Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.

Síntesis: Tomoyo Daidouji estaba decidida a demostrarle al hombre que la había dejado prácticamente plantada en el altar que no era una mujer predecible y aburrida, así que el día que debió haber sido el de su boda decidió dejar a un lado su imagen de chica recatada y prudente, y transformarse en una mujer salvaje y liberal, auque solo fuera durante una noche. Su objetivo: seducir a Eriol Hiragizawa, un extranjero irresistiblemente guapo… que precisamente andaba buscando una chica recatada y prudente con quien establecer una relación permanente…

Advertencia: ¡¡¡¡Atención! Este chap contiene escenas lemon, léanlo bajo su propia decisión, no me hago cargo de futuros trastornos ni nada por el estilo.

"Ocurrió una Noche"

Por Lady Verónica Black.

(Fic Reeditado)

Capítulo Siete

Enfrentando el pasado y empezando un futuro

La tarde siguiente, cuando sonó el timbre de la puerta anunciando la llegada de un cliente, Tomoyo estaba sola en la cocina empaquetando las galletas de canela que no se habían logrado vender ese día. Había sido un día de mucho trabajo, y a excepción de unas cuantas galletas, todo lo demás se había vendido. Cruzó los dedos con la esperanza de que ese hecho significase que no tendría que pasarse demasiado tiempo con quien quiera que hubiese entrado. Estaba ansiosa por volver a casa y prepararse para su cita con Eriol.

Pero nada más salir por la puerta que unía la cocina con la tienda, supo que aquel hombre no había ido a compara dulces.

-"Kenji" –exclamó sorprendida.

-"Hola, T-chan" -la saludó el hombre con una suave sonrisa.

Tomoyo no se había ilusionado con no volverlo a ver en su vida. Tomoeda era demasiado pequeña como para que ocurriera eso. Pero tampoco le parecía que hubiese llegado el momento, y se sintió tan incomoda como pensó que se sentiría. Sobre todo sabiendo que el avión que lo traía de su luna de miel debía de haber aterrizado un par de horas antes. Desde luego que no se podia imaginar que pasaría por la pastelería de vuelta a su casa. ¿Qué queria? ¿Contarle lo bien que lo había pasado sin ella?

-"¿Cómo estas?" -preguntó Kenji tras manosearse los bolsillos del pantalón como si fuese un niño avergonzado. Solo faltaba que empezara a jugar con el borde de su camiseta.

-"Bien" -contestó ella.

La verdad es que parecía irle mejor a ella que a él, a juzgar por las sombras oscuras que tenia bajo los ojos y que se percibían bastante bien, a pesar de su bronceado.

-"¿Podemos hablar?"

-"¿Sobre qué?"

-"Sobre unas cuantas cosas."

-"No tengo tiempo para…"- contestó, mirando el reloj de la pared.

-"Te estaba engañando" -soltó rápidamente como si el peso de aquella información fuese de pronto demasiado pesada como para poder soportarla un momento más.

La verdad es que había logrado sorprenderla.

-"¿Qué me engañabas?" -repitió- "¿Desde cuándo? ¿Con quién?"

-"La conocí el año pasado en Nerima" -respondió apresuradamente-. "Estaba en la clase de contabilidad que daba dos veces por semana."

Tomoyo estaba teniendo problemas para abarcar la totalidad de la situación.

-"Me estabas engañando con una de tus estudiantes" -repitió para intentar asimilarlo-. "No te entiendo, Kenji… entonces, ¿por qué me pediste que me casara contigo?"

-"Estaba intentando evitar que Yoko me gustara. No era mi tipo. Llamativa Escandalosa. Temía que si la traía a Tomoeda me avergonzase y pensé que si me comprometía contigo formalmente, conseguiría quitármela de la cabeza. Evitar cometer una estupidez que lamentaría después. Además mis padres te adoran y eres la esposa perfecta para un tipo como yo."

Hizo una pausa y se encogió de hombros.

-"Pero es que, frente a ella tu parecías la de siempre. Es decir… nos conocemos desde los cinco años. Empezamos a salir a los doce, estuve toda la secundaria y preparatoria contigo, después me fui por dos años… y volví a Tomoeda ¿Dónde esta la diversión en todo eso?"

Desde luego Kenji Mathashi era un tipo encantador.

