El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

XXIX

Lo que en verdad importa

********************************

Advertencia para los alérgicos: un poquito, muy poquiiiito de shounen ai al final de la segunda parte (**).

- Oh, no... - el susurro de Yoh fue bien audible en el silencio que siguió, cuando todos detallaron bien la apariencia del ainu.

Horohoro era un desastre total. Lo único que llevaba encima eran unos pequeños shorts, que para rematar tenían la cremallera abierta, aunque no se podía ver mucho debido a su posición algo encogida en el suelo. Aparte de la expresión de puro shock que paralizaba su rostro, profundos arañazos y cortadas eran visibles en su pecho y brazos.

Pero lo más grave de todo era el estado de su cabeza... o más bien lo que faltaba de ella: del cabello azul del ainu, tan llamativo en su peinado habitual y tan hermoso cuando lo dejaba caer sobre su rostro, sólo quedaban las raíces negras. Había sido cortado limpiamente con unas tijeras, casi al rape y con violencia, puesto que su oreja izquierda sangraba profusamente.

Luchando contra la sorpresa que la había dejado paralizada y contra su proverbial frialdad, Anna se apresuró a acercarse a Horo para chequear los daños de cerca, sin mirar apenas a Pilika, que tenía firmemente atrapada a Suisei.

Todos dejaron de mirar a Horo y se volvieron hacia Yoh. Pocas veces habían visto en el rostro del shaman de los cabellos castaños la expresión que tenía, y que oscilaba entre la cólera más terrible y una profunda preocupación. Cuando habló, su voz era dura e inexpresiva.

- Pilika, suéltala, por favor - la joven ainu, aunque sorprendida y enfadada, no se atrevió a cuestionar la autoridad de Yoh y se levantó, dejando a Suisei en el suelo.

La pelirroja se sentó a duras penas, evidentemente algo mareada. Llevaba un muy corto y casi transparente camisón blanco (parecía tener una colección interminable de cositas mínimas para dormir) que aparecía desgarrado en varios puntos revelando una cantidad considerable de piel bronceada. Varios mordiscos y rasguños adornaban la susodicha piel, por no hablar de algunos claros en su cabeza, originados por los mechones de cabello teñido que habían quedado en manos de la joven de Hokkaido y que ahora estaban esparcidos por el suelo.

En el piso estaba también el arma utilizada para perpetrar el crimen contra el cabello del ainu: una tijera pequeña pero a todas luces bien afilada, porque había sangre en ella; no muy lejos había un pequeño frasco de plástico abierto del que no podía distinguirse el contenido. Yoh miró los objetos con el ceño fruncido; luego su mirada oscura y penetrante se dirigió hacia la peliteñida.

- Desde que llegaste a esta casa no has hecho más que causar problemas, a cambio de lo cual sólo se te ha brindado hospitalidad y aprecio. Hemos soportado tus intrigas y tu comportamiento impropio, a pesar de que nos ha incomodado a todos en un momento u otro - hizo una pausa para que la mujer, que lo miraba con sus ojos verdes muy abiertos, pudiera digerir sus palabras -. Pero la paciencia y las buenas maneras se me han agotado HOY. Has atentado físicamente contra uno de los habitantes de esta casa, uno de mis mejores amigos, y eso no lo puedo permitir DE NINGUNA MANERA.

Sus ojos oscuros estaban cargados de ira y de desprecio. Apenas terminó de hablar, la voz firme y fría de la itako se dejó escuchar, sobresaltando a los presentes:

- Exigimos que mañana a primera hora abandones esta casa, Suisei.

Yoh se cruzó de brazos.

- Ya has escuchado a Anna. Es mejor que mañana temprano recojas tus cosas y te vayas. De nuestra parte no tienes nada que temer, pero otras personas podrían no tomárselo tan bien como lo estamos haciendo - la clara referencia a Len quedó flotando en el aire, y Suisei no la pasó por alto, estremeciéndose en su escasa vestimenta -. Ryu, por favor, llévala a su habitación y asegúrate de que no salga de allí.

- ¡No hay cuidado, Don Yoh! Yo me encargo... - dijo el shaman de la espada de madera, que lucía esta vez un batín naranja bordado con dragones negros... que le quedaba muy corto, por lo que sus largas y velludas piernas eran visibles casi hasta el nivel de la indecencia. Sonriéndole a Lyserg, que observaba el cuadro con asombro, ayudó a Suisei a ponerse en pie de una manera muy poco amable y prácticamente la arrastró fuera de la habitación... ya se estaba haciendo costumbre.

