El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

II

Cuidado con lo que deseas...

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El día transcurría tranquilo, como cualquier otro. Anna se esforzaba por mantener la concentración en clase y evitar que su mente divagara hacia el problema que la inquietaba, pero era muy difícil, considerando que era algo que ocupaba la mayor parte de sus pensamientos desde hacía mucho tiempo y que se había agudizado en los últimos meses.

Al salir de su clase de pintura, se dirigió al parque y se sentó en una banca, perdiéndose en sombrías cavilaciones. La incertidumbre había invadido cada uno de sus pensamientos conscientes. No sabía qué iba a ser de ella.

Era la prometida de Yoh. Había sido algo dictado por los padres de ambos cuando aún eran muy pequeños y no podían expresar su voluntad, un compromiso determinado por la conveniencia de la unión de los miembros más jóvenes de ambas familias. Todo bien hasta ahí, suponiendo que con el tiempo ambos se habían adaptado a la idea de que serían pareja.

Pero habían pasado los años, ya hacía rato que habían cumplido la edad adecuada, nadie (ni siquiera la familia O___o) hablaba de la boda, y Anna no tenía ni la menor idea de lo que Yoh pensaba o sentía respecto al compromiso. Vamos, que no tenía ni idea de lo que él pensaba respecto a eso o a ella, él no sacaba JAMÁS el tema a colación (parecía más bien evitar hablar de eso), y encima ella tenía miedo de preguntarle porque no sabía con qué podía salirle.

Sí, Anna Kyôyama tenía miedo. No quería que le dijera que pensaba que el compromiso era una mala idea, no quería oír que era mejor que cada quien tuviera la libertad de emparejarse con quien le diera la gana, no quería que él hablase de romperlo. Pero tampoco quería que las cosas continuasen así, sin definirse, ni mucho menos quería que Yoh asumiera el compromiso con resignación y paciencia y terminase casado con ella sin quererla, si es que algún día se casaban.

Todo esto era una tortura, y lo peor era no poder desahogarse con nadie, tener que tragarse la angustia y las lágrimas para mantener la imagen. Anna no tenía amigas, no había una sola mujer a la que considerara capaz de comprenderla. ¿A quién podría decírselo? ¿A Tamao, que también estaba enamorada de Yoh? ¿A Pilika, que estaba en el norte con su hermano, y que además era una cabeza a pájaros?

Suspiró. Nunca había querido depender de nadie, y sin embargo había terminado así, sin poder imaginar su vida de otra forma que no fuera ligada a Yoh. No podía imaginarse siquiera vivir lejos de él.

- Vaya una cara... incluso para ti - la voz la sobresaltó y se dio cuenta de que un joven alto y delgado pero fuerte, de cabello negro azulado y rebelde estaba parado justo a su lado. Sus ojos verde amarillentos la observaban con irónico interés.

- Len Tao - saludó Anna, sin caer en provocaciones. Conocía bien a Len y sabía que la ironía no tenía el fin de molestarla, que simplemente era parte de su forma de ser.

- ¿Puedo sentarme?

- Qué pregunta tan necia. Claro que puedes.

Len Tao se había establecido con los negocios de la familia en Japón, y era lo más cercano a un amigo que Anna tenía. Aunque no hablaban casi nunca de sus sentimientos y pensamientos más íntimos, los intuían; y Len parecía comprenderla, quizás porque también era un solitario y se veía enfrentado a un amor problemático. Su brusca sinceridad era muy fresca en medio de la hipocresía del mundo.

- Cada día te veo peor, Anna. Te cuesta más disimular lo mal que andas - la susodicha sinceridad salió a flote al primer intento, pero la aludida no se sintió incómoda; simplemente suspiró y aferró su bolso como si fuera un salvavidas.

- ¿Y eso te parece extraño? Tengo que vivir con él y verlo todos los días y todas las noches...

- ¿Preferirías no hacerlo?

- Tú sabes la respuesta a esa pregunta.

Ambos guardaron silencio por unos minutos.

- ¿Y qué hay de ti? - preguntó Anna de improviso.

- Nada. Todo igual. Tengo que callarme, igual que tú; quizás es menos dificultoso porque no le veo casi nunca, pero créeme, el efecto es el mismo.

- Vaya par de idiotas estamos hechos - admitió la rubia, y la sombra de una sonrisa triste pasó por su rostro.

- ¿Qué vas a hacer?

- No lo sé, Len. Quisiera que sucediera algo que resolviera esta situación de una vez por todas, pero tengo miedo... tengo el presentimiento de que sea lo que sea no va a ser bueno para mí...

- Te comprendo, pero no puedes andar por ahí con esa cara. No vas a resolver nada, te lo digo por experiencia. Vamos, te invito un helado.

Anna aceptó y pasó un par de horas muy agradables con Len, aunque no se le quitaba de la cabeza la idea de que algo que no le gustaría iba a pasar. El joven chino la llevó a casa en su auto y la dejó en la entrada.

- ¿No vas a pasar a saludar? A juzgar por el ruido, ya deben haber llegado.

- No tengo ganas... - Len inclinó la cabeza para escuchar mejor el bullicio proveniente de la casa de los Asakura, y de pronto sus ojos amarillentos se encendieron con una emoción indescifrable. Era algo digno de verse, así que Anna no pudo evitar mirar fascinada la transformación en el semblante masculino - Pensándolo mejor, sí, voy a entrar... ¿Qué diablos me ves? ¿Tengo monos en la cara o qué?

Sólo Len Tao se atrevería a hablarle así, pensó Anna, divertida.

- Te aconsejo que mejores el camuflaje, Len. Te estás sonrojando.

