El ganador se lo lleva todo
por Karoru Metallium
XXIII
Carpe Noctem
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Advertencia: esto tiene algo lime. Estaba de humor, qué puedo decirles ^_~. He decidido no ponerlo R (aunque en mi opinión debería serlo) porque aunque mis lime/lemon son R, he visto que mucha gente aquí pone los suyos G sin que pase nada. Así que... on with the show.
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El resto de la velada no fue nada fácil para Anna. Se sentía incómoda, con Sumire sentada junto a ella hablándole de su trabajo y su prometido mirándola con inquietud. Era evidente que Yoh intuía que algo no andaba bien, por más que ella se esforzara en poner la mejor cara de póker que tenía.
Después de enterarse de que la sonriente chica de los cabellos negros era arquitecto, vivía sola y su color favorito era el azul (detalles inútiles sin los cuales la rubia hubiera podido vivir tranquila), Anna estaba más que harta y le costaba mucho trabajo disimularlo.
A duras penas logró escurrirse del salón sin resultar demasiado conspicua y salió por unos instantes al jardín a respirar un poco de aire fresco y procurar serenarse. Le tenía fobia a las multitudes desde que era pequeña, y el descubrimiento acerca de Sumire (que con toda seguridad correspondía a la realidad) y su charla unilateral la habían puesto de peor humor. Todo era veneno para la rubia itako.
Regresaba ya a la casa cuando escuchó voces cercanas y decidió quedarse quieta y escuchar la conversación a ver si se enteraba de algo interesante que la distrajera de su actual malestar. Las voces masculinas llegaron a ella a través de los arbustos con sorprendente claridad.
- ... y entonces me dijo que ella se le había insinuado, ¿puedes creerlo?
- ¡Jajajajaja! ¡Quien ve a la mosquita muerta que parece que no rompe un plato!
- Ya ves, y el otro imbécil jurando y perjurando que le era fiel y demás historias...
Anna movió la cabeza en un ademán negativo. Había que ver... se llenaban la boca diciendo que el gusto por el chisme era algo exclusivo de las mujeres, y allí estaban dos ejemplares del sexo opuesto destripando a alguna pobre víctima que no podía defenderse.
- ¿Y qué te pareció la novia de Asakura?
La rubia se sobresaltó y aguzó aún más el oído.
- Es una preciosidad. Un bombón - el hombre hizo una pausa -, pero fría como el hielo, y una bruja, además. He escuchado historias acerca de cómo lo trata a él, parece que siempre es ella quien manda, que es una manipuladora de las peores... no sé, o está muy enamorado de ella o es un pelele para dejar que ella lo maneje a su antojo...
- ¿No estás siendo un poco duro? - terció el otro, divertido - A lo mejor te da envidia que Asakura vaya a casarse con una chica tan hermosa. Quién sabe, a lo mejor no le importa que lo zarandeen un poco con tal de tener a ese bombón en su cama...
- ¿Bromeas? ¡Con ese carácter que tiene, debe de ser frígida!
Ambos hombres se echaron a reír, por fortuna para ellos completamente inconscientes del peligro que corrían sus vidas en ese momento, con Anna Kyôyama escuchando lo que decían de ella.
La itako apretaba los puños y su rostro cambiaba de color, pasando del rojo de la vergüenza al lívido de la cólera sin límites. Tuvo que alejarse de nuevo para evitar que su ira se desatara. Raras veces perdía el control, pero cuando lo hacía, lo hacía en grande; así que debía procurar evitarlo.
Cuando volvió, los hombres ya no estaban allí; y como no había visto quiénes eran, no tenía caso intentar localizarlos. Entró al salón y caminó en línea recta hacia su prometido, evitando a la mayor cantidad de gente posible y saludando y sonriendo automáticamente cuando era necesario.
Logró llegar hasta él, que la miró preocupado al notar la inusual palidez de su rostro y la inquietud que reflejaban sus ojos oscuros.
- ¿Está bien, Anna?
- Ya es tarde, Yoh. ¿Podemos irnos? - por un momento vio dudar al shaman de cabellos castaños, y el lado imperioso de su carácter casi se impuso, haciéndola fruncir el ceño. Pero en lugar de ordenarle que la acompañara, o simplemente dar la vuelta y retirarse, la rubia suspiró - ¿Por favor?
Esta vez Yoh le brindó una sonrisa comprensiva.
