El ganador se lo lleva todo
por Karoru Metallium
XXIV
Lo que vendrá
********************************
Pilika se quedó mirando a Tamao como si sospechara que la pelirosada se había vuelto loca de repente. Pero cuando la chica, a pesar de su agitación, sostuvo su mirada con aplomo, la joven ainu se dio cuenta de que no mentía.
- ¡E-estás hablando en serio! - no era una pregunta, sino una afirmación, y cuando Tamao asintió, al fin la peliazul reaccionó: cayó redonda al piso de la cocina, los ojitos hechos dos remolinos.
Tamao se arrodilló junto a ella y trató de reanimarla sin conseguirlo; estaba en ello cuando Anna, la única persona que quedaba en la casa aparte de ellas dos, la sorprendió en actitud culpable mientras pasaba una toallita húmeda por el rostro de la desmayada Pilika.
- A ver - la rubia frunció el ceño y lanzó a la asustada Tamao una de sus famosas miradas capaces de petrificar al más pintado - ¿Qué está pasando aquí?
La reacción lógica de la chica fue entrar en pánico, como siempre que la itako fruncía el ceño en su presencia, y comenzó a hablar atropelladamente:
- ¡Yo no soy una chismosa! ¡No es culpa mía, señorita Anna, se lo juro! Solamente hice lo que creo que es correcto, no podía ocultarle algo así a Pilika, ella tenía que saberlo, es algo demasiado grande...
- ¡Para ya, que no entiendo nada de lo que dices! - espetó Anna, no muy delicadamente, arrodillándose a su vez junto a la ainu caída - ¿Qué es lo que le has dicho a Pilika para que se pusiera así? Ya esta es la segunda vez que se desmaya en menos de quince días... ¿qué pasó?
- ¡Ay, señorita Anna! - gimoteó Tamao al borde de las lágrimas, mordiéndose los nudillos con angustia.
- Haz el favor de no lloriquear. ¿Qué le dijiste? - preguntó la itako, implacable, comenzando a mostrar signos de impaciencia. Ya en su sien palpitaba una venita, lo cual significaba "muy mal tiempo" en su lenguaje corporal.
- ¡Ay, señorita Anna! - la chica estaba tan acongojada que ríos de lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas al ver que Pilika no reaccionaba ni con las ligeras palmadas que Anna le estaba dando en la cara, y que con cada momento que pasaba eran menos ligeras...
- ¡Deja ya el "señorita Anna", que pareces loro! ¡Al grano!
- E-es que yo... y-yo... es que yo vi a Horohoro y... y a Len... y... y se besaron, señorita Anna, y... - logró decir entre sollozos.
La rubia se le quedó mirando con la incredulidad reflejada en su rostro.
- ¿Y se lo dijiste a Pilika así, de buenas a primeras? ¿Cómo pudiste, Tamao?
- ¡N-no lo hice con mala intención, se lo juro! - los ojos enrojecidos de la pelirosada hablaban de su remordimiento, y la itako suspiró.
- Puede que no; pero lo hecho, hecho está. Y por lo que más quieras, niña, ¡deja ya de llorar! Sé útil y pásame un vaso con agua, ¿quieres?
Hipando y estremeciéndose, Tamao tomó un vaso del fregadero y lo llenó de agua. Pensó que Anna iba a tratar de que Pilika bebiese un poco, y dejó escapar un gritito asustado cuando la rubia tomó el vaso y arrojó su contenido al rostro de la jovencita de una manera muy poco ceremoniosa.
La peliazul, empapada, hipó, tosió y comenzó a volver en sí.
- ¡Pilika! - exclamó preocupada Tamao, tratando de inclinarse hacia ella; pero Anna la detuvo con un gesto imperioso.
- Déjanos solas, Tamao, por favor.
- Pero, señorita Anna... - protestó.
- Sólo unos minutos...
- Pero... los platos...
