El ganador se lo lleva todo
por Karoru Metallium
XXXII
Susurros
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- Cien a uno a que estás enamorada. Es eso, ¿verdad?
La ainu, tomada por sorpresa, casi se ahoga con un ataque de tos. El joven inglés, preocupado y solícito, palmoteó su espalda de la manera adecuada, ahuecando la mano y tocándola lo menos posible para que su gesto no resultara ofensivo.
Cuando se recuperó, ella lo miró con sus grandes ojazos llenos de recelo y desconfianza, a lo que él respondió con una sonrisa tímida que derritió literalmente la resistencia de Pilika.
- Oye, no quería ofenderte ni avergonzarte, ni nada por el estilo. Si no quieres no contestas, y ya...
- No estoy ofendida ni avergonzada. Sólo... me sorprendió que fueras tan directo, aunque debí haberlo supuesto porque yo sí que he sido muy directa contigo. Bah, igual te voy a contestar: no sé.
- ¿No sabes? - la miró con atención, alentándola a que continuara; pero no parecía haber nada más que curiosidad en aquellos ojos claros. La chica suspiró. Se sentía extrañamente calmada y a la vez nerviosa, en confianza y al mismo tiempo algo turbada; los pájaros aún aleteaban en su estómago, pero ya no le resultaba tan incómodo.
- Pues no, no sé. Oye... ¿tú tienes novia? - preguntó, atrevida, observando con deleite cómo un leve rubor coloreaba los altos pómulos del joven.
- No.
- ¿Y eso? Creo recordar que andabas con los soldados X y la tal Jeanne; al menos eso oí decir a Ryu... - el inglés la miró, sorprendido ante el comentario.
- Sí, formé parte de los soldados X, pero nunca tuve nada que ver con ella en ese sentido, por muchos motivos... tú no conociste a la doncella Jeanne, ¿verdad?
- Mmm... no sé, no recuerdo haberla visto, pero sí escuché hablar de ella - y lo que decían no era agradable, pensó Pilika, recordando a su hermano decir que se creía mejor que los demás, o llamarla abiertamente "zorra presuntuosa" -, no cosas buenas, debo decir. Mis disculpas si te ofende que diga esto...
- No me ofende - dijo Lyserg, divertido.
- ¿Alguna vez has estado enamorado?
- Ummm... no. Lo cierto es que no he tenido tiempo de tratar a ninguna chica por mucho tiempo, excepto la doncella Jeanne, y no creo que cuente porque la verdad es que me intimidaba; me han gustado algunas chicas, pero no ha pasado de ahí. Y antes de que lo preguntes: no, no me he sentido atraído hacia ningún chico - sonrió placenteramente, mientras la cara de Pilika pasaba del rosado al rojo.
- ¿Cómo sabías que quería preguntarte eso? - barbotó. No era fácil ver avergonzada a la joven ainu, pero en ese momento se estaba poniendo como un tomate.
- Porque es lógico: generalmente si a mi edad uno todavía no tiene novia las especulaciones están a la orden del día. No es que tenga algo en contra de ese tipo de relaciones, me parece que si son felices así pues está bien por ellos; pero a mí no me va, simplemente - hizo una pausa y sonrió ante la obvia incomodidad de Pilika -. Además, me figuré que has tenido dificultades para aceptar lo que hay entre tu hermano y Len, y eso hace que veas gays en potencia por todos lados.
Ahora sí se echó a reír abiertamente, puesto que la reacción de la chica ante sus palabras fue quedarse mirándolo con la cara muy roja y la mandíbula desencajada.
- Jamás imaginé que iba a tener una conversación así con nadie, y menos contigo - dijo, una vez que pudo cerrar la boca y recuperarse del asombro.
- Tampoco yo. Pero me haces sentir en confianza; tienes esa cualidad, por eso no me incomoda hablar de estas cosas contigo. Y bien, volviendo al tema original... ¿cómo puede uno saber si está enamorado o no?
- Yo le pregunté a Anna - contestó Pilika con su sinceridad característica, sin pensar -, y ella me dijo algunas cosas que me hacen pensar que lo estoy. Pero... no sé.
- Si resulta cierto, ojalá que el afortunado te corresponda - dijo Lyserg con simpatía al ver su carita pensativa -, pero creo que no debes preocuparte tanto por eso. Sólo el tiempo lo dirá, y no tiene caso que tortures tu cabeza y te deprimas pensando en lo que puede pasar y lo que no, es inútil. Te lo digo por experiencia propia...
- Pero ¡si me acabas de decir que no has estado enamorado!
- No lo he estado, no es de ese tipo de experiencia que te hablo. He sido especialista en estrujarme el cerebro y deprimirme inútilmente, y por eso te digo que no tiene sentido hacerlo; sólo acabarás con insomnio, dolores de cabeza y un humor absolutamente negro - su sonrisa deslumbrante volvió a iluminar la semipenumbra.
- Eres lindo - dijo Pilika de pronto, con sentimiento, haciéndolo enrojecer.
- Y tú eres un peligro, niña. No me había sonrojado tanto en toda mi vida como lo he hecho desde que llegué aquí, y tú has sido la responsable. No es que me resulte desagradable - añadió, al ver que la peliazul hacía un mohín de inconformidad -, pero se siente raro cuando me pongo como un tomate en público.
