El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

XXVI

Mourir d'aimer

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Nota: Alerta a los homofóbicos. Si el shounen ai y el yaoi te molestan, no leas la segunda porción de este capítulo, que está claramente delimitada por las líneas de asteriscos. El cap está largo, y la nota de autor también ^_~.

Partir en redressant la tête
Sortir vainqueur d'une défaite
Renverser toutes les données
Mourir d'aimer

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Ante el sorpresivo arribo de tanta gente desconocida para la mayoría, todo el mundo se quedó sin saber qué hacer. Ryu fue el primero en reaccionar y, haciendo un saludo sumario con la mano al tiempo que sonreía poniendo cara de circunstancias, se llevó a Suisei casi a rastras. La pelirroja sangraba profusamente por el labio partido y un llamativo círculo morado comenzaba a formarse alrededor de su ojo derecho.

Por su parte, un muy sonrojado Horohoro musitó "disculpen" y se alejó, arrastrando a una Pilika que no parecía avergonzada en lo más mínimo, como de costumbre, y que miraba con abierta curiosidad a la recién llegada.

Yoh miraba a Anna, espiando su reacción. El rostro de la itako era una máscara perfectamente inexpresiva, hermosa y fría. Por observarla, el shaman reaccionó con casi medio minuto de retraso y se apresuró a saludar a los visitantes con una sonrisa algo insegura.

- Por supuesto que no han llegado en mal momento... ¡Bienvenidos! ¿Cómo están?

- Nosotros bien - dijo la madre de Sumire, su mirada expresando una mezcla de preocupación con curiosidad - ¿Está todo bien aquí?

- Por supuesto, Minako-san - dijo Yoh. Le hablaba a la señora Akagi, pero su mirada volaba hacia el rostro de Anna cada dos segundos -. Tenemos casa llena, por la boda, y ya sabe cómo es poner a convivir a tanta gente diferente... las chicas han tenido un pequeño problema y se han ido a las manos... están un poquito exaltadas - explicó, con aquella sonrisa tímida capaz de derretir a las piedras.

- Un poquito exaltadas, ¿eh? - la elegante dama respondió al encanto del shaman sonriendo divertida y dando un suave codazo a su marido, que procuraba ocultar la risa. A continuación se dirigió hacia Anna, que no había dicho una palabra - ¿Cómo estás, Anna? Debe ser difícil para ti tener tanta gente en la casa...

- No, no lo es, señora - contestó la rubia con perfecta cortesía -, al contrario, es un placer tener a los amigos aquí en una ocasión tan especial.

Los que habían quedado en el pasillo, léase Tamao, Lyserg, Yoh y Manta, se quedaron boquiabiertos ante su súbita e inesperada amabilidad. Yoh tardó algo en recuperar el habla, y cuando lo hizo fue para recordar sus deberes de anfitrión y presentar a los recién llegados.

- ¡Casi lo olvido! - dijo con una risita nerviosa, mesándose el rebelde cabello castaño - La familia Akagi, ellos son mis amigos Lyserg y Manta... ya conocerán a los demás. Ella es Tamao, quizá la recuerdan, siempre ha estado en casa de mis abuelos...

Todos intercambiaron corteses saludos. Luego Sumire avanzó con gracia, la larga cabellera negra suelta y flotando tras de ella y el rojo de su elegante vestido contrastando con su piel pálida, haciéndola ver más bonita que nunca.

Sus "famosos" hoyuelos se marcaron cuando sonrió dulcemente al poner en las manos de Yoh un pequeño paquete primorosamente envuelto. Luego miró a la itako y se dirigió hacia ella afectuosamente, como si fueran viejas amigas.

- ¡Hola, Anna! Espero que no te moleste que hayamos venido a invadirlos tan temprano, es que queríamos verlos y además traerle un pequeño presente a Yoh, ¿sabes?

La rubia, impasible, no dijo nada; pero observó cómo su prometido abría el paquete con una expresión entre complacida y confusa. Un aroma delicioso llenó el pasillo, y Sumire sonrió aún más ampliamente al observar la sorpresa en el rostro del shaman.

- ¿Los recuerdas?

El joven no pudo evitar sonreír al sacar un dorado bizcocho del paquete y darle un buen mordisco.

- ¡Bizcochos de naranja! - exclamó, su placentera faz iluminada como la de un niño a la que le han dado un juguete nuevo- Minako-san siempre me daba de éstos... ¡podía comerme una montaña de bizcochitos! - le comentó a su prometida alegremente, dando otro goloso mordisco. La expresión de Anna seguía invariable: calmada y fría.

- Pues estos los hice yo misma, ¿sabes? - declaró Sumire, orgullosa - Espero que te gusten...

- Están deliciosos - dijo el shaman con la boca llena. De pronto, todo su regocijo se esfumó y miró a Anna con preocupación. Ésta, sin parecer afectada por su actitud, avanzó con tranquilidad y ofreció una sonrisa algo descolorida a los Akagi.

- Este no es lugar para conversar... ¿serían tan amables de pasar a la sala? Allí estaremos más cómodos.

Mostrando un absoluto control de la situación, la joven los condujo a la sala, en donde todos se sentaron y comenzaron a conversar.

Anna encontraba muy difícil pensar con claridad, y sólo la férrea disciplina duramente adquirida en sus años de entrenamiento como itako lograba refrenar los intensos deseos que tenía de sacar a patadas a Sumire Akagi y compañía de la casa.

