EPILOGO
(POV Ray)
Han pasado dos años desde que nos dijimos adiós. Dos años muy largos desde que prometí volver y tú prometiste esperarme. Sin embargo, creo que el tiempo pasó en vano. Desde hace mucho lo comprendí, al igual que comprendí que tú no esperarías. Nunca recibí contestación a mis cartas y, al paso de los meses, dejé de molestarte con las mías. Por un momento creí que serías diferente. Tú también has sido muy lastimado antes. Pensé que por eso intentarías que esto funcionara. Te pedí un poco de tiempo. Quise corresponderte, lo intenté. Pero tú te olvidaste de mí.
No sé ni por qué me aflijo. Sigo queriendo a Salima, aunque no sé si igual que antes. La recuerdo en cada cosa, cada lugar... adonde voltee, ahí está ella. ¿Y dónde quedas tú? También te recuerdo constantemente.
No sé nada. Ya no comprendo a mi corazón.
Me alegra que seas tú quien decidiera olvidar lo que pudo ser entre nosotros, así sé que no estás en espera de mi amor... uno que no llegará. Así sé que eres feliz con alguien más, aunque yo nunca logre eso.
Como sea, mejor olvidar todo y comenzar de nuevo, ¿no? No me sirve de nada lamentar mi mala suerte en el amor.
Japón sigue igual de lindo. Me gusta mucho este lugar, incluso más que China. ¿Será porque aquí me siento como en mi casa? Seguro que es por eso.
— o — o —
Ray se detiene al darse cuenta adonde lo están llevando los pies: a la casa de Kai. Sacude la cabeza y regresa sobre sus pasos para toparse de cara con quien menos deseaba ver.
—Salima...
—Hola Ray —dice ella con una tímida sonrisa. Hipócrita, al parecer de Ray. Pero eso no fue lo único que notó en ella. Tenía en sus brazos un pequeño de escasos meses de edad. Estaba dormido muy tranquilo en brazos de su madre.
—¿Cómo estás? —fue lo único que atinó a decir el chino.
—Muy bien, muy feliz. Esta es la razón — señaló con la mirada a su hijo.
—Te ves feliz —asintió con media sonrisa Ray. Acercó su mano al pequeño para acariciarlo, sin poder evitar pensar en que podría haber sido suyo—. Es muy lindo, se parece a Kane.
—Gracias. Deberías escucharlo llorar en la madrugada, entonces ya no dirías que es tan lindo... —bromeó la chica.
Ray rió tímidamente. Al verla surgieron muchos sentimientos enterrados. Era extraño, no había dolor ni tristeza, pero sí un amor debilitado. Todo lo que pensó había superado, regresó en cuanto la vio.
—¿Y cómo te va a ti? —preguntó ella sacándolo de sus pensamientos. Era una pregunta capciosa. Lo que en realidad quería preguntar era "¿aún te duele que me haya casado con Kane y no contigo?"
Pero no hacía falta que preguntara nada. Ray seguía tan transparente como siempre, cualquiera habría notado la confusión que sentía, la tristeza y la soledad que lo agobiaban.
—Bien. Me fui a Hong Kong. Ya no queda mucho en la aldea para mí.
—¿Y qué te trae a Japón? ¿Visitando viejos amigos?
—Algo así. Digamos que tengo asuntos que arreglar y que tienen que resolverse personalmente.
—¿Seguro que estás bien? Te ves, no sé... preocupado.
"Triste". Esa era la palabra que no se atrevió a usar. En el fondo, la chica se temía que le hubieran vuelto a romper el corazón a Ray. Por un momento, eso la hizo sentirse culpable. Ella supo muy bien desde el inicio lo que sucedió con Mariah, supo lo de Max. Se sacudió la culpabilidad. No era su problema.
