Me adelanto un poco a la fecha de Halloween, pero bueno, creo que se entiende la idea de dónde viene este nuevo proyecto (no aprendo, ya sé). Espero que lo disfruten. Tal vez este primer capítulo no resulte tan shockeante como lo que tengo en mente para más adelante, así que a partir del próximo les sugiero cautela. Quizás sea esto lo más fuerte que haya escrito hasta ahora. Deséenme suerte en el caso que les agrade.

El concepto de "Loud House" y todo lo relacionado con el mismo pertenecen a su autor y casa productora: Chris Savino, VIACOM & NICKELODEON © 2016. El concepto original de la trama viene de la obra "Pet sematary" del autor Stephen King. La historia se realiza sin fines de lucro.


Sematerio de mascotas

1

Lana no dejaba de llorar en el regazo de Lincoln. El chico acariciaba su cabello resintiendo el dolor de su hermanita. Odiaba verla tan destruida, con el corazón roto. Frente a ellos, a un lado de la banqueta en el camino, estaba el perro callejero al que ella había solido dejar una ración de comida extra junto a la casa de Charles. Todo lo que Lincoln esperaba es que no hubiese sufrido y haya sido rápido, aunque tenía sus dudas. La sangre y las tripas estaban esparcidas por toda la entrada al jardín sobre la calle.

—¡Quién pudo haberle hecho algo así! —Lloriqueó la niña inconsolable.

—Alguien que no merece tener una licencia de conducir.

Fue todo lo que se le ocurrió responderle. Tuvo que ser por la tarde. Charles, desde la entrada de la casa junto a Cliff, gemía triste por lo sucedido. Se podría decir que también había trabado amistad con el perrito.

—Lana, por favor entra a la casa y llama a Lucy para que venga a ayudarme. Explícale lo que sucedió, ¿está bien?

La pequeña niña rubia de siete años gimió y obedeció.

—¿Quieres que lo recoja por ti?

El muchacho se sobresaltó al igual que Lana. No se dio cuenta en qué momento Lucy había llegado, o tal vez y no le sorprendería, desde siempre estuvo ahí y ninguno se había dado cuenta.

—Lo siento —se disculpó ella y su mirada se posó sobre los restos del pobre perrito—. Lamentable. Los inocentes son quienes terminan sufriendo más ante la imprudencia de otros.

Lana lloró con más fuerzas y volvió a abrazar a su hermano.

—¡Lucy!

Lincoln hizo que la más pequeña se apresurara a entrar a la casa. Una vez que se quedó solo con Lucy, sintió que no era correcto dejarle todo el trabajo a ella, pero la verdad es que como Lana, se sentía inquieto por la visión del perro que había muerto de forma tan violenta. Lucy tomó su mano y le hizo una caricia reconfortante en ella como él había intentado hacérsela a Lana.

—Está bien, hermano. Comprendo que esto es demasiado para ti. Deja que yo me encargue. Si quieres de verdad ayudarme, ve por una pala de la cochera y luego acompáñame al bosque.

Lincoln suspiró entendiendo que de otra manera sólo estaría estorbándole, después de todo Lucy era la experta en los asuntos sobre la muerte. Sin poder quitarse de la cabeza la imagen del animalito, le hizo caso y fue a la cochera por la pala.


Ya estaba por anochecer. A Lincoln las manos le dolían, las tenía sucias y llenas de tierra, estaba seguro que por la mañana tendría algunas ampollas en ellas. Aun así, se sentía afortunado porque todo lo que tuvo que hacer fue excavar un agujero siguiendo las instrucciones de Lucy, que en ese momento ponía los restos del perro envueltos en una vieja sábana dentro del hueco que él hizo en aquél claro del bosque, localizado en los límites hacia el pueblo.

Solemne, ella se puso de pie tras acomodar el cuerpo adentro, juntó sus manos e inclinó la cabeza comenzando a murmurar algo que su hermano no alcanzó a escuchar.

—Lucy… —Lincoln la llamó sorprendido— ¿Tú… rezas?

Ella no le respondió, aparentemente continuó rezando. Lincoln no tardó en comprender que sería una grosería interrumpirla. Esperaría a que terminara para preguntarle más al respecto.

Se sentó sobre una roca limitándose a observarla. Minutos después mientras la pequeña prosiguió sus oraciones, paseó la vista y notó en otra gran piedra cercana unas palabras escritas con marcador negro:

"Descansa en paz, Bubbles. Fuiste mi mejor amigo. 2003 - 2009".

No se esperaba que casualmente a alguien más se le ocurriera enterrar a su mascota en ese sitio tiempo atrás. Entonces finalmente le llamó la atención la cantidad de piedras de buen tamaño alrededor del lugar, así como algunas tablas clavadas en la tierra como estacas, todas ellas garabateadas con rotuladores, plumas, lápices y algunas con grabados hechos quizá con navajas.

"Scott fuiste el mejor gato del mundo. Te extrañaré"

"Aquí yace Cassandra. Gran amiga y madre. 2001 - 2011"

"Gussi. Me costo quinse centabos y vivio dose dias"

El niño que escribió esto último con letra desigual había dibujado un pececito bajo el mensaje. De pronto Lincoln alarmado lo entendió todo y se levantó de aquella piedra temiendo de lo que podría tratarse en realidad, entonces al darse la vuelta leyó la inscripción en ella.

"Church Creed. Amada mascota. 1983"

Con un escalofrío miró a Lucy, que tras terminar finalmente sus rezos, había tomado un puño de tierra para arrojarlo sobre la sábana que cubría el cuerpo que trajeron.