- POR FAVOR, Tamao - el tono de la itako no dejaba lugar para réplicas y la pelirosada sabía muy bien que no era sano tratar de llevarle la contraria cuando se ponía así; así que salió de la cocina, hipando y sorbiendo todo el rato. Cuando hubo salido, Anna se inclinó hacia Pilika, que comenzaba a abrir los ojos - ¿Te sientes mejor, Pilika?
La joven ainu asintió, pero casi de inmediato recordó lo que la había hecho desmayarse en primer lugar y se incorporó, comenzando a vociferar incoherencias.
- ¡¡¡¡ES QUE NO PUEDO CREERLO!!!! ¿¿CÓMO PUEDEN HACERME ESO?? ¡¡¡MI SUERTE PERRA, ME GUSTA UN CHICO Y A ÉL LE GUSTA MI HERMANO!!! ¿¿CÓMO ES POSIBLE, DIABLOS?? Y HORO, ¿¿QUÉ DIABLOS HACE BESÁNDOLO?? ¿¿NO QUE MUY MACHO?? ¿¿NO QUE MUY COMPROMETIDO CON LA PEOR-ES-NADA ÉSA?? ¿¿¿¿QUÉ $%&&%$#@$% LE PASA AL MUNDO????
Anna la dejó despotricar a sus anchas (y a todo pulmón) sin intervenir, hasta que se cansó de gritar y se quedó muy callada. Su carita tenía una expresión que mezclaba a partes iguales confusión y congoja, y resultaba verdaderamente conmovedora.
- Tú lo sabías, ¿verdad? - murmuró, mirando a la itako con tristeza - por eso me advertiste que no me ilusionara con Len, ¿cierto? Lo sabías y no me dijiste...
- No podía, Pilika. Era un secreto que Len me había confiado, un secreto que no me pertenecía, ¿comprendes?
La jovencita asintió de mala gana.
- Entonces... ¿él siempre ha... a él siempre le ha gustado mi hermano? - preguntó, vacilante.
- Digamos que siempre se ha sentido atraído por él de cierta forma, si es eso lo que preguntas... pero en los últimos años esos sentimientos han tenido oportunidad de desarrollarse y ahora son algo mucho, muy serio.
- ¿Él... él lo quiere?
- Sí - contestó Anna sencillamente.
Pilika parecía a punto de llorar y se cubrió el rostro con las manos, pero el llanto no llegó. La jovencita parecía estar ponderando la noticia que acababa de recibir; y cuando retiró las manos, luego de un par de minutos, parecía más calmada.
- ¿Qué debo hacer? - preguntó, preocupada y confundida.
- La pregunta es, ¿te corresponde hacer algo? Es un asunto entre ellos dos, Pilika, algo que sólo ellos deben resolver.
- Horo es mi hermanito. Lo conozco, nos parecemos... seguro que también está muy confundido con todo esto y no sabe qué pensar ni qué hacer. Yo podría intentar ayudarlo...
- Estoy segura de que tus intenciones son las mejores, pero, ¿ayudarlo a qué? ¿A apartarse de Suisei o a alejarse de Len? ¿Quieres ayudarlo a estar con alguno de los dos? ¿Qué quieres en realidad? ¿Lo sabes?
La pequeña peliazul sacudió la cabeza con violencia.
- ¡No sé, no sé! Quiero que Horo sea feliz, es lo único que sé. Pero es que esto ha sido demasiado para mí... sabes que a mí siempre me ha gustado Len y nunca imaginé que fuera... que le gustaran los chicos...
- No es así. A Len sólo le gusta Horo.
- Bueno, tú me entiendes, ¡es increíble! Puedo comprender que le guste un chico, aunque me duela no ser la persona a la que quiere; pero el hecho de que el chico que le guste sea precisamente mi hermano es demasiada ironía, es algo muy tremendo para entenderlo...
- Sin embargo, es la verdad y vas a tener que asumirlo.
