El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

XXII

Una serpiente en el paraíso

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Cuando partieron de la casa Asakura, ninguno de los dos habló por espacio de unos minutos. No era un silencio incómodo, pero aunque fuera cómodo no podía durar mucho.

Al final fue la rubia quien se decidió a romper el silencio, intrigada ante el espectáculo de un Len Tao que, aunque no sonreía, parecía radiante. Los ojos amarillentos eran verdaderamente dorados en ese momento, y era algo digno de verse.

- ¿Y bien? - inquirió, curiosa, sin poder contenerse.

- Todo ha ido bien. Es más, yo diría que excelente - dijo el joven con un tono de falsa indiferencia que no engañó a Anna ni por un momento -, me ha dirigido la palabra por primera vez en casi una semana, y eso ha sido sólo el comienzo...

- ¡Qué bien! Eso sí que es un adelanto.

- ... porque además nos hemos dado un beso.

- ¿QUÉ?

La itako quedó boquiabierta, y su rostro reflejaba tal incredulidad que Len por un momento no supo si reírse u ofenderse ante semejante reacción.

- Sí, mujer, nos hemos dado un beso.

- Pero... ¿de veras? - todavía no alcanzaba a creérselo. El shaman de China resopló indignado.

- ¡Que sí! Ya sé que no estábamos precisamente en los mejores términos, pero no creo que sea como para que te asombres tanto. Eres una exagerada...

- ¿Exagerada? ¿YO? Vamos, si hasta esta mañana he visto a Horo deprimido y confundido con toda esta situación, ¡y de pronto vienes tú y me dices que han hablado, y no sólo eso, que se han besado! - Anna hizo una pausa para recobrar el aliento - Ya sé que todos piensan que soy una insensible y demás historias, pero soy humana... y esto me ha sorprendido.

- Bueno, está bien, cálmate. Ya ves. Esto ha sido algo grande, Anna.

- Ya lo creo. Más bien enorme, diría yo, considerando lo cabeza dura que es Horohoro.

- Fue estupendo - confesó Len, sonriendo por primera vez en el día, el brillo de sus ojos dorados iluminando las facciones finamente cinceladas y haciéndolo lucir más atractivo que nunca - , fue algo mutuo y muy intenso, lo más increíble y dulce que he sentido en toda mi vida...

- Me alegro por ti, pero por favor, ahórrame los detalles íntimos - aunque su tono era tan seco como de costumbre, la itako sonreía, respondiendo casi involuntariamente a la alegría expresada por el joven chino.

- Pero como te decía, esto es sólo el comienzo. No se va a resolver todo por arte de magia sólo porque nos hemos dado un beso...

Anna se sobresaltó al escuchar de boca de Len las mismas palabras (más o menos) que le había dirigido Yoh a ella hacía unas semanas, cuando anunciaron la fecha de la boda. Su prometido había tenido razón entonces, y Len la tenía ahora: habría que sortear muchas dificultades.

- Pues sí, tienes razón, está la "señorita" Suisei de por medio. A eso llamo yo un obstáculo. No sé qué le habrá metido en la cabeza a Horohoro, pero es evidente que lo agarró en el momento en el que se encontraba más vulnerable y se ha aprovechado de eso al máximo...

- Esa mujercita es una verdadera bruja - masculló Len con rencor.

- Mira, Len... aquí pasó algo más raro de lo que creemos. Si ambos hicieron un trato para alejarte de él (que es lo que siempre he pensado), sospecho que a ninguno de los dos les ha salido la jugada como esperaban. Él no esperaba que Suisei se le saliera de control y se pusiera tan "cariñosa", y ella no esperaba que su rato de diversión mezquina se convirtiera en algo más serio...

- ¿Crees acaso que se ha enamorado de él? - preguntó, escandalizado.