Ya bastante de su energía estaba siendo consumida por el esfuerzo de mantener su expresión facial bajo control, cuando por dentro hervía de furia y de celos. Por eso le costaba trabajo pensar y trabajaba en modo automático... lo cual implicaba ser cortés, ya que requería menos esfuerzo que lanzar ironías.

Le había tocado sentarse junto a la señora Akagi y Lyserg, por lo que mantener la conversación no le fue tan difícil: la dama hablaba por los tres, y sólo había que soltar una frase alentadora de vez en cuando para que continuara con su verborrea. Tamao, siempre cortada ante los extraños, había aprovechado para escurrirse sin ser notada hacia su reino (la cocina), mientras que Manta charlaba con el señor Akagi y con Minoru, el hijo menor.

Sumire se había sentado "casualmente" junto a Yoh, que la escuchaba hablar mientras seguía mordisqueando un bizcocho, aunque ya sin mucho entusiasmo; su mirada estaba fija en Anna, tratando de descifrar la expresión de su rostro. Igual podía estar mirando a una esfinge, porque la rubia no dejaba traslucir nada.

Anna no sabía cuánto tiempo más podría resistir. El ver a la chica del cabello negro sentada junto a su prometido, sonriéndole y hablándole, hacía que algo se retorciera dentro de ella y que su imaginación trabajara horas extras.

Esa Sumire, a pesar de su sonrisa dulce y sus hoyuelos, no podía ser tan buena y dulce como parecía... ¿qué clase de chica de casi dieciséis años busca liarse con un niño de doce? Por más adorable que fuera Yoh, seguía siendo un niño en aquel entonces, mientras que ella era ya una mujer. Uf. Depravada. Corruptora. Eso y no otra cosa era Sumire Akagi.

El sólo pensar que esa mujer había tocado y besado a su Yoh (y viceversa) la hacía sentirse enferma; y ver cómo le sonreía y lo miraba con abierta fascinación la ponía aún peor. Le había gustado el niño y era evidente que ahora le gustaba el hombre, lo decían todos sus gestos y su sutil coquetería hacia él.

Pero...

Por primera vez en el día el rostro de la itako dejó de ser una máscara de fría calma: frunció el ceño y su mirada oscura se tornó temible.

Yoh Asakura tiene dueña... y ésa soy yo.

Tuvo un momento de distracción cuando Horo, Pilika y Ryu entraron a la sala y se procedió a las presentaciones de rigor. De la pelirroja no se veía ni el rastro. La pequeña peliazul lucía una bandita color carne sobre el arañazo que Suisei le había hecho en la sien izquierda, y parecía tan vivaz y dicharachera como siempre.

Cuando le presentaron a Sumire se la quedó mirando con curiosidad, con esa especie de fijeza incómoda propia de los niños.

- ¿Sumire? - repitió, mirándola sin pestañear, su mente trabajando a millón por hora relacionando hechos y comentarios. Luego miró a Anna y después a Yoh, quien se encogió esperando que en cualquier momento la chica soltara algún comentario indiscreto que empeorara la situación.

Para su sorpresa, Pilika no dijo nada; se limitó a lanzarle una mirada significativa del tipo "después van a tener que explicarme todo" y a sentarse junto a él.

Anna se sorprendió y estuvo a punto de sonreír al darse cuenta de la intención de la jovencita al sentarse junto a su prometido. Era tan clara como el agua: impedir que Sumire pudiese intentar siquiera tener una charla "privada" con Yoh. ¡Bravo por Pilika! Eso se llamaba apoyo tácito y práctico...

Sin embargo, su ira no había disminuido ni un ápice. No quería a esa mujer en su casa, no quería que reanudara su tan cacareada amistad con su prometido... sabía que Yoh la quería sólo a ella, pero no iba a tolerar de ningún modo coqueteos ni abusos de confianza por parte de nadie, y menos de esa mujer.

Toleraría su presencia por ese día, pero si se le ocurría volver la itako no garantizaba que no hubiese una olla de aceite hirviendo esperándola al abrir la puerta. Sentía que la odiaba a muerte y eso no era algo que le ocurriera a menudo; de hecho, sólo había sentido tanto odio una vez antes... hacia Hao, que había querido arrebatarle a Yoh tomando su alma.

Sumire Akagi era peligrosa, de una manera muy distinta al peligro que implicaba alguien como Suisei, que era abiertamente coqueta y sensual. El fuerte de la chica de largos cabellos negros parecía ser intentar atraer la atención de los que le interesaban con dulzura y suavidad, sin excesos, con una coquetería tan sutil e "ingenua" que casi parecía inofensiva.

Bizcochos de naranja... ¡bizcochos de naranja un cuerno!

Era evidente que los Akagi se estaban divirtiendo (y además, que no tenían sentido de la proporción ni del tiempo), porque la visita duró casi tres horas; horas durante las cuales Anna sufrió los tormentos del infierno.

Yoh veía lo que se le avecinaba cada vez que sus ojos se encontraban con los de su prometida, pero no podía hacer nada sin mostrarse descortés, y tampoco quería eso. Conocía el carácter de Anna y sabía que cuando estallara iba a ser apoteósico; y si bien la noche anterior no lo había hecho cuando se enteró de que Sumire era la chica de marras, la visita de hoy estaba poniendo a prueba el feroz autocontrol de la itako hasta los límites.

