El ganador se lo lleva todo

por Karoru Metallium

XL

El Ganador

Advertencia: lemon ahead. Aunque editado, lavado y secado, sigue siendo limón, así que no digan que no avisé...


Sentados frente al altar, con las cabezas levemente inclinadas, Yoh y Anna escucharon al sacerdote cantar el anuncio del matrimonio al dios al cual estaba consagrado el templo. Seguidamente, una sacerdotisa acercó una mesita de madera en la cual reposaban tres tazas apiladas y la puso frente a Yoh, quien de inmediato tomó la primera taza con las dos manos, aguardó a que la mujer sirviera sake en ella y le dio tres pequeños sorbos; colocando luego la taza de nuevo en su lugar sobre las demás.

La sacerdotisa acercó entonces las tazas a Anna, quien tomó la misma taza y repitió los movimientos de Yoh. La operación completa volvió a repetirse con las otras dos tazas de la pila, hasta que los novios hubieron intercambiado las tazas nueve veces.

Entonces Kino se acercó con los anillos, algo que no formaba parte de la ceremonia original pero que Yoh había insistido en tener, y los novios se pusieron de pie e intercambiaron anillos a la usanza occidental. El sacerdote le tendió a Yoh un pergamino con el voto matrimonial al dios del templo, y el joven lo leyó; luego Anna lo repitió, y ambos se inclinaron de nuevo ante el altar, dieron dos palmadas y volvieron a sentarse, al igual que el resto de los ocupantes de la habitación.

Luego siguió la ceremonia para cimentar el lazo entre las dos familias, en la que la sacerdotisa sirvió sake y todos bebieron tres sorbos de sus respectivas tazas; entre la presión de recordar todos los ritos y la potencia del sake que había bebido, Anna estaba tan nerviosa que tenía la vista clavada en el suelo frente a ella y su manos, cruzadas sobre su regazo, temblaban un poco.

Yoh, aunque estaba igual de nervioso, no dudó en transgredir un poco las reglas de comportamiento de la ceremonia y extendió una de sus manos para ponerlas sobre las de la itako en un gesto tranquilizador y cariñoso a la vez. Ella le miró, absorbiendo la sonrisa nerviosa y la mezcla casi indistinta de dulzura y de fuego en los ojos del shaman; y respondió con una sonrisa expectante.

Entonces la voz del sacerdote frente a ellos anunció el final de la ceremonia, felicitando a los nuevos esposos; todos se pusieron de pie y se inclinaron levemente frente al altar. Entonces Yoh tomó del brazo a su esposa y la condujo hacia la puerta, seguidos por la comitiva formada por sus padres y abuelos.

Al salir a la sala, todos los que estaban allí congregados esperándoles rompieron en aplausos, y Anna, ahora sintiéndose un poco más ligera y casi sonriendo, echó una mirada en torno mientras caminaban hacia la gran tienda blanca en el jardín en medio de la especie de pasillo que habían formado sus amigos. Notó vagamente que Amidamaru se secaba un verdadero río de lágrimas, Basón y Tamao lloraban en silencio conmovidos, y Pilika parecía tan radiante de alegría como si fuese ella la novia.

Otro clamoroso aplauso los recibió al entrar en la tienda, por parte de los amigos y conocidos de los Asakura que habían sido invitados a la recepción. La decoración, en blanco y rojo como dictaba la tradición, estaba espléndida. Cada mesa estaba bellamente puesta, y en el centro de cada una había una rama de cerezo en flor atada con cintas blancas y adornada con la silueta de una grulla de origami elaborada en papel de seda rojo. También había grullas sobre las copas, los platos y cerca del gran pastel de bodas al estilo occidental. Anna sonrió al ver el pastel; era uno de los encargos -más bien un reto- que le había hecho a Chocolove el día anterior, porque fue entonces que se le ocurrió la idea.

Como no se le hubiese ocurrido al moreno hacer alguna trastada con el pastel... la sonrisa se borró por momentos de rostro de la itako, pensando que quizás no había sido buena idea mandar a Chocolove. Pero no, él no era capaz de hacer algo para arruinar la boda. No estaba en su naturaleza, y además sabía perfectamente que Anna era capaz de cortarle la cabeza si hacía algo indebido.

Sonrió agradecida a Keiko Asakura, ahora oficialmente su suegra, que se acercó a felicitarla con sendos besos en las mejillas y le retiró la capucha blanca de la cabeza, dejando al descubierto los elaborados ornamentos en su cabello rubio. Le siguió Mikihisa, quien la abrazó casi hasta el borde de la estrangulación y luego abrazó a su hijo, susurrándole al oído algo que seguramente merecía ser censurado, porque Yoh enrojeció hasta la raíz de los cabellos, haciendo que el enorme shaman se riera entre dientes.

La rígida reverencia manera de saludo que hicieron Seiji y Maya Kyôyama casi logró que la itako soltara un bufido de enojo; pero la furtiva mirada húmeda que detectó en los ojos de su madre la contuvo.

Del grupo de amigos, fue Pilika quien se echó de primera encima de los novios, abrazando a Yoh, quien pareció ligeramente avergonzado porque la chica, al ser tan bajita, casi se había enterrado de cabeza en la pechera de su kimono negro. Luego Anna, que parecía divertida ante el bochorno del que ahora era su esposo, sufrió una suerte similar a manos de la entusiasta ainu.

- ¡Ay! ¡Estoy tan feliz! ¡Se ven tan lindos! - clamó la peliazul, con los ojos aguados y llenos de estrellitas.

- Pilika... que... me ahogas - barboteó la rubia, y la chica finalmente la soltó. Entonces comenzó el desfile de amigos y familiares presentándole sus parabienes a los novios.

Cuando les tocó el turno a los Akagi, los padres y el pequeño Minoru, que estaba notablemente elegante, se adelantaron a desearles toda suerte de felicidades con notoria sinceridad, lo cual agradó a la itako. Sin embargo, se dio perfecta cuenta de que Sumire estaba al borde de las lágrimas, bien por frustración, tristeza o ambas cosas a la vez.

La hermosa mujer lucía un apretado y corto vestido estampado de cóctel cuyo escotazo competía con el de Shalona, aunque tenía menos volumen con el cual rellenarlo; sus "famosos" hoyuelos no hicieron aparición en ningún momento, ni siquiera cuando se adelantó para besar a Yoh en la mejilla. Menos mal, porque si hubiera repetido el numerito de la otra vez, el puño de Anna se habría encargado de borrarle cualquier buen sabor de boca que pudiera haberle quedado.

Ahora sí que no iba a permitir que la mujercita ésa se le arrimara a su marido, ni de broma... esto era lo más cerca que iba a estar Sumire Akagi de Yoh Asakura por el resto de su vida, e incluso era mucho. Ya no iba a poder acercarse a menos de dos metros, de eso iba a asegurarse la rubia.

Cuando al fin todos los invitados hubieron desfilado felicitando a los recién casados, éstos se retiraron temporalmente para cambiarse de ropa, como lo indicaba la tradición.


Ya había oscurecido por completo cuando Anna, seguida por Pilika y Tamao, se retiró a su habitación para cambiarse el shiromoku por la ropa que usaría durante el resto de la recepción. Las jóvenes la ayudaron a retirarse capa por capa el vestido, Pilika encantada y Tamao sorbiendo todo el rato, aún conmovida, y se retiraron al terminar, dejándola envuelta en una bata para que se duchara si así lo deseaba antes de cambiarse de ropa.