-"¿Y se puede saber porqué me decís todo esto ahora?"

-"Porque aprendí la lección."

-"¿Y eso que quiere decir?"

-"La lleve a Paris conmigo."

Le costaba trabajo mirar a Tomoyo a los ojos, pero cuando lo consiguió, debió ver la expresión de odio y asco de ella porque enseguida volvió a apartar la mirada.

-"Esta bien" –dijo, levantando las manos en alto como si quisiera retener un ataque-. "Se que ha sido de mal gusto llevar a Yoko a la luna de miel que teníamos planeado para los dos, pero eso es lo que hice. Y eso es lo que me ha curado."

-"¿Curado?"

-"Allí se ha sacado la máscara: bebe todo el día, fuma tanto que ya parece una chimenea humana, dice groserías en todo momento, hace cosas que yo no podia creer… en resumen: horrible."

Sonrió sin convicción, como esperando que Tomoyo sintiese lastima por él.

Pero ella siguió mirándolo sin más, reconfortada por no haberse casado con un hombre como aquel. Cómo pudo haber sido tan ciega, a pesar de ser tan guapo, con ese cabello rubio y ojos castaños, si veías tras ello era un completo imbécil.

"¿Cómo pude salir con él tanto tiempo? ¿¡En que mierda estaba pensando?"

-"Lo tímido, lo tranquilo, lo predecible, lo estable… todo eso empezó a parecerme cada vez mejor" -continuo, repitiéndole las razones que le había dado para no casarse con ella-. "Tienes toda la razón del mundo en estar furiosa conmigo, pero ¿no podríamos considerar todo esto como una aventura sin importancia antes del matrimonio? Ya sabes que no he salido con muchas chicas… solo contigo, con otra chica en la universidad, otra más mientras trabaja en Osaka y después contigo otra vez. Supongo que necesitaba hacer algo así. Pero ahora ya lo he hecho, y no he dejado de pensar en ti ni un solo momento en todo el trayecto de vuelta. No he podido dejar de pensar en lo mucho que te quiero, en que casarme contigo, tener hijos y envejecer contigo es verdaderamente lo que quiero de la vida."

Tomoyo lo miro boquiabierta.

-"Es una broma, ¿no?"

-"Se que lo que he hecho no tiene justificación, y lo siento… pero te quiero" -añadió, como si fuera el papel de regalo que envolvía todo.

Tomoyo no solo se lo quedo mirando con incredulidad por lo que estaba diciendo, sino que se dio cuenta que en algún momento del tiempo que había pasado desde que rompieron su compromiso, sus sentimientos hacia él habían cambiado hasta tal punto que estar allí de pie, escuchando todo lo que acababa de decirle, era como si le estuviere sucediendo a otra persona. Y esa distancia le sentaba muy bien.

-"Es demasiado tarde, Kenji."

-"No puede ser. No después de los años que hace que nos conocemos. No después de todo lo que…"

-"Es demasiado tarde."

-"No puedes hablar en serio Lo que pasa es que estas enfadada, y lo comprendo. Pero podremos superarlo. Yo haré lo que tu quieras para arreglar las cosas y después…"

-"No. No es que este enfadada. De hecho, no lo estoy, y me alegro de que haya ocurrido esto, sobre todo antes de que llegásemos a casarnos. Pero no quiero dar marcha atrás, ni empezar otra vez."

-"Vamos, T-chan" -insistió, como si creyera que simplemente se estaba haciendo de rogar, y él estuviera empezando a perder la paciencia.

-"No, Kenji. Entre nosotros ya no hay nada, todo se termino."

-"Entonces, es cierto" –le espeto de pronto-. "Mi hermano me fue a buscar al aeropuerto y me dijo que corre el rumor de que has estado saliendo con ese holgazán, con ese maldito muerto de hambre que ganó la mansión Wizard en una partida de póquer."

-"¿Holgazán muerto de hambre" –repitió ella, riéndose. Otra de las etiquetas de Kenji, ¿cómo se calificaría a sí mismo?

-"¿Crees que él si te va a ser fiel? Porque si es así, te estas engañando. Ese tipo es de los que consideran a las mujeres como juguetes que se usan y después se tiran. Eso es lo que hizo con Mikki Katihara y quien sabe con cuantas más. Y te lo hará a ti también."