- ¿Cómo puede uno saber lo que siente esa mujer, si es que acaso siente? Seamos claros, ella es una zafrisca que ha buscado siempre llamar la atención de todos los hombres a su alrededor; lo intentó al principio con Yoh, pero le hice saber que no iba a quedarme de brazos cruzados mientras ella trataba de metérsele en los pantalones - el tono de la rubia rezumaba veneno -. Entonces vio a Horo confundido, y decidió que era una presa fácil... pero ahora está teniendo problemas.

- Entonces sí crees que ella ha llegado a quererlo...

- No diría eso. Puede tenerle cariño y además estar encaprichada; puede querer tenerlo por satisfacción propia y para evitar que tú puedas tenerlo. Da lo mismo, porque lo importante es que Horo le corresponda, y es evidente que no lo hace.

Ya estaban en el estacionamiento del instituto, pero permanecieron dentro del auto en silencio por unos minutos mientras Len digería lo que Anna acababa de decirle. Ella, por su parte, permaneció absorta mirando hacia el frente, el ceño levemente fruncido.

- Anna - se sobresaltó, como si saliera de un trance, y Len suspiró - mucho hablar de Horo y de mí, y hasta ahora noto que estás preocupada. ¿Qué te sucede? No estás bien hoy, eso se nota.

- Los abuelos de Yoh han organizado una cena esta noche, para presentarme a los demás miembros de la familia, y a los amigos...

- ¿Y? No veo nada de malo en eso.

- Sabes que no me gusta ser el centro de atención, y tendré que serlo a la fuerza. Además, algo me dice que me voy a llevar un disgusto...

- ¡Y después dicen que el negativo y amargado soy yo! - comentó Len, bromeando. Sabía que el "instinto" de Anna era algo que no podía menospreciarse, porque raras veces se equivocaba. Era algo que tenía que ver con los asombrosos poderes espirituales que poseía, aunque no podía llamarse videncia - Vamos, amiga, a armarse de valor. Esperemos que por una vez te equivoques y todo vaya como la seda.

- Ojalá - dijo la joven sin muchos ánimos, tomando su bolso y disponiéndose a salir del auto. De pronto se detuvo, y se mordió el labio inferior - ¡Oh! - exclamó.

- ¿Ahora qué?

- ¡No sé qué diablos voy a ponerme!

Len no pudo evitar echarse a reír ante aquel arranque de femineidad tan extraño en la siempre seca y fría Anna.

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Horohoro se había quedado en el porche, inmóvil, después de la partida de Len y Anna. Lo que acababa de pasar era demasiado grande como para que pudiera asimilarlo al primer intento.

Había besado a Len. Mejor dicho, se habían besado.

No podía alegar locura temporal, porque había estado perfectamente consciente de lo que hacía en cada momento, y ni siquiera trató de resistirse a la fuerza imperiosa que lo había atraído hacia él como un imán.

El joven chino sentía por él algo que iba más allá de la atracción física y eso era evidente en sus actitudes y en sus acciones. Cuando Horo pensaba que había logrado desanimarle con el ardid de Suisei, Len había mostrado fortaleza y había decidido luchar; la prueba la había visto la noche anterior, en su duelo verbal con la pelirroja.

Se notaba que la había pasado mal, pero su espíritu seguía indomable y queriendo luchar por obtener su atención. Y eso, viniendo del arisco, hostil y orgulloso Len, era más que increíble.

Y él, ¿qué sentía? También lo había pasado mal en esos días sin verlo, con Suisei pegada a él como una lapa y su hermana ignorándolo. Lo había extrañado demasiado. En todos esos años ocultando su atracción por él, sus sentimientos habían cambiado y en algún momento el shaman de China se había ganado su corazón.

Debajo de todo su genio explosivo, que tan frecuentemente hacía estallar Len con alguno de sus comentarios irónicos, Horo era un joven sensible y había percibido desde siempre la profundidad de la personalidad de su amigo; su nobleza, coraje y valentía.

A pesar de su actitud, lo respetaba, lo admiraba... y lo quería.