Mientras pensaba en quitarse los ornamentos del cabello, de pie frente al espejo, llamaron a la puerta. No bien ella soltó el reglamentario y seco "pase", Yoh entró a la habitación, ataviado con una prístina yukata y luciendo de lo más casero.

- A ver. ¿Qué quieres? - preguntó la joven, quitándose un par de horquillas de su complicado peinado. Yoh, entretanto, se había apoyado contra la pared junto al espejo, en una actitud francamente juguetona, aunque algo más, una mirada que decididamente tenía algo de... depredador, acechaba en sus ojos. La chica sintió que algo se le agitaba en la boca del estómago, y se dio cuenta de que eran nervios. Ya no era la prometida de Yoh; ahora era su esposa - Yoh, ¿se te subió a la cabeza el sake que tomamos en la ceremonia?

- Yo creo que sí. Ven aquí - su tono era calmado y suave, pero oscuro, y Anna se sintió irremisiblemente atraída hacia él; sus pasos la acercaron a él casi sin darse cuenta. El joven la abrazó, sin ejercer mucha presión.

Los labios de Yoh -¡tan suaves!- rozaron los suyos una y otra vez, sin prisa. Anna podía sentir la firmeza de los dientes detrás de ellos, pero no había demanda, ni fuerza. Parecía la cosa más natural del mundo abrir su boca y recibir la delicada exploración, como una pregunta sin respuesta, como si tuvieran todo el tiempo del universo... pero esa resbaladiza sensación de humedad creaba fuegos artificiales en su bajo vientre.

Pero había que pensar en otras cosas... como que estaban en su habitación, había una fiesta afuera y podían ser interrumpidos en cualquier momento por cualquiera de sus amigos entrometidos. O - los dioses no lo permitieran- por alguno de los familiares de Yoh. Respondiendo a la voz de la razón, la itako logró separar su boca de la del shaman lo suficiente como para balbucear unas cuantas palabras.

- Yoh... la recepción... la gente...

- ¡Al diablo con la gente! - gruñó el joven, con una rudeza muy poco característica en él - Ni siquiera vamos a tener una noche de bodas como es debido gracias a la gente. Hay música y comida para que se entretengan, ¿no? Pues que se aguanten.

Con sólo el resplandor dorado que emitía la lámpara, Yoh no podía leer los pensamientos de Anna en sus ojos; sólo podía recurrir a las señales que su cuerpo le daba. Y esas señales, por el momento, parecían estar mezcladas... hasta que la itako, en lugar de empujarlo y alejarlo, se presionó contra su cuerpo, proyectando sus caderas hacia delante y provocando que un estremecimiento de puro deseo le recorriera la espalda.

El joven volvió a reclamar la boca de Anna, su lengua invadiendo la dulce humedad, intoxicándose con el sabor y el aroma de la chica. Una de sus manos se enterró en el sedoso cabello rubio, deshaciendo el complicado peinado y haciendo que los ornamentos cayeran al suelo con un sonido seco, y la otra se deslizó por la piel aterciopelada de los muslos femeninos, apartando la bata, ascendiendo por su costado hasta alcanzar la tibia redondez de uno de sus pechos.

Anna suspiró quietamente dentro de la boca del shaman, temblando ligeramente mientras se dejaba llevar, concentrada al fin sólo en sentir. Al diablo la gente, pensó justo antes de deslizar sus manos sobre la piel de Yoh por debajo de la yukata, satisfecha cuando el joven la sujetó con un poco más de fuerza y su respiración se aceleró un poco más en respuesta a sus caricias.

Casi al instante perdió el aliento cuando el pulgar de Yoh se deslizó sobre el pezón y comenzó a frotarlo con suavidad, en delicados círculos, mientras que su boca besaba, lamía y mordisqueaba su cuello. Pensó vagamente en el vestido que había de ponerse para la recepción, el que había comprado por sugerencia de Jun... vestido que era bastante escotado. No habría manera de que no se notasen los apasionados besos en su piel sensible. Pero al fin y al cabo, ¿porqué tendría eso que importarle a nadie más? Yoh era su esposo.

El cuerpo femenino se arqueó contra el de Yoh, permitiendo que el shaman hiciera llover pequeños besos sobre su cara, su cuello y sus pechos, donde finalmente su boca se apoderó del pezón que su mano había estado acariciando. Las manos de Anna se perdieron en el cabello castaño, sus uñas clavándose ligeramente en la cabeza del joven y su cuerpo arqueándose aún más, ofreciéndose aún más a él.

Cuando la joven se apartó un poco, Yoh no tuvo ni tiempo de protestar antes de sentir una mano delicada y cálida acunando su erección a través de los boxers, la única prenda que llevaba bajo la yukata. Cualquier duda o asomo de pánico que pudiera haber sentido voló de su cerebro, conjuntamente con toda la sangre que aún pudiera quedar oxigenándolo para formar pensamientos coherentes. Lo mejor vino cuando decidió que si era bueno para él, sería bueno para ella; entonces dejó que una de sus manos se deslizara hacia abajo y entre los muslos de la itako, haciéndola exhalar un gemido y poniéndose duro como roca al sentir su intenso calor bajo la ropa interior prácticamente mojada.

Con prisas apartó su mano y se dedicó a tirar de la ropa interior, con la intención de quitársela, deseando poder tocarla sin barreras; ella, recuperada del impacto inicial, lo ayudó un poco, dejando que la prenda se deslizara por sus muslos hasta el suelo. Un estremecimiento casi violento los sacudió cuando la mano de Yoh volvió a apoderarse de ella, deslizando un dedo entre el húmedo y sedoso vello. El cuerpo de Anna experimentó otra sacudida instintiva cuando el joven rozó apenas el pequeño montoncito de nervios escondido allí, y luego la chica dejó caer su cabeza en el espacio entre el cuello y el hombro de Yoh, gimiendo suavemente.

El pequeño momento de inmovilidad no duró mucho, sin embargo. La itako tiró de los boxers de Yoh y el joven tuvo que ayudarla retorciéndose un poco para deshacerse de ellos, lo que no fue fácil puesto que ya su erección alcanzaba niveles épicos y jamás experimentados... y las cosas se pusieron aún más calientes cuando Anna simplemente lo tocó, piel contra piel al fin.

Era muy buena cosa que la espalda de Yoh estuviera apoyada contra la pared, porque de otra manera seguramente habría terminado cayendo al piso boca arriba. Los dedos elegantes y suaves de Anna, aquellos deditos ágiles que podían sostener un pincel y también modelar la arcilla con destreza, envolvían su masculinidad, frotando suavemente en un ritmo firme que prácticamente lo hizo perder la cabeza.

El aliento de Anna contra su cuello se convirtió en una serie de pequeños y rápidos jadeos. Si él estaba perdiendo el control, la itako sentía que había perdido el suyo ya del todo; su cuerpo ardía de una manera casi insoportable, inflamado por las caricias que Yoh seguía prodigando entre sus piernas a pesar de lo distraído que estaba por la mano que ella tenía sobre su erección. De pronto le importaba un bledo que la primera vez no fuera "perfecta"... ¿qué podía ser más perfecto que esto, con su corazón latiendo a un millón por minuto no sólo por la excitación de tenerlo tan cerca, sino también por el vago temor de que alguien viniera a tocar a la puerta?

