Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.

Síntesis: Tomoyo Daidouji estaba decidida a demostrarle al hombre que la había dejado prácticamente plantada en el altar que no era una mujer predecible y aburrida, así que el día que debió haber sido el de su boda decidió dejar a un lado su imagen de chica recatada y prudente, y transformarse en una mujer salvaje y liberal, auque solo fuera durante una noche. Su objetivo: seducir a Eriol Hiragizawa, un extranjero irresistiblemente guapo… que precisamente andaba buscando una chica recatada y prudente con quien establecer una relación permanente…

Advertencia: ¡¡¡¡Atención! Este chap contiene escenas lime, léanlo bajo su propia decisión, no me hago cargo de futuros trastornos ni nada por el estilo.

"Ocurrió una Noche"

Por Lady Verónica Black.

(Fic Reeditado)

Capítulo Seis

Reflexiones y Acciones…

-"¡Al fin, ya iba siendo hora, mujer!" -exclamo Eriol cuando por fin consiguió que en aquel número le contestase una persona en lugar de una máquina-. "¿Es que nunca devuelves las llamadas o que?"

-"No me molestes, Eriol, que yo te llame un montón de veces y no te encontré nunca. ¿Por qué no pones un contestador para que pueda quejarme también?" -espeto la mujer que estaba del otro lado de la línea.

-"Tengo uno, pero todavía no lo instale."

-"Entonces, no te quejes"

-"¿Cómo esta mi dulce y pequeña Cindy?" –preguntó él en un tono mucho más suave.

Su hermana se rió ante las ocurrencias de su hermano mayor, igual que hacia cuando era niña y su Eriol la llamaba de esa forma.

-"Bien, ¿y vos?"

-"Nunca he estado mejor."

-"Así que nunca has estado mejor, ¿eh? Vaya, vaya. Entonces Aoshi tenía razón. Hay una mujer nueva en escena, ¿verdad?"

-"¿Aoshi? No habrán estado hablando a mis espaldas, ¿no?"

-"Claro que sí. Siempre lo hacemos, uno a espaldas de los otros. ¿Sino cómo nos íbamos a enterar de las cosas de los otros?"

-"¿Qué te ha dicho ese loco?"

-"Que te estas haciendo viejo y decidiste colgar el sombrero, comprarte una casa y buscarte una mujer."

Eriol se echó a reír.

-"¿Qué me estoy haciendo viejo? Se va a enterar ese si estoy viejo cuando lo vea… Y esta vez, ¿de qué trata la apuesta?"

-"De cuanto tiempo vas a tardar de olvidarte del ratón de campo y volver salir a cazar al resto de las mujeres de la zona."

-"Tomoyo no es un ratón de campo" –replico Eriol, ofendido por el apodo que le habían dado a Tomoyo.

-"Ay ay … detecto cierta irritación en tu tono, hermanito."

-"No es un ratón de campo."

-"Esta bien, Eriol. ¿Qué es entonces?"

-Es preciosa, dulce, divertida… es algo tímida, sí, pero no un ratón. Trabaja duro, tiene su propio negocio y es un miembro responsable y respetado de la comunidad. Es lista y realista. Y tiene un cuerpo que me hace hervir la sangre: ojos de un color igual al de las amatistas, tiene el pelo largo y es de un color plomo hermoso y sus labios son como dos pétalos de rosas, y su piel es como la porcelana…

-"Bueno, bueno. Ya me hago una idea… así que, ¿te gusta mucho?"

De haber estado hablando frente a frente, su hermana lo habría visto sorprenderse al darse cuenta a que le había hecho darse cuenta a su hermano. Pero él no lo admitiría, no le admitiría a su hermana que la conclusión a la que había llegado era cierta.

-"No recuerdo que antes te interesaran mujeres con esos atributos" -dijo Cindy, interrumpiendo sus meditaciones.

-"Supongo que para todo tiene que haber una primera vez"- replicó-. "Desde luego, es una mujer con clase."

-"Entonces Aoshi tenia razón. ¿Vas a colgar el sombrero y dejar que te echen el lazo?"

-"Honestamente, Cindy… no lo sé. Por ahora, solo estoy pasándola bien."

La menor de los hermano Hiragizawa se echo a reír con ganas.

