Traducido por Mitchan. Es la primera vez que traduzco, así que si cometo algún error (seguro que lo haré) que alguien haga el favor de corregirme. ¡Gracias! ¡Espero que les guste tanto como a mí!
LOVE POTION HP
Por Tavalya Ra
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Disclaimer: Esta historia está basada en los personajes y situaciones creados por J.K. Rowling, propiedad de J.K. Rowling y varios editores incluyendo pero no limitados a Bloomsbury Books, Scholastic Books, y Raincoast Books, además de Warner Bros., Inc. No se gana dinero con este escrito ni se tiene la intención de infringir ninguna marca registrada o copyright. Rowling es una diosa, ojalá se apiade de mi alma por escribir esto.
Nota: Gracias a Stacey de "Thin Line" por revisar este fic, a Anna por permitir y apoyar esta locura, y a Simeone por prestarme su ejemplar de "El Cáliz de Fuego" sin el cual nunca me hubiera inspirado para escribir esta absurdamente larga y completamente inquietante historia.
Capítulo Dos: Confusión
-¡FILCH!
Severus no se había sentido tan furioso en toda su vida mientras caminaba a zancadas por el pasillo hacia el conserje de Hogwarts. Los estudiantes huían a su paso como si fuera el mismísimo Señor Oscuro. Los rasguños recientes en su cara enfatizaban las profundas líneas que la ira grababa en su piel.
Argus Filch miró a Severus con alarma en sus ojos de linterna, pero dijo tranquilamente-: ¿Sucede algo malo, profesor?
-¿¡Ha escapado a tu atención que un gran perro está corriendo suelto por Hogwarts!?- bramó Severus.
-No. Sé lo del perro.
-¿¡ENTONCES POR QUÉ NO HAS HECHO NADA!?
-Órdenes del Director, profesor.- replicó Filch. –Me dijo que lo dejara ocuparse de sus asuntos, mencionando que es un perro especial de vigilancia que Hagrid encontró.
Los labios de Severus se hicieron tan delgados como podían sin volverse del revés.
-¿Está usted bien, profesor?- preguntó Filch. –Es un rasguño muy feo el que tiene en la mejilla.
Severus estaba tan enojado que la frustración le enjauló la voz dentro de la garganta. Mirando hostilmente a Filch, abrió la boca, la cerró, giró sobre sus talones y se marchó airadamente.
***
Sirius estaba solo, sentado en el pequeño corredor afuera de la oficina de Albus Dumbledore, uno de los pocos lugares en Hogwarts donde podía adoptar la forma humana sin peligro. Suavemente se tocó la cara, todavía hinchada por las uñas de Severus. Sus pensamientos eran un revoltijo y su sentimiento indescriptible.
¿Qué había pasado? Recordaba a Severus tropezando sobre sus brazos, lo que fue simplemente por accidente; habría dejado más que contento que el maestro de Pociones se cayera al suelo de boca. Pero después de eso, algo en su cerebro había borrado unos cuantos segundos de su memoria. Todo lo que podía recordar era la presión de los labios de Severus sobre los suyos.
Sirius nunca besaría a Severus. Ni en un millón de años, ni siquiera bajo el maleficio imperio. Intentó pensar en un acto más repugnante y su imaginación le falló. Lo que significaba que había sido Severus quien lo había besado...
Un sentimiento hormigueante de asco le hizo estremecerse y por un momento se retorció de repugnancia. El beso en si mismo no había sido repulsivo. Era el hecho de que era Severus.
Sirius recordaba haber sido poseido por una ira viva y ardiente, una repentina y apremiante necesidad de destrozar a Severus en pedazos de la forma más completa y terrible. Le había llevado más de quince minutos darse cuenta en qué se estaba convirtiendo. Había soltado a Severus y éste había caido al suelo como una muñeca de trapo, observando estúpidamente cómo Sirius dejaba el aula.
La primera vez, Severus había besado a Sirius. Sabía que tenía que ser verdad, aunque no lo podía recordar. Pero ese beso había disparado en él una urgencia de consumir a Severus por completo.
Y Sirius todavia se sentía de esa manera.