Oh, y no tenía nada de miedo. No sentía ni el rastro más mínimo de temor ante la enormidad del acto, como antes pensó que podía llegar a sentirlo. Quería, simplemente, fundirse con Yoh, formar parte de él y que él formara parte de ella... que entrara en su cuerpo como había entrado en su corazón.

Porque en ese momento estaba segurísima de que al fin iban a hacerlo.

Su suposición se vio confirmada cuando el joven se separó de la pared y dio la vuelta, cambiando de posición; ahora era ella la que estaba contra la pared y él quien se apoyaba con las piernas levemente separadas en el suelo para mantener el balance. Y Anna no perdió el tiempo: un momento estaba aplastada contra la pared, y al siguiente sus piernas rodearon la cintura masculina... por lo visto ni siquiera iban a molestarse en tratar de llegar hasta el futón que estaba doblado en la esquina más lejana de la habitación. Y no era como si ella se quejara.

Ahora que podía sentirla contra su erección, la necesidad de estar dentro de ella se hacía irresistible para Yoh. Pero antes tenía que estar seguro de que Anna realmente quería hacerlo aquí y ahora, a pesar de que la sola idea de detenerse a estas alturas hacía que todo el cuerpo le doliera por la frustración y el deseo.

Con la mano que tenía libre, recorrió el rostro de la itako, haciendo que ella abriera los ojos, oscurecidos, nublados por la pasión; los suyos hicieron la pregunta sin palabras, y la joven asintió casi imperceptiblemente, sin dudar ni un segundo, abrazándose de los hombros masculinos. No había vuelta atrás, y había esperado mucho para ser una parte de su Anna.

Yoh inclinó la cabeza, apoyando su frente contra la de ella. Puso sus manos en las caderas de la itako y la elevó ligeramente, entrando en su cuerpo.

Era increíble sentir esa calidez resbaladiza y sedosa apretándolo, envolviéndolo como un guante exquisitamente caliente e increíblemente suave. Él quería ir despacio, a pesar de que sus cuerpos y sus hormonas estaban gritando exactamente lo contrario, y la gravedad hacía que sin querer Anna se deslizara muy lentamente hacia abajo, tan lentamente que era casi una tortura.

La rubia se mordió el labio inferior con saña, su cuerpo tensándose ante la invasión, pero sin la menor intención de retroceder y mucho menos de llevar las cosas despacio; no estaba en su naturaleza. Mirándose en los ojos de Yoh, viéndolos agrandarse momentáneamente por la sorpresa, supo que se había dado cuenta de lo que ella iba a hacer; pero ya era tarde para detenerla. Usando sus piernas como palanca, se elevó un poco antes de descender sobre él con fuerza.

Un largo y agudo gemido, muy suave, fue la única señal auditiva que recibió Yoh por encima del zumbido de la sangre golpeteando en sus oídos y su propio gemido ronco, que había escapado de su garganta sin control. Podía sentirla muy tensa contra el dolor que ella misma se había causado, y casi sin respiración, el shaman se quedó muy quieto dentro de ella, esperando a que se relajara.

Abriendo los ojos, que se habían cerrado justo en el momento en el que Anna se había deslizado sobre su cuerpo, el joven besó una de las tersas mejillas de su mujer, lamiendo la solitaria lágrima que se había deslizado por ella antes de besar su boca de nuevo, introduciendo su lengua en la boca femenina y elevando sus manos para acariciar sus pechos una vez más.

Ella se relajó lentamente, a pesar del impulso que la había hecho precipitarse, y él se movió tentativamente contra ella. Sus piernas se tensaron alrededor de las caderas de Yoh, urgiéndolo más y más dentro de ella; los primeros movimientos del joven fueron algo inseguros, pero a ella no le importaba... rayos, qué más daba, estaban aprendiendo sobre la marcha.

Sentirlo dentro de ella era enervante, simplemente abrumador, un sentimiento infinito de pura dicha. A medida que la confianza de los dos se restablecía, los movimientos de Yoh eran cada vez más y más seguros y precisos. Apartándose un poco más cada vez, hundiéndose un poco más y con más fuerza cada vez en el cuerpo de Anna, estableciendo un ritmo que ella seguía de manera instintiva.

Pero, que por supuesto, no podía durar mucho.

Anna se estaba tensando de nuevo, sintiendo algo extraño y poderoso ardiendo en su interior, un algo ardiente que se extendía por todo su cuerpo a punto de estallar; su respiración se volvió tan errática como la de Yoh y sus gemidos hicieron vibrar el aire entre ellos, hasta que al fin explotó, arqueándose con violencia contra él. El shaman se perdió entre las sensación del estallido de Anna a través de su propio cuerpo y las contracciones irregulares de la cálida humedad que lo rodeaba...

Enterrando el rostro en el cuello femenino, el shaman se dejó llevar y perdió el sentido de la realidad. Para el momento en el que pudo volver a pensar, sólo pudo preguntarse vagamente cuántas supernovas habían estallado en su mente.

Los dos estaban temblando y a Yoh las rodillas comenzaban a flaquearle... de hecho, era un milagro de la naturaleza que aún estuviera de pie sosteniendo el peso de Anna contra la pared, y no tardó en deslizarse hasta el suelo hasta quedar de rodillas, con cuidado de no lastimar ni dejar caer a su preciosa carga.

Una mirada extrañamente suave y saciada lo recibió cuando al fin abrió los ojos, y sólo pudo murmurar, quedamente:

- Rayos...

- ¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿"Rayos"? - la joven no parecía molesta, sólo divertida.

- No soy muy creativo, Annita. La creatividad y la originalidad son todas tuyas; yo sólo soy un tonto común con muchísima suerte...

- Tonto, sin duda. Pero no común - uno de los deditos que tan deliciosamente lo había acariciado se deslizó por la nariz del shaman, provocándole cosquillas -. Lo que me extraña es que lo hayamos logrado sin que haya venido nadie a echar la puerta abajo, considerando cómo son las cosas en esta casa...

- Ah... eso. Es que le dije a Amidamaru que necesitaba tener una conversación privada con mi esposa... y lo dejé de guardia afuera - repuso Yoh con sencillez.

- ¡Yoh Asakura! ¡Qué vergüenza! - el rostro de la itako enrojeció en segundos.

- ¿Porqué? No es como si Amidamaru no supiera cómo son estas cosas. Fíjate que me contó que él en sus tiempos tenía...

- No quiero oír sus historias perversas - aclaró la chica, separando sus piernas para apoyar las rodillas en el piso y cerrándose la bata con un gesto brusco. El gesto hizo que el shaman sonriera cariñosamente, divertido ante el pudor de la rubia.

Anna trató de ponerse de pie, pero al intentarlo se bamboleó peligrosamente; Yoh se irguió de un salto para sujetarla, algo preocupado.

- ¿Estás bien?

- Idiota. Todavía no lo sé - gruñó la chica, dando un par de pasos de prueba sostenida por el joven -. Listo, ya está - dijo, desprendiéndose de los brazos masculinos, aunque no pudo evitar un gesto de incomodidad al sentir una leve punzada de dolor entre sus piernas. Se sintió aún más incómoda cuando la risita marca registrada de Yoh resonó en sus oídos, y al volverse hacia él vio que el joven se tapaba la boca con una mano tratando de no soltar la carcajada - ¿Qué te parece tan gracioso, payaso? ¿Te ríes de mí, acaso?