-"Ese si que es el hermano que conozco y al que quiero. ¿Y llevas más de diez días pasándotela bien con ella? Porque Aoshi y Nakuru han apostado que esta es la mujer que puede volverte monógamo, hombre de una sola mujer…"

-"Y vos dijiste que le dabas máximo diez días de vida a mi aventura con Tomoyo, ¿no?"-resolvió Eriol.

-"¿Es muy poco tiempo?"

Eriol no pudo encontrar una respuesta sincera, así que prefirió bromear.

-"Pongamos que dure toda la eternidad… más o menos, tres semanas" -sugirió, aunque no podia imaginarse dejando de ver a Tomoyo.

-"Si que te ha a agarrado fuerte esta vez" -se maravillo Cindy con las palabras de su hermano mayor.

-"Tomoyo es completamente distinta a las mujeres con las que he mantenido algún tipo de relación."

-"Yo no lo llamaría relación aun."

-"Entonces, ¿qué es?"

-"Diversión. Sólo diversión."

Eriol descubrió que no le gustaba nada que calificaran de diversión su relación con Tomoyo.

Raro. Muy raro.

Y la única forma de escapar de aquella extrañeza era cambiar de tema.

-"¿Vas a venir a ver la casa o no?"

-"Allí estaré, pero… ehmm… voy sola."

-"¿Sola?"

-"Sí."

-"¿Quieres hablar de eso?"

-"No. En este momento, no puedo.

-"¿Me estas diciendo que ya no eres mujer de un solo hombre?" -bromeó.

-"Déjate de bobadas, ¿quieres? Yo lo estoy pasando bastante mal."

-"Bien, bien. Entonces, nos vemos cuando llegues, ¿no?"

-"No tardare más de un par de días."

-"¿Necesitas algo?"

-"No, gracias hermanito."

-"Si necesitas algo, o que vaya a buscarte…"

-"Tengo tu número."

-"Esta bien, cuídate, pequeña."

-"Tu también, adiós."

Colgaron, pero Eriol se quedó sentado junto al teléfono de la cocina, repasando la conversación que había tenido con su hermana.

Pensando en Tomoyo.

En lo que estaba ocurriendo entre ellos.

En sí mismo.

Él nunca había sido hombre de una sola mujer. Lo mejor que se podia decir de él es que era un hombre que no estaba con más de una mujer a la vez. Y sí, tenia que admitir que se dedicaba a pasarlo bien con las mujeres que se iba encontrando, pero no importaba, por que ellas hacían lo mismo con él.

Pero con Tomoyo era distinto. Había algo más profundo. Algo con más sustancia. Y parte de esa diferencia estribaba en que sentía algo por ella. Algo intenso. Era algo más que puro deseo fisico.

Por primera vez en su vida, dos cosas ocurrían a la par; albergaba sentimientos nobles hacía ella: respeto, admiración, admiración por la clase de mujer que era… y el más puro y simple deseo fisico.

Un deseo que, en el fondo, no era tan simple, sino abrasador e indomable.

Era como un dolor en su interior, un nudo candente que le impedía concentrarse en ninguna otra cosa que no sea pensar en su sonrisa y en su suave piel.

Ella era lo que lo desconcertaba. Sin proponérselo, no podía sacársela de la cabeza.

No podia dormir pensando cuanto le gustaría tenerla a su lado en la cama, sentirla en sus brazos, bajo su peso.

Mientras trabajaba en la mansión seguía teniéndola en la cabeza, sonriendo, con los ojos brillantes, con los labios entreabiertos, esos labios que tanto deseaba besar una y otra vez, y seguir besando hasta que se le adormecieran los sentidos.

Sí. Sin duda lo había agarrado bien. Porque allí estaba él, sentado en un taburete de la cocina y tan excitado que más que excitación era dolor lo que sentía.

Pero el deseo no era problema para él; de lo que no estaba tan seguro era del resto.

¿Estaría volviéndose hombre de una sola mujer? ¿Seria aquello más que un capricho pasajero? Lo único que sabia con certeza era que sus sentimientos hacia Tomoyo estaban multiplicándose como por encanto. Sentimientos que eran nuevos para él y que le hacían preguntarse como enfocar lo que le estaba pasando.

¿Qué pensaría Tomoyo? ¿Qué sentiría ella por él?

¿Qué pasaría después de que le hiciera el amor?

¿Él seria capaz de responder a sus expectativas? ¿Podría él llegar a ser el tipo de hombre que le gusta a las mujeres como Tomoyo Daidouji?

