El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

XXX

Blanco y rojo

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Después de la partida de Suisei todos respiraron con algo de alivio: al menos uno de los elementos perturbadores había abandonado la casa Asakura. Todos entraron de nuevo a la casa, y Anna se acercó a Pilika, que exhibía una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Qué 'regalito de despedida' le hiciste a Suisei, Pilika?

- ¡¡¡Eso es un secreto!!! ^^* - la peliazul le guiñó un ojo y blandió el dedo índice en un gesto de negación - Pero no seré tan mala como para no darte pistas... digamos que su linda ropita de diseñador sufrió un pequeño 'accidente'... le dejé algunas 'mascotitas' de recuerdo... y además sus botellitas de perfume y cosméticos llevan algo de piquete para que no me olvide, jijiji...

Anna sudó de vergüenza ajena al ver la faz regocijada de la joven ainu, pero no pudo evitar sonreír un poquito al imaginarse la furia de la peliteñida.

- Pensaste en todo esta vez, ¿eh?

- Claro. Si uno de los 'regalitos' falla, alguno de los otros le hará el quite...

- Bueno, al menos la hemos sacado de la casa, es algo que me alivia - murmuró la itako.

Después de despedir a Yoh y hacer un par de llamadas, Anna enfiló hacia la cocina. Allí encontró a Len y a Horo sentados a la mesa: el primero comía lenta y ceremoniosamente de un plato al estilo gourmet (es decir, con un poquito de algo dispuesto artísticamente para manchar el plato), mientras que el segundo devoraba un platón de comida como un cerdito -. ¿Cómo te sientes, Horohoro? - preguntó amablemente.

- Mien, Aba, asiash - alcanzó a contestar, sin dejar de comer.

- Manta me dijo que Fausto ya llegó de Alemania, así que lo llamé. Va a venir en el transcurso de la mañana a encargarse de tu... ejem... problema capilar.

- Bedo sho... - el shaman trató frenéticamente de tragarse todo lo que tenía en la boca para poder hacerse entender - oye, sé que es buen amigo de la casa y todo, pero algunas veces todavía me asusta... ¿estás segura de que...?

- No seas mal agradecido y necio, Horohoro. Fausto es un médico perfectamente competente y profesional que ha salvado más de una vez el pellejo de algunos de ustedes; no es su culpa que lo hayamos conocido en el peor momento de su vida, ¿entiendes?

- Anna tiene razón - apuntó Len, sin apartar la mirada de su plato, y Horo suspiró, derrotado.

- Está bien. Gracias, Anna; lo estaré esperando.

- Bien. Yo tengo que irme ya, así que dejo a Pilika encargada - le advirtió.

- Espera que te llevo - dijo el shaman de China, terminando rápidamente con su desayuno y poniéndose de pie.

- No es necesario... - dijo la itako, mirando a Horo; pero Len ya estaba decidido.

- Claro que sí. Loroloro, aquí presente, va a enfrentar solito al doctor. No voy a quedarme a sostenerle la mano mientras el doctor lo examina, porque se puede mal acostumbrar y así no se le va a quitar lo cobarde - dijo con firmeza. El ainu lo miró con algo de rencor.

- Gracias, papá - se mofó, retador.

- De nada, hijito - repuso el chino con elegancia, dejándolo enfurruñado.

Pilika, que acababa de entrar, estaba haciendo gestos de aprobación al escuchar las palabras de Len.

- Ay Len... no sabes tú de misa ni la mitad; este grandote es un cobarde de primera. No has de ver cómo se pone cuando tiene que ir al dentista... - comentó, zumbona.

- ¡¡¡BASTA YAAAA!!! - exclamó el ainu, poniéndose rojo - Qué, ¿van a aliarse en contra mía?

- ¡¡Pero si es por tu bien, zoquete!! Hay que ver la clase de hermano que me gasto...

- Cuando venga de la oficina en la tarde pasaré a ver qué tal te fue - dijo Len, y con toda la cachaza del mundo frotó cariñosamente los mechones pegoteados en la cabeza del ainu, haciendo que el rojo de su cara se tornara morado.

- ¡¡¡EEHHH!!! ¡Que no soy un perro!

- Entonces deja de ladrar - tranquilamente, el shaman de China hizo mutis, no sin que antes todos fueran testigos de la amplia sonrisa maliciosa que le iluminaba el rostro.

Anna recogió sus cosas, pasó por la cocina dando instrucciones de último minuto a Tamao, y siguió al joven hasta el auto. No fue sino hasta que llevaban ya varios minutos en la carretera que Len habló, habida cuenta la inusual quietud de la itako.

- Algo ha pasado, ¿eh? Horo me contó lo de Suisei ayer, pero nada más; supongo que pasó algo y es lo que te tiene tan pensativa...

- Estuvo a visitarnos una tipa, amiga de la infancia de Yoh - dijo Anna secamente, pasando a contarle a grandes rasgos el episodio de Sumire -... pero ya le dije a Yoh que tiene que ser claro y ponerle los puntos sobre las íes, porque si no lo hace vamos a tener un problema.

- Vaya... conque Sumire, ¿eh? Con todo lo que ha pasado entre Horo y yo he estado un poco perdido en el espacio respecto a lo tuyo, vas a tener que ponerme bien al día... pero quién iba a imaginarse que iban a surgir problemas entre ustedes estando la boda tan cerca...