¿Pero qué le pasaba? Sí, ODIABA a Severus, no había ninguna duda, pero de ahí a atacarlo en una manera tan repulsiva y salvaje...
¿Estaría perdiendo la razón? ¿Tendría algo que ver con ser un perro? Desde que había escapado de Azkaban hace dos años, había pasado la mayor parte del tiempo transformado. ¿Estaría afectando su cerebro? Severus y él ciertamente habían actuado como perros, juzgando por la manera como se habían desgarrado la cara.
Tenía que alejarse de Hogwarts. Una parte de él quería quedarse, porque se sentía más seguro vigilando a Harry personalmente, pero sería mucho peor para su ahijado –y para todos los demás- si se volvía loco. Severus tenía razón en una cosa. Sirius era capaz de matar y no quería pensar en lo que podría hacer si realmente perdía los estribos.
Tres días antes, Dumbledore le había pedido a Sirius que considerase hacer un viaje a la Europa continental para reunir información sobre las acciones de Voldemort. Sirius había aceptado reluctantemente –de verdad quería ayudar a Dumbledore aunque Harry, como siempre, era su mayor prioridad- pero Severus había decidido por él. Tan pronto como volviera el director, Sirius le informaría que se marchaba mañana.
***
Harry jugueteaba con su salchicha, dando un mordisquito de vez en cuando y luego regresándola al plato con abatimiento. Casi no había comido en la cena la noche anterior, pero todavía no tenía hambre. Sencillamente se sentía demasiado mareado.
-Sólo hay una explicación.- comentó Hermione entre bocados de huevo. –Snape y Sirius se pelearon y comenzaron a tirarse pociones, por eso vimos explosiones. Pero una o dos pociones de amor estaban mezcladas con los explosivos y se golpearon con ellas. Deberían volver a la normalidad en un día más o menos.
Harry sacudió la cabeza. -¿Para qué tendría Snape una poción amorosa?
Ron soltó un bufido. -Porque necesita una.
Hermione frunció el ceño. –Eso no tiene nada que ver. Quiero decir... no tiene sentido de otra manera. ¿Sirius y Snape?
-¿Snape y cualquiera?- agregó Ron.
Harry se removió incómodamente. -Bueno, supongo que tiene sentido...
-En realidad- continuó Ron –a mi me gustaban como pareja Snape y Lockhart.
Hermione le respondió con una mirada fulminante.
***
Harry miró su pergamino con ojos de sueño. Las palabras del examen flotaban frente a él mientras sentía los ojos de Snape clavados en la espalda. El maestro de Pociones estaba de un mal humor particularmente malo, incluso para sus estándares.
Por primera vez, le dio gracias en silencio a Malfoy. Si la clase de hoy hubiera sido una clase normal, habría sido más que simplemente insoportable, habría sido totalmente mortal, y no sólo por Snape. Harry ya había metido la pata tantas veces en Encantamientos y Transformaciones como para rivalizar con Neville. Varios profesores, incluida la profesora Trelawney, a quien le encantaba por encima de todo que un estudiante se desmayara en clase, le habían sugerido que debería ver a la enfermera.
Harry se volvió a mirar a Snape y se arrepintió al instante. Las nauseas en su estómago se intensificaron. Muchos alumnos de Snape, Harry incluido, se habían dado cuenta de las marcas rojas que cruzaban la cara del maestro de Pociones, particularmente el prominente rasguño en su mejilla izquierda.
Violentos rasguños en forma de media luna, la obra obvia de unas uñas, estaban cubiertos ineficientemente por su pelo. Los rumores habían estado volando más rápido que una Snitch por los pasillos de Hogwarts durante todo el día. Por supuesto, nadie se atrevía a mencionarle nada a Snape directamente.
Por lo menos era un viernes y el comienzo de un fin de semana con visita a Hogsmeade. Con suerte el pueblo sería una distracción agradable. Harry simplemente no podía apartar de su mente la imagen de ayer.
***
Las mazmorras de Hogwarts eran el último lugar al que Sirius deseaba regresar, pero la forma en que lo había abandonado ayer dejaba la posición de Severus en duda. Severus lo odiaba pero también lo había besado y esas dos cosas simplemente no iban juntas. Cualquiera que fuera el plan enfermizo que tenía en mente el profesor de Pociones, Sirius acabaría con él en sus comienzos ahora mismo.