—Lucy… este lugar… co… ¿cómo sabías de él?

—Es un sitio popular en mi club. Ocasionalmente venimos a inspirarnos para escribir o intentar hacer algún ritual aprovechando el terreno cargado de energía espiritual, todo gracias a quienes fueron las amadas mascotas de otros y que ahora habitan en este sitio por toda la eternidad.

Su hermano tragó saliva.

—Un… un cementerio para animales.

Lucy miró un instante a Lincoln, después levantó su mano señalándole un largo y viejo tablón clavado toscamente entre dos árboles que el muchacho no había notado hasta ese momento por estar cubierto entre algunas ramas. Con la linterna de su celular Lincoln lo iluminó consiguiendo leer lo que con pintura negra ya opaca y cuarteada habían escrito en él.

"Sematerio de maskotas"

Si tuviera que adivinar, por los graves errores ortográficos y la letra atropellada, diría que alguno de los compañeritos de Lisa lo había escrito, aunque no se imaginaba a ninguno de ellos trepando con esa cosa entre los árboles, cargando además clavos y martillo para fijarlo.

—¿Desde cuándo está esto aquí?

—Las leyendas dicen que ha estado desde la fundación de Royal Woods, o incluso desde mucho antes que eso… o tal vez sólo desde la época de nuestros padres. No estoy segura y no encontré mucha información en la biblioteca cuando quise investigar, aunque la bibliotecaria, la señora Ellie, me contó que sepultó a su gato aquí cuando tenía tu edad.

A Lincoln le costó imaginarse a aquella viejecita como una niña. Miró una vez más el hueco que hizo y suspiró. Tomó la pala y con fatiga se puso a llenar el hueco… ¡no! La nueva tumba en aquél cementerio.

—¿Le rezabas a las fuerzas de la oscuridad? —su hermano le preguntó mientras trabajaba.

—Reservo eso para cuando busco contactar con los muertos. Lo que hacía era pedir por el descanso eterno del amigo de Lana a las fuerzas opuestas de la oscuridad. Los animales también tienen un alma, sabes.

—Supongo que sí —con disgusto recordó algo—. Chandler dice que los animales no tienen, que eso es algo sólo de las personas.

—Los animales en ocasiones demuestran más humanidad que nosotros mismos.

Dado que Lincoln tenía como compañero a Chandler y lo conocía más de lo que le hubiese gustado, es decir nada, pudo darle la razón a su hermana sin problemas.

—Gracias por hacer esto, Lucy. ¿Te debo algo por tus servicios?

—Sí, una taza con chocolate caliente cuando regresemos. Tengo mucho frío. Tal vez también otra para Lana.

El muchacho sonrió. El trabajo estaba hecho. Lucy había llevado su mochila de la escuela, pero no eran libros lo que cargaba. Del interior sacó un cuadro de madera, que Lincoln reconoció como parte de lo que le sobró de su desastroso intento de proyecto escolar para carpintería. Antes de salir de casa, Lucy ya había escrito algo en ese trozo de madera que pudo ser parte de una casa para aves en manos más capaces.

"Aquí yace Trotamundos. Que tus trotes en el paraíso sean tranquilos."

—¿Trotamundos? —Lincoln le preguntó extrañado.

—Un nombre tenía que darle para encomendar su alma. Además, Lana decía que siempre solía verlo en varios lugares del pueblo andando libremente de aquí para allá, por lo que me pareció acorde.

El muchacho entendió su lógica. Cargó la pala apoyándola sobre uno de sus hombros, del lado opuesto Lucy se pegó contra él rodeándolo por la cintura. Lincoln le correspondió apoyando la mano libre que le quedaba sobre su cabello.

Estaban por marcharse, cuando Lincoln se interesó por otro detalle de la zona. Había un grupo de troncos apilados formando una especie de barrera más al fondo limitando el área del improvisado cementerio.

—¿Sabes qué hay más allá?

—He escuchado que se trata de un pantano o algo así. Ni yo ni ninguno de los miembros del club tenemos la condición física necesaria para escalar esa cosa. Los árboles que forman la pared son muy resbalosos y quebradizos, además de estar algo empinados, todo eso hace al terreno muy inestable y peligroso.

—¿Y no te da ni un poco de curiosidad el darle un vistazo al otro lado?

Lucy guardó silencio unos momentos pegándose más contra él antes de responderle.

—No. De todas formas ese lugar… me asusta.

Sorprendido, Lincoln estaba seguro de haberla escuchado mal.

—¿Acabas de decir…?

—Por favor hermano, llévame a casa. Me está dando mucho frío.

Algo en la manera en que le pidió aquella súplica conmovió al chico, por lo que abandonó el tema para hacerle caso. De esa manera fue que regresaron a casa.

"Lo que hacía era pedir por el descanso eterno del amigo de Lana a las fuerzas opuestas de la oscuridad."

Lincoln teniendo eso en mente y el epitafio final de Trotamundos, se sintió tentado a preguntarle a su hermana si creía en Dios, pero prefirió no romper el momento. Aunque ocurriera por motivos desagradables, apreciaba la curiosa conexión que estableció con Lucy esa tarde. Tal vez se reservaría esa plática para Lana, quien más necesitaba de su hermano mayor en aquellos momentos.


Lola se asomó por la puerta de la habitación de Lincoln, en ella encontró a su hermano recostado con los ojos abiertos mirando al techo, mientras que con una mano acariciaba el cabello de Lana que yacía encima de él durmiendo tras haberse cansado finalmente de llorar. Al notarla, Lincoln giró la cabeza hacia ella. En voz muy baja, le preguntó procurando no despertar a la pequeña que lo acompañaba.

