"
-"Justo antes de ir a raptarte."
Dos balas de paja cubiertas con parte de la manta eran un respaldo perfecto, y Tomoyo se acomodó apoyada en ellas, de frente al hueco de la puerta.
Eriol se sentó a su lado.
-"¿Café?"
-"Ahora mismo no, gracias" -dijo. Aún estaba un poco adormilada y eso la ayudaba a sentirse más relajada con él. No queria echar a perder esa sensación con la cafeína.
Desde allí se veía casi toda la propiedad. La casa principal era la más grande de por allí. Era una estructura antigua de piedra gris con dos plantas en la parte central, y dos alas de una sola planta que se extendían como brazos acogedores.
Detrás de la casa había un granero y lo que parecía ser un viejo invernadero, y una pequeña pero hermosa casa para los empleados.
Lo que era la estructura principal de la casa no mostraba síntomas de deterioro, pero toda la pintura de los elementos de madera estaban deteriorados por el paso del tiempo. Algunos cristales estaban rotos, unas cuantas contraventanas colgaban de un solo gozne, las vallas que delimitaban los terrenos estaban medias caídas y las malas hierbas se habían apoderado de todo.
Y es que el territorio que ocupaba la mansión era muy grande, especialmente para un hombre solo. Un hombre que había comprado aquel lugar esperando que sus hermanos quisiesen vivir allí; pero hasta que eso ocurriera resultaba un lugar muy solitario.
-"¿En qué piensas?" -preguntó Eriol.
-"En que tienes un trabajo echo a tu medida" -mintió.
-"Me gusta trabajar en un proyecto" -contestó, y una vez más, Tomoyo tuvo la sensación de que se refería a algo más.
-"¿Es eso lo que soy yo para vos? ¿Un proyecto?
Él sonrió.
-"Yo creo que eres más bien un juguete."
-"Entonces estas jugando conmigo."
-"No. Solo estoy disfrutando de ti" -dijo despacio, como si estuviera examinando sus intenciones-. "Disfrutando de ti y pensando en ti demasiado a menudo. Deseándote…"
-"¿A mí?" -pregunto como si no pudiese creer lo que acababa de oír.
Él se echo a reír y tomo un mechón de su pelo entre los dedos.
-"¿Quieres que te regale un par de oídos nuevos o es que andas baja de autoestima?"
-"Es que simplemente me parece que no soy de tu tipo."
-"¿Y eso por qué?"
-"El otro día dijiste que habías conocido a un montón de mujeres salvajes y liberales, y teniendo en cuenta lo que yo he oído… bueno, pensé que esa era la clase de mujeres que te gustan" -añadió débilmente, intentando proteger sus propios sentimientos.
-"Sí, es verdad que he conocido una buena cantidad de mujeres de ese tipo…"
-"Un montón, según dicen los rumores."
-"¿Ah, si? Quizás deberías contarme que es lo que se dice de mí."
-"Me han dicho que eres un mujeriego. Que te encanta perseguir mujeres y que…"
-"Tengo veintiséis años y no he llevado una vida monacal, desde luego."
-"En fin, que has salido con un montón de mujeres, que las utilizas y que nunca vas en serio con ellas."
Eriol asintió lentamente.
-"Adivino que Mikki Katihara es la fuente principal de esos rumores."
-"¿Se equivoca?"
-"Yo no utilizó a las mujeres. Jamás he salido con más de una a la vez, ni las he engañado. Intento siempre ser sincero y hacer todo lo posible para que nadie sufra después… esa es la razón por la que no quise volver a salir con Mikki cuando supe que andaba en busca de marido. Ella no me interesaba hasta ese punto y no queria robarle el tiempo que podia dedicar a buscar a otro que sí lo estuviera. "
A Tomoyo le pareció una explicación verosímil. Mikki Katihara era conocida por su búsqueda incesante de marido y no había hombre con el que hubiera salido más de dos veces sin que empezase a preguntarse cómo serian sus hijos cuando los tuvieran.
Pero Eriol tampoco había negado ser un mujeriego.
-"Y todas esas mujeres a las que no usas, ni engañas… ¿son mujeres liberales y salvajes?" -preguntó, volviendo al tema inicial.
-"La mayoría lo son, pero tengo la sensación de haber llegado a un punto de mi vida en el que me he cansado de eso."
-"Y has pensado que podías probar algo nuevo… como yo, ¿no?"
Él la miro a los ojos con una terrible seriedad que ella nunca había visto en él antes.
-"Yo no he premeditado nada de esto, Tomoyo. El conocernos ocurrió por casualidad del destino. Que me gustases fue algo que surgió sin más. Pero lo que estoy encontrando en ti es algo que todas las demás mujeres que conocí no tenían."
-"¿Qué cosa?"
