El ganador se lo lleva todo
por Karoru Metallium
XVI
Complicated
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Sentado en el suelo de la terraza de la casa Asakura, en la que prácticamente había pasado todo el día echado sin hacer nada más que pensar, Horohoro mordisqueaba sin ganas una tostada fría, mirando el atardecer con aire melancólico. Por más que se estrujaba el cerebro, no daba con una solución a su problema.
No podía marcharse. Caramba, era la boda de Yoh, ¿cómo iba a irse después de haberle prometido que se quedaría?
Además, Pilika jamás lo perdonaría... y conociendo a su hermana, sabía que encontraría las maneras más creativas posibles para hacer que se arrepintiera y que jamás lo olvidara.
Pero, ¿cómo iba a poder mirar a la cara a Len Tao día sí y día no, sin recordar aquel momento y lo que había sentido?
Se encontraba tan sumergido en aquel montón de pensamientos sombríos, que no se dio cuenta de que alguien salía a la terraza y se sentaba a su lado en el suelo, hasta que ese alguien habló.
- ¿Necesitas ayuda?
Sobresaltado, se volvió y sus ojos se encontraron con un par de luminosas pupilas verdes.
- No creo que puedas ayudarme, Suisei. No tienes ni idea de lo que me pasa, y aunque lo supieras no hay nada que puedas hacer...
- Me subestimas, primo - una luz maliciosa brilló en los ojos de la aludida.
- No digas eso. Puede que yo no sea la estrella más brillante en el firmamento, pero tengo las luces suficientes como para no meterme contigo, y eso incluye subestimarte...
- Pero lo estás haciendo ahora. Verás, yo sí sé lo que te pasa - la sonrisa de la pelirroja se amplió.
- ¿Ah, sí? - Horohoro la miró con una expresión de alarma.
Suisei era una prima lejana, y él la había conocido de niña. Ya entonces se distinguía por ser especialmente maliciosa, irónica y molesta; y la educación que había tenido en el extranjero, sumada a su experiencia mundana moviéndose en el mundo del modelaje internacional, había agudizado y pulido su ingenio.
Era muy hermosa, resultaba divertido coquetear con ella, pero no podía dársele puerta franca porque su belleza corría parejas con su peligrosidad.
- Sí. A los demás pudo haberles engañado el cuento de la supuesta pelea, pero a mí no. No creas que no me di cuenta de la escenita que protagonizaste anoche con ese chico chino...
Al peliazul se le revolvió el estómago. ¡No era posible que precisamente ella se hubiese dado cuenta de todo! ¿Qué tanto sabía o sospechaba?
- Suisei...
- Desde el primer día me percaté de cómo te miraba, Horo. ¡Eres tan ingenuo! ¡Ni siquiera te dabas cuenta! - la pelirroja le dio un golpecito admonitorio en la rodilla y el ainu se estremeció - Por supuesto que anoche, cuando te escuché gritar y luego los vi con aquellas caras largas, me figuré lo que había pasado. El chinito trataba de seducirte y tú te resistías, ¿verdad?
O.O!
Oh, sí. Suisei había dado justo en el clavo, pero con una desviación milimétrica que equivalía a meter la pata hasta el fondo: había asumido que la atracción que ella veía tan patente en Len no era correspondida.
La hombría de Horohoro estaba aún a salvo de aquella mirada maliciosa, pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto más iba a resistir? Len venía a la casa Asakura prácticamente todos los días... era el amigo de Anna...
- Así que te diste cuenta... - dejó caer, con aire resignado, y la sonrisa de triunfo de Suisei le dijo que ésa era la actitud adecuada.
- Cualquiera con cuatro dedos de frente lo hubiera notado.
- Cualquiera, no. Él no es tan evidente. Lo que pasa es que tú siempre andas escarbando en las expresiones de la gente y buscándole el doble sentido a todo, y lo más increíble es que casi siempre encuentras algo...
- Tienes razón y no me avergüenzo de eso; al contrario, me divierte enormemente. Pero tú eres mi primo, te tengo afecto, y esto te pone en una posición bastante embarazosa, ¿no crees? - apuntó la pelirroja.
- No puedo negarlo...
- Es una pena, ¿sabes? - dijo, pensativa - Digo, que ese Len Tao sea... bueno, que le gusten los chicos. Después de todo es muuuuuuy atractivo, tiene cierto aire salvaje e indómito que la deja a una sin aliento; y ese cuerpazo, esa actitud arisca, y esos ojos tan llamativos...
- ¿Te gusta Len? - al pobre peliazul se le revolvió el estómago por segunda vez en minutos.