Tomoyo también lo había pensado, pero oírlo de aquella forma la hizo saltar.

-"Es posible. Pero he pensado que la parte de usar puede merecer la pena, que es más de lo que puedo decir de ti."

Kenji simulo indignarse, como si aquel comentario fuese mucho peor que lo que él había dicho y hecho.

Pero en el punto en el que estaban, a Tomoyo le importaba un comino que se enfadase o que no. Lo único que queria era que se marchara para poder irse a casa y prepararse para su noche con Eriol.

-"¡Sufrirás por él mucho más de lo que sufriste por mi!" –le gritó Kenji, mientras le daba un puñetazo al mostrador de la tienda.

-"Correré el riesgo."

-"No fuiste lo suficiente mujer como para retenerme a mí, y mucho menos lo serás para él."

-"Deberías marcharte, Kenji. Ya nos hemos dicho todo lo que teníamos que decirnos."

Pero él no se movió.

-"Volverás a mí. Los dos lo sabemos, pero puede que yo ya no este esperando."

-"Adiós, Kenji."

-"¡Te destrozará!" -le gritó de nuevo.

-"Por favor, márchate de una vez."

Por fin y tras un instante de silencio, dio media vuelta y salió dando un portazo.

Tomoyo inspiró profundamente, se acercó a la puerta y dio la vuelta al cartel de "CERRADO".

Pero al hacerlo las palabras de Kenji resonaron en su cabeza, reforzando las dudas que había tenido desde que conoció a Eriol. La preocupación de que solo estuviera jugando con ella. De que no pudiese haber un futuro para ellos.

Pero se había pasado todo el día soñando con aquella cita e iba a disfrutar la velada pasara lo que pasara después.

-"Y Kenji Mathashi no me lo va a estropear" -concluyo en voz alta.

O o o o O

Tras una buena ducha, Tomoyo se dejo el pelo suelto, se aplico un poco de colorete, rimel y brillo labial y se perfumo ligeramente con un aroma floral. Luego se vistió con un sencillo vestido celeste de manga corta con escote en forma de uve, cuerpo ajustado y falda de vuelo. Era un atuendo muy sencillo, nada provocador ni sofisticado, solamente era ella y eso era lo que le queria mostrar a Eriol.

Mientras se preparaba para la cita, intentaba no pensar en lo que Kenji le había dicho, pero le estaba costando mucho trabajo no hacerlo.

Aun así, era bueno saber lo que se sentía por él no era tan fuerte como se habían imaginado. Que la clase de amor que había sentido por Kenji era más el amor que se siente por un hermano que por el hombre con el cual uno se va a casar.

Es más, lo que estaba sintiendo por Eriol era más de lo que tuvo que haber sentido por su futuro marido, lo cual volvía más peligrosa su relación con él. Porque corría el peligro de sufrir mucho más si aquella relación no funcionaba que lo que había sufrido por su fracaso con Kenji.

Sin embargo, cuando oyó estacionar un auto frente a su casa y se miró una vez más al espejo, su deseo de estar con Eriol ahogó todo lo demás.

Tal vez estuviese corriendo riesgos, puede que se estuviese comportando como una tonta, pero el futuro le parecía en aquel momento algo muy lejano como para preocuparse por él.

-"Así que vas a jugar con fuego" -le dijo a su reflejo.

A modo de respuesta, ante sus ojos se apareció el recuerdo del campo de fútbol. Sus besos. Sus abrazos. Sus caricias.

Sí. Iba a jugar con fuego. Pero iba a hacerlo con los ojos abiertos. Ante si tenia toda una noche con Eriol. Y nada iba a impedirle disfrutar de ella.

Se acerco a la puerta con paso decidido y la abrió de un solo movimiento.

Eriol estaba delante de la mosquitera. Iba todo vestido de negro: jeans oscuros, zapatos y camisa negra. Estaba recién afeitado, su pelo negro azulado brillaba y estaba ligeramente húmedo, y al acercarse a la puerta percibió el aroma de la loción de afeitado que había derramado el primer día. Las rodillas le flaquearon, pero no fue nada comparado con lo que le hicieron cuando él la miro de arriba a abajo y de abajo a arriba otra vez.

