El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

VIII

Las fresas de la amargura

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Al escuchar el grito del ainu, el sobresalto hizo que Len brincara de manera muy poco digna, mientras que Pilika se llevaba las manos a la cabeza y murmuraba "porqué a mí, porqué a mí, qué parientes me gasto..."

- ¿Y BIEN? - rugió Horohoro - ¿Es que nadie piensa explicarme qué está pasando?

- No está pasando nada, Horo, es que...

- ¡¡¡TÚ TE CALLAS!!! A ver tú, SEÑORITO, ¡¡¡¡exijo una explicación!!!!

- Estábamos hablando - dijo razonable y concisamente Len, ya recuperado del sobresalto.

- ¿¿¿¡¡A LAS DOS DE LA MAÑANA!!??? ¿¿De qué diablos hablan a esta hora, cuando que yo sepa rara vez se dirigen la palabra?? - Horo estaba furioso, pero no se alcanzaba a discernir si era por preocupación por la virtud de su hermanita, o por otra cosa... porque ni miraba a Pilika. Sus ojos rabiosos estaban fijos en Len.

- De algo privado, ¿es que no se puede hablar de algo privado sea la hora que sea? - intervino la ainu, empeorando las cosas, ya que tanto su hermano como el joven chino le dirigieron sendas miradas asesinas.

A estas alturas la terraza ya estaba iluminada y el usual grupo de curiosos se agolpaba en torno al trío. Tamao tenía cara de sorpresa, Ryu y Suisei de simple curiosidad (ésta llevaba ahora un pijama prestado por Tamao, que le quedaba pequeño pero al menos cubría mucho más que el malhadado teddy verde), Manta de sueño y confusión, Anna trataba de disimular una sonrisa y en su lugar ponía una extraña mueca que podía ser interpretada de muchas maneras... sólo Yoh no se reía como de costumbre y tenía el ceño fruncido.

- ¡¡¡Entre ustedes dos no puede haber nada privado!!! ¡¡Tú eres una niña inocente y no puedes estar poniéndote en una situación que...!!

- Déjala en paz. Te he dicho que sólo hablábamos. Aunque bien es cierto que lo que hablamos NO te concierne...

- ¡¡¡A TI TE VOY A RETORCER EL PESCUEZO!!! - bramó Horohoro, lanzándose hacia Len. Un brazo fuerte lo retuvo.

- Venga, a callar - por una vez, Yoh ni siquiera sonreía. Estaba tan serio que costaba reconocerle, e incluso Anna se estremeció al verle de tal guisa - , Horohoro, si Len dice que sólo hablaban, sabes que no miente. Tú, Len, no deberías de estar afuera a solas con Pilika y a estas horas, en eso él tiene la razón...

- Pero Yoh... - empezó el ainu, pero la mirada del shaman de pelo castaño lo hizo callar.

- Mañana discutirán todo lo que quieran, pero ahora lo que quiero que todo el mundo se calle, regrese a sus respectivos lugares y se duerma de una buena vez. Hale, ¡todos adentro y a DORMIR!

Sin chistar, todo el grupo se dispuso a abandonar la terraza al escuchar al dueño de casa hablar con tanta autoridad.

- Tú quédate, Anna, por favor. Necesito hablarte.

La itako estuvo a punto de protestar con su altivez característica, pero se limitó a asentir. Tragó con dificultad, permaneciendo en su lugar junto a la puerta, tratando de no mostrar el nerviosismo que comenzaba a invadirla y que ahora sentía cada vez que por casualidad se quedaba a solas con su prometido.

Los demás evidentemente se morían por quedarse y ver qué pasaba, especialmente Pilika, que de inmediato se enfurruñó.

- ¡No es justo! ¿Porqué ellos sí pueden hablar a estas horas y nosotros no?

- Ejem... eso es evidente... ejem... señorita Pilika... mejor entremos - hasta Ryu era más diplomático que la joven ainu, aunque su manera de arrastrarla hacia adentro de la casa no fue muy "diplomática". Todos miraban hacia atrás al salir, tratando de captar algo de lo que pasaba entre la sacerdotisa y el shaman.

- ¡Amidamaru! - llamó Yoh, y de inmediato el espíritu del samurai se manifestó a su lado - Encárgate de vigilar que todos estén donde deban estar. No quiero más escándalos por esta noche - añadió de manera ostensible, desanimando a los que esperaban escuchar pegando el oído a la puerta o a las paredes.