- Argh, y venir a enterarme justo porque se han besado es lo peor - Pilika hizo un gracioso mohín de disgusto y Anna casi se echó a reír - la imagen mental es repugnante. Horo parece haber enloquecido en las últimas semanas, primero el compromiso con la víbora de Suisei, y ahora me entero de que se ha besado con Len... ¡¡¡con LEN!!! Horo nunca ha mostrado esas... esas tendencias, y de pronto sale con esto, ¿cómo es posible? ¡Si siempre han andado a la greña! Es que no lo entiendo, no...
Se quedó un buen rato pensativa y la itako no hizo nada para interrumpirla; se limitó a permanecer a su lado, observando cómo la linda carita de Pilika reflejaba que su mente estaba trabajando a toda velocidad.
- ¡Espera! ¿Será que Horo se comprometió con la bicha de Suisei porque... porque estaba confundido con sus sentimientos? ¿Será que él también quiere a Len?
- Es muy probable. De hecho, es lo que Yoh y yo pensamos.
- ¿Yoh también lo sabe? - los ojos azules casi se salían de sus órbitas.
- Sí, y no porque yo se lo dijera. Pocas cosas pasan en esta casa sin que Yoh se entere, aunque no diga nada; particularmente lo que la gente piensa y siente pero no dice - dijo Anna, sonriendo al mencionar a su prometido.
- Sí... sé a qué te refieres... siempre me ha parecido que Yoh navega con bandera de menso, pero que de menso no tiene ni un pelo. ¡Oh! - se tapó la boca al recordar de pronto que estaba hablando con la prometida del menso en cuestión, pero Anna simplemente asintió.
- Es cierto.
- Entonces... ¿es definitivo? ¿Los dos se quieren? Quiero decir, ¿mi hermanito y... Len?
- Todo parece indicarlo, Pilika.
- ¡¡ARGHHHH!! ¡¡Asco!! Creo que antes que nada voy a tener que ir al psicólogo para que me ayude a superar esto... pero oye... si las cosas van tan adelantadas, ¿cómo es que mi hermano sigue con Suisei?
- Eso habría que preguntárselo a Horo.
- Claro, el típico cobardón de siempre, se le ocurrió meterse con la víbora y ahora no sabe cómo sacársela de encima y enfrentar lo que siente - gruñó la peliazul, cruzándose de brazos.
- Entonces... ¿estás de acuerdo con que haya una relación entre ellos?
- ¡Anna! Dame un respiro, por lo que más quieras, acabo de saberlo, necesito algo de tiempo... apenas me estoy enterando, ¿cómo quieres que lo acepte así, de golpe y porrazo? Lo que sí sé es que prefiero cualquier cosa antes que ver a mi hermano infeliz y en las garras de Suisei... por lo menos Len es una persona noble y honrada... que me gustaba, diablos, y me sigue gustando - suspiró.
Anna estaba gratamente sorprendida al ver que Pilika se estaba tomando el asunto con mucha madurez, tratando de comprender y tomar en cuenta todas sus implicaciones. Seguía sin aceptar del todo el hecho de que las dos figuras masculinas a las que más quería y admiraba se sintieran atraídos el uno por el otro, pero al menos no estaba dejando que los prejuicios la cegaran.
Eso era algo verdaderamente sorprendente en alguien tan joven e impulsiva como ella.
- ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer?
- Por lo pronto, observar y tratar de entender bien todo esto - se levantó del piso y se sacudió la ropa, procediendo a limpiar los restos del plato que Tamao había roto -, pero la Suisei me las paga, eso tenlo por seguro. Me quito el nombre si no fue ella quien convenció a Horo de ese estúpido compromiso, así que va a ser un placer verla caer. Aaaargh, pero voy a tener que ir al psicólogo, ¡y Horo va a tener que pagar la cuenta!
Sin decir una palabra, Anna retomó la tarea de la pelirosada lavando los platos y pasándoselos a Pilika para que los secara. Al terminar, se secó las mano con un repasador y fue en busca de Tamao; encontrándola, por supuesto, en su santuario rosado.