O o o o O

Hacia cuatro horas que no lograba conciliar el sueño. Por mucho que lo intentase estaba demasiada agitada, demasiado excitada. No habría podido dormir aunque su vida dependiese de ello.

No tenia que entrar a trabajar hasta las once, pero tenia pensado ir mucho antes a la pastelería. En el mes de junio, el alcalde organizaba todos los años una fiestas para profesores y alumnos con razón de festejar el fin de año escolar, y siempre pedía una buena cantidad de la especialidad de Tomoyo: las glorias. Galletas de vainilla con una capa de crema helada y otra de chocolate negro.

Pero iban pasando las minutos y el sueño no venia, por lo que se le ocurrió que lo mejor tal vez era irse al horno, preparar las galletas y volver después a casa para echarse un rato a dormir antes de que empezase su turno del día.

Así que se levanto, se vistió con una remera azul de mangas hasta el codo, jeans y zapatillas deportivas, se recogió el pelo en una coleta en lo alto de la cabeza y salió en dirección a la pastelería con la confianza de que aquellas galletas podrían sacarle de encima sus preocupaciones.

En concreto, que fueran capaces de sacarle a Eriol de su pensamiento.

Porque eso era precisamente lo que le había impedido que durmiese esa noche. El deseo de verlo. El deseo de hacer mucho más que verlo. El deseo de besarlo, acariciarlo, abrazarlo…

Eriol era un poco como le había ocurrido con aquellas galletas, reflexiono, mientras medía los ingredientes.

Había probado algo parecido a sus glorias en una feria de Yokohama unos cuantos años atrás. Estaban buenas, pero estaba segura que podría mejorarlas, y hasta que lo consiguió no paro, la nueva receta había estado en su cabeza casi constantemente hasta que lo logro. Cada intento fallido no la desanimaba, sino que servia para que pensaran con más ahínco en lo que podia mejorar. Se había obsesionado, hasta que al fin había conseguido un resultado perfecto, exquisito.

Eriol también había encendido esa luz en su interior. Una luz mucho más intensa que la de cualquier otro hombre que hubiera conocido, incluyendo al "intento de hombre" con la que había estado apunto de casarse. Y como le ocurrió con la receta de las galletas, tampoco podia quitárselas de la cabeza. Por mucho que lo intentara. Y Dios, vaya si lo había intentado.

Sabia que no debía seguir saliendo con él. Que iba a darse la cabeza directamente la cabeza con la pared. El mismo Eriol había admitido que nunca iba en serio con ninguna mujer. Que quisiera echar raíces en Tomoeda no significaba necesariamente que tuviera intención de echar raíces en ningún otro sentido.

No tenia planes de casarse y crear una familia… que era lo que, en un futuro, ella queria hacer. Los hombres como él salían con una mujer por un tiempo, y después, pasaban a la siguiente.

Pero aun teniendo todo eso en cuenta no podia dejar de pensar en él. No podía dejar de desearlo. Porque lo deseaba como un alcohólico desea una copa de licor.

Y eso era también extraño para ella. Siempre se había considerado una persona con hábitos sexuales normales. Jamás había experimentado una necesidad como aquella. Era como si el nivel de deseo que despertaba en ella cada vez que estaban juntos se quedara permanentemente en su cuerpo. Allí, bajo la piel. Acalorando cada centímetro de su anatomía y deseando ser besada. Por él. Solo por él. Sentirse completamente de él.

Y desde que la dejo en su casa después de lo del amanecer, había estado dispuesta más de mil veces a subirse a su coche, buscarlo y abalanzarse sobre él donde quiera que lo encontrase. Sentir sus manos en cada centímetro de su cuerpo. Sentir sus labios en su boca. En su cuello. En sus pechos. En otras partes del cuerpo que solo la hacían avergonzar con solo imaginarlo…

-"Ya veo como trabajar me ha aliviado el pensamiento" –se murmuro en voz alta mientras metía las galletas en el horno.

Como tenia que esperar a que se cocinaran, se sirvió un vaso de té helado y se sentó en unos de los taburetes altos que había junto a la mesa de trabajo en el centro de la habitación, intentando mantener a raya sus pensamientos.

Pero no lo consiguió. Él seguía ahí. Inamovible e imperturbable. Torturándola.