- Ay, Annita. No me río de ti, te lo juro... es que me acordé de que Len estaba caminando un poquito... bueno... raro, ayer. Y bueno, me hizo gracia... y quiera el cielo que no me imagine la causa con pelos y señales, porque si lo hago me muero... - sin poderlo evitar, se echó a reír. Anna meneó la cabeza en señal de negativa y resignación.

- Eres peor que Chocolove. Haz el favor de cerrarte la yukata - exigió, esquivando la mirada del shaman, que obedeció sin dejar de reír -. Venga, salir de aquí que ahora tengo que ducharme y vestirme...

- ¿... y si nos duchamos juntos? - sugirió Yoh con malicia, aunque sus mejillas mostraban algo de rubor.

- ¿... y si te clavo un cuchillo en mitad de la espalda? - amenazó la itako, roja a más no poder; respiró hondo para controlarse - Mira, Yoh, para todo habrá tiempo y procuraremos adaptarnos; éste, simplemente, no es el momento... y no sigas con esa clase de comentarios porque voy a abrirte la cabeza en cuatro a ver si en verdad hay un cerebro dentro. ¿Te divierte verme avergonzada?

- Está bien, lo siento; prometo que me voy a comportar - se disculpó el shaman, cortado y algo sonrojado -. Fue increíble, Anna.

- También para mí lo fue, idiota - murmuró ella, y no hizo ademán de detenerle cuando él se aproximó y le dio un lento y húmedo beso, encaminándose luego hasta la puerta, donde se detuvo por un momento.

- Annita...

- ¿Qué? - preguntó la itako, ajustándose el cinturón de la bata y dirigiéndose al cuarto de baño.

- Qué bárbara... - dejó caer, recorriéndola con la mirada, con un brillo malicioso en los ojos oscuros.

- ¡HENTAI!

El shaman cerró apresuradamente la puerta, salvándose de un zapatazo en plena cara por apenas milésimas de segundo. En el pasillo estaba Amidamaru, en su pose más intimidante y fiera, desmentida por un sospechoso rubor que coloreaba sus mejillas enjutas; Yoh se limitó a dedicarle una sonrisa placentera y absolutamente carente de vergüenza.


La recepción estaba avanzando como la seda. Manta, co-organizador del asunto junto con Anna, se había encargado de que hasta los mínimos detalles se cumplieran tal y como la itako lo había deseado y ambos lo habían previsto. Para entretener a los invitados durante la ausencia de los recién casados, se había presentado un acto de tambores Taiko, otro de danza tradicional, y la orquesta había proporcionado un suave fondo musical.

De la misma manera, todos los invitados habían colocado sus regalos en la gran mesa colocada a un lado de la tienda, y habían recibido ya una cajita especial forrada en rojo que contenía el tradicional kohaku manjyu, unos delicados pastelitos rellenos decorados en blanco y rojo.

Cuando los recién casados regresaron a la recepción, ella con su impactante vestido rojo -y con el cabello suelto cubriéndole el cuello, por si acaso- y él vestido elegantemente con chaqueta y pantalones oscuros y una camisa blanca abierta, los asistentes volvieron a aplaudir. La orquesta, que hasta ese momento había tocado muy quedamente, como mero ambiente musical, atacó una bonita balada -lo único que Anna les había advertido que podía bailar sin miedo a que su flamante esposo la pisara- y la pareja inauguró la pista, haciendo que varios de los invitados siguieran su ejemplo.

Al terminar la pieza, caminaron hasta la mesa principal, en la que estaban sentados sus padres y abuelos, y la orquesta comenzó a tocar un ritmo un poco más vigoroso.

Len susurró algo al oído de Horo y sin más preámbulos se levantó para sacar a bailar a Tamao. Le costó lo suyo lograr que la tímida pelirosada abandonara el rincón al que voluntariamente se había exiliado; pero el joven chino sabía ser persuasivo cuando quería.

- Pero, joven Len, ¡si yo no sé bailar!

- Eso es lo de menos, Tamao. Yo te puedo enseñar.

- ¡Pero llamaría la atención! La gente se burlaría de mí, y...

- Venga. Tú no eres una mujer cobarde.

Pronto estaba guiando con habilidad a la chica, haciendo que no se notara su torpeza; aunque cualquiera que pudiera ver la cara enrojecida a más no poder de Tamao se habría dado cuenta de que la pelirosada estaba más que perturbada por la situación. Muy cerca de ellos, Fausto y Eliza danzaban con absoluta perfección, como si caminaran sobre nubes, atrayendo miradas admirativas y unas cuantas envidiosas.

Pilika se levantó de su asiento en la mesa de las lilys y se acercó a los novios, deteniéndose detrás de ellos e inclinándose para hablarles. Los dos se volvieron a mirarla.

- Chicos... esto... ummm... yo quería pedirles algo - la peliazul parecía estar nerviosa, y para tranquilizarla Anna dejó por un momento su usual reserva y le obsequió una encantadora sonrisa.

- Pues habla, Pilika. ¿Qué es lo que quieres pedirnos?

- Bueno, yo... ummm... ya le dije a Anna que mi mayor deseo es estudiar una carrera, pero es obvio que no podré hacerlo en Hokkaido con mi papá respirándome en el cuello. Entonces pensé en que puedo estudiar aquí, y... me preguntaba si cuando llegue el momento podría venir a vivir con ustedes - Yoh y Anna la miraron con asombro y luego cruzaron una mirada neutra entre ellos. La joven ainu prosiguió apresuradamente, como si temiera perder el valor -. Es que voy a recibir un legado cuando cumpla dieciocho y podré independizarme, pagar mi estancia aquí e ingresar a la universidad, pero... no quiero estar solita...

- Para ya, chica - la atajó Yoh, divertido - ¿alguna vez te hemos dado motivos para que pienses que no eres bienvenida aquí?

- Pues... no. Pero esto es distinto, ¿verdad?

- Sí, pero tú eres nuestra amiga, y en el tiempo que has pasado aquí te has convertido en parte de la familia - intervino Anna.

- Ajá. Por eso no te preocupes, Pilika: serás bienvenida cuando quieras regresar. Es más, estaremos esperando a que regreses - dijo finalmente el shaman, sonriendo beatíficamente.

La chica los miró con sus ojazos humedecidos y llenos de estrellitas, y los abrazó con fuerza.

- ¡Ay, ustedes son tan lindos! ¡Y encima se acaban de casar y ya uno está completando las frases del otro! ¡Es que son una ternura! - exclamó, conmovida.

Los recién casado exhibieron unas gotas de tamaño king.

Pilika, casi bailoteando de alegría, regresó a su mesa e inició una charla muy entretenida con Milly, sin hacer mucho caso de que la tía, ataviada con un traje negro que la hacía parecer el ama de llaves de Drácula, era todo ojos y oídos tratando de captar su conversación.

- Esto es fantástico. Sólo había estado en una boda, la de una prima hace tres años, y como era del cortejo tuve que ponerme un vestido rosa todo horroroso - le confesó a la peliazul -. De esos que le gustan tanto a mi tía Rose, ya sabes, con el cuello alto, mangas largas y como quinientas capas de encajes casi hasta el piso para que no se le vean a una ni los tobillos...

- Oye, Milly... el día que llegaron tu tía me dijo que se llamaba Patricia, pero te he oído llamarla Rose casi todo el tiempo. ¿Es su segundo nombre, o qué?