Por su parte, la rubia casi se ahoga cuando Tamao arribó subrepticiamente a la sala y le preguntó al oído si toda esa gente iba a quedarse a almorzar. Claro, la pelirosada tenía que saberlo porque a ella y a Ryu les tocaba preparar la comida, pero a Anna no se le había ocurrido que probablemente tendría que compartir la mesa con esa odiosa mujer si Yoh los invitaba a quedarse a comer.

Le lanzó al shaman de cabellos castaños una mirada gélida y éste se estremeció.

¿Porqué me estás haciendo sufrir así, Yoh? Arghhh... ésta me la pagas... y si esa mujercita resbalosa no quita su mano de tu brazo lo van a lamentar los dos...

En ese momento, como si intuyera lo que pasaba por la mente de Anna (pensamientos criminales y homicidas incluidos), la señora Akagi se dirigió a ellos en clave de despedida.

- Querido Yoh, Anna, gracias por habernos recibido a pesar de que no les avisamos... tenemos que irnos pronto, quedamos en almorzar con unos amigos en el hotel.

Sumire pareció algo sobresaltada y también decepcionada, pero pronto se rehizo y sus hoyuelos se marcaron en la eterna sonrisa que la rubia tanto odiaba ya.

- ¡Oh! Lo había olvidado, Yoh, es cierto, ¿sabes? Es una pena tener que dejarte... que dejarlos, cuando lo hemos pasado tan bien - el cambio de singular a plural no pasó desapercibido para nadie, y mucho menos para Anna, cuyos dientes rechinaron.

¿Acaso el cerebro de esa mujer era tan pequeño que no alcanzaba a asimilar que Yoh Asakura era un hombre comprometido? ¿Y porqué actuaba como si Anna, la que iba a ser su esposa dentro de pocos días, estuviese pintada en la pared? Definitivamente esa mujercita tenía tendencias suicidas.

- Es una pena que tengan que marcharse - dijo la itako, haciendo un esfuerzo supremo por ser cortés y mantener el tipo -, ha sido muy agradable tenerlos aquí.

Todos se pusieron de pie y se aprestaron a despedirse, intercambiando corteses adioses y comenzando el desfile fuera de la sala hacia la puerta principal. Todo habría terminado tranquilamente si tan sólo Sumire no se hubiera tomado el atrevimiento de acercarse a Yoh y abrazarlo (con bastante entusiasmo), para luego plantarle un beso quizás un poquito más que afectuoso en la mejilla... no, no en la mejilla, prácticamente en los labios.

El espectáculo fue presenciado sólo por Anna, Pilika y Lyserg, que iban a la zaga del desfile. Los ojos de Lyserg se salieron de sus órbitas y se quedó clavado en el sitio, mientras que la joven ainu hizo un sonido gorgoreante, como el de alguien que se ahoga.

Yoh, sorprendido y afectado, se puso como un tomate, sin acertar a quitarse a la atrevida mujer de encima mientras su ojos buscaban desesperadamente a su prometida...

... que no estaba ya en la sala, ni tampoco en el pasillo, ni en la puerta. En los pocos segundos transcurridos entre el momento en el que Sumire se le había echado encima y su consecuente reacción, Anna se había esfumado de la vista de todos como por arte de magia.

El shaman, ahora más preocupado que nunca, se quitó a la chica de encima con una brusquedad muy poco común en él.

- ¿Dónde está Anna? - preguntó en voz alta.

- Creo que fue a la cocina a ver qué está haciendo Tamao - contestó la pequeña peliazul, mirándole con una cara tal de desaprobación que lo hizo sentir como si hubiera cometido un crimen de lesa humanidad.

- Yo...

- Mis padres están esperando, Yoh; nos vamos, ¿no vas a despedirnos? - intervino Sumire dulcemente, tirando de la manga de la camisa del shaman.

Pilika ya se había tomado como personal el asunto y le dirigió una mirada francamente asesina a la chica de los cabellos negros, pero no dijo nada. Se escurrió entre ellos y se adelantó a la puerta, dejando allí a Lyserg, que luego del impacto se había quedado pensativo.

Yoh escoltó a Sumire sin prestar atención a nada de lo que la chica decía; su mente trabajaba a marchas forzadas tratando de pensar en lo que Anna habría pensado al ver eso, y en dónde podría estar, y en qué iba a hacer para que la itako no lo mandara al diablo...

- ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!!!

El agudo grito de la chica que iba casi al lado suyo lo sacó de sus sombrías cavilaciones, y despertó del trance sólo para encontrarse a Sumire caída boca abajo en la grava del sendero de entrada.

Resultado: una Sumire llorosa, con mucho menos encanto que de costumbre; las rodillas raspadas, un tobillo torcido, la nariz hinchada y la cara rasguñada por las piedrecillas.

- Pero... ¿qué pasó? - preguntó Yoh confundido, mientras que ayudado por el padre de la chica trataba de ponerla en pie para que cojeara hasta el auto.

- No sé, no sé, tropecé - gimoteó - no sé qué pasó, sentí que tropezaba con algo duro ...

- Pero ahí no hay nada, sólo grava al bajar... - se detuvo al notar una pequeña depresión en la grava junto a la entrada, y sumó dos más dos, obteniendo la asombrosa cifra de cinco.