- Hombre, pues yo sé apreciar las cosas buenas, y ese chico está como quiere... pero en fin, no hablemos de mí. Hablemos de ti; esto hay que solucionarlo.
- ¿Y cómo? No voy a provocar discordias en esta casa estando tan cerca la boda de Yoh y Anna. Todos son mis amigos. No puedo armar un escándalo, no puedo irme, ni puedo dejar de hablarle porque todos lo notarían...
- Pues... mi querido primo, para eso está Suisei aquí. ¡Yo voy a ayudar a sacarte al chinito de encima, ya lo verás! No estaré aquí por mucho tiempo más, estoy de vacaciones pero con un contrato a la vista... probablemente no voy a estar para la boda, pero antes de eso aunque sea me divertiré un poquito y de paso te ayudo. ¿Sale?
Horohoro la miró con recelo. La pelirroja parecía muy entusiasmada con la idea, y una Suisei entusiasmada era doblemente peligrosa. Pero, ¿qué más podía hacer? Al menos la escucharía; podía ser que tuviera una idea realmente efectiva, aunque no veía el cómo.
- Sale. Pero primero quiero escuchar ese plan tuyo...
- Nada más fácil. Verás...
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En el amplio salón de la casa ancestral, Yohmei y Kino Asakura se encontraban sentados como siempre... discutiendo, y, también como de costumbre, él llevaba las de perder. Caía ya la tarde cuando Anna llegó y los encontró en la susodicha actitud.
- ¡Anna! ¡Qué bueno que has venido! - la saludó el abuelo de Yoh, alegremente.
- No me gusta eso de que se turnen. Deberían haber venido los dos juntos ayer - el tono seco de la anciana sobresaltó a la rubia.
Aunque Kino Asakura la había entrenado como sacerdotisa (haciendo de su vida un infierno, de paso; pero ella jamás se había quejado) y existía afecto y cierta confianza entre ellas, Anna no podía dejar de sentir cierto recelo hacia la abuela de Yoh. Tal vez se debía a que ninguna de las dos era muy expresiva cuando se trataba de sentimientos, y a que la anciana era una persona formidable a la que muchos temían... y no sin razón.
- Lo siento mucho, señora Kino, pero yo tenía clases y no podía faltar; y como era Yoh quien debía dar la noticia...
- Sí, sí, excusas, excusas... en fin, me imagino que habrás venido para aclarar los detalles de la boda, ¿no? - la itako asintió. La mirada aguda de la mujer mayor la inquietaba - Bien, pues hablemos. ¿Qué propones tú?
Después de casi una hora de estira y encoge entre ambas mujeres, con muy escasa participación del señor Yohmei, los detalles principales estaban decididos. Se haría una boda tradicional shinto, como era de esperarse entre dos shamanes, en la misma casa ancestral y sólo con la familia y amigos cercanos; el banquete sí sería a la occidental, aunque para esto Anna tuvo que luchar a pulso contra las razones que esgrimía la señora.
- ¡Me opongo! Una boda entre shamanes es motivo de alegría, pero no un relajo; es algo que debe ser íntimo, familiar, siguiendo las tradiciones...
- Comprendo, señora Kino, pero aunque no hemos hablado de ello sé que Yoh querrá tener a todos sus amigos cerca...
- ¡¡¡Sus amigos!!! - bufó la anciana - ¡¡Anda tú a saber la clase de perlas que serán esos "amigos"!!
- Los amigos de Yoh son su fortaleza, señora Kino. De no ser por ellos, es muy probable que hubiera muerto - la voz de Anna tembló al recordar la batalla contra Hao. La mirada de Kino se suavizó un poco.
- Está bien, el banquete se hará como ustedes quieran. Pero ya me imagino el escándalo que harán... ahora mismo me enteré de que tienen la casa llena de gente, ¿qué tiene Yoh en la cabeza para andar invitando a todo mundo a quedarse? ¿Y cómo es posible que tú no procures evitarlo?
- Yoh tiene voluntad propia - dijo la rubia, entrecerrando los ojos -, además de ideas fijas. No es como si yo lo controlara; no sé si podría, pero da igual porque no quiero hacerlo.
- No le prestes demasiada atención a Kino, Anna. Tiene la tendencia muy poco sana de asumir que nuestro nieto es un pelele, o peor aún, alguna especie de vegetal... - se atrevió a decir Yohmei, mirando de reojo a su esposa. Ésta, ante el asombro de todo el personal, enrojeció.
- ¿¿Qué estás diciendo, Yohmei Asakura??