Bien. Ya había admitido que quería a Len. Pero, ¿sería capaz de manifestarlo abiertamente? Nada había cambiado en realidad; la persona a la que tanto apreciaba y quería seguía siendo un hombre, y eso seguía siendo un obstáculo en la mente del ainu.

¿Sería capaz de desprenderse, al menos un poco, de sus prejuicios? ¿Y qué iba a hacer con Suisei, que prácticamente se le había declarado? Si era cierto lo que había dicho, su decisión iba a herirla; y Horo no quería lastimar a nadie.

Sus propios sentimientos le daban miedo, pero sentía que quería atreverse. La elección estaba hecha, pero tampoco podía lanzarse de cabeza al vacío.

¿Por dónde empezar?

De pronto, sus ojos se abrieron desmesuradamente y su rostro atractivo reflejó puro pánico.

¡Pilika!

No había pensado en ella. ¿Qué iba a decir Pilika cuando se enterase, si es que no lo había notado ya? Si con lo de Suisei había armado un escándalo, no quería ni imaginarse lo que podía hacer si sabía que entre él y Len había "algo"...

Suspiró pesadamente y entró en la casa con paso cansado. Apenas entró, una pequeña figura que había pasado desapercibida en un rincón del porche salió de su escondite, sonrojada y agitada al máximo y con los ojos como platos.

Tamao Tamamura, nada menos, había sido testigo de toda la escena.

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Caía la tarde cuando Anna regresó a la casa, y encontró a Yoh esperándola en el porche, audífonos en ristre. Estaba algo nerviosa y apenas podía disimularlo ante su prometido, que la abrazó cariñosamente dándole la bienvenida.

- Sigues preocupada por la reunión, ¿verdad?

- No - mintió la joven -. He estado todo el día devanándome los sesos pensando en qué ponerme, y al final he tenido que faltar a las clases de la tarde para ir a comprar ropa y zapatos - zarandeó descuidadamente la gran bolsa de plástico que llevaba en una mano y que contenía un par de cajas -, porque me niego a ponerme un kimono...

- Me parece bien, porque yo tampoco pensaba llevar tanto trapo encima. Además, así irás cómoda y no te sentirás tan nerviosa - la sonrisa del shaman de cabellos castaños indicaba a las claras que no lo había engañado.

No tenía caso tratar de ocultarle a Yoh sus estados de ánimo, porque la conocía demasiado bien. Sospechando que comenzaba a sonreír como una idiota, cautivada por esa sonrisa, la rubia trató de concentrarse en algo más prosaico.

- Tomaremos un taxi hasta allá, ¿no?

- No - otra sonrisa de oreja a oreja (marca registrada) -. Manta ha hecho venir su auto y su chofer, así que iremos con estilo...

- ... y no tendré que preocuparme por tus habilidades como conductor - apuntó, divertida.

- Dale, búrlate de mí - se quejó el joven sin dejar de sonreír.

Ella le dio un suave empujón y entró a la casa, dirigiéndose a su habitación. Sacó la ropa de la caja y la colgó en una percha, disponiéndose a tomar una ducha.

Envuelta en una toalla, ya fresca y un poco más relajada, rebuscó en el cajón de la ropa interior lo que iba a llevar debajo de su atuendo. Sus dedos tropezaron con la caja que guardaba el obsequio de Jun y no pudo resistirse a sacarlo y ponérselo, aunque el color de las prendas no armonizaba con el de la ropa que había comprado - que era negra, por supuesto.

Se acercó al espejo del tocador ataviada con todo el conjunto menos el liguero y las medias, y se sonrojó. La chica que le miraba desde el espejo parecía una completa extraña, una de esas modelos de las revistas de lencería cara, hermosa... y sensual.