No bien hubieron salido, casi todos se abalanzaron hacia el rincón donde Anna, práctica como siempre, ya había improvisado una venda con las sábanas y trataba de detener el sangrado de la oreja de Horo, que apenas estaba saliendo del estado de shock.

- Tamao, ve por el botiquín, por favor - la pelirosada estaba petrificada junto a la puerta, mirando los destrozos con los ojos más grandes que el propio Manta, y no reaccionó hasta que Anna gritó - ¡Tamao! ¡Haz el favor de buscar el botiquín! ¡Pero YA!

- ¡Sí, señorita Anna! - dijo, y salió como un bólido.

Era evidente que la pelirroja se había aprovechado de que el ainu dormía casi tan profundamente como Ryu, haciendo de las suyas al cortarle el cabello; y probablemente intentaba hacerle algo más de daño cuando el ainu despertó y trató de defenderse... de allí todos los arañazos y las cortadas, la lucha en la semioscuridad había sido feroz.

- Pero esta mujer es una salvaje... - murmuró Lyserg, estremeciéndose. Hacía un cuadro muy lindo en su pijama azul celeste, por lo que no eran de extrañar las tiernas miradas que Ryu le había dirigido antes de llevarse a rastras a Suisei.

- ¡Mira que cortarle el cabello a mi hermanito! ¡Su cabello tan lindo! - lloriqueó Pilika, sentida, tratando de abrazar a Horo sin interrumpir la tarea de Anna, que había tomado el papel de enfermera generalmente destinado a Tamao y ahora estaba limpiándole la sangre de las cortadas.

- No sólo se lo cortó... - sentenció la rubia, señalando con un gesto la olvidada botellita de plástico tirada en el suelo a cierta distancia. Una de las manos de la joven ainu acarició el cabello de Horo, ahora negro y corto, y acto seguido un grito escapó de sus labios.

- ¡¡¡LA MUY ZORRA!!! - se puso de pie de un salto y corrió hacia la puerta.

- ¡¡¡PILIKA!!! - rugió Anna otra vez. Yoh iba a detener a la chica, pero Lyserg, que estaba más cerca de la puerta, la detuvo agarrándola firmemente por la cintura. La chica pateó en el aire cuando él la levantó; el chico inglés no la soltó, aunque se sonrojó hasta la raíz de los cabellos al apretarla contra su cuerpo para evitar que escapase.

- ¡¡Déjame!! ¡¡La mataré!! ¡¡Déjame ir!! - exclamaba Pilika a tiempo que forcejeaba en los brazos del inglés, que evidentemente era más fuerte de lo que parecía, porque aunque la chica fuera delgada y midiera metro y medio era mucha chica, y además estaba furiosa.

- ¿Qué ocurrió? - preguntó Yoh preocupado, acercándose a Horo.

- Que le cortó el cabello y luego le puso pegamento. Cemento de contacto, para ser más precisos...

- Lo que significa... - empezó el shaman, con una expresión de alarma.

- ... que va a llevarse algo de tiempo y... estooo... dolor... sacarle eso del cuero cabelludo, y además habrá que raparle la cabeza para que el cabello pueda volver a crecer con normalidad - apuntó Manta, muy serio, mirando a Horo con pena.

- ¿...ra-raparme la cabeza? ¿A MÍ? - el ainu parecía estar volviendo en sí del shock, y levantó una mano para tocarse la cabeza - ¡¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHH!!!!!!!!!!!

- Venga, Horo, cálmate - trató de apaciguar Yoh.

- ¡¡CLARO, COMO NO ERES TÚ EL QUE VA A ANDAR CALVO!! - vociferó el shaman del norte, tratando de ponerse en pie, pero un grito de Tamao, que acababa de regresar a la habitación y había dejado caer al piso el botiquín de primeros auxilios para taparse los ojos, lo detuvo.

Como ya se mencionó, el shaman tenía la cremallera bajada. Encogido en el suelo no se veía nada, pero al intentar ponerse de pie se le vio todo, y la ¿afortunada? en presenciar el espectáculo de frente y casi en primera fila fue la pelirosada, que regresaba con el botiquín en las manos.

Pilika, que forcejeaba en los brazos de Lyserg, se quedó quieta y se cubrió los ojos con las manos, poniéndose como un tomate. Anna, que estaba al lado del joven, había apartado la mirada a tiempo y tiró con fuerza del brazo del avergonzado y confundido shaman para que se sentara de nuevo. Horo se había puesto morado y volver al suelo no le costó nada, ya que la cantidad de sangre que había perdido lo tenía más que atontado.