—¿Qué te ocurre, Lola? ¿También quieres quedarte conmigo está noche?

La niña se acercó sintiéndose avergonzada y miró a su hermana dormida. Al igual que hacía Lincoln, le pasó una mano sobre el cabello.

—No pude consolarla. De verdad lo intenté, pero no pude. Tal vez pensó que estaba siendo hipócrita, pero te juro que no me alegra que algo como esto ocurriera, sino todo lo contrario.

Sus ojos se estaban humedeciendo y Lincoln le acarició una mejilla.

—Lana te quiere mucho y sabe que tú también la quieres igual, Lola. Ella no tendría motivos para pensar algo así.

La niña se pasó una mano por la cara para limpiarse los ojos.

—A ese perro… una vez le tiré una piedra cuando en una fiesta de té que hice al aire libre apareció de pronto y tomó al señor Sparkles maltratándolo. Lana se enfureció mucho conmigo por hacerlo, pero no me importó, incluso le dije que si ese perro volvía a tocarlo o si se metía con cualquier otro de mis peluches… lo mataría… —su llanto se hizo más pronunciado—. ¡Pero te juro que no estaba hablando en serio! ¡No lo hice! ¡No quería que muriera y de verdad me sentí mal cuando Lucy me contó lo que le pasó!

Comenzó a llorar, Lana que después de todo no estaba dormida como Lincoln pensaba, de pronto ella se incorporó y vio a su gemela rompiendo en llanto, a la que se apresuró a abrazar estrechamente para consolarla del mismo modo en que su hermano lo había hecho con ella las últimas horas.

—Lo sé, Lola. Sé que no lo habías dicho en serio.

Lincoln sintió que estaba de más en la escena al ver a las niñas abrazadas llorando juntas, aún así no las dejó desamparadas, por lo que se irguió para abrazarlas a ambas.

Ellas rodearon su cuello sin soltarse entre sí. Lincoln alzó su mirada cuando una vez más tuvo la sensación de sentirse observado. Lucy era ahora quien por un resquicio de la puerta se asomaba mirándolos de manera silenciosa. El peliblanco no la había visto desde que le hizo el chocolate caliente. Después de preparárselo, ella se había retirado a su habitación con su taza para degustarlo por su cuenta. Antes que Lincoln la invitara a unírseles, y tal vez pensar en una forma de que los cuatro compartieran esa noche la misma cama, la gótica se retiró en silencio.

Lincoln al día siguiente se olvidaría de las preguntas que había pensado hacerle.


El señor Grouse tomó un buen bocado de la lasaña de su vecino, mientras observaba con ojo crítico al único hijo varón de la familia de al lado cortar el césped de su jardín usando solamente unas tijeras para podar. Fastidiado, el chico de doce años se detuvo para poder estirar su cuerpo hacia atrás provocando que las vértebras de su columna crujieran a causa del entumecimiento.

—Date prisa, Loud. Quiero mi jardín listo antes de que empiece el partido de las seis.

—Sabe señor Grouse, si me dejara usar la podadora terminaría más rápido y me quedaría más parejo el corte.

—¿Y que luego por accidente destroces parte de mis rosales como lo hiciste la vez pasada? No lo creo. Además, ¿ya para qué? Sólo te falta ese tramo para que termines.

El muchacho gimió con fastidio antes de volver a agacharse para continuar la labor. Aquella ocasión de la que el viejo le recordó, apenas y fueron dos o tres rosas las que arruinó, aunque el señor Grouse reaccionó como si hubiera destrozado su casa, al igual que sus hermanas en ocasiones anteriores habían hecho. Parecía que ni con todo y que le había pedido disculpas parecía dispuesto a perdonarlo.

El anciano se llevó satisfecho a la boca el último bocado, entonces al volverse hacia la casa del chico, su expresión socarrona cambió a una de sincera preocupación. Al notar esto, Lincoln se giró en la misma dirección donde lo descubrió mirando.

Se distinguía en el patio trasero a Luan usando su atuendo de payaso ensayar sus nuevas rutinas en compañía de Lily, disfrazada de muñeco de ventrílocuo, frente a Lisa, que muy a su renuencia de estar ahí, parecía encontrar divertido el espectáculo. Lola también se encontraba ahí riendo de forma más abierta que el resto. Entre ambas, el rostro de Lucy asomaba una discreta sonrisa. También estaba Lana, la única cuya expresión era seria y cabizbaja.

—Cómo sigue Lana, niño. ¿Aún no ha podido superar lo de ese perro?

El muchacho negó con un gesto, preguntándose cómo se había enterado el señor Grouse de eso. ¿Su padre o alguna de las chicas se lo contaría? Tal vez sencillamente cuando ocurrió todo la semana pasada, como de costumbre él se había asomado por su ventana cuando escuchó todo el escándalo que se generó y lo miró todo. Lincoln se sintió extrañamente molesto con él al imaginarse que así fue como ocurrió, justo como ahora en ese preciso momento se encontraba espiando a sus hermanas como si fuese alguna especie de voyeurista.

—No —se apresuró a tratar de cortar aquel extraño y repentino sentimiento de hostilidad que lo invadió hacia su vecino—. No lo ha hecho. Quedó demasiado impresionada por lo que sucedió. Mamá está empezando a considerar llevarla a un psicólogo.

El señor Grouse asintió sin mostrarse sorprendido.

—¿Qué hay de Lucy?

—¿Qué hay con ella?