- Bueno, hagamos un trato: yo trataré de no soltarte impertinencias frente a los demás, y tú tratarás (con toda tu alma, por favor) de no llamarme niña, ni pequeña, ni cualquier otro diminutivo que se te ocurra. ¿Vale?
- Vale. - de pronto se estremeció: estaba empezando a soplar una ligera brisa fría, y su pijama no era precisamente la prenda adecuada para estar fuera - Venga, entremos y prométeme que ya no harás más excursiones nocturnas...
- Está bien - concedió generosamente la joven ainu. Lyserg la guió hasta su habitación, le dio las buenas noches y esperó a que ella entrara antes de irse a su propio dormitorio.
Al dirigirse hacia su futón, Pilika se dio cuenta de que aún llevaba puesto el grueso albornoz del joven inglés y se sonrojó. Él no le había pedido que se lo devolviera y ella no había recordado dárselo.
Se metió en su futón y dobló cuidadosamente el albornoz. Abrazándolo como si se tratara de un muñeco de felpa, se quedó plácidamente dormida.
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El amanecer despuntó y con él la rutina de todos los días en la casa Asakura. Anna había terminado de embutirse en una cómoda falda negra a media pierna y una blusa sin mangas del mismo color, y estaba peinándose cuando tocaron a la puerta y en el umbral apareció Yoh, con su sonrisa placentera de siempre.
- ¡Buenos días, Annita! - se acercó y le plantó un beso caliente que ella ni siquiera se molestó en fingir que rechazaba. Habían pasado ya demasiadas cosas entre ellos como para que la itako reaccionara con frialdad, al menos mientras estaban a solas.
- Buenos días - su voz era seca al contestarle, pero sus ojos oscuros brillaban de una manera que hizo que el shaman se estremeciera.
- ¿Hasta qué hora tienes clase? - preguntó, apoyándose en la pared mientras la observaba preparar sus cosas para salir.
- Hasta las tres.
- Entonces pasaré por ti a esa hora. Manta me ha prestado el auto...
- Con chofer incluido, espero - comentó la rubia, mirándolo de reojo. El muchacho hizo un gracioso puchero, como un niño malcriado.
- Pues sí, con chofer. Ya que no quieres que yo conduzca...
- No es que no quiera, Yoh. Estaré encantada de que conduzcas cuando hayas asistido a la autoescuela y aprendido a seguir las reglas; pero por ahora prefiero que no lo hagas. Eres pésimo, tienes que admitirlo - le dio la espalda y se inclinó a recoger su bolso, los mechones rubios ocultando la expresión de su rostro -. Además, no quiero que te pase algo por torpe y terco...
- Ya sé, ya sé - avanzó hacia ella y la abrazó -. Nos estamos poniendo muy tiernos últimamente, ¿eh? - murmuró, sus labios acariciando el cuello femenino.
- ¿"Tiernos"? - Anna escupió el término como si se tratara de una mala palabra, haciéndolo reír quedamente contra su piel.
- Sí, tiernos. Me alegra saber que te preocupas por mí - la itako sintió cómo el cuerpo apretado contra su espalda se estremecía por la risa silenciosa -. Oye Anna...
- ¿Qué? - murmuró ella, dejando caer su cabeza hacia atrás para ofrecer su cuello desnudo ante las caricias del joven.
- Hay algo de lo que no hemos hablado, y deberíamos. Sólo que me ha dado... ummm... algo de vergüenza.
- Pues éste no es el mejor momento; en unos minutos tenemos que desayunar y salir. Además, no podemos fiarnos de que no haya nadie cerca escuchando esta conversación... las paredes de esta casa tienen oídos.
- Lo sé; ya hablaremos de eso en algún otro momento, aunque no sé cuándo - suspiró, frustrado -. De todos modos tengo que preguntarte algo que no es tan privado: ¿te molestaría pasar parte de tu noche de bodas volando?
Los ojos de la rubia se agrandaron.
- ¿A qué te refieres?
- A que definitivamente NO vamos a pasar esa noche aquí, con el montón de gente pendiente de lo que hacemos, y NO me apetece pasarla en un hotel de la ciudad cuando podemos irnos directamente de luna de miel. ¿Tú qué piensas?
- Pues... tienes razón. Sería incómodo.
- Resuelto, entonces. Confirmaré las reservaciones - dijo Yoh en tono práctico, algo disminuido por la forma en la que su lengua acariciaba ahora la oreja derecha de su prometida.
- No pareces preocupado por la boda. Ni por la noche de bodas, ahora que lo pienso - comentó Anna, arreglándoselas para liberar una de sus manos y pellizcar suavemente uno de los brazos que la rodeaba.
- Claro que estoy preocupado, cualquiera lo estaría - ella pudo sentir de nuevo la risa agitando su cuerpo -, pero sólo porque será un día y una noche muy importantes para los dos y quisiera que todo fuera perfecto. La perfección no existe, pero estoy seguro de que todo saldrá bien al final. Lo que temo es que... - se detuvo, y un ataque de risa más fuerte lo estremeció, esta vez sonoramente.
- ¿Qué cosa? ¿Qué temes? - preguntó la chica con alarma; aunque no podía ver su rostro, sabía que el shaman se estaba divirtiendo de lo lindo.