- Nah. Sólo la llamo Patricia cuando estoy muerta de rabia; le inventé lo de Rose porque es más corto y ella no se enfada - la chica sonrió, traviesa -. Creo que le gusta más ese nombre que el propio, y antes de que digas que debería acortarle el nombre, eso sería como firmar mi sentencia de muerte. Nada de Pat, Patty o Tricia... una vez mi papá la llamó Patty, porque así le decían de niña, y ella casi le arranca la cabeza; todos tenemos mucho cuidado de no soltar un diminutivo de ésos.

- Ahhh, ya caigo. Un poquitín especial, ¿eh?

- Sólo un poquito - Milly sonrió -. Yo la quiero mucho, ¿sabes? Pero es que a veces es tan cargante que me hace ver rojo, te lo juro. No hagas esto, no hagas aquello, eso no lo debe hacer o decir una damita (cómo odio esa palabra), no te puedes vestir así porque eso es de callejeras, etcétera. Te apuesto a que con ella aquí no voy a conseguir que nadie me invite a bailar... - dijo de pronto, melancólicamente, mirando hacia la mesa en la que Lyserg, como siempre muy quieto y reservado, conversaba con Manta.

Pilika siguió la dirección de su mirada, y al darse cuenta de a quién se refería la pequeña sus ojos se elevaron hacia el techo de la tienda con exasperación. ¡Otra víctima del hechizo de Lyserg! Lo más cumbre era que el aludido parecía no darse cuenta de que cuatro de cada cinco mujeres entre las presentes en la recepción lo miraba con ojos de borrego. Y si se daba cuenta, prefería ignorarlo.

- Venga, no seas negativa... claro que vas a conseguir pareja para bailar.

- ¿Tú crees que alguien se atreva a invitarme con este dragón al lado?

En ese momento Shalona le hizo una pregunta a la pequeña, y Pilika se volvió hacia Sally; al cabo de un rato le sorprendió encontrarse muy entretenida charlando con ella. La pelirroja, que vestía un traje negro de dos piezas que mostraba parte de su torso y mucha pierna, parecía también agradablemente sorprendida de que la chica estuviera interesada en sus actividades. Para Pilika, lo que había comenzado como una simple conversación social por cortesía, se había convertido en una forma de aprender cosas nuevas, aunque se tratara de armas. Ningún conocimiento extra estaba de más.

Ryu, de mucho mejor humor, sacó a bailar a Shalona: ella tenía la estatura adecuada para llevar con gracia el paso del corpulento shaman, que por cierto no bailaba nada mal. Chocolove, ignorando flagrantemente las advertencias que le habían sido dadas el día anterior, se acercó a la peliazul con toda la intención de invitarla a bailar.

- ¿Te gustaría bailar, Pilika? - le preguntó, guiñándole un ojo. La joven ainu lo miró de hito en hito y de pronto sonrió, pareciendo divertida. Cuando el moreno pensó que la chica iba a ponerse de pie para seguirle, ésta silabeó con su vocecita más dulce:

- NO. N. O. ¡No!

Sally tuvo que cubrirse la boca con una mano para no soltar la carcajada; Milly miró a Pilika con la boca abierta, y su tía hizo un gesto de desaprobación. Pero el moreno no pareció darse por aludido, y con la misma naturalidad que le caracterizaba transfirió su petición a la pequeña Milly. Ante esto, a la tía casi le da un ataque; los ojos prácticamente se le salían de las órbitas.

- Millicent... ah... tu pie, ¿no te dolía el pie? - se volvió hacia Chocolove con su mejor faz autoritaria -. Mi sobrina tiene un pie lastimado, no puede bailar, joven...

- ¿Cómo que no puedo? ¡Y tanto que puedo! - repuso Milly, poniéndose en pie de un salto y haciendo un par de piruetas que hicieron flotar la falda de su bonito vestido verde, para demostrar que estaba perfectamente - ¡Acepto!

- Pero Millicent...

- ¡Hasta luego, tía!

La jovencita salió victoriosa gracias a la rapidez de pensamiento y a la sorpresa boquiabierta de la tía, y un par de minutos después bailaba con el moreno un ritmo bastante movido. Él bailaba muy bien, pero la chiquilla tropezaba cada tres pasos gracias a la falta de costumbre y a la risa que le provocaba lo que fuera que el moreno le estaba diciendo. La tía parecía estar al borde de la apoplejía observando el cuadro vivo.

La peliazul había retomado su conversación con Sally, y por eso se sobresaltó cuando una voz muy conocida y cortés sonó junto a ella.

- ¿Me concederías esta pieza, Pilika?

Oh. Allí, de pie junto a ella, todo resplandeciente en su exquisito traje gris y con una suave sonrisa en su rostro, estaba Lyserg Diethel, la fantasía de todas las mujeres solteras de la recepción. Y la estaba invitando a bailar a ella. Oh. Los ojos de la joven ainu se agrandaron y no acertó a decir palabra hasta que Sally, que por primera vez parecía divertida en lugar de enfadada, la zarandeó con muy poca delicadeza.

- ¡Eh, niña, despierta! ¡Ve a bailar!

La chica asintió y tomó la mano que el inglés le ofrecía; ésta era cálida, suave y seca, y le provocó un pequeño estremecimiento al sentirla.

- Esto... umm... cumplo con advertirte que no bailo muy bien, Lyserg. Espero que no tengas callos que pueda pisarte... y después no digas que no te avisé.

El joven rió y la condujo a la pista. Resultó que la peliazul no tenía nada de qué preocuparse: la mano de Lyserg en su cintura ejercía la presión adecuada, guiándola con suavidad y firmeza a la vez, manteniendo el compás y la distancia requerida entre ambos. Una vez que se sintió cómoda con el baile, levantó su carita hacia él y se topó con los serenos ojos verde claro que en ese momento reflejaban simpatía, diversión y algo más, algo salpicado de placer y de pena que la chica no se atrevió siquiera a intentar descifrar.

Era como un sueño, un sueño en el que ella bailaba con su príncipe azul... bueno, verde.

- ¿Qué harás ahora? - le preguntó de sopetón, pero el inglés no pareció sorprenderse ni ofenderse ante la repentina pregunta.

- Regresar a Londres. Tengo un par de casos pendientes y he de estudiar para las asignaturas que me quedan si quiero recibirme de abogado este año - repuso con sinceridad y sencillez -. ¿Y tú qué harás, Pilika?

- Regresar a Hokkaido... por ahora. Pero en cuanto cumpla los dieciocho me vengo a vivir con Yoh y Anna - eso sí pareció sorprender al joven, que le lanzó una mirada interrogante -. Ya hablé con ellos, y como voy a heredar algo de dinero podré ingresar en la universidad.

- ¿De veras quieres estudiar una carrera?

- ¡Oye! No seré un genio como tú, pero iba a un buen instituto en Hokkaido y mis calificaciones son sobresalientes, más que suficiente para entrar en la universidad si quiero... - protestó indignada; Lyserg sólo meneó la cabeza en señal negativa.

- No era mi intención menospreciar tu inteligencia, Pilika. Sólo me has sorprendido... creí que siendo tu gente tan cerrada no permitían a las mujeres jóvenes vivir fuera de la tribu.

- Bueno, así lo dicta la tradición. Pero cuando tenga mi propio dinero mi padre no podrá evitar que me vaya si así lo quiero. Y eso quiero. Mucho.

- Estás decidida - una chispa de admiración brilló en los ojos verdes, ante la determinación en la voz de la chica.