- A cinco días, para ser exactos - masculló Anna.

- Y... ¿no estás nerviosa?

- ¿Porqué habría de estarlo?

- Porque todas las novias se ponen nerviosas cuando la boda se acerca. Es uno de los días más importantes de sus vidas - dijo Len, lógicamente -, claro que en tu caso estoy haciendo una pregunta más que necia, porque sé que no lo admitirías aunque estuvieras muriéndote de la ansiedad.

- En eso tienes razón - dijo fríamente, y luego suspiró -. Argh, me toca pasar por la casa de los abuelos a ver por fin qué diablos voy a ponerme...

- ¿A estas alturas no lo sabes?

- Claro que lo sé; lo que pasa es que aún no he tenido tiempo ni ganas de ir a verlo. Verás... en la ceremonia oficial voy a usar el shiromoku que en su día usó la señora Keiko, la madre de Yoh; es una especie de tradición familiar...

- ¿El qué? - preguntó Len, confuso.

- Así se llama el kimono de bodas. Por eso no me he preocupado en buscar nada, era algo que estaba decidido desde el principio. Pero para la recepción tengo que usar uno o dos vestidos más, y por eso he llamado esta mañana a Jun para que me acompañe a escogerlos; tu hermana tiene muy buen gusto para la ropa - se sonrojó de pronto al recordar el conjuntito de lencería que le había regalado la joven Tao, y lo que pasó cuando lo usó.

- ¿Más vestidos? ¿Para qué?

- Son cosas de la tradición, Len; es largo de explicar. Supongo que ustedes allá en China tienen también un montón de tradiciones raras para las bodas.

- Vale, prefiero no ahondar en eso - una sonrisa apareció en el rostro del joven -, supongo que por mucho que peleen, a estas alturas ya no vas a cambiar de opinión, ¿verdad?

- No seas idiota - los ojos oscuros de la chica mostraron un brillo casi asesino -, yo no voy a cambiar de opinión y él tampoco lo hará. Y pobre del que quiera meterse en el medio.

- Uy... no creo que nadie que te conozca se atreva, Anna...

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Fausto llegó a media mañana, acompañado por su inseparable Eliza. Horohoro tuvo que admitir que el tipo, ahora que no usaba maquillaje ni vestía con extravagancia, resultaba perfectamente normal. Iba vestido de blanco, como siempre; pero usaba ropa común y corriente, nada de pantalones de montar, ni sombreros ridículos, ni botas.

Sin embargo, el joven no podía evitar temblar ante la perspectiva de que lo tocara, y no precisamente por la historia pasada del buen doctor. Aunque no quería admitirlo ante nadie, le tenía un pavor casi patológico a los médicos de cualquier clase; como Pilika bien había dicho, tratar de que fuera al menos al dentista era una hazaña de la que sólo ella era capaz.

- Hola - saludó amablemente Fausto, y dedicó unos momentos a cada uno de los presentes antes de acercarse al ainu, que estaba sentado en el suelo, e inspeccionar el estado de su cabeza con el tacto delicado y eficiente tan propio de su profesión.

Horo estaba más que pálido. Al mirar a su alrededor, vio que todos los de la casa habían venido a presenciar el 'magno' suceso: Pilika, en un rincón, se partía de risa viéndole la cara; Lyserg, Tamao y el silencioso señor Takehito lo observaban con curiosidad; y Ryu trataba a duras penas de contener la risa.

El ainu no aguantó más.

- ¿¿¿¿¡¡¡QUÉ CREEN QUE ES ESTO!!!???? ¿¿¿UN MALDITO CIRCO??? ¡¡¡¡¡FUERA!!!!!

- Pero hermanito... estamos aquí para darte apoyo moral en este momento tan difícil... - arguyó Pilika, casi sin poder respirar por la risa que la sacudía.

- ¿¿¿APOYO MORAL??? ¡¡¡APOYO MORAL UN CARAJO!!! ¡¡¡LO QUE QUIEREN ES REÍRSE A MIS COSTILLAS!!! ¡¡¡FUERA!!! - vociferó el joven, ya fuera de sí. Fausto, viendo lo agitado que estaba, les hizo señas a todos para que salieran de la salita.

Asombrosamente, aunque con caras de desilusión, todos le obedecieron. Fausto abrió el maletín que llevaba y sacó de éste una especie de capa plástica, una esponja, una pequeña brocha y un frasco contentivo de un líquido turbio cuya apariencia se le antojó dudosa al ainu.

- ¿Qué es eso? ¿Para qué sirve?

- Es un solvente suave. Vamos a tratar de salvar lo que te quedó de cabello para no tener que raparte la cabeza - le explicó el doctor con paciencia, poniéndole la capa plástica alrededor de los amplios hombros, embutiéndose las manos en unos guantes de goma y mojando la brochita en el líquido, para luego acercarla a la cabeza del chico. Éste se alejó un poco, asustado.

- ¿Porqué usas guantes? ¿Me va a arder? ¿Es corrosivo? ¿Pica? ¿Duele?

- Puede que arda un poco, pero no es corrosivo ni venenoso - Fausto no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que Horo estaba temblando como una hoja -. Los guantes son una precaución que siempre uso en mi profesión.

- ¿Crees que el pelo volverá a crecer?

- Estoy seguro de ello. Ahora déjame trabajar, a ver si logro que no quedes calvo, ¿vale? Y no tengas miedo... sabes que sería incapaz de hacerte daño.