El problema era que, por encima de todo, le gustaba como persona. Le encantaba estar con él, oír su voz, la sensación de aventura que aportaba a su vida, le gustaba mucho hablar con él, escucharlo, que fuese capaz de sacarla de la armadura de la que Kenji Mathashi se había quejado.

Todo ello, sumado al irrefrenable deseo que había hecho crecer en ella la empujaba a olvidarse de ser precavida y a dejarse llevar por la tentación. A ignorar todas las banderas rojas de aviso que le mostraba su sentido común y a tomar el camino que la conduciría hacia lo que más queria. A él, a Eriol Hiragizawa. El hombre con el mejor trasero de Tomoeda.

Y si no averiguaba lo que era estar desnuda en sus brazos, hacer el amor con él, lo lamentaría el resto de su vida. No podría dejar de preguntarse, de soñar como habría sido. Seria una avidez que nunca podría saciar.

Pero esa posibilidad la asustaba. Pero ¿y si un momento de rapto era todo lo que llegaba a tener con él? Sabía que no era de los que se casan y si no podia tener para siempre un hombre como él, debería aferrarse a lo que estuviera dispuesto a ofrecerle.

Aquel hombre la hacia sentirse viva, mucho más de lo que había experimentado en toda su vida y, por una vez, queria dejarse llevar, tomar el camino que sus sentidos le gritaba y disfrutar, solo disfrutar lo más que pudiera junto a él…

El timbre del horno sonó avisándole que sus galletas ya estaban listas, lo cual no impidió que sus pensamientos siguieran por el mismo camino.

¿Qué iba a hacer, se preguntó mientras probaba una de las galletas. Estaban en su punto, así que las saco del horno.

-"¿Qué tal subirte al coche, buscarlo y llevártelo al huerto?" -murmuro entre dientes.

-"¿Sabes que encierran a la gente por hablar sola?¿O hay alguien con vos?"

Tomoyo dio un salto y se volvió hacia la puerta trasera que había dejado abierta para que entrase aire fresco. Allí estaba él, de pie en la calle, como si solo con pensar en él tuviese la capacidad de hacerlo aparecer.

-"Me has dado un susto de muerte" -contestó, con el corazón latiéndole a mil por minuto.

-"Lo siento. Llame a la puerta principal y después a ésta, pero ha coincidido con el timbre del horno y no me habrás escuchado."

Tomoyo coloco la bandeja de galletas en una estantería para que se enfríen y después se acerco a Eriol.

-"¿Qué haces aquí?" -le pregunto, dándose cuenta que era lo mismo que le había preguntado al encontrárselo en al otro lado de la ventana de su habitación. Aquello de aparecer en el momento más inesperado estaba empezando a convertirse en hábito.

-"Es que no podia dormir, así que decidí dar una vuelta en coche y vi la luz encendida. Se que empiezan temprano, pero las tres menos cuarto, ¿no es demasiado temprano?"

Abrió la puerta de mosquitera para que pudiera entrar y al verlo bien comprobó que aquella era en verdad una visita improvisada, ya que la sombra de la barba ensombrecía sus mejillas y tenia el pelo algo alborotado, algo poco común en él que siempre estaba impecable.

No por eso dejaba de estar impresionante y muy atractivo, en cierta forma le daba un toque "salvaje" muy excitante.

-"Yo tampoco podia dormir" -explicó ella.

Iba vestido con unos jeans claros, unas botas negras, y en aquella ocasión llevaba una camisa blanca arremangada hasta el antebrazo y desabotonada casi hasta el estómago.

Para distraerse de aquella visión, le contó lo del pedido del alcalde.

-"Huelen de maravilla" -contesto Eriol, olisqueando el aire.

-"Puedo separar un par de galletas para vos, pero tenes que esperar un par de minutos a que se enfríen para poder comerlas."

Él le dedico una de esas sonrisas que prendían en ella como el fuego en leña seca.

-"No tengo nada importante que hacer."

-"¿Te apetece un poco de té frío mientras esperas?"

-"Estupendo."

Mientras Tomoyo llenaba un vaso con lo que quedaba de té frío, vio que Eriol observaba con atención el horno.

-"Así que esta es tu pastelería" -dijo cuando ella le entrego el vaso.

-"Ésta es" –le respondió ella, haciendo un gesto que lo abarcaba todo.

-"¿Y qué hay arriba?" -preguntó, señalando la escalera que salía en un rincón.