—También lo vio, niño. ¿Cómo lo tomó?

De nuevo esa desagradable sensación amenazó con regresar al muchacho, pero logró contenerla.

—Lucy es Lucy. La muerte supongo que es lo suyo y lo que ocurrió fue otro día más para ella.

De pronto lo que le molestó no fue el viejo, sino que en efecto él mismo tuviese razón en lo que acababa de responderle. Su hermana gótica, a diferencia de Lana, parecía estar disfrutando genuinamente el espectáculo de Luan, como si no le hubiese tomado mayor importancia el haber visto con sus propios ojos a un cachorro muerto a sus nueve años de edad.

"—Lucy, ¿Tú… rezas?"

Lincoln temió que a continuación el señor Grouse le preguntara a él cómo se encontraba, lo que volvería incómodo el ambiente, dado que de pronto el chico sintió una mezcla de emociones difícil de definir, o al menos de expresar con palabras.

—Ya veo. Es terrible que a su edad tuvieran que ver algo así. ¿Qué se le va a hacer? —volvió su atención al trabajo que el muchacho estaba realizando—. ¿Ya terminaste?

—Ah… ya casi.

A pesar de su preocupación, más que alivio, se sintió inesperadamente ofendido porque no se interesase en él del mismo modo en que lo hizo con las chicas. No dejaba de preguntarse a sí mismo el motivo por el que tenía esos extraños cambios de humor. ¿Sería culpa de la pubertad como su padre solía decir a veces medio en broma y en otras medio en serio?

—Está bien ya así, Loud. Con eso es suficiente.

Lincoln volvió a incorporarse limpiándose el sudor de la frente con la muñeca. No sólo había sido difícil realizar los cortes buscando la precisión necesaria con esas tijeras, también lo fue el estar agachado sobre el jardín tanto tiempo bajo el sol de la primavera pegándole de lleno, aunque sí, aquellas condenadas tijeras de jardinería resultaron ser mucho más pesadas de lo que imaginó.

—Gracias señor Grouse. Espero que ahora sí le haya gustado cómo quedó.

El viejo resopló.

—Peor estaba.

Lincoln contó el dinero que el hombre sacó de su billetera para pagarle. Todo estaba completo. No era suficiente, pero estaba a un paso más de su propósito.

—¿Y ahora en que estás metido, Loud? Espero que no sea alguna tontería que me inmiscuya a mí o a otros.

El muchacho sintió renovados sus ánimos.

—Nada de eso, está vez se trata de la nueva consola de videojuegos que sacarán al mercado el mes próximo.

El viejo giró los ojos, seguramente pensando que aquello se trataba sólo de un capricho sin importancia. Aunque pudo adivinar sus pensamientos, está vez Lincoln no se enfadó, algo que lo tranquilizó.

—Gracias, Loud. Supongo que si llego a necesitar otra cosa, te buscaré.

—Cuente conmigo, señor Grouse.

—Bien. Hasta luego —Lincoln estaba por marcharse, cuando su vecino lo llamó—. Por cierto, ¿qué hicieron con el perro después que tu hermana y tú se lo llevaran?

Lincoln habría preferido que hubiese terminado con aquél tema.

—Fuimos a sepultarlo al cementerio de mascotas.

Grouse se mostró muy sorprendido ante el hecho.

—¿Exactamente en qué área?

—¿Cómo?

—¿En qué área lo enterraron, niño? ¿Dónde lo hicieron? ¿Que había alrededor del terreno?

Lincoln no estaba del todo seguro sobre a qué se refería el señor Grouse.

—Pues… había más tumbas, hechas con piedras y madera, no muy lejos de la carretera principal. Cerca del letrero mal escrito. También había una barrera hecha con troncos apilados por un desnivel.

Fue en este punto donde se dio cuenta que el anciano lo miró con cautela.

—¿Cruzaron esa barrera?

—No. Lucy dice que no se puede porque es muy inestable o algo así.

Entonces el viejo se relajó. Suspirando con tranquilidad pareció traer consigo memorias cargadas de nostalgia por la manera en que comenzó a hablar.

—Sí. Ya me imagino dónde lo pusieron. Sabes, ahí dejé a mi viejo amigo Spots poco antes de irme a estudiar a la universidad. Lo tuve desde el tercer grado. Fue el mejor perro que podrías imaginarte.

Por un momento Lincoln estuvo a punto de rebatirle que a su parecer ese en realidad sería Charles, pero tuvo a buen criterio sólo asentir y darle la razón. Después de todo, el mejor perro del mundo era por supuesto el que cada persona consideraba a gusto y afecto propio.

—Suena fantástico. Bueno, ya tengo que irme.

—Está bien, Loud. Gracias por todo.

Curioso, está vez fue Lincoln el que permaneció un momento más con su vecino.

—Señor Grouse, ¿usted sabe exactamente qué hay del otro lado de la barrera?

—Un pantano —le contestó perdiendo el buen humor que había recobrado—. Se de algunos niños que se ahogaron ahí hace décadas al intentar cruzarlo.

El chico tragó saliva al imaginarse ser él o alguno de sus amigos los que pudieron haber corrido con aquella suerte. Finalmente se marchó.


—¡Vaya! Lamento que Lana tuviera que pasar por eso, Lincoln.

Clyde activó la máquina de flippes para llenar su vaso mientras su amigo terminaba de contarle el suceso.

—Aún no se recupera del todo. Pero no es la única afectada. Lola sigue sintiéndose culpable por haber tratado mal al perro, a pesar que Lana le ha dicho que ya no está molesta con ella.