Horo asintió, nervioso, fijando su mirada en la sonrisa maternal y tranquilizadora que Eliza le dedicaba.

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Entretanto, Pilika, al no poder espiar ni de lejos lo que ocurría a su hermano, fue a sentarse en el borde del porche y se dio a la metódica tarea de deshojar un arbusto, ya que no tenía nada que hacer. Se sorprendió cuando una voz cálida y amable se dejó escuchar a su lado.

- ¿Puedo sentarme? - era Lyserg, tan cortés como siempre. La joven ainu asintió y el chico se sentó a su lado.

Ostras... estaba sintiendo algo raro en el estómago. De pronto se puso nerviosa, temiendo que algún sonido proveniente de su barriga llegase a los oídos del inglés, avergonzándola. ¿Porqué se sentía así, como con un nudo en la boca del estómago? Había hecho un desayuno normal, ella no era tan tragona como su hermano, y se había sentido especialmente bien toda la mañana, satisfecha con su pequeña venganza de despedida hacia Suisei.

A menos que... no, no, no era posible.

- Estás preocupada por Horohoro, ¿verdad? - el joven sonreía comprensivo, viendo cómo todas las emociones se retrataban claramente en el rostro de la chica.

Oh-oh. Esas no eran mariposas en su estómago, no. Eran pájaros, y pájaros enormes. Maldición, ¡eran BUITRES! Porque no había manera de explicar la forma en la que todo se estremecía dentro de ella al contemplar la devastadora sonrisa de Lyserg. Ese chico era demasiado atractivo, caramba, debería estar prohibido que alguien pudiera tener ese efecto en la gente; era peligroso...

- Claro - logró contestar -, es mi hermano, y aunque no parezca, lo adoro.

- Pero sí parece. Es más, es evidente. Tienen una relación muy especial - de pronto el rostro juvenil mostró una expresión un tanto melancólica.

- ¿Tú no tienes hermanos? - preguntó ella de pronto, sin pensar. Él movió la cabeza en señal de negación.

- No. Mis padres murieron cuando yo era niño, mucho antes de que conociera a Yoh y a los demás.

- Ooops, no sabía. Lo siento.

- No hay problema. Aún me duele, pero son cosas que el tiempo y la lucha diaria te ayudan a aceptar y a superar - dijo el joven con firmeza.

- Eres un buen chico - dijo Pilika, con afecto, y Lyserg la miró sorprendido.

- ¿Bueno? No soy tan bueno como crees. Hice muchas cosas malas de las cuales me arrepiento, y le he hecho daño a muchas personas sin que me importara; al menos en ese momento no creí que me importara. He estado equivocado muchas veces - de pronto, se echó a reír -, además, no tengo tan buen carácter como aparento... tengo ideas muy fijas, puedo ser muy rígido y muy terco, y a veces se me vuelan los tapones literalmente y veo rojo. He aprendido a controlarme, pero no siempre soy efectivo...

- Es normal que a uno se le vuelen los tapones de vez en cuando. A mí me pasa con frecuencia, y no por eso me considero una mala persona; simplemente, es mi forma de ser y no trato de ocultarlo, ¿para qué tendría que hacerlo?

Los ojos verdes miraron a la ainu con respeto.

- Tienes razón, uno debería poder ser libre de expresar lo que siente. Lo que pasa es que a mí no me gusta sentir que pierdo el control sobre mí mismo... para mí es algo desagradable si siento que no puedo comportarme con propiedad.

- Pues debes tener una gran cantidad de frustración adentro, hijito - le soltó Pilika, en tono ligero; el inglés se sobresaltó un poco ante el comentario abierto y directo -; digo, no se puede vivir así, tragándose todo lo que uno siente. Mira a Anna... apenas ahora está aprendiendo a mostrar algo de lo que siente, y eso porque no puede evitarlo.

- Creo que estoy muy frustrado, sí - concedió el chico, pensativo -. ¿Cómo es que sabes tanto de la gente, Pilika?

- Yo no sé nada de cierto, pero sé observar y soy buena adivinando - le guiñó un ojo con picardía. Lyserg se echó a reír y los pájaros enormes volvieron a danzar en el estómago de la chica, a la par que un extraño calorcillo invadía su cuerpo.

- ¡Malditos pájaros de la...! - se dio cuenta de que había hablado en voz alta cuando vio la faz asombrada del inglés. Sintió que se sonrojaba, y eso no era algo que sucediese a menudo - Lo siento, a veces mi boca se dispara sin pedirle permiso a mi cerebro...

- No sé en qué estabas pensando, pero te veías muy graciosa - dijo el joven, sonriendo de nuevo -, ¿qué era eso de los pájaros?

- Unos buitres que... mejor no te cuento. Me tomarías por loca, y aunque a veces lo parezca no lo soy - suspiró -, creo que voy a enfermarme. Me duele el estómago.

- ¿Quieres que vaya a buscar algo que te calme el dolor? - su preocupación era evidente, pero Pilika no cometió el error de creer que había más que eso en las profundidades de los claros ojos verdes.

- No, no, ya se me pasará. Gracias por preocuparte - le dijo dulcemente, sonriendo. De un salto se puso de pie, tratando de alejarse de la que ahora sabía que era la fuente de su perturbación -. Vamos a ver cómo le ha ido a mi pobre hermano. Ojalá no haya quedado tan pelado como me imagino...