Pilika no estaba a la vista, pero es que claro, no iba a quedarse en la escena del crimen... era evidente que había salido detrás de los demás y sin ser vista había puesto algún obstáculo (o su propio pie) en el camino de Sumire, con los resultados a la vista.

Y... ¿era su imaginación, o el hermanito de Sumire estaba sonriendo con maligna satisfacción?

Sacudió la cabeza para espantar pensamientos inoportunos y envió a Horohoro a traer el botiquín de primeros auxilios para ayudar en lo posible a la lesionada. El proceso duró más de veinte minutos, durante los cuales la chica se quejó en todos los tonos posibles hasta que su hermano estalló, malhumorado.

- ¡Quita el fastidio, chica, déjate ya de hinchar! ¡Ni que te hubieras roto una pierna! Además, ¡¡nadie te manda a andar por ahí burriciega sin ver por dónde pisas!!

Horo y el bienhumorado señor Akagi estallaron en risas, mientras la esposa de éste se cubría la boca para ocultar su propia hilaridad y le daba un empellón nada cariñoso a su hijo menor para disimular.

- ¡Minoru! ¿Qué maneras son ésas de hablarle a tu hermana?

Lágrimas de rabia y frustración asomaron a los ojos de Sumire, pero se las tragó con gran presencia de ánimo y aún tuvo arrestos para hablarle al objeto de su afecto con su voz dulce de siempre, aunque su nariz hinchada y su cara rasguñada echaban a perder un poco el efecto general:

- ¿Cuándo vas a pasar a visitarnos, Yoh? Por ahora estamos en el hotel, nos encantaría que nos visitaras un día de éstos...

- Ya veremos - le dijo el shaman sin comprometerse, con la mente en otra parte.

Al fin se fueron, pero Yoh no respiró con tranquilidad. Le dio la vuelta a la casa, y en el patio se encontró con una Pilika ceñuda pero extrañamente satisfecha.

- Fuiste tú, ¿eh?

- ¿Yo? Yo no he hecho nada - repuso la jovencita, pateando una piedra.

- Vamos, Pilika... todo este asunto tiene tu sello, ¿vas a negarlo?

- ¿Mi sello? ¡Ja! Pruébalo... - le contestó, con una sonrisa retorcida muy parecida a la de Horo en sus buenos momentos.

- ¿Donde está Anna?

- No lo sé. Pero te voy a ahorrar al menos un poco de trabajo: no está en la casa, la busqué por todas partes y no apareció. Y no la culpo, ¡mira que permitir que esa tres al cuarto se te echara encima de esa manera!

- Aprecio tu ayuda Pilika, pero guárdate tus reproches, por favor - el tono del shaman era inusualmente duro -, bastantes problemas tengo ya...

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Yoh había salido a buscar a Anna, y la hora del almuerzo llegó y pasó sin que hubiera señales de ninguno de los dos. La gente de la casa estaba algo preocupada, pero por supuesto, no por eso dejaron de comer; sobre todo Horohoro, que a pesar del malestar general estaba de bastante buen humor.

Y no era para menos. Len había llamado (por suerte, al no estar Anna fue él quien atendió el teléfono), y le había dicho que lo esperaría en el parque en la tarde... si quería verlo, claro. Y el joven ainu no se hizo repetir la invitación dos veces; estaba contento por ello y no veía motivos para disimular su alegría aunque en la casa aún estuviera la serpiente de Suisei, seguramente aguardando el momento justo para atacar.

Por eso en la tarde salió de la casa silbando una tonada, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, y se dirigió hacia el parque. Al poco tiempo de andar localizó a Len Tao, vestido de negro y sentado en una banca, a cierta distancia de la fuente, mirando a unos niños que jugaban con el ceño fruncido como de costumbre.

Horo se quedó algo cortado al verle. No sabía cómo saludarle...

- ¿Vas a quedarte parado ahí? - preguntó Len en un tono que delataba irritación (algo nada raro en él, por supuesto), sin mirarle. El ainu respiró hondo y sonrió, sentándose junto a él en la banca, teniendo cuidado de no tocarlo.

- Hola, Rentado... - bromeó, tratando de romper el hielo.

- Hola, Loroloro... me alegro que hayas venido - dijo el joven chino con cierta rigidez. Horo se removió inquieto cuando el silencio entre los dos se alargó más de lo conveniente; al fin se decidió a hablar, no sin antes aclararse la garganta ruidosamente varias veces.

- ¡Ejem! Esteee... Len... ¿estás tan... tan nervioso como yo? Porque odiaría ser el único que siente que va a hacerse en los pantalones en cualquier momento...

El shaman de China giró bruscamente y lo miró a los ojos por primera vez. Suspiró, y a continuación se echó a reír abiertamente, haciendo que el ainu sonriera aliviado. Cuando se le pasó el acceso de risa, miró al shaman del Norte con sus hipnóticos ojos dorados y lenta, muy lentamente, se movió para sentarse más cerca de él.

Ahora sus cuerpos se tocaban, y Horo pudo sentir de nuevo la ya familiar calidez que derretía poco a poco sus miedos y calmaba sus nervios.

- Sí, estoy muy nervioso - confesó Len, fijando la mirada en el par de niños que jugaban en la fuente y que eran los únicos en ese sector del parque aparte de ellos - ¿Te has dado cuenta de que esto es una cita?