Severus espió a Sirius unos momentos después de que trotara en el salón de clases, en su forma de animago. Reaccionó inmediatamente, cogiendo un frasco de vidrio de su escritorio y alzándolo amenazadoramente en el aire.
-Acércate a mi y te encogeré- le informó a Sirius con calma.
Sirius no dudó por un momento de que Severus hablaba en serio. Quedándose en su sitio, volvió a su forma normal y se aclaró la garganta.
-Lo que sucedió ayer...
-¿Qué pasa con ayer?
-No, no, no. ¿Qué pasó ayer?-preguntó. -¿Qué se supone que significaba eso?
La paciencia de Severus era frágil mientras contestaba-: Lo que sucedió ayer es que hiciste... llamémosle una "overtura" usando la fuerza física. Así pues, ¿cómo esperas de mi que explique tus acciones?
-¡Tú me besaste a mí!- gritó - ¡No al revés, Snape!
Los ojos de Severus se abrieron amenazadoramente y alzó el frasco. Sirius dio un paso atrás y replicó: -¡Oh, baja eso! ¡No estoy para nada cerca de ti!
Severus dudó, luego bajó el brazo. –No, ni lo estarás nunca más.
-Mira, lo que sea que sucedió ayer...- empezó Sirius, y después dejó de intentar ser amable. –Severus, con la única excepción de Pettigrew, eres la persona más repugnante que he conocido nunca y estoy seguro de que el sentimiento es mutuo. Olvidemos que lo de ayer sucedió alguna vez. Me iré durante unas semanas esta noche, asi que no debería ser tan difícil, ¿o no?- cortó sus últimas palabras con una mirada hostil.
-Excelente sugerencia- dijo Snape. –No te extrañaré.
Se volvió hacia su escritorio e ignoró a Sirius durante los pocos momentos en que se quedó parado antes de transformarse en un perro e irse.
***
La clase de pociones, más que nunca, se había convertido en una lección en resistencia. Harry estaba asombrado de cuánto tiempo podía permanecer de pie mareado. Cada vez que miraba la cara de Snape-
Sólo era una poción amorosa...
Se encontró a si mismo contando el paso del tiempo a partir de la curación de las cicatrices de Snape. Casi se habían ido el 10 de octubre, cuando Harry recibió una carta de Sirius.
Como dijo Hermione, no tiene sentido de otra manera...
Su padrino regresaba el 16.
...sólo era una poción amorosa.
¿Entonces por qué Harry se sentía como si la Snitch estuviera atrapada en su estómago?
***
Cinco días más, pensó Severus.
Cinco días más para el 16 de octubre. Los Ravenclaws y los Hufflepuffs por la mañana; los Slytherins y Griffindors por la tarde.
Cuatro días más.
¿Por qué estaba contando los días? ¿Estaba temiendo el regreso de Sirius... o más bien anticipándolo?
¿Por qué debería importarle de cualquier manera?
Tres días, dos días.
Uno.
***
Sirius regresó exactamente en el momento planeado. El día siguiente, junto con McGonagall y Snape, se reunió con Albus Dumbledore en la oficina del director. La habitación estaba llena de todo tipo de curiosidades extrañas incluso para el mundo mágico: extraordinarios instrumentos de plata que soltaban bocanadas de humo y hacían sonidos raros, retratos móviles de directores anteriores, y el siempre presente fénix mascota Fawkes, en ese momento con su plumaje lleno y resplandeciente, escarlata y oro.
Los cuatro se sentaron en una mesa de conferencias de caoba que Dumbledore había hecho aparecer en la habitación expresamante para la reunión. Dumbledore, un mago alto y delgado, con brillantes ojos azules detrás de gafas de media luna y una barba tan larga como el pelo gris que le llegaba a la cintura, se sentaba en el extremo de la mesa. A pesar de su edad, tenía una actitud llena de energía, como McGonagall, que se sentaba a su izquierda. Minerva McGonagall, la profesora de Transformaciones y cabeza de la casa Gryffindor, era el único miembro del profesorado de Hogwarts, aparte de Snape, a quien Dumbledore confiaba tan delicada información. Aunque tenía setenta años, su pelo negro, que estaba recogido en un moño apretado, todavía no había comenzado a hacerse gris.