Para cuando sus ojos del color de un lago en primavera volvieron a llegar a los suyos, estos brillaban con intensidad.

-"¿Todo esto es para mí?"

Todo aquello y la ropa interior que llevaba puesta, que había comprado para su luna de miel.

-"¿El qué?¿Este trapo viejo?" -bromeo mirándose el vestido que había comprado al medio día.

-"Las hamburguesas que he preparado para la cena no van a estar a la altura de las circunstancias" -comentó, abriendo la mosquitera para que saliese al porche.

-"¿Hamburguesas?"

Él se limito a sonreír y a señalar con su brazo el coche. La verdad es que le importaba un comino el menú de la cena. Con tal de estar sentada frente a él, cualquier cosa.

Una vez estaban ya de camino a su casa, Eriol la miró por el rabillo del ojo.

-"¿Dormiste algo anoche?"

-"Algo" -contestó ella vagamente-. "¿Y vos?"

-"Algo" -contestó con esa media sonrisa tan suya-. "Ahora que he conseguido que salgas conmigo en una cita, digamos, oficial ¿qué te parece si concertásemos otra para el sábado por la noche?"

Tomoyo lo miró con curiosidad.

-"¿Y si esta sale mal? Acaba de empezar, puede que no la quieras repetir."

-"Ni lo sueñes."

-"¿Qué pasa el sábado por la noche?"

-"Mis hermanos habrán llegado a la casa y me gustaría que los conocieras, y darles una cara del nombre que estuve presumiendo todos estos días."

Queria que conociera a su familia… "¡Ponte eso en una pipa y fúmatelo, Kenji Mathashi!"

-"Estaré encantada de conocerlos."

-"¿Aunque te sirva esta noche hamburguesas para cenar?"

-"Incluso así. ¿Y de que presumías?"

-"De nada. Sólo pretendía contarles lo que me traigo contigo en las manos."

-"¿Y qué es?"

-"Nada. Solo disfrutar. Simplemente eso."

Tomo el camino particular que conducía a su casa sonriendo como un gato que se comió al canario.

Aceleró el coche y piso el freno en el momento justo, de modo que el coche hizo un giro brusco y quedó perfectamente colocado frente al porche. Luego se bajo de un salto y fue a abrirle la puerta.

Era como si estuviese deseoso de tenerla en la intimidad de su casa. Un deseo que Tomoyo comprendía al cien por cien.

-"Como conduzcas así en el centro de la ciudad, serás la primer persona en visitar el interior de la cárcel de Tomoeda en los últimos cinco años" -le advirtió cuando él abrió la puerta.

-"Pero nadie puede hacerme nada en mi propia tierra, a menos que yo quiera" -añadió con un gesto sugerente.

Tomoyo se detuvo en el recibidor. A diferencia de la ultima vez que había estado ahí, que tenia tanta prisa por marcharse que ni siquiera se había parado a ver a su alrededor, aquélla vez sí lo hizo.

La escalera partía frente a la puerta de entrada, y a la izquierda de su base había una puerta doble de roble que daba a una habitación vacía; su uso debió haber sido el de la biblioteca, porque todas las paredes habían sido cubiertas con sólidas librerías. Detrás de la escalera salían un pasillo largo del que partían más habitaciones y al fondo había una puerta de vaivén que dejaba ver la enorme cocina.

A la derecha estaba el salón, con una chimenea de mármol lo bastante grande para que un hombre pudiese entrar en ella de pie. Había en el montones de grandes almohadones en el suelo y frente a la chimenea, un cajón de madera boca abajo

Sobre el que había dispuesto un mantel blanco con dos platos, servilletas de un color crema y blanco y cubertería de plata. En todas las superficies disponibles había velas esperando ser encendidas.

-"No tienes muebles" -comento, intentando ocultar el atractivo que tenía para ella aquel escenario tan acogedor y sensual.

-"La mansión necesita tanto trabajo que me ha parecido más fácil dejarla vacía hasta que pueda ocuparme debidamente de la nueva decoración y la compra de los muebles. ¿Te importa comer sobre una caja vieja?"

-"Me parece muy apropiado para el menú."

-"Vamos a la cocina; tomaremos una copa de vino y después te daré una vuelta por la casa, a menos que ya la conozcas."