—Entiendo. ¿Pero qué hay de ti y Lucy?

—¿Cómo? —fue el turno de Lincoln de llenar su vaso—. ¿A qué te refieres?

—Lucy y tú llevaron el cuerpo para enterrarlo. Creo que yo no hubiera tenido el coraje de hacer algo así, incluso si se hubiese tratado de uno de mis gatitos. Por eso, ¿cómo están ustedes?

El muchacho se encogió de hombros.

—Lucy es Lucy, no dejo de repetirlo. Para ella seguro sólo fue otro día de trabajo. Y yo… admito que eso fue algo fuerte, pero… estoy bien. Más me está afectando el estado de las gemelas.

Tomaron sus bebidas y se dirigieron a la caja, donde Flip les realizó el cobro.

—No pude evitar escucharte, chico. Lamento que les sucediera algo así a las Loudcitas. Recuerdo perfectamente bien a tu perro. Espero que lo superen pronto.

—Ah… gracias, Flip. Pero no fue Charles el que murió. Fue un perro callejero al que Lana le daba de comer y con el que a veces jugaba.

El anciano se talló con un dedo su frondoso bigote.

—Si no era de ellas realmente entonces no deberían de tomárselo tan a pecho, en todo caso creo tener la solución para levantarles el ánimo.

—¿En serio? ¿De qué se trata?

Tras darle un golpe al mostrador cayó del techo frente a la caja un escaparate que exhibía cajas y bolsas con juguetes para niñas.

—¡Con un bonito obsequio, chico! Sé un buen hermano y cómprales juguetes. Por tratarse de esas encantadoras gemelas te haré un módico descuento. Tres muñecas por el precio de dos.

Le mostró unas muñecas de plástico cuyo aspecto a los chicos les parecieron bastante corrientes.

—¿Tres? Pero si las gemelas sólo son dos. —Clyde le hizo la observación.

—Pero además de ellas tu amigo tiene otras hermanas, por lo que puede aprovechar y comprar dos o tres juegos de tres, cuatro si quiere regalarle una también a alguna de sus novias.

Lincoln no tenía ninguna novia, pero de tenerla, seguramente se trataría de alguna chica que ya no estaría en edad para jugar con muñecas.

Inseguro, Lincoln tomó una. Sin haber ejercido mucha presión, a la muñeca se le zafó la cabeza por sí sola. Miró a Flip quién le regresó una mirada severa.

—Conoces la regla, niño. Lo que rompes, lo pagas.

—¡Yo no rompí nada! Además, no pienso regalarle nada de esto a ninguna de mis hermanas.

—También tengo joyas de bisutería. Dame un segundo.

Se agachó hacia el mostrador para tomar una caja, tras comprobar que dentro todavía guardaba un buen surtido de joyas de juguete, se enderezó con ella.

—A la Loudcita rosa seguro que le gustaría una…

Pero se descubrió hablando solo. Escuchó la campanilla de la entrada cuando la puerta se volvió a cerrar. El viejo resopló disgustado.

—Te cobraré la muñeca en tu próxima visita, mocoso.

Al tomar otra de las muñecas para alzarla, a esta se le zafaron los brazos y las piernas.

—Bueno, nada que pegamento y cinta adhesiva no arreglen.


Lynn escuchó con atención a su hermano mientras hacía lagartijas flexionando sus brazos contra el suelo a la vez que elevaba su torso.

—Creo que Flip te dio una muy buena idea.

Lincoln se levantó de su espalda mirándola como si se hubiera vuelto loca.

—Esas muñecas eran un asco. Más que animarlas, las harían llorar de nuevo.

—No me refiero a comprarles las muñecas necesariamente, pero sí hacerles algún regalo —se puso de pie y se estiró para tronar los huesos de su espalda satisfecha por la sensación—. Algo que por supuesto les guste y les sirva para levantarles el ánimo, por lo menos a Lana que es quien más lo necesita.

Viéndolo de esa manera, Lincoln reconoció que su hermana tenía razón. Se mostró pensativo sobre qué podría darle a las niñas sin muchas ideas en mente por ahora.

—¿Alguna sugerencia? ¿A ti qué te serviría para levantarte el ánimo por una situación así?

Lynn se encogió de hombros.

—Muchas cosas que tal vez no funcionarían igual con Lola y Lana.

Su hermano chasqueó los dedos imaginando haber dado ya con la respuesta correcta.

—¿Qué tal chocolates?

—Está bien, tal vez algunas sí funcionarían igual.

—Perfecto. Entonces chocolates serán.

—Pero no seas tacaño y consigue tres buenas y grandes porciones, para que resulte. Un simple chocolate no hará mucha diferencia.

Lincoln asintió. Sus ahorros lo resentirían y la consola de juegos tendría que esperar un poco más, pero como sea. La felicidad de sus hermanas era su mayor inversión.

—Está bien. Tres porciones. Dos para las gemelas y una Lucy.

—¿Lucy? ¿No dijiste que ella estaba bien? En ese caso consigue cuatro porciones.

—¿Para quién es la otra?

—Para mí obviamente, que merezco algo por darte la idea, ¿no?

Lincoln rió causándole gracia la elocuencia de su hermana.

—Si a esas vamos, creo que los chocolates se los debo a Flipp. Técnicamente fue él quien tuvo la idea principal.

Lynn arrugó el ceño fingiendo hacerse la ofendida llevando sus manos a los lados de su cadera.

—¿Prefieres regalarle algo a ese vejestorio que a tu hermana favorita?