- Lo que temo es que no lleguemos a esa noche, Anna. Quiero decir... "intactos", ya sabes - esta vez se rió a carcajadas, y ni siquiera el violento codazo que le acuñó la rubia fue suficiente para que se callara.
- ¡Eres el colmo! - trató de liberarse pero él la tenía firmemente sujeta.
- Vamos, Annita, ¡no vas a negar que hay algo de cierto en lo que digo! Cada vez que nos tocamos las cosas se ponen más y más calientes entre los dos, y conforme van pasando los días va haciéndose más y más difícil... - de pronto dejó de reírse y su respiración acelerada abanicó el cuello de la itako.
Su repentino silencio, más el calor de su respiración, hicieron que la chica perdiera el aliento de inmediato y abandonara sus intentos por soltarse. Era el hechizo que parecía envolverlos cada vez que estaban juntos y a solas... Yoh tenía toda la razón, cada vez que se tocaban el deseo surgía entre ellos incendiándolo todo, como una chispa en la hierba reseca por el estío.
Sus músculos se tensaron mientras él la abrazaba, y casi sin darse cuenta giró la cabeza para que sus labios apresurados encontraran los de su prometido. El beso pronto se profundizó, los cuerpos presionados uno contra el otro con fuerza, como tratando de fusionarse en uno solo; ella lo sintió moverse contra su espalda, enviando estremecimientos de deseo por todo su cuerpo, y gimió roncamente dentro de su boca, el sonido descendiendo a un sollozo tembloroso.
El lugar, el momento, los ruidos, se desvanecieron en el fondo de sus mentes mientras se entregaban al puro deleite de estar juntos. La boca de Yoh abandonó la suya para explorar la delicada piel de su cuello, lamiendo, mordisqueando y besando, marcando un camino descendente que hizo aumentar el calor dentro de ella a tal punto que pensó que ya no podría soportarlo. Giró repentinamente en los brazos del shaman hasta encontrarse cara a cara, para volver a besarse apasionadamente.
Ella gimió otra vez, incapaz de controlar las reacciones de su cuerpo, sobre todo al sentir la excitación del joven presionada contra ella; movió las caderas hacia adelante, respondiendo al estímulo y haciendo que Yoh produjera un extraño sonido a medio camino entre un jadeo y un gruñido. Luego las manos masculinas se deslizaron por su espalda y su trasero, apretando la carne y descendiendo aún más para levantar su falda y deslizarse bajo ella, acariciando su piel desnuda. Las manos eran como hierros candentes sobre su piel, quemantes y deliciosas.
Dejaron de besarse y se miraron, los ojos oscuros tormentosos por la pasión, respirando con dificultad.
Justo en esos momentos, y haciendo gala de un inconsciente y especial sentido de la oportunidad, Tamao había decidido llamar a la puerta para avisarle a Anna que unas personas acababan de llegar. Al tocar, llamar y no recibir respuesta, abrió tímidamente la puerta para encontrarse con el espectáculo de una pareja muy abrazada, una falda muy subida, unas manos masculinas muy perdidas bajo la susodicha falda y un par de rostros enrojecidos que la miraron con inconfundible ira.
- ¡Ay! ¡Perdón! - musitó, avergonzada, volviéndose de espaldas.
Anna suspiró, soltándose del abrazo de Yoh y alisando su ropa con parsimonia, sin poder ocultar el rubor que teñía su rostro.
- Venga, ya puedes mirar. ¿Qué sucede, Tamao? - preguntó, con la voz algo ronca e inestable. Su prometido guardó silencio, retirándose a un rincón de la habitación y pareciendo de pronto totalmente concentrado en admirar una de las obras de Anna, que estaba sobre el buró. Sólo el tono enrojecido de su cara y los movimientos inquietos de sus manos, hundidas ahora en los bolsillos de sus pantalones, delataban su estado de intranquilidad.
- Ay señorita Anna... joven Yoh... yo llamé a la puerta, se los juro... - gimoteó apenada la chica del pelo rosa, hecha un tomate de roja y casi al borde de las lágrimas.
- ¡Está bien, está bien! ¡No te estoy culpando de nada ni te estoy regañando! ¿Qué pasa? - interrogó la rubia, impaciente.
- Ha-hay unas p-personas en la sala, dijeron que los envía la señora Kino para la instalación provisional del altar y todo eso de la ceremonia - soltó de carrerilla, casi sin respirar.
- Ah, ya. Pensé que no vendrían sino hasta mañana - frunció los labios en un gesto agridulce -; voy a llegar tarde a clases, pero ni modo. Tengo que hablar con ellos, diles que ya voy, por favor.
- Sí, señorita Anna - dijo sumisa Tamao, aún sonrojada, retirándose y cerrando la puerta de nuevo.
Anna escuchó a Yoh resoplar a sus espaldas y se volvió a mirarlo.
- ¿Ves lo que te acabo de decir? Por eso es que no podemos quedarnos aquí después de la boda... ¡parece que en esta casa la gente estuviera todo el santo día cronómetro en mano, calculando el momento justo para interrumpirnos! - el frustrado shaman se pasó la mano por los cabellos castaños, desordenándolos aún más. Una lenta sonrisa se extendió por el rostro de la itako, haciendo que el joven la mirara con suspicacia - ¿Se puede saber qué es tan divertido?