Estaba echada en su rincón acojinado y todavía hipaba después del ataque de llanto. Anna se sentó a su lado y le habló en su tono frío de siempre, sabiendo que con la pelirosada lo único que funcionaba era demostrar autoridad.
- Venga ya, Tamao, deja de quejarte. Nadie te está culpando de nada.
- Pero señorita Anna, ¿no ve cómo se ha puesto la pobre Pilika por mi culpa?
- Tarde o temprano se iba a enterar, aunque la verdad es que fuiste tan sutil como un ladrillo... de todos modos ya se ha calmado, así que deja ya el drama.
- ¿Se ha calmado? - preguntó, incrédula, volviendo sus ojos hacia Anna entre párpados rojos e hinchados - E-es que es algo muy fuerte, pero yo sentí que debía saberlo, me quemaba si no se lo decía, señorita Anna. Pero no soy una chismosa, ¡usted lo sabe!
- Lo sé. Venga, límpiate esa cara, estás hecha un desastre - sentenció secamente la itako, y fue como si hubiera pronunciado las palabras mágicas, porque de inmediato Tamao saltó como un resorte y corrió hacia el espejo. De un recipiente de cristal sacó una toallita (rosada, por supuesto) y comenzó a limpiarse las huellas que el llanto había dejado en su cara.
- Yo... yo no quise causar ningún daño - dijo, ya más calmada, y Anna se preguntó qué pensaría de lo que había visto. Tamao era tímida, apocada y recatada hasta rayar en mojigata, y el espectáculo de los dos chicos besándose a buen seguro que había sido un evento apocalíptico en su vida.
- Te creo. ¿Y qué piensas al respecto, Tamao?
- Yo... yo... ¿respecto a qué, señorita Anna? - la chica estrujó la toallita entre sus dedos con angustia hasta que ésta pareció un trapo.
- Respecto a Horo y Len besándose - dijo brutalmente la rubia, haciendo que la sensible joven se estremeciera. Dos veces trató de hablar y no pudo; al tercer intento lo logró, aunque con una vocecita mínima.
- N-no sé, señorita, ¿qué quiere que p-piense? ¡Los dos son chicos! ¡Eso está mal! No deberían gustarse, los chicos deben gustar de las chicas y ellas de ellos, así ha sido siempre y así debe ser. Es... es pecaminoso lo que han hecho.
- ¿Tratas de decir entonces que las personas que se enamoran de alguien de su propio sexo no tienen derecho a buscar su felicidad?
- ¡Sí! Quiero decir, no... no sé, ¡no me confunda, por favor! Es que me parece que es algo que no debe ser, me parece algo malo, torcido... está prohibido por las leyes de la naturaleza y de la sociedad - alegó la pelirosada, tratando en vano de que su voz sonara más firme.
- Si en verdad crees eso sé que no podré convencerte de lo contrario. Pero te diré algo que acabo de descubrir y que me alegra saber, y es que nunca has estado enamorada; eso confirma que tus sentimientos por Yoh nunca fueron más que un gran cariño mal canalizado - al ver que Tamao intentaba protestar, continuó -. No me interrumpas. No has estado enamorada, por eso no alcanzas a comprender que una persona es capaz de todo por el ser que ama, sea éste quien sea.
- Pero, señorita Anna... no entiendo... - murmuró, confusa.
- Ya lo entenderás cuando te enamores - dijo la itako, poniéndose de pie y saliendo de la habitación.
**************************************
Horohoro salía del supermercado acompañado de Ryu. Había buscado cualquier excusa para salir de la casa y respirar aire fresco, y el acompañarlo a hacer la compra había parecido la excusa perfecta, hasta que Suisei decidió añadirse al paseo sin ser invitada. Por suerte, luego de acompañarles un rato se aburrió y los dejó, alegando que quería ver unas cosas en las tiendas del centro; y de paso haciendo que su "prometido" respirara con alivio.