- Por lo que más quieras, cúbrete ya - ordenó secamente la itako, sin mirarle.

El pobre ainu obedeció, aunque sus dedos torpes por la debilidad y los nervios tardaron algo en cumplir a cabalidad con la tarea.

- Venga, Tamao, hay que limpiar y curar esas cortadas... ¡muévete, niña!

La pelirosada, vacilante, se quitó las manos de los ojos y recogió del suelo el contenido del botiquín, que se había desperdigado al golpearse contra el piso. Avanzó hacia Horo y se arrodilló a su lado, comenzando a curarle con rapidez y eficiencia, aunque procuraba tocarlo lo menos posible; el ainu ahora estaba bastante pálido y se notaba que trataba de tragarse los quejidos que subían a su garganta al sentir el ardor del antiséptico sobre el dolor de las heridas.

Yoh extendió la mano hacia Anna y la ayudó a ponerse de pie, puesto que ya había llegado la enfermera oficial de la casa. Los dos, plus Manta, se quedaron mirando a su caído amigo con expresiones que iban desde la simple y pura lástima hasta la preocupación genuina.

- Habrá que esperar a mañana para intentar sacarle eso de la cabeza - sentenció el cabezón, dubitativo - ¿Será que lo intentamos con un solvente? En el depósito hay un bote de solvente...

- No va a ser fácil. No podemos simplemente echarle encima un solvente, que sería lo más rápido. Podría intoxicarle y el problema sería doble - opinó Anna, cruzándose de brazos y mirándole con expresión pensativa.

- ¿Solvente? Nooooo.... - murmuró Yoh, todavía impresionado.

- ¿¿¡¡¡QUIEREN DEJAR DE HABLAR DE MÍ COMO SI NO ESTUVIERA AQUÍ!!!?? - bramó Horo, ofendido, avergonzado y adolorido. Su mirada indignada se apartó de los tres amigos y se enfocó en las figuras junto a la puerta - Y... ¿se puede saber qué hace Lyserg abrazando a mi hermanita?

De pronto el inglés se dio cuenta de que, aunque ya no era necesario, seguía sosteniendo a Pilika casi adherida a su cuerpo. Tuvo la gracia de sonrojarse, pero no la soltó como si fuera una papa caliente; siendo el caballero que era, la bajó delicadamente al suelo y apartó gentilmente sus brazos de ella. La incombustible ainu, a pesar de toda su desenvoltura, no pudo menos que sonrojarse un poco; para disimular se arrodilló junto a su hermano y comenzó a colaborar en las tareas de limpieza y cura.

- Pilika iba a volver a saltar encima de Suisei y Lyserg fue tan amable de detenerla - apuntó Yoh, sus ojos oscuros de nuevo risueños.

- Pues la hubieran dejad... ¡¡¡AY!!!

- ¿Qué fue lo que pasó, Horo? - preguntó Manta, curioso.

- ¡¡ARGH!! Yo qué voy a saber... desperté de pronto y me encontré a esa víbora prácticamente encima de mí... estaba medio dormido, pero la reconocí por el olor del perfume que usa... ¡¡AY!! - la delicadeza de Tamao y las buenas intenciones de Pilika no bastaban para aminorar el dolor de la cura, y el ainu estaba demasiado débil como para aguantar calladito - ... cuando traté de quitármela de encima, sentí que me atacaba con algo de metal y me aterró, creí que era un cuchillo o algo... esa mujer está más loca de lo que pensaba... ¡¡AGHH!!

- ¿Y porqué tenías la cremallera bajada? - esta vez fue Yoh el que hizo la pregunta, rascándose la cabeza.

- Una de dos: o trataba de violarlo, o pensaba dañarle seriamente las joyas de la familia - apuntó Anna, secamente, sorprendiendo a todos. Yoh soltó su risita insustancial de siempre -. No te rías, que esto es serio. Esta mujer fue capaz de agredir a Horo con un arma, y sería capaz de hacerlo con cualquiera de nosotros, habida cuenta de sabe que no nos cae bien y eso es motivo suficiente para que nos odie.

- Se los dije - sentenció Pilika -, les dije que Suisei es un peligro.

- ¡¡¡AYYY!!!