- Tú, cabezota. ¿No acabas de decir que no sabías si íbamos a llegar al día de la boda con nuestra... ejem... virtud intacta? Pues no deberías preocuparte, esto te demuestra que nuestros amigos se encargarán de que no suceda ningún 'accidente': es imposible pasar de ciertos límites estando ellos en la casa, ya ves...
- Puede que eso sea bueno, pero en estos momentos me parece muy cruel - se quejó Yoh, y Anna se echó a reír.
- Venga, pelmazo, ¿no tienes que ir a estudiar y trabajar? Yo tengo que encargarme de la gente esta del templo. Anda, muévete, ¡flojo!
- Vale, nos vemos en la tarde. Voy por mis cosas - suspiró el shaman, caminando hacia la puerta. La rubia le dio un pequeño beso y lo miró con aire crítico.
- Te sugeriría que primero te pases un peine por esa cabeza, Yoh Asakura...
Una enorme gota apareció en la sien del joven.
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Casi al mediodía, Jun Tao hizo una sorpresiva aparición en la casa. Pilika, a quien le había tocado abrir la puerta, se vio arrastrada hacia la cocina por la fuerte y escultural joven, que no dejó de reírse por lo bajo mientras tiraba de ella.
Tamao estaba sentada a la mesa de la cocina, esperando que el último de los platos que serviría terminara su cocción, cuando las dos jóvenes entraron y la sorprendieron. Se quedó mirándolas con los ojos muy abiertos, sobre todo cuando Jun cerró la puerta y se les acercó con aire conspirador.
- Chicas... conseguí a un chico fabuloso que está dispuesto a venir a bailar mañana en la noche, y ya tengo todo para la fiesta... un pastel muy especial - sonrisa traviesa, guiño -, y globos, y decoraciones, y bocadillos; hay una compañía que los hace con... ejem... formas especiales para la ocasión. ¿Qué les parece?
Les lanzó una mirada triunfal a sus oyentes: Pilika parecía estar sopesando sus palabras y tenía cara de duda, mientras que Tamao parecía completamente perdida en el espacio.
- ¿Tantos preparativos? Me parece mucho, al fin y al cabo no sabemos si la festejada está de acuerdo o no con esto... no sé, Jun - dijo la peliazul por fin, sobándose el mentón con aire dubitativo -, no creo que Anna vaya a permitir que metas gente extraña a la casa...
- Caramba, no puede ser tan aguafiestas, ¡es su despedida de soltera!
- Y no puedes traer un bailarín exótico... si Horo se entera de que he visto a un hombre desnudo (o casi), me mata, seguro...
- ¿F-f-fiesta? ¿B-bailarín e-exótico? ¿¿¿H-hombre D-DESNUDO??? ¿Q-qué está pasando aquí? - la pelirosada miraba a la una y a la otra, confundida y asustada.
- ¿Qué, no le has dicho nada a Tamao? - preguntó Jun, acusadora, poniendo los brazos en jarras.
- ¡Ay, no, es verdad! Se me olvidó... - la joven ainu enrojeció un poco.
- Verás, Tamao, le estamos organizando una pequeña despedida de soltera a Anna, y por supuesto eso te incluye, siendo una de las pocas mujeres que hay en la casa...
- Creo que mañana llegan más chicas para unirse a nuestras fuerzas; se lo escuché decir a Manta ayer - interrumpió Pilika, deseosa de ayudar. La pelirosada tenía los ojos como platos.
- P-pero... la señorita Anna no va a permitir ninguna fiesta...
- Ya le hablé de ello, y... digamos que la persuadí de aceptar - dijo la china con malicia.
- P-pero... una fiesta puede ser, pero eso del bailarín... y del d-desnudo... - Tamao se puso tan roja de sólo mencionarlo que Jun se preguntó por un momento la cara que pondría si realmente llegaba a ver al tipo bailando y quitándose la ropa. Eso si no se desmayaba primero.
- ¡¡Venga, no sólo ellos tienen derecho!! Sé que Ryu ha contactado a una chica, o chicas, para venir a bailar en la despedida de Yoh, ¡nosotras también podemos, caramba!
- Mira, primero habrá que ver si ella acepta, y me late que no lo va a hacer. Y no creo que la idea de que le traigan bailarinas a Yoh la ponga a brincar de alegría, tampoco - alegó Pilika con lógica.
- Ay no, sería una lástima que no aceptase... ¡tengo que convencerla! Sería un regalo estupendo. Tendrías que ver al tipo, Pilika, baila como los dioses y encima es un verdadero atraco de hombre: alto, rubio, con hombros anchos, y músculos... y caderas estrechas, y un trasero que...
Se dio cuenta de pronto que ya no la escuchaban: la peliazul, con la cara enrojecida, estaba dando palmadas en la espalda de Tamao, que estaba morada y parecía a punto de asfixiarse.
- ¡Venga, Tamao, respira! ¡Respira, chica, que te vas a ahogar!
Después de administrarle las terapéuticas palmadas y un vaso de agua, lograron que la chica volviera a respirar, aunque estaba evidentemente traumatizada por las palabras tan francas de Jun y sus ojitos eran aún un par de remolinos.