Anna nunca había pensado en sí misma en términos de sensualidad, por eso el mirarse en semejante atuendo y ver lo bien que lucía la abochornaba un poco. Se apresuró a ponerse la ropa: una elegante falda a la rodilla, con una discreta abertura a un lado, y un corpiño de cuello alto estilo chino con botonadura dorada y mangas cortas.

Se calzó el delicado par de sandalias negras de tacón alto que había comprado y cepilló su cabello hasta que brilló, recogiéndolo en un pequeño moño sujeto con un palillo dorado; se puso un par de sencillos pendientes y su reloj, y contempló el efecto en el espejo.

Se veía bien, o al menos eso pensaba. No era consciente de la forma en la que la ropa se le ajustaba enfatizando la curvilínea esbeltez de su figura, ni del efecto dramático de su piel blanca y cremosa emergiendo del negro puro de su atuendo.

Dio un leve toque rosa a sus labios con una barrita que tenía guardada para las ocasiones especiales, tomó un diminuto bolsito negro que combinaba con las sandalias, remató su arreglo con un leve rocío de perfume, y salió al pasillo.

- ¡¡¡WOW!!! - la exclamación a sus espaldas la hizo girar bruscamente. Horohoro estaba parado allí en el pasillo, mirándola con abierta admiración.

- ¿Qué? - preguntó la rubia algo incómoda, obsequiando al peliazul con una de sus famosas miradas de hielo. No estaba acostumbrada a los halagos, porque casi nadie se los daba, en parte porque temían su reacción.

- ¡Que luces fabulosa! Te ves muy sexy... qué, ¿hay fiesta? - preguntó animado.

Anna se abstuvo de soltar la respuesta mordaz y punzante que tenía en la punta de la lengua. El ainu parecía más animado de lo que se le había visto en semanas, y no quiso arruinar su diversión.

- Pues sí. Pero es una reunión privada en casa de los abuelos de Yoh, y antes de que lo preguntes te lo digo: no podemos llevar invitados extra - apuntó.

Horo hizo una mueca y luego un puchero, frunciendo los labios de una manera muy graciosa. Era increíble cómo alguien tan grande y fuerte podía parecer a veces un bebé crecido.

- ¿Y quién dice que iba a preguntarte eso?

- Lo digo yo, que te conozco. Todos sabemos que la perspectiva de comida en abundancia, y más si es una fiesta, te pone los ojos estrellados - repuso la rubia casi desdeñosamente.

El ainu se sonrojó, pero no tuvo tiempo de decir algo en su defensa porque casi de inmediato un huracán azul arribó al pasillo y comenzó a dar vueltas alrededor de la rubia itako, gorjeando alabanzas como un pequeño e inquieto colibrí.

- Gracias, Pilika, pero, ¡¡¡para ya que me estás mareando!!!

La ronda continuó hasta que la risita chocante tan característica de Yoh interrumpió el juego de la pequeña peliazul. Había asomado al pasillo y ahora tomaba a su prometida del brazo, rescatándola del exceso de energía que siempre rebosaba Pilika.

Anna procuró no mirarlo con la boca abierta, pero era difícil no admirar al alto y atlético shaman embutido en su atuendo casual de pantalones y chaqueta gris oscuro. La camisa blanca que llevaba tenía un par de botones desabrochados dejando ver una porción de piel levemente bronceada; su cabello seguía tan indomable como de costumbre, pero formaba parte de su personalidad y armonizaba con el conjunto.

- Siento interrumpir el juego, chicos, pero nos tenemos que ir ya. Nos están esperando.

- Venga, Pilika, deja a Anna en paz - terció Horohoro, con la intención de que la jovencita le contestase aunque fuera para reclamarle o gritarle.

- ¡A mí no me hables! - exclamó la aludida, dándole la espalda. El peliazul se limitó a encogerse de hombros, aunque se notaba que le dolía el rechazo de su hermana menor.

Yoh le dio una palmada en el hombro en un gesto de apoyo que Horo aceptó con una sonrisa vacilante y agridulce.