- Hasta ahora no había demostrado que fuera capaz de algo como esto... pero en fin, mañana saldrá de esta casa y esperemos no volverla a ver - dijo Anna, suspirando con cansancio. Yoh parecía pensativo.

- Alguien debe vigilarla... pero tenemos que dormir, hay que ir a trabajar. ¡Amidamaru! - el espíritu se manifestó a su lado, evidentemente impresionado por la apariencia de Horo, que a estas alturas tenía vendada la oreja, los brazos y el torso y parecía a punto de soltar el llanto. Ver lastimado y al borde de las lágrimas a un joven tan alto y fuerte era cómico y triste a la vez.

- ¿Sí, amo Yoh?

- Ve a la habitación de Suisei y dile a Ryu que se vaya a dormir. Tokageroh y tú se quedarán vigilando a la fiera por lo que resta de noche y se asegurarán de que no salga a fastidiarle la vida a nadie. Ah... y también se encargarán de que nadie entre a atacarla, que también es posible - dijo el shaman, mirando de reojo a Pilika - ¿entendido?

El samurai asintió, y tomando su forma chibi, abandonó la habitación. Anna también salió, para volver unos instantes después con el futón de Pilika, asumiendo correctamente que la chica iba a quedarse a cuidar de Horo por lo que quedaba de noche.

- ¡No necesito que nadie me cuide!

- Si no voy a cuidarte - zumbó Pilika -, sólo voy a hacerte compañía, zoquete...

- Hablando de todo como los locos... ¿cómo fue que llegaste tan rápido aquí, Pilika? - preguntó Manta.

- Puessss... - de pronto la chica pareció algo avergonzada y bajó la mirada, su pequeño pie dibujando figuras nerviosas en el piso de la habitación, mientras que una de sus manos retorcía el dobladillo de la graciosa batita azul que llevaba puesta - se suponía que yo iba a vigilar y a encargarme de la zorra ésa, por si se le ocurría venir a hacerle una "visita" a mi hermano... estaba oculta en la esquina del pasillo...

- ¿...y?

- Que no funcionó, ¿vale? ¡Me quedé dormida! ¡Y NO SE RÍAN!

Anna y Lyserg se llevaron las manos a la boca para ocultar la risa, pero Yoh y Manta no fueron tan discretos y se echaron a reír a carcajadas.

- ¡Valiente guardián! - exclamó el cabezón, muerto de risa. Pilika tenía la cara encendida y comenzaba a lucir peligrosamente enfadada.

- ¡¡NO SE BURLEN!! - gritó, enojada - ¡Al menos llegué a tiempo de evitar que le hiciera más daño!

- Es cierto - concedió Yoh, recuperándose un poco y limpiándose las lágrimas -, lo malo es que Suisei alcanzó a hacerle bastante, creo yo...

- Hombre, y que lo digas - terció Manta -. El pobre Horo se ha quedado más rayado que una sopa de letras... y para colmo calvo...

- Amigos, creo que no están ayudando en nada a Horohoro... - dijo suavemente Lyserg, señalando la faz congestionada del ainu, que parecía a punto de estallar escuchando la forma en que los chicos hablaban de él.

- Ya lo creo que no - intervino Anna -, hale, todo el mundo a dormir que mañana hay que levantarse temprano - sin miramiento alguno, arreó a la gente que sobraba fuera de la habitación.

Después que se fueron todos, Pilika arropó bien a su hermano (que por supuesto, gimió y lloriqueó con cada movimiento ahora que nadie más podía verlo y mofarse), y se echó en su futón al lado del lastimado joven. El silencio sólo duró unos minutos.

- Pilikaaaa...

- ¿Hmmm?

- Mi cabello... esa bruja... - murmuró entrecortadamente Horo. Su voz parecía a punto de quebrarse y la chica sintió que el corazón se le encogía al escucharlo.

- No te preocupes, Horo. Ya crecerá y se verá mejor que antes; te lo aseguro, hermanito.

- ¿Tú crees? ¿Y si me quedo calvo para siempre?

- Horo, no seas bebé, ¡claro que va a crecer de nuevo! Venga, trata de dormir...

El ainu murmuró algo y trató de relajarse. Al rato ya roncaba suavemente, señal de que su sueño era ligero e inquieto. Pilika aún no se dormía; su mirada estaba fija en el techo.

- Que no se crea esa bruja que esto va a quedarse así...