- Oye, Jun, creo que no debiste hablar así frente a ella - se quejó Pilika, que aún sostenía la cabeza de la pelirosada -, es que cualquiera puede ver que es muy tímida y... bueno, mojigata. Creo que ni siquiera ha pensado alguna vez en un hombre en términos de... vamos, de eso.
- ¿Y tú? ¿Has pensado alguna vez en eso? - el brillo malicioso volvió a los ojos de la joven china.
- Pues no - repuso la ainu, enrojeciendo un poco -, he tenido fantasías románticas alguna que otra vez, pero no de ese tipo, y por lo visto ella tampoco, a pesar de que es dos años mayor que yo. Lo que pasa es que ella es más... es menos... vaya, no sé cómo decirlo, pero nuestra Tamao no es precisamente espabilada; no es tonta, pero sufre de una despistitis aguda mezclada con toda esas porquerías que lee...
- ¿Porquerías?
- Ejem... novelas tan rosas como su pelo. Tiene una montaña de ellas en su habitación, las he examinado - enrojeció un poco más: estaba admitiendo haber hurgado en las cosas de Tamao -; todo muy romántico y dramático con insinuaciones de sexo pero ya sabes... cómo le diría... ¿light? En fin, de esa lectura se alimenta, y me parece que fantasea con eso en cada rato libre que tiene, y que cree que el mundo exterior es como aparece allí, ya sabes...
- Ah, ya, creo que lo capto: carrozas, encajes, volados, crinolinas, "te amaré por siempre", "nada nos separará" y heroínas que de tanto estar sobre su espalda tienen callos en el trasero, y tipos perfectos que tienen el...
- Vale, vale, veo que has entendido el punto - la interrumpió Pilika, enrojeciendo aún más -, conque conoces a bailarines exóticos, ¿eh? No quiero imaginarme qué clase de lugares frecuentas, Jun Tao...
- No te preocupes, que no estamos hablando de ningún tugurio, niña: se trata de lugares con clase... y siempre voy bien acompañada por Li - dijo Jun, guiñando otra vez el ojo. Miró a la pelirosada, que ahora sí daba muestras de estar regresando al reino de lo normal y parecía estar olfateando el aire con su naricita respingada - ¿Te sientes mejor, Tamao?
- ¿Eh? ¿Qué pasó? - la aludida se irguió, aún bastante atontada, y volvió a olfatear el aire - ¿Qué huele así? Huele como a quema... ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!
Tropezando con sus pies, que seguían bastante inestables, la chica se precipitó hacia la estufa, donde la olla con la sopa comenzaba a despedir un humo cuyo color nada tenía de saludable.
- ¡Terror! - suspiró Pilika - Se ha quemado la sopa... Horo va a chillar, seguro.
Jun se echó a reír.
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A las tres de la tarde, Anna estaba cansada y de peor humor que de costumbre. Había llegado tarde a clases gracias a la visita de la gente del templo, a los que por cierto había dejado trabajando en la casa (y de parte de los cuales había tenido que soportar la consabida y extensa charla prenupcial acerca de las tradiciones, etc.), y luego había tenido que comerse un bocadillo en lugar del almuerzo porque no le alcanzó el tiempo entre una clase y otra.
Para remate, la perspectiva de ver a Sumire no le hacía mucha gracia, por mucho que fuera una buena ocasión para dejarle bien claro a la mosquita muerta que Yoh tenía dueña. No soportaba a la chica, su sonrisa perenne le atacaba los nervios, y si veía los hoyuelos más de cuatro veces seguidas sabía que vomitaría lo poco que había podido comer ese mediodía.
Así que su cara estaba más inexpresiva y daba más miedo que de costumbre cuando Yoh, plus auto y chofer, llegó a recogerla para a visitar a los Akagi. El shaman miró de reojo a su prometida, que se había arreglado al salir de clases: llevaba puesto un pañuelo rojo alrededor del cuello para animar su atuendo negro, como solía hacerlo antaño, e incluso llevaba un toque de maquillaje muy discreto en honor a la ocasión.
- Esto... Anna... - empezó, vacilante, como si temiera que la itako le arrancara la cabeza de un mordisco - ¿estás molesta?
- ¿Yo? ¡Qué va! - le dirigió una sonrisa positivamente feroz, más para enseñar los dientes que para sonreír - ¡Si estoy encantada de ir a visitar a esa mosca muerta!
- Vamos, no te lo tomes así... ¿no habíamos quedado en que te divertirías un poco?
- Sí, "habíamos quedado"; pero este día ha sido pesado, he tenido que soportar una charla de hora y media acerca de cómo ser una esposa obediente y sumisa de acuerdo con la tradición, llegué tarde a mis clases y sólo almorcé un bocadillo porque no me dio tiempo...
El shaman hizo un esfuerzo por contener la risa al observar su rostro enfurruñado, pero no aguantó más que unos pocos segundos antes de echarse a reír a carcajadas, lo que provocó que Anna se pusiera como una fiera y lo agarrara por las solapas de la camisa para zarandearlo.
- ¿Porqué te parece gracioso, idiota? ¿Te parece gracioso el que haya pasado un día de perros y encima tenga que soportar a tu "querida amiga"? ¿Eh? ¿¡¡EH!!?