- Sí, amo Yoh.

- Maldita sea - la voz de Horohoro llegó claramente hasta ellos, y a pesar de los nervios Anna no pudo evitar que una sonrisa curvara sus labios.

El chico peliazul no sólo era un glotón, sino también un curioso tan insaciable como su hermanita Pilika: ante la perspectiva de un chisme jugoso, hasta la "afrenta" que le había infligido Len se le olvidaba. Pero esta vez no tendría la suerte de quedarse.

Finalmente, Yoh y Anna se quedaron solos en la terraza.

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La rubia no se atrevía a abrir la boca. Era muy raro que se quedase sin nada que decir, pero esto no era para menos.

El shaman estaba silencioso, lucía algo pálido bajo las luces de la terraza, y la miraba de una manera extraña que la hacía sentirse aún más incómoda. Así pasaron al menos un par de minutos, hasta que ella no soportó más y rompió el silencio.

- ¿Qué querías decirme?

- Yo... - empezó el joven, pero se cortó de inmediato y apartó la mirada.

Anna sentía un nudo en la garganta y otro en el estómago.

- Por todos los cielos, Yoh, ¿de qué se trata?

El aludido respiró hondo y volvió a mirarla.

- Hay algo de lo que no hablamos hace mucho tiempo...

- Deduzco que te refieres a nuestro compromiso... - repuso la rubia, sin poder evitar que algo de sarcasmo se colara en su voz.

- A eso me refiero, sí.

- ¿... y? - preguntó la itako con calma aparente, aunque temblaba casi imperceptiblemente y por dentro se sentía morir.

"Me va a decir que no tiene objeto, que es mejor que cada quien tome su camino, me va a decir que es mejor que rompamos... he estado preparándome para esto, pero ahora creo que no podré soportarlo... no podré, me moriré..."

- Que creo que ya es hora de que tomemos una decisión firme al respecto.

A la rubia le costó trabajo articular palabra. Por dos veces abrió la boca para hablar, y por dos veces la volvió a cerrar, hasta que encontró algo que decir que no fuera demasiado estúpido. Su mente no estaba funcionando de lo mejor precisamente.

- ... y, ¿qué sugieres tú? - logró preguntar, por fin.

- Yo... yo pensé que tú tendrías alguna sugerencia - el rostro del joven shaman comenzaba a colorearse de rubor.

- Pues... yo prefiero que seas tú quien sugiera primero, Yoh.

Ambos se miraron como dos combatientes que se midieran antes de empezar a batallar.

- Es que no sé lo que tú quieres, Anna.

- Yo tampoco sé lo que quieres. Estamos en igualdad de condiciones.

- Este compromiso fue establecido cuando ninguno de los dos tenía voz ni voto para decidir. Pensé que quizás ahora tendrías algo que decir al respecto...

- ¿Tienes tú algo que decir al respecto?

- Puede ser.

- Entonces dilo. - Anna temblaba visiblemente ahora, e Yoh no estaba mucho mejor.

- Hace ya dos años que cumplimos la edad requerida, y en ese tiempo no se ha dicho una palabra al respecto; sin embargo, las cosas no pueden seguir así, hay que tomar una decisión pronto. Pero no quiero que te veas forzada a aceptar esta situación si no quieres.

- ¿Y quién ha dicho que no quiero? - al oírla, el shaman se sobresaltó.

- Tampoco has dicho que quieres...

- Tú tampoco has dicho nada.

- Como mujer, tienes la prerrogativa de decidir si lo aceptas o no.

- ... como hombre, tienes la prerrogativa de pedírmelo. Y no lo has hecho.

De nuevo las miradas se cruzaron y chocaron, eléctricas, cargadas de sentimientos inexpresados, desafío y sobre todo mucho temor. Era evidente que ninguno de los dos quería hablar claro y que podían seguir en ese juego de dimes y diretes toda la noche, y el día si se les terciaba.

Anna sufría como una condenada a muerte, se sentía enferma, y se preguntaba porqué diablos él no le decía de una vez lo que sentía al respecto...

Cada minuto que pasaba sin saberlo prolongaba su agonía. Sorprendentemente, fue Yoh quien rompió el silencio.

- Yo sí me quiero casar contigo, Anna. ¿Quieres tú?

O.O!!!!!!!!!!!