- Mmm... sí, pasó por mi mente. Pero la verdad no me importa eso tanto como pensé que me molestaría... han pasado muchas cosas desde que me dejaste en la casa ayer.

- ¿Como cuáles? - preguntó, interesado.

- Como que Suisei nos vio... besándonos - un leve rubor tiñó sus pómulos y evitó la mirada de Len - y me armó un escándalo de padre y señor nuestro. Casi la golpeo; si Yoh no llega a separarnos...

- ¿De veras? - el joven alzó una ceja, incrédulo.

- Como lo oyes. Y... Pilika también lo sabe ya, con esos gritos cómo no iba a enterarse... tuvimos una charla y me confesó que tú siempre le habías gustado, y tal... - tuvo que interrumpirse para darle unas palmadas solícitas en la espalda al joven Tao, que se había ahogado al escuchar lo de su hermana - le da asco que nos besemos porque los dos somos chicos, pero me apoya - rió entre dientes al ver que su amigo se ponía morado.

Len tardó unos minutos en recuperarse, y al fin habló en su tono habitual.

- Qué interesante... así que ya todo el mundo en la casa lo sabe.

- Pues sí. Y esta mañana Suisei se atrevió a vociferar que Pilika era una loca y yo un marica...

- ¡Esa ZORRA! - el rostro del shaman de China reflejaba una profunda ira y apretó los puños convulsivamente. De haber tenido a mano a Suisei, seguramente la habría estrangulado sin remordimientos de conciencia.

- Tranquilo, que Pilika le dio su merecido... la última vez que la vi sangraba por el labio partido y tenía un buen ojo morado. No ha salido de su habitación en todo el día...

- Más te vale estar alerta; ten por seguro que está planeando hacerte algo - le advirtió -. Esa mujer no se va a quedar con esa afrenta... ¿no has escuchado la frase "no hay furia peor que la de una mujer despechada"?

- ¿Te preocupas por mí? - Horo se sonrojó de nuevo cuando Len asintió y con un gesto un tanto vacilante le apretó la mano que tenía más cerca - Ay, noooo...

- ¿No qué? - cuestionó el joven de los ojos amarillentos, alarmado, a punto de soltar la mano que acababa de tomar.

- ¿Porqué tengo que sentirme avergonzado, si se siente tan bien estar aquí contigo y saber que te preocupas por mí, que sientes algo por mí?

- Porque ésa es la manera en la que fuimos criados. Es una reacción natural, considerando las circunstancias. Nos va a costar, pero tengo confianza en que pronto se nos pasará - dijo Len, muy formalmente, aunque un rubor idéntico al del ainu asomaba a sus mejillas delatando su turbación.

Horohoro sonrió y miró a su alrededor. De pronto estaban solos; los chiquillos se habían alejado y no había nadie más a la vista... la tentación pudo más y, sin pensarlo dos veces, se atrevió a inclinarse hacia Len y plantó un beso cálido en sus labios.

Ambos gimieron ante el contacto, y el joven chino abrió su boca para permitir la invasión de la lengua ansiosa del peliazul. Este beso, a diferencia de los que habían compartido antes, era febril, lleno de fuerza y ansiedad, lenguas batallando y dientes mordiendo, como si de pronto quisieran compensarse por todos los años de amistosa rivalidad, de incomprensión y de frustración.

Pronto el ritmo de los besos aminoró poco a poco, convirtiéndose en una serie de suaves y sensuales caricias. Horo se dio cuenta de que, sin saber cómo ni cuándo, Len había metido las manos dentro de su chaqueta y sus manos acariciaban libremente la piel suave sobre los firmes músculos; la sensación era tan gloriosa que casi lo hacía querer gritar y llorar, y no precisamente de dolor.

Mejor de lo que había imaginado, mucho más de lo que jamás había soñado...

Era extraño, pero increíble. Sentirse conectados, unidos, física y mentalmente... no sólo el placer del contacto físico, sino la euforia de saber que estaban tan cerca en todos los sentidos de la palabra; saber que aunque eran diferentes, compartían un mismo sentimiento. Podía sentir el latido del corazón de Len y casi podía escuchar sus pensamientos. Quería estar junto a él por siempre, no sabía cómo pero quería intentarlo con todas las fuerzas de su alma.

Eso era el amor, ¿verdad? Podía amar a Len Tao... lo quería... ¿cómo podía estar mal lo que sentía, si se sentía tan bien?

Sus manos acariciaron la espalda del joven chino, sintiendo los músculos flexionarse bajo la tela de su camisa. Gimió ante el tremendo sentimiento de pérdida cuando la boca de Len se apartó de la suya, para luego quedarse sin aliento cuando sintió los leves y ardientes besos en su cuello.

Estaban todo lo cerca que podían estar, sentados en la banca, prácticamente adheridos el uno al otro, sintiendo por primera vez el calor y el sabor de sus cuerpos, sin importarles nada de lo que pudiera estar sucediendo a su alrededor. Simplemente estaban en un mundo propio, sin espacio ni tiempo; un mundo que se reducía a los sentimientos y sensaciones que estaban experimentando.

¡¡¡PLAF!!!