-"Un apartamento. Cuando se construyeron la mayoría de los edificios de First Street, la gente tenía las tiendas en el piso de abajo y vivía en el piso de arriba."

-"¿Y vive alguien ahora?"

-"No. Lo tenemos limpio y amueblado porque a veces viene familia de visita, o si el tiempo está muy malo, nos quedamos aquí en lugar de tener que ir a casa en medio de la tormenta y después tener que volver. Pero ahora esta vacío…"

Lo que queria decir es que estaban solos. Y que podia enseñárselo. Y detenerse en el dormitorio. Y conducirlo hasta la cama, y…

-"¿Quieres verlo?" -sugirió con el pulso acelerado.

Eriol miró las escaleras como su estuviese intentando decidir si debía o no debía subir.

-"No te preocupes" -dijo al fin.- "Si dejamos la cocina sola alguien podría venir y robarse las galletas."

Tomo un buen trago de té, dejo el vaso sobre la mesa y camino hasta la tienda.

-"¿Ese es el pan de ayer?" -preguntó.

-"Sí" -contesto ella observándolo. En especial a su trasero, preguntándose que clase de ropa interior llevaría y como se vería sin aquellos vaqueros.

-"¿No estas cansado?" -le preguntó, haciendo un segundo intento para distraerse-. "Anoche no dormiste nada."

Él se encogió de hombros y volvió a entrar en el horno.

-"No necesito dormir mucho, y después de verte por la ventana, me despeje como si hubiera bebido un litro de café. Me produces un insomnio terrible."

-"¿Ah, sí?" -preguntó, sorprendida de la intimidad de su tono.

Él sonrió complacido.

-"Sé que has sido vos la que no me ha permitido dormir estas noches. ¿Y vos? ¿Por qué no puedes dormir?"

-"¿Y por qué no te dejo dormir yo?" -preguntó.

-"No lo sé. Debe tener algo que ver con el hecho de que no pudo dejar de pensar en ti."

-"Puede ser que pensar en ti sea lo que no me permite dormir a mí también" –dijo ella con un ligero color rojizo en las mejillas.

-"¿Puede ser?"

-"Puede ser" -repitió-. "Creo que ya se pueden desmontar las galletas."

-"Genial."

Tomoyo se puso manos a la obra, pero él se quedo donde estaba, apoyada contra el marco de la puerta, observándola con aquellos penetrantes ojos azules que ella casi podia sentir en sus manos mientras manejaba el cuchillo. En el pelo. En la cara. En la boca. En los pechos…

-"¿Hace calor, no?" -preguntó. Tenía un calor espantoso.

-"Mucho" -contesto él, y con paso decidido se acerco a donde había dejado su vaso de té frío. El hielo estaba aun sin derretir y sacó uno de los cubitos.

Tomoyo pensó que iba a comérselo para refrescarse, pero lo que hizo fue ponérselo a ella en la curva de la oreja y pasarlo despacio por el lóbulo, a lo largo de la columna del cuello y más abajo, hasta detenerse justo en el comienzo del escote de su remera, dónde dejo resbalar una gota de agua fría entre sus pechos.

Tomoyo sintió un estremecimiento, pero no por el hielo, sino por quien se lo estaba aplicando y por tanto desear que esa gota que le acariciaba el cuerpo fueran las manos de él.

Entonces Eriol sopló sobre el rastro que había ido dejando el hielo, pero en lugar de seguir hasta el final, se detuvo en la base del cuello.

-"¿Mejor?" -preguntó en un susurro.

¿¿¡¡Mejor? ¡¡Pero si estaba echa un volcán!

-"Es el horno" -explicó cuando recupero la voz-. "Despide un calor tremendo."

-"Y yo que creía que podía ser por culpa mía" -bromeo, sonriendo con su media sonrisa-. "Pero si es por el horno, deberíamos llevarnos las galletas a un lugar más fresco, ¿no te parece?"

-"Buena idea" -contestó, porque sino salía de allí rápido iba a terminar por derretirse. Y si estaba dispuesta a disfrutar del momento no quería que ocurriese en esa cocina ya demasiado caliente.

-"¿Se te ocurre algún sitio?" -preguntó él.

-"Podríamos llevar las galletas al colegio. Tengo la llave de la cafetería, así que puedo dejarlas adentro, y después buscar un lugar desde allí."