- Si no quieres, todo será cosa de hablar con los abuelos y hacerlo formal, no tienes que temer que nadie te reclame nada porque no lo permitiré - la voz del joven no era muy firme, pero era evidente su sinceridad.

La rubia itako casi se echa a llorar ahí mismo. ¡Yoh sí quería casarse con ella!

Pero... ¿cuáles eran sus motivos? ¿Porque se había acostumbrado a estar con ella, y le resultaba más cómodo que las cosas siguieran como iban? ¿Porque... la quería? Pero si la quería, ¿cómo la quería? ¿Como a una compañera, como a su amiga, como qué?

- ...¿Anna? - Yoh estaba sumamente nervioso, y el hecho de que su prometida estuviese allí parada, inmóvil, con la boca abierta como un pez a causa del shock, no era precisamente un motivo para tranquilizarse.

- ... ¿qué? - preguntó ella, perdida en sus pensamientos.

- ¿Cuál es tu respuesta? No querrás que pasemos toda la noche aquí, a la intemperie...

Anna, desesperada, trató de pensar. Fuera como fuera, Yoh quería casarse con ella, y debía ser porque la quería. Ya tendría tiempo de averiguarlo.

- Yo... acepto - dijo finalmente, con un hilillo de voz. Yoh pareció aliviado al escucharla.

- Bien. Entonces mañana hablaré con mis abuelos, ellos hablarán con tus padres y se fijará la fecha. Es el protocolo, creo.

- Será como quieras - repuso la rubia, con una actitud sumisa tan extraña en ella que su prometido la miró de reojo.

- ¿De... de verdad quieres hacer esto, Anna?

- Los dos queremos, ¿no?

El joven shaman suspiró, algo exasperado ante la actitud poco comunicativa de la itako.

- Me gustaría tanto saber qué está pasando dentro de esa cabeza tuya... - murmuró, pero ella alcanzó a escucharlo.

- También a mí lo que pasa dentro de la tuya.

- Parece mentira que hemos vivido tantos años juntos y nunca he podido decir que sé lo que piensas. Quizá ahora podamos empezar a saberlo, ¿no crees?

- Quizá...

- Vamos adentro, está haciendo frío y además debemos dormir.

La guió adentro con gentileza y se detuvo frente a la puerta de su habitación.

- Buenas noches, Anna - se inclinó y depositó un casto beso en la mejilla de su prometida.

- Buenas noches, Yoh - musitó la rubia, con la cara encendida y la mente hecha un lío. Vio cómo el joven se alejaba por el pasillo y, sin más, entró a su habitación.

¿Buenas noches? ¡¡¡Qué descaro!!! ¿Cómo demonios voy a poder dormir después de ESTO?

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Pilika, por supuesto, esperaba despierta.

- ¿Y bien?

- ¿Y bien qué?

- ¿Qué te dijo Yoh? Porque estaba muy serio, casi nunca le he visto así.

- Duérmete, Pilika.

- ¡¡¡Pero Anna...!!! - empezó en tono plañidero.

- ¿Porqué no me cuentas tú lo que hablabas con Len?

- ... puesss... porque me da vergüenza...

- ¿Te estaba cortejando o qué? No lo creo, pero si lo hizo entonces deberías estar muy contenta.

- ¡¡Anna!! - en la oscuridad, la chica peliazul se sonrojó - En realidad, hablábamos de ti. Él creyó que yo era tú cuando me vio en la terraza, y yo le pregunté si tú le gustabas.

Anna, que trataba de arroparse y bloquear el sonido de la voz de Pilika, se sobresaltó ante la indiscreta audacia de la pequeña ainu.

- Supongo que él te dijo que somos amigos.

- Sí, pero ahora no entiendo porqué has dicho que no crees que él estuviera cortejándome... yo sé que tú no estás interesada en él porque quieres a Yoh; y mira que eso no sólo lo sé yo, creo que lo saben todos - ésa era Pilika: directo al grano. Anna suspiró.

- Estás en lo cierto. Pero te diré algo: yo no le intereso de ese modo a Len, pero por tu propio bien te aconsejo que trates de dejar de soñar con él, porque tampoco está interesado en ti.

- Mmmhmmm... eso quiere decir que le interesa alguien más, ¡¡¡y tú sabes quién es!!!

- Sabes que no traicionaría una confidencia. Así que no voy a afirmarlo ni tampoco a negarlo.