El auto les esperaba afuera e Yoh, como todo un caballero, abrió y sostuvo la portezuela del auto para que Anna abordara, dándole al conductor la dirección de la casa de los abuelos. El viaje no duró más de quince minutos, y cuando llegaron vieron que la gran casa estaba profusamente iluminada, y de su interior salía el ruido de gente conversando y música tradicional.

La chica volvió los ojos, abiertos al máximo, hacia su prometido. Éste le tomó la mano.

- ¿A esto llama tu abuela "una pequeña reunión"? ¡Hay un gentío allí adentro!

- Venga, no me vas a salir ahora con que tienes miedo escénico, ¿o sí?

- ¡No tengo miedo, ni escénico ni de ningún otro tipo! ¡Pero sospecho que me estás llamando cobarde, y si es así estás en serios problemas, Yoh Asakura! - susurró, indignada.

Él se limitó a sonreír y a acercarse hasta que estuvo a milímetros de sus labios, silenciándola efectivamente.

- No hay nada que temer, Annita. Estás más bella que nunca, aunque para mí siempre has sido la más bella. Vamos, entremos. - bueno, ese sí que era un método para callarla. La indomable itako acabó por salir del auto y entrar a la casa prendida del brazo de su prometido cual una dócil gatita.

Sin embargo, lo que la rubia había dicho no era broma. Había cuando menos cuarenta personas en el salón de la casa, la mayoría vestidos casualmente como ellos dos, aunque había unos cuantos a la usanza tradicional.

Anna se alegró por no desentonar, pero cuando los treinta y cinco o cuarenta pares de ojos se fijaron en ellos, y especialmente en ella, sintió cómo se le revolvía el estómago por los nervios. Estaba agarrada al brazo de Yoh como si éste fuera un salvavidas, así que él tuvo que tirar de ella, avanzando entre los grupos de gente que se apartaban para darles paso, hasta llegar frente a los abuelos, que estaban sentados ante una mesa al fondo de la sala departiendo con un grupo de personas.

La itako se inclinó respetuosamente a manera de saludo, al igual que su prometido. La señora Kino la miró con su semblante adusto de siempre, pero una chispa de malicia brillaba en sus ojillos. El señor Yohmei le sonrió como siempre.

- Bienvenidos, jóvenes. Los estábamos esperando...

- Casi llegan tarde - apuntó la formidable matrona.

- Pero logramos llegar a tiempo, abuela; aquí estamos - repuso Yoh, conciliador.

Fue saludando una a una a las personas que estaban sentadas con los abuelos, y Anna lo imitó, tomando nota de las caras. Había un par de señores mayores que iban vestidos con kimonos como los Asakura, y el resto de los ocupantes de la mesa parecían pertenecer a la misma familia: una pareja de unos cuarenta y tantos años, elegantemente vestidos a la occidental; un atractivo chico de unos catorce años que parecía estar aburrido a más no poder, y una joven de unos veintidós años, muy bonita y con rasgos muy parecidos a los del chiquillo.

La pareja se apellidaba Akagi y los jóvenes eran sus hijos, Minoru y Sumire. A la rubia no dejó de llamarle la atención la forma cariñosa en la que Sumire saludó a Yoh, con un aire a medias pícaro y conspirador.

Era una joven muy linda, pálida como una muñeca de porcelana, con una larga y lacia cabellera muy negra y unos ojos oscuros y rasgados en un rostro vivaz. Al sonreír se le formaban un par de graciosos hoyuelos en las mejillas, y como sonreía mucho, había bastante ocasión de notarlo.

No tuvo tiempo de seguir analizando a Sumire porque en ese momento la anciana hizo que todos callaran y procedió a presentar formalmente a Anna a los invitados. Ésta tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no retorcerse cuando todas las miradas convergieron en ella, y apenas recordó inclinarse ligeramente.