- La verdad, nada más.
Ante esto, la anciana pareció quedarse sin palabras, pero pronto recuperó la compostura.
- Da lo mismo, yo jamás he dicho eso, ni lo he pensado...
- Pero hablas y te comportas como si lo pensaras, Kino.
- ¡¡Suficiente!! - bufó la mujer mayor, apretando su bastón como si estuviera conteniéndose para no emprenderla a bastonazos contra su marido - No quiero que me interrumpas, porque ahora tengo que discutir con la chica algunos asuntos de mujeres. Venga, fuera de aquí.
Yohmei se fue, pero una sonrisita bailaba en sus labios; la pequeña victoria en contra de su aguerrida consorte había sido más que evidente.
... pero con ella quedaba Anna, a la que se le hacía difícil mantener la fachada calmada y aburrida de siempre ante lo que se le venía encima.
¿"Asuntos de mujeres"? ¿Qué iba a decirle que no podía oír Yohmei?
La rubia tenía la boca seca, viendo aproximarse un momento que a buen seguro sería terriblemente embarazoso.
- Bien - dijo Kino, asegurándose de que su esposo ya no estuviera en las cercanías -, a ver, ¿qué ha pasado entre ustedes? No pongas esa cara, tú sabes a qué me refiero. ¿Hasta dónde han llegado? - su tono era demandante y autoritario.
El rostro de Anna se puso rojo a más no poder. La abuela de Yoh no podía estar preguntándole eso, ¿qué esperaba, que ella le hiciera un relato? ¡De ninguna manera!
Me voy a morir de la vergüenza, así que ya no tendré que preocuparme más, pensó, afiebrada.
- Nosotros... ¿qué quiere decir? Yo...
- ¡A mí no me vengas con ésas! ¡Han vivido juntos en la misma casa un montón de años, y sé que Yoh no es tan caído de la mata como aparenta!
- Señora Kino, no ha pasado nada, en todo caso...
- ¡Eso fue lo mismo que dijo él! ¿Qué, se pusieron de acuerdo?
- No, no nos pusimos de acuerdo, ¡es que no ha pasado nada! Y si hubiera pasado, ¿porqué piensa que yo se lo contaría a usted? ¡Se trata de algo privado!- espetó Anna, el rubor dando paso a la agresividad.
La anciana se quedó muda ante el evidente desafío de la muchacha, y por un momento ésta temió que le tocara huir de algún bastonazo. Pero la mujer se quedó quieta, y momentos después se echaba a reír.
La itako estaba más que sorprendida.
- Cierra la boca, muchacha, que pareces un pez asfixiándose y eso es muy poco atractivo - dijo Kino al cabo de unos instantes, haciendo ademán de limpiarse las lágrimas de risa que habían brotado de sus ojos -. Tienes carácter. Yoh y tú son tal para cual, sí señor; me alegro de no haberme equivocado.
O_o
Ahora Anna estaba completamente estupefacta. ¿Cuál había sido la intención de la vieja?
- No esperaba que me contestaras esa pregunta tan grosera, sólo quería ver cómo reaccionabas ante una agresión de mi parte. Después de todo, hace años que dejé de entrenarte y sólo nos hemos dirigido la palabra socialmente... quería saber si habías cambiado.
- Pues vaya una manera de sondearme, señora Kino - suspiró la rubia, sin saber si sentirse aliviada u ofendida.
- Sí, imagino que hablar de... de eso con la abuela de tu prometido no está dentro de los límites de lo aceptable; pero deberías recordar que yo también soy mujer y que aunque soy vieja no estoy muerta todavía - la chispa de risa volvió a brillar en los ojos de la anciana -. Te diré, Anna Kyôyama... en verdad no quiero saber lo que han hecho mi nieto y tú...
Anna volvió a enrojecer violentamente. ¡Éste era el día! Si las cosas seguían a ese ritmo, iba a terminar padeciendo de hipertensión antes de los treinta.
-... pero es mi deber asegurarme de que al menos sabrán qué hacer en la noche de bodas. Lo saben, ¿no?
¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!! ¡¡¡Por todo lo más sagrado, que ya no siga!!! ¡¡Que se calle!!
El rostro de la itako, que ya había mostrado toda la gama del rojo, pasó a explorar las fascinantes tonalidades del púrpura...
- ... porque si no fuera así, tendría que explicarte algunas cosas acerca de los hechos de la vida, y eso sería un poco embarazoso para mí...
Muy pocas veces en la vida había sentido Anna que estaba a punto de desmayarse, y ésta era una de ellas. Con mucho trabajo logró articular palabra.