- ¿¡QUÉÉÉÉÉÉÉ!? ¡NO! - se apresuró a mirarse en el espejo retrovisor - Eres una criatura cruel, Anna Kyôyama. Pero... gracias - hizo un par de aspiraciones profundas, acomodó su expresión y pronto se vio como el mismo Len Tao de siempre.

Ambos entraron, y se sorprendieron al encontrar la salita llena de gente, todos conocidos, con un par de excepciones.

- ¡Pero miren, si es nada menos que Anna! ¡¡Y el SEÑORITO!! - la exclamación provenía de un joven muy alto y musculoso cuya cabeza estaba adornada por una gran cantidad de cabello azul y erizado sujeto con un pañuelo.

- Qué sorpresa, Horohoro, Pilika - saludó amablemente Anna, asumiendo automáticamente su papel de dueña de casa - es un placer verlos.

Len sólo hizo una inclinación de cabeza a modo de saludo, con su cara malhumorada y fiera de siempre, sus ojos amarillentos fijos en el ainu. Porque Horohoro parecía llenar la pequeña sala con su enorme humanidad, pero sus ojos chispeaban como los del chiquillo que había sido y aún era, presto a hacer alguna travesura a pesar de su tamaño.

- Hola, señorita Anna - saludó Pilika, algo tímida.

- Hace tiempo que no nos veíamos, ¿eh Anna? - dijo Horohoro con su habitual cachaza - Estás muy bonita, ¿sabes?

Manta e Yoh se miraron al oírle y se echaron hacia atrás, dispuestos a correr si, como temían, Anna le disparaba su formidable puño en la cara al joven, grande o no. Pero ésta se limitó a mirarlo y a decir, tranquilamente:

- Gracias. Tú no estás nada mal tampoco.

Hubo un ¡plop! general cuando todos cayeron al piso, sorprendidos. Horohoro sonrió.

- Y tu carácter ha mejorado, también - se oyó un gemido ahogado, que Anna sospechó venía de parte de Manta, y una risita tímida de parte de Tamao, que estaba sentada junto a la ventana.

- ¿Qué los trae a la ciudad?

- Asuntos de la tribu. Negocios, ya sabes - dijo el ainu dándose importancia, pero recordando luego a los dos extraños -. He traído unos amigos conmigo. LEN Tao - hizo énfasis en el nombre, mirando al joven chino - y Anna Kyôyama, éste es Takehito, un amigo de la familia, y ella es mi prima Suisei.

Por primera vez, Anna se fijó en los recién llegados. El hombre, que tenía unos cuarenta años y aspecto reposado y respetable, hizo una pequeña reverencia. La joven fue la que la sorprendió: era como de su edad, pero casi tan alta como Horohoro, de piel bronceada, ojos verdes y cabellos rojos como el fuego. Le pareció haberla visto en alguna parte.

- Encantada de conocerlos.

- Encantado - masculló Len, mirando a la bella pelirroja -. Perdona, pero creo que te he visto antes...

Anna miró al techo. Era típico de Len soltar lo que pensaba. La pelirroja no se ofendió por la brusquedad del joven chino; al contrario, sonrió.

- Quizás en alguna revista, señor Tao.

- Suisei es modelo y vive en Europa - medió Horohoro, dedicando a Len una mirada MUY extraña.

- ¡¡Claro!! ¡Tú eres Ruby! No te reconocía con esas ropas - Tamao había brincado de su asiento junto a la ventana y miraba a la chica con los ojos como platos - ¡Eres muy famosa! ¿Me das tu autógrafo? ¿Por favor? ¡Di que sí!

Gota general.

- Por supuesto - contestó la aludida, algo sorprendida. De su sempiterno bolso rosado en forma de corazón, la muy rosada Tamao sacó una libreta rosada, de hojas rosadas, con su correspondiente bolígrafo rosado adornado con una pluma rosada, y se lo tendió, sin dejar de mirarla como si fuera Dios en persona.

DOBLE gota general.

En un instante se reanudó la algarabía y Anna se reunió con Manta a escuchar los cuentos de los hermanos y del señor Takehito, mientras Len se apoyaba en la pared, en un rincón, con su cara de pocos amigos de siempre. En una pausa en mitad de un discurso pomposo de Horohoro, la rubia se volvió a mirar a Yoh. Estaba sentado con Tamao y la tal Suisei, hablando muy sonriente a la pelirroja, y eso le dio muy mala espina a Anna.

Bueno, Yoh era así de amable y sonriente con TODO el mundo. No tenía que molestarse por eso, pero le molestaba de todas maneras, y se dio cuenta de pronto que consideraba a la modelo pelirroja una amenaza.

Sus ojos oscuros se abrieron como platos.

¡Estaba celosa!

Nunca había sentido eso, ni siquiera por Tamao, a pesar de la obvia adoración de ésta hacia Yoh. ¿Porqué sería? Sólo sabía que se le hacía un nudo en el estómago al verlos juntos, y la sensación era por completo desagradable.

Como pidiendo ayuda, sus ojos buscaron a la única persona que podía comprenderla: Len. Pero éste tenía sus propios problemas y estaba inmerso en sus pensamientos.

Ten cuidado con lo que deseas, porque puedes obtenerlo...

La frase cruzó por la mente de Anna como un rayo. ¿Sería esto lo que ella temía que pasaría? ¿La llegada de Suisei, o el súbito empeoramiento de su enfermedad? ¿O ambas?

Pobre de mí, pensó Anna, suspirando.

Próximo capítulo: The Big Bad Green-Eyed Monster

N.A.: A ver en qué va a parar esto... sigo sabiendo a dónde voy (creo, ya me estoy perdiendo), pero sin el cómo. Y Anna piensa demasiado, eso es malo, se parece a mí xDDDDDD