- Sí, señor; lo estoy.

- ¿Y qué vas a estudiar?

- Ingeniería - repuso Pilika, y al ver que el joven elevaba una ceja en un gesto inquisitivo, añadió -. Ya sé, parece mucha carrera para tan poca chica, pero es lo que quiero hacer...

- Yo no me referiría a ti como "poca chica"... en ti hay muchas otras cosas que nada tienen que ver con la estatura. Cosas muy valiosas.

Se miraron en silencio durante un buen rato, sin dejar de bailar, y sin que Pilika dejara de luchar por poner la cara más inocente que podía y no parpadear demasiado. Era algo cursi; pero bueno, Lyserg la hacía sentir cursi, o casi. Como en una de esas películas en blanco y negro donde todo el mundo fumaba en boquilla, sobreactuaba y se daba besos pasionales, y la heroína levantaba un pie en el aire mientras abrazaba a su pareja. Pero Lyserg no era su pareja ni de lejos, y eso le hizo pensar en las palabras de Anna.

Tiene algún problema que lo preocupa mucho y le impide fijarse siquiera en alguien...

¿Qué problema sería ese? ¿Qué le pasaría? Pilika no tenía experiencia en eso del amor y demás zarandajas, pero su instinto le decía que sus sentimientos hacia él eran correspondidos al menos en parte, y no creía equivocarse por mucho. Lyserg le tenía mucho afecto, eso era evidente; pero había algo más... no sabía qué podía ser ese algo, ni si se parecía a lo que ella sentía, pero lo había. Podía sentirlo sobre todo cuando él la miraba de esa manera que podía significar muchas cosas, cosas que no podían ser porque a partir del día siguiente sus caminos se separarían, y probablemente por muchísimo tiempo.

Y a ella le iba a doler muchísimo también. Existía una especie de conexión entre ellos que no podía cortar, era algo que ella no podía haberse imaginado porque era muy real; y aunque fuera como amigos, quería seguir en contacto con Lyserg. Saber que estaba bien en alguna parte, aunque fuera lejos de ella y aunque no le correspondiera en la misma medida. ¿Masoquista? Quizás un poco.

- Oye, Lyserg... ¿te molestaría...? - se aclaró la garganta, dándose cuenta de que su voz había salido inestable y chillona - Digo, ¿te parecería mal si te pidiera que nos escribiéramos? ¿Que fuéramos, tú sabes, como amigos por correspondencia o algo así? ¿O te parece muy cursi?

El joven la miró con una sonrisa mezcla de sorpresa y deleite que casi la hizo desmayarse en el acto, y luego se echó a reír abiertamente. Quizás estaba imaginando cosas, pero de pronto Pilika sintió que la mano apoyada en su cintura apretaba un poquito más.

- Quizás sea 'cursi' como tú dices, pero la idea de ser tu amigo por correspondencia me gusta.

- Entonces... ¿me escribirás?

- Si prometes contestarme, lo haré - repuso Lyserg con sencillez, y a cambio recibió una de las deslumbrantes sonrisas llenas de alegría que caracterizaban a la ainu.

- ¡Lo prometo! Es un trato.

- Trato hecho, entonces. Podemos intercambiar direcciones mañana temprano, antes de que me vaya, si te parece...

Desde la mesa principal, Anna observaba a la sonriente pareja con interés. Se veían encantadores: él alto, guapo, todo en tonos de verde y gris, y ella pequeña, bonita, toda en tonos de azul; una pareja perfecta. Ambos se gustaban muchísimo, y si sus caracteres eran un indicativo, también se complementaban uno al otro.

Pero éste no era su momento, y no sabía si ese momento llegaría alguna vez; ni siquiera sabía si era realmente posible. Quizás lo era... para ser dos personas completamente diferentes, una que ya era un adulto y la otra aún formándose, que vivían en extremos opuestos del mundo y en sociedades diferentes, parecían haber encajado desde el primer instante.

- Se ven muy bien los dos, ¿eh? - le susurró Yoh al oído, y la itako se dio cuenta de que él también había estado observando a la pareja.

- Sí. Es una verdadera lástima que tengan que separarse, aunque no sea su momento...

- Ah, pero la vida volverá a juntarlos, Annita. Estoy seguro. Y entonces... pasará lo que tenga que pasar - vaticinó el shaman con gran confianza, y ella le lanzó una mirada oblicua.

- ¿Cómo es que estás tan seguro de eso?

- Nada más míralos... quizás vayan a estar físicamente separados, pero ya encontrarán alguna manera de mantenerse en contacto. Y todo saldrá bien al final - dictaminó el joven con su enorme sonrisa perezosa y confiada.

- Esto no es un cuento de hadas, Yoh; no me digas que al fin va a resultar que eres peor que Tamao con sus novelitas...

- No, señora. Yo trabajo con hechos - le guiñó un ojo, lo que casi hizo que la rubia se sonrojara.


Horo había salido de la gran tienda blanca, un poco intimidado por el gentío, y merodeaba por la casa con aire pensativo. En dos días tendría que regresar al norte, a la rutina de siempre, a los arranques de temperamento de su padre, a los problemas de la tribu; pero nada de eso lo preocupaba demasiado. Lo que le oprimía el corazón era el pensar que tendría que separarse de Len.

Ya lo tenían todo hablado, y sabían que pasarían al menos un par de meses antes de que pudieran volver a verse... pero no era lo mismo llamar al diablo que verlo llegar. En un día más dejaría de ver a Len por completo, y no era fácil imaginárselo siquiera; peor todavía iba a ser vivirlo.

Casi se estrelló contra una de las paredes por no ver por dónde iba, y al final recordó que tenía que pasar por su habitación buscando algo que quería darle a Len, por lo que se encaminó hacia allá procurando no volver a caer en trance. Yendo por el pasillo, escuchó el murmullo de una voz masculina a pesar del ruido proveniente de la fiesta... pasando al modo furtivo -cosa un tanto difícil para alguien corpulento como él-, caminó de puntillas y se pegó a la pared para escuchar.

- ... no podía quedarme así, sin saber si estabas bien. Lo estás, ¿verdad?... sí, ya sé que nadie puede saber lo nuestro... descuida, todo el mundo está afuera... - hubo una pausa más larga y el tono de voz se tornó aún más emotivo - te adoro. No me importa lo que digan los demás, yo sé que hay bondad en tu corazón... y ahora que comienzas a corresponderme... no, no digas eso... algún día estaremos juntos y seremos felices... te adoro, vida mía...

Oh-oh. ¡Esa era la voz de Ryu! Pero, ¿con quién podía estar hablando de esa manera? ¿Tendría algo que ver con su misteriosa desaparición del día anterior, la que Pilika le había contado con pelos y señales? Si era así, sólo podía estar hablando con... ¿¿¿SUISEI???

El shaman había estado muy triste desde su regreso, y aunque había mejorado bastante su ánimo, seguía teniendo cierto aire melancólico. ¿Le había dado alas la pelirroja? Si estaba jugando con el shaman de la espada de madera, de seguro iba a lamentar haber nacido... porque Ryu no estaba solo; mucha gente lo quería y se preocupaba por él.

Horo meneó la cabeza. Más le valía a la peliteñida portarse como una verdadera mujer y no fregar a un buen hombre como Ryu.

Logró deslizarse hasta su habitación y sacar lo que iba a darle a Len; cuando volvió a pasar por la sala, se tropezó con Ryu que también salía, con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Esto pintaba mal.