-"No. Siempre ha estado vacía y cerrada. Me encantaría verla."

-"Genial"

Entraron en la cocina, que era una habitación enorme llena de luz con electrodomésticos anticuados, armarios de roble que necesitaban un buen repaso y en el centro había una mesa de trabajo en forma de U. Había sitio más que suficiente para una mesa y unas sillas, pero ese era todo el mobiliario que había.

Como había prometido, Eriol sirvió dos copas de vino, le entrego una a Tomoyo y después sacó tres paquetes envueltos de la heladera que llevo al patio en el que esperaba ya una parrilla caliente.

-"Me parece que esas no son hamburguesas" -comentó ella cuando volvió a la cocina tras verlo poner el contenido de los paquetes al fuego.

Eriol se limitó a sonreír, tomo su copa y se dedicaron a recorrer la casa.

Era muy grande, pero no demasiado sofisticada. En el piso de abajo había un comedor que podía albergar cómodamente a treinta personas, una habitación que Eriol utilizaba como despacho, lo cual justificaba el hecho de que el suelo estuviese completamente lleno de papeles, planos de la casa y alrededores, libros y que el único mobiliario de la habitación fuera un sillón rojo de respaldo alto. En aquel mismo piso había también dos baños, un cuarto con la lavadora y una sala de juegos, en la que había varios tableros de dardos colgando de las paredes y una mesa de billar iluminada por una lámpara Tiffany que colgaba del techo.

En la planta de arriba había cinco dormitorios, todos con un baño independiente, y unas cuantas habitaciones más pequeñas unidas a las más grandes que podían ser cuartos de estar o habitaciones infantiles.

En ambos pisos la pintura estaba descascarillada, las molduras, las puertas y los marcos descarnados. Los suelos arañados o las mosquetas rotas. Las llaves de la luz descolgadas, cortinas medio colgando, puertas fuera de sus goznes, azulejos de los baños roto y un número indefinido de cosas que necesitaban ser reparadas o remplazadas.

En resumen: un montón de trabajo, pero la casa tenía potencial para resultar un lugar hermoso.

Y Eriol tenía un montón de planes, tanto para la casa como para el terreno. Y su voz se llenaba de entusiasmo al hablar de ello. Los ojos se le iluminaban y hasta sus gestos se volvían más animados.

-"¿Se van a quedar aquí tus hermanos o se van a ir a vivir a la ciudad?" -preguntó Tomoyo cuando estuvieron de nuevo en la cocina, justo cuando sonaba el reloj que Eriol había dejado funcionando.

-"Supongo que lo preguntas porque no hay muebles, pero sí, se quedaran aquí" -contestó mientras salía al patio.

Tomoyo lo vio quitar los pequeño paquetes del fuego a través del cristal de la puerta del patio.

-"¿Saben en que condiciones esta la casa?"

-"Los Hiragizawa hemos dormido en peores sitios" -le aseguro, riéndose-. "He comprado unas cuantas camas, y las traerán mañana. Y teniendo camas a nadie le importara que no haya mucho más. Sí deciden quedarse y ayudar a poner la casa en condiciones, tendremos que ir de compras para que esto sea también su hogar."

-"¿Te ha dicho alguna ya si piensa quedarse? Es decir, supongo que tendrán trabajo y familia junto a la cual volver, ¿no?"

-"Nadie ha echado raíces permanentes en ningún lugar. Todos podrían venirse sin demasiada dificultad si se lo proponen."

-"¿Y sí no se quedan a ayudarte?"

-"Entonces, yo haré todo."

Había puesto en una bandeja la botella de vino, su copa, sal, pimienta y un plato con rodajas de limón junto a los paquetes e hizo un gesto hacia el salón.

-"¿Dispuesta a comer?"

Tomoyo asintió y ambos volvieron al salón.

El sol prestaba ya muy poca luz y Eriol prendió un fósforo para ir encendiendo las velas. Cuando termino, la habitación parecía flotar en una claridad dorada.

-"No hay lámparas" -dijo al sentarse junto a ella.

-"Esto es mucho mejor" -contestó Tomoyo, dejando que lo encantada que estaba con todo se mostrara en su voz.

Entonces él, tras guiñarle un ojo, se quito los zapatos.