Durante la cena tuvo oportunidad de entretenerse escuchando las aventuras de los Akagi en Europa, relatadas con gracia por la señora Akagi. Parecían ser amigos íntimos de los ancianos Asakura y eran gente muy simpática; hasta Sumire le cayó bien, aunque no acababa de sentirse cómoda con su mirada pícara y sus abundantes sonrisas.

Quisiera ella o no, al terminar la cena Sumire vino a sentarse a su lado cuando la señora Kino, que había estado sentada a la cabecera de la mesa junto a Anna, cambió de sitio para conversar con su amiga.

- Bueno, me alegro mucho de conocerte, Anna. Eres mucho más hermosa de lo que pensábamos por lo que contaba la señora Kino.

- Gracias - contestó la rubia, tratando de no sonar demasiado seca ni hostil.

- Por supuesto, ella no podía hacer menos sino escoger lo mejor para Yoh - añadió la joven, guiñándole un ojo. A la itako no le gustó para nada la frasecita, pero prefirió callar -. ¿Sabes? nosotros queremos mucho a Yoh, lo conocemos desde que era bebé y siempre hemos estado pendientes de él. Por eso queríamos verte; siempre supimos de ti por la señora Kino, incluso mis padres estuvieron aquí cuando se estableció el compromiso entre ustedes con tus padres y los de Yoh, pero nunca tuvimos la oportunidad de conocerte...

Vaya. Sí eran buenos amigos de la familia.

- Así que conoces a Yoh desde que era un bebé... - alentó, esta vez en tono de conversación. No tenía nada de malo averiguar la clase de relación que había existido entre los dos.

- ¡Oh, sí! Éramos vecinos y estábamos muy unidos, mis primos y yo siempre jugábamos con Yoh, nos llevábamos muy bien los cuatro. ¿Sabes? Yo era un poco marimacho, así que prefería andar con los chicos y hacer cosas de chicos - los hoyuelitos volvieron a aparecer en un su rostro.

- Sin ofender, pero, ¿no eres tú algo mayor que nosotros?

- No es ofensa - Sumire volvió a sonreír -, en efecto, soy exactamente tres años y medio mayor que Yoh, y mis primos variaban entre su edad y la mía. Pero la pasábamos muy bien juntos, por eso me he alegrado al volver a verlo; hemos estado viviendo en Europa, así que hacía unos seis años que no lo veía. Y a alguien como él es difícil no extrañarlo.

Anna la miraba sin saber qué pensar. La chica era simpática, pero sonreía demasiado y parecía esforzarse mucho por agradar (y la muletilla del ¿sabes? ya le estaba cayendo pesada, para remate...); además de que la tan cacareada amistad suya con Yoh le sonaba a "te estoy contando lo que quiero, pero hay mucho más y no va a gustarte".

Y no se le habían pasado por alto las miradas de extrañeza que les había lanzado Yoh mientras conversaban. Él estaba al otro lado de la mesa, hablando con el señor Akagi, pero no les quitaba el ojo de encima.

Al diablo con eso, no iba a calentarse la cabeza. Al fin y al cabo, era a ella a quien él quería, y era con ella que iba a casarse en menos de quince días.

Mientras ella pensaba Sumire seguía hablando, y la rubia sólo escuchó la parte final de la larga frase que había dicho.

- Perdona, ¿qué dijiste?

- Que espero que no te moleste que reanude mi amistad con Yoh...

La amistad de Yoh con cualquier mujer me molesta, y si es contigo me molesta más.

- Por supuesto que no me molesta.

Ya me encargaré de mantenerte bien lejos de él, eso puedo asegurártelo. Así que no cuentes con ello...

- ... pensé que podías molestarte, porque cuando éramos chicos yo estaba un poco enamorada de él, ¿sabes? Y compartimos muchas cosas juntos... - su mirada se tornó soñadora, como si evocara muchos buenos recuerdos - claro que yo sabía que él tenía una prometida, yo no podía serlo porque no soy shaman... pero lo hubiera deseado, ¡era tan encantador! Y sigue siéndolo. Te llevas un tesoro, Anna.