En el camino a la tienda se topó a Len, que salía del bullicio, y guardando completo silencio, como si se hubieran puesto de acuerdo, se desviaron juntos y rodearon la casa en dirección al patio. Una vez allí, en la semipenumbra apenas rota por la luz de un par de lámparas, Horo se retorció las manos en un gesto nervioso que el shaman de China ya conocía muy bien, y carraspeó varias veces antes de lograr hablar por fin.

- Esto... yo... quiero darte algo. Es poca cosa, pero quería que tuvieses algo mío - se sacó algo del bolsillo de la chaqueta y se lo tendió a Len con algo de brusquedad. El joven chino abrió el paquetito y extrajo primero una banda blanca con bordados azules... la preferida del ainu, la que siempre solía llevar; luego sacó una especie de brazalete tejido con los mismos colores.

Sin decir palabra alguna, Len Tao ató con destreza los cabos del brazalete en su muñeca izquierda, guardó la bandana doblada en su bolsillo, y levantó sus luminosos ojos dorados hacia el rostro de su amante.

- Gracias - dijo con sencillez, y Horo enrojeció -. Yo también quería que tuvieras algo mío... pero me temo que mi regalo es mucho más prosaico - sacó del mismo bolsillo en el que había guardado la bandana un objeto pequeño que puso en la manaza del ainu.

El joven miró lo que tenía en la mano y se echó a reír con deleite, olvidando sus temores y su momentáneo bochorno: era un móvil de última generación, con cámara incorporada. Claro que había que confiar en el lado práctico de Len.

- ¡Vaya! - exclamó, abriéndolo y probando botones al azar - ¡Es espectacular! Gracias, Len...

- No me las des. Yo tengo uno igual, y el que tienes en tus manos está prepagado, así que espero que me llames todos los días o que al menos me envíes mensajes. No quiero dejar de ver esa fea carota, ni de oír esa voz de loro - era lo máximo que se podía esperar de Len en cuanto a demostraciones de afecto; eso y el leve rubor que coloreaba sus pómulos.

- Ni yo quiero dejar de ver esa cara de malas pulgas que te gastas, chinito - repuso Horohoro, y sin más lo atrajo hacia sus brazos. No se besaron; sólo permanecieron por unos minutos así, abrazados, sintiendo su mutuo calor y la corriente de sentimientos entre ellos -. No quisiera tener que separarme de ti...

- Tampoco yo, pero es lo que debemos hacer. Pronto nos reuniremos de nuevo, Horo - le aseguró, con la voz ronca por la emoción, y sus palabras le recordaron algo al ainu.

- Eso espero, pero no te voy a negar que me siento fatal - admitió.

- ¿Quieres que compitamos a ver quién se siente peor? - había una sonrisa en la voz del joven chino.

- No hombre... ganarías tú, tienes más aire dramático. Oye Len... sé que esto no viene a cuento, pero escuché a Ryu decirle algo parecido a lo que acabas de decirme a alguien por teléfono hace un ratito... y me late que ese alguien era Suisei. Como la peliteñida esté tramando romperle el corazón a Ryu, aquí va a arder Troya...

- ¿Estás seguro de que se trataba de ella? - preguntó Len con curiosidad, ladeando la cabeza para ver el rostro del joven en la penumbra.

- Hombre, lo deduzco por todo lo que he escuchado últimamente...

- Pero, ¿esa mujer no se fue ayer del país?

- Pues sí, pero por lo visto logró cautivar al pobre Ryu, así que no es probable que salga de las vidas de todos nosotros pronto - explicó el ainu, haciendo una mueca.

- Y van a pasar cosas peores... - comentó Len en tono lúgubre al oírle.

- ¿Cosas peores? ¿Qué cosas?

- Cuando Anna se entere de que Ryu ha estado haciendo llamadas internacionales desde el teléfono de la casa, lo va a matar...

Sendas gotazas bajaron por las caras de ambos jóvenes.


La fiesta había seguido con mucho bullicio, con el usual bochorno de la pareja a medida que el sake fluía y los amigos iban subiendo al podio para desearles felicidad y al mismo tiempo desgranar anécdotas acerca de los recién casados y algún que otro chiste de doble sentido, sobre todo por parte de Chocolove y Ryu.

Lyserg y Pilika bailaron casi toda la noche y todo lo que la orquesta tuvo a bien tocar, lo cual hizo que Horohoro les mirara con el ceño fruncido. Lanzó unas cuantas miradas de advertencia al inglés, que no parecía ni siquiera darse cuenta; pero no se atrevió a separarlos porque al fin y al cabo el tipo se estaba portando como el caballero que era: cero manoseos, todo muy correcto, y nada de hablar en voz baja conspirando. Al contrario, parecían estar muy a gusto el uno con el otro y sin actitudes extrañas o comprometidas.

Su hermanita ya se estaba haciendo una mujer, y eso era algo que tarde o temprano iba a tener que aceptar... con los consiguientes dolores de cabeza que eso seguramente le iba a acarrear.

Minoru Akagi terminó bailando y charlando con la pequeña Milly, ya que sus edades eran más afines, y parecían llevarse muy bien, para disgusto de la tía que había permanecido sentada a su mesa con la impotencia de no poder contener a su sobrina. A Tamao no le faltó pareja, porque entre Chocolove y Manta tenía el carnet copado.

Sumire pasó el resto de la velada muy enfurruñada y sin aceptar ninguna de las numerosas invitaciones a bailar que recibió; su cara se ensombreció aún más cuando, después de cortar el pastel, los novios se levantaron de la mesa principal con la intención de marcharse.

Anna comenzaba a acusar el agotamiento debido a las emociones y los... acontecimientos del día, además del alcohol ingerido durante la ceremonia y luego el brindis, por lo que se sintió aliviada cuando su suegra le pasó una chaqueta para ponerse sobre el vestido y su marido la condujo hasta la entrada. Allí los esperaba la limosina de los Oyamada, adornada con toda clase de motivos nupciales.

Con todo el gentío que salió a despedirlos, la imagen que se llevaban Yoh y Anna era la de sus amigos más queridos reunidos en el portal, despidiéndoles con sonrisas. El shaman notó que Ryu parecía pícaro, y suspiró... algo no andaba del todo bien con su amigo, y a buen seguro que cuando regresara de la luna de miel tendría que ocuparse del asunto.

- ¿A qué se debe ese suspiro? - preguntó la itako, confortablemente arropada entre sus brazos.

- A que Ryu se trae algo entre manos, y mucho me temo que el "Asunto Suisei" no ha terminado...

- Ojalá que no sea grave... - murmuró Anna, y luego alzó la cara para mirar a Yoh - Por cierto, ¿adónde se supone que me llevas?

- Al aeropuerto, donde nos espera un avión privado para llevarnos a un lugar en el que descansaremos en la playa, nos tratarán como reyes y disfrutaremos del sol - recitó el shaman con tono monótono, aunque sonreía divertido.

- Debiste darme una pista, así me hubiera traído mis bártulos para pintar... ¡tantos paisajes y no podré pintarlos! - se quejó ella, pero sin vehemencia.

- Tus artículos de pintura están empacados en una bolsa allá atrás - repuso Yoh, riendo.

- Previsor el chico...

- Bueno, eres mi mujer y se supone que te conozco, ¿no?