"Como tu casa, por ejemplo…", pensó ella.

-"De acuerdo."

Tomoyo puso unas cuantas galletas en un plato de cartón, lo cubrió con papel de plástico y limpio rápidamente.

Mientras ella cerraba la puerta, Eriol se dirigió a su auto y la espero con la puerta del copiloto abierta.

A Tomoyo se le ocurrió pensar que si sus hermanas llegaban y veían su coche aparcado frente a la pastelería vacío, se preocuparían mucho. Pero aquello no fue más que un breve pensamiento mientras se acomodaba en el asiento de cuero del auto y Eriol le colocaba la bandeja de galletas en las piernas.

-"No va haber un vigilante o conserje que valla a pegarnos un tiro por esto, ¿verdad?" -bromeo mientras ponía el coche en marcha.

-"No hay vigilante nocturno, y el conserje solo trabaja de día. Es más, estoy segura que somos las únicas personas despiertas en toda Tomoeda."

Llegaron a la escuela en apenas cinco minutos.

La escuela era un edificio de dos plantas de color claro, con unos jardines llenos de árboles de Sakura, fuentes de agua cristalina y una torre con un gran reloj; Tomoyo le hizo entrar por la parte trasera, justo dónde estaban los columpios y el campo de fútbol.

Una de las luces que iluminaba el campo de fútbol estaba encendida, la única concesión a la seguridad, así que le fue fácil encontrar la entrada a la cafetería y entrar.

Cinco minutos después habían dejado las galletas y estaban de nuevo en el aire fresco de la noche.

Pero en lugar de volver directamente al coche, Eriol se quedo mirando el inmaculado césped del campo de fútbol.

-"¿Qué te parece si nos comemos las galletas aquí?" -sugirió.

¿Qué podia contestar?

"Tenia pensado un lugar un poco más romántico e intimo… como tu dormitorio, por ejemplo…"

-"De acuerdo" -contestó con desilusión, un tono que no paso desapercibido para los oídos de Eriol, que frunció ligeramente el ceño.

Fue a buscar las galletas al coche y luego ambos caminaron hacia el centro del campo.

-"Ah, que bien sé esta acá" -murmuro él, tendido sobre la hierba y apoyado en un codo.

Tomoyo se había sentado con las piernas juntas y dobladas hacia un lado, mientras se apoyaba en una mano.

La luz del reflector que estaba encendida no llegaba a iluminarlos a ellos, de modo que estaban en las sombras, pero aun así podían distinguir perfectamente sus facciones. Y tenia que reconocer que era agradable estar sentados allí, con el olor a hierba recién cortada.

-"Cuando era pequeña, solía venir acá a desahogarme" -comentó, antes de probar la primera galleta.

-"¿A desahogarte? ¿Vos? ¿Es que tenías rabietas?"

-"Por supuesto."

-"Nunca me lo habría imaginado."

-"Si me metía en algún lío, o si me convencía de que estaban cometiendo una injusticia conmigo, mis rabietas eran terribles."

-"¿En que clase de líos te metías?" -preguntó, como si lo creyese imposible.

-"Eyy, yo también he hecho mis travesuras, no soy una santa" -contestó a la defensiva.

-"¿Cómo por ejemplo?"

-"Como bombardear una fiesta de cumpleaños a la que no me habían invitado con globos de agua que tiraba desde el muro del jardín. O llenar de trampas la puerta de un idiota para que saliera y se le cayeran encima latas llenas de pinturas. Suponiendo que hubiese sido él quien hubiera abierto la puerta se hubiera "bañado" en pintura, pero si quien salió fue la madre para ver quien era quien insultaba a su hijo desde detrás de los arbustos para hacerlo salir… bueno, te imaginaras que después no la pasaba tan bien…"

-"Tomoyo, Tomoyo…" -la reprendió-. "Nunca me habría podido imaginar que eras una niña tan revoltosa."

-"Pues lo fui. Pero no empecé a venir acá hasta que tuve trece o catorce años. Solía ser cuando discutía algo con mis hermanas y mis padres me regañaban a mí porque yo era más grande que ellas. Entonces me venia acá, y si estaba enojada de verdad, me subía a lo alto de la caseta del gimnasio y gritaba tanto como los pulmones me lo permitían."

Él suspiro.

-"¿Querrías hacerlo ahora?¿Me gustaría verlo?"