- ¡No, mujer! - logró decir el joven, ahogado por la risa - ¡Es que eso de la esposa obediente y sumisa es muy gracioso, en serio! Esa gente está loca, podían haberse ahorrado saliva... ¿obediente y sumisa? ¿¿¿¡¡TÚ!!??? ¡¡¡JAJAJAJAJA!!!
Tras unos segundos de lucha en los que Yoh Asakura casi termina estrangulado (ni siquiera las manos de la itako apretándole el cuello lograban que dejara de reír aunque no pudiera respirar), la mirada furiosa de Anna captó el interés con el que el chofer los miraba por el espejo retrovisor y lo soltó.
Sin mirar a su prometido, alisó las arrugas de su ropa y se sentó muy erguida en el extremo más alejado del asiento, pegada de la portezuela. Yoh tardó un par de minutos en recuperar el aliento, en parte por la risa y en parte por la falta de oxígeno de la que había sufrido, y cuando al fin lo logró se movió para estar cerca de Anna de nuevo.
- Lo siento, Annita - murmuró, con aquella humildad desarmante que siempre le daba resultados. La rubia resopló con disgusto, pero su enojo ya se estaba disipando rápidamente -. A ver, ¿no te parece graciosa la idea de que esos carcamales te dieran lecciones de obediencia, a ti que eres la persona más terca y voluntariosa que conozco? Bueno, aparte de Len, pero es que él es otra historia...
- No me parecía gracioso cuando tenía que escucharlos pensando que llegaría tarde a clases... además, tú no tuviste que oír las barbaridades que decían. Y ni hablar del libro que sacaron. ¡Y no pienso embadurnarme la cara de blanco!
- ¿Eh? ¿Es que tienes que pintarte de blanco?
- Según la tradición, sí. Pero me niego a ir vestida de blanco, y con la cara blanca... ¿te imaginas? ¡Mi piel es pálida y encima tengo el cabello claro! ¡Parecería un cadáver ambulante con todo y mortaja!
Estaba tan indignada y alterada por el detalle que Yoh no pudo contenerse; aún reía cuando llegaron al hotel en el que se alojaban los Akagi, un elegante edificio en el centro. Entraron al vestíbulo tomados de la mano como cualquier pareja de novios, y Anna dejó que él se encargara de preguntar por los huéspedes y que llevara la voz cantante en general; no estaba de humor para mostrarse mandona.
Los Akagi estaban hospedados en unas habitaciones del quinto piso, así que la pareja subió en el ascensor; la itako iba haciendo gala de su mirada más helada con cualquiera que se atreviera a mirarlos, particularmente si se trataba de alguna mujer fijándose en el alto y guapo shaman de cabellos castaños. Por el camino, tres o cuatro mujeres sufrieron el impacto de la mirada de la itako, que iba enfadada y alerta; Yoh, por su parte, se limitaba a reírse por lo bajo ante su custodia.
- Ya veo que estás divirtiéndote de lo lindo - masculló la rubia, enojada -, estoy comenzando a preguntarme si esto no será un truco tuyo para entretenerte haciéndome perder los estribos con la mosca muerta ésa... ¿qué esperas, una lucha en el barro? ¿Debí traerme el bikini? Como a los hombres les excita que las mujeres se peleen por ellos...
- Vamos, Annita, ¿crees que tengo la mente tan sucia? - el joven la miró, boquiabierto.
- La mente y todo lo demás, lo que pasa es que lo disimulas un poco mejor que el resto poniendo esa cara de menso - retrucó Anna, poniendo cara de póker -. Aquí es. Llama de una vez, que deben estar esperándonos... o más bien esperándote.
Apenas Yoh llamó a la puerta, ésta se abrió y una alta figura vestida de naranja pálido se le echó encima con la intención de abrazarle. Pero era evidente que no contaba con la presencia de la itako, y mucho menos con su rapidez de pensamiento y acción: en un segundo, Anna tiró con fuerza de su prometido hacia un lado, y la chica de naranja acabó abrazando el aire.
... lo que, por supuesto, hizo que perdiera el equilibrio y cayera de bruces en el pasillo alfombrado, en un remolino de tela naranja que dejó ver por un momento, además de un tobillo vendado, ropa interior estampada con naranjitas...
¿¿¿¡¡Naranjas!!???
La mano de Anna apretó la de su prometido como una garra. El shaman, que había estado a punto de soltar la risa de nuevo ante la caída de Sumire, casi brincó al sentir las uñas de la itako clavarse en su piel y le lanzó una mirada interrogante, recibiendo como respuesta una advertencia que no comprendió en el fulgor asesino de los ojos oscuros de la rubia.
¡Me corto una mano si esta zorra no estaba planeando enseñarle a Yoh su ropa interior! ¡Qué ridiculez! ¡Y qué descarada! ¡Es que la MATO!
Yoh puso una cara muy seria mientras extendía su mano libre hacia Sumire para ayudarla a levantarse, sin soltar la mano de su prometida (no hubiera podido aunque quisiera, porque el agarre de la chica era casi brutal).
- ¿Estás bien, Sumire? ¿Porqué te has lanzado así? Podrías haberte hecho mucho daño...
Los ojos oscuros de la joven, que estaba levantándose del piso con algo de esfuerzo, se agrandaron al fijarse por vez primera en la presencia de la itako, muy erguida y compuesta y agarrada de la mano de Yoh.