-"Sí vamos a jugar a las mil y una noches, será mejor que lo hagamos cómodamente"

Pero por ahora, lo de las mil y una noches solo se había limitado a los cojines para comer en el suelo. No le había rozado ni una mano. Que fastidio.

Tomoyo se quito los zapatos y se sentó con las piernas cruzadas, cubiertas por el vuelo de la falda.

Eriol empezó a abrir los paquetes. En el que quedaba más cerca de Tomoyo, había dos rodajas de salmón con una salsa que olía a vino, manteca y perejil. En el segundo, había pan de hierbas, y en el tercero, una amplia variedad de vegetales: papas pequeñas, zanahorias en juliana, arbejas, zuchini, corazones de alcachofa y champiñones.

-"Conque hamburguesas, ¿eh?"

-"¿Desilusionada?" -preguntó mientras le servía.

-"Sorprendida. Esperaba que te limitaras a poner un par de pedazos de carne a asar, y no que cocinases como un verdadero chef."

Él se inclinó hacia delante para hacerle una confidencia:

-"Soy un hombre de muchos talentos."

No lo había dudado ni un momento. Sólo quería tener la posibilidad de poder probarlos todos.

Mientras comían, Eriol le contó que había trabajando lavando platos en un restaurante de cinco estrellas durante un invierno.

-"Pero la repostería se me da fatal" -añadió al final de la historia-, "así que no vas a tener que temer mi competencia en ese ámbito."

Para cuando terminaron de cenar, la oscuridad afuera era total, dejándolos como en una especie de nido de almohadones, luz de velas y una suave brisa de verano que entraba por las ventanas.

Recoger fue cosa fácil. Eriol insistió en que ella se quedara donde estaba mientras él llevaba la caja con todo lo que había sobre ella, a la cocina.

-"Ojos que no ven, corazón que no siente" -dijo, con un brillo especial en los ojos.

Pero ese mismo brillo ya se lo había visto la noche anterior. ¿Cómo dejarle claro que lo deseaba y que quería algo más que la noche anterior?

Podía decir que tenía calor y desbrocharse algún botón del vestido…

-"¿Entonces ninguno de tus hermanos esta casado o en algo serio?" -preguntó mientras Eriol recolocaba los almohadones para ocupar el hueco dejado por la caja y se sentaba después muy cerca de ella.

-"En este momento, no. Ha habido un par de bodas por el camino, pero ahora todos están solos. A menos que hallan hecho algo que no le hallan contado a los demás."

-"¿Y vos?"

-¿Qué si hice algo que no le conté a los demás? Muchas cosas" -contestó, sonriendo-. "Soy el mayor, no lo olvides. Se supone que soy el modelo a seguir."

-"No, lo que quería decir es que si alguna de esas bodas ha sido tuya. Se dice que nunca has estado casado, pero se me acaba de ocurrir que las malas lengua podrían no saberlo."

-"Pues en este caso, las malas lenguas están en lo cierto. Nunca he estado casado. Tal como dijo mi hermana Cindy ayer por teléfono, nunca he sido lo que se dice… hombre de una sola mujer."

-"Bueno… creo que no tienes que preocuparte por eso porque, según me han dicho hoy, yo no soy lo bastante mujer como para retener a mi lado un hombre como vos" -bromeó, repitiendo lo que había dicho su ex prometido.

-"No sé que clase de hombre soy, pero… ¿Quién es el imbécil que opina eso de ti?"

-"Un tipo llamado Kenji Mathashi. Me tendría que haber casado con él el sábado pasado."

La expresión de Eriol fue una mezcla de sorpresa y preocupación.

-"¿El sábado que celebrabas tu libertad?"

-"Exacto. Había roto el compromiso tres semanas antes."

Tomoyo le contó lo que Kenji le había comentado un par de horas antes, pero también hablo de los defectos que su ex prometido le había enumerado uno por uno.

Quizá estuviese poniéndolo sobre aviso sobre su verdadera personalidad, o quizás estuviese poniéndole a prueba. Fuera como fuera, ser sincera y abierta con él le pareció lo mejor.

-"Tímida, callada, estable y… ¿Qué era lo otro?"

-"Predecible."

Eriol sonrió.

-"Supongo que ha nadie se le ha ocurrido pensar que todo aquello es en gran parte lo que más me atrae de ti."