Había algo que se moría por hacer, pero no era gritar específicamente.

-"Lo siento, no puedo hacerlo sin haber sido provocada."

-"Pero sigues teniendo calor, ¿no?" -bromeó.

Cierto, pero no en términos de temperatura.

-"Se esta muy bien acá."

-"Estas galletas son las mejores que he probado en mi vida" -elogio con la tercera ya en la mano.

-"Me alegro que te gusten."

Estuvieron unos minutos en silencio mientras Tomoyo miraba a los vestuarios.

-"¿En qué estas pensando?" -preguntó él.

Ella se echo a reír y las mejillas se le enrojecieron.

-"Estaba recordando una ocasión en la que estaba muy enojado con Sakura y vine aquí. Me subí al tejado de la caseta y grite hasta quedarme afónica. Entonces me tumbe boca arriba, con las piernas y los brazos abiertos, como una verdadera mártir. Supongo que en esa postura era difícil verme porque, cuando se me paso el enojo, oí primero y vi después a una amiga de mi madre con el profesor de gimnasia. Habían entrado de la mano a la caseta. Los dos estaban casados con otras personas, así que yo sabia que aquello no debía estar pasando, y después empezaron a… a… bueno, ya sabes, dentro de la caseta.

-"¡Que situación!" -exclamo él y se echo a reír a carcajadas.

-"Ni que lo sigas, no podia bajar sin hacer ruido, así que no tuve más remedio que esperar que se marcharan para poder irme. ¡Pero no se iban más, y yo podia oírlo todo desde donde estaba. La caseta nunca volvió a ser la misma después de eso."

-"Es curioso pero hace un momento me dio la impresión de que la estabas viendo con añoranza."

Aquel hombre era un verdadero demonio… y como le gustaba que lo fuera.

-"Puede que estuviese echando de menos una buena colchoneta."

-"¿Ah, sí?"

Tomoyo se tumbo en la hierba en la misma postura que él.

-"Pues no. No era eso."

Él sonrió de medio lado.

-"¿Y que es lo que te apetecería?"

-"Has sido tú quien dijo que yo parecía querer algo, no yo."

-"Puede que halla visto en ti algo que yo estaba sintiendo."

-"¿Te apetecería tener una buena colchoneta?"

-"No exactamente" -contestó.

Los dos se miraron y Tomoyo esperó, confiando en que se acercase a ella para acariciarla. Para besarla.

Pero no lo hizo. Maldición… Ahora que ella se había convencido de rendirse a lo que sentía, a la necesidad que la empujaba, él se limitaba a mirarla a los ojos.

Así que Tomoyo se armo de valor y alargó el brazo para apartarle de la frente un mechón de pelo, hundiendo los dedos en su cabello tal como a veces él hacía con el de ella.

Pero él siguió mirándola fijamente y sin moverse.

Tomoyo no retrocedió, sino que acarició su mejilla áspera por la barba con tan solo las yemas de los dedos, recorrió la línea de su mentón, de la barbilla y llego a los labios, deteniéndose sobre ellos como si quisiera hacerlo callar.

Él los beso y después los rozo mínimamente con la lengua. Como ella no los apartó, Eriol se llevo una a la boca.

No necesito hacer más para que Tomoyo ardiera como un volcán y para darle el coraje suficiente para remplazar el dedo por la boca.

Eriol levantó por fin la mano y la colocó sobre su nuca para atraerla hacia él al tiempo que entreabría los labios y la lengua de ambos entraba en el juego.

¿Qué había dicho su hermana? Que si no podía dejar de pensar en Eriol, que se rindiera y disfrutara, ¿no?

Pues eso era exactamente lo que iba a hacer, sin importarle lo más mínimo que estuviesen en el medio del campo de fútbol de la escuela, en mitad de la madrugada, y con un hombre que seguramente no era el adecuado para ella. No iba a importarle nada, solo el hecho de estar con Eriol. De besarlo. De acariciarlo. De dejarse acariciar. De saciar la sed que tenia de él.

El beso estaba haciéndose más apasionado a cada roce. Eriol la tumbo sobre la hierba fresca, apoyando su torso sobre ella. Tomoyo lo abrazo y sintió en sus manos el subir y el bajar de unos músculos de acero, músculos que recorrió hasta la cintura para tirar de su camisa y poder sentir la suavidad de su piel.