Al escuchar aquel sonido se separaron uno del otro con brusquedad, dando un salto. Horohoro, casi sin aliento por lo que había estado haciendo, se puso como un tomate al darse cuenta de que los niños que jugaban antes junto a la fuente habían regresado. Los chiquillos aparentemente no se habían fijado en ellos, demasiado absortos en sus juegos, incluyendo el chapuzón que el más pequeño de los dos se había llevado al caer a la fuente y que había producido el ruido que los hizo separarse.

No los habían visto besarse, porque si los hubieran visto seguirían mirándolos con la boca abierta como a fenómenos, o habrían decidido jugarles alguna mala pasada. Eso sin duda.

El que se había caído en la fuente lloraba, y eso distrajo a Horo de su momentáneo ataque de pánico más vergüenza. Le lanzó una breve mirada a Len, que estaba rojo y respiraba pesadamente, antes de caminar decididamente hacia la fuente y sacar al chiquillo lloroso de ella, mojándose un poco en el proceso. El otro chico huyó corriendo.

Después de hacerle algunas preguntas que el niño, de unos cuatro años cuando mucho, contestó moqueando con bríos, Horohoro se acercó de nuevo a la banca; esta vez llevaba a la criatura de la mano y tomó a Len del brazo, prácticamente arrastrándolo.

- ¡Oye! - gruñó el joven chino con evidente mal humor, aunque al renovarse el contacto físico ambos se habían estremecido - ¿Adónde diablos me llevas?

- Vamos a llevar a este mocoso a la caseta del parque.

- ¿Qué diablos...? ¿Ahora te ha dado la vena de buen samaritano?

- Venga, Len, ¡no seas plasta! El chico está perdido, para distraerse se puso a jugar con ese otro grandullón y el muy animal lo lanzó a la fuente... no creo que vaya a hacerte daño que lo acompañemos a la caseta del guarda para que sus padres puedan encontrarlo. Deben estar preocupados.

Len suspiró, derrotado, y se dejó llevar. No podía menos que pensar en lo que acababa de pasar entre los dos y adónde podía haberles llevado si no hubieran estado en un lugar público y a la vista de todos. Volvió a sonrojarse al recordarlo, asombrado un poco por su propio atrevimiento y el del ainu... pero había sido algo increíble, único, y que no pensó que podía pasar cuando después de muchas dudas había decidido llamarlo para encontrarse.

Y, por mucho que le disgustara acompañar al mocoso, no podía menos que sentirse conmovido ante la buena disposición de Horo para ayudarle. El ainu tenía un corazón tan grande como su cabezota, y no soportaba ver sufrir a nadie; ésa era una de las muchas razones que tenía para quererle.

El guarda del parque le dedicó una mirada de descarada curiosidad al extraño grupo que arribó a la caseta: un joven alto y musculoso de pelo azul que llevaba del brazo a uno más bajo pero también muy fuerte, de pelo negro con reflejos violáceos y mirada amenazante, y del otro lado sostenía a un chiquillo lloroso y empapado.

Horohoro le explicó diligentemente dónde y cómo habían encontrado al niño, y cuando casi terminaba apareció una joven mujer rubia con una expresión preocupada en su rostro; al ver al chiquillo, corrió hacia él y éste se lanzó a sus brazos. El guarda le explicó que los chicos lo habían encontrado y traído a la caseta.

- Muchísimas gracias, chicos - la joven, que era la madre del niño, los miró con agradecimiento -, no se le puede quitar la vista de encima ni un momento, es un torbellino...

- No fue nada, señora. El pobrecito tuvo mala suerte con el compañero de juegos que encontró; pero estoy seguro de que aprendió la lección, ¿verdad que sí?

El chico, ahora a salvo en brazos de su madre, asintió; el joven peliazul sonrió, complacido. Len se removió algo incómodo... una turbadora calidez lo invadía ante la buena acción en la que Horo le había hecho intervenir, y por el hecho de que el ainu no le había soltado el brazo durante todo el trayecto y aún ahora seguía sujetándolo.

El gesto no había pasado desapercibido para la joven mujer, que sonrió.

- Gracias de nuevo, chicos, y buena suerte - les dijo, guiñándoles un ojo antes de darse la vuelta y alejarse con el niño en brazos.

Len y Horo se miraron, poniéndose rojos a más no poder.

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Yoh había estado buscando a Anna, pero la joven no aparecía por ningún lado y era evidente que había cubierto muy bien su rastro, porque ni con la ayuda de Amidamaru había podido localizarla.

Por cierto, su espíritu acompañante casi parecía estar en su contra, porque no paraba de mirarle con reproche...

Casi caía la tarde y estaba cansado y hambriento, pero su preocupación por la itako era superior a cualquier necesidad que pudiera tener. Estaba a punto de darse por vencido y regresar a la casa para esperarla allí, cuando percibió de pronto su energía; estaba relativamente cerca, en las afueras, pero no podía precisar dónde. Le pidió a Amidamaru que lo guiara.

Tardó unos quince minutos en llegar, y durante el trayecto se dio cuenta de que la chica había procurado alejarse lo más posible de las zonas pobladas; eran las afueras, donde sólo se veía campo, ganado, pequeños bosquecillos y alguna que otra casa de vez en cuando.

La fuente de energía estaba cada vez más cerca. Yoh atravesó una espesura y salió a un claro, quedando atónito frente el panorama que se desplegaba ante sus ojos.