¿A quién engañaba? Lo lastimó, y de una forma muy cruel. Todo por querer darle celos a Kane. Y el error más grande no fue ese. Lo humilló, enfrente de todos, cuando más enamorado estaba. Ni siquiera Kane la trató con tanto amor, nunca. Por eso supo que para terminar con él tenía que ser drástica. Lo malo fue que, con sus acciones drásticas, destrozó el frágil corazón del chico.
Aún había sentimientos dentro de él para ella. Pero no debía permitirlos. Sabía que no intentaría nada porque ella estaba casada y con un hijo, pero sentía que debía obligarlo a olvidarla; de otra forma, se sentiría culpable el resto de su vida.
—Estoy bien, en serio... ahora debo irme. Me dio gusto verte.
Ray comenzó a alejarse, pero las palabras de Salima lo hicieron detenerse en seco.
—Perdóname, Ray.
—¿Perdonarte? —se volteó a verla con incredulidad. No entendía cómo pedía eso.
—Sí. Por lo que te hice. Créeme, no fue mi intención herirte tanto. Nunca pensé que te seguiría doliendo.
Ray rió con sarcasmo. Negó ligeramente con la cabeza. ¿Cómo se atrevía a hablarle de eso? Tan sencillo que había sido saludarse y fingir que todo estaba bien. ¿Por qué le gustaba poner en caos su mundo tranquilo y ordenado?
—¿Qué te hace creer que aún me duele? —le preguntó despectivamente.
—Todo. La forma en que miras, en que hablas, en que quieres evitarme.
—Si esperabas que saltara de gusto al verte, qué mal estás.
—No puedes engañarme, a nadie. Se te nota mucho lo que sientes.
—¿Y cuál es tu problema? Nunca te importó lo que yo sentía, ¿por qué ahora quieres fingir interés? Si es por lástima, déjame aclararte que no la necesito.
—Porque ese fue mi error: no interesarme en lo que sentías. Y ahora me arrepiento. Puedes creerme o no, como tú gustes.
Ray agachó la cabeza para que ella no viera su expresión abatida. Se sentía como un completo imbécil. Cada vez prefería confiar en la gente, aún sabiendo que su orgullo lo pagaría.
—Mi perdón lo has tenido siempre —dijo él, causando una sonrisa en ella—. Pero eso no cambia lo sucedido.
—¿Me odias?
—Yo no puedo odiarte, aunque quisiera.
—¿Qué ganas con esto, Ray? ¿Quieres hacerme sentir culpable? ¿Te hace sentir mejor? ¡Déjate de juegos! —reclamó ella exasperada. El pequeño en sus brazos se movió, reaccionando a los gritos de Salima. Ella lo meció para que durmiera nuevamente, haciendo un momento de silencio en esa conversación.
—Nunca he jugado. Y no quiero hacerte sentir culpable. Si no te importó entonces, cuando me humillaste en público, cuando no quisiste escucharme, cuando te supliqué antes de tu boda... entonces, ¿cómo sentir remordimientos ahora? No te atormentes, Salima. No fuiste la primera ni la última. No es tu culpa. No es culpa de nadie, sólo mía.
Salima no pudo responder a eso. Estaba boquiabierta. Ray explotó contra ella toda su amargura. Sabía de Mariah, sabía de Max, ¿pero quién más lo lastimó?
—Sólo quiero saber una cosa —continuó el chino más calmado—, ¿por qué?
—Tú piensas que soy inhumana, ¿cierto? Mi intención no era planear la mejor forma de herirte. Fui egoísta, lo sé. Y no voy a tratar de disfrazar mis acciones. Te utilicé. Aunque no me creas, me arrepiento muchísimo.
—No importa ahora. Conseguiste lo que buscabas, ¿no? Kane se casó contigo.
—No deberías estar tan resentido. Te vas a convertir en un amargado.
—Si tú lo dices —bufó él con sarcasmo.
—En serio, Ray. Deja el pasado atrás. Todos han seguido con su vida, no veo razón para que tú no hagas lo mismo.