- Yo... - tardó unos segundos más en recuperarse, y haciendo uso de mucha fuerza de voluntad los hoyuelos reaparecieron en su agraciada cara, que aún conservaba algunas huellas de la famosa caída, cortesía de Pilika. Anna, que no había visto los resultados de la acción vengativa de la peliazul, observó con interés la nariz aún un poco hinchada y con rastros de morado y el par de rasguños en las mejillas, olvidando momentáneamente su furia - ¡Qué bueno que han venido a visitarnos! Pasen, por favor, mis padres los están esperando...
La dulzura en el tono de voz de Sumire era tan falsa como un billete de a tres, y la itako no se dejó engañar ni por un momento: las especulaciones de Yoh habían sido exactas hasta el último detalle, la chica no esperaba que él se presentase acompañado.
Y estaba furiosa. Confundida.
Anna podía sentir el desconcierto y la rabia que irradiaba la chica, y por un momento casi sonrió, divertida. La querida Sumire ahora iba a tener que tragarse su enojo y tratarla con amabilidad, en lugar de sostener la charla de doble sentido que seguramente había esperado tener con Yoh a solas. Zorra.
Si los Akagi estaban sorprendidos de verla acompañando a su prometido, no lo demostraron. Eran personas realmente agradables y los recibieron con gusto, a tal punto que la rubia llegó a sentirse muy cómoda en su compañía, sentada entre Yoh y la señora Akagi y manteniendo una agradable conversación con el jefe de la familia.
- Es un placer verte, Anna... ¿cómo vas con los preparativos para la boda? - preguntó la dama con curiosidad, pero tan delicada y amable que no resultaba ofensiva.
- Todo está casi listo.
- ¿Y no estás nerviosa?
- Lo estaba, pero ya no - repuso la itako, sonriendo un poco ante el encanto de la señora.
- Pues es un verdadero placer ver a una novia tan tranquila y segura como tú. Es un cambio agradable, más bien, porque en casi todas las bodas a las que he asistido me ha tocado ver a chicas torpes y/o llorosas - rió agradablemente, y la rubia ya se preguntaba cómo una persona tan amable podía ser la progenitora de alguien tan falso y rastrero como Sumire, que era aún peor que Suisei puesto que ocultaba sus intenciones.
La chica de los hoyuelos apenas si abrió la boca para contestar con monosílabos a su madre cuando ésta lo requería. Minoru Akagi estaba evidentemente enterado de las maniobras que su hermana planeaba, y estaba divirtiéndose de lo lindo con el desconcierto y la frustración de la chica, cosa que no se le escapó a Anna. El chico le caía muy bien, tanto que cuando en un momento de la conversación llegaron a intercambiar algunas palabras y él confesó que se aburría a morir en el hotel, ella lo invitó a visitarles, ante el asombro de Yoh.
El shaman apenas soltó su mano durante la hora y media que permanecieron allí, pero Anna por primera vez sintió que no había necesidad de estar pegada a él para demostrar que eran pareja; era algo más que evidente para todos, flotaba en el ambiente alrededor de ellos: Sumire no tenía nada que hacer ahí.
La seguridad de querer y ser querida era algo nuevo y delicioso, pero eso no significaba que iba a dejar de estar vigilante y alerta por si acaso...
- Bueno, ya debemos irnos - dijo Yoh, con su sonrisa tímida de siempre, capaz de derretir a las piedras o de enfurecer al máximo dependiendo de las circunstancias.
- Ha sido estupendo tenerlos por aquí, jóvenes - dijo el señor Akagi animadamente -, nos veremos el día de la boda, ya que Kino y Yohmei han sido tan amables de invitarnos...
- Faltaba más, ustedes son prácticamente de la familia - el shaman miró de reojo a su prometida, pero ésta sonreía apoyando sus palabras; su humor había cambiado para mejorar.
Después de intercambiar cortesías y despedidas, ante la impotencia de Sumire y el regocijo de Minoru, la pareja abandonó las habitaciones de los Akagi. Una vez en el ascensor, el shaman despachó a gusto sus inquietudes.
- No pensarás hacerle una trastada a Minoru, ¿verdad? Es un chico agradable...
- ¡Claro que no! ¿Por quién me tomas? Hablas como si yo fuera la malvada araña que invita a la mosca... el chico me cae muy bien, además es evidente que está en contra de las maquinaciones de su hermana. Porque lo tenía todo planeado, la muy...
- Lo dices por el despliegue de naranjas, ¿eh? - Yoh se rió por lo bajo, muy divertido. Anna, ya por costumbre, le dio un codazo para que guardara la compostura y se callara, ya que habían llegado al vestíbulo.
El gesto autoritario quedó anulado por un espectacular gruñido de su estómago, y la rubia se puso como un tomate de la vergüenza, aunque sólo su prometido había escuchado el embarazoso sonido.
- Pobrecita - la compadeció -, no comiste bien...
- Pues no, mastuerzo. Vamos rápido a casa antes de que me avergüence en público.
- Tengo una idea mejor - dijo el shaman, su rostro resplandeciente de buen humor - ¡Te invito una pizza!
Anna dudó. Aún estaban en el vestíbulo del hotel, y al mirar más allá de Yoh, una figura alta y delgada que lucía un gorrito blanco y un vestido verde llamó su atención.