***************************

El amanecer llegó, pero con él no llegó la tranquilidad. Yoh se levantó temprano, y luego de asearse, ducharse y vestirse, pasó a chequear a cada uno de los habitantes de la casa. Desde la cocina podían escucharse los sonidos de sartenes y cacerolas, así como la voz algo amortiguada de Ryu cantando una canción romántica: era la rutina del desayuno, en la que siempre le acompañaba Tamao.

Horo seguía durmiendo profundamente después de su "aventura" nocturna; tenía un aspecto muy curioso con el pelo corto y pegoteado, rasguños menores y vendas por todos lados. Sin embargo, lo preocupante era que Pilika ya no estaba en la habitación: había recogido incluso su futón.

Yoh fue a chequear la habitación de la ainu, encontrándola vacía; la sospecha hizo que se apresurara a comprobar el estado de Suisei, cuya habitación quedaba justo al lado, y la encontró envuelta en una bata, enfurruñada y murmurando insultos contra el mundo en general y contra los dos espíritus que la habían vigilado en particular. Amidamaru parecía contrito y Tokageroh estaba simplemente harto, así que Yoh los liberó de la responsabilidad de cuidarla.

No le habló a la pelirroja; se limitó a observarla. Iba a necesitar algo más que un buen maquillaje para cubrir las marcas de los mordiscos y arañazos de Pilika, por no hablar de los pequeños cortes que ella misma se había infligido al forcejear con Horo.

Y también era posible que necesitase una peluca, porque los claros en su cabeza eran bien visibles; la joven ainu había hecho un buen trabajo arrancándole los mechones de raíz. Yoh meneó la cabeza en un gesto negativo y salió de la habitación; en el pasillo tropezó con Anna, vestida de negro, impecable e inexpresiva como siempre.

- Buenos días - dijo ella, secamente.

- Buenos días, Annita - sin importarle un bledo que se enfadase, Yoh se inclinó y plantó un cálido beso en los labios de su prometida. Ella sólo resopló haciendo un gesto de disgusto, lo que hizo que la placentera sonrisa de siempre volviera al rostro del shaman.

- Amaneciste contento, ¿eh?

- Pues sí. Aunque hay unos cuantos problemas por resolver... ¿has visto a Pilika?

- No - la itako frunció el ceño - ¿No está con Horohoro?

- No, y tampoco está en su habitación. Suisei por los momentos está bien, así que dejé ir a Amidamaru y Tokageroh... parece que ella les hizo pasar una mala noche. Pero esta repentina desaparición de Pilika me da muy mala espina... ya sabemos cómo se las gasta, y a buen seguro no va a dejar que Suisei se vaya en paz.

- No es para menos, mira cómo ha dejado a Horo...

Los interrumpió el sonido atronador de golpes en la puerta principal; se miraron, momentáneamente confundidos por el escándalo. ¿Quién podría ser a esa hora tan temprana? Ambos acudieron a abrir.

En el umbral apareció la figura amenazante de Len Tao, sus ojos amarillentos reflejando preocupación.

- ¡¡Len!! Pasa, pasa - dijo Yoh, sonriendo y apartándose para dejarlo pasar. El shaman de China se le quedó mirando por unos momentos con una expresión confundida, pero obedeció sin chistar - ¿Qué te trae tan temprano por aquí?

- Pilika llamó a mi casa - dijo gravemente, mirando a Anna en busca de una explicación, ya que la actitud amable y placentera de siempre de Yoh le tenía algo confundido -, diciendo que Horohoro estaba lastimado, pero fue Jun quien habló con ella y no le sacó detalles. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado?

- Vaya con Pilika - Yoh rió entre dientes, pero se calló cuando su prometida le lanzó una mirada congelante.

- Suisei atacó a Horo anoche... bueno, más bien esta madrugada, mientras dormía - repuso la rubia, sin anestesia. El rostro del joven chino se contorsionó por la rabia y la preocupación.

- ¡¡Lo sabía!! ¡¡Sabía que la víbora esa iba a intentar hacerle algo!! ¡Le dije que tuviera cuidado!

- Tranquilo, Len - trató de apaciguar Anna, con sorprendente suavidad -; está algo lastimado, pero está bien. Mucho me temo que lo que más le ha de doler sea su orgullo...

- ¿Dónde está?

- En su habitación, durmiendo. ¿Quieres verlo?

- Por supuesto.

Anna le hizo señas a Yoh de que se quedara, y acompañó a Len hasta la habitación de Horo. Allí, el joven chino se quedó de piedra al contemplar al ainu durmiente, todo pelado y vendado y roncando ruidosamente.