—¿Cómo? ¿También debo comprarle chocolates a Leni?

El golpe que recibió en el hombro no fue tan doloroso. Su hermana se rió divertida por la mueca que puso.

—Que debilucho.

—¿Eso piensas de mí? Bueno, supongo que ahora no te compraré nada.

Altiva, Lynn se paró frente a él con una sonrisa altanera, parecía pretender desafiarlo a una pelea. Lincoln imitó su postura poniéndose de pie firmemente. Su hermana se le acercó más del mismo modo y quedaron ambos justo a la misma altura apenas dejando un par de centímetros de distancia entre sus miradas.

—No te creas mucho. Puedo contigo, apestoso.

—Tal vez, pero al menos yo no me estoy poniendo de puntillas para verte a la cara.

Lincoln imitó lo que según él era un gesto intimidante, cuando de pronto su hermana soltó una carcajada bastante ronca ante sus vanos intentos de mantener su porte serio, sonando tan graciosa que Lincoln fue el siguiente en soltarse a reír.

—¡Eres un bobo!

—Mira quién habla.

Una vez que se tranquilizaron, Lincoln suspiró sintiendo un peso menos de encima. Quizás y por primera vez lo reconocería, si dejó que lo de Trotamundos le afectara, sin embargo, de alguna manera quien consideraba su hermana favorita había logrado en su apoyo para ayudarlo con Lana, ayudarlo a él.

—Gracias, Lynn.

—No hay de qué. Pero si de verdad quieres agradecerme por lo de Lola, quiero mi chocolate.

Y con un gesto muy poco común viniendo de ella, lo sorprendió acercándosele para darle un beso en la mejilla. Lincoln habría jurado sentirlo en la comisura derecha de sus labios.

Algo perplejo, se dio la vuelta justo en el momento en que su hermana salía de su habitación haciendo un contoneo con sus caderas que lo distrajo hasta que ella cerró la puerta.

El muchacho suspiró maldiciendo su pubertad. Aunque con gran disgusto estaba al tanto que sus hermanas eran algunas de las principales fantasías de muchos chicos en la escuela, le consolaba la idea que eso significaba que era de lo más normal lo que en ocasiones le provocaban.


Myrtle tenía la atención de Lola, Lucy y Lisa, además de Lily, aunque esta última no parecía prestar mucha atención a lo que su única abuela le estaba contando, mientras que incómoda se retorcía en los brazos de su madre.

—Lamento que Lana no pudiera venir.

Lincoln se disculpó con su abuelo, que desde el otro lado del salón observaba con agrado la convivencia que su hija y sus nietas tenían con su "chica".

—Sí. Tu madre ya me había contado lo que ocurrió. Estoy orgulloso de ti y de Lucy por cómo manejaron la situación.

Movió su caballo negro en diagonal sobre el tablero, derribando con ello a uno de los peones blancos de su nieto. Con esto Lincoln consiguió el espacio libre que había estado esperando para derribar a su reina con su torre.

—Chico listo —pareció concentrarse en su próximo movimiento, aunque en realidad sus pensamientos estaban en otros derroteros—. ¿Desde cuándo dices que Lucy sabía acerca del cementerio de mascotas?

—No lo sé. Supongo que desde siempre. Me contó que en su club es un sitio muy popular.

Con cierta molestia, Pop-Pop miró a su nieta a la distancia. Algo realmente muy divertido debió de haber comentado Myrtle para que todos y hasta la misma Lucy se riera.

—Esperaba que para estas alturas todos en el pueblo ya se hubieran olvidado de ese lugar.

—¿Tú lo conocías?

—Algo. Cuando tenía tu edad era un sitio mucho más popular que ahora, casi una atracción turística. Pero la geografía cambió y algunas zonas se volvieron inaccesibles, por no decir peligrosas. Un chico casi se rompió una pierna al tratar de hacer expedición escalando uno de los montes que están en los llanos más profundos del bosque y dejó de ser divertido, otro casi se ahogó en la ciénaga. Tengo entendido que la zona está oficialmente clausurada, aunque no es que el ayuntamiento haya hecho mucho por cuidar que nadie vaya a ese territorio, más allá de levantar un muro con troncos que quizá sólo volvieron todavía más peligroso el terreno. Jacke.

Lincoln se había distraído con el relato, por lo que no notó, hasta que fue muy tarde, la desventaja en que su abuelo puso su juego. Tras pensárselo un buen rato, movió un peón sin ninguna jugada en particular en mente.

—Suena divertido. Tal vez convenza a mis amigos para un día hacer exploración forestal.

El viejo gruñó tratando de cercar el rey de su nieto.

—Sí, seguro eso te haría ganar a ti y a tus amigos una buena sanción, eso en el caso de que no se rompan un hueso en el intento. Además de ser peligroso, ese territorio oficialmente es propiedad de la tribu Micmac.

—¿Quiénes?

—Los Micmac fueron la tribu nativo americana que originalmente habitaba el territorio que hoy día es Royal Woods. Eran originarios de Maine, pero se dividieron y una parte se asentó en esta región antes de la colonización.

—¿Entonces hay una reserva de nativo americanos ahí? Eso no lo sabía. Jaque.

Vaya que su nieto se volvía cada vez mejor en ese juego. Pop-Pop sonrió. Con su torre bloqueó lo que pudo ser la victoria de Lincoln en el siguiente movimiento.

—La reserva lleva todo un siglo cerrada, pero sigue siendo oficialmente propiedad de los Micmac por decreto de Michigan, aunque no es que parezcan interesados en regresar y utilizar el terreno. De todas maneras, se ha sabido que se las arreglan para ganar buen dinero demandado a "invasores" por allanamiento, ese es un problema en el créeme que ni tú ni nadie se quiere meter. Jacke Matte.