—¿Y quién dice que no lo he hecho? Créeme, no me quitas el sueño.
—Me alegro. Si es así, entonces deja de quererme. Sólo te harás más daño.
—Y otra vez a lo mismo —suspiró resignado—. ¿Qué te hace pensar que te sigo queriendo?
Salima movió la cabeza negando, desaprobando la actitud del chico. Se acercó lentamente y, sosteniendo a su hijo con un brazo, extendió el otro para acariciar la mejilla del chico. Ray se estremeció al contacto de aquella mano con su piel. Cerró los ojos saboreando aquella caricia, sabiendo bien que sería la única que jamás recibiría de su parte.
—¿Lo ves? —dijo ella con suavidad.
—Mejor hubiera sido que jamás sacaras a relucir esto.
—Pero tenía que dejar las cosas claras.
—Me quedaron muy claras cuando te escuché jurarle amor a Kane.
—Pero...
—Déjalo así, Salima. Estaré bien. Lo que menos importa es si aún te amo o no.
—No, Ray. Eso importa mucho. Olvídame y busca a alguien más.
—¿Buscar alguien más? No, ya no. Lo intenté y fallé de nuevo.
—Yo... lo siento mucho.
—No lo sientas, eso no es tu culpa.
Se miraron un momento en silencio. Ya todo estaba bien entre ellos. Sí, las cosas fueron duras, las experiencias amargas, pero ya no quedaban rencores ni espacios en blanco.
—Adiós, Salima —dijo él acercándose para darle un beso en la mejilla—. Te deseo lo mejor.
—Adiós, Ray.
El chico se alejó caminando con las manos en los bolsillos mientras que ella lo observó hasta que se perdió de vista. Era mucho el dolor que guardaba.
Siguió caminando. Cuando logró calmarse un poco decidió ir a visitar a Tyson. Seguro se pondría de buen humor y tal vez conseguiría olvidar un momento. Pero qué mala pasada del destino que ahí encontró algo más que revolvió sentimientos en su interior.
—¡Ray! —Tyson brincó y casi lo tira con el abrazo que le dio. Muchas risas y saludos. Y cuando volteó su vista a la casa, lo vio.
—Hola, Ray.
—Kai...
—¿Genial, no? Sólo falta Max y estaríamos los Blade Breakers aquí.
—¿Está el Jefe aquí?
—Sí. Está adentro.
Pasaron una tarde bastante agradable. Rieron y recordaron los buenos tiempos. De hecho, fue una velada excelente, si no se tomaba en cuenta la incomodidad entre Ray y Kai. Porque ambos chicos se lanzaban miradas discretas, que desviaban en cuanto el otro se daba cuenta.
La tensión entre ambos creció a tal punto que, en la noche, aprovecharon un momento que Tyson y Kenny se descuidaron para salir afuera y encararse.
—¿Qué sucede contigo?
—No te entiendo, Kai. A mí no me sucede nada.
—Sí, claro —replicó el peliazul—. Has estado muy extraño toda la tarde.
—Yo no he estado extraño. Así soy. Eres tú el que ha estado extraño.
—¿Yo?
—No, tú no. Tyson...
Kai se echó a reír ante este último comentario.
—¿Qué diablos te sucede?
—¿Quién eres y qué le hiciste a Ray? —preguntó el ruso enarcando una ceja—. ¿Desde cuándo respondes tan ácidamente?
Ray sonrió a medias volteando los ojos.
—Hablando ya en serio, Kai. ¿Qué te sucede?
—¿A qué te refieres?
—¿Sabes qué? Mejor olvídalo... —se dio por vencido el chino y se dispuso a entrar de nuevo en la casa. Pero cuando pasó por el lado de Kai, éste lo detuvo por un brazo. Se miraron a los ojos y por un instante se perdieron en la mirada del otro, acercándose cada vez más sin notarlo.
—¿Por qué, Kai?
—¿Por qué, qué?