- Ven. Nos despediremos de los abuelos y nos marcharemos, ¿vale?
La rubia asintió y lo siguió, aguantando como un soldadito las miradas suspicaces de la señora Kino cuando se despidió de ellos con una cortesía casi desganada. Se obligó a sonreír vagamente y a responder como un autómata a todos los saludos y adioses.
Cuando estuvieron de nuevo en el auto, Yoh la atrajo hacia sí abrazándola con ternura, y ella se dejó mimar, aunque su rostro permanecía inexpresivo.
- En verdad te enferman las multitudes, ¿eh?
Por una vez el shaman se equivocaba, al menos en gran parte, pero Anna no trató de sacarlo de su error. Se limitó a hundir su rostro en el cálido pecho de su prometido, sintiendo cómo los dedos masculinos jugueteaban con los mechones que escapaban de su peinado.
Aunque no veía su rostro, la itako sabía que estaba sonriendo, aquella sonrisa suave que ella tanto adoraba.
Lo de Sumire le había afectado, no podía negarlo; pero el escuchar lo que esos hombres decían de ella había sido mil veces peor. Estaba acostumbrada a que los demás le temieran, eso formaba parte de lo que ella representaba, la temible itako sin miedo y sin sentimientos cuyo carácter alejaba a la gente; pero nunca se había detenido a pensar en lo que podían pensar o decir a sus espaldas.
¿Cómo se atrevían a juzgarla? ¿Qué sabían ellos de lo que era, de lo que había sido su vida? ¿Qué sabían ellos de su relación con Yoh?
Ella no podía cambiar. No era, y nunca había sido, el ideal tradicional de lo que debía ser una esposa: la mujercita tímida, dulce y sumisa, tipo Tamao. Desde muy pequeña había aprendido que demostrar sus emociones era algo a todas luces inútil, que sólo exponía sus debilidades a los demás para que pudieran herirla.
El ambiente en el que había crecido había sido el más favorable para construir su armadura de hielo, primero con unos padres indiferentes con los que jamás se sintió querida y luego bajo la mano dura de la señora Kino, que aunque se había portado bien con ella jamás le había demostrado afecto; al menos no abiertamente. Lo cual era lógico, considerando que la había estado entrenando para ser la sacerdotisa fuerte y perfecta, capaz de ser despiadada y de controlar sus propias emociones, que llevaría a su nieto a convertirse en el Shaman King.
Conocer a Yoh, vivir con él, impulsarle, obligarle a entrenar para ser el mejor, había cambiado para siempre la vida de Anna. Él había logrado ver a través de su armadura y le había dado cariño sin importarle lo mucho que ella lo hiciese esforzarse hasta los límites con su entrenamiento casi inhumano. Nadie como él era capaz de comprenderla, y nadie le había dado la ternura que él le daba.
Y ella era capaz de hacer cualquier cosa por él, sin importar lo que fuera.
Por eso le dolían tanto los comentarios escuchados al azar esa noche. Si había tratado a Yoh con dureza había sido para ayudarlo y fortalecerlo, no con el fin de humillarlo; y sabía que él comprendía sus motivos desde siempre. Yoh no era un pelele, ni ella una bruja.
- Anna - la voz de su prometido acarició sus oídos, teñida con un toque de diversión - Anna, ¿te has dormido?
La rubia se incorporó y se dio cuenta de que ya habían llegado a la casa.
- Casi - dijo, frotándose los ojos -, estoy muy cansada.
- Han sido demasiadas emociones para un día, sí.
La casa estaba a oscuras, todos parecían haberse ido a dormir temprano, y ya que la itako casi se había 'dormido' en el auto, Yoh la dejó en la puerta de su habitación después de darle un casto beso.
Anna entró, encendió la pequeña lámpara sobre el tocador y se echó en el futón sin molestarse en desvestirse. Tenía la cabeza revuelta con pensamientos nada placenteros. Sabía que debía hablar con Yoh respecto a lo que había descubierto acerca de Sumire, pero no tuvo las fuerzas para hacerlo; sentía que no quería discutir eso justo ahora.
Tampoco quería pensar en lo que había escuchado, pero las palabras daban vueltas una y otra vez en su mente, perturbándola.
Bruja.
Manipuladora.
Frígida.
¡La habían llamado frígida!
Por un momento la cólera retornó con fuerza, haciéndola estremecer. Pero con la misma facilidad que había llegado, la ira se fue, dejándola cansada y vacía de nuevo, llena de dudas.