Lincoln suspiró. Había sido un juego divertido.

—Está bien. Descuida, no haré ninguna tontería.

—Bien. Que de milagro no terminaste en el reformatorio por lo que tú amigo y tú hicieron en el centro comercial el año pasado en Navidad.

—Abuelo, por favor, ¿no puedes pretender como todos que eso jamás sucedió?

El viejo de forma brusca, pero cariñosamente, le despeinó el cabello.

—Nunca


Lana miró el asiento vacío de Vanzilla como si se tratara de un patíbulo para condenados.

—Vamos, cariño. Sube. Se nos hará tarde con el doctor Muntz.

—Pero mamá. No quiero ir. No estoy loca.

—Nadie dice que lo estés, querida.

—Lacey Saint Clair dice que los psicólogos son para los locos.

—Cariño, los psicólogos son doctores, y los doctores lo que hacen es ayudar a la gente que se siente mal. Además, una vez me dijiste que Lacy Saint Clair es idiota, así que ¿por qué le vas a hacer caso?

Lana se sorprendió por qué su madre además de recordar algo que le ameritó un regaño cuando se le escapó decirlo, ella se lo repitiera con tal calma. No pudo evitar reírse.

—Pero me dijiste que no lo era.

—Lo que está mal es llamar a la gente idiota aunque lo sean, querida. Eres mejor que eso. Así que no la vayas a llamar así por mucho que lo sea. Vamos, cielo. Te prometo comprarte un helado cuando salgamos.

Lana dudó un momento. Le hubiese gustado que Lola la acompañara, pero ella se había ido a un certamen con Leni, así como Luna y Luan a un evento llevándose a Lisa para que las ayudara con la parte técnica. Su papá estaba trabajando y Lynn lo acompañó para ayudarle, Lily estaba con el señor Grouse y posiblemente Lucy se encontraba con su club de góticos.

—Dame un segundo.

La niña corrió hacia la entrada de la casa, donde su hermano recargado contra el marco aguardaba mirando la escena.

—Por favor, acompáñanos Lincoln.

—Lo siento, Lana. Tengo que quedarme a esperar a Clyde para terminar una tarea pendiente que tengo, pero descuida, sé que te irá bien. Los psicólogos no son como los doctores que conoces. Todo lo que te pedirá es hablar.

—¿Así de fácil?

—Sí, mientras seas honesta con todo lo que te pregunté. ¿Está bien?

Algo dolida, Lana abrazó a su hermano y este no dudó en devolverle el gesto.

—Te quiero mucho Lincoln.

—Y yo a ti, Lanita. Vamos. No hagas esperar más a mamá.

—¿Puedes hacerme un favor?

—Claro, dime.

—Podrías darle de comer a las mascotas. Otra vez… se me olvidó.

Esta sería la tercera vez en la semana. A diferencia de las chicas, Lincoln no le riñó, consciente de lo distraída que su hermana se había vuelto con ese revoltijo de emociones.

—Claro. Déjamelo en mis manos.

—Y pídele de mi parte perdón a Charles, creo que está enojado conmigo por haberlo descuidado, aunque creo que no tanto como Cliff. El otro día me arañó.

Su hermano suspiró.

—No dejes que te afecte. Ya se les pasará. Tu ponte bien y verás que cuando lo hagas, ellos estarán encantados de tenerte de vuelta actuando como siempre.

Le hizo un cariño metiendo su mano por debajo de su gorra, lo que la hizo sonreír.

Tras recibir un beso de su hermanita en la mejilla, ella corriendo subió a Vanzilla. Rita enternecida le hizo una seña a su hijo para despedirse de él, claramente agradecida por el apoyo que siempre les daba.

Una vez que se marcharon, Lincoln se apresuró a ir a la cocina para sacar de debajo de los gabinetes los paquetes con alimento para las mascotas.

Primero tomó un saco de croquetas donde en un tazón sirvió una buena porción y después salió afuera. Dentro de su casita, pudo escuchar a Charles roncando con su cobija encima cubriéndolo.

—Lamento que Lana te esté descuidando, amigo. Pero te prometo que pronto volverá a ser la misma.

Por respuesta, Charles gimió adentro como si acabara de despertarse y eso lo hubiera irritado más. Lincoln no lo espero y regresó al interior.

Llenó la canastilla de Waltz con semillas, casi perdiendo un dedo cuando de forma agresiva el ave trató de picotearlo.

—¡Pero qué genio! Vaya que el hambre los ha enloquecido.

Los comederos de los reptiles en la habitación de las gemelas los llenó con alimento especial que le parecieron insectos triturados. Para terminar, vertió una lata de algo que se parecía mucho al atún en el platillo de Cliff.

—¿Cliff? ¡Cliiiff! —Lincoln lo llamó por toda la casa. Era extraño. Por lo general tras servirle la comida, a los pocos segundos este aparecía para devorarlo todo en segundos—. Gato tonto. Que tengo cosas que hacer.

Últimamente Cliff salía mucho de casa, la causa era la temporada de celo de las gatitas del vecindario, por lo que Lana le explicó, preocupando a Lincoln que a su edad ella supiera de eso. Quizás ahora que el condenado gato estaba reñido con Lana a causa de sus descuidos, es que prefería ir a buscar por su cuenta su propia comida.

—Habría que castrar a ese tonto animal.