—No me hablaste claro. En más de un año. ¿Cuándo pensabas decirme?
—No te entiendo...
—¡Chicos! ¿Adivinen quién llegó?
Los dos se separaron de un salto, sonrojados, e intentaron disimular para cuando Tyson se asomó.
—¿Qué sucede aquí? ¿Quién se murió que están tan callados?
—Nada. ¿Qué es lo que quieres?
—Qué tierno, Kai. Bueno, decía que acaban de llegar Kane y Salima.
Ray levantó la cara rápidamente. Ni bien acababa de encontrársela en la tarde y ahora estaba ahí. Decidió que no se quedaría. No soportaría verla junto a él.
—En un momento vamos —dijo Kai. Tyson se encogió de hombros y entró a la casa.
—Yo... será mejor que me vaya.
—¿Por qué? ¿Acaso quieres que vean que te afecta... aún después de todo este tiempo?
Siguió un momento de silencio en el que los dos se miraron a los ojos con profundo dolor. Kai tuvo que esforzarse para no quebrarse frente a Ray. Le dolió mucho ver su reacción cuando dijeron que Salima estaba ahí. Aún recordaba sus palabras... «No creo poder olvidarla», fue lo que dijo cuando hablaron afuera de la iglesia.
Ray se entristeció al darse cuenta que el amor que Kai le tuvo ya no existía. En este momento era sólo el amigo que da buenos consejos. Entonces fue cierto lo que le dijo Voltaire aquella vez. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no quebrarse frente a Kai. Su amor, lo único que prometía ser constante y verdadero, se había desvanecido.
—Hace rato hablé con ella —comenzó Ray—. Dijimos todo lo que se tenía que decir. Ahora no quiero verla.
—Hmm...
«¿Hmm? ¿Eso es lo único que vas a decir?»
—¿Y qué piensas hacer ahora?
—No lo sé. Por ahora no tengo más planes que seguir en Hong Kong. Después de ahí, ya veré qué sucede.
«Ven conmigo a Rusia», pensó Kai pero no pudo decirlo.
—Adiós Kai.
Ray se encaminó a la casa. Con suerte, nadie lo vería salir.
— o — o —
Estaba en el umbral cuando Kai nuevamente lo detuvo.
—No te vayas —le dijo desesperado y le selló los labios con los suyos para que no pudiera replicar nada.
Esta vez fue un beso diferente al de la última vez. Ahora había algo entre ellos, pero no fue completo porque aún quedaban dudas.
—Te amo, Kai.
—Y yo a ti.
— o — o —
Kai despertó de su ensoñación para darse cuenta que el chino no estaba. Habría sido sólo cuestión de decisión para que lo que imaginó se hiciera realidad. También se fue de la casa de Tyson sin que los demás lo notaran. Era una descortesía pero ya habría tiempo para las disculpas.
Caminó hasta su casa pensando en las palabras de Ray.
«¿Por qué nunca contestaste mis cartas? Si ya no querías que te buscara me lo hubieras dicho a la cara.»
Comenzó a correr. Necesitaba respuestas y creía saber dónde encontrarlas. Llegó a su casa en menos de lo pensado y se dirigió a la cocina llamando a gritos al ama de llaves. La interrogó con brusquedad, mirándola con fiereza. La atemorizada mujer negó todo, pero ante la insistencia de Kai y el temor que provocaba, no pudo sino confesar.
—Su abuelo me dio órdenes estrictas, señor. Mi empleo estaba en juego —reveló con lágrimas en los ojos.
—Maldición —murmuró Kai pasándose la mano por el cabello con desesperación.
—Yo sabía que estaba mal, señor. Perdóneme.
—Basta.
—Sé que no debía pero no tenía opción...
—¡Basta!
La mujer se sobresaltó y después de eso guardó silencio. Kai intentó pensar en algo pero nada le venía a la cabeza. El ama de llaves volvió a hablar, ahora más pausadamente y cautelosamente.