-"Esas mujeres carecían de sustancia, de esencia. Eran huesos sin carne, por decirlo de alguna manera, y con el paso del tiempo, me ha quedado la sensación de que necesito algo más que media mujer. Estoy hambriento por conocer una mujer de verdad, y tú me pareces un festín."
Siguió mirándola a los ojos un momento antes de deslizar la mano con la que sostenía su mechón hasta la nuca para acercarse lentamente a su rostro, la miro a los ojos y rozo suavemente su boca con la de ella.
Inicialmente fue un beso tierno y casto, pero no duro mucho así, y no es que Tomoyo necesitase persuasión, ya que llevaba deseando que ocurriese algo así desde que la había dejado paralizada con aquel beso en su dormitorio.
Eriol la abrazó con un brazo por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, y por primera vez desde que lo conoció ella se sintió lo bastante valiente como para abrazarse también a él y entregarse a aquel beso, que estaba siendo mejor aún que los otros.
A medida que pasaban los segundos, sus besos se tornaban más profundos y apasionados, el apetito que sentían el uno por el otro crecía de tal modo que ninguno parecía tener bastante.
Eriol tiró de la camisa de Tomoyo para sacarla de los vaqueros y deslizo las manos sobre la piel de su cintura, y Tomoyo no pudo contener un gemido al sentir la dureza de sus palmas sobre la piel desnuda.
Que manos tan maravillosas, que sabían el sitio adecuado, que conocían todos los caminos y formas de despertar sensaciones y dejarla queriendo más y más.
Mientras seguía besándola, esas magnificas manos alcanzaron su estomago, y subieron muy despacio por sus costados y un poco más arriba aún.
Tomoyo ardía de deseo y la espera le resultaba tan insoportable que se sentía prisionera de su camisa, de la ropa interior que entorpecía que la caricia fuera completa. Queria sentir sus manos en los pechos, sentirlas cubriendo sus pezones que tanto ansiaban sus caricias…
Pero Eriol no hizo nada de todo aquello, si no que dejo las manos al borde justo de alcanzar sus senos, atormentándola.
Entonces sintió algo más en su espalda desnuda, justo en la parte que la camisa dejaba al descubierto. Algo caliente, suave y… ¿peludo?.
Tardo un instante en darse cuenta que ese contacto no tenia nada que ver con lo que estaban haciendo. Era un animal. ¡Un animal!
-"Tengo algo pegado a la espalda" -dijo atropelladamente separando su boca de la de él.
Él se adelanto para mirar y después volvió a incorporarse con una diminuta gata gris con una oreja blanca.
-"Esto me pasa por intentar convencerlas de que tienen que vivir en el establo" -dijo con voz ronca por la pasión cuando otras dos bolas peludas se subieron a su regazo.
-"¿Gatitos?¿Tienes gatitos?" -pregunto Tomoyo riéndose. Era verdaderamente gracioso que un hombre tan grande, tan masculino como él tuviese gatitos como mascotas.
-"Estaban aquí cuando vine. Pero el problema es que creen que soy su madre."
-"Pues tiene un pequeño problema de identidad" -contestó ella, disfrutando de la imagen de los tres gatitos restregándose contra él.
-"Y tiene un sentido de la oportunidad aun más espantoso" -murmuró.
El sol estaba empezando a aparecer en el horizonte, enmarcado por las puertas abiertas del granero, pero Tomoyo estaba dispuesta a olvidarse de la presencia de los gatitos y de la gran interpretación de la naturaleza para volver a lo que estaban haciendo.
Pero por alguna razón, Eriol parecía estar aprovechando la interrupción para enfriar las cosas, y asintiendo en dirección al horizonte, comentó:
-"Nos estamos perdiendo el amanecer. "
Y tras depositar a los gatitos en el regazo de Tomoyo, se colocó detrás de ella, de modo que la espalda de Tomoyo quedaba apoyada en su pecho.
Tomoyo supo que estaba decidido a poner fin a lo que estaban compartiendo y que no lo hacia por falta de deseo, ya que estaba sintiendo la prueba que demostraba lo contrario en su trasero.
Se comporto como un perfecto caballero mientras contemplaban la puesta de sol, tomaron café, se comieron las medialunas y volvieron a casa de Tomoyo antes de que sus hermanas se dieran cuenta de su ausencia.
Quizá fuese incluso demasiado caballeroso, pensó cuando lo vio alejarse desde el porche tras un breve y casto beso en la mejilla.
Pero… ¿los ingleses eran así, no?
Aun así había despertado un torbellino lleno de pasión y fantasías, y una gran parte de sí misma no podia dejar de lamentar que no la hubiese tenido todo el día sobre aquel colchón de heno para satisfacerlos.
Continuara…