¿Lo era? Al fin y al cabo ella no sabía nada al respecto. Sabía lo que esa palabra significaba, pero sus implicaciones prácticas escapaban a su conocimiento. No creía serlo. El par de memorables momentos en los que habían estado juntos, desde el anuncio de su boda, le habían demostrado que bastaba una mirada de él para encender en ella un fuego que sólo sus caricias podían apagar.
El hecho de que no hubieran hecho el amor aún no tenía nada que ver con la falta de deseos... era simplemente una especie de acuerdo tácito al que ambos habían llegado sin siquiera discutirlo: esperar hasta la boda.
Se querían, se gustaban, eran compatibles, y nada de lo que pudieran decir cambiaría eso.
Con un profundo suspiro, Anna se levantó del futón y se quitó la falda y el corpiño, alisándolos cuidadosamente y colgándolos en su percha. Luego se quedó de pie frente al espejo del tocador, analizando su imagen ataviada sólo con parte del delicado regalo de Jun.
Una preciosidad. Un bombón.
También habían dicho eso, aunque eran palabras que ella no hubiera utilizado para describirse a sí misma jamás. Pero a la suave luz dorada de la lámpara, que la iluminaba dejando el resto de la habitación a oscuras, su piel cremosa parecía irradiar un brillo perlado, acentuado por el color rojo profundo de las prendas...
Qué importaba lo que los demás pensaran... a Yoh le gustaba, y eso era más que suficiente.
De pronto lo imaginó allí con ella, observándola en el espejo, y fue como si su cuerpo cobrara una nueva vida... su piel se erizó, sus pezones se irguieron y una sensación de cálida languidez la invadió. Cerró los ojos y deslizó sus manos por su abdomen, elevándolas hasta sus pechos, apretándolos suavemente como lo había hecho él la última vez que habían estado tan cerca, aquella noche en la terraza.
Se dejó llevar por las sensaciones.
No, ella no era frígida. ¿Cómo podía serlo, si al evocar las caricias de su prometido su cuerpo y su mente reaccionaban en sincronía y con una pasión tal que a veces la asustaba?
Con los ojos cerrados, podía sentir el calor y la dureza del cuerpo masculino apretado contra el suyo... su respiración se aceleró, sus manos oprimieron con fuerza su carne trémula, y un débil gemido brotó de sus labios.
Un momento.
Anna abrió los ojos. Junto a ella, en el espejo, los ojos oscuros de su prometido la miraban, llenos de fuego.
Yoh estaba justo detrás de ella, adherido a su espalda, mirando su imagen en el espejo; el calor de su cuerpo no era obra de la imaginación de la rubia. Por un momento su mente divagó: debía de darle un buen coscorrón y mandarlo a dormir, ¿qué diablos hacía allí? No lo había escuchado llamar a la puerta, ni se había percatado de que había entrado a la habitación...
Pero no hizo nada, sólo temblar al ver cómo los ojos de fuego recorrían su imagen en el espejo. Sí, tenía miedo, pero mientras él la contemplaba y ella sentía su excitación, el temor se convirtió en orgullo por ser capaz de provocar esa reacción en él. Era evidente que su imagen le producía placer.
- Eres tan hermosa, Anna - susurró Yoh.
Durante unos momentos sólo sus ojos la acariciaron; pero luego, como si su cuerpo ejerciera sobre él una oscura fascinación, sus manos también la tocaron. Largos dedos recorrieron sus costados y se posaron sobre las manos femeninas, apartándolas lentamente y reemplazándolas con las suyas.
Anna podía sentir las caricias por encima de la delicada mezcla de seda y encajes que sostenía sus pechos, aunadas a las sensaciones que le producían las caricias de sus labios en su cuello, al principio suaves y luego más intensas, como si quisieran devorarla.
Vagamente pensó que él debía de haber estado ya preparado para dormir, porque que podía sentir su pecho desnudo contra su espalda y la tela de sus pantalones rozando la parte posterior de sus muslos.
Las manos acariciantes deslizaron los tirantes del sujetador por sus hombros y buscaron el broche en la espalda, liberando sus pechos. Cuando sus palmas englobaron la carne firme y sedosa y los pulgares acariciaron los pezones erguidos, Anna jadeó, sintiendo que un exquisito calor se extendía por su bajo vientre.