A unos cuarenta o cincuenta metros de distancia estaba Anna, de rodillas en el suelo, de espaldas a él. Una leve aura roja se desprendía de su cuerpo. Pero eso no era lo asombroso; lo tremendo era que, en cincuenta metros a la redonda, todo lo que no estaba destrozado estaba quemado, e incluso la tierra mostraba grandes surcos.

Yoh se estremeció. La ira de la itako era terrible, a juzgar por las huellas que estaban a la vista; pero aún en medio de su rabia volcánica había sido capaz de razonar lo suficiente como para alejarse y evitar hacerle daño a alguien o causar destrozos en una zona poblada.

Y se había contenido, también. Nadie conocía mejor que él los poderes de Anna y lo que era capaz de hacer con ellos, y sabía que se había controlado.

- Anna - murmuró. Sabía que ella estaba consciente de su presencia desde mucho antes que él llegara, aunque no se hubiese movido de su lugar, así que avanzó resueltamente entre los destrozos hasta ella y se dejó caer a su lado.

La chica tenía la cabeza inclinada y los largos mechones rubios ocultaban la expresión de su rostro; Yoh tragó con fuerza tratando de disipar el nudo en su garganta para poder hablar.

- Anna, por favor, mírame.

Después de un largo rato de espera, la joven se volvió hacia él y lo miró. Sus ojos oscuros estaban enrojecidos, era evidente que había llorado, y su expresión era tan decididamente feroz que lo hizo temblar con la intensidad de sus propios sentimientos.

Adoraba a esa chica. Siempre lo había hecho, siempre lo haría; y en momentos como éstos, cuando la ira hacía que todo lo que sentía se reflejara en sus ojos, Yoh sentía que podía comérsela a besos si tan sólo ella lo permitiese.

- ¿No vas a hablarme, Annita?

El diminutivo pareció alterar aún más a la itako, que de pronto se lanzó hacia él como un resorte, con tanto impulso que el shaman terminó boca arriba en el suelo. Ahora Anna estaba sentada a horcajadas sobre él, luciendo deliciosamente dominante y excitante... pero lo tenía bien agarrado del cuello y parecía perfectamente capaz de apretárselo hasta cortarle el suministro de aire. Su mirada tormentosa prometía tortura.

- ¡Lo que me has hecho no tiene nombre, Yoh Asakura! - el venenoso susurro hizo que el hielo y el fuego circularan a partes iguales y con violencia por el cuerpo del shaman.

Próximo capítulo: How deep is your love?

N.A.: El título proviene de una canción de Charles Aznavour, un cantante francés de los años 50 y 60. Mis gustos son muy variados, de Aznavour a Korn hay una gran distancia y yo la cruzo sin problemas xDDD (sí, amo Korn, y qué). Cuando dice "chapter does not exist" es generalmente porque acaba de ser subido... hay que esperar media hora al menos. Gracias a Christian (Dryden), mi querido beta reader, por leer esto y ayudarme a corregirlo.

Gracias mil a mis reviewers: Nakuru Tsukishiro (pobre Tamao xD), Sol Himura (ya verás, ya xDD), Maru Kazegami (asias ^^), Sweet G. (bienvenida xD Hija mía, yo soy Yoh/Anna hasta la muerte, es lo único que te diré ^_~), Karina-dono (Anna está acostumbrada a reprimir sus emociones... algunas las aguanta y otras no), Amber (¡hola, mujer!), Lilika (pues nada, tú diviértete y no te limites pq el yaoi no te guste ^^), Shinobu (a ti y a unos cuantos xD), Yuta (cómo me reí con tu fic ^^), Anna/Asakura, Rally (jeje, lo suponía; y no sé nada del Hana, qué es eso? Mujer, que he estado full entre el trabajo, la page y ¡ya he entregao la tesis, defiendo en septiembre! cuéntame por mail que me angustio), Niky-chan (muchos pidieron que Anna sufriera xD... y la idea que das me agrada. Y tranquila xD), Anaiz (bravo por tu nombre completo ^^), Kathy Asakura de Tao (thanks... y espera noticias mías pronto ^^), Filia Asuka Ikari (jeje, pobre Tamao. Oye, tú no puedes estar casada con Zeros, he's mine! xDDD), Haruko Haruhara (¡bienvenida! ¿la maratón? ¡qué bárbara! xD), Komachi (ya te la estoy enviando), Hidrazaina (qué bueno que has regresado, y gracias por tu comentario sobre la tolerancia. Cada quien se lo toma según y cómo es), Aya K (gracias y bienvenida... ¿ese Aya será por Aya Fujimiya?), Lourdes Ariki (al fin pude leerme tu fic, casi me hiciste llorar, cómo los haces sufrir... I love drama ^^), Brenda-chan (jaja, observadora, ¿eh? Todo depende del estado de ánimos), Kamesita (excelente sugerencia el cambio de POV, seguro lo verás pronto ^_~), Sonomi (hija, esa idea tuya de los espíritus me ha inspirado, ya verás xD), Bonis837 (Manta/Tamao?? Mmmm, lo he pensado también...), Sujey (gracias y bienvenida ^^).