—Como sabía que a usted no le parecería, guardé sus cartas, señor.
Kai levantó la vista, asombrado. Minutos después, estaba encerrado en el despacho con un manojo de sobres sin abrir estaba en sus manos. Abrió el primero y leyó.
Querido Kai:
¿Cómo estás? Aquí la vida en la aldea es muy monótona. Tenías razón, es mejor ocuparse que preocuparse; así que, haciendo caso a tu consejo, conseguí un nuevo empleo. Voy a ser chef de un hotel de cinco estrellas en Hong Kong. He pensado en irme de la aldea definitivamente pero aún no tengo planes bien establecidos. Con suerte puedo encontrar un lugar para vivir allá...
Discúlpame por tardar tanto en escribir, pero por ahora me he mantenido ocupado todo el tiempo. Me ayuda a no pensar. Eres un gran amigo. Tu ayuda fue muy importante. Tal vez no te lo dije pero te agradezco infinitamente que me escucharas y estuvieras conmigo en esos momentos difíciles...
Afectuosamente,
Ray
Esa carta era de un mes después de la boda de Salima y Kane. Al parecer Ray sí lo recordaba. Eso lo podía ver claramente en el hecho de que en dos años le hubiera escrito más de una docena de cartas. Siguió abriendo carta tras carta, leyendo sólo pedazos de ellas. En cada sobre había por lo menos cinco hojas. En todas le contaba de cómo iba. En otras le preguntaba cosas. Hacia las últimas cartas se preocupó. El tono en que le escribía había cambiado, le preguntaba por qué no contestaba, en una forma muy implícita preguntaba si ya no quería saber de él. La última carta fue muy corta; contenía sólo una hoja y estaba escrita con tristeza. Kai la leyó completa y no pudo contener las lágrimas.
Querido Kai:
Ha pasado más de año y medio desde que nos vimos la última vez. ¿Recuerdas nuestra promesa? Yo sí. Por eso, sé que soy un iluso al pensar que funcionaría. ¿Cómo podrías esperarme? Sé que hay muchas personas mejores que yo y sospecho que encontraste alguien más. Eso fue lo que comprendí cuando llamé por teléfono a tu casa.
Soy un tonto, lo sé. Pero ahora lo veo muy claro. Tu silencio me ha hecho comprender. No sé por qué no me di cuenta antes. Nunca has sido de muchas palabras pero lo poco que dices es franco. Lo único que tengo para reclamarte es que no me hayas desengañado antes. Una sola palabra es al menos lo que merecía. ¿O es que ya ni siquiera soy digno de una palabra de Kai Hiwatari?
O tal vez fue que no quisiste herirme. Créeme, más herido no puedo estar de lo que haya estado antes. He aguantado mucho, ¿no es así? Me habría gustado que me lo dijeras directamente. Según entiendo, llevan casi un año. Sinceramente, desde lo profundo de mí, te deseo toda la felicidad.
Yo ya no te molestaré más. Adiós.
Ray
— o — o —
(POV Kai)
¿Qué diablos te dijeron, Ray? ¿Llevamos un año? ¿Quiénes? No puedo creerlo. Yo te lastimé. Creí que eras tú quien no quería saber nada de mí; y por eso jamás escribí, para no molestarte.
¡Por supuesto que recuerdo nuestra promesa! Todos los días la recuerdo, junto con tu rostro. Cada mañana me levantaba pensando en ti y esperando saber de ti. Te amo. Siempre lo he hecho.
Tengo que encontrarte. No puedes irte, no ahora que ya sé la verdad. ¿Sentías algo por mí? Espero que este malentendido no haya acabado con mi oportunidad de lograr que me ames.
— o — o —
Ray caminó sin rumbo hasta llegar a la iglesia donde Salima se casó. Se detuvo ahí viendo hacia el rincón donde lloró en el hombro de Kai. Se tocó los labios recordando también el beso que le dio una hora más tarde en el dojo de Tyson.