- Payaso - susurró la chica, y sin más, se quedó dormida. Yoh le apartó el cabello rubio de la cara con ternura y la abrazó un poquito más fuerte mientras el auto se deslizaba silenciosamente por las calles.

Al fin había logrado todo lo que siempre había querido: un moderado éxito, un trabajo que le gustaba, su tan anhelada paz y tranquilidad... y a Anna. A su Anna, que lo complementaba, que era la otra mitad de su ser, y sin la que su vida no tendría sentido.

Por fin era feliz. Había ganado.

El Fin... por ahora

Recuerdo que la primera vez que leí la descripción de la ceremonia shinto, pensé en lo fácil que debe ser salir borracho de ella xDDDDDDDDDDDDDD. ¡Y eso que la simplifiqué! BTW: lo de las grullas de origami es una tradición... las grullas emparejan de por vida y simbolizan la prosperidad, fidelidad y durabilidad del matrimonio.

A.N.: No sé si la escena lemon me quedó muy larga o bien, mi beta dijo que estaba lenta pero bastante realista para un first-timer, con el añadido de que no llega a ser NC-17 (tendrían que haberle escuchado diseccionando la escena, comentarios calientes xD), y creo que fue porque mientras la escribía escuchaba la maravillosa voz de Chris Isaak cantando Wicked Game, con mucho una de las canciones más sensuales que he escuchado. Después de un año y dos meses, El Ganador se lo lleva Todo está completo. Doy las gracias a los lectores que se han mantenido fieles aunque a veces los haya hecho esperar más de dos meses por el próximo capítulo. Muchas cosas me pasaron en este año, algunas buenas, otras malas; pero en medio de todo, el tener un fanfic que escribir y buscar dentro de mí los deseos de crear me ayudó mucho en mis malos momentos. Espero no haber decepcionado a ninguno de ellos, aunque sé que este final deja abiertas muchas posibilidades xD; es sólo la historia de Yoh y Anna, el motor de este fic, la que ha llegado a un clímax, que más que un final es un comienzo. A los que quieran echar un vistazo a la luna de miel, espero la podrán leer la próxima semana en La Ley del Deseo, la serie de viñetas lemon de SK que complementa en alguna forma EGSLLT. Respecto a que mucha gente quedase sin pareja... creo que uno de los atractivos de este fic residía en cierto acercamiento al realismo; por lo cual un final como éste es más que lógico. De todos modos, muchas cosas quizás se resuelvan en la secuela, la que ya es anunciada por algunas pistas en este capítulo.

La secuela de esta historia se sitúa tres años después de los acontecimientos de EGSLLT, estará centrada en otros dos personajes más que en Yoh y Anna, y su título será Todo lo que deseas. Espero que en dos o tres semanas a lo sumo estará ya disponible el primer cap xD.

Dedicado: a Rally, que me introdujo en el mundo de SK y siempre me da ánimos con su alegría; a Suisei Lady Dragon, que con sus fics y su charla me sacó del letargo creativo en el que estaba sumida y me animó a escribir de nuevo (creaste un monstruo xD); a Christian (Dryden), mi beta, por tenerme tanta paciencia y ser tan comprensivo; y a todas aquellas personas que me han leído, que me han escrito, que me han alentado y ofrecido su apoyo durante todo este tiempo. Gracias. Los quiero mucho.

Gracias a los reviewers del cap 39: Layla Kyoyama (¡gracias! Me alegra que te guste Uno, con todo y lo pesado que es xDD), Suisei Lady Dragon (sí, el pobre es masoquista. Uno está algo estancado porque entre Reloj de Arena, Equilibrio y mi proyecto de FMA, más la continuación de EGSLLT, lo tengo algo abandonado), Rally (mana, se ha acabado ;; en fin, checa Equilibrio, que es lo nuevo de YGO. La larga de FMA va por buen camino), Mononoke (¡Gracias! Por supuesto que lo permito xDD, y te agradezco que consideres este humilde fic una obra de arte. Espero seguir estando a la altura de lo que piensas de mí), Viosil Uab (al final me he tardado un pelín más, entre el trabajo y los otros fics xD. Lyserg es muy correcto, y no tenía porqué meterse, ya que no existe nada debido a sus misteriosas razones; eso será explorado en profundidad en la secuela. Estoy de acuerdo con las semejanzas entre R y T xDD), Lore (bueno, ése es mi sueño, llegar a serlo algún día), Seinko (¡Bienvenida! Si quieres lemon checa en mi perfil, ahí están los que faltan aquí, y allí irá la luna xD), Noa Asakura (lee arriba xD), Keiko-sk, Niacriza (como un samurai, mi Yoh XD. Si recuerdas bien, advertí que una de las historias iba a quedar inconclusa y para eso es la secuela...), Haruko-sama (al menos se contestan algunas de tus preguntas xDD), Miyako Kyohyama (sí, en efecto. Ya publiqué un drabble de FMA y tengo un fic largo en proceso), Matti Haibara (claaarooo), The Dark (jeje, llegaron completos x'D), Ale (jaja, las cosas rara vez salen como uno quiere xDD), Gabe Logan (a esperar la secuela, que ahí se va a ver qué pasa), Beu Rib, Anna Kyouyama A., Paloma Asakura, Amber (estás en lo cierto con lo de Ryu, pero no en todo xD. Todo capítulo de transición es así, pasa poco; lo que pasa es que te conozco, tú escribes capítulos muchísimo más largos y por eso siempre pasa la mar de cosas en ellos xD. Pues sí, al entrar a la recepción cada invitado entrega su regalo en dinero y es una cantidad bastante apreciable...), Kilia, Anna Azakura (gracias por desearme inspiración, aunque a veces lo que más me falta es tiempo xD. Espero que hayas quedado servida con el poquito de limón, en la luna ya verás más xD), Brenda-chan (bueno, no es la idea. Hay mucha gente que ha quedado sin pareja porque no era oportuno... pero ya viene la secuela xD), Idgie Jones (¡Gracias! Y bueno, respecto a Ryu concuerdo con la opinión que le escribí a Yoh... ama la belleza y es un incomprendido xD), Sujey (ya te he mandado el mail, y mis fics están todos en mi perfil aquí en ff.net, pincha arriba donde sale mi nombre en azul), Hermione Potter Adams, Hayi-OS (no tenía ni idea...), Escila (lo de Horo y Len ha quedado claro... van a luchar contra todo. En cuanto al resto, no podía resolverse de una), Yukime (busca en mi perfil La ley del Deseo si quieres hentai. Ah, y no te limites por la preferencia de tal o cual pareja, simplemente disfruta xD), Annami-punk (¡Ehh! Que emocionarse no es de tontos... deberías ver los grititos y brinquitos que doy cuando actualizan los fics que me gustan y los caps traen bastante a qué hincarle el diente xD), Maru Kazegami (en la secuela aparecerá él xD. ¿Te identificas con ella? Entonces nos vemos en el próximo fic, porque va a tener un papel muy principal xD), Moonchant (me alegra que te guste... y no te limites por las parejas o el yaoi), Yumi (thanx!!!), Noa Asakura (la luna de miel va para La Ley, gracias por tus sugerencias xD), Selkie-chan (sorry, pero esta historia como Yoh/Anna tenía que terminar algún día para no cansar mucho a los lectores xDD, espero que estés en contacto para la secuela).

A los que dejen la seña aquí les contestaré en la secuela. Recuerden que lo mejor que hay en el mundo es crear, no copiar... ¡Nos vemos en Todo lo que deseas!