Lluvia de Sangre
sobre el Cementerio
Capítulo 4:
La Decisión
La noche ya oscurecía todo bajo su manto oscuro. Aun con luna llena, poco se podía ver, ya que una espesa niebla envolvía todo. Esta apareció hace poco más de una hora, después de un día sin novedades meteorológicas. Por eso impresionó bastante que apareciera tan de repente y casi sin aviso. Todo se podía esperan en una noche como esta. Todo Kioto sufría la misma niebla, incluso en la apartada residencia de los espadachines del Hitten Mitsurugi. En la caseta, que era difícil de localizar. El maestro Hiko estaba sentado encima del tejado meditando, mientras fumaba en una pipa. No parecía que el frío le impidiera estar allí. Mientras el humo de la pipa se mezclaba con la niebla, él maestro respiraba lentamente soltando humo por la boca, la cual no se podía decir si era humo del tabaco o a causa del frío. Parecía preparar el entrenamiento del mañana, probablemente el último día que entrenara a su discípulo, y el último día de vía que poseería. Mientras, dentro de la casa, en la habitación del discípulo, Shiyuu caminaba de una lado a otro sin pararse. Ya había pasado un día de entrenamiento, y había aprendido una de las técnicas de los arcanos del Hitten Mitsurugi, "El Dragón de Nueve Cabezas". Pero según el maestro, quedaba la última técnica, el "Amakakeru Ryu no Hirameki", pero aun Hiko no le había explicado nada sobre ella ni como se utiliza. Pero a Shiyuu no le preocupaba mucho eso. Ya eran cerca de las 12 de la noche, y quedaban pocas horas para que Imisu y su familia salieran del país. Y todavía no sabia si dejar a su maestro y partir, o quedarse en Kioto y convertirse en el Seijuro Hiko 13º. En los dos caso, deberá dejar a alguien. Incluso, por si fuera poco, el puerto mas cercano a Kioto no esta muy cerca, es más, esta bastante alejado de la ciudad, con lo que debería haber salido hace una hora. Aun así, todavía tenia esperanzas de llegar, eso claramente, si pretendía ir. Pero las cosas se complicaban en la cabeza de Shiyuu, y a mediado que la noche se extendía, mas confundido estaba. Al terminar el entrenamiento y lavarse, Shiyuu empaco las cosas, con la idea de marcharse, pero no pudo en un principio, a causa de no tener las ideas muy claras. Incluso se había cambiado de ropa, para presentarse lo mas elegante posible. Aun así, no consiguió salir.
- Será mejor que me tranquilice y escriba algo - se dijo Shiyuu, mientras se sentaba y agarraba un pincel y un papel. Entinto levemente el pincel con tinta, y empezó a escribir kanjis de arriba abajo.
Mientras, las cosas en la mansión Omike, no eran muy distintas. Toda las cosas personales estaban empacadas, y muchos muebles ya se habían retirado para llevarlo al barco lo antes posible. Quedaban muy pocas cosas en la residencia. Respecto a las personas, el señor y la señora Omike dormían plácidamente en lo que quedaba de su habitación. Mientras, Imisu, Kiyoko y Haruko, que al ser el último día de Imisu en Kioto, se quedaron a dormir todas juntas, pues no conciliaban el sueño entre conversación y conversación. Recuerdos de el tiempo que pasaron juntas, risas y lágrimas se mezclaron en las palabras en toda la noche, la cual nadie quería que acabara. Ahora, bajo la luz de las velas, todas miraban el cielo.
- Por culpa de la niebla no se pueden ver las estrellas - se quejaba Haruko
- ¿No deberíamos estar durmiendo? Imisu, tu te tiene que levantar antes del amanecer - Kiyoko empieza a impacientarse por la hora que era, mientras veía a sus amigas todavía revoloteando por el cuarto.
- No te preocupes, Kiyoko, por un día que no duerma no pasará nada - responde Imisu mientras se sienta. Imisu no dejaba de pensar en Shiyuu y en la decisión que tomaría. Tenia miedo, mucho miedo de que no viniera. Y lo peor es que debería aceptar su decisión. La idea de no volver a ver a Shiyuu le recorría la mente y no podía dejar de pensar en eso. Le había parecido un sueño el volver a encontrarlo hace dos días. Nunca se había olvidado de él, y eso era seguro. Pero bajando de las nubes y volviendo a la realidad, Ella sabia que Shiyuu estaba en un momento muy importante, donde tendría que elegir, y rápidamente. Imisu se sentía culpable por eso, pero seguramente no habría ninguna otra forma. Solamente cabía esperar su decisión.
- Imisu, estas muy callada ¿te pasa algo? - pregunto Haruko
- No... Nada - respondió Imisu mirando al cielo, he intentando encontrar alguna estrella en el cielo oculto por la niebla.