El ainu estaba tratando de evitar quedarse a solas con ella desde el día anterior, sabiendo perfectamente que la pelirroja tenía un montón de preguntas que hacerle y que él no quería contestar. Eso sí, le estaba costando lo suyo mantenerla alejada, sobre todo tomando en cuenta que en la noche había tratado de meterse a su habitación y que a duras penas había logrado sacarla sin parecer demasiado rudo para sus estándares.
Suisei lo desconcertaba. Él era muy tímido y cortado con las mujeres y su única experiencia sexual (torpe y más bien vergonzosa) había sido con una chica tan tímida e inexperta como él; por eso los avances tan abiertos y tan... descarados de la pelirroja, besándole y abrazándole con el menor pretexto y llegando incluso a tocarle la entrepierna, le resultaban muy incómodos. No repugnantes; simplemente incómodos y embarazosos.
Coquetear con ella al principio había sido una cosa, pero tenerla prácticamente acechándolo para "subírsele encima" (como catalogaba mentalmente a los ataques de la chica), era otra muy distinta, una que no sabía cuánto más podría soportar sin perder los estribos.
El memorable beso había puesto su mundo de cabeza, y aunque había admitido ante sí mismo que quería a Len, no estaba preparado aún para hacérselo saber a él ni a nadie, beso o no beso. Seguía sin saber qué hacer con los sentimientos que amenazaban con desbordarle.
No sabía qué sentiría al verlo de nuevo, pero de sólo pensarlo sentía un calor interno que lo abrumaba, y el nerviosismo se apoderaba de él, y sentía que... ¡basta ya de pensar en eso! Estaba enloqueciendo.
Pero no tuvo que seguir atormentándose, porque el azar decidió por él. Al cruzar la calle, tres cuadras antes de llegar a la casa, el auto de Len Tao se detuvo junto a ellos con un chirriar de neumáticos.
- Hola, muchachos. ¿Los acerco hasta la casa?
- ¡En-can-ta-dí-si-mo! - exclamó Ryu entusiasmado, subiendo las bolsas de la compra que llevaba, junto con su enorme humanidad, al asiento trasero del auto - ¡Ven, Horohoro! ¿Qué esperas?
Horo, que estaba congelado en el sitio, se giró lentamente para observar al recién llegado. Len llevaba anteojos oscuros y no se podían ver sus ojos, lo cual no impidió que el ainu se sonrojara profundamente hasta las raíces negras de sus cabellos azules, con lo cual hizo un cuadro de lo más gracioso.
Como no podía hablar, movió su cabeza a modo de saludo hacia el shaman chino y ocupó el asiento del copiloto, tomando nota con temor de que Ryu no había dudado en ocupar el asiento trasero para que a él no le quedase más remedio que sentarse junto a Len.
No se dijo ni una sola palabra entre los tres hasta que llegaron a la casa, y allí Ryu les dio la gran sorpresa al bajarse del auto a la velocidad de la luz con todo y las bolsas de la compra, teniendo tiempo incluso de arrebatar las que Horo llevaba en el regazo a modo de escudo protector.
- ¡Listo! ¿Porqué no se van de paseo, muchachos, mientras yo preparo un rico almuerzo?
- Yo... - empezó Horohoro, confuso, reaccionando y tratando de abrir la portezuela para apearse, pero ya era tarde: Len había arrancado del bordillo como una bala. No sabía qué hacer, y su primera reacción fue enfadarse - ¿Qué es esto, una especie de trampa? ¿Se han puesto de acuerdo?
- ¿Quiénes? - preguntó el joven chino con indiferencia.
- ¡Tú y Ryu!
- Qué necio eres. Hace más de dos días que no lo veo, y no sabía que andaban por aquí hoy, ¿cómo iba a ponerme de acuerdo con él? ¡No seas infantil! - habían abandonado la vía principal y ahora Len conducía por una carretera secundaria, estrecha y bordeada de árboles.