La pasión le proporciono valor para interrumpir el beso y sacarle la camisa por la cabeza y poder tener acceso total a su magnifico pecho.

Pero los planos de su torso, de su espalda, de sus hombros, de sus brazos, de su estómago no le eran suficiente.

Lo que necesitaba era deshacerse de su propia camiseta. Sentir su piel contra la de él, sentir su boca, sus manos en cada centímetro de su cuerpo…

Arqueó la espalda para hacérselo saber y Erio gimió como si lo estuviesen torturando, como si le estuviesen tentando con algo que no podia hacer.

Pero un minuto después pareció perder la resistencia y doblo la rodilla para acercarla a la union de los muslos de Tomoyo. El calor se convirtió en llamas dentro de ella mientras él bajaba los tirantes de su camiseta y dejaba desnudos sus pechos.

Entonces fue ella quien gimió al sentir su mano. Estaba volviéndose loca de deseo por momentos, y adelantó las caderas hacia él, se aferró a sus brazos primero, a sus hombros después, a sus costados, a su trasero. Sus lenguas se movían a un ritmo que deseaba pudieran tener otras partes de sus cuerpos, aunque fuese allí, en mitad del campo de fútbol. Nada le importaba excepto lo que estaba sintiendo, la necesidad que debía ser saciada. Hacer el amor con él era lo único que importaba en aquel momento y en aquel lugar.

Pero justa cuando estaba segura de que iba a seguir, de que iba a hacerle el amor, Eriol aparto su boca y sus manos y dejo que todo se enfriase.

-"Si no paramos ahora mismo vamos a tener que irnos a la caseta."

-"Siempre he intentado imaginarme como podría ser."

Él se echo a reír pero no hizo nada, aparte de apoyar la cabeza sobre su hombro.

-"Me odiarías a la mañana siguiente. Yo mismo me odiaría."

¿Por haberle hecho el amor en los vestuarios o por haberle hecho el amor?

Eriol inspiro profundamente y con los ojos cerrados, volvió a subirle la camiseta, cuando a ella le había encantado sentir su penetrante mirada en sus pechos. Desnudos y palpitantes.

Tomoyo tuvo que tragarse un deseo que sentía que le iba a quemar sus entrañas.

Eriol volvió a ponerse la camisa, se paso las manos por el pelo y mirando a las estrellas, respiró profundamente, luchando por apagar lo que habían despertado uno en el otro.

Pero Tomoyo no lograba comprender porqué. Porque no estaban de camino a su casa, a su cama, si él la deseaba tanto como ella a él.

Pero cuando se puso de pie y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse, lo único que dijo fue:

-"Dale, vamos al coche para que puedas volver a tu casa y dormir un rato."

Tomoyo no supo qué decir, de modo que no dijo nada. Ni entonces ni cuando cruzaron el campo. Ni en el recorrido hasta la pastelería.

Aparco detrás de su coche, pero no paro el motor. Eso sí, se bajo para abrirle la puerta.

-"¿Qué te parece si salimos a cenar mañana?" -preguntó, una vez estuvo sentada en el volante de su propio coche.

-"Bien" -contestó. Con aquel hombre nunca sabía qué esperar.

-"¿Te parece bien que te pase a buscar a eso de las ocho? Yo cocino."

-"Bien"

"¿Y después qué?", hubiera querido preguntarle.

-"Entonces, mañana a las ocho" -dijo, y al mirarla a los ojos tuvo la sensación de que también él parecía confuso y frustrado.

Y tras besarla suavemente en la mejilla, le dijo:

-"Tomoyo tú eres la que dice basta en esto, y perdóname si hoy me salí de la raya. No tengo mucha experiencia con buenas chicas."

Y tras dar una palmada en lo alto del coche, volvió al suyo.

Y a pesar de todo, Tomoyo no pudo dejar de sonreír. ¿Esa era la razón por la cual no habían hecho el amor aquélla noche?¿Porqué le parecía una buena chica y las buenas chicas no hacen eso?

Y ella que creía que le había dejado ver claramente lo que queria. Dios, ¿tan inepta era? ¿O es que sus intenciones estaban cruzadas?

No podia saberlo.

Pero fuera como fuese, aun tenia un consuelo: todavía les quedaba la noche del día siguiente, y tenia el presentimiento de que "eso" que tanto deseaba iba a ocurrir esa noche…

Continuara…