Lincoln musitó resentido al recordar que Lana le contó cómo la arañó. El celular de Lincoln sonó y sin dejar de buscar a Cliff lo contestó regresando a la cocina.

—¿Bueno?

—¿Lincoln? ¿Mamá ya se llevó a Lana con el loquero?

—¡No le digas así! Mucho menos se te salga hacerlo frente a Lana. Y sí, ya se fueron.

¿Ya estás en camino a comprar los chocolates? No olvides que los bombones con nuez recubiertos de caramelo y chocolate son sus favoritos.

—Dame más mérito. No se me va a olvidar. Sólo termino de darle de comer a las mascotas y voy a comprarlos.

—¿Otra vez Lana olvidó darles de comer? Cliff seguro te araña cuando le sirvas, si no es que ya lo hizo.

—De hecho en estos momentos estoy perdiendo el tiempo buscándolo. No lo encuentro por ningún lado. Probablemente salió a conseguirse algo de comer por su cuenta.

¡Juro que yo misma castraré a ese gato con mis propias manos sí deja algún animal muerto en mi habitación de nuevo! Déjale la comida por ahí y ya ve por esos chocolates si de verdad tienes la intención de comprárselos. La dulcería Peggy's del centro comercial es el único sitio donde venden sus favoritos y ya sólo tienes una hora antes de que cierren.

—Sí, supongo que eso es lo que haré de una vez.

Bien, que no se te olvide. Bombones con nuez…

…cubiertos de chocolate y caramelo. De verdad que no se me olvidará, Lynn.

—Está bien. Confío en ti —la escuchó reírse más animada—. ¿Y qué me vas a regalar a mí?

—Chicles.

¡Oye, no! ¡Te dije que quiero…!

Lincoln le colgó a su hermana imaginándose divertido el coraje que le provocó. Últimamente más que miedo, Lynn le daba cierta gracia y simpatía, aunque más tarde posiblemente resintiera las consecuencias.

—Cliff, te dejaré en la cocina tu comida aquí. Yo ya me tengo que ir.

De pronto se sobresaltó cuando de nuevo su celular volvió a sonar. Vaya que su hermana no era capaz de aguantar una broma. Al contestarle al instante, Lincoln decidió calmarla antes que comenzara a gritarle.

—Chocolate blanco, sé que tu favorito es el chocolate blanco, mujer. No se me olvida. Ya te había prometido comprarte tus chocolates.

Primero, prefiero los chocolates suizos. Segundo, yo no soy tu novia, niño. ¿Es que nunca revisas quién es antes de contestar tu teléfono?

Lincoln bufó apenado. No necesitaba revisar el número de la llamada, no ahora que reconoció la voz de Flipp.

Perdón, Flipp. Acababa de hablar con… olvídalo. ¿Te puedo ayudar con algo? Voy de salida.

Le parecía extraño que el tendero le llamara por teléfono. Seguro conservaba su número de cuando trabajó para él junto con Clyde. El tono de voz de aquel hombre sonaba muy preocupado.

Ah… lo que ocurre es que tengo un problema muy serio aquí.

—¿Qué ocurre?

—Acabo de cerrar y ya me iba a ir cuando… bueno… hay un animal muerto en mi estacionamiento.

—Entiendo. Le marcaré a Lucy para preguntarle si puede ir a verte. Estoy seguro que ella y su club no te cobrarán mucho por un servicio fúnebre, además que estarán encantados de…

¡Niño! Creo que no me entendiste. Creo que… este es uno de los tuyos.

Conmocionado, Lincoln perdió la voz. Tuvo un muy mal presentimiento, entonces se preguntó cuándo fue la última vez que vio a su gato. "No he visto a Cliff desde ayer en la noche", se recordó a sí mismo.

Ese gato tonto tan vago, ¿acaso…?

—Flipp, ¿a qué te…? ¡Ahh!

Brincó cuando algo le arañó una pierna. Al bajar la vista, un hambriento e indignado gato negro le devolvió la mirada y le maulló con enojo antes de detectar su plato con comida a la que se le lanzó como un poseso.

¿Niño? ¿Sigues ahí? ¿Estás bien?

—Sí, perdón Flipp. Cliff está aquí frente a mí. Creo que estás equivocado. No puede ser…

Es un perro adulto, aunque pequeño, de color blanco, con un aro negro en el lomo y una mancha alrededor de un ojo. Estoy seguro que es el mismo que he visto en tu casa cuando he ido ahí con ustedes.

—¿Charles? —A Lincoln eso le pareció una tontería. Aunque resultase muy triste lo que Flipp descubrió, debía de tratarse por supuesto de algún otro perro. Su amigo no era precisamente único en su tipo—. Lo siento, Flipp. No puede ser el mío. Justo acabo de verlo cuando le di de…

Estaba cubierto con su cobija dentro de su casita cuando fue a dejarle la comida. En realidad, no lo había visto. Pero eso no significaba nada, Flipp por supuesto que estaba en un error, pero…

—Dame un segundo, Flipp.

Lincoln salió apresurado al jardín, hacia la casita de Charles. Sintió que perdió el aliento y no por la apuración que tuvo, sino por el impacto que le produjo ver a un mapache enredado en la cobija de Charles comiéndose sus croquetas animadamente.

El tiempo se detuvo para Lincoln. Flipp comenzó a impacientarse.

—¿Niño? ¿Sigues ahí? ¿Hey? ¡Niño! —además se le escuchó de pronto muy preocupado— ¡Lincoln!

—Ah… Flipp… dame un segundo. Voy para allá.

Los chocolates tendrían que esperar.