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Lentamente y con mucha delicadeza, Fausto fue trabajando mechón por mechón del corto cabello negro para liberarlo del pegamento. Fue una tarea que duró casi tres cuartos de hora, gracias a que el ainu a cada rato hacía que se detuviese para hacerle las mismas preguntas una y otra vez, y además porque se retorcía de los nervios como un gusanito, entorpeciendo la labor.

Al fin, Fausto respiró aliviado, y guardó sus bártulos.

- Ve a lavarte la cabeza, anda.

- ¿Ya? ¿tan rápido? - el rostro del joven se iluminó de alegría.

- Pudo haber sido más rápido si no hubieras interrumpido tanto. Ve, ve a lavarte la cabeza.

- ¿Con jabón? ¿Con champú?

- Con lo que tú quieras, ¡pero ya!

El ainu salió de la salita como una exhalación, y todos los que habían estado afuera esperando volvieron a entrar, con excepción de Pilika, que siguió a su hermano.

- Bien, al menos logré salvarle el poco cabello que le quedaba... pero vaya que ha sido agotadora la tarea que me encomendó Anna. No sabía que Horo le tuviera fobia a los médicos.

- A lo mejor Pilika lo sabe... pero no dijo nada; al menos, no a nosotros - comentó Ryu, como siempre parado estratégicamente junto a Lyserg, que procuraba pasar de él y no ponerse nervioso con su cercanía y sus exageradas expresiones de afecto.

Para ello, procuraba entablar conversación con la otra persona que tenía más cerca, que como siempre era nada menos que la muy rosada Tamao. La casualidad, o lo que fuera, siempre la ponía al lado del inglés; y como éste hablaba con ella, la chica lucía complacida y azorada a la vez.

Cuando Horo volvió a la salita, lucía bastante diferente. El corto cabello negro quedaba erizado sobre su cabeza y le daba un aspecto mucho más rudo, además de que las vendas y banditas que tenía por todas partes contribuían a darle la imagen de un peleador callejero.

Su hermana venía a su lado, contenta.

- ¿No es adorable? ¿Verdad que luce como todo un gamberro?

- Piliiiiiiikaaaaaa... - se quejó amargamente el ainu.

- No te quejes, zoquete; al menos te ha quedado algo de cabello. No te imagino andando por ahí rapado como Kojak, y a buen seguro a ti no te hubiera gustado tampoco. A ver, ¿ya le has dado las gracias al doctor Fausto?

- No - se sonrojó levemente -, muchas gracias, Fausto. Perdón por... estooo... haberme puesto un poquito... ejem... difícil.

- No fue nada - repuso amablemente el rubio -, pero tienes que tratar de superar tu fobia a los médicos, ¿qué pasaría si tu salud realmente se ve en peligro? Los nervios por tu miedo podrían empeorar tu estado...

- Lo sé, lo sé - dijo avergonzado el chico, rascándose la cabeza.

- Te recomiendo que evites hacer eso al menos por un par de días...

- ¿Hacer qué? ¿Qué cosa?

- Rascarte la cabeza. Tienes el cuero cabelludo muy sensible todavía, y puedes hacerte sangre si usas las uñas. Mantén las manos lejos de tu cabeza, ¿vale?

- Vale.

Tamao recordó a tiempo las instrucciones de Anna e invitó tímidamente al doctor a quedarse para el almuerzo.

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Anna salió de sus clases a media tarde y se reunió con Jun en el centro. La exuberante joven china la saludó con besos en ambas mejillas, y ella misma parecía la novia de lo emocionada que estaba; contrastando con la faz de la itako, inexpresiva como siempre.

- ¡Qué bueno que me llamaste, Anna! Me honra que hayas pensado en mí para ayudarte a escoger el vestido para la recepción, lo que me extraña es que no lo hayas hecho antes...

- La casa ha estado algo... agitada, y además he tenido mucho que hacer. Tengo que ponerme al día con todo lo que falta, y sólo me quedan cinco días para hacerlo.

- ¿Lo de la ceremonia ya está listo? - preguntó Jun, mientras caminaban hacia uno de los centros comerciales.

- La abuela de Yoh se ha encargado de eso, y creo que van a instalar un altar provisional para la ceremonia un día antes. Yo he dejado los arreglos para la recepción en manos de Manta y estoy seguro de que hará un buen trabajo; es un excelente organizador... además, como todo será en casa, no tenemos que preocuparnos por buscar un salón de banquetes ni nada parecido.

- Y... ¿la luna de miel?

- Hum... de eso se está encargando Yoh, me dijo que iba a ser una sorpresa. Yo sólo espero que la tal 'sorpresa' sea agradable, porque si no, voy a tener que estrangularlo...

La rubia hablaba con el mismo tono calmado e incluso aburrido de siempre, pero los perspicaces ojos de Jun captaron el modo en el que la chica se aferraba al bolso que llevaba, algo muy poco usual en ella. Sonrió. Anna podía ser una experta en ocultar sus estados de ánimo, pero los nervios prenupciales comenzaban a hacer de las suyas y un ojo entrenado era perfectamente capaz de darse cuenta.

Recorrieron las tiendas durante un buen par de horas hasta que dieron con lo que Jun buscaba. Le costó bastante lograr que Anna accediera a probárselo, pero cuando la rubia salió del probador con cara de haber mordido un limón, llevando el vestido que la joven china había insistido en que se probara, se dio cuenta de que había valido la pena.