¿¿¿Que QUÉ???

El rostro de la itako permaneció impasible, pero sus ojos oscuros se agrandaron y la mirada que le dirigió a la joven de cabellos negros parecía la de un basilisco a su víctima.

Tenía la fuerte sospecha de que la chica con quien Yoh había "experimentado" era nada menos que Sumire Akagi... todo encajaba, aún con lo poco que él le había contado. Él no podía haber tenido muchas amistades femeninas, eso lo sabía de cierto; ¿y quién mejor que una chica mayor que él, curiosa y fascinada por su personalidad aún a tan temprana edad?

Era ella, estaba segura.

La sola idea de que la mujer con la que estaba hablando tranquilamente conocía el sabor de los besos de Yoh y la calidez de sus caricias bastaba para revolverle el estómago. Sabía que era irracional, que si había ocurrido había sido muchos años atrás, que Yoh la quería a ella, que no había estado con nadie más... pero no podía evitar sentirse enferma al pensar en ello.

No estaba enfadada, sólo que la idea le resultaba simplemente repugnante.

No supo cómo se las arregló para pasar el resto de la cena. Notaba que la chica la miraba raro, y su prometido también le dirigía miradas inquietas, pero no le importaba; lo único que quería era irse a casa y tomarse un tiempo para digerir lo que acababa de descubrir.

Próximo capítulo: Carpe Noctem

N.A.: Ufff... gomen, sé que me he tardado unos días... esto estaba escrito, pero en una libreta, y no estaba pasado ni revisado, así que no podía publicarlo. Ya ven que es largo, y además he tenido mucho trabajo, amén del que me da la página cuya versión 5 al fin estreno hoy aunque vaya lenta en ese servidor. En fin, la novela de los lunes is back, gracias por seguir este culebrón aunque ya vaya más largo que el de la Pantoja con el alcalde xD, malvados, quieren ver sufrir a Yoh y a Anna... El próximo capítulo está casi listo, y le va a gustar a unos cuantos que yo me sé xDDDD.

Sé que alguien dirá que la reacción de Anna no es normal y que es tonta; el que lo diga no ha estado enamorado ni ha sentido celos xD. Quise plantear una problemática que siempre veo... a uno le gustaría que la persona a la que ama no tuviera pasado, pero eso es un imposible porque TODOS tenemos pasado, en mayor o menor grado de gravedad. Y toparte con el pasado de la persona que amas, tener que hablar con esa persona, es algo que impacta, quieras o no ^^, llegas a asumirlo y a comprenderlo, pero eso no significa que tenga que gustarte...

Gracias a toda la gente que dejó reviews para el cap. 21, a todos los que lo leyeron y no dejaron por la razón que fuera... y gracias por su paciencia ^^. Gracias a Anna, SaKKuRi, An_na Asakura Ai (¿te preocupó que Anna fuera sumisa? Hija, no sabes lo que el amor y la estupidez que viene con él puede hacer con los espíritus más rebeldes xD), Bratty (ADORO tus viñetas Yoh/Anna, son dulcísimas), Kiyu, Yuta, Bonis837 (gracias, pero ando al borde de la gastritis y seguro que Horo se me une si sigue así xD, Hidrazaina (me alegra q t gustara el beso xD), Randa (S. es una zorra, eso está claro ^^), Rally (a ver, a escribir muchacha q tú si tienes tiempo), Mili-Lina (voy de uno en uno leyendo los q hay cuando me conecto, ya llegaré xD), Iron Maiden Jeanne, Suisei (mana querida, me alegro de que las cosas hayan vuelto a su cauce, pásate por la sección de agradecimientos de la page y verás algo ^__~), Anna Asamiya (gracias, y recuerda que todos tenemos derecho a amar... a quién o a qué ya es cosa de cada quien ^^), y Komachi.