El maestro Hiko fumaba en el techo de la casa, mientras contemplaba la humedad y la niebla. Del monte se poda ver varios lugares, entre ellos la iluminada Kioto. Miles de pensamientos le pasaban por la cabeza, mientras la luna intentaba romper la niebla. Sobre todo pensamientos referidos al entrenamiento. Su alumno no se concentraba como lo hacia habitualmente. En los descansos miraba al horizonte, y también lo hacia siempre que podía. Se le repentino el cuerpo, y andaba en su mundo, y muchas veces tuvo que bajarlo de las nubes. Era evidente que no prestaba atención. Y para Hiko, era la primera vez que lo veía así. Si duda, algo le preocupaba, pero el maestro no sabia el qué. Solo podía mirar hacia donde el miraba, y fumar, mientras meditaba. La iluminada Kioto era el símbolo de los pensamientos de Shiyuu, cosa que no podía comprender.
Doko ni yukebai
anata to hanarete
Ima wa sugisatta
toki ni toi kakete
Nagasugita yuru ni tobi
dachi wo yume mita
Ikoku no sora mitsumete
kodoko wo dakishimete
Nagareru namida wo
toki no kaze ni kasanete
Owaranai anata
no toiki wo kanjite
Shiyuu miro su poema, leyéndolo una y otra vez. Era sin duda muy bonito, pero lo que mas le preocupaba ahora era el horario, solo habían pasado 5 minutos, y todavía no sabia que hacer. Miro por la puerta, se acerco a ella y la abrió. En las afueras se podía ver la niebla fría, y mientras tiraba el peculiar humo por la boca, a causa del frío, se abrigaba un poco. Acabo apoyándose en arco de la puerta, mientras seguía mirando al horizonte. En los pocos árboles que se podía ver, consiguió observar un cerezo en flor, al cual se le caían los pétalos. Y centelleantemente le vino a la cabeza la visión de su familia. Y más concretamente de su madre. Unos recuerdos de hace años, que ni siquiera le venían a la mente desde hace mucho tiempo. Recordaba los juegos con su madre y sus hermanos, sus inacabables horas de trabajo, y sus contados momentos de risa y fiesta. Pero sin duda la imagen que más le vino a la mente es su día de despedida. Le enviaron con sus tíos para que fuera feliz, con una vida mucho mejor de la que el tenia. Una vida que nunca llegó. Pero él no quiso volver, para no disgustarlos a ellos, para no causarle problemas. En definitiva, para quitarles un peso de encima, para hacerles más felices. Dejo su felicidad para dársela a su familia, mientras que él se pudría en las calles de Kioto. Suerte que Hiko soluciono su vida acogiéndolo como discípulo, acto del que se sentía totalmente en deuda. Pero conociendo al maestro de la técnica Hitten Mitsurugi, Hiko lo hizo para hacerlo feliz. Él mismo lo afirmo en una de sus frase que dijo cuando se conocieron. Según él y sus enseñanzas, estas le servirán para hacer feliz a los demás y a si mismo. El objetivo de la vida es encontrar la propia felicidad. Y Shiyuu lo que siempre ha hecho era encontrar la felicidad de los demás y no la suya propia. Incluso en esta misma duda, el no pensaba en lo que el quería hacer, sino en a quien debía hacer feliz, a su maestro o a la mujer que ama. Pero esa era la visión equivocada para solucionar el problema. Lo que debía hacer era concentrarse en sus sentimientos, y decidir en consecuencia de ellos. Shiyuu se deslizo por el borde del arco de la puerta hasta quedar sentado, mientras no paraba de cuestionarse su conducta. La pregunta era muy fácil. Y la respuesta también, solo que él no la sabia. Pero empezó a sonreír mientras en sus cabeza solo se escuchaba una única pregunta:
- "¿Que es lo que quiero?"-
Imisu miraba el techo apagado de sus habitación. Sus dos amigas dormían, y supuestamente ella debería hacer lo mismo. Pero no, Imisu no podía conciliar el sueño. Era imposible, y solo pensaba en Shiyuu. La esperanza de que emigrara con ella era grandes, aunque también eran grandes las dudas. Solo podía esperar que el día pasara, y rezar para que elija la opción que a ella le verificaba. Pero era inevitable que a veces pensara que pasaría si él no viniera. El simple hecho de pensar en ello correspondía con un desmoronamiento emocional bastante grande. Pero tarde o temprano debía hacerse a la idea. Sabia que no conocía demasiado bien la mente de Shiyuu, y no sabia que esperar de él, ya que no se veían desde hace muchos años. Podría haber cambiado o no, pero por lo menos ella no lo sabia. Solo que quedaba suspirar y esperar, como lo había hecho siempre. Pero por lo menos ahora sabia que la respuesta llegaría tarde o temprano.