El flamante vestido era sexy pero sencillo y discreto: el corpiño era ceñido, sostenido por delgados tirantes, con escote en V en el frente y un atractivo escote en la espalda; la falda caía hasta sus pies con suavidad, con una abertura del lado izquierdo que ascendía casi hasta medio muslo y dejaba ver una torneada pierna. La suave seda roja abrazaba con delicadeza y gracia las curvas de la itako.

- ¡Espectacular! - Jun palmoteó de entusiasmo, aunque la propia Anna no parecía muy entusiasmada y no dejaba de mirarse al espejo buscando defectos en el vestido - Venga, Anna, ¿qué le buscas? ¡Es perfecto! No es exhibicionista, es elegante y sexy sin exagerar. ¿Qué más quieres?

- Es que... ¿no será demasiado? Digo, por el color, y esta abertura en la pierna que...

- Tú usabas vestidos cortos que enseñaban mucho más que eso - señaló la joven china, haciéndola enrojecer -; además, el color es perfecto. Tengo entendido que el blanco y el rojo son los colores de la buena suerte en este país, sobre todo en las bodas. Si fueras a ponerte otro kimono, tendría que ser rojo; así que, ¿qué tiene de malo que el vestido sea de ese color?

Anna suspiró; Jun tenía razón. La tradición exigía que para la ceremonia usara el kimono blanco, y que para la recepción se cambiara a un vestido o kimono de algún color brillante, preferiblemente rojo, y el vestido era perfecto. Además, ella no era fanática de los kimonos y no quería llevar más que el imprescindible; bastante trabajoso iba a ser ponerse el shiromoku, que de por sí era bastante pesado por la cantidad de capas que llevaba.

Y este vestido era muy ligero y cómodo en su elegante sencillez. Por algo había recurrido a Jun para que la acompañase: la joven tenía un excelente ojo para la moda y siempre daba con algo que le quedara bien. Era un vestido caro, pero valía la pena...

- Vale, tienes razón. Me lo llevo - volvió a entrar en el probador para quitárselo. Se tardó un poco mirándose al espejo antes de quitarse el vestido y ponerse su ropa habitual, así que cuando salió, Jun estaba ya en la caja pagando por algo que había comprado y que estaba ya empacado - ¿Qué has comprado?

- Cositas para tu luna de miel... es un obsequio - dijo, guiñándole el ojo y haciendo que volviera a ponerse como un tomate. Había varias bolsas sobre el mostrador y Anna se preguntó qué le habría comprado esta vez... como no fuera un equipo de cuero negro para una sesión sadomaso, se daba por bien servida - ¡Oh! Por favor señorita, ¿podría empacarme esta piezas aparte? Son para mí... - dijo, con una sonrisa pícara.

Las "piezas" que Jun había comprado para sí misma hicieron que a la itako se le subieran otra vez los colores al rostro: tangas y brassieres diminutos en verde, blanco y negro, un body de encaje negro que no debía de cubrir nada, e incluso un tanga dorado que tenía una campanita del mismo color colgando en un lugar estratégico, y que Jun hizo sonar con picardía antes de que la dependienta de la tienda lo metiera en una bolsa.

- Es bonito, ¿verdad? Y también original... así uno no se pierde, con una campanita como los gatitos mimados... - hizo un gesto mimoso que casi atraganta a la rubia.

No preguntes nada, Anna, se dijo la itako, colorada a más no poder. De pronto sintió ganas de reír al recordar lo que Yoh había dicho respecto a que Jun modelaba frente a Li Pai Long, y por un momento se imaginó lo que harían con el tanga de la campanita. Resultado: casi se ahoga.

- ¡Eh! ¡Tranquila, mujer! Venga, que todavía hay que comprar los zapatos - la incansable Jun tiró de su brazo, y cargadas con bolsas siguieron su recorrido por el centro comercial.

- ¿Puedo ver lo que compraste para mí? - preguntó Anna cuando, luego de comprar los zapatos a juego y un conjunto para el viaje, se sentaron en un restaurante a tomar café y comer pastelitos.

- N-O, no. Lo verás en tu despedida de soltera - dijo la joven china guiñando el ojo otra vez.

- En mi desp... ¿mi QUÉ? ¡De ninguna manera! ¿Qué estás tramando, Jun Tao?

- Venga, Anna... una pequeña reunioncita de chicas para darte tus regalos, nada más. Fíjate, llamé a Pilika y me dijo que estaría encantada, y que iba a decirle a Tamao para que nos reunamos sólo las cuatro en la casa...

- ¿¿¡¡Están conspirando a mis espaldas!!??

- ¿Conspirando? ¡¡No!! - la expresión en el rostro de Jun era demasiado inocente como para que Anna se tranquilizara - Además, los chicos también están planeando hacerle algo similar a Yoh... creo que nos repartiríamos la casa para hacer las dos fiestecillas...

- ¿¿¡¡Que Yoh también está metido en esto!!?? - la rubia parecía a punto de reventar de la indignación.

- ¡No, chica! Los muchachos van a decírselo hoy. Anda, Anna, no seas aguafiestas...

- Es una tradición occidental que NO me gusta. Además, sé que tramas algo y me late que voy a lamentarlo...