- Oye, Yoh, ¿qué no es esa Suisei? - preguntó, y el joven se volvió a mirar en la dirección indicada; pero ya la elusiva figura había desaparecido de la vista de ambos - ¿Qué hará esa mujer aquí todavía? Ay no, lo que me faltaba... ahora tendré que preocuparme, seguro que está tramando algo en contra nuestra y...
- Venga, no te hagas mala sangre. Vamos a investigar, pero no quiero que te preocupes sin necesidad; lo más urgente por ahora es que comas, y así aprovecharemos de conversar a solas - sin más, Yoh tiró de su mano y la guió hacia el exterior, en busca del auto.
Anna tenía el ceño fruncido y su humor había cambiado de nuevo.
¿Qué era lo que estaba tramando la peliteñida?
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Ya que no tenía nada que hacer, puesto que Ryu había anunciado que se encargaría de la cena, una mustia Tamao acudió a abrir la puerta cuando llamaron. Le sorprendió ver en la puerta a un joven muy alto, de tez oscura y pelo cortado casi al rape, que iba elegantemente vestido y se le antojó vagamente familiar.
- Buenas tardes. Ésta es la Casa Asakura, ¿cierto?
- Pues sí... ¿y usted es...?
El joven se inclinó hacia ella y se quitó los anteojos oscuros que llevaba, examinándola de cerca con aire juguetón y atrevido. La pelirosada dio un paso hacia atrás, alarmada.
- ¡¡¡Pero miren nada más!!! ¡¡¡Cómo has crecido!!! Eres Tamal, ¿verdad?
- Mi nombre es Tamao, ¡TAMAO! - escupió la joven, molesta. Sólo entonces, gracias a la sensación de dejà vu, se dio cuenta de quién era la persona con la que estaba hablando. O, más bien, a quien acababa de gritarle -... esto... ¿Chocolove?
- El mismo que viste y calza. ¡¡¡Alégrense, niñas, que ya llegó por quien lloraban!!!
Próximo capítulo: Vive y aprende
N.A.: La semana pasada presenté la tesis (Yay!! Al fin soy libre, estoy contenta xDDD), por eso la tardanza, no he podido ocuparme de la historia... siento lo de las naranjas, pero recordé lo mucho que a Yoh le gustan y me pareció una ridiculez muy propia de Sumire (conozco gente así, se los aseguro xDDD). Gracias a los que dejaron review para el primer capítulo (YohxAnna) de mi nueva serie La Ley del Deseo, me alegro que les haya gustado el limoncito y prepárense que lo que viene será peor xD.
Gracias a mis reviewers: Serena (Pixy Stix! Aw, pal, SSDD, still no serious hanky-panky here xD), Haruko Haruhara, anna15, Cali-chan (lo pensaré xDDD. ¡Pobre Lyse-kun! Se ve que no le tienes gran cariño, pero el chico tiene cualidades aparte de su belleza... conque yuri P/T, ¿eh? Pero yo sé que tú escribes chévere, ¿porqué no haces uno? a mí nunca me ha salido escribir yuri, aunque no estoy en contra), Layla Kyoyama (cuchi cursi, ¿a que sí?^^), Rally (mmm... lemon ya verás. Ah, y me alegro que te haya gustado Dorado y Cálido xD), Yukino (gracias y bienvenida), Asuka de Black, Aya K. (gracias ^^), Lain-chan, Fany (y alguna más que viene y tendrás que saltarte pa que no te afecte, pero tranquis que yo aviso xDD), Amber (sí que me desquito y además verás mis razones para apoyar el S/J, creo que si lo lees te va a gustar a pesar de que son POVs xDD. Ese fic nació porque quería hacer algo de YGO sin violación... ese fandom tiene 734862 violaciones por página, no sé qué empeño tiene la gente en torturar a esos pobres chicos!), Jk, Hermione Potter (los hay, pero pocas tenemos la suerte de conocerlos xD), Souji-Hao, Viru-chan (gracias y bienvenida, primero tienes que escribir algo aparte y luego inscribirte aquí en ff.net para subirlo. S/S nunca me lo he planteado, porque aunque ellos me parecen muy cuchis de ahí me gustan Yue y Clow xDD), Sonomi (pronto ^^), Sol Himura (no te voy a decir porque ni yo lo sé, estas criaturas tienen vida propia xD), Annita, An_na Asakura (nunca molestas ^^), Suisei (ya ves que yo también he estado hasta las metras de trabajo, pero ya ando más desahogadita; y respecto al regalo que me hiciste, todavía se me caen las babas cada vez que lo releo, soy una asquerosa hentai xDDDDDD), Arthy (bienvenida!), Brenda-chan (saludos a ti y a Marita ^^), Jaisa-Kura (bienvenida, esto es ya oficialmente la telenovela sin hijos perdidos xDDD), Bonis (¿Ryu/Manta? OMG X_x. Lo de la sidestory ya va insinuado en este cap, la idea me gusta, gracias Bonis xD. Y si quieres ver algo de smut Y/A, mira en mi perfil y lee La Ley), Niky-chan (si no va aquí irá en el lado oscuro, no te preocupes xDDD), Darame (bienvenida, y perdona la tardanza ^^), Loreley (siii... calientes, en efecto ^^).