El silencio se instaló entre los dos, y Horo se revolvía en su asiento, inquieto. La cercanía de Len lo hacía sentirse extraño... una sensación agradable pero rara, y que hacía que de pronto el aire se sintiera cargado.
- ¿Y bien? ¿No vas a dirigirme la palabra?
- ¿Para qué? - espetó Horo, nervioso.
- Para hacer conversación. Estamos paseando, ¿no?
- Pues pon tú el tema.
- ¿Qué te parece... tu compromiso?
- ¡Eso es privado! ¿Qué demonios te importa? - se alteró.
- Me importa, sí. Pero si no quieres hablar de eso, quizás podamos hablar de lo que sucedió entre tú y yo ayer - el shaman de china iba directo al punto con su rudeza habitual. Horo optó por la negación.
- Yo creo que deberíamos olvidarlo - dijo, obstinado. Las manos de Len aferraron el volante con violencia, indicando que estaba próximo a perder los estribos.
- Sí, claro. Seguro que ahora intentarás convencerte incluso de que no pasó nada ¿verdad? Pues tengo novedades para ti, señor cabeza dura: no lo lograrás. Pasó algo importante, y no podrás negarlo aunque quieras.
El ainu se quedó mudo ante la vehemencia con la que hablaba el joven. Por supuesto que además tenía razón.
- Yo... - comenzó, vacilante.
- ¡Si vas a negarlo otra vez, mejor te callas!
- ¡No voy a negarlo, diablos! - gritó de pronto el peliazul, sorprendiéndolo y sorprendiéndose.
Len detuvo el auto a la sombra de unos árboles y se volvió a mirarlo, quitándose los anteojos oscuros, mientras que Horo miraba a todas partes: a los árboles, a la carretera, al tablero del auto... todo con tal de no mirarle.
- Horohoro, mírame.
El joven se rehusó a mirarlo. Tenía miedo, demasiado miedo de lo que podía pasar si lo hacía. Pero, ¿qué podía pasar?
El shaman de China tomó la iniciativa, tomándolo por los hombros y haciéndolo girar para que lo mirara a la cara; Horo supo entonces que estaba perdido. Bastaba con mirarse en esos ojos dorados para olvidar todo lo que temía, al menos por un momento; era increíble lo que podía sentir con sólo mirarlo a la luz de sus verdaderos sentimientos.
- ...
- Hombre, ya sé que eres torpe y te cuesta hablar como no sea para decir barbaridades, pero esto es el colmo, ¿tengo que hacerlo todo yo? ¿Tengo que preguntarlo todo? - Len suspiró, resignado - ¿Qué es lo que sientes por mí?
- No sé - balbució el peliazul, fascinado por aquella mirada.
- ¿Ni siquiera por aproximación?
- Yo... estoy muy confundido. Nunca había pensado que... que podía sentir cosas por otro chico... yo siempre quise una novia, me gustan las chicas... no sé qué pensar, yo... - se atropelló Horo.
- Pero te gusto yo - afirmó el shaman, los ojos amarillentos brillando como ascuas.
- Sí.
- ¿Y... algo más que gustar?
- También - contestó Horo automáticamente, sin vacilar - y me da miedo. Siento vergüenza de decirlo, pero me da miedo.
Len lo soltó lentamente y se echó hacia atrás en el asiento.
- También yo tengo miedo, ¿sabes? - dijo de pronto, rompiendo el silencio - Estoy en la misma situación que tú: jamás había sentido algo así, ni pensé que me pasaría con un hombre, y menos contigo. Siempre te he apreciado, lo sabes, aunque peleemos y discutamos todo el tiempo... - Horo asintió - Pero yo he tenido más tiempo y paciencia para asumirlo, por eso comprendo tu confusión, y no te voy a presionar para que hagas algo que no quieras - hizo una pausa, dejando que el ainu digiriera sus palabras -. Sólo espero que no sea demasiado pedir pasar un poco más de tiempo juntos...