- Venga, por una vez en la vida que te casas y te hacen una pequeña fiestecita tus amigas... andaaaa... - Jun la miró con su mejor carita suplicante, con ojitos húmedos incluidos, y la itako cedió, a regañadientes.

- Está bien, pero si me haces una trastada te juro que voy a hacerte tragar el tanga ese que te has comprado con todo y campanita, ¿entiendes?

- ¡¡Gracias Anna!! Sabía que ibas a entrar en razón - la gran sonrisa de la joven hizo que una gran gota de sudor apareciera en la sien de la rubia -. Vamos. La siguiente parada es en casa de los abuelos de Yoh, ¿cierto? Venga, tomaremos un taxi.

- Sabes cómo son las costumbres de aquí, ¿eh, Jun? Te lo digo para que no vayas a decir alguna barbaridad frente a la señora Kino en especial, porque si lo haces la voy a tener fastidiándome cada dos segundos con la frase "esas 'amigas' que tienes"...

- Tranquila. Seré un modelo de silencio y discreción femenina.

En diez minutos estaban ya en la casa de los abuelos, que como siempre estaban reunidos en la sala; aunque esta vez estaba con ellos la madre de Yoh, una hermosa mujer de rostro triste y largo cabello oscuro que vestía también a la usanza tradicional.

Anna avanzó y saludó respetuosamente, presentando a continuación a Jun, que hizo una solemne reverencia y se mantuvo calladita y seria como correspondía a pesar de que la señora Kino le dirigía una mirada que más bien parecía un escaneo de su persona, el señor Yohmei le guiñaba un ojo y la señora Keiko la miraba con curiosidad.

Pronto las mujeres se levantaron, dejando a Yohmei solo en la sala. En la habitación consagrada de la casa, donde había un pequeño altar, un enorme baúl, tallado y dorado se encontraba en un rincón. La señora Keiko lo abrió con movimientos suaves y graciosos, sacando de él un voluminoso bulto envuelto en papel de seda que puso en manos de la señora Kino; ésta lo colocó sobre el baúl una vez que estuvo cerrado de nuevo y lo desenvolvió, revelando pieza tras pieza de pesada seda blanca ricamente bordada.

Jun lazó una exclamación maravillada al observar las exquisitas piezas del shiromoku salir una a una del papel de seda que las envolvía. Era una verdadera belleza de kimono, blanco como la nieve, y el hermoso trabajo de bordado, también blanco, le daba una textura única a la seda.

- ¡Qué belleza! - no pudo evitar exclamar al fin, y la señora Keiko la miró con una débil sonrisa.

- Me alegra que le guste, señorita Tao. La seda fue traída de su país, el kimono fue confeccionado aquí y yo misma lo bordé. Eran otros tiempos y yo era una joven muy tradicional.

Anna no dijo nada. Se limitó a recorrer con sus dedos la delicada superficie del kimono y a mirar a su futura suegra, midiendo las similitudes en estatura y peso que había entre las dos. Ella era apenas un par de centímetros más alta que la señora Keiko, pero tenía la misma constitución delgada, así que el kimono debía quedarle sin problemas.

- Si es una tradición familiar, ¿cómo es que no usó el traje de la señora Kino? - preguntó Jun a Keiko. La señora Kino frunció el ceño, evidentemente considerando la curiosa pregunta como una impertinencia por parte de la joven china.

- Su shiromoku, lamentablemente, se perdió en un incendio en la que era su originalmente su casa - explicó Keiko mientras sacaba una gran caja blanca de un armario empotrado en la pared y procedía a envolver de nuevo el kimono en el papel de seda, metiéndolo en la caja. Luego le lanzó una mirada oblicua a la anciana -, por eso yo tuve que reinaugurar la costumbre con el mío propio. Tengo entendido que aquél había pertenecido a su abuela y que era mucho más grueso y con muchos más bordados que éste.

- Así es. Era muy bello - confirmó la mujer mayor, fijando su mirada en Anna -. Y tú, muchacha, ¿no vas a decir nada?

- Es muy hermoso, y me siento muy honrada de que me permitan usarlo el día de mi boda - dijo la itako, inclinándose ligeramente en una pequeña reverencia.

- Estás muy modosita y nada agresiva hoy... ¿qué te ha dado mi nieto para que estés tan mansita? ¿O acaso es algo que no debo preguntar?

Listo. La rubia, que hasta ese momento había conservado una impecable compostura con su pose fría y tranquila de siempre, se puso como un tomate. Keiko pareció algo incómoda y se sonrojó un poco, mientras que Jun tuvo que taparse la boca para no echarse a reír a carcajadas.

- Son los nervios prenupciales, señora Kino - comentó, haciendo un esfuerzo por tragarse la risa.

- Hum... lo que a Anna le falta de atrevida hoy, lo tienes tú en cantidades industriales todos los días, ¿eh? Así que tú eres la famosa heredera de los Tao...

- ¿Famosa? ¿Yo? Hombre, esto sí que tiene gracia - ya liberada, Jun se rió sin cortapisas.

- Eres muy bonita. ¿Qué edad tienes? ¿Veinticinco, veintiséis? ¿Porqué no te has casado aún?

- Será por lo impertinente; nadie me aguanta - dijo Jun con buen humor, aunque se había puesto seria de pronto. Anna comprendió que estaba manejando la situación lo mejor que podía, considerando que esa pregunta era muy delicada en cuanto a ella se refería. No era su culpa no poder casarse con la persona a la que amaba...