-Las acciones de Voldemort parecen limitadas estrictamente a la venganza entre sus filas- les informó Sirius, bastante preocupado por la sensación de distanciamiento en su propia voz. –Muchos Mortífagos, la mayoría de los cuales fueron absueltos por el Ministerio de Magia hace catorce años, han muerto, al parecer torturados por la maldición Cruciatus. Entre los muertos está Karkaroff, el director de Durmstrang.
McGonagall se ajustó la túnica nerviosamente. –Karkaroff estaba aquí sólo hace unos meses.
-¿Hay alguna evidencia de que Voldemort haya intentado leer las mentes de las víctimas?- preguntó Dumbledore. -¿Particularmente Karkaroff?
Severus se enderezó abruptamente en la silla.
Sirius asintió. –Me temo que hay una fuerte evidencia a favor de eso, especialmente con Karkaroff. ¿Pero porqué es Karkaroff importante?
El director pausó un momento antes de responder. –Karkaroff sabía algo que hubiera preferido mucho que permaneciera secreto: evidencia definitiva de la verdadera lealtad de Severus. Sabía que Severus siguió siendo un Mortífago sólo para ser mi espía.
Severus pareció palidecer un poco. -¿Cómo sabía esto Karkaroff?- preguntó en voz baja.
Por un momento, Dumbledore pareció cansado, como sintiendo el peso de sus pensamientos. –Es mi culpa.- confesó – Poco después de su captura inicial y su encarcelamiento en Azkaban, Karkaroff compareció ante el Ministerio y ofreció nombres a cambio de la libertad. Se empeñó mucho con el tuyo. Tuve que revelarte para callarlo. Perdóname.
Severus no contestó. Miraba el aire sin ninguna expresión.
-Considerando esta novedad- comenzó el director –tendremos que modificar nuestros planes. Tú, Severus, debes quedarte en Hogwarts.
Severus sólo asintió.
-¿Ahora, hay alguna cosa más?
-Sí.- dijo Severus. –La Marca me empezó a arder de nuevo hoy, por primera vez desde que Black se fue.
-¿Está convocando a sus seguidores de nuevo?- preguntó McGonagall.
-Posiblemente, pero el Señor Oscuro puede controlar las Marcas individuales si lo desea. Lo que significa que, o está convocando a todos o...- la voz de Severus se debilitó por un momento antes de pronunciar con pavor-: sólo a mí.
Dumbledore se levantó con un brillo decidido en sus ojos. –Severus, hablo muy en serio. Debo pedirte que, bajo ninguna circunstancia, abandones los terrenos de Hogwarts, a menos que sea para ir a Hogsmeade, y eso sólo en compañía de Minerva o Sirius. ¿Lo entiendes?
La cara de Severus estaba fría, no con rabia sino con algo parecido al miedo.
–Sí, por supuesto. Pero tiene que haber algo que yo...
-Sólo manténme informado de cuando te vuelva a arder la Marca.- dijo –Entre eso y la cicatriz de Harry Potter, tenemos preparado un sistema de alarma decente.
Severus se desplomó en su silla. Sirius sabía que probablemente estaba en secreto enfurecido por ser colocado al mismo nivel que Harry.
-Si no hay nada más- dijo Dumbledore –entonces ya podéis iros.
***
Severus y Sirius estaban parados en el minúsculo pasillo justo afuera de la oficina de Dumbledore, después de que se fuera McGonagall. Severus sabía que el Director quería hablar con Sirius a solas; nada más se requería de él. ¿Por qué escogió quedarse aquí? Una parte de él quería desaparecer de la presencia de Sirius lo más pronto posible, y sin embargo la otra parte...
Se resistió, pero las palabras dejaron su boca sin permiso.
-Mentí.- confesó.
Sirius le dedicó una mirada rara. -¿Sobre qué?
-Sí que te extrañé.
Severus se volvió y se fue sin decir otra palabra.