No supo cómo, pero terminó echada en el futón con Yoh encima de ella acariciando y besando cada centímetro de piel a su alcance; su respiración irregular y áspera una caricia adicional en la piel de la joven, que ahora se atrevía a tocarlo, sintiendo los firmes músculos de su pecho y de su abdomen debajo de la tersa piel.
Él no paraba de besarla, y sus manos ahora acariciaban sus muslos desnudos, tocándola como no lo había hecho antes. Cuando sus dedos se deslizaron debajo de la pequeña prenda, que era ya lo único que la itako tenía puesto, y acariciaron su intimidad, ésta no pudo evitar gemir.
Estaban llegando bastante lejos, pero a Anna le importaba un comino. Al contrario, sentía que enloquecería si seguía y moriría si se detenía.... y prefería enloquecer que morir.
Sus manos parecían tener voluntad propia y viajaban al sur por el cuerpo de su prometido, tocando lugares en los que nunca había pensado.
El gemido ronco que emitió Yoh casi la hizo perder la cabeza.
Pero era evidente que él no la había perdido (al menos no del todo), porque un instante después sus dedos interrumpieron la exploración íntima del cuerpo de la rubia, sus manos volaron hasta las muñecas de Anna sosteniéndolas sobre su cabeza, y todo el peso de su cuerpo cayó sobre ella, inmovilizándola... casi.
El cuerpo de la joven se estremecía aún cuando ambos se miraron con los ojos nublados por el deseo y la pasión. Ella vio cómo Yoh trataba de recuperar el aliento y tranquilizarse, y trató de imitarlo.
Les tomó bastante rato, y para el momento en que lograron calmarse él la abrazó cálidamente.
- Ajá. ¿Qué haces en mi habitación?
- Venía a hablar contigo, porque noté que estabas muy inquieta. Toqué, cuando no respondiste pensé que estabas dormida y me asomé para verte. Claro que no esperaba verte... así - indicó su actual estado de semidesnudez.
Anna se puso roja y se apresuró a cubrirse con la sábana.
- ¡Estaba en la privacidad de mi habitación...!
- Vale, pero soy tu prometido, sólo quería chequear si estabas bien y me asomé. Te ASEGURO que llamé primero - alegó Yoh, acariciando su cabello rubio ahora más desordenado que nunca -. Por cierto, ¿puedo preguntar de dónde sacaste lo que llevabas puesto? Porque aunque no había visto tu ropa interior antes de esta noche, no creo que eso sea algo que uses para el diario...
- ¿Te gustó?
- La pregunta sobra - repuso el shaman riendo quedamente al ver que la cara de su prometida pasaba del rojo al morado.
- Es un regalo de bodas de Jun. El primero de unos cuantos, según ella...
- Pues tiene buen gusto. Me pregunto si lo practica modelando lo que compra frente a Li Pai Long. Ese sí que debe ser un muerto feliz - la risita marca registrada fue interrumpida por un certero codazo de cierta itako - ¡Ay!
- ¿Y de qué querías hablarme?
- ¿Qué pasó cuando saliste al jardín, Anna? No andabas muy bien por el gentío y toda la cosa, pero cuando regresaste estabas de peor humor y muy inquieta.
La rubia suspiró.
- Escuché a dos hombres hablando detrás de unos arbustos y decidí quedarme a escuchar para distraerme... y como dicen que quien está donde no debe escucha lo que no quiere...
Yoh alzó una ceja en un gesto inquisidor.
- ¿Hablaban de nosotros? ¿Qué decían?
- Para resumir, que eres un pelele y yo la bruja frígida que te controla - dijo Anna, frunciendo los labios. Para su sorpresa, su prometido se echó a reír -. Por lo visto a ti no te importa - dijo, mosqueada ante la sincera diversión que expresaba.
- Qué me va a importar, y a ti tampoco debería importarte. Es más o menos lo que piensa la mayoría de los que asistieron a esa fulana reunión de presentación que organizó mi abuela... y a mí me importa un rábano. Tú y yo sabemos que no es así, y nuestros amigos también lo saben. ¿Para qué preocuparse por lo que piensen los extraños?
- No me gusta saber que hablan de mí así...
- Anna, TODO el mundo habla y chismea de quien se le antoja, no vas a ser la única de quien no hablen, sobre todo siendo como eres; quieras o no, tienes una personalidad bastante llamativa y yo también.