- Ya veo - dijo la anciana, captando el repentino brillo sospechoso en los ojos de la joven china, muy parecido al de las lágrimas contenidas. Para sorpresa de Anna, hizo gala de discreción y si tenía algún comentario más al respecto, se lo calló -. Bueno, Anna, ya he hablado con el sacerdote que va a oficiar la ceremonia, y con la gente que va a montar el templo provisional en la casa. Todo está listo; sólo faltaba que vinieras a buscar el shiromoku.

- Se lo agradezco, señora Kino.

- Bien, nos vemos el día de la boda. Puedes irte ya. Ah, y encantada de conocerte, joven Tao.

Jun hizo otra reverencia, y sin esperar a que le indicaran nada, tomó la gran caja blanca que contenía el kimono y le pasó las bolsas con la compra a Anna.

- Hasta luego, Anna. Señorita Tao - se despidió formalmente Keiko.

Ambas jóvenes salieron de la casa, y estaban ya en el jardín cuando escucharon una voz agitada que las llamaba. Al volverse, encontraron a una muy agitada Keiko, algo despeinada y jadeante por la carrera con el incómodo kimono azul que llevaba.

- ¡Anna! - la señora se acercó, su rostro iluminado por una sonrisa - Espero que no te hayas ofendido por el comentario... señorita Tao, por favor disculpe a Kino. Ella es un poco... especial.

- No hay cuidado - dijo Jun, encogiéndose de hombros.

- Yo ya estoy acostumbrada. Me incomoda, pero ya no me lo tomo a pecho - repuso Anna a su vez, tranquilamente. Se preguntó qué querría la madre de Yoh. La conocía poco, y lo que había visto de ella sólo le permitía especular: era una mujer muy tranquila, muy dulce y triste, que quería mucho a su hijo y que aún lamentaba la pérdida del gemelo de éste. No debía haber sido fácil para esta mujer perder a uno de sus hijos, y menos de una manera tan lamentable.

Sin embargo, algo de carácter debía de tener, puesto que había convencido a Kino de no forzar el cumplimiento del compromiso entre los jóvenes y dejar que ambos decidieran por su cuenta si se unían o no. Eso hablaba bien de su percepción y de su manera de pensar, además de su poder de persuasión, porque la anciana no era precisamente una perita en dulce y cuando se empeñaba en algo no había manera de sacarla de su idea fija.

- Sé que no hemos tenido oportunidad de hablar, Anna, pero quiero aprovechar que has venido - hizo una pausa y tomó las manos de su futura nuera, que la miró sorprendida -, para decirte que estoy muy feliz de que hayan tomado la decisión de casarse. Ya sabrás que fui yo la de la idea de no forzar una boda... quería asegurarme de que los dos estuvieran preparados y seguros de lo que sentían antes de dar ese paso.

- Ha sido lo mejor para los dos, sin duda - concedió la itako, gravemente.

- Kino tuvo muy buen ojo al escogerte para ser la prometida de Yoh: eres fuerte, capaz, decidida y hermosa.... pero yo, como madre, quería estar segura de que no estarías con él por deber o por costumbre; quería estar segura de que ambos se amaran. Quiero mucho a mi hijo, y tú sabes que su vida no ha sido fácil... por eso he querido que sea feliz, y ahora estoy segura de que lo será, porque tú lo quieres y él a ti - la dama sonreía, pero tuvo que soltar una de las manos de la joven para restañar una lágrima que resbalaba por su mejilla.

Jun, conmovida, lagrimeaba con ganas ante la escena y casi suelta la gran caja con el shiromoku para limpiarse la cara. La propia Anna no podía evitar que su rostro mostrara emoción.

- ¿Cuidarás bien de mi Yoh, como siempre lo has hecho, Anna?

- Siempre, señora Keiko. Siempre.

- Entonces ve. Nos veremos el día de la boda - depositó un beso maternal en la mejilla de la rubia e hizo una pequeña reverencia a Jun antes de volver por el camino hacia la casa con los pasitos cortos y apresurados que el kimono le permitía.

- ¡Que señora tan dulce! Tienes suerte con esa suegra - comentó Jun mientras abordaban otro taxi para que las llevara a la casa Asakura.

- Bueno... al menos equilibra las cosas con la señora Kino... - masculló la rubia, resignada.

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Todo parecía haber vuelto a la normalidad en la casa Asakura con la partida de Suisei; bueno, lo que podía pasar por normalidad en esa casa. Al mismo tiempo que Anna llegaba, acompañada por Jun, Len hacía su aparición para chequear el estado de Horohoro.

- Veo que les fue bien - comentó el joven, sus ojos amarillentos divertidos al ver la cantidad de bolsas que las chicas traían, así como la gran caja blanca que llevaba Jun.

- Pues sí - su hermana sonrió.

En la sala estaban Horo, Tamao, Lyserg y Ryu. Tamao tenía los ojos fijos en la novela rosa que estaban transmitiendo en la tele; Ryu tenía un espejo enfrente y ensayaba un peinado nuevo; Lyserg estaba en un rincón leyendo un grueso tomo, y el ainu estaba echado en el piso, ahora con su nuevo aspecto a lo gamberro, masticando un enorme sándwich como si se tratara de un bocadillo. Len no pudo evitar sonreír al verle.