- ¡Por todos los...! - empezó, furioso, pero de inmediato bajó la voz para no despertarle - ¿Qué le hizo? ¡¡Su cabello!! ¡¡Y está todo vendado!!

- Umm... respecto al cabello, usó unas tijeras y pegamento; y cuando él despertó comenzaron a forcejear, así que ambos se hirieron. Pudo haber sido mucho peor, pero Pilika los detuvo cuando estaban en pleno combate y se fajó con ella.

- Y... ¿sigue aquí esa zorra? - preguntó, con un brillo avieso en los ojos que presagiaba toda clase de desgracias en el camino de la pelirroja.

- Sí, pero ya se va. Le hemos dado el ultimátum y seguro parte esta misma mañana...

- ¿La dejarán que se vaya tan tranquila? - la indignación hizo más oscuro el tono de voz del shaman.

- No se va tan tranquila, no... Pilika le ha dado lo suyo. Va a tener mucho trabajo tratando de ocultar las marcas que le ha dejado.

- Me alegro.

Aunque hablaban en susurros, Horo se removió, inquieto, y entreabrió un ojo soñoliento que se abrió de todo al distinguir a Len a pocos pasos de su persona.

- ¿Len?

Anna, discretamente, se escurrió y cerró la puerta tras ella sin apenas ser notada; cosa que no tuvo mucho mérito, porque ambos jóvenes tenían las miradas fijas el uno en el otro, y a partir de ese momento el resto del mundo no existía.

El shaman de China avanzó hacia él y se sentó en el piso, al lado del futón. Por unos momentos guardaron silencio, sin saber qué decir, hasta que Len se aclaró la garganta y al fin dijo algo:

- Te ves fatal.

Horo no sabía qué esperar, pero ante las palabras del joven chino se sonrojó y una gota enorme apareció junto a su maltrecha cabeza.

- No tengo la culpa de que esa... esa zorra me haya agredido simplemente porque la rechacé...

- Debiste estar alerta. Te dije que no se iba a quedar con la ofensa. Ahora mírate, pareces un mapa... y encima has quedado más pelado que un polluelo recién nacido - el rostro de Len permanecía inexpresivo, pero una chispa brillaba en sus ojos dorados.

- ¿Y qué? Ya me recuperaré, Pilika dijo que cuando me rapen el cabello volverá a crecer con normalidad - dijo Horo, desafiante -; lo único que lamento es no poder ponerle las manos encima a la bruja que me hizo esto. ¡De buena gana la estrangularía!

- YO siento ganas de partirla en dos con mi cuchilla - repuso Len tranquilamente, sobresaltando al ainu -, pero sé que no me lo permitirán... además, no ganaría nada con eso. Lo hecho, hecho está. Es mejor que se largue.

Horo apartó la mirada de la gallarda figura sentada a su lado y miró hacia el techo, poniéndose rojo otra vez. No quería mirarle, porque si lo hacía durante un rato largo su sonrisa se expandía hasta convertirse en una mueca idiota, y a buen seguro ponía ojos de cordero agonizante.

Era algo que le avergonzaba y de lo que no podía librarse, a pesar de que sabía que sus sentimientos no tenían nada de malo. Sin embargo, si Len podía disimular, ¿porqué el no podía? ¿Porqué tenía que sentirse como el típico adolescente enamorado, y actuar como tal?

¿Y porqué le preocupaba tanto que Len hubiera dicho que se veía fatal? Nunca se había sentido tan consciente de su apariencia como hasta ahora, y era algo que lo perturbaba.

- ¿Qué te preocupa tanto? - la voz del joven lo sobresaltó. Era casi como si hubiera escuchado los atribulados pensamientos que pasaban por su mente.

- Yo... es que... me siento inseguro - confesó, vacilante.

- ¿Inseguro de qué? - los ojos dorados lo miraban, alertas - ¿De nosotros? ¿De tu apariencia?

Además era adivino. Yupi.

- Entre otras cosas - suspiró -. Verás, a veces me irrita verte tan tranquilo y sereno mientras yo me inquieto y me comporto como un asno. ¿Porqué tú puedes disimular y yo no? Me siento como un idiota... ¿soy tan transparente?