- No es demasiado pedir - dijo el joven peliazul en voz baja. En un arranque de valentía, extendió una mano y tocó la de Len que estaba sobre el volante. Éste lo miró sorprendido, pero no dijo nada, sólo tomó la mano que Horo le ofrecía, con una sonrisa suave iluminando su rostro -, pero no me presiones. Ya ves, me siento bien estando aquí contigo, pero me preocupa pensar en lo que puede parecer... no me gusta sentirme como la chica en una cita, ¡soy un hombre! - se quejó.
Len se echó a reír abiertamente ante las dudas del ainu.
- No puedo imaginarme a nadie menos femenino que tú, no podrías parecer chica aunque quisieras. Y esto no es una cita, es un paseo de dos amigos, si lo prefieres. ¿Nos vamos, entonces?
- Vale.
***************************************
Horohoro no regresó a almorzar. Pasearon, hablaron, discutieron (como siempre), y terminaron en la casa de Len, donde el ainu dio cuenta de una comida pantagruélica bajo la mirada benévola y divertida de Jun y la expresión confundida del Li Pai Long. Era evidente que a la hermosa joven china no le molestaba la posibilidad de que hubiese una relación entre ellos.
Cuando Len lo llevó de regreso a la casa Asakura ya caía la tarde. Detuvo el auto en el portal y se volvió a mirarlo, sonriendo. Horo decidió que le gustaba más este Len sonriente, aunque el ceñudo y hosco también le gustaba ^^.
- ¿Y bien? Un día juntos. ¿Qué tal la has pasado?
- Bien. No me molestaría repetirlo - dijo el ainu, cerrando los ojos y echándose hacia atrás en el asiento con aire satisfecho.
- Claro que no, con todo lo que has comido debes estar muy feliz - dejó caer el joven chino con ironía, y Horo abrió un ojo para mirarle.
- No sólo es eso, idiota arrogante. Me ha gustado tu compañía.
- Me alegro, mastuerzo ignorante - replicó Len, incapaz de quedarse con el insulto, por cariñoso que fuera.
Horo se incorporó y se inclinó hacia él. Por primera vez totalmente consciente de lo que estaba haciendo, y por propia voluntad, rozó los labios del shaman de China con los suyos. Cuando el sorprendido Len respondió, el beso se hizo un poco más profundo y apasionado, las lenguas buscándose una a otra con ardor.
Se separaron de mutuo acuerdo, respirando agitadamente, al recordar que estaban en el portal de la casa y que cualquiera podía verlos.
- Me voy - anunció Horo, pero no se movió.
- ¿Qué vas a hacer con Suisei? - preguntó Len, a su manera directa y brutal como siempre.
- No lo sé. Ella me ha dicho que me quiere, ¿sabes? Pero yo a ella no la quiero - dijo con sinceridad aplastante el ainu -, esto tiene que resolverse, eso es seguro... y lo más pronto posible.
- Espero que no te dé miedo enfrentarla - comentó el chino, algo burlón, aunque luego frunció el ceño -. Puede parecer broma pero lo digo en serio. Esa mujercita es peligrosa, es evidente que no miraste bien con quién te estabas metiendo. Pero no me meteré en eso. Lo que sea que decidas lo respetaré.
- Gracias. ¿Nos vemos mañana?
- Si quieres...
Ambos se pusieron rojos cual tomates al darse cuenta de cómo sonaba el pequeño diálogo que acababan de tener.
- Me va a costar acostumbrarme a esto - murmuró Horo.
- No creas que a mí me será más fácil que a ti...
Horo entró en la casa sintiéndose ligero como una pluma... sólo para tropezarse de manos a boca con una muy enfadada pelirroja apenas cruzar el umbral. Los ojos verdes de Suisei brillaban con ira apenas reprimida cuando agarró a Horo por las solapas de la chaqueta y lo zarandeó, a pesar de que él era mucho más alto y fuerte que ella.
- ¿Qué significa esto, Horohoro?
- ¿Qué significa qué? - balbució el peliazul, confundido y algo atemorizado ante la cólera evidente en el rostro de la chica.