Jun captó la mirada de su hermano, asombrada por la forma en la que su relación con el ainu era capaz de hacer que el estoico Len dejara que sus emociones afloraran a la superficie. Al mirar a Horo, los ojos dorados del joven chino brillaban con una mezcla indefinible de afecto, ternura y exasperación. Ahora era evidente su cariño por el ainu, quisiera o no.

Anna enfiló hacia su habitación, cargando la caja con el shiromoku y las bolsas que contenían sus nuevos vestidos y los zapatos a juego. Luego de dejar la carga, hizo un rápido recorrido de la casa para asegurarse de que todo estaba normal. Pero claro, no todo estaba 'normal', porque encontró a Pilika sentada en el piso de la terraza abrazando sus rodillas con aire pensativo y algo atribulado.

- Hey, ¿qué haces aquí tan solita? - preguntó sin pensar, sentándose junto a la jovencita, que se sobresaltó un poco al escuchar su voz.

Era muy raro que la pequeña ainu buscase la soledad voluntariamente; siempre andaba por ahí correteando, o conversando con alguien, o haciendo algo, pero siempre acompañada. Esta actitud retraída y pensativa era algo que definitivamente no iba con su regular forma de ser.

- Estooo... yo... - ¿Pilika falta de palabras? Algo andaba mal, definitivamente.

Anna no era precisamente una gran conversadora, pero de pronto sintió la necesidad de distraerla y hacer que confiase en ella lo que fuera que la estaba perturbando.

- Ya supe que tú y Jun han estado conspirando a mis espaldas para hacerme una despedida de soltera - comentó secamente, pero dejando que algo de diversión se colara en su tono. Pilika pareció aliviada de que la itako no le hiciera preguntas y de inmediato saltó al modo parloteo initerrumpido que era casi un estado automático en ella:

- Mujer, tenemos que hacer algo, no podemos dejar pasar la ocasión por debajo de la mesa, ¿no crees? Una no se casa todos los días, ¿eh? Será algo sencillo, al fin y al cabo hay pocas mujeres en esta casa, sacando a la que se fue esta mañana que de mujer tenía poco y de reptil mucho... sé que fuiste con Jun a buscar ropa para la boda, ¿me la mostrarás?

- Después de la cena vienes a mi habitación y te la muestro, ¿vale?

- Ok - de pronto, la ainu se quedó callada de nuevo y su carita volvió a adquirir esa expresión pensativa que no le iba, y la rubia ya no ocultó su preocupación.

- ¿Qué te está pasando, Pilika? ¿Ha ocurrido algo hoy en esta casa de lo que deba estar enterada?

- Hombre, como pasar, no ha pasado nada - la peliazul se mordió el labio inferior en un gesto de duda, pero luego sus límpidos ojos se fijaron en Anna, inquietos pero decididos -. Anna... hay cosas que quisiera preguntar pero no me atrevo a hacerlo a nadie que no seas tú... ¿puedo?

- Claro - la itako estaba intrigada.

- ¿Cómo supiste que estabas enamorada de Yoh? ¿Cómo sabe una de cierto que está enamorada?

Anna Kyôyama se quedó de una pieza, mirando a la ainu con sus ojos oscuros muy abiertos. ¿Qué le estaba pasando a Pilika?

Próximo capítulo: Vamos a platicar

N.A.: *Síííí, la frase marca registrada de mi personaje favorito de todos los tiempos, mi querido Zeros ^^. No me pude resistir, porque Pilika estaba tan pícara que encajó perfectamente xD. Perdón por la tardanza pero ayer no pude entrar a ff.net... este cap ha salido algo soso, como todo cap de transición; pero ya pasarán más cosas, chicos, porque tenemos ya la boda encima xDD. Esta semana, por alguna razón que desconozco, no recibí las revs en mi mail; así que pido disculpas a aquellos que dejaron y que no aparecen en lista, tuve que revisarlas por aki y estos fueron los que salieron...

Gracias a mis queridos reviewers: Aya K (gracias ^^... bueno, no tengo aspiraciones de ser una gran escritora, pero me gustaría ver publicado alguno de mis relatos originales algún día), Amber (hermanitas, uso Verdana que es la misma que usa ff.net, pero igual me vuela todo lo que hago centrado; fijo, todo me sale a la izquierda. Y lo de los 7 caps que quedan es un cálculo... igual me da por seguirle xD), Layla Kyoyama, Haruko Haruhara, Sol Himura (jajaja, a esperar, Sol), Nannerl, Lourdes Ariki (ésa era la idea xD), Sujey, Maru Kazegami, Nakuru Tsukishiro (entre este fic y los dos que ando escribiendo de YGO tengo trabajo pa rato), Jk (te confundiste, esa respuesta era para Silver. Respecto a lo otro, si te la digo te vas a desmayar xD. Lo buscaré para leerlo en cuanto pueda), Asuka de Black, Jessica y Anna Kyouyama, Naoki, Hidrazaina (¿verdad que es difícil imaginárselo pelado? Pobre... tranquila que vamos arreando), M.G. (conque te gusta Sumire, ¿eh? xD), Lain-chan (como vaya viniendo vamos viendo xD), Serenity-chan, Suisei (jajaja, sí, ahora muchos la van a extrañar... el miércoles seguro le sigo con otro cap de Dorado y cálido, nos vemos allá xD), An_na Asakura (pues sí, pobrecito; pero piensa que pudo haber sido mucho peor...).