- Pues a mí me dolió. Yo nunca he pensado en ti como alguien que se deja manejar; sé que sabes que siempre he hecho lo que es mejor para ti, para ayudarte, no para controlarte. Y no soy una mala persona...
- Venga, ya no pienses en eso - besó su frente con ternura, y se apresuró a cambiar de tema -. Y hablando de chismes... ¿cómo va el asunto con Len y Horo? Me pareció ver a Horo más animado esta noche...
- Pues esta mañana se hablaron civilizadamente. Es más: se besaron.
- ¡Vaya! - los ojos del shaman se abrieron desmesuradamente - ¿Tan adelantadas van las cosas ya?
- Bueno, este ha sido un gran paso; y a juzgar por el humor de Horo esta noche, el famoso beso le ha sentado muy bien - la itako sonrió y luego bostezó, cansada -. Tendrías que ver a Len, estaba positivamente radiante esta mañana.
- Pues me alegro. Aunque todavía les falta mucho camino...
- Ya lo creo; con Suisei de por medio... y Pilika, que no se sabe cómo puede reaccionar...
- Lo resolverán - dijo Yoh con su habitual confianza -, aunque es posible que haya una que otra escaramuza en el proceso - hizo una pausa y se acomodó en el futón, abrazando a Anna de manera que quedara prácticamente encima de él - ¿Me dejas dormir contigo esta noche, Anna?
- Ya que lo pides con cortesía... - murmuró la rubia, soñolienta, y lo escuchó reír de nuevo, tirando de las mantas para que los cubrieran a ambos.
- Buenas noches, Annita.
- Buenas noches, Yoh - ya no podía mantener los ojos abiertos, entre el cansancio del día y el calor irresistible del cuerpo de su prometido que la envolvía como un manto protector.
Antes de dormirse pensó vagamente en que no habían hablado de Sumire, pero decidió que no era el momento. Ya hablarían de eso después, no ahora, no cuando todo lo que quería hacer era dormir entre los brazos del hombre a quien amaba y que la amaba.
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A la mañana siguiente, Yoh la despertó cuando apenas amanecía y luego de darle un beso se fue a su habitación. Anna nunca había dormido mejor que esa noche, por lo que se levantó de muy buen humor (para sus estándares, claro ^^), a pesar de que el asunto de Sumire aún le daba vueltas en la cabeza.
Durante el desayuno notó que Horo estaba de mejor humor e incluso hablaba con Ryu, mientras que Suisei le dirigía miradas cargadas de sospecha. Era evidente que no estaba enterada de las noticias más recientes.
Pilika permanecía enfurruñada, lo que no le impedía comer con excelente apetito. Tamao, por su parte, no parecía triste como en los últimos días, sino más bien pensativa e inquieta; y Anna se preguntó qué estaría pensando la pelirosada. A buen seguro no tenía nada que ver con ella ni con Yoh, porque sus miradas se dirigían casi cada diez segundos hacia Pilika y su hermano...
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Después del desayuno, una Tamao muy inquieta lavaba los platos en la cocina. Un plato mojado se deslizó de sus manos nerviosas y se hizo pedazos en el suelo
Pilika, que se había ofrecido a ayudarle y secaba los platos con un repasador, se inclinó para recoger los pedazos de cerámica con cuidado para no cortarse.
- Qué te sucede, Tamao? - preguntó de pronto, interrumpiendo su tarea, y la pelirosada se quedó de piedra, casi sin respirar por unos momentos.
No soy una chismosa, no soy una chismosa, es un asunto privado...
¡Pero Pilika debería estar enterada, es su hermana!
Y... ¿cómo puede seguir en ese compromiso falso con la señorita Suisei?
Porque yo sé lo que vi...
- P-pilika... si... si yo hubiera visto algo privado y... y sintiera que hay otra persona que debe saberlo... ¿s-sería una chismosa si se lo contara a esa persona?
La pequeña ainu frunció el ceño.
- Oye, pues no sé. A mí me parece que no hay nada de malo en eso, pero tú y yo sabemos que soy incapaz de mantener la boca cerrada, así que no soy el ser más fiable de la tierra ^^ - dijo alegremente, sin mostrarse avergonzada por exponer su principal defecto.
- E-es que yo... vi algo ayer, que me dejó muy impresionada... - Tamao se había sonrojado, y el efecto la hacía ver toda rosada - no se lo he dicho a nadie... pero pienso que hay alguien que debería saberlo p-porque le concierne...