- ¿Crees que no vi la tierna escenita que tuvo lugar en el auto del chino?
Oh. My. God.
Horo estaba tratando con todas sus fuerzas de pensar en qué contestarle, cuando una voz suave y amable se dejó escuchar desde la puerta principal, que había dejado abierta.
- Buenas tardes. ¿Interrumpo?
En la puerta estaba un hombre que llevaba un extraño abrigo a cuadros, un tipo no muy alto, pero tan bien parecido que dejó boquiabierta incluso a la mismísima Suisei, que se había quedado congelada en el acto de zarandear a Horo, colgada de su chaqueta. El ainu reconoció de inmediato el peculiar tono de los cabellos y los ojos del recién llegado, que no podían pasar desapercibidos en ninguna parte.
- ¡Lyserg! ¡Vaya, cuánto tiempo sin verte!
El aludido sonrió. Su cara seguía siendo tan angelical como cuando era un niño, con los cambios propios del paso a la madurez.
- Cómo estás, Horohoro.
- ¡Fantástico! Ahora seremos más para animar la boda...
Salvado por la campana.... pensó, viendo cómo Suisei admiraba abiertamente a Lyserg. Pero ¿por cuánto tiempo?
Próximo capítulo: Suddenly
N.A.: Como me tienen fregada (y eso que lo he contestado varias veces) lo pondré en mayúsculas: HAO NO VA AQUÍ xDDDDDDDDDDDDD. En esta historia en particular está muerto y enterrado, y no es porque no me guste; me encanta pero para otras cosas... cositas sucias xD. Introducirlo aquí sería un recurso que, además de que ya está muy visto en otros fics, resultaría exagerado y extemporáneo yendo la historia tan adelantada; tengo suficiente material para conflictos con los demás sin tener que forzar las cosas. Si quieren leer a Hao escrito por mi persona, vean el arco twincest que estoy escribiendo y del cual ya hay dos partes publicadas: Completion y Contigo. Prefiero al gemelo malvado como mi esclavo sexual y no creando líos por aquí xD.
Gracias a Rally, Anna, Matti-chan, Komachi (cuidado con esos hechizos xD), d@rk @nn@, Nakuru Tsukishiro, Diana, Bonis837 (no juzgues tan duramente a Tamao... es parte de su naturaleza, ella es demasiado honesta y tiene unas ideas muy pragmáticas), Kaoruluz, Cristina (tu pregunta está contestada arriba xD), Cali-chan (ya lo sabrás muy pronto ^^), SaKKuRi, Brenda-chan, princessmanga, Bratty (habrá más... pero ya les dije que van a esperar a la boda xD), Sonomi (no has visto aún de lo que nuestra Suisei es capaz...) y Naoki.
Marion: jajaja, al contrario, Anna está muy en carácter pero se ve su lado humano, sin dejar de tener la misma actitud de siempre; eso pasa cuando la gente crece ^^, no puedes llevarte por lo que se ve a simple vista, sabemos que se preocupa por Yoh y siente por él más de lo que deja traslucir... aquí me meto con sus pensamientos y sentimientos de adulto, por eso puede parecerte diferente, pero es la misma Anna. Respecto a lo otro, si te inscribes en ff.net hay una opción para que te enteres automáticamente cuando el autor de tu preferencia sube un nuevo cap.
Suisei Lady Dragon: mana querida xD, es lo que le digo a Marion arriba, uno madura a sus personajes favoritos; en la serie puede verse que Anna no es bidimensional, que no es sólo su apariencia y actitud, se intuye mucho más bajo la superficie, y es esa multiplicidad lo que trato de sacar a la luz al meterme en lo que siente; además es obvio que el amor de Yoh ha hecho que su actitud se modere un poco. Y bueno, como ves, Hao no va aquí, pero la tercera parte del twincest ya está casi lista ^^ espera a la semana entrante, ahora que tengo un pelín más de tiempo lo termino.