Tomoyo se echó a reír de vuelta, un poco avergonzada.

-"No, desde luego a nadie se le ocurriría pensarlo."

-"Entonces es que nunca han estado en mi lugar. Conozco a las demás clases de mujeres, y compararte con ellas es como comparar un diamante con un trozo de vidrio."

Tomoyo intentó que el elogio no se le subiera a la cabeza.

-"¿Es de ahí donde viene eso de que soy una buena chica?"

-"Exacto. Todo esto es nuevo para mí" -admitió-. "He estado intentando comportarme, tratarte con el respeto que mereces."

Tomoyo arqueo una ceja.

-"Hay respeto, y respeto…"

Él se echó a reír a carcajadas.

-"¿Me estas diciendo que hay algo más aquí, Tomoyo?"

-"Anoche pensé que te paraste porque no me deseabas."

Eriol echó la cabeza hacia atrás y gimió.

-"¿Qué no te deseaba? Creo que no he deseado tanto a nadie en toda mi vida. Lo que pasa es que creí que no eras la clase de mujer que apreciaría el que me rindiera a mis deseos."

-"Pues te habrías llevado una sorpresa" -se oyó decir.

-"¿No era previsible una de las cosas que se suponía que eras?" -preguntó riéndose-. "Kenji Mathashi anda lejos, muy lejos de acertar en ese sentido."

Eriol tomo su copa y la de ella y las dejó a un lado; después volvió a tumbarse frente a ella, apoyado en un codo, antes de tirar suavemente de su nuca para besarla.

Y la beso en la boca con tanta pasión como si no hubiera pasado un minuto desde que estuvieran en el campo de fútbol de la escuela.

Era sorprendente que ambos hubieran estado hablando y fingiendo ser civilizados cuando bajo la superficie de su piel latía aquélla pasión primitiva y abrasadora. Eriol rodó con ella y quedaron pegados, con una pierna sobre las suyas de modo que Tomoyo pudo sentir su excitación contra la cadera.

Pero no hizo nada por avanzar, sino que siguió besándola, jugando con sus labios, como si no quisiera que las cosas se descontrolaran tan rápido.

"Tú no pares", pensaba Tomoyo, "Haz lo que quieras, pero esta vez no te pares…"

Eriol deposito una lluvia de besos delicados desde el mentón hasta detrás de la oreja, por su cuello hasta la abertura en uve de su vestido, dejándola gimiendo cuando no siguió avanzando, por temor a que pudiese detenerse.

-"Dime que quieres, Tomoyo" -le susurro al oído.

-"Lo quiero todo" -musito como pudo ella.

-"¿Estas segura? Quiero que lo estés."

-"No he estado más segura de otra cosa en toda mi vida" -contestó, a pesar de que parecía desesperada, porque era así como se sentía… desesperada por hacer el amor con aquel hombre.

Eriol se echó a reír con una risa endiablada antes de volver a capturar su boca con otro beso tan hambriento como el anterior.

En aquella ocasión fue su mano la que trazo la línea del escote y al llegar al vértice, en lugar de detenerse, le desabrochó el primer botón. Y el siguiente, y el siguientes.

Fue una idea tan estupenda que Tomoyo hizo lo mismo con su camisa. Pero los botones automáticos de su camisa era mucho más fáciles de abrir que los botones de su vestido, de modo que tuvo la camisa abierta y fuera de los vaqueros antes de que él hubiera llegado muy lejos con su vestido.

Estaba tan ansiosa por sentir su piel que no espero a deslizar las manos por su espalda y su pecho, sobre los pezones ya endurecidos como los suyos.

Pero Eriol no tenía prisa. Después de haberle desabrochado el vestido, fue subiendo agónicamente despacio la mano por encima del tejido hasta cubrir uno de sus pechos.

Tenia todavía la ropa interior puesta, pero aun así el contacto fue eléctrico y Tomoyo arqueó la espalda y echó hacia atrás la cabeza lejos de sus besos y sin siquiera pensar en ello.

Pero Eriol aprovechó la ocasión para besar la curva de su cuello antes de por fin meter las manos bajo el vestido, llevó su mano libre hacia un seno de Tomoyo y lo sujetó tiernamente y cuando ella abrió la boca para gemir con placer, deslizó su lengua entre sus labios y tocó su lengua con la suya. Ella devolvió el beso, con labios y lengua y él empezó a frotar su seno, acariciándolo con un experimentado toque, ni descuidando el pezón ni concentrándose demasiado en él.