- ... n-no creo que deba p-preocuparse, señora Kino. E-ese a-asunto está cubierto - ¿era ésa su voz? ¡Por todos los cielos, sonaba como una rana! ¡Y estaba tartamudeando, además!
- Bien, entonces no hace falta que sigamos hablando de eso, ¿verdad? - era evidentísimo que la anciana estaba gozando un imperio con el bochorno de la rubia -. Hemos quedado de acuerdo ya con los detalles generales de la boda; lo demás vendrá después. Ahora me toca hablar con tus padres por teléfono; ayer les comuniqué la gran noticia y se pusieron muy contentos. Es una desgracia que estén viviendo tan lejos, si no estuvieran fuera de aquí hubiéramos podido tener esta conversación todos...
- ... ¿Todos?
- No esta parte de la conversación, muchacha.- había risa en la voz de Kino Asakura - Bueno, pasemos a temas más serios. Supongo que dejarás tus clases cuando te cases, ¿no?
- ¿Eh? ¿Porqué habría de dejar mi carrera? ¡Si me falta apenas año y medio para terminar!...
- Pues porque una buena esposa debe dedicarse por completo a su marido y a su hogar, ¿entiendes?
- Sé a lo que se refiere, pero yo no pienso quedarme en la casa todo el día aburriéndome a morir mientras Yoh trabaja. No soy del tipo sufrido y casero que vive cocinando, limpiando y haciendo arreglos florales...
- Pero ése es el tipo de una buena esposa. ¿Acaso no quieres ser una buena esposa para Yoh? Eso es lo que él esperaría de ti...
- No, usted está equivocada; hemos vivido juntos unos cuantos años y él me conoce bien, así que no espera eso de mí. Quiero ser una buena esposa y lo seré; cuidaré de él como siempre lo he hecho, pero no voy a anular mi personalidad para ajustarme a un molde que no es el mío, y sé que Yoh tampoco querría eso - dijo Anna con firmeza.
La anciana la miró con respeto.
- Aunque no estoy de acuerdo contigo en algunos puntos, tengo que reconocer que eres una mujer notable, y se ve que lo quieres mucho. Espero que mi nieto sepa apreciarlo - el cumplido suavizó a la rubia -. Además, fuiste una niña muy bonita y ahora eres una mujer muy atractiva... tendrán hijos muy hermosos.- añadió, guiñando un ojo, y de inmediato la itako volvió a enrojecer; luego la vieja frunció el ceño - Eso sí, no me explico cómo Yoh te deja salir a la calle en esas fachas, ¿no te parece que esa blusa está algo ceñida? Es casi indecente...
De nuevo fue el turno de la rubia para tornarse púrpura, pero esta vez oscilaba entre la ira y la vergüenza.
- Tengo una buena razón para llevarla puesta, créame, y la culpa la tiene su nieto. Dígame, señora Kino, ¿lo está haciendo a propósito? Digo, lo de abochornarme - se atrevió a preguntar, resentida.
- ¡Por supuesto! Es mi deber abochornarte. Ya le tocó el turno a Yoh, y ahora es el tuyo. Claro que si hubieran venido juntos sería el doble de divertido...
Anna se la quedó mirando con los ojos desorbitados, como si a la vieja de repente le hubieran salido cuernos y una cola. ¡Era el mismo diablo!
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Ya era de noche cuando regresó a casa, justo a tiempo para la cena. Estaba muy cansada y ni siquiera se cambió antes de sentarse a la mesa, que esta noche estaba algo despoblada considerando que tenían visitantes.
Para empezar, no estaba Len; pero como él no solía cenar allí sino de vez en cuando, el asunto en sí no era raro. Esta noche era Tamao, que ya tenía mejor cara que en la mañana, la cocinera; Manta la ayudaba, y Ryu seguramente había salido "de cacería", como solía decir Len refiriéndose a sus misteriosas desapariciones nocturnas.
Lo más raro de todo era que el taciturno señor Takehito estaba, y también Pilika; pero Horohoro y Suisei no aparecían por ningún lado. Al cuestionar a Pilika, ésta se encogió de hombros: habían salido antes de oscurecer sin decirle nada a nadie.
Se fijó en su prometido: Yoh parecía cansado pero de tan buen humor como de costumbre. Al terminar de cenar lo vio dirigirse hacia la terraza, evidentemente calculando que ella iría a reunirse con él allá, así que lo siguió.
Estaba sentado en el banco colocado en un extremo, iluminado por la luz tenue de la luna, y al verla llegar le sonrió, indicándole el asiento a su lado.