Lia, gracias por tus comentarios, y sobre todo por traer a colación el espinoso tema de la dominación en la pareja Len/Horo. Me dices que debo tener cuidado de a quién pongo de uke por aquello de las diferencias físicas (es obvio que Horo es mucho más alto y robusto que Len), y es algo que he pensado mucho xDDD. Los dos son personas de carácter fuerte, y sin embargo el de naturaleza dominante (bueno, imperiosa xD) es Len, el más pequeño. Te diré, no siempre en las relaciones de ese tipo hay necesariamente un dominante y un pasivo todo el tiempo... a veces incluso los roles se intercambian. Es una idea interesante de discutir, precisamente porque ambos son igualmente tercos; Diox, ya los veo discutiendo xD. Gracias Lia, y bienvenida ^^.

Bueno, quiero hacer un aparte para comentar una review que me asombró y me hizo reír. Ha sido retirada (porque era anónima), y provenía de una persona que se identifica como dark-sama, no he chequeado aún si existe el mail que colocó, pero es interesante, por eso reproduzco textualmente aki la mayor parte (es largo, tomen asiento). No sé si alguien aparte de mí lee las reviews, pero recomiendo que lean ésta porque no tiene desperdicio ^^:

"Hola! dejame decirte algo...¡que egocentrista eres! Tu fic es bueno, de hecho maravilloso pero deberas te pasas con tu ego , escucha no por ke tu fic sea una maravilla tienes ke irte hasta las nubes...hay muchos otros buenos fics y dejame decirte ke incluso mejor ke los tuyos, pero claro vas a decir "pero yo he superado los 300 reviews" bueno kerida dejame decirte ke se han juntado, es decir seria la gran maravilla si fueran 300 reviews por 10 o 14 capitulos, pero tu tienes 26 capitulos asi ke era de esperarse ke se juntaran todos los reviews.
te crees tan grande no es asi? sabes si te gusta tanto ke te dejen reviews deja tu tambien, tengo tiempo fijandome y tu no dejas ni uno solo, Ah! excepto claro si se trata de algun fic de tus amigas, ademas todavia te dejan y tu exijes ke sean buenos, ke es eso?. eres buena escritora pero no vengas a presumir a un espacio hecho solo para fans y creme ke muchos se han de sentir iferiores y eso esta mal, y no digo ke sea tu culpa, yo digo ke no deberias presumir tanto, de ke eres buena lo eres y no hay necesidad de presumir para ke lo sepamos estamos? No tengo nada encontra tuya, solo senti ke alguien tenia ke bajarte de las nubes, y espero ke no te molestes por ke seria el colmo...bien me despido, ahi tienes mi msn, si kieres agregarme adelante estare complacido de platicar contigo. besos y bajate de las nubes y continua asi de bien ^_^ recuerda ke no ocupas presumir para dar a conocer lo genial ke eres. Ja ne!"

Dark-sama, paso a contestarte la review como lo hago con todos y cada uno de los lectores que se toman un rato para dejar su comentario. En primer lugar, desafío a cualquiera a demostrar cuándo y dónde me he mostrado egocéntrica y/o presumida acerca de este fic o cualquier otro, por no hablar de estar en las nubes o sentirme superior. Respecto a las reviews, has inventado el agua tibia... claro que se acumulan. Publico en ff.net desde hace más de dos años, tengo 11 historias cortas y una larga (de 7 caps) y si revisas verás que todas ellas han recibido entre 3 y 7 reviews c/u; son de Slayers y Weiss Kreuz, cuyas secciones en español en ff.net no son muy visitadas. He leído historias de 10 o 12 caps que tenían 200, 300, e incluso 500 reviews (una de HP, por cierto), y eso nunca me hizo sentir inferior, ni soy quién para decidir si son buenas o malas; algunas me gustaron y otras no, punto, eso depende de los gustos de cada quien. Aquí nadie es inferior a nadie, y por lo tanto no hay razones para que alguien se sienta así a menos de que tenga problemas de autoestima o alguien lo ataque de frente; entiendo que aquí nadie escribe para lucirse, sino para entretenerse y compartir su trabajo con otros. Uno se alegra cuando recibe 2 reviews tanto como si recibe 20, porque eso significa simplemente que alguien leyó tu trabajo y se tomó la molestia de dejar comentarios.

Yo no suelo dejar muchas reviews porque por mi trabajo, mis estudios y mis pages simplemente casi no tengo tiempo para leer; no puedo dejar comentarios de algo que no he leído. Las revs que les dejo a "mis amigas" generalmente salen porque ellas me notifican cuando sacan algo nuevo, o me mandan el fic para lo publique en mi página. Por otra parte, siempre he sido respetuosa con mis lectores y he recibido con igual beneplácito y agradecimiento comentarios, sugerencias y críticas, porque me ayudan a mejorar. No me has molestado con tu comentario; al contrario, has reafirmado mi confianza en lo que estoy haciendo y me has hecho querer más a las 15 ó 20 personas que me siguen todas las semanas y que dejan comentarios, así como a los muchos que sé que leen y no dejan y a quienes también aprecio... el bien de una obra está en ser leída, y tu comentario prueba que ésta lo es. Ah, y aunque no soy genial, gracias por decirme que lo soy, Dark-sama ^^.

Y sí, creo que al menos en esta sección es la primera historia en superar las 300 reviews, y se los agradezco mucho a todos... ojalá todos los proyectos aquí reciban el apoyo que ha recibido éste; espero que sean igual de críticos y participativos con todas las historias que lean, porque sus comentarios son el incentivo que nos mueve a escribir; quisiera tener más tiempo para leerlas todas y dejar revs xDDD. ¡¡¡GRACIAS MIL!!!