Un suspiro de puro placer se escapo de los labios de ella, que se vio interrumpido rápidamente cuando él empezó de vuelta a obrar magia con su boca pero en uno de sus senos mientras al otro le proporcionaba suaves caricias.

Tomoyo deseaba deshacerse del confinamiento de la ropa, la suya y la de él, así que se deshizo de la camisa de Eriol a toda prisa. Pero él seguía sin tener prisa alguna, se tomaba todo tranquilamente mientras exploraba los senos de la amatista. Dejo incluso de besarla para contemplar su cuerpo, para reparar en su ropa interior de encaje antes de por fin desabrocharle el corpiño y quitarle por completo el vestido.

A ella los vaqueros de él se le antojaron de pronto una armadura, y Tomoyo olvido todas sus inhibiciones para bajarle la cremallera y desabrocharle el cinturón.

Al parecer, Eriol había perdido la capacidad de ir despacio, porque se quitó los pantalones él mismo apresuradamente y los dejo a un lado antes de quitarle a ella lo que le quedaba de ropa.

Después volvió a apoyarse en un codo y dejo su mirada vagar por todo su cuerpo.

-"Eres hermosa" -le dijo.

Pero Tomoyo no pesaba en que aspecto podía tener, sino en que estaba embriagada por él, por la perfección de su cuerpo dorado por la luz de las velas.

Deseaba de tal modo acariciarle que hasta las manos parecían dolerle por la necesidad. Quería aprender cada centímetro de su piel, cada músculo, cada tendón…

Con una sola mano acarició sus hombros, su pecho, y los planos de su estomago, sus caderas y su espalda.

Pero Eriol estaba concentrado en el cuerpo de ella y parecía no darse cuenta de lo que ella le estaba haciendo. Su boca se detuvo brevemente en sus labios antes de alcanzar uno de sus pezones y volverla loca de necesidad por una nueva oleada de deseo que partía de sus pechos y llegaba hasta su mismo epicentro, que reclamaba su atención.

Como si él hubiera podido oír esa llamada, una de sus manos bajo a lo largo de su torso, de su estomago y más abajo aún y acarició su clítoris con suma ternura, hasta que su cuerpo no pudo aguantar mucho más.

Tan grande era su deseo que le proporcionó el valor suficiente para alcanzar su miembro erecto, explorando y jugar con el para que Eriol sintiera la misma urgencia que ella,

Y surtió el efecto esperado porque apenas tardo unos segundos en separar su boca y colocarse sobre ella buscando entrar en su cuerpo con cuidado, casi con demasiado cuidado, tanto que Tomoyo creyó que iba a gritar de tanto que lo necesitaba.

Por un momento, ambos se quedaron inmóviles, como si se sintieran tan bien que nada pudiera mejorarlo, por eso duró poco. No podrían esperar más.

El movimiento comenzó a un ritmo lento al que Tomoyo se acomodó levantando las caderas hacia él. Pero la necesidad de ambos era tan poderosa que aquella cadencia creció rápidamente, como si ya hubiesen perdido la capacidad de controlarse.

Cada movimiento era una promesa de lo que había de venir, un atisbo del paraíso final, una llamarada de la explosión que llegó y los lanzo hacia el abismo. Tomoyo tubo que aferrarse a sus hombros porque no podía respirar, no podía sino rendirse a la oleada de placer. Un placer que parecía levantarla en el aire y dejarla suspendida, explotando, incapaz de decir dónde terminaba su cuerpo y dónde empezaba el de él, convertidos en uno de un modo que iba más allá de lo físico, alcanzaba al espíritu de ambos, a sus almas, a su corazón...

Y entonces lo sintió relajarse y respirar contra su pelo, y el peso de su cuerpo fue el paracaídas que la ayudo a volver a la tierra muy, muy despacio…

Y cuando volvió a aterrizar y sintió que el sueño la vencía, no pudo evitar pensar en algo que Eriol había dicho momentos antes…que nunca había sido hombre de una sola mujer.

¿Sería aquello una advertencia?

Continuara…