- ¿Cómo te fue? - le preguntó luego de que ella se sentó, rodeándola con un brazo en un gesto cariñoso que la rubia no rechazó.
- Te diría que bien en general, pero conoces a tu abuela... en fin, ya se decidió que la boda será tradicional, estoy de acuerdo con ello. La señora Kino quería que no hubiera recepción sino el banquete ceremonial, pero si se hubiera salido con la suya muy pocos de nuestros amigos hubieran podido asistir...
- Vaya, menos mal. Ya ves que por eso tenías que ir tú; conmigo habría barrido el piso y al final se hubiera hecho lo que ella dijera.
- También dijo cosas muy embarazosas, y me preguntó otras peores - se quejó Anna, molesta.
- Te compadezco, yo también tuve que sufrirlo. ¿Y qué te preguntó?
- Pues... nada menos que hasta dónde habíamos llegado y qué había sucedido entre nosotros - la itako agradeció la semipenumbra al sentir que el rostro de le ponía caliente. Escuchó la risa leve de Yoh muy cerca de su oído.
- ¡Qué mala es! A buen seguro te hizo pasar un mal rato. ¿Y qué le contestaste?
- Pues que nada, y que si hubiera pasado algo sería privado y no se lo contaría. Luego me dio a entender que imaginaba cosas, y empezó a hablar de que teníamos que saber qué hacer en la noche de bodas y demás hierbas. Fue MUY bochornoso, Yoh.
- Vaya... - había asombro en la voz del shaman - por lo visto te fue peor que a mí. Y ya que estamos en el único lugar de la casa donde se puede hablar a solas sin que alguien esté espiando, ¿me dirás por fin qué es lo que querías preguntarme? Te juro que me tienes en un hilo, y eso que me dijiste que no era como para preocuparse...
- Se trata de eso, justamente - a la rubia le costaba articular las palabras adecuadas.
- ¿De qué? - la confusión de Yoh era evidente. Notando que a la itako se le hacía difícil decir lo que quería, la tomó por el mentón y la hizo mirarlo - Venga, Anna, que me estás alarmando. No debería ser difícil para ti decirme nada, caramba...
- De lo que dijo tu abuela. De lo que yo pensé anoche cuando estábamos... ya sabes. Sé que es tonto, pero me gustaría saberlo.
- ¿De qué hablas? ¿Saber qué?
- Me pregunté en dónde, cuándo y con quién habías aprendido a hacer... ya sabes, esas cosas. Es evidente que has tenido práctica...
- ¿¿¿¡¡¡EEEHH!!!???
Próximo capítulo: Distracciones
N.A.: Hey! Esto va como seda, casi se escribe solo (cuando tengo tiempo) y cada vez en caps más largos, el 17 ya casi está listo y podré subirlo esta misma semana. Ya va épica la cosa, ¿eh? ^^ , pero en fin, a los amantes del chisme y el romance como yo les gustará... las cosas poco a poco, muchachos, que así van mejor xDDDDD. A los reviewers:
SaKKuRi: ahí lo tienes ^^. Y sí, viene, algo de lemon, no te preocupes. Por lo visto a petición del público tendré que hacer un lemon YohxAnna aparte de esta historia, aunque salga PWP xDDDDD.
takami: esto no lleva pinta de terminar muy pronto que digamos, mujer xDDDD.
Suisei: no sabía qué iba a hacer con ella, pero ya ves que al fin resultó que tenía razones para no sacarla xDDDD, me senté a escribir y salió eso, ¿ves? Conste que no lo tenía planeado. Y bueno, aunque Yoh y Anna estén ya juntos y con la boda en puertas, eso no significa que las cosas vayan a ser fáciles para ellos... y respecto a que el HoroxLen se vuelva más interesante que el YohxAnna, creo que irán a medias, no te preocupes. Además, aquí falta gente; ya verás...
Yuta: hija, para todo hay razones xD... pero poco a poco pa que no se atoren...
Rally: ¡toma tu Suisei con cizaña para el desayuno! Y lo que falta...
Hidrazaina: ya nos encontraremos en la vía, ya ves lo que es no tener tiempo, esto fluye bien pero son escasas las ocasiones en las que puedo sentarme a escribir con calma...
Gracias a Lourdes Ariki, Anna Asakura, Dita, Eleone, Iron Maiden Jeanne, Bonis 837, Annita, dark_shaman, sakura himura, AnnA CobaiN AsakurA y Nishi (me gustan muchos tus fics también ^^).