- Es tu naturaleza - repuso Len simplemente, encogiéndose de hombros -, eres abierto, siempre expresas todo lo que sientes y dices todo lo que piensas, y muchas veces actúas sin pensar. Yo no. Fui educado para ocultar todas mis emociones, con excepción de la ira, que siempre me puede... quizás por eso Anna y yo establecimos una amistad... somos parecidos en ese sentido, aunque ella es mucho más eficiente que yo en eso de controlarse.

- Y respecto a mi apariencia...

- No seas idiota - le espetó, haciendo una mueca -, si piensas que unos cabellos de más o de menos le restan algo a lo que eres, entonces no vale la pena que sigamos hablando de esto. Sé que no eres un cabeza hueca, Horohoro, ¡reacciona!

El ainu se sonrojó, esta vez con más fuerza, cuando Len, sin cambiar de expresión, extendió una mano y tocó los cortos cabellos negros, endurecidos por el pegamento. El toque era tan leve que parecía una caricia, y quizás lo era.

- Hizo un buen trabajo, la víbora esa. No va a haber más remedio que raparte. ¿Han pensado ya en un solvente para el pegamento?

- Ay, no, ¿tú también? - se quejó cómicamente el ainu, y por primera vez desde que entró a la habitación, el joven chino esbozó una sonrisa.

- Como sigas haciendo eso, voy a olvidar el desagradable hecho de que no te has lavado los dientes todavía... - Horo lo miró sin entender y un leve tono rojizo coloreó las mejillas pálidas del shaman de China - que voy a besarte, idiota.

La temperatura y el color de la cara de Horohoro se dispararon a niveles meteóricos.

*************************************

Mientras tanto, en el comedor, las cosas se pusieron un tanto tensas cuando Suisei se presentó a desayunar como si no hubiera roto un plato. Anna ya se había asegurado de que las maletas de la pelirroja estuvieran hechas y listas para que se largase, pero tuvo que contener la risa al verla. Se había cubierto las heridas visibles con banditas y su aspecto era algo cómico, porque aunque llevaba puesto con indudable chic un conjunto azul oscuro de mangas largas, su cabeza estaba cubierta con un curioso gorrito de punto que no iba con el resto de su atuendo.

La obra de Pilika arrancándole los cabellos había sido extensa, y aunque no había alcanzado los niveles a los que había llegado ella con el pobre de Horo, iba a costarle bastante que el pelo se le emparejase.

Por cierto, la joven ainu aún no aparecía, y tanto Anna como Yoh comenzaban a preocuparse. Tamao, por su parte, estaba sonrosadita pendiente de Lyserg, que estaba conversando amablemente a pesar de que ella apenas si le contestaba con tímidos monosílabos. Del otro lado, Ryu trataba de hacer que Lyserg dejara de hablar con Tamao y le prestara atención, cosa que conseguía sólo a medias.

Anna miró a Yoh y la comunicación silenciosa funcionó: no había lugar a dudas de que otro pequeño drama amoroso estaba cocinándose en la casa Asakura. Era la desventaja de tener tanta gente en la casa, no podía evitarse que chocaran, que surgieran pequeños rencores, rivalidades, e incluso agresiones como la que había perpetrado Suisei.

La itako se preguntó qué sentiría Ryu por Lyserg... siempre se lo había preguntado, desde que presenciara las insólitas reacciones del shaman de la espada de madera cada vez que se pronunciaba el nombre del inglés o éste aparecía. La sexualidad de Ryu era un tema desconocido casi por completo para ellos, a pesar de que durante todos estos años habían vivido y compartido juntos.

Ryu solía escaparse de casa de vez en cuando y no aparecía durante días enteros, y más de una vez la rubia sospechó que se iba a algún burdel (de alguna parte tenía que sacar las insólitas prendas que usaba para dormir, y que evidentemente no procedían de ninguna boutique). Por lo menos debía de ser bisexual, porque reaccionaba igual ante una bella mujer que ante un guapo muchacho... lo que no se sabía era si actuaba en consecuencia.

Una vez le había comentado a Yoh que Ryu era un ser bastante "raro", y el shaman sólo había soltado su característica risita irritante y le había dicho que "el pobre Ryu no tenía la culpa de apreciar y amar la belleza, donde quiera que ésta estuviera". Quizás tenía razón y siempre había sabido por dónde iban los tiros. Si amaba la belleza, en Lyserg había más que suficiente y era posible que el shaman estuviera algo obsesionado con el chico.