- Ajá. Supongo que tiene que ver conmigo, porque si no, no hubieras estado mirándome durante todo el desayuno ni me tendrías aquí en ascuas - espetó Pilika con franqueza -. Venga, escúpelo.
- S-se trata de tu hermano...
- ¿De Horo? ¡Vaya! ¿Y qué ha hecho esta vez el muy idiota, además de comprometerse con esa zorra de Suisei? - los ojos azules brillaron peligrosamente.
- E-es que... los vi ayer hablando y... y de pronto se besaron, y... yo no sabía qué hacer porque salir hubiera sido una falta de respeto, hubieran creído que los espiaba, y... - empezó la pelirosada, atropelladamente, retorciéndose las manos.
- ¡Para ya, chica! ¿Porqué te pones así por esa nadería? ¿Que se estaban besando? ¡Si ella vive encima de él prácticamente y lo besa incluso cuando estamos sentados a la mesa! Es repugnante, pero que los hayas visto y hayas tenido que esconderte no es nada del otro jueves...
- ¡NO! No me has entendido. No era Suisei con quien se estaba besando...
Los ojos de Pilika se abrieron como platos.
- ¿Que no era Suisei? Entonces, ¿quién...?
- Era Len, Pilika. Len Tao... - murmuró Tamao, roja a más no poder.
- ¿¿¿¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡QUÉ!!!!!?????????
Próximo capítulo: Lo que vendrá
N.A.: Sí, lo sé, me he tardado una semana. Espero que comprendan que estoy en un momento crucial y por eso tengo poco tiempo; los participantes en el foro de mi page saben a qué me refiero ^^. De todos modos espero que guste, porque le he tomado mucho cariño a la historia. ¡Y a mis reviewers ^__~! Y un beso para todos los que leen y no pueden dejar review, como yo que he intentado 6 veces dejarle a la historia de Eleone y nunca he podido .
Gracias a Niky-chan, Anna, Genji, Anna Diethel (listo, eres la primera en fila para Sumire xD), Hidrazaina (ahí tienes tu respuesta xD), Dark Lilith Evolution (tremendo nick ^^), Naoki (yo tmb quisiera que Yoh fuera mío xD), SaKKuRi, Iron Maiden Jeanne, Komachi (a tener paciencia, que en estos días apenas me asomo a bajarme el correo... lo unico que he podido ver de tu story es el título xD), An_na Asakura (sí, ya ves lo que son estas cosas. Gracias por lo de Len/Horo, siempre he pensado que esa es la manera de abordar esas relaciones: con respeto), Nishi (gracias mujer. Si quieres ver a Hao en una historia mía, te recomiendo que mires en mi perfil y leas Completion... porque aki no va a aparecer... está muerto y enterrado ^^).
Bratty: Sí, soy venezolana, jajaja, me hace gracia que lo hayas deducido por la palabrita de marras, de la cual me acordé cuando estaba escribiendo y no sabía cómo ponerle sin decirle zorra de una xD.
Loreley: Me alegro de que esta historia acerque el shounen-ai a las personas que tengan prejuicios al respecto ^^. Y respecto a lo que me pides, no hay técnica que yo sepa; la verdad es que este es mi primer intento a un 'fic-novela' (he hecho historias originales que no son fics pero tienen este formato de varias parejas en una sola historia), los anteriores han sido de una sola pareja. Creo que es cuestión de saber un poco dónde desplazar cada escena sin mezclarlas demasiado pa que la gente no se pierda.
Sol Himura: gomen, pero el otro capítulo lo publiqué con prisa y no miré los últimos reviews, así que no pude incluirlos; de cualquier modo aquí estás ^^. El título anterior... la serpiente en el paraíso son las dudas que siembra la presencia de Sumire en la mente de Anna. Este título proviene de una frase latina, carpe diem, que significa 'vive el día'; en este caso lo puse carpe noctem... 'vive la noche', por razones obvias xD.
Bonis837: eso sucede cuando uno acerca los personajes a la vida real... por eso siempre he dicho que la realidad supera a la ficción xD.
Rally: gomen, pero Anna Diethel la pidió primero, jajaja. Oye, y me alegro que lo de la ropa de Anna me haya quedado tan bien, mi beta me comentó que casi se pone cachondo mientras lo leía (y con este cap ha quedado peor el pobre xD).
