Y aún no logro comprender completamente tu gusto por el élfico. Sabes bien que a él le molestaba que de la nada comenzaras a hablar y a hablar de tal manera que parecía que estabas imitando a algún poeta de los otros de hace más de una edad, y sin embargo continuabas tus incesantes canciones llenas de versos que hablaban de amores y tristezas y batallas y derrotas y victorias tan apasionados, profundas, gloriosas, desastrosas y decisivas que no se parecen en nada a las cosas de ahora. Bueno, quizá sí se parecen un poco, pero tú misma te has encargado de que en estos días el cínico sea yo y no tú, y eso que yo no acostumbraba a ser la rama algún árbol viejo que tapa el rayito de Sol en la mañana y nos hace creer que está nublado. ¿Te das cuenta que ahora hablo mucho más en figuras? Lo malo es que nunca he sido muy buen poeta, así que mis versos no salen muy bien, incluso sabiendo que soy tolerante conmigo mismo. Lo de la rama que tapa a Anor lo has dicho tú, así que no está tan mal, pero ni aun así me gustan estas cosas que estás haciendo surgir en mí. ¿Por qué debo recordarte cada vez que me encuentro en duda? Es tonto, no tiene sentido, pero ahí estás, te puedo imaginar en cada cosa que dirías si me vieras hacer las barbaridades que he tenido que hacer, en la batalla contra los múmakil, en la ejecución de los traidores, en las torturas de los orientales, en la captura de las sureñas, ¿aún no te las he enseñado, verdad? Creo que lo haré en poco tiempo, me parece que te sería interesante ver como es la belleza en otros parajes, al menos eso pienso ahora que has visto como es la ferocidad en esos parajes (a propósito, la máscara te quedaba muy bien, lástima que se hayan llevado el espejo a las Casas, habrías pasado con ella todo el día). Una cosa he de decirte, no debes hablar en la lengua noble frente a ellas, no te van a entender nada de nada.
¿Qué era aquello que cantabas ayer? Entre que el capitán deseaba verme y que tú querías invitarme a un poco de té, y que por qué te vas a hablar con ese arrogante si yo sé que te cae mal, en el fondo, admítelo, preferirías ir con su hermano, y que mujer, eso no está para que yo lo decida, tengo que ir porque así me lo han ordenado, y que tú vas porque no eres más que un sumiso ante el grande, y que mujer, de eso se trata ser soldado, y entre otras cosas ya no recuerdo esa canción. Me ha gustado mucho, en serio, aunque no lo creas. Ú i vethed, ná i onnad, si boe ú-dhannathag, sí, creo que ese era el verso, ese era el verso que me ha gustado y que ha estado muy cerca de darme risa. No, no frunzas en ceño, admite tú que suena casi a burla en estos tiempos de guerra, dices que este no es el fin, es el comienzo, ahora no has de fallar, pues ojalá que sea cierto eso, que este es el comienzo. A ver, claro, si no resulta ser el comienzo del fin. Paf, yo sé que si me oyes decir eso me gano una golpe en la cara de tu hermosa mano extendida, ¿con qué derecho, si tú eres igual? Y lo peor es que nunca de darás cuenta de ello, que eres fría y cínica cuando te lo propones, y puesto que yo soy el que siempre te busca conmigo lo descargas, y al que anda entre la miel algo se le pega, creo que reconoces ciertas facetas de ti misma en las cosas que yo hago a veces y eso es lo que te molesta. Ae ú esteliag, estelio hen! era el otro verso, el que seguía. Ahora yo tengo que admitir que este es más realista, que es más apegado a lo que vivimos, dices que si no confío en nada que al menos confíe en esto. ¿En qué? ¿En que verdaderamente éste es el comienzo y no el final? Digo que este verso me suena mejor y más apegado a nuestra realidad porque no nos cuenta nada, nos dice que hagamos algo, y una orden es lo que desayunamos, almorzamos, merendamos y cenamos entre los montaraces, y no, no es por culpa del capitán, así son los cosas entre nosotros. Ú nin heniag, para que veas que yo también te sigo la corriente.
Y sigo sin comprender esa afición tuya por el élfico. ¿Qué ganas con ella? No es como si algún día fueras a viajar a donde los elfos aún habitan, no, me parece que está demasiado lejos, tanto de nuestra realidad como de nuestras fronteras. Pero no me canso de decirlo, no me gustan algunas cosas que estás haciendo surgir en mí, y lo de parlotear en la noble lengua es una de esas cosas. Usamos la lengua entre los montaraces para órdenes y como medio de comunicación frente a los extraños, pero no en conversaciones triviales, tal y como tú haces a veces. No lo niegues, hemos estado a hablando normalmente cuando de pronto fluyen de tus labios borbotones de palabras demasiado bellas para el entorno, que el té está un poco frío y que tal vez debería ponerlo un poco más al fuego y que mae, caro han y que ya está y que hennaid, y no es que no me guste el élfico gris, es sólo que no veo a qué vienen esas expresiones. Yo sé que él se hubiera reído más de lo que solía cada vez que pronunciabas mal una palabra cuando aprendías a hablar, y no es cinismo lo mío, es que yo también conservo buenos recuerdos de tu hermano. Era, después de todo, mi mejor amigo.
Sí, así fue como te conocí, cuando apenas eras una chiquilla de unos quince otoños y yo un raso de veinte, y tu hermano me invitó una vez a tu casa como muestra de agradecimiento por haberle salvado de una daga arrojada a traición por uno de los sureños que en ese entonces eran menos numerosos. Ya entonces tenías a la veintena de idiotas que te seguían como patitos a donde quiera que fueras, pero ya entonces también los mandabas a volar como si nada y nunca te dignabas a intentar relacionarte con alguno. Lo bueno era que nunca eras descortés, siempre dejabas muy claro y a la cara que no te interesaba alguien que sólo se fijaba en las apariencias.
No es por nada, pero si esperabas atraer a alguien en ese entonces con tu actitud (que no ha cambiado mucho todavía) con razón más valía que te sentaras a esperar en lugar de sacar a relucir ansiedad.
Fue él quien te enseño élfico, ¿verdad? Si tan sólo se hubiera imaginado lo que te habría de dejar creo que no se hubiera molestado en hacerlo. ¡Te la pasas todo el día dándole a los versos! Y yo sé que sólo porque te gusta como suenan, no porque te los creas. Crees que muchas cosas son irrelevantes, muchas cosas y personas, eres indiferente ante mucho del sufrimiento ajeno (por lo que me resulta inexplicable qué diablos haces en las Casas de Curación, paf, otro golpe por parte de tu hermosa mano extendida), no tomas mucho en cuenta los sentimientos ajenos, y cuando lo haces, te aferras a ellos como una fanática, no perdonas con facilidad una ofensa grave, no correspondes al que te ama, no dejas descansar en paz a tu hermano, detestas al capitán de los montaraces, el que ha mantenido en paz la tierra de Gondor en ambos lados del río, crees que soy una oveja que solamente hace lo que le piden, que sigo ciegamente al capitán y que estoy dispuesto a hacer todo lo que me diga, pedig edhellen ir ú moe, tienes ciertos destellos de caridad pero un destello es, por definición, fugaz, ¡tienes muchas cosas que él nunca hubiese aprobado en ti!
Sin embargo, ¡te quiero tanto!