- Está bien - admitió Pilika, derrotada -. Sabes, a mí me gusta mucho Len, Anna. En serio - su tono delataba lágrimas contenidas, y la rubia, a pesar de todos los problemas que le llenaban la cabeza, sintió pena por la chica.

- Lo siento, Pilika. Sólo trato de que no te lleves una desilusión peor.

- Lo sé. Pero duele - la vocecita tembló en la penumbra.

- Lo sé, Pilika, lo sé. A todos nos duele.

El tono repentinamente acongojado de la rubia alarmó a la pequeña ainu, pero se abstuvo de hacer comentarios. Esta noche había sido demasiado larga, y evidentemente había sido una prueba muy dura para Anna, así que Pilika se limitó a cubrirse con la sábana y a llorar en silencio hasta quedarse dormida.

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Al día siguiente, Manta observaba a todos durante el desayuno, descubriendo unas cuantas caras largas. Horohoro le lanzaba miradas asesinas a Len, que pasaba olímpicamente de él y miraba a Anna; ésta tenía cara de no haber dormido en toda la noche, a juzgar por sus grandes ojeras. Comía las fresas de su plato de desayuno con la cara del que está comiendo algo muy amargo, siempre dentro de los límites de lo que su usual inexpresividad permitía.

Yoh también miraba a Anna, y parecía preocupado. Ni siquiera había hecho alguna de sus bromitas tontas, ni había soltado la famosa risita en todo el desayuno. Suisei había maniobrado para terminar sentada a su lado, y a cada rato se inclinaba hacia él para hablarle al oído, a pesar de que él ni siquiera parecía tomarla en cuenta.

Pilika parecía haber llorado mucho: sus ojos enrojecidos e hinchados la delataban, aunque no había apartado la mirada del plato desde que llegara al comedor y diera los buenos días. El resto de los invitados estaba igual que siempre, con la diferencia de que miraban a su alrededor preguntándose qué demonios había pasado.

Manta suspiró. Se lo había advertido a Yoh, que reunir a toda la gente en la casa, de noche, era como encender la mecha a un polvorín.

Yoh se aclaró la garganta, nerviosamente, y todos se volvieron a mirarle.

- Tengo un anuncio que hacer - hizo una pausa, mirando a Anna, que jugueteaba distraídamente con lo que quedaba en su plato de desayuno y no lo miraba -, como todos saben, Anna y yo hemos estado comprometidos desde que éramos niños. Pues bien... hemos decidido casarnos, así que hoy se fijará la fecha.

Nadie esperaba una algarabía, pero tampoco se esperaba el silencio que siguió a las palabras de Yoh, y que sólo fue roto por un sollozo ahogado proveniente del otro lado de la mesa.

Tamao Tamamura se cubrió el rostro con las manos y salió corriendo del comedor, llorando a lágrima viva. De pronto Anna se sintió muy mal, no había pensado para nada en Tamao y ahora se daba cuenta de que habían lastimado sin querer a la chica del pelo rosa, que era la amiga más fiel y leal que pudiera encontrarse.

Los demás, confundidos por un momento, se apresuraron luego a felicitar a la pareja, que parecía de todo menos feliz. Yoh estaba confuso y preocupado, y Anna parecía a punto de llorar (sí, Anna ¬¬). Incluso Suisei, que los felicitó dirigiéndole a la rubia una sonrisa que decía "no están casados aún, hay tiempo...", parecía extrañada por la actitud de los presentes.

El shaman de pelo castaño le lanzó una mirada interrogante a su prometida, y ésta respiró hondo y lo miró de frente.

- Ve a hablar con tus abuelos, Yoh. Yo me ocuparé de Tamao, no tienes que preocuparte - dijo, tratando de infundirle confianza.

- Confío en ti, Anna - dijo él, simplemente.

La rubia miró las fresas olvidadas en su plato, las fresas de la amargura, y suspiró, poniéndose en pie. Antes de salir del comedor, se volvió hacia Manta, que había contemplado toda la escena con incertidumbre.

- Haz el favor de recoger los platos del desayuno, Manta.

- ¡Siempre yo...!

Próximo capítulo: Cosas del corazón

N.A.: Fiuuu!!! Esto lo escribí de un tirón! Espero que al menos haya gustado a unos cuantos, ya que es imposible complacer a todos xDDDDDDDDDDDDDDD.