Lo malo es que la apostura del susodicho estaba revolucionando la casa. A Tamao se le hacía casi imposible ocultar que le atraía el joven inglés, y era muy probable que estuviera enamorándose y construyendo castillos de fantasías en su rosada cabecita. Pilika, por su parte, había dejado muy en claro que el chico le gustaba; pero de "gustar" a "querer" había un paso muy grande y la ainu no parecía estar dispuesta a darlo por el momento.

Del modo que fuera, eso iba a crear problemas. ¡Un cuadrado amoroso! Todos disputándose la atención de Lyserg... uf...

En ese momento arribó Pilika, algo tarde. Parecía satisfecha consigo misma y saludó alegremente con un "Buenos Días" a todos los presentes, sin mirar a Suisei. Se sentó junto a Manta y comenzó a conversar con él mientras devoraba el desayuno con bastante apetito.

- Pilika ha hecho algo, Anna... - le susurró Yoh a su prometida.

- Eso sin duda. Parece el gato que se zampó el canario. ¿Qué habrá hecho?

Todos terminaron de desayunar, menos Horohoro y Len, que prudentemente habían permanecido en la habitación conversando para no tener que verle la cara a Suisei y bajaron a la cocina cuando estuvieron seguros de que ésta había salido del comedor.

Un bocinazo sonó frente a la casa: Anna había tenido la previsión de llamar un taxi para que recogiera a la pelirroja, y ésta salió con todas sus maletas a cuestas, arrastrándolas hasta la entrada. El taxista la ayudó a poner un par en el maletero del auto, y sólo entonces la mujer subió al asiento trasero, llevando otra maleta y su neceser de maquillaje.

Lanzó una última mirada al porche de la casa, en donde se habían congregado Anna, Yoh, Manta, Ryu y Lyserg, aunque ninguno le hacía gestos de despedida ni nada por el estilo. Pero la pequeña ainu peliazul estaba acodada en la baranda, y la miraba con una maliciosa sonrisa de satisfacción.

Suisei frunció el ceño. Algo andaba mal.

El taxi arrancó y comenzó a rodar cuando a la pelirroja se le ocurrió abrir su maleta y su neceser, y un atronador bramido de furia alcanzó los oídos de los que estaban en el porche mirando cómo el taxi se alejaba.

Pilika sonrió, complacida.

Próximo capítulo: Blanco y rojo

N.A.: Len y Horo estaban conversando, mentes perversas, ¿me han entendido? Hay quien me ha dicho que no manche y que la termine ya xD, pero yo me estoy divirtiendo mucho; además, no creo que manche demasiado xq calculo que en siete caps se acaba. La verdad es que me va a doler acabar con la diversión, aunque tenga un par de historias en proyecto + la de YGO que ya está publicada y corriendo y que es de un género muy distinto a ésta ^^.

Gracias a mis queridos reviewers: Misao (sólo tienes que saltarte esas partes xD), SaKKuRi Lee, Aya K (ya caigo ^^, Aya Fujimiya es mi personaje favorito de Weiss Kreuz, tengo una page de esa serie), Dark-Sama (de las hormonas ya hablamos xDDD), Anna15, Asuka de Black (mujer, es que con tanto cambio de nombre no me hallo xD), Yuta, Amber (aún no sabemos por quién se va a inclinar Lyserg; aprovecho para decirte que Continuous está genial, ya no puedo esperar... adoro a Mina e Índiga ^^), Layla Kyoyama (habrá que ver xD, y el fic de Slayers aún no lo publico en ninguna parte porque no acaba de convencerme lo que llevo hecho), Haruko Haruhara (ya ves, no se sabe), Lourdes Ariki (bueno, lo de Horo fue terrible según el punto de vista... pobrecito), Nakuru Tsukishiro, Yuina-chan (no te preocupes, no estoy a favor del Tamao bashing xD), Chocolana, Jk, Maru Kazegami, Dr. Innocentchild, Silver (vivo cerca de la mítica Playa El Agua ^^), Silver Lady (jaja, y tu hermana que es fan de L/T...), Jyn.EXE (no me molesta xD, es una telenovela a la que le he quitado los ingredientes que tanto me molestan en las que pasan por la tele xD), Hidrazaina (todo eso que dices está ya más o menos calculado, y algo incluso está escrito ya, lo que pasa es que voy poco a poco porque me gusta este ritmo ^^), Brenda-chan, Niky-chan, Suisei (pa eso entre otras cosas era la ducha, mujer xDDD; y respecto a Lyserg, ya ves... habrá que esperar, porque eso viene y viene sabroso ^^,) y Sonomi (gracias de nuevo... falta poco ya ^^).