Hiko seguía meditando en el tejado de la caseta, mientras seguía mirando hacia Kioto. La niebla no se había disipado, y apenas se veían las luces de la ciudad. Pero aún así, se podían identificar. El humo de la pipa del maestro se había apagado varias veces desde que empezó a mirar el horizonte, y siempre la volvía a encender, y ayudaba a que la niebla fuera más espesa aun con sus bocanadas y suspirada de humareda por la boca. Seguía sin comprender las intenciones de su alumno, aun conociéndolo muy bien. Solo esperaba y esperaba, meditaba y meditaba. El silencio, la oscuridad y la niebla envolvían todo, pero sobre todo el silencio. Es simple soplido de Hiko parecía un estruendo en el ambiente. Incluso, para no tener que romperlo, Hiko dejo de fumar un momento, mientras apoyaba la mano y la pipa en una de sus rodillas. Ahora todo era silencio, absolutamente todo. Tranquilidad, paz, soledad. Pero entre ese conjunto de emociones, algo rompió todo el equilibrio. Un pájaro alzo el vuelo en medio de la noche. El batir de las alas fueron infinitas, y duraron varios segundos, casi un minuto. Todo roto por un simple aleteo, un vuelo, de un pájaro que quería marcharse por propia voluntad, sin importarle el romper el gran silencio que envolvía todo. El silencio volvió todo de nuevo, y Hiko sonrió. Tomo su pipa y siguió fumando. Pasaron varios minutos, hasta que se le apago el tabaco. Ahí, Hiko golpeo la pipa contra el techo, para quitar el tabaco seco. Limpió la pipa y se la guardo. Pero siguió sentado, mientras sonreía. Y entre esas sonrisas, se pudieron entender unas breves palabras, cuyo significado hacia entender que la meditación cumplió el fin que el maestro del Hitten Mitsurugi tenia previsto.
- "Se quiere ir..." -
Shiyuu corría por las calles de Kioto velozmente. Hace rato que había decidido ir a buscar su felicidad. Tomo su pequeño equipaje, su espada, y marcho enseguida por la puerta, sin mirar atrás. Llevaba el tiempo justo, y no tenia la intención de pararse a descansar ni al mínimo contratiempo. No miraba el paisaje de los alrededores de la calle, ni si quiera se paraba a ver si algún carruaje pasa de imprevisto. Solamente corría y corría, entre la niebla y la oscuridad. Pero al cabo de un rato se paro en seco. Se encontraba delante de las puertas del cementerio. Era conocido de que el cementerio poseía dos entradas, una en el norte y otra en el sur. Con cálculo rápidos y precisos, Shiyuu supuso que hiendo a través del cementerio ahorraría tiempo y camino. Y así lo hizo. Corriendo también, Shiyuu tomo el sendero central del cementerio, entre las tumbas y los cerezos en flor. Era un lugar oscuro, y mucho más nublado que el exterior. Pero la oscuridad se combinaba con los bellos arboles que adornaban el cementerio, cerezos en flor. Con toda su copa cubierta de pétalos blancos y rosas, los arboles coloreaban un poco el lúgrube lugar en blanco y negro. Pero Shiyuu no poseía tiempo para pensar en cerezos. La lluvia empezaba a caer en forma de gotas aisladas. Si no aligeraba el paso, acabaría empapado. Entre tanta carrerilla, Shiyuu tropieza y cae al suelo. Empapada la cara de barro húmedo y el kimono también, Shiyuu se levanta rápidamente, pero en recuperación, el sonido de una espada desenfundándose le detuvo. Delante de él esta de pie Seijuro Hiko, 12º maestro del estilo de kenjutsu Hitten Mitsurugi. Se miraron a los ojos, mientras Shiyuu acababa de levantarse completamente.
- Maestro... - Shiyuu apenas podía decir palabras entre la desesperación.
- Desenfunda la espada Shiyuu - dijo el maestro.
- Pero... -
- Shiyuu, no puedo dejar que un aprendiz incompleto deje los entrenamientos sin aprender todo de la técnica. Por tu bien y por el mío. El experto en el Hitten Mitsurugi debe conocer todo lo aprendido, porque sino seria un peligro para él mismo y para los demás...- Entre estas palabras Shiyuu cierra los ojos, mientras desenfunda la espada y se queda en una postura caída, recta y agarrando débilmente la espada, mientras la punta tocaba levemente el suelo. La lluvia empezaba a caer más rápidamente, hasta que finalmente la lluvia paso a ser fuerte y rápida. Las espadas, empapadas, brillaban, los ojos del maestro y del aprendiz también. La luna se encendía y se apagaba entre las nubes. La última batalla en el cementerio, estaba a punto de empezar, entra la lluvia y la niebla, entre el aprendiz y el maestro ...continuará
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