—¡Ray! —Kai lo alcanzó. Venía corriendo. Por un presentimiento fue a aquel lugar, y escuchando a su corazón, lo encontró.
—Kai...
—No digas nada. Ahora entiendo todo.
El chico lo miró esperando que continuara hablando.
—Yo nunca olvidé nuestra promesa, te lo juro —le dijo acariciando su mejilla. Ray se estremeció al sentir su toque. Y no sólo eso, sino que Kai logró arrancarle un suspiro. Fue mágico. Despertó muchas cosas dentro de su corazón.
Ahora sabía que aunque seguía sintiendo algo por Salima, eso estaba desapareciendo. Lentamente pero iba debilitándose. Supo que entonces aquello no fue amor verdadero y se asombró al imaginar lo que podría serlo; se asombró aún más al imaginarse viviéndolo con Kai. Después de todo, aún podían intentarlo.
—¿Qué sucedió? ¿Por qué nunca contestaste mis cartas?
—Porque nunca las recibí —dijo mirándolo a los ojos. Ray podía ver que decía la verdad.
—¿Y qué hay de Wyatt? Tu abuelo me dijo...
—Es mentira. Tú sabes que mi abuelo nunca sintió agrado por ninguno de los Blade Breakers, incluyéndome entre ellos. Me sorprendes, Ray. Eres demasiado crédulo.
—¡Oye!
—Pero así te quiero. Y en adelante, me aseguraré que nadie te vuelva a lastimar.
—¿Tú me quieres? —interrogó el chino tímidamente, agachando la cabeza.
—Mucho —contestó igual de tímido Kai.
Ray levantó la mirada y encontró la de Kai a escasos centímetros de la suya. Aquel contacto los despojó de cualquier duda.
—Te a...—dijo Kai, pero fue interrumpido por un beso de Ray.
El ruso se sintió en las nubes. Había sido Ray quien lo besó a él. Era lo que más había soñado durante años enteros. Fue un dulce intercambio de alientos que duró mucho. No había prisa. Con los ojos cerrados se dejaron llevar por el momento. Como una condescendiente caricia de labios, saboreando el néctar de amor en la boca del otro, explorando nuevos territorios, memorizando con sus manos el rostro del otro, tan juntos como si sus cuerpos fuesen imanes que se atraían.
—Ven conmigo a Rusia.
—Yo voy contigo adonde quieras. Te quiero, Kai. Mucho, no imaginas cuánto.
—Yo te amo, con todo mi ser. Y haré que me ames muy pronto.
Kai depositó un tierno beso en los labios de Ray.
Los dos regresaron a casa de Tyson tomados de la mano, sonriendo como si fueran dos adolescentes enamorados. Sabiendo que aunque Salima y Kane estaban ahí, ya no tenían importancia. Juntos borrarían las heridas de su pasado y se burlarían del dolor. Serían tan felices como jamás imaginó nadie.
Así, después de todo, Kai y Ray conocieron las verdaderas dimensiones del amor. Ese del que hablan los cuentos de hadas, el que no todos tienen la fortuna de conocer.
Valió la pena después de todo, pensaron. A veces Dios quiere que conozcas unas cuantas personas equivocadas antes del verdadero amor. Y cuando éste llega, es tan bello que por cada lágrima que derramaste antes, te da cien veces más de felicidad.
»—(¯·.·´¯)— Fin »—(¯·.·´¯)—
Sé que había dicho que aunque pareciera inconcluso, ahí terminaba el one-shot. Pero... estuve hablando con un amigo y me dijo que no podía terminarlo ahí.
Pues ese fue el detonante. Como no podía pensar en continuaciones para mis otros fics porque lo único que me venía a la cabeza eran ideas de cómo podría terminar éste, me di a la tarea de darle un final definitivo.
Espero que les agrade. ¡